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Deuteronomio 1

Comentario de Calvino sobre la BibliaComentario de Calvino

Versículo 1

1. Estas son las palabras. Estos dos �ltimos pasajes pertenecen propiamente a los suplementos, en donde Dios luego ilustr� m�s clara y familiarmente la Ley previamente dada por �l; comprenden tambi�n exhortaciones, mediante las cuales someti� las mentes de la gente a la obediencia, y elogios, por los cuales elogi� y confirm� la Ley. La suma es que Mois�s es nombrado ministro y embajador de Dios, quien por su boca prescribe a Israel todo lo que es correcto y justo. Pero cuando dice, "adem�s del pacto, que hizo con ellos en Horeb", ( Deuteronomio 29:1), es necesario que el Dec�logo se explique m�s completamente, para que su brevedad no lo oscurezca para un ignorante. y gente de coraz�n lento. Porque Dios, como los reyes terrenales, no aprendi� de la experiencia para enriquecer su ley con nuevos preceptos, sino que consider� la comprensi�n aburrida y d�bil de la gente. La part�cula de excepci�n, "al lado", no designa, por lo tanto, nada adicional, sino que solo significa que Dios hab�a repetido nuevamente Su pacto, para que pudiera entenderse de manera m�s clara y segura. En ese sentido, dio una prueba extraordinaria de su indulgencia, que antes de que entraran a la tierra, renov� su pacto unos cuarenta a�os despu�s de su primera promulgaci�n, y agreg� una clara exposici�n del mismo, porque ten�a que ver con una nueva generaci�n. . Por esta raz�n, el lugar se menciona expresamente, porque desde all� se hace evidente el lapso de tiempo.

Versículo 6

6. El Se�or nuestro Dios nos habl� en Horeb. En esta segunda narraci�n, Mois�s declara expresamente que Dios no solo les dio una se�al visible, levantando la nube, sino que tambi�n orden� verbalmente a la gente que abandonara el Monte Sina� y que se encargara de realizar el resto del viaje. Dios dice, entonces, que se pas� suficiente tiempo en un solo lugar; (1) porque, antes de abandonarlo, hab�a pasado un a�o entero all�. Aunque hab�a once d�as de viaje antes de que llegaran a Kadesh-barnea, sin embargo, no sea que algo retrase a las personas, que eran naturalmente pero demasiado indolentes, el v�nculo los estimula al establecerles la facilidad con la que se podr�a lograr, dici�ndoles que no ten�an m�s que levantar los pies y avanzar para alcanzar el descanso prometido.

Versículo 9

9. Y te habl� en ese momento. No dice aqu� que le sugirieron el consejo de otra parte, en cuanto al nombramiento de los jueces; pero, tal vez, no se atrevi� a mencionar ning�n nombre a estas personas orgullosas y perversas, para que no rechazaran lo que de otro modo era bueno, por desagrado de su autor, como extranjero. Sin duda �l est� aqu� contando lo que hab�a sucedido antes; por lo tanto, se confiesa, a partir de sus propios sentimientos personales, que no es capaz de soportar la carga, si �l solo se impone a toda la gente. �l aduce como la causa la inmensa multitud entre quienes necesariamente deben surgir muchos conflictos y controversias. En cuanto a lo que dice de su aumento, el comienzo de su per�odo no debe tomarse del �xodo, sino que conmemora el extraordinario e incre�ble favor de Dios, porque se hab�an multiplicado en gran medida bajo la cruel tiran�a cuando estaban condenados a la destrucci�n total. ; y agrega una oraci�n, para que en el futuro tambi�n les acompa�e la misma bendici�n. Sin embargo, en estas palabras, les recuerda que la carga del gobierno se volver�a cada d�a m�s ardua y pesada; mediante el cual puede convencerlos m�s f�cilmente para que proporcionen de inmediato lo que no podr�a evitarse.

Versículo 13

13. Ll�vate hombres sabios. Por lo tanto, parece m�s claro que aquellos que iban a presidir en el juicio no fueron designados solo por la voluntad de Mois�s, sino. elegido por los votos del pueblo. Y este es el tipo de libertad m�s deseable, que no deber�amos estar obligados a obedecer a todas las personas que puedan ser sometidas tir�nicamente sobre nuestras cabezas; pero lo que permite la elecci�n, para que nadie pueda gobernar excepto que sea aprobado por nosotros. Y esto se confirma a�n m�s en el pr�ximo vers�culo, en el que Mois�s relata que esper� el consentimiento de la gente, y que no se intent� nada que no los complaciera a todos. Nuevamente, �l no menciona aqu� las mismas virtudes que en �xodo 18; pero solo distingue a los jueces por tres calificaciones, a saber, que deben ser sabios, comprensivos y experimentados, todos los cuales est�n comprendidos bajo una sola cabeza, que deben poseer agudeza de intelecto y prudencia, confirmados por la experiencia y la pr�ctica; porque ni la mayor probidad ni la diligencia ser�an suficientes; para el cargo de gobernante, aparte de habilidad y sagacidad. (204) Pero el primer ep�teto que los hebreos suelen aplicar en un mal sentido a los astutos y enga�osos, aqu� significa agudo y perspicaz. El segundo lo explico se�alando a personas prudentes, dotadas de buen juicio y discreci�n. (205) El tercero puede tomarse de manera activa o pasiva; algunos por lo tanto lo traducen conocido o probado; pero aqu� el sentido activo es el m�s adecuado. Por lo tanto, se requiere experiencia y conocimiento de los negocios en los jueces; porque nadie m�s que el practicado es competente para la gesti�n de negocios.

Versículo 16

16. Y he acusado a sus jueces. Este cargo no se encuentra en �xodo 18, donde el �nico objeto de Mois�s era se�alar el origen de la alteraci�n; pero ahora omitiendo los elogios de su suegro, simplemente recuerda al recuerdo de los israelitas lo que hizo con ellos. Sin embargo, la suma de la exhortaci�n es que deben juzgar imparcialmente entre sus hermanos; que se expresa m�s completamente en el siguiente verso, donde se les proh�be "reconocer rostros". (206) Porque no puede haber mayor corrupci�n que juzgar por la apariencia personal, que siempre aleja las mentes de los hombres de los m�ritos de la facilidad. Por lo tanto, Cristo se opone con raz�n a estas dos cosas entre s�, para "juzgar el juicio justo" y "seg�n la apariencia". ( Juan 7:24.) Esto incluso los fil�sofos han percibido, cuando han advertido que, en la medida de lo posible, los jueces deben ser restringidos por leyes fijas, no sea que, dej�ndolos libres, deben ser influidos de esta manera o que por favor o por mala voluntad. Y, de hecho, siempre que haya una capacidad suficiente de intelecto, prevalecer� la equidad y la rectitud, a menos que el respeto a las personas influya en el juez. Es claro por el contexto, donde Mois�s proh�be hacer una distinci�n entre lo peque�o y lo grande, lo que se entiende por "reconocer a las personas". Pero aunque los jueces a menudo infligen da�o a los pobres y desdichados por su desprecio, Mois�s anuncia la falta m�s com�n, cuando los acusa de "no temer a nadie"; dado que muy a menudo sucede que aquellos que de otra manera son justos y est�n dispuestos a estudiar lo que es equitativo y correcto, se ven obligados a desviarse por miedo a las amenazas de los poderosos, y no se atreven; varonilmente encuentran su mala voluntad. Mois�s, por lo tanto, requiere magnanimidad en los jueces, para que no duden en provocar el odio de cualquiera, en su defensa de una buena causa. Pero debemos observar especialmente la raz�n por la cual �l corrige su miedo y alarma; porque �l dice que no deben temer a ning�n hombre mortal, porque "el juicio es de Dios". �l no solo aqu� les recuerda, como es; Parece que algunos deben rendir cuentas a Dios; pero muestra cu�n absurdo es apartarse del rumbo correcto por miedo al hombre, porque as� la majestad de Dios es prostituida y expuesta al desprecio; tanto como para decir que este honor debe ser pagado a Dios, cuyos representantes son, que deben mirar a todos los hombres como si estuvieran debajo de ellos, y frenar la audacia de los ritos malvados con tan magnanimidad inflexible, que solo Dios puede tener la preeminencia. Lo mismo es el objeto de las palabras de Josafat:

�Presta atenci�n a lo que haces, porque no juzgas por el hombre sino por el Se�or�. ( 2 Cr�nicas 19:6.)

Si esto quedara totalmente grabado en las mentes de los magistrados y pastores, no vacilar�an tan a menudo; por confiar en la ayuda de Dios, se mantendr�an firmes contra todos los terrores por los cuales est�n tan lamentablemente agitados. Por lo tanto, dejen que todos aquellos que son llamados a cualquier cargo p�blico, se sostengan por esta doctrina, que est�n haciendo el trabajo de Dios, que es capaz de mantenerlos a salvo de la violencia y de la astucia del mundo entero. Sin embargo, al mismo tiempo, estas palabras nos ense�an que todos los puestos de mando son sagrados para Dios, de modo que cualquiera que sea llamado a ellos debe servir a Dios con reverencia y diligencia, y siempre reflejar que �l es el dominio del cual son ministros.

Versículo 27

27. Y murmurabas en tus tiendas. En otra parte dice que tambi�n lloraron; aqu� solo habla de sus murmullos, lo que mejor se adaptaba a su reproche. Luego les recuerda cu�n malignos hab�an sido su ingratitud y perversidad al reprender a Dios a causa de la bendici�n especial que les hab�a conferido, como si les hubiera hecho una herida grave. No podr�a haberles ofrecido una prueba m�s manifiesta de su amor paterno hacia ellos que por su liberaci�n. Lo m�s inicuo, por lo tanto, es su modo de pagarle, a saber, quej�ndose de que hab�an sido criados cruelmente para morir, y construyendo en el odio su gran amor. Est� claro en el siguiente vers�culo que, aunque Mois�s no relaciona los detalles en su orden correcto, todav�a no hay contradicci�n en sus palabras. Un poco antes, parec�a haber elogiado sin reservas a los esp�as, como si hubieran realizado su oficio de manera honesta y fiel, pero ahora, por el lenguaje de la gente, muestra que fueron los autores de la revuelta, en la medida en que ellos inertes, por el terror que inspiraron, a quienes deber�an haber alentado.

Versículo 29

29. Entonces te dije, no temas. Aqu� omite la direcci�n de Caleb y Joshua: ya que solo declara brevemente las cabezas de lo que hab�a hablado a la gente. Simplemente muestra que, cuando se esforz� por recordarlos en el sentido correcto, sus esfuerzos y dolores fueron ineficaces. M�s a�n, �l razona por experiencia que bien podr�an poner sus esperanzas en la ayuda de Dios, porque �l fue ante ellos como una luz; y, como prueba de esto, les recuerda que, despu�s del desconcierto de los egipcios, no dej� de ejercer Su poder para proteger hasta el final a aquellos a quienes hab�a entregado una vez. Esta, entonces, es su propuesta, que aunque puedan ser conscientes de su propia debilidad, a�n as�, por el poder de Dios, ser�an vencedores, ya que los hab�a tomado bajo su cuidado y se hab�a declarado a s� mismo su l�der; lo cual indica con la expresi�n "va delante de ti". Y, para que no quede ninguna duda, �l pone en contra de sus obst�culos actuales los milagros del poder de Dios, que hab�an experimentado, no solo en el comienzo de su redenci�n, sino en el progreso continuo de su liberaci�n, cuando, en su p�rdida y desesperaci�n. estado, �l los hab�a restaurado innumerables de la muerte a la vida. Por lo tanto, concluye que no deber�an tener miedo, no que desear�a que estuvieran completamente libres de todo temor y cuidado, sino para que pudieran superar todos los obst�culos, cuando la confianza derivada de la pronta ayuda de Dios prevaleciera en sus corazones. . �l dice enf�ticamente que Dios hab�a luchado "ante sus ojos", para llevarlos a una convicci�n m�s plena por la evidencia de sus propios sentidos.

Versículo 31

31. Y eso, el desierto donde has visto. Aqu� se conmemora el curso constante de la gracia de Dios; de donde podr�an inferir con seguridad, que �l, que los hab�a perseguido con tantos beneficios, seguir�a siendo el mismo en este acto de coronaci�n. �l, por lo tanto, usa la imagen del porte, porque el camino no habr�a sido de ninguna manera pasable a menos que Dios los hubiera llevado, por as� decirlo, sobre Sus hombros, tal como un padre sol�a llevar a su beb�. As�, por un lado, se exalta la incre�ble bondad de Dios, que se hab�a dignado hasta ahora para condescender y tomar al pueblo en Sus brazos; y, por otro lado, a la gente se le recuerda su propia enfermedad, ya que, a menos que el poder de Dios lo confirme, apenas habr�an sido competentes para avanzar un paso. En otro lugar, conservando una parte de esta similitud, Mois�s compara a Dios con un �guila, (56) que lleva a sus cr�as sobre sus alas y les ense�a a volar. Y seguramente, a menos que (los israelitas) hubieran sido elevados por medios sobrenaturales, nunca habr�an sido iguales a la cent�sima parte de las dificultades que encontraron.

Versículo 32

32. Sin embargo, en esto no creyeron al Se�or. Significa que hab�an sido los observadores m�s prejuiciosos de las obras de Dios, desde su poder, tan a menudo experimentado y. tan bien entendido, no los hab�a despertado a confiar en �l. Porque en la palabra ???, dabar, que hemos traducido, abarca todas las pruebas por las cuales Dios hab�a testificado, que solo en �l hab�a todo lo necesario para asegurar su salvaci�n completa. Y esta era, por as� decirlo, una doctrina real o pr�ctica, cuando Dios los llam� a confiar en �l al extender su mano. A�n as�, los acusa de incredulidad con referencia a la promesa; porque, aunque la fe no solo es pronta y lista en la obediencia, sino que vigoriza y acelera todo el centro comercial, la causa de su inercia fue que no le hicieron caso a Dios, que hab�a prometido otorgarles la tierra de Cana�n, y no lo hizo. descansa sobre su pacto. En relaci�n con esto tambi�n, dice, que Dios marc� los lugares y las estaciones donde deber�an acampar, ya que, a menos que hubiera sido su dise�o guiarlos hacia adelante, este cambio de lugares habr�a sido superfluo. Fue, por lo tanto, una supina groser�a no referir estos signos para detenerse y proceder a su objeto propio, ya que era equivalente a despreciar a Dios cuando les tend�a la mano.

Versículo 34

34. Y el Se�or escuch� la voz de tus palabras. He mostrado en otra parte lo que se entiende por el o�do de Dios, es decir, que nada se le puede ocultar, pero ese v�nculo tendr� en cuenta y juzgar� todas nuestras palabras y hechos. Y esto es digno de nuestra observaci�n; porque los hombres nunca se atrever�an a murmurar contra �l, a menos que se prometieran impunidad (75) de que �l no estuviera presente. En segundo lugar, aprendemos de ah� que Dios, que es un Juez justo, no procede apresuradamente y sin causa para infligir castigo a los hombres, y que no manifiesta severidad sin un examen completo del caso. �l, por lo tanto, quiere decir que se privaron de su herencia asegurada, cuando estuvieron cerca de recibirla, a trav�s de su propia rebeli�n y depravaci�n.

Versículo 37

37. Tambi�n el Se�or estaba enojado conmigo. No es en un esp�ritu cobarde que les transfiere la culpa de la infidelidad, que les hab�a confesado a s� mismo; pero, dado que solo hab�a ca�do como consecuencia de ser abrumado por su obstinada maldad, justamente les reprocha el hecho de que Dios estaba enojado con �l a causa de su pecado. Si con este pretexto hubiera intentado atenuar su culpa ante Dios, o sustituir su criminalidad por la suya, no habr�a hecho otra cosa que duplicar el mal: pero, al reprochar a la gente, se quej� de manera correcta y apropiada de que la causa de su pecado hab�a surgido de ellos. Como si hubiera dicho que eran tan perversos que incluso �l hab�a sido corrompido por ellos y se hab�a asociado con su culpa y su castigo. �l aqu�, sin embargo, agrega respetando a Joshua lo que antes hab�a pasado en silencio. Su nombramiento como sucesor de Mois�s sirvi� para alentar a la gente; porque era un motivo notable para la esperanza de que deber�an escuchar una provisi�n ya hecha, que despu�s de la muerte de Mois�s no deber�an ser destituidos de un l�der, que los gobernar�a bajo los auspicios de Dios.

Por qu� Dios prefiri� a este hombre a todos los dem�s, especialmente cuando Caleb es m�s elogiado en otros lugares, solo es conocido por �l mismo. Sabemos que �l elige, seg�n su propia voluntad, a aquellos a quienes destina a cualquier cargo, para que la dignidad de los hombres dependa de su favor gratuito. "Pararse delante" de una persona es equivalente a estar cerca para hacer sus �rdenes; y parece que esta fue la condici�n de Joshua para que el castigo sea m�s manifiesto; en la medida en que, por una inversi�n completa, se le da un sucesor a Mois�s, quien hab�a sido su sirviente.

Versículo 39

39. Adem�s, sus peque�os. Ya he demostrado que Dios tan templado su juicio que, aunque ninguno de los culpables debe escapar impunemente, su fidelidad debe permanecer segura e inviolable, y que la maldad de los hombres no debe anular el pacto que hab�a hecho con Abraham. �l, por lo tanto, pronuncia una sentencia sobre ellos, que nunca deber�an disfrutar de la herencia que hab�an despreciado: sin embargo, declara que, sin embargo, ser� verdadero en el cumplimiento de lo que hab�a prometido, y mostrar� su misericordia hacia sus hijos, quienes en su desesperaci�n hab�an condenado a ser presa de sus enemigos.

Cuando limita esta gracia a sus peque�os, cuya edad a�n no les permit�a discernir entre el bien y el mal, significa que todos los que ya hab�an llegado a los a�os de la raz�n, eran, desde los m�s peque�os hasta los m�s grandes, c�mplices en el crimen, ya que el contagio se hab�a extendido por todo el cuerpo. Seguramente fue un prodigio incre�ble, que una multitud tan grande se dejara llevar por la furia diab�lica, como para que nada no se viera afectado por ella, a menos que tal vez una muerte oportuna elimine a algunos de los viejos m�s que por el vicio de otros. los suyos Pero, incluso si una cent�sima parte de ellos hubiera sido inocente del crimen, Dios habr�a dejado algunos sobrevivientes.

"No tener conocimiento del bien y del mal" es equivalente a ser incapaz de "discernir entre su mano derecha y su mano izquierda"; por esa expresi�n en Jon�s, ( Jon�s 4:11), Dios exime de la condena a aquellos peque�os, que todav�a no tienen poder para formar un juicio. Sin embargo, a partir de ah�, algunos han intentado tontamente probar que el pecado original no contamina a los ni�os peque�os; y que los hombres no est�n involucrados en ninguna culpa, excepto cuando se han contra�do por su propio acto voluntario (arbitrio). Porque la cuesti�n aqu� no es la naturaleza de la raza humana; simplemente se hace una distinci�n entre los ni�os y aquellos que han provocado consciente y deliberadamente la ira de Dios; mientras que la corrupci�n, que es la ra�z (de todos los males, (76) ) aunque no puede producir inmediatamente su fruto en pecados reales, no es (77) por lo tanto inexistente.

Versículo 41

41. Entonces respondiste y me dijiste. El arrepentimiento fue demasiado tarde, lo que impuls� a los israelitas a su esfuerzo de actividad irrazonable; aunque, como he explicado anteriormente, no se arrepintieron verdadera y seriamente, ya que, cuando debieron haber soportado pacientemente el castigo de Dios, trataron de sacudirse y alejarlo de ellos mediante un nuevo acto de desobediencia. En una palabra, no hicieron nada m�s que patear contra los pinchazos. Pero tal es la energ�a de los hombres, cuando su propia imaginaci�n los gu�a, que se atrever�n a cualquier cosa que Dios proh�ba. Pero aqu�, su locura mucho peor se traicion� a s� misma, ya que, cuando fueron retenidos nuevamente, todav�a se niegan a obedecer. Adem�s, no solo les proh�be pelear, sino que les niega su ayuda. Entonces, �qu� podr�a ser m�s monstruoso que eso, en oposici�n a la voluntad de Dios, y cuando se retirara la esperanza de su ayuda, deber�an comprometerse en lo que antes se hab�an negado obstinadamente a intentar bajo sus auspicios, y por su mandato, y con el promesa de �xito seguro? Y, sin embargo, la hipocres�a tambi�n ciega las mentes de los hombres, que imaginaron que estaban corrigiendo y compensando el mal que duplicaron. Mois�s luego relata c�mo recibieron la recompensa que merec�an; tanto como para decir que, aunque pueden ser lentos para aprender, a�n as� se familiarizaron, por lo contrario que experimentaron, cu�n fatal es no obedecer a Dios: porque los tontos nunca aprenden sabidur�a excepto debajo de la vara.

Versículo 45

45. Y volviste y lloraste delante del Se�or. Aqu� apela al testimonio de su propia conciencia; porque nunca habr�an sido llevados al llanto y las oraciones, excepto por la fuerza de sus propios sentimientos. Como, entonces, estaban muy convencidos de que se inflig�a un castigo justo a su obstinaci�n, la necesidad los llev� a buscar a Dios: en consecuencia, no ten�an motivos para quejarse, aunque Dios se manifest� implacable.

En el �ltimo verso hay una ambig�edad en el significado de estas palabras, "muchos d�as, seg�n el n�mero de d�as". Algunos, traduciendo el verbo en el tiempo perfecto, "en el que hab�amos permanecido all�", (80) suponen que a�n permanecen all� otros cuarenta d�as. Pero es igualmente probable; que se hace referencia a un tiempo indefinido: como si hubiera dicho, que la gente se demor� all� mucho tiempo, de donde se puede inferir, que yac�an como personas estupidas, por falta de saber qu� hacer.

Es Kadesh-barnea a la que se refiere Mois�s, de donde los esp�as hab�an sido enviados; y no el Kadesh donde Miriam muri�, y donde la gente murmur� por falta de agua.

Información bibliográfica
Calvino, Juan. "Comentario sobre Deuteronomy 1". "Comentario de Calvino sobre la Biblia". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/cal/deuteronomy-1.html. 1840-57.