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Ezequiel 11

Comentario de Calvino sobre la BibliaComentario de Calvino

Versículo 1

Aqu� el Profeta advierte a la gente que los l�deres perversos ser�an la causa de su destrucci�n. Porque si el ciego lidera al ciego, ambos caer�n en la zanja ( Mateo 15:14; Lucas 6:39.) Como, por lo tanto, los ancianos de la ciudad eran ap�statas tan malvados, dibujaron con ellos todo el cuerpo de la gente en la misma ruina. Ahora, por lo tanto, el Profeta muestra que el estado de la ciudad era tan corrupto que no quedaba ninguna esperanza de perd�n, ya que aquellos que deber�an ser los ojos de todo el pueblo estaban involucrados en la oscuridad. Pero �l nombra a los veinticinco mayores, de donde es probable que este n�mero haya sido elegido en medio de la confusi�n, o que un n�mero definido se ponga por un tiempo indefinido; y prefiero adoptar esta segunda visi�n. Sea lo que sea, implica que quienes tomaron las riendas del gobierno fueron imp�os despreciadores de Dios, y por lo tanto no es sorprendente que la impiedad y la deserci�n de Dios y su ley hayan comenzado a aumentar entre todo el pueblo. Pero debemos remarcar la intenci�n del Profeta. Los soldados comunes est�n acostumbrados a considerar a sus comandantes como un escudo, como vemos hoy en el Papado. Porque este es su �ltimo refugio, ya que se creen culpables cuando obedecen a su santa Iglesia Madre. Tal tambi�n antes era la obstinaci�n de la gente.

Por �ltimo, los hombres siempre se quitan toda la culpa de s� mismos, simulando error o ignorancia. Por lo tanto, el Profeta ahora muestra que la ciudad no estaba libre de la ira de Dios, ya que fue corrompida por sus l�deres y gobernantes; no, que esta fue la causa de su destrucci�n, ya que la gente se desviaba demasiado f�cilmente por ejemplos perversos. Mientras tanto, debemos notar la libertad del Profeta, porque aqu� ataca sin miedo a los pr�ncipes m�s nobles. Estaba, de hecho, fuera de peligro, porque era un exiliado, pero parece que estaba en Jerusal�n cuando pronunci� esta profec�a. Muestra, por lo tanto, su fortaleza mental, ya que no perdona a los nobles. Por lo tanto, se recoge esta �til doctrina, que aquellos que sobresalen en reputaci�n y rango no est�n libres de culpa si se comportan malvadamente, como vemos que sucede en el Papado. Porque, en cuanto al Papa mismo, est� en su poder condenar al mundo entero, mientras se exime de toda culpa. Y en cuanto a los obispos, ahora se requieren veinte o treinta testigos, y luego incluso setenta: por lo tanto, una de esas bestias con cuernos no pod�a ser convencida, a menos que todo el pueblo se levantara: as� tambi�n lo era antes. Pero aqu� el Profeta muestra que, por eminentes que sean aquellos que est�n dotados de poder sobre el pueblo, no son sagrados ni absueltos de toda ley por ning�n privilegio peculiar, ya que Dios los juzga libremente por su Esp�ritu y los reprende por sus Profetas. . Por �ltimo, si deseamos cumplir con nuestro deber correctamente, especialmente cuando se trata del oficio de ense�ar, debemos evitar todo respeto a las personas, ya que aquellos que se jactan de que sobresalen otros est�n sujetos a las censuras de Dios. Por esta raz�n se sigue:

Versículo 3

Aqu� el Profeta explica lo que podr�a ser oscuro a trav�s de su perversidad. �l presenta, por lo tanto, lo que el pensamiento imp�o podr�a ser cubierto por muchas falacias. Porque sabemos que los hip�critas se esfuerzan por fijar sus ojos en Dios, y cuando esparcen sus propias nubes ante s� mismos, piensan que �l est� cegado. Por esta raz�n, Isa�as dice que Dios tambi�n es sabio ( Isa�as 31:2) y se burla de su astucia, ya que piensan que ciegan los ojos de Dios mientras ocultan sus pecados con varias coberturas. Como, por lo tanto, la obstinaci�n de estos hombres era tan grande, el Profeta aqu� se quita la m�scara; porque podr�an ser desviados por perversos consejos para negar que merec�an algo por el estilo. Pero el Profeta aqu� corta sus pretensiones, porque, en verdad, su impiedad era m�s que suficientemente evidente, ya que se jactan de que a�n no ha llegado el momento y, por lo tanto, que podr�an construir casas en Jerusal�n como en tiempos de Facilidad y paz. Como vimos en Jerem�as, se acercaba el momento de la �ltima destrucci�n; todo lo que quedaba en la ciudad ahora estaba destinado a la ruina final: y por esta raz�n, Jerem�as aconsej� que se construyeran casas en Caldea y en tierras extranjeras, ya que los cautivos deben pasar un largo per�odo all�, incluso setenta a�os. (Jeremias 29:5.) Desde entonces, el tiempo previsto se estaba acercando, se volvi� una locura extrema en la gente oponerse a s� mismos, y tratar las amenazas de Dios como un hazmerre�r, y alardear de que era un Tiempo para construir. Ahora, por lo tanto, vemos lo que el Profeta culpa y condena a los veinticinco hombres que eran pr�ncipes del pueblo, a saber, que endurecieron al pueblo en la obstinada maldad y alentaron el sopor, para que las amenazas del Profeta fueran ignoradas. Como, por lo tanto, tan estup�an a la gente por sus tentaciones y quitaban todo sentido de arrepentimiento, tambi�n dejaron de lado todo temor a la ira de Dios que se hab�a denunciado contra ellos. El Profeta condena esta depravaci�n en sus consejos.

Pero, en la segunda cl�usula, este desprecio parece m�s detestable cuando dicen que Jerusal�n es el caldero, y ellos son la carne. No dudo de su alusi�n a Jerem�as; porque en el primer cap�tulo se mostr� la olla, pero el fuego era del norte (Jeremias 1:13), entonces el Esp�ritu quer�a ense�arnos que los caldeos vendr�an como un fuego para consumir Jerusal�n, como si una olla se colocara en un fuego grande y constante, incluso si est� llena de agua y carne, sin embargo, su contenido se consume y el jugo de la carne se seca por una cocci�n demasiado larga. Dios hab�a demostrado esto por su siervo Jerem�as: aqu� los jud�os se burlan y eluden de manera objetiva lo que deber�a golpearlos sin temor leve, a menos que hayan sido demasiado perezosos: he aqu�, dicen que somos la carne y Jerusal�n es el caldero: as� que ellos parece calificar al profeta Jerem�as, como si fuera inconsistente, "�Qu�? nos amenazan con el cautiverio? y mientras dices que esta ciudad ser� la olla y los caldeos el fuego. Si Dios desea consumirnos, entonces permanezcamos dentro: as� podremos construir casas �. Ahora entendemos c�mo buscaron alguna apariencia de inconsistencia en las palabras del Profeta: ya que los hombres reprobados y profanos siempre adoptan argumentos por los cuales pueden disminuir y atenuar toda fe en la doctrina celestial, o incluso reducirla a nada si pudieran. El Profeta, por lo tanto, proporciona un remedio para este mal, como hemos visto. Pero antes de continuar, repite su imp�o refr�n, que Jerusal�n es un caldero, y la gente carne convirtieron lo que se hab�a dicho en un significado directamente contrario, porque el Profeta dijo que deber�an arder, ya que los caldeos ser�an como el fuego. 'pero dijeron: bueno, nos quemaremos, pero eso se har� a la ligera, de modo que permanezcamos seguros hasta una buena vejez. Por lo tanto, entendemos cu�n diab�lica era su audacia, que estaban tan cegados por los juicios justos de Dios, que no escrupularon petulantemente para culpar incluso a Dios mismo, y para re�rse de la autoridad de su ense�anza. Por lo tanto, vemos de otra manera cu�n fielmente Ezequiel hab�a cumplido su deber: hab�a sido creado un Profeta: no ten�a que cumplir su cargo solo, sino que era asistente de Jerem�as. Y de otra manera no podemos cumplir con nuestro deber para con Dios y su Iglesia a menos que nos demos la mano mutuamente, cuando los ministros est�n unidos y uno estudia para ayudar al otro. Ezequiel ahora significa esto cuando se declara aliado y asistente de Jerem�as.

Versículo 4

Ayer vimos que los jud�os esquivaron las profec�as de Jerem�as, especialmente cuando los amenaz� con la ira de Dios. Porque hab�a dicho que se le ofreci� una visi�n, en la que Jerusal�n era como una olla, y el fuego se encend�a desde el norte. Para un grupo de risa, dijeron que pod�an descansar con seguridad dentro de la ciudad, porque a�n no estaban cocinados, sino crudos, de modo que si esa profec�a es cierta, dijeron, no nos iremos tan r�pido de la ciudad. Porque Dios predijo que deber�amos ser la carne que estaba a punto de ser cocinada: si esta ciudad es un caldero, debemos permanecer aqu� hasta que seamos cocinados, pero esto no ha sucedido. Por lo tanto, lo que Jerem�as pronuncia es vano, que seremos arrastrados al exilio, porque estas dos cosas est�n en desacuerdo, a saber, Dios desea que descansemos en la ciudad, y a�n as� nos arrastra a una regi�n distante. Como es as�, la profec�a de Jerem�as es vana; entonces se enga�aron a s� mismos. Pero Dios le ordena a otro Profeta suyo que se levante contra ellos. Y la repetici�n es enf�tica, profetiza, profetiza contra ellos. Porque nada es menos tolerable que que los hombres rechacen petulantemente la ira de Dios, lo que deber�a inspirar a todos con temor. Porque si las monta�as se derriten ante �l, ( Isa�as 64:3,) si los �ngeles mismos tiemblan, ( Job 4:18), �c�mo es que la vasija de arcilla se atreve a entrar en conflicto con su creador? ( Isa�as 45:9.) Y vemos tambi�n c�mo Dios se enoja contra tal perversidad; especialmente cuando denuncia, por boca de Isa�as, que este pecado ser�a imperdonable. Te he llamado, dijo �l, a cenizas y luto; pero, por otro lado, hab�is dicho: comamos y bebamos, y hab�is convertido mis amenazas en un hazmerre�r. Porque este era tu proverbio, ma�ana moriremos: como yo viva, tu iniquidad no quedar� sin castigo. Dios afirma mediante un juramento que nunca ser�a apaciguado por los imp�os y profanos despreciadores de sus juicios. Por esta raz�n, �l tambi�n repite ahora, profetiza, profetiza. Sigamos adelante

Versículo 5

Aqu� el Profeta convierte la imprudencia de la gente en otro sentido, porque hab�an corrompido lo que Jerem�as hab�a dicho. Sab�an a qu� se refer�a con la olla y la carne, pero pensaron que pod�an evitar la ira de Dios con su inteligencia. Aqu� el Profeta presenta otro sentido, no el de Jerem�as, ni el del pueblo, sino un tercero. En el cap�tulo veinticuatro los volver� a denunciar como si fueran carne, ya que Dios los arrojar� a una olla para que se cocinen, de modo que incluso sus huesos se consuman. Pero aqu� el Profeta solo considera c�mo deber� refutar su malvado dicho, por el cual piensan atrapar a Jerem�as en una trampa, ya que no estaban suficientemente de acuerdo con su profec�a. �Qu� dice �l entonces? Primero, que el Esp�ritu hab�a ca�do sobre �l, para que pudiera o�r su profec�a; porque si hubiera hablado desde su propia mente, podr�a ser rechazado impunemente; porque los oradores deben pronunciar la palabra de Dios y ser el �rgano de su Esp�ritu. El Papa se jacta de esto ante sus seguidores, pero los verdaderos y fieles siervos de Dios deben hacer esto en realidad, es decir, no pronunciar sus propios comentarios, sino recibir de las manos de Dios lo que entregan al pueblo y as� descargar su deber fielmente. Con este fin, el Profeta dice que el Esp�ritu cay� sobre �l. Porque aunque hab�a sido dotado previamente con el don de profec�a, sin embargo, tan a menudo como lo ejerc�a, esta gracia deber�a renovarse; porque no es suficiente para nosotros ser imbuidos una vez con la iluminaci�n del Esp�ritu Santo, a menos que Dios trabaje en nosotros diariamente. Dado que, por lo tanto, �l sigue sus dones en sus siervos mientras usa su ayuda, por lo tanto, no es en vano que Ezequiel diga que el Esp�ritu todav�a le fue dado, porque este don era necesario para cada acto. Despu�s, ella expresa con m�s cari�o lo que �l hab�a dicho, a saber, que el Esp�ritu hab�a hablado; porque significa que lo que �l pronto se une le hab�a sido dictado.

Aqu�, por lo tanto, advierte a los jud�os que no deben prometer tontamente impunidad, cuando desprecian sus profec�as, ya que �l no habla de s� mismo, sino que solo relata lo que el Esp�ritu sugiri� y dict�. As� hab�is hablado, oh casa de Israel, dijo �l, y he conocido los levantamientos de vuestro coraz�n. Dios aqu� precisamente insta a los jud�os a que no esperen obtener nada d�ndoles la espalda; porque sabemos c�mo los hip�critas descuidadamente y audazmente rechazan toda ense�anza, y no dudan en luchar con Dios, ya que encuentran muchos pretextos por los cuales se disculpan. Por lo tanto, no habr�a fin, a menos que el Se�or los acelerara, y con la orden suprema y el poder de un juez, les mostrara que los subterfugios eran vanos, y dejaran todas sus excusas ociosas, y sin ning�n momento. Este es el significado del Profeta cuando dice que lo que surgi� en su coraz�n era conocido de Dios. Pero por estas palabras implica que buscaron en vano un teatro en el mundo, como si tuvieran �xito si probaran su causa antes. hombres: dice que es en vano, porque deben entrar en la corte del cielo, donde Dios ser� el �nico juez. Ahora, cuando nuestros pensamientos son conocidos por Dios, en vano tomamos esto o aquello; porque Dios no admitir� nuestros subterfugios, ni se dejar� enga�ar por nuestra inteligencia y astucia. Ahora, por lo tanto, vemos lo que quiere decir el Profeta al decir que Dios sabe lo que surgi� en el coraz�n de los jud�os, porque, por lo pronto, nunca hab�an desistido de contender y pelear por sus falacias, a fin de quitarle toda la confianza de su profec�as Por lo tanto, vemos la utilidad de la doctrina, que nos enga�amos a nosotros mismos en vano por la agudeza, para escapar de nuestra imaginaci�n torcida, porque Dios ve la astucia de los hombres, y mientras desean ser ingeniosos, los aprovecha y muestra la vanidad de lo que piensan la mayor sabidur�a. As� que deseamos aprobarnos a Dios y no estimar nuestros actos y planes de acuerdo con nuestro propio sentido y juicio. Ahora sigue

Versículo 6

Ahora Ezequiel ataca, por as� decirlo, en combate cuerpo a cuerpo, a los bufones que jugaron con Dios por sus bromas, y lo adelanta; sentido que acabo de mencionar y de que la profec�a de Jerem�as era plena, de una manera diferente a eso. que ellos imaginaron. Ye, dice �l, has matado a muchos; la ciudad estaba llena de muchas matanzas; por lo tanto, la olla estaba llena de carne; esta carne fue cocinada: ya no hay espacio en el recipiente. Por lo tanto, debe ser expulsado necesariamente como espuma, o como carne sucia, para lo cual no se encuentra ning�n recipiente para cocinarlo. Vemos, entonces, que el Profeta aqu� los trata con ingenio, y juega bromas en respuesta a ellos; Mientras tanto, �l golpea una herida mortal, cuando muestra que bromeaban tan petulantemente sobre su propia destrucci�n, y se jactaba de que Jerem�as era su adversario. Por lo tanto, confirma la profec�a de Jerem�as y, sin embargo, no la interpreta, porque Jerem�as hab�a hablado de manera correcta y clara cuando dijo que eran carne. El significado era el mismo que si Dios pronunciara que los consumir�a en medio de la ciudad. Sucedi� como hemos visto anteriormente; porque dispers� a algunas personas, y mat� a algunos con la espada, y algunos con hambre. Sea lo que sea, la profec�a de Jerem�as siempre se har� realidad, es decir, que Dios hab�a cocinado a los jud�os con el fuego de los caldeos. (Jeremias 1:13.) Pero como hab�an pervertido esa doctrina, el Profeta no considera el significado de Jerem�as, pero muestra que nunca se beneficiaron mientras le daban la espalda a Dios. No ser�is carne, dice �l, pero vuestros muertos fueron carne: hab�is rellenado el caldero, que es la ciudad con los muertos; ahora no hay lugar para ti. �Qu� queda, por tanto, sino que Dios te eche como carne sucia? Ni �l te cocinar�, dice �l, ni te consumir� en un caldero, pero donde te haya estirado por completo en la tierra, all� te consumir�. Ahora, por lo tanto, vemos cu�n grande fue la destrucci�n que los jud�os hab�an provocado cuando se tomaron la libertad de bromear y bromear con los Profetas. Por lo tanto, dice, hab�an llenado la ciudad de los muertos. No quiere decir que los hombres hayan sido abiertamente asesinados en Jerusal�n, pero esta forma de discurso abarca todas las formas de injusticia; porque sabemos que Dios estima aquellos homicidios que oprimen a hombres miserables, derrocan sus fortunas y chupan sangre inocente. Desde entonces, Dios estima que toda violencia es una matanza, dice correctamente, que la ciudad estaba llena de muertos. Los jud�os podr�an objetar que nadie hab�a tra�do violencia sobre ellos; no pod�an ser condenados a la vista de los hombres; pero cuando su maldad era tan grave entre ellos, que no perdonaron a los miserables, sino que los afligieron cruelmente, �l dice que la ciudad estaba llena de los muertos. Ahora agrega, cuando la ciudad estaba llena de carne no hab�a m�s lugar para ellos, y ahora muestra que, aunque Jerem�as hab�a predicho que deber�an cocinarse con el fuego de los caldeos, sin embargo, hab�an avanzado tanto en la maldad, que no eran dignos de ser cocinados dentro de la ciudad. Por lo tanto, dice �l, una mayor venganza de Dios te espera, ya que procedes a provocar su ira cada vez m�s. Sigue -

Versículo 8

Deber�amos unir estos vers�culos, porque el Profeta trata lo mismo en muchas palabras. Primero, denuncia que deber�an perecer por la espada, ya que tem�an la espada. Con estas palabras, los amonesta, que incluso si Dios los sacara de la ciudad, la profec�a de Jerem�as se cumplir�a, ya que los caldeos los consumir�an como si la olla estaba hirviendo en el fuego. Por �ltimo, muestra cu�n fr�volos era su maldad cuando dec�an: "si somos carne, permaneceremos en el caldero". Pero el Profeta muestra que no deben criticar como ni�os con Dios, porque cuando le mostr� el caldero a su sirviente Jerem�as, no quiso decir nada m�s que que los jud�os perecer�an, ya que los caldeos vendr�an a consumirlos. Pero hab�an pervertido deliberadamente el sentido del Profeta, y se cre�an listos y astutos cuando corromp�an la doctrina celestial. En primer lugar, el Profeta dice que temiste la espada y caer�s por la espada: luego agrega la manera: yo, digo �l, traer� la espada sobre ti, lo que tem�as: �l dice: te sacar� fuera de en medio de ella. �l declara la manera: a saber, que los llevar� a una llanura abierta, para que pueda matarlos m�s f�cilmente all�. Si alguien se opone, que esto no los estaba hirviendo en la ciudad, la respuesta es f�cil: que Dios no restringi� su enojo a un tipo de castigo, cuando as� habl� por Jerem�as. Porque sabemos que los Profetas nos presentaron los juicios de Dios de varias maneras y, por lo tanto, usan varias figuras. Como, por lo tanto, los Profetas no siempre ense�an de la misma manera, no es sorprendente que, cuando muestra brevemente que la ira de Dios estaba cerca de los jud�os, usara ese s�mil: caer�s, dice �l, por la espada, y en el fronteras de Israel te juzgar�.

Aqu� �l expresa claramente lo que toqu� �ltimamente. De hecho, fue el juicio de Dios, cuando los jud�os fueron sacados de la ciudad en la que cre�an que ten�an un nido tranquilo: porque cuando fueron arrastrados violentamente al exilio, Dios ejerci� sus juicios sobre ellos, y desde el momento en que los priv� de sus pa�s, entonces �l ya comenz� a ser su juez. Pero aqu� comienza a tratar de un juicio m�s severo. Aunque Dios hab�a comenzado a castigar a los jud�os cuando los expuls� de la ciudad, los trat� con mayor severidad en los l�mites de Israel; porque cuando vieron al rey de Babilonia, el rey vio a su asesinado: entonces �l mismo qued� ciego y arrastrado a Caldea, y todos los nobles fueron asesinados. (2 Reyes 25; Jeremias 39.) Por lo tanto, podemos deducir que la sangre de las personas se derram� sin discriminaci�n. Ahora, por lo tanto, entendemos lo que Dios quiere decir cuando amenaza con juzgarlos en las fronteras de Israel, es decir, sin su pa�s. Finalmente, aqu� denuncia una doble pena, primero porque Dios los sacar�a del este de Jerusal�n en lo que se deleitaban, y en lo que dec�an que deb�an vivir tanto tiempo que el exilio ser�a su primer castigo: luego agrega, que �l no era contento con el exilio, pero que un castigo m�s fuerte estaba cerca, cuando deber�an ser expulsados ??de su pa�s, y la tierra deber�a ser expulsada; hacia adelante como un hedor que no puede soportar. Por lo tanto, te juzgar� en las fronteras de Israel: es decir, m�s all� de la Tierra Santa: ya que una maldici�n ya ha ocurrido en el exilio, a�n te espera una venganza m�s dura y formidable; t�. Ahora agrega, sabr�n que yo soy Jehov�

Sin duda, Ezequiel reprende al perezoso que fue la causa de una contumacia tan grande: porque nunca se hab�an atrevido a contender tan perseverantemente con Dios, a menos que sus mentes hubieran sido estupidas; porque si pens�ramos que estamos luchando con Dios, el horror se apoderar�a de nosotros de inmediato; porque �qui�n trabaja bajo tanta locura como para atreverse a contender con Dios, su creador? Este sopor, por lo tanto, Ezequiel ahora lo reprende oblicuamente, cuando dice que los jud�os sabr�an demasiado tarde que estaban tratando con Dios. Aunque, por lo tanto, pecaron por ignorancia, no se deduce que no ten�an excusa, �de d�nde surgi� su ignorancia, excepto por no prestar atenci�n a Dios? Surgi� primero del descuido: luego, el descuido y la seguridad produjeron desprecio, y el desprecio surgi� de su depravado deseo de pecar. Dado que, por lo tanto, decidieron entregarse a toda clase de pecados, dejaron de lado toda la ense�anza posible; es m�s, se esforzaron voluntariamente por estupir sus propias conciencias, y as� vemos que ese deseo depravado los impuls� a despreciar, y el desprecio engendr�. seguridad, en la que finalmente esta ignorancia los hundi�. Como, por lo tanto, en ese momento no se les ocurri� luchar con Dios, esto no aten�a su culpa, porque, como he dicho, se hab�an estupido con una maldad determinada y espont�nea.

Mientras tanto, de ninguna manera es dudoso que Dios siempre los haya pinchado para que se sientan pecadores, pero el Profeta aqu� habla de ese conocimiento que se llama experimental. Se dice que los imp�os conocen a Dios cuando, siendo golpeados por su mano, reconocen involuntariamente su poder: porque lo har�n o no, sentir�n que �l es su juez. Pero este conocimiento no les beneficia; incluso aumenta su destrucci�n. Pero entendemos el significado del Profeta, que los jud�os eran rebeldes y despreciaban a los siervos de Dios: porque pretend�an que solo ten�an que ver con los hombres y se cubr�an de oscuridad, para que no vieran la luz que se les ofrec�a a sus ojos. Dios declara que deben saber detenidamente con qui�n conten�an, como dice Zacar�as, ver�n a qui�n traspasaron; ( Zacar�as 12:10;) es decir, sabr�n que soy yo a quien han herido, cuando tan orgullosamente despreciaron a mis sirvientes y abjuraron de toda confianza en mi ense�anza. Por lo tanto, tambi�n deducimos que las mentes de los imp�os estaban tan confundidas, que viendo no vieron; porque cuando sienten que Dios es su juez, en realidad se ven obligados a confesar que sienten su mano: sin embargo, siguen siendo est�pidos, porque no se benefician, como acababa de decir el Profeta, tem�an la espada. Pero fueron descuidados, como vimos, y despreciaron todas las amenazas. �De qu� tipo, entonces, es este temor que el Profeta se�ala? la del imp�o sincero, que mientras se hacen halagos y se imaginan que han hecho un pacto con la muerte, como se dice en Isa�as, ( Isa�as 28:15; Isa�as 48:22; y Isa�as 57:21) y prometen liberarse del castigo, incluso cuando un flagelo pasa por la tierra, pero tiemblan y siempre se sienten inc�modos, porque no tienen paz, como se dice en otra parte . En resumen, vemos a los imp�os siempre descuidados y est�pidos: aunque son descuidados, tiemblan y son torturados con impiedad secreta, ya que la severidad de Dios los urge. Finalmente concluye que Jerusal�n no deber�a ser su caldero, sino que los castigar�a en la frontera de Israel. Pero he explicado suficientemente esta cl�usula. Sigue -

Versículo 12

Repite lo que hab�a dicho, que reconocer�an demasiado tarde cu�n imp�a y malvadamente hab�an despreciado las profec�as: porque esto era arrastrar a Dios mismo del cielo; porque Dios desea que la reverencia que exige de nosotros sea dada a su propia palabra. Por lo tanto, los hombres se enfurecen por el desprecio de sus ense�anzas, como si quisieran arrastrar a Dios del cielo a la manera de los gigantes. Pero �l expresa la causa m�s claramente: porque de hecho no han seguido su ley y sus preceptos; pero se han enredado en las supersticiones de las naciones Aqu� vemos que Dios no podr�a ser acusado de demasiado rigor, porque ejecut� un juicio tan pesado y severo contra los jud�os. Porque les hab�a dado la ley. Esta fue la mayor ingratitud, rechazar la ense�anza, que deber�a ser familiar para ellos, y al mismo tiempo agregarle los ritos imp�os de los gentiles: esto era preferir al diablo a Dios mismo con plena deliberaci�n. Por lo tanto, Dios muestra que, aunque tratar�a severamente a los jud�os, su ira era moderada en comparaci�n con sus pecados: porque nada quer�a completar su impiedad cuando rechazaban su ley. Por lo tanto, cuando dice que no caminaron en la ley, da por sentado este principio, que la ley no fue dada en vano, sino que en ella se ense�� fiel y claramente a los jud�os de la manera correcta, como tambi�n dice Mois�s: "Este es el camino, camina en �l". No hay duda de que Ezequiel se refiri� a esa frase de Mois�s, cuando dijo:

que los jud�os no caminaban en la ley, y no realizaban los juicios de Dios. ( Deuteronomio 5:33; Isa�as 30:21.)

Ya que, por lo tanto, Dios ha mostrado el camino, de modo que no ten�an excusa para vagar, �cu�n grande fue su ingratitud al dejar el camino y arrojarse voluntariamente a los vagabundeos?

Ahora, la comparaci�n agrava su crimen, cuando dice que prefer�an los juicios y los ritos de los gentiles que los rodeaban. Debido a que ten�an vecinos incr�dulos, Dios se hab�a opuesto a su ley como una muralla para separarlos de los profanos gentiles. Ya que, por lo tanto, se hab�an acercado a estos ritos detestables, y eso tambi�n al rechazar completamente la ley de Dios, �no percibimos que eran dignos de un castigo severo? Mientras tanto, observemos, cuando Dios ha llevado con nosotros mucho tiempo, si persistimos en nuestra obstinaci�n, que no queda nada m�s que la extinci�n de la luz de la doctrina, y que Dios deber�a mostrarse de otra manera. Porque el discurso del Profeta es como un vaso, en el que Dios se representa a s� mismo. Pero cuando cerramos los ojos y tiramos el vaso y lo rompemos, entonces Dios se muestra de otra manera; es decir, ya no piensa que es correcto mostrarnos su rostro, sino que nos ense�a con su mano y nos convence de nuestra obstinaci�n imp�a mediante una prueba de su poder, porque no est�bamos dispuestos a someternos a su ense�anza. Sigue -

Versículo 13

De ninguna manera es dudoso que esta Phalatias muriera al mismo tiempo que se ofreci� la visi�n al siervo de Dios. Al final del cap�tulo veremos que el Profeta siempre estuvo en el exilio; pero luego pareci� atrapado en el templo, y tambi�n pareci� contemplar a Phalatias muerto. Y sin embargo, es posible que muriera en su propia casa, y no en la entrada o el umbral del templo. Pero sabemos que la visi�n no se limita a los lugares. Como, por lo tanto, Ezequiel fue solo por visi�n en el templo, tambi�n vio la muerte de Phalatias; y de esta manera Dios comenz� con una especie de preludio para mostrar que la matanza de la ciudad estaba cerca. Para Phalatias fue uno de los principales gobernantes, como se dijo en el primer verso de este cap�tulo, y sin duda fue un hombre de buena reputaci�n: por lo tanto, su muerte era un presagio de una destrucci�n general. Por lo tanto, esta exclamaci�n del Profeta, Ah Se�or Dios, �consumir�s por completo el remanente de Israel? por ahora solo quedaba un peque�o n�mero de una inmensa multitud. Phalatias es capturado, y de esta manera muestra que la destrucci�n se cierne sobre toda la gente. Por lo tanto, sucedi� que el Profeta cay� sobre la tierra asombrado y exclam� que de ninguna manera estaba de acuerdo con las promesas de Dios de destruir el remanente de Israel. Porque alg�n remanente deber�a permanecer, como a menudo vemos en otros lugares: incluso en la matanza general de todo el pueblo, Dios siempre dio alguna esperanza de que no abolir�a su pacto. Por esta raz�n, el Profeta ahora exclama.

Versículo 14

Aqu� Dios parece reprender la desconsideraci�n de su siervo, o m�s bien el error de la gente, porque dijimos que el Profeta no anunci� lo que pensaba en privado, sino lo que com�nmente se recib�a. Sea lo que sea, Dios responde a su queja como vimos, y muestra que incluso si quita de en medio a los eminentes y conspicuos, y a aquellos que parecen ser el soporte de una ciudad y un reino, la Iglesia no perece en eso. cuenta, porque tiene razones ocultas por las que lo conserva, no con una pompa espl�ndida y magn�fica, como lo llaman los hombres, sino que su seguridad puede, por fin, despertar admiraci�n. La suma del asunto es, por lo tanto, aunque no solo Phalatias, sino todos los consejeros del rey, y todos los l�deres del pueblo deben perecer, sin embargo, que Dios puede trabajar en la debilidad, de modo que la Iglesia permanecer� segura: y entonces �l ense�a que el remanente no debe buscarse en ese rango que entonces era visible, sino entre los hombres ordinarios y despreciados. Ahora entendemos la intenci�n de Dios en esta respuesta.

�l dice, por lo tanto, tus hermanos, tus hermanos y los hombres de tu relaci�n. Aqu� recuerda a su sirviente de los exiliados y los cautivos, de los cuales �l mismo era uno, como si dijera que no fueron expulsados ??de la Iglesia, ya que todav�a estaban en alguna estimaci�n. Porque Dios pareci� alejarlos cuando los expuls� de la tierra prometida; pero ahora muestra que fueron contados entre sus hijos aunque desheredados de la tierra de Cana�n. Por lo tanto, repite dos veces el nombre de hermanos, y agrega, hombres de tu relaci�n, que el Profeta podr�a considerar que �l tambi�n est� entre el n�mero. Aquellos que refieren esto a los tres exiliados, debilitan la vehemencia del pasaje, mientras se oponen a un comentario inapropiado y alejan al lector del sentido genuino del Profeta. Pero m�s bien, como insinu� �ltimamente. Dios aqu� castiga al Profeta porque �l perversamente restringe el cuerpo de la Iglesia a los ciudadanos de Jerusal�n; como si dijera, aunque los israelitas son cautivos, �les parecen extranjeros? �Entonces no les dejar�s un lugar en la Iglesia? Son, por lo tanto, sus hermanos, sus hermanos, dice �l, y los hombres de su relaci�n. Por lo tanto, la repetici�n es enf�tica y tiende a este prop�sito, para que el Profeta pueda dejar de medir la gracia de Dios solo por la seguridad de la ciudad, como Lo que �l hab�a hecho. Como un hombre hab�a muerto repentinamente, pens� que todos deb�an perecer. Mientras tanto, no se dio cuenta de c�mo hiri� a los miserables exiliados, a quienes Dios hab�a expulsado tanto de la tierra de Cana�n, que a�n quedaba alguna esperanza de piedad, como muestran todos los Profetas, y como veremos pronto. Este pasaje es digno de observaci�n, para que podamos aprender a no estimar el estado de la Iglesia por la opini�n com�n de la humanidad. Y as� con respecto al esplendor que a menudo ciega los ojos de los simples. Porque suceder� de tal manera que pensamos que hemos encontrado la Iglesia donde no la hay, y nos desesperamos si no se ofrece a nuestros ojos; Como vemos en este d�a, muchos est�n asombrados por esas magn�ficas pompas que son visibles en el Papado. All�, el nombre de "La Iglesia" sigue volando valientemente ante todos: all� tambi�n se presentan sus marcas: los simples se sienten atra�dos por el espect�culo vac�o: as� que bajo el nombre de la Iglesia se sienten atra�dos por la destrucci�n; porque determinan que la Iglesia est� all� donde se ve ese esplendor que los enga�a. Por otro lado, muchos que no pueden discernir la Iglesia con sus ojos y se�alarla con el dedo, acusan a Dios de enga�arlos, como si todos los fieles del mundo estuvieran extintos. Debemos sostener, por lo tanto, que la Iglesia a menudo est� maravillosamente preservada en sus escondites: porque sus miembros no son hombres lujosos, o como los que ganan la veneraci�n de los necios por vana ostentaci�n; sino hombres ordinarios, sin ninguna estimaci�n en el mundo. Tenemos un ejemplo memorable de esto, cuando Dios recuerda a su propio Profeta de los principales l�deres de Jerusal�n, no a otros l�deres, que deber�an atraer a los hombres a preguntarse a s� mismos, sino a miserables exiliados, cuya dispersi�n los hizo despreciables. �l muestra, por lo tanto, que algunos restos quedaron incluso en Caldea.

Ahora se sigue, a quien los habitantes de Jerusal�n dijeron: partid, lejos del santuario de Jehov�, la tierra se nos da Aqu� Dios se burla de la arrogancia de la gente, que permaneci� en casa tranquila y descuidada. Porque �l aqu� relata las palabras de los ciudadanos de Jerusal�n, porque, por supuesto, se prefer�an a los exiliados, no se jactaban de haber sido alienados del pueblo santo porque hab�an sido arrastrados al exilio o hab�an abandonado la ciudad por su propia voluntad. . En cuanto a su dicho, parten lejos, no debe tomarse estrictamente en el estado de �nimo imperativo; pero el discurso debe entenderse de tal manera que, aunque se alejen del santuario, la tierra seguir� siendo una herencia para nosotros. Vemos, por lo tanto, que los ciudadanos de Jerusal�n se complacieron y quedaron satisfechos con su propia comodidad, ya que todav�a disfrutaban de su pa�s, adoraban a Dios en el templo y el nombre de un reino todav�a estaba en pie. Como, por lo tanto, se divirtieron tanto, Dios muestra que, por el contrario, estaban cegados de orgullo, ya que no hab�a desechado por completo a sus cautivos, aunque los afligi� con un castigo temporal. Pero esta jactancia fue muy tonta al felicitarse por escapar del exilio. Mientras tanto, �cu�l era su estado? En verdad, su rey fue tratado con ignominia, y sabemos lo que les sucedi� despu�s; porque fueron reducidos a tal estrecho, que las madres devoraron a sus hijos, y aquellos alimentados con gran lujo consumieron su esti�rcol. Incluso antes de que la ciudad fuera asediada, �qu� raz�n les quedaba para jactarse de s� mismos! pero aqu� percibimos cu�n grande fue su obstinaci�n en que se endurecieron contra el flagelo de Dios. Por lo tanto, supusieron est�pidamente que Dios no pod�a someterlos. �Cu�l es su ferocidad para insultar a los miserables exiliados como si estuvieran lejos de Dios? ya que Ezequiel y Daniel y sus compa�eros estaban entre estos exiliados. Sabemos que la piedad de Daniel fue tan celebrada en Jerusal�n, que todos lo reconocieron como el peculiar regalo y adorno de su �poca. Cuando, por lo tanto, Daniel estaba en tal estimaci�n por una piedad superior, �c�mo pod�an erigir sus escudos contra �l, ya que eran conscientes de muchos cr�menes, profanos, llenos de todas las impurezas, adictos a la crueldad, el fraude y el perjurio? abominaciones e infames en su intemperancia?

Dado que, por lo tanto, vemos que insultaron con tanta audacia a sus hermanos, �podemos preguntarnos que en este d�a los papistas tambi�n son feroces, porque conservan la sucesi�n ordinaria y el t�tulo de la Iglesia, y dicen que somos rechazados y cortados? de la Iglesia, �y entonces no son dignos de disfrutar de un nombre o un lugar entre los cristianos? Por lo tanto, si en este d�a los papistas est�n tan calientes contra nosotros, no hay raz�n para que su altivez nos moleste; pero en este espejo podemos aprender que siempre fue as�. Pero hab�a otra raz�n por la cual los ciudadanos de Jerusal�n dijeron que sus cautivos fueron arrojados lejos. Porque estaba claro que su exilio era la pena justa por sus cr�menes; pero mientras tanto, �c�mo se atrevieron a separarse de los dem�s, cuando su vida era m�s perversa? Por �ltimo, dado que Dios ya les hab�a sentenciado, su condici�n no pod�a ser realmente diferente de la de ellos, respecto a qui�n el juez hab�a pronunciado su opini�n, pero estaban sordos a todas las amenazas de los Profetas, por lo que despreciaban a Dios, y por lo tanto jactancia que trataba a todos como extranjeros que no permanecieron en la tierra de Cana�n. Este pasaje tambi�n nos ense�a que, si Dios en alg�n momento castiga a los que profesan la misma religi�n con nosotros, sin embargo, no hay ninguna raz�n por la que deber�amos condenarlos por completo, como si estuvieran desesperados; porque la oportunidad debe ser dada por la misericordia de Dios. Y debemos marcar diligentemente lo que sigue. Porque despu�s de que el Profeta relat� que los ciudadanos de Jerusal�n se jactaban cuando se consideraban los �nicos sobrevivientes, Dios responde por el contrario, porque fueron arrojados lejos entre las naciones y dispersados ??entre las tierras, o por las tierras, por lo tanto ser para ellos como un peque�o santuario

Vemos que Dios, incluso aqu�, reclama un lugar para los pecadores en la Iglesia, contra quienes hab�a ejercido el rigor de su juicio. �l dice, a modo de concesi�n, que fueron arrojados y dispersados, pero agrega que todav�a estaba con ellos para un santuario; no, porque soportaron su exilio con calma y con ecuanimidad, dicen que es una raz�n por la que deber�a compadecerse de ellos. Porque tampoco es su oraci�n tan general que Dios pas� por alto a sus propios elegidos. Esta promesa no deber�a extenderse a todos los cautivos sin discriminaci�n, porque veremos que Dios incluy� solo a unos pocos. Sin duda, entonces, esta era una promesa peculiar que Dios deseaba ser un consuelo para sus elegidos. �l dice, porque soportaron el exilio y la dispersi�n con calma y compostura, por lo tanto, Dios ser�a un santuario para ellos. Pero esto fue una aprobaci�n amable de su modestia y sujeci�n, porque no solo sufrieron el exilio sino tambi�n la dispersi�n, que fue m�s severa. Porque si hubieran sido arrastrados a una regi�n distante, esto habr�a sido una prueba severa, pero a�n as� podr�an haberse unido m�s f�cilmente, si no se hubieran dispersado. Este segundo castigo fue m�s triste para ellos, porque percibieron en �l el material para la desesperaci�n, como si nunca pudieran reunirse nuevamente en un solo cuerpo.

as�, su lucha con estas tentaciones era un signo de no poca piedad; y como algunos de los fieles no demostraron su obediencia de inmediato, porque Dios conoce a los suyos, ( 2 Timoteo 2:19) y vela por su seguridad, por lo tanto, aqu� se opone a todas sus miserias, esa protecci�n en la cual Su seguridad fue fundada. Porque, por lo tanto, se dispersaron por las tierras, por lo tanto, dice �l, ser� para ellos un peque�o santuario

Aqu� se usa la tercera persona. Los int�rpretes hacen que ???, megnet, signifique el sustantivo toar, y lo entienden como "un peque�o santuario", aunque puede ser tomado por una escasez de hombres, y por lo tanto, podemos traducirlo justamente como "un santuario de seguridad ". Aunque el otro sentido se adapta mejor al pasaje, que Dios ser�a un peque�o santuario para los cautivos, por lo que habr� una ant�tesis entre el esplendor del templo visible y la gracia oculta de Dios, que escap� de la atenci�n de los caldeos. m�s bien lo pisote�, e incluso los jud�os que a�n permanec�an en Jerusal�n lo despreciaron. El santuario, por lo tanto, que Dios hab�a elegido para s� mismo en el Monte Si�n, porque merec�a atraer todas las miradas hacia �l, y los israelitas siempre lo miraban, ya que revelaba la majestad de Dios, podr�a llamarse el magn�fico santuario de Dios: No se vio nada de eso en el exilio de Babilonia: pero Dios dice que estaba con los cautivos como un santuario peque�o o contratado. Este lugar responde al Salmo 90, donde Mois�s dice: T�, oh Dios, siempre has sido un tabern�culo para nosotros, (Salmo 90:1) y, sin embargo, Dios no siempre tuvo un templo o un tabern�culo desde el cual entr� en un pacto con los padres. Pero Mois�s all� ense�a lo que Dios luego represent� con un s�mbolo visible, que los padres realmente pensaban que realmente estaban escondidos bajo la sombra de las alas de Dios, y que no estaban a salvo y protegidos a menos que Dios los protegiera. Mois�s, por lo tanto, en nombre de los padres, celebra la gracia de Dios que era continua incluso antes de que se construyera el santuario. Entonces, tambi�n en este lugar, Dios dice por una figura, que �l era su santuario, no que hab�a erigido un altar all�, sino porque los israelitas estaban desprovistos de cualquier prenda y s�mbolo externo, les recuerda que la cosa en s� no fue tomada por completo. lejos, ya que Dios ten�a sus alas extendidas para apreciarlas y defenderlas. Este pasaje tambi�n es digno de menci�n, no sea que los fieles se desanimen donde Dios no ha erigido ning�n est�ndar: aunque �l no va abiertamente ante ellos con ense�as reales para preservarlos, sin embargo, no necesitan concluir completamente abandonados; pero deben recordar para recordar lo que se dice aqu� de un peque�o santuario. Dios, por lo tanto, aunque no exhibe abiertamente su influencia, no deja de preservarlos por un poder secreto, del cual en esta �poca tenemos una prueba muy notable. De hecho, el mundo cree que nos perdemos con tanta frecuencia como la Iglesia sufre da�os materiales, y la mayor parte se vuelve muy ansiosa, como si Dios los hubiera abandonado. Entonces, que esta promesa sea recordada como un remedio, Dios es para los dispersos y desecha un peque�o santuario; de modo que, aunque su mano est� oculta, nuestra seguridad demuestra que ha trabajado poderosamente en nuestra debilidad. Vemos entonces que este sentido es el m�s adecuado y contiene una doctrina muy �til. Sin embargo, el otro sentido se adaptar�, que Dios es "el santuario de unos pocos", porque en esa gran multitud, pero quedan pocos que realmente sean el pueblo de Dios, en su mayor parte lo ignoraron; desde entonces Dios no considera esa multitud de imp�os que ya estaban dentro de la Iglesia, pero solo aqu� dirige su discurso hacia sus propios elegidos, no es sorprendente que los afirme que son pocos. Ahora sigue

Versículo 17

Ahora Dios expresa el efecto de su gracia. En el �ltimo verso hab�a dicho que ser�a un santuario. Les he recordado que estas palabras no deben entenderse de un lugar visible en el que se adoraba a Dios, sino de esa influencia oculta por la cual �l aprecia a su pueblo. Pero si el exilio hubiera sido perpetuo, esa promesa podr�a parecer vana. �Por qu� entonces Dios protegi� a su pueblo en el exilio, si deseaba que fueran consumidos all�? porque de lo contrario su pacto habr�a sido en vano. Por lo tanto, para que nadie se oponga a que Dios enga�e a sus fieles, cuando declara que �l ser�a su santuario, ahora se�ala su resultado, es decir, que los restaurar�a a su pa�s. Por lo tanto, dice �l, los recoger� de la gente y los reunir� de las naciones a las que han sido conducidos, y les dar� la tierra de Israel. Por lo tanto, el regreso a su pa�s fue una cierta promesa del amor de Dios. , por lo tanto, anuncia que deber�an regresar por fin. En general, se promete la restituci�n de la Iglesia, lo que deber�a confirmar el pacto de Dios. Como se le hab�a dicho a Abraham, te dar� esta tierra a ti y a tu descendencia para siempre. ( G�nesis 13:15; y G�nesis 17:8.) Dios, por lo tanto, para mostrar que su pacto a�n permanece completo y seguro, que hab�a interrumpido por un corto tiempo, aqu� habla sobre esta restauraci�n. Y en cuanto al Profeta que a menudo inculca el nombre de Dios y relata sus �rdenes en nombre de Dios y dirige su discurso a los cautivos, esto tiende a confirmar su mensaje, porque en un estado de cosas tan desesperado era dif�cil esperar pacientemente por lo que el Profeta ense��, a saber, que llegar�a un momento en que Dios los recoger�a nuevamente y los recordar�a a casa. Por lo tanto, se advirti� a los fieles que deben considerar el poder de Dios y confiar en esta profec�a. Sigue -

Versículo 18

Aqu� agrega algo m�s importante: que cuando los israelitas regresen a su pa�s, ser�n adoradores sinceros de Dios, y no solo ofrecer�n sacrificios en el templo, sino que purgar�n la tierra de todas sus contaminaciones. Aqu� tambi�n el Profeta les advierte cu�n grande y detestable era la impiedad de las diez tribus, porque hab�an contaminado la tierra con �dolos. Aqu� no alude a los �dolos de los gentiles, sino que reprocha a los israelitas porque hab�an contaminado con sus impurezas la tierra que se hab�a dedicado a Dios. Por lo tanto, el Profeta exhort� a sus compatriotas al arrepentimiento, cuando muestra que no fueron expulsados ??de la tierra antes de que fuera contaminada; y, por lo tanto, que fueron justamente castigados por su sacrilegio. Este es un punto. Despu�s debemos comentar que disfrutamos verdadera y puramente de las bendiciones de Dios, cuando dirigimos su uso a ese fin que se nos presenta aqu�, a saber, la adoraci�n pura y adecuada. Nada se nos encuentra con m�s frecuencia que esta ense�anza: que Dios nos ha redimido para celebrar su gloria; que la Iglesia fue plantada para que en ella pueda ser glorificado, y podamos dar a conocer sus atributos. Por lo tanto, aprendamos que los beneficios de Dios se emiten en nuestra seguridad y son testimonios de su favor paterno cuando nos entusiasman a adorarlo. En tercer lugar, debemos se�alar que no cumplimos correctamente nuestro deber con Dios, a menos que purguemos su adoraci�n de toda mancha y contaminaci�n. Muchos adoran tanto a Dios, que corrompen con mezclas viciosas cualquier obediencia que parezcan rendir. Y hasta el d�a de hoy, incluso aquellos que parecen ser muy sabios, est�n vergonzosamente divididos entre Dios y el diablo, como si pudieran satisfacer a Dios con la mitad de su lealtad. Por lo tanto, aprendamos de este pasaje, que Dios aborrece a tales enga�adores; porque cuando dice que los israelitas despu�s de su regreso deber�an dedicarse a la piedad, lo indica con esta marca: que quitar�n todas sus abominaciones y todos sus �dolos de la tierra.

Versículo 19

Como Dios ya hab�a hablado sobre la piedad de los israelitas, muestra que no pod�an abandonar sus pecados hasta que fueran renovados, y as� nacieran de nuevo por su Esp�ritu. Por lo tanto, en el �ltimo verso parec�a alabar a los israelitas; pero debido a que los hombres tambi�n reclaman ansiosamente como propios lo que se les ha dado desde arriba, ahora Dios se reclama a s� mismo el resplandor de sus virtudes, de las cuales hab�a hablado anteriormente. Su celo por purgar la tierra de todas las abominaciones fue digno de alabanza; de ah� que los sobrevivientes del pueblo de Israel sean merecidamente celebrados, porque fueron impulsados ??por el fervor del celo para liberar la adoraci�n de Dios de toda corrupci�n; pero para que no se jactaran de haberlo hecho con sus propias fuerzas, y desde el impulso de sus propios corazones, Dios ahora modifica sus afirmaciones anteriores, y muestra que tal b�squeda de piedad existir�a entre los israelitas, despu�s de haberlos regenerado. por su Esp�ritu Y esta s�plica por s� sola puede ser suficiente para refutar a los papistas, tan a menudo como se apoderan de tales pasajes de las Escrituras, donde Dios exige algo de su pueblo o proclama sus virtudes. David hace esto; por eso lo hace por su propia voluntad: Dios lo requiere; por lo tanto, es en la voluntad de los hombres que son iguales al desempe�o de todas las cosas. As� se juegan un poco. Pero vemos que el Profeta une dos cosas juntas, a saber, los fieles elegidos de Dios atentamente a su deber, y la intenci�n de promover su gloria, incluso con ardor en la b�squeda de su culto; y, sin embargo, no eran nada por s� mismos. Por lo tanto, se agrega inmediatamente despu�s: les dar� un coraz�n y pondr� un nuevo esp�ritu en sus senos. Pero debemos aplazar el resto a la pr�xima conferencia.

Versículo 20

Luego agrega, para que puedan caminar en mis estatutos, y guardar mis juicios y hacerlos, y ser�n mi pueblo, y yo ser� su Dios. Ahora el Profeta expresa m�s claramente c�mo Dios dar�a a sus elegidos corazones de carne. de los de piedra, cuando los regenera por su Esp�ritu, y cuando los forma para obedecer su ley, para que puedan observar voluntariamente sus mandamientos, y cumplir eficientemente lo que �l hace que quieran. Ahora consideremos con m�s atenci�n todo el asunto que trata el Profeta. Cuando Dios habla de un coraz�n de piedra, sin duda condena a todos los mortales de obstinaci�n. Porque el Profeta no est� tratando a unos pocos cuya naturaleza difiere de los dem�s, sino que, como en un vaso, pone a los israelitas ante nosotros, para que sepamos cu�l es nuestra condici�n, cuando Dios nos abandona, seguimos nuestras inclinaciones naturales. Recogemos, por lo tanto, de este lugar, que todos tienen un coraz�n de piedra, es decir, que todos son tan corruptos que no pueden soportar obedecer a Dios, ya que se dejan llevar por completo a la obstinaci�n. Mientras tanto, es cierto que esta falla es adventicia: porque cuando Dios cre� al hombre, no le otorg� un coraz�n de piedra, y mientras Ad�n permaneci� sin pecado, sin duda su voluntad fue recta y bien dispuesta, y tambi�n se inclin� a la obediencia a Dios. Por lo tanto, cuando decimos que nuestro coraz�n es de piedra, esto tiene su origen en la ca�da de Ad�n y en la corrupci�n de nuestra naturaleza; porque si Ad�n hubiera sido creado con un coraz�n duro y obstinado, eso habr�a sido un reproche a Dios. Pero como hemos dicho, la voluntad de Ad�n fue recta desde el principio, y flexible para seguir la justicia de Dios; pero cuando Ad�n se corrompi�, perecimos con �l. De ah�, por lo tanto, el coraz�n de piedra, porque hemos pospuesto esa integridad de la naturaleza que Dios nos hab�a conferido al principio. Por lo que Ad�n perdi�, nosotros tambi�n perdimos por la ca�da: porque no fue creado solo para s� mismo, sino que en su persona Dios mostr� cu�l ser�a la condici�n de la raza humana. Por lo tanto, despu�s de haber sido mimado por los excelentes regalos con los que estaba adornado, toda su posteridad se redujo a la misma miseria y miseria. Por eso nuestro coraz�n es pedregoso; pero a trav�s de la depravaci�n original, porque debemos atribuir esto a nuestro padre Ad�n, y no echarle la culpa de nuestro pecado y corrupci�n a Dios. Finalmente, vemos cu�l es el comienzo de la regeneraci�n, es decir, cuando Dios quita esa depravaci�n por la cual estamos atados. Pero deben marcarse dos partes de la regeneraci�n, de las cuales tambi�n trata el Profeta.

Dios declara que le da a sus elegidos un coraz�n y un esp�ritu nuevo. Por lo tanto, se deduce que toda el alma est� viciada, desde la raz�n hasta los afectos. Los sofistas del papado confiesan que el alma del hombre est� viciada, pero solo en parte. Tambi�n se ven obligados a suscribirse a los antiguos, que Ad�n perdi� dones sobrenaturales y que los naturales se corrompieron, pero luego involucran la luz en la oscuridad y fingen que una parte de la raz�n sigue siendo s�lida y completa, entonces que la voluntad es viciado solo en parte: por lo tanto, es un dicho com�n de ellos, que el libre albedr�o del hombre fue herido y herido, pero que no pereci�. Ahora definen el libre albedr�o, la facultad libre de elecci�n, que se une con la raz�n y tambi�n depende de ella. Porque la voluntad en s� misma, sin el juicio, no contiene libertad plena y s�lida, pero cuando la raz�n gobierna y posee el poder principal en el alma del hombre, entonces la voluntad obedece y se forma seg�n la regla prescrita: eso es libre albedr�o. Los papistas no niegan que el libre albedr�o est� lesionado y herido, pero como ya he dicho, retienen algo, como si los hombres estuvieran en parte correctos por su propio movimiento adecuado, y algo de inclinaci�n o movimiento flexible de la voluntad se mantuvo tambi�n hacia bueno como el mal As�, de hecho, hablan en las escuelas: pero vemos lo que pronuncia el Esp�ritu Santo. Porque si se necesita un nuevo esp�ritu y un nuevo coraz�n, se deduce que el alma del hombre no solo est� herida en cada parte, sino que es tan corrupta que su depravaci�n puede llamarse muerte y destrucci�n, en lo que respecta a la rectitud. Pero aqu� se objeta una pregunta, �si los hombres difieren en algo de las bestias brutas? Pero la experiencia demuestra que los hombres est�n dotados de alguna raz�n. Respondo, como se dice en el primer cap�tulo de Juan, ( Juan 1:5) que la luz brilla en la oscuridad; es decir, que permanecen algunas chispas de inteligencia, pero que lejos de llevar a ning�n hombre al camino, no le permiten verlo. Por lo tanto, sea cual sea la raz�n y la inteligencia que hay en nosotros, no nos lleva al camino de la obediencia a Dios, y mucho menos nos conduce por la perseverancia continua hacia la meta.

�Entonces que? Estas mismas chispas brillan en la oscuridad para dejar a los hombres sin excusa. Observe, por lo tanto, hasta qu� punto prevalece la raz�n del hombre, para que pueda sentirse convencido de que no le quedan pretextos de ignorancia o error. Por lo tanto, la inteligencia del hombre es completamente in�til para guiar su vida correctamente. La perversidad aparece m�s claramente en su coraz�n. Porque la voluntad del hombre se convierte en obstinaci�n, y cuando algo correcto y lo que Dios aprueba se presenta ante nosotros, nuestros afectos se vuelven inquietos y feroces de inmediato; como un caballo refractario cuando siente que el espol�n salta y golpea a su jinete, por lo que nuestra voluntad traiciona su obstinaci�n cuando no admite nada m�s que qu� raz�n y una inteligencia s�lida dicta. Ya he ense�ado que la raz�n del hombre es ciega, pero que la ceguera no es tan evidente en nosotros, porque, como he dicho, Dios nos ha dejado algo de luz, para que no quede ninguna excusa para el error. No es sorprendente, entonces, si Dios aqu� promete que dar�a un nuevo coraz�n, porque si examinamos todos los afectos de los hombres, los encontraremos hostiles a Dios. Para ese pasaje de San Pablo ( Romanos 8:9) es cierto, que todos los pensamientos de la carne son hostiles a Dios. Sin duda �l], antes de tomar la carne a su manera, es decir, como significando "el hombre completo como es por naturaleza y ha nacido en el mundo". Dado que, por lo tanto, todos nuestros afectos son hostiles y repugnantes para con Dios, vemos cu�n tontamente juegan los escolares, que fingen que la voluntad est� herida, por lo que esta debilidad es para ellos en el lugar de la muerte. Pablo dice que fue vendido bajo pecado, es decir, hasta donde fue uno de los hijos de Ad�n: La ley, dice, obra en nosotros el pecado, ( Romanos 7:14,) Estoy vendido y esclavizado al pecado. �Pero qu� dicen ellos? Ese pecado de hecho reina en nosotros, pero solo en parte, porque hay cierta integridad que lo resiste. �Cu�n lejos se diferencian de San Pablo! Pero este pasaje tambi�n con suficiente claridad refuta los comentarios de este tipo, donde Dios pronuncia que la novedad de coraz�n y esp�ritu es su propio don gratuito. Por lo tanto, las Escrituras usan el nombre de la creaci�n en otro lugar, que es digno de menci�n. Tan a menudo como los papistas se jactan de tener incluso la menor part�cula de rectitud, se consideran creadores: dado que cuando Pablo dice que nacemos de nuevo por el Esp�ritu de Dios, nos llama ?? ??????, su forma o mano de obra, y explica que somos creados para buenas obras. ( Efesios 2:10.) Con el mismo prop�sito es el lenguaje del Salmo, (Salmo 100:3) nos hizo, no a nosotros mismos. Porque �l no est� tratando aqu� de esa primera creaci�n por la cual nos convertimos en hombres, sino de esa gracia especial por la cual nacemos de nuevo por el Esp�ritu de Dios. Si, por lo tanto, la regeneraci�n es una creaci�n del hombre, cualquiera que se arrogue a s� mismo, aunque sea el que menos participe del asunto, se apodera tanto de Dios, como si fuera su propio creador, lo cual es detestable. Y sin embargo, esto se obtiene f�cilmente de la ense�anza com�n de las Escrituras.

Ahora se sigue, que caminar�n en mis estatutos, y guardar�n mis preceptos y los har�n. Aqu� el Profeta elimina otras dudas, por las cuales Satan�s se ha esforzado por oscurecer la gracia de Dios, porque no pudo destruirla por completo. Ya hemos visto que los papistas no quitan por completo la gracia de Dios; porque se ven obligados a confesar que el hombre no puede hacer nada excepto que es asistido por la gracia de Dios: que el libre albedr�o yace sin vigor y eficacia hasta que revive con la ayuda de la gracia. Por lo tanto, tienen eso en com�n con nosotros, que el hombre, como es corrupto, ni siquiera puede mover un dedo para cumplir con cualquier deber hacia Dios. Pero aqu� se equivocan de dos maneras, porque, como ya he dicho, fingen que el movimiento correcto permanece en la voluntad del hombre, adem�s de que hay una raz�n s�lida en la mente; y luego agregan que la gracia del Esp�ritu Santo no es eficaz sin la concurrencia o cooperaci�n de nuestro libre albedr�o. Y aqu� se detecta su gran impiedad. Por lo tanto, confiesan que somos regenerados por el Esp�ritu de Dios, porque de lo contrario ser�a in�til pensar algo correctamente, es decir, porque la debilidad nos impide querer con eficacia. Pero, por el contrario, imaginan que la gracia de Dios sea mutilada, pero �c�mo? porque la gracia de Dios nos agita hacia nosotros mismos, para que podamos desear bien, y tambi�n para seguir y perfeccionar lo que hemos querido.

Vemos, por lo tanto, que cuando tratan de la gracia del Esp�ritu Santo, dejan al hombre suspendido en medio. �Hasta qu� punto trabaja el Esp�ritu de Dios dentro de nosotros? Dicen que podemos ser capaces de actuar correctamente y actuar correctamente. Por lo tanto, el Esp�ritu Santo no nos da nada m�s que la habilidad: pero es nuestra la cooperaci�n, el fortalecimiento y el establecimiento de lo que de otra manera ser�a in�til. �Para qu� ventaja hay en la habilidad sin la adici�n de la voluntad vertical? Nuestra condena solo aumentar�a. Pero aqu� est� su ignorancia rid�cula, porque �c�mo podr�a alguien resistir ni siquiera por un solo momento, si Dios nos confiri� solo la habilidad? Adam tuvo esa habilidad en su primera creaci�n, y. entonces todav�a era perfecto, pero somos depravados; de modo que, en lo que respecta a los restos de la carne en nosotros que llevamos en esta vida, debemos luchar con grandes dificultades. Si, por lo tanto, Ad�n cay� poco a poco, aunque con la rectitud de la naturaleza y la facultad de querer y actuar con rectitud, �qu� ser� de nosotros? porque no solo necesitamos la rectitud de Ad�n y su facultad de querer y actuar con rectitud, sino que necesitamos una fortaleza invencible, para que no cedamos a las tentaciones, sino que seamos superiores al diablo y sometamos a todos los depravados y viciosos afectos de la carne, y perseverar hasta el final en esta lucha o guerra. Vemos, por lo tanto, cu�n infantilmente enga�an a quienes no atribuyen nada m�s a la gracia del Esp�ritu Santo a menos que sea un don de habilidad. Y Agust�n lo expone sabiamente, y lo trata con suficiente extensi�n en su libro "Sobre el don de la perseverancia y la predestinaci�n de los santos"; porque �l nos compara con el primer Ad�n, y muestra que la gracia de Dios no ser�a eficaz, excepto en el caso de un solo individuo, a menos que nos otorgue m�s que la capacidad. Pero, �qu� necesidad tenemos de testimonios humanos, cuando el Esp�ritu Santo claramente pronuncia por boca de su Profeta lo que leemos aqu�? Ezequiel no dice: les dar� a. nuevo esp�ritu o un nuevo coraz�n, para que puedan caminar y ser dotados con esa facultad moderada: �entonces qu�? para que caminen en mis preceptos, para que guarden mis estatutos y cumplan mis mandamientos. Por lo tanto, vemos que la regeneraci�n se extiende tanto que el efecto sigue, como tambi�n ense�a Pablo: Completa, dice �l, tu salvaci�n con temor y temblor, ( Filipenses 2:12 ;) aqu� exhorta a los fieles al intento. Y verdaderamente Dios no desea que seamos como piedras. Esforc�monos por lo tanto, estiremos todos nuestros nervios y hagamos todo lo posible para actuar con rectitud: pero Pablo aconseja que se haga con miedo y temblor; es decir, desechando toda confianza en la propia fuerza, porque si estamos intoxicados con esa pretensi�n diab�lica de que somos compa�eros de trabajo con Dios, y que su gracia es asistida por el movimiento de nuestro libre albedr�o, nos derrumbaremos, y finalmente Dios mostrar� cu�n grande fue nuestra ceguera. Pablo da la raz�n, porque, dice �l, es Dios quien trabaja tanto para querer como para cumplir. ( Filipenses 2:13 .) �l no dice que es Dios quien trabaja la habilidad, y quien se entusiasma nosotros el poder de la voluntad, pero �l dice que Dios es el autor de esa voluntad recta, y luego agrega tambi�n el efecto; porque no es suficiente querer a menos que podamos ejecutarlo. En cuanto a la palabra "poder", Pablo no la usa, porque ocasionar�a disputas, pero dice que Dios trabaja en todos nosotros para lograrlo.

Si alguien objeta, que los hombres naturalmente actuar�n y actuar�n naturalmente por su propio juicio y movimiento, respondo que la voluntad se implanta naturalmente en el hombre, de donde esta facultad pertenece igualmente a los elegidos y a los reprobados. Por lo tanto, todos lo har�n, pero a trav�s de la ca�da de Ad�n sucede que nuestra voluntad es depravada y rebelde contra Dios: la voluntad, digo, permanece en nosotros, pero est� esclavizada y atada por el pecado. �De d�nde viene entonces una voluntad recta? Incluso de la regeneraci�n por el Esp�ritu. Por lo tanto, el Esp�ritu no nos confiere la facultad de querer: porque es inherente a nosotros desde nuestro nacimiento, es decir, es hereditario y una parte de la creaci�n que no pudo ser borrada por la ca�da de Ad�n; pero cuando la voluntad est� en nosotros, Dios nos da la voluntad correctamente, y esta es su obra. Adem�s, cuando se dice que nos da el poder de la voluntad, esto no se entiende en general, porque no debe extenderse tanto a lo malo como a lo bueno; pero cuando Pablo trata de la salvaci�n de los hombres, le asigna a Dios nuestra voluntad de manera justa. Ahora entendemos lo que significan las palabras del Profeta, y parece que denota perseverancia cuando dice, que pueden caminar en mis preceptos, y guardar mis juicios y hacerlos. todo el asunto hab�a sido explicado en una palabra, para que puedan caminar en mis estatutos: pero porque los hombres siempre consideran pecaminosamente c�mo pueden disminuir la gracia de Dios, y con audacia sacr�lega se esfuerzan por atraer a s� mismos lo que le pertenece; por eso eso. el Profeta puede excluir mejor todo orgullo, dice que debemos atribuirle a Dios el caminar en sus preceptos, preservar sus estatutos y obedecer toda su ley. Por lo tanto, dejemos completamente su propia alabanza a Dios, y as� reconozcamos que en nuestras buenas obras nada es nuestro; y especialmente en la perseverancia, consideremos el don singular de Dios: y esto seguramente es necesario, si consideramos cu�n d�biles somos y con cu�ntos y qu� ataques violentos Satan�s nos urge continuamente. En primer lugar, podemos caer f�cilmente en cualquier momento, a menos que Dios nos sostenga: y luego los empujes de Satan�s superan con creces nuestra fuerza. Por lo tanto, si consideramos nuestra condici�n sin la gracia de Dios, confesaremos que en nuestras buenas obras la �nica parte que es nuestra es la culpa, como tambi�n Agust�n hace sabiamente esta excepci�n: porque se sabe suficientemente que ninguna obra es tan loable como no ser rociado con alguna falla. Tampoco los deberes que cumplimos proceden de un amor perfecto de Dios, pero siempre tenemos que luchar para poder obedecerle. Parece que contaminamos nuestros actos por este defecto. Hay entonces en nuestras buenas obras esa misma cosa que las vicia, para que sean merecidamente rechazadas ante Dios. Pero cuando tratamos con rectitud y alabanza, debemos aprender a dejar a Dios lo que es suyo, para que no seamos part�cipes del sacrilegio.

Ahora sigue, y ellos ser�n mi pueblo, y yo ser� su Dios. Bajo estas palabras, el Profeta sin duda incluye ese perd�n gratuito por el cual Dios reconcilia a los pecadores consigo mismo. Y verdaderamente, no ser�a suficiente para nosotros renovarnos en obediencia a la justicia de Dios a menos que se agregue su indulgencia paterna, por la cual �l perdona nuestras enfermedades. Jerem�as lo expresa m�s claramente (Jeremias 31:33) y nuestro Profeta (Jeremias 36:25), pero es la marca de una frase b�blica. Porque tan a menudo como Dios promete a los hijos de Abraham que deber�an ser su pueblo, esa promesa no tiene otro fundamento que su pacto gratuito que contiene el perd�n de los pecados. Por lo tanto, es como si el Profeta hubiera agregado que Dios expiar�a todas las faltas de su pueblo. Porque nuestra seguridad est� contenida en estos dos miembros, que Dios nos sigue con su favor paterno, mientras �l nos apoya, y no nos llama a juicio, sino que entierra nuestros pecados, como se dice en Salmo 32:1, Bienaventurado el hombre a quien Dios no imputa sus iniquidades.

Se deduce, por otro lado, que todos son miserables y malditos a quienes los imputa. Si alguno objeta, que no tenemos necesidad de perd�n cuando no pecamos, la respuesta es f�cil, que los fieles nunca son tan regenerados como para cumplir la ley de Dios. Aspiran a cumplir sus �rdenes, y eso tambi�n con un afecto serio y sincero; pero debido a que siempre quedan algunos defectos, por lo tanto son culpables, y su culpa no puede ser borrada sino por expiaci�n cuando Dios los perdona. Pero sabemos que hab�a bajo la ley ritos prescritos para expiar sus pecados: este era el significado de rociar con agua y derramar sangre; pero sabemos que estas ceremonias no ten�an valor en s� mismas, excepto en la medida en que dirig�an la fe de la gente a Cristo. Por lo tanto, cada vez que nuestra salvaci�n es; si se trata, recuerde estas dos cosas, que no podemos ser considerados hijos de Dios a menos que �l expire libremente nuestros pecados, y as� se reconcilie con nosotros: y no a menos que �l tambi�n nos gobierne por su Esp�ritu. Ahora debemos sostener que lo que Dios ha unido al hombre no debe separar. Aquellos, por lo tanto, que al confiar en la indulgencia de Dios se permiten dar paso al pecado, rompen su pacto y lo cortan imp�amente. �Porque? porque Dios ha unido estas dos cosas juntas, a saber, que ser� propicio para sus hijos, y tambi�n renovar� sus corazones, de ah� que aquellos que se apoderan de un solo miembro de la oraci�n, a saber, el perd�n, porque Dios lleva con ellos, y omiten al otro, son tan falsos y sacr�legos como si abolieran la mitad del pacto de Dios. Por lo tanto, debemos sostener lo que he dicho, a saber, que bajo estas palabras se se�ala la reconciliaci�n, por lo que sucede que Dios no atribuye sus pecados a los suyos. Finalmente, observemos que toda la perfecci�n de nuestra salvaci�n se ha puesto en esto, si Dios nos reconoce entre su pueblo. Como se dice en Salmo 33:12,

"Feliz es el pueblo para quien Jehov� es su Dios".

All� se describe una felicidad s�lida, es decir, cuando Dios considera a cualquier persona digna de este honor de pertenecer peculiarmente a s� mismo. Solo que sea propicio para nosotros, y entonces no estaremos ansiosos, porque nuestra salvaci�n es segura. Sigue -

Versículo 21

La frase que usa el Profeta es realmente dura: dice que su coraz�n va tras otro, por lo que algunos interpretan esto de imitaci�n: a saber, ya que Dios promete que ser� un vengador si alguna de las personas se comportan despu�s de malos ejemplos y se unen en alianza con los malvados, como si unieran sus corazones y afectos, pero eso es duro. Por lo tanto, la repetici�n es superflua, y el Profeta no quiere decir nada m�s que que Dios ser� vengado si los israelitas siguen su propio coraz�n, para caminar en su propia inmundicia y abominaciones. Antes que nada debemos entender la raz�n por la cual el Profeta usa este sentimiento. Dios hab�a derramado generosamente los tesoros de su misericordia, pero desde entonces, los hip�critas siempre se han mezclado con los buenos, al mismo tiempo que se jactan con confianza de ser miembros de la Iglesia, y usan el nombre de Dios con gran audacia; de modo que el Profeta usa esta amenaza para que no piensen que todas las promesas de las que escuchamos pertenecen a s� mismas de manera promiscua. Porque siempre hubo muchos reprobados entre los elegidos, porque no todos los que surgieron del padre Abraham eran verdaderos israelitas. ( Romanos 9:6.)

Como, por lo tanto, fue as�, el Profeta muestra correctamente que lo que hab�a prometido anteriormente era peculiar de los elegidos de Dios, y de los miembros verdaderos y legales de la Iglesia, pero no de los espurios, ni de los degenerados, ni de aquellos que son no regenerado por la semilla verdadera e incorruptible. Esta es la intenci�n del Profeta. Pero para que no parezca haber demasiado rigor cuando Dios, por as� decirlo, armado desciende en medio para destruir a todos los que no se arrepienten, el Profeta aqu� declara su crimen, es decir, porque su coraz�n camina detr�s de su coraz�n, eso es , tu coraz�n se dibuja, y entonces la palabra coraz�n se repite dos veces. De hecho, es una repetici�n superflua pero enf�tica, cuando dice, que el coraz�n de aquellos que se adhieren tan pertinazmente a sus propias supersticiones es impulsado por s� mismo a nuevos movimientos, de modo que por su continuo tenor siempre se dirige hacia las supersticiones. Por eso ser� vengador, dice Dios. Por eso, con la frecuencia que Dios nos propone testimonios de su favor, que cada uno descienda a s� mismo y examine todos sus afectos. Pero cuando alguien se apodera de sus propios vicios, no permita que se complazca en ellos, sino que se queje de ellos y se esfuerce por renunciar a sus propios afectos para que pueda seguir a Dios: ni que se endurezca en la obstinaci�n, para que su coraz�n pueda no proceda y corra continuamente hacia el mal, como se dice aqu�.

Versículo 22

Aqu� Ezequiel repite lo que vimos antes, a saber, que Dios, como hab�a elegido el Monte Si�n, finalmente lo hab�a rechazado, porque ese lugar hab�a sido contaminado por las muchas perversidades de la gente. Los jud�os cre�an que Dios estaba, por as� decirlo, cautivo entre ellos, y en esta confianza se entregaron al libertinaje. Por lo tanto, el Profeta les muestra que Dios no estaba tan atado a ellos como para no ir a donde quisiera, y lo que es m�s, anuncia que ha emigrado y que el templo est� privado de su gloria. Esto de hecho fue casi incre�ble. Ya que Dios se hab�a levantado pro para morar all� perpetuamente (Salmo 132:14), sus fieles apenas pod�an suponer que descuidar�a su promesa y abandonar�a el templo que hab�a elegido. Pero esta interrupci�n no interfiere con su promesa, que siempre fue cierta y firme. Dios, por lo tanto, no abandon� por completo el Monte Si�n, porque se debe cumplir la promesa opuesta con respecto a su regreso. Desde entonces, el exilio fue temporal, y el templo deb�a ser restaurado despu�s de setenta a�os, estos puntos pueden reconciliarse: a saber, que Dios se apart� de �l y, sin embargo, el lugar permaneci� sagrado, de modo que despu�s del lapso de ese tiempo que Dios hab�a previamente determinado, su adoraci�n deber�a ser restaurada nuevamente en el templo y en el Monte Si�n. Pero �l dice que Dios hab�a salido visiblemente de la ciudad y de los querubines tambi�n: es decir, que Dios fue llevado por encima de las alas de los querubines, como tambi�n dice la escritura en otra parte: y lo hace, porque los jud�os estaban gobernados por s�mbolos externos, y cuando el arca del pacto se encerr� en el santuario, nadie pudo ser persuadido de que Dios podr�a ser arrancado de �l. Con este punto de vista, el Profeta dice: Los querubines hab�an volado a otra parte, y que al mismo tiempo Dios fue llevado sobre sus alas. Ahora agrega:

Versículo 24

El Profeta aqu� confirma lo que hab�a dicho al principio, a saber, que esta visi�n fue presentada divinamente y no era un espectro vac�o y enga�oso. Esta profec�a era dif�cil de creer, por lo que toda duda debe ser eliminada, para que nadie pueda objetar que Dios no fue el autor de la visi�n. �l dice, por lo tanto, que fue levantado por el Esp�ritu de Dios y tra�do a Caldea. Ya hemos afirmado que el Profeta no cambi� su lugar, aunque no estoy dispuesto a luchar por esto, si alguien piensa lo contrario. Pero a�n me parece que cuando el Profeta permaneci� en el exilio vio a Jerusal�n y los otros lugares sobre los que discute, no humanamente sino por un esp�ritu prof�tico. Como entonces hab�a sido llevado a Jerusal�n por el Esp�ritu, as� fue llevado de regreso al exilio. Pero el Esp�ritu se opone aqu� a la naturaleza, ya que sabemos que nuestra perspectiva es limitada dentro de un espacio definido. Ahora, si ocurre el menor obst�culo, nuestra vista no pasar� m�s de cinco o seis pasos. Pero cuando el Esp�ritu de Dios nos ilumina, una nueva facultad comienza a florecer en nosotros, lo que de ninguna manera debe estimarse de forma natural. Ahora vemos en qu� sentido dice Ezequiel que el Esp�ritu de Dios lo trajo de regreso a Caldea, porque en verdad era como un hombre en �xtasis. Porque hab�a sido llevado a cabo por s� mismo, pero ahora lo dejan en su estado ordinario. Y este es el significado de estas palabras, en una visi�n en el Esp�ritu de Dios, porque una visi�n se opone a una realidad. Porque si el Profeta hab�a sido tra�do de vuelta por una visi�n, se deduce que en realidad no hab�a estado en Jerusal�n para regresar a Caldea. Ahora se encuentra con la pregunta que puede ser movida, a saber: "�Cu�l fue la eficacia de la visi�n?" Porque el Profeta nos recuerda el poder del Esp�ritu que no debemos medir por nuestra regla. Como, por lo tanto, la operaci�n del Esp�ritu es incomprensible, no debemos sorprendernos de que el Profeta fue llevado a Jerusal�n en una visi�n, y luego llevado de regreso al cautiverio. Agrega que la visi�n se apart� de �l, con lo cual elogia su propia doctrina, y la exalta m�s all� de todos los discursos mortales, porque separa lo que era humano en s� mismo y lo que era divino cuando dice que la visi�n se apart� de m�. Por lo tanto, el Profeta desea que lo consideren doble: es decir, como un hombre privado y uno de muchos, ya que en esta capacidad no ten�a autoridad como para ser escuchado en lugar de Dios. Pero cuando el Esp�ritu actu� sobre �l, quiso retirarse del n�mero de hombres, porque no habl� de s� mismo, ni trat� de nada humano, ni de una manera humana, sino que el Esp�ritu de Dios floreci� tanto en �l que �l No pronunci� nada m�s que lo celestial y lo divino.

Versículo 25

Luego dice que dijo todas esas palabras a los cautivos o exiliados. Este pasaje parece superfluo. �Con qu� prop�sito se le hab�a ense�ado al Profeta sobre la destrucci�n de la ciudad, el derrocamiento del reino y la ruina del templo, a menos que indujera a los jud�os que a�n permanec�an en el pa�s a desistir de su superstici�n? Pero debemos recordar que el Profeta tuvo una dura competencia con aquellos exiliados entre los que habit�, como se ver� m�s claramente en el pr�ximo cap�tulo. Como los jud�os se jactaban de estar a salvo y se re�an de los cautivos que hab�an sufrido ser arrastrados a una tierra lejana, los exiliados estaban cansados ??de sus miserias. Porque su condici�n era muy triste cuando se vieron expuestos a todos los reproches y tratados por los caldeos servil e insultantemente. Como, entonces, esta era su condici�n, rugieron entre ellos y se indignaron, ya que ten�an que soportar los modales de los Profetas, y especialmente Jerem�as. Como, por lo tanto, los cautivos se arrepintieron de su suerte, era necesario que el Profeta restringiera su contumencia. Y este es el significado de las palabras que relat� las palabras de Jehov� a los cautivos. Esta advertencia tampoco era menos necesaria para los exiliados que para los jud�os que a�n se manten�an a salvo en la ciudad. �l dice, las palabras que Dios le hizo ver, de manera inapropiada, pero muy apropiada para el sentido; porque no solo Dios hab�a hablado, sino que hab�a puesto la cosa misma ante los ojos del Profeta. Por lo tanto, vemos por qu� dice, que se le hab�an mostrado palabras para que las viera. Ya he dicho que este lenguaje es inadecuado para las palabras, porque se aplica a la vista, porque los ojos no reciben palabras, sino autom�viles. Pero aqu� el Profeta significa que no era la simple y desnuda palabra de Dios, sino vestida con un s�mbolo externo. Agust�n dice que un sacramento es una palabra hecha visible, y habla correctamente; porque en el bautismo Dios se dirige a nuestros ojos, cuando trae agua como s�mbolo de nuestra abluci�n y regeneraci�n. En la Cena tambi�n dirige su discurso a nuestros ojos, ya que Cristo nos muestra su carne como verdadera comida, y su sangre como verdadera bebida, cuando el pan y el vino se nos presentan. Por esta raz�n, tambi�n el Profeta dice ahora que vio la palabra de Dios, porque estaba vestida con s�mbolos externos. Porque Dios se le apareci� a su Profeta, como he dicho, y le mostr� el templo, y all� erigi� un teatro, por as� decirlo, en el que contemplaba todo el estado de la ciudad de Jerusal�n. (243) Sigamos -

Información bibliográfica
Calvino, Juan. "Comentario sobre Ezekiel 11". "Comentario de Calvino sobre la Biblia". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/cal/ezekiel-11.html. 1840-57.