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Bible Commentaries
Isaías 39

Comentario de Calvino sobre la BibliaComentario de Calvino

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Versículo 1

1. En ese momento. Algunos piensan que este fue el primer rey de la naci�n caldea; pues su padre, Baladin, hab�a mantenido el gobierno sobre los babilonios sin el t�tulo de rey. Este Merodach, por lo tanto, despu�s de haber reinado doce a�os, someti� a los asirios y los hizo tributarios de los caldeos; porque es un error suponer que la guerra fue iniciada por Nabucodonosor. De hecho, es posible que haya completado la subyugaci�n de ellos; pero es probable que ya estuvieran medio sometidos, de modo que no quedara nada m�s que establecer el poder real obtenido por la victoria de su predecesor.

Cartas enviadas y un regalo a Ezequ�as Aunque el Profeta simplemente relata que se enviaron mensajeros, es importante observar que esto fue hecho astutamente por los babilonios, para halagar y engatusar a Ezequ�as. En este momento amenazaba a los asirios, a quienes sab�a que los jud�os no les gustaban justamente por sus continuas guerras; y por lo tanto, para obtener a Ezequ�as como un aliado y partidista en la guerra que ahora estaba librando contra �l, se esfuerza por obtener su amistad por m�todos indirectos. La ambici�n corrompi� la mente del buen rey, de modo que �l tambi�n acept� ansiosamente los falsos halagos del tirano y se trag� el anzuelo.

El pretexto era felicitar a Ezequ�as por haberse recuperado de su enfermedad. Y, sin embargo, la historia sagrada parece asignar otra raz�n, que era que Merodach fue inducido por un milagro. ( 2 Cr�nicas 32:31.) Ciertamente no hay duda de que el informe de ese prodigio, que tuvo lugar cuando regres� el sol, estaba ampliamente extendido; y podr�a haber producido una impresi�n en muchas naciones. Sin embargo, dif�cilmente se puede creer que un pagano tuviera otro objeto a la vista que atraer a Ezequ�as a su red; pero dado que, por una se�al notable, Dios hab�a demostrado que se preocupaba por la seguridad de Ezequ�as, y dado que los hombres malvados com�nmente aplican a un prop�sito b�sico todas las pruebas del favor de Dios, Merodach pens� que, si pod�a obtener la alianza de Ezequ�as, �l continuar�a la guerra bajo la protecci�n y el favor del cielo. (98)

La consecuencia fue que envi� mensajeros a Ezequ�as con regalos, en aras de expresar su buena voluntad; porque deseaba obtener su favor, creyendo que su amistad ser�a �til y ventajosa para �l; y su intenci�n era utilizarlo despu�s contra los asirios, a quienes sab�a muy bien que los jud�os ten�an un odio mortal. Tales son los dise�os de reyes y pr�ncipes, para tramitar sus asuntos por fraude y astucia, y por alg�n medio para ganar tantos aliados como sea posible, para que puedan emplear sus esfuerzos contra sus enemigos.

Versículo 2

2. Y Ezequ�as se alegr� de que el Profeta desempe�ara la parte del historiador; porque �l simplemente relata lo que hizo Ezequ�as, y luego explicar� por qu� lo hizo; es decir, que Ezequ�as, cegado por la ambici�n, hizo una exhibici�n ostentosa a los mensajeros; mientras �l censura un tipo de alegr�a inadecuada, que luego dio lugar a un ansioso deseo de tratarlos de manera amistosa.

Cualquier persona que apenas lea esta historia concluir� que Ezequ�as no hizo nada malo; porque fue un acto de la humanidad dar una recepci�n alegre y hospitalaria a los mensajeros, y mostrarles todas las pruebas de buena voluntad; y habr�a sido el acto de un b�rbaro desde�ar a los que hab�an acudido a �l en una visita amistosa, y desde�ar la amistad de un rey tan poderoso. Pero a�n all� acechaba en su coraz�n un deseo de vana ostentaci�n; porque deseaba hacer una demostraci�n favorable de s� mismo, para que el babilonio pudiera ser llevado a comprender que esta alianza no ser�a sin ventaja para �l, y podr�a determinar esto a partir de su riqueza, fuerzas y armas de guerra. Mereci� ser reprendido por otro motivo, que dirigi� su mente a la ayuda extranjera e ilegal, y hasta ese punto neg� el honor a Dios, a quien recientemente hab�a conocido como su libertador en dos ocasiones; de lo contrario, el Profeta no habr�a censurado este acto tan severamente.

Este es un ejemplo notable; y nos ense�a que nada "es m�s peligroso que ser cegado por la prosperidad. Prueba tambi�n la verdad del viejo proverbio, que "es m�s dif�cil soportar la prosperidad que la adversidad"; porque cuando todo transcurre seg�n nuestro deseo, nos volvemos insensibles e insolentes, y no podemos mantenernos en el camino del deber por ning�n consejo o amenaza. Cuando esto le sucedi� a Ezequ�as, a quien el Profeta le hab�a otorgado la alta recomendaci�n, que "el temor de Dios era su tesoro" ( Isa�as 33:6), deber�amos tener mucho miedo de caer en el mismo peligros �l se deja llevar por la jactancia ociosa, y no recuerda que antes estaba medio muerto, y que Dios lo rescat� de la muerte mediante un milagro extraordinario. Anteriormente hizo una promesa solemne de que celebrar�a continuamente las alabanzas de Dios en la asamblea de los piadosos ( Isa�as 38:20) y ahora, cuando ve que se busca su amistad y que un monarca poderoso env�a a saludarlo, se olvida de Dios y de los beneficios que hab�a recibido de �l. Cuando veamos que este buen rey cae tan r�pidamente y se deja llevar por la ambici�n, aprendamos a imponernos la moderaci�n, que nos mantendr� constante y diligentemente en el temor de Dios.

Versículo 3

3. Luego vino Isa�as el Profeta �l contin�a la misma narrativa, pero tambi�n agrega doctrina. Aunque no dice que Dios lo envi�, es cierto que lo hizo por influencia del Esp�ritu Santo y por mandato de Dios; y, por lo tanto, se otorga a s� mismo la designaci�n del Profeta, por la cual insin�a que no vino como un particular, sino para realizar un oficio que Dios le hab�a ordenado, para que Ezequ�as pudiera ver claramente que no ten�a que hacerlo. tratar con un hombre mortal.

Ahora, cuando dice que vino, deber�amos inferir que no fue enviado a buscarlo, sino que se le permiti� permanecer en silencio en su casa, mientras Ezequ�as estaba haciendo una exhibici�n jactanciosa de sus tesoros; Los profetas no suelen ser invitados a consultas de este tipo. Pero antes, mientras estaba agobiado por una angustia extrema, mientras el Rabsaces lo insultaba con tanta ferocidad y pronunciaba tales 'audaces blasfemias contra Dios, lo envi� a Isa�as y le pidi� que intercediera ante Dios y que calmara su angustia con cierto consuelo. . ( Isa�as 37:2.) As�, en la adversidad y la angustia se buscan a los profetas, pero en la prosperidad se ignoran o incluso se desprecian; porque perturban nuestra alegr�a con sus amonestaciones, y parecen dar ocasi�n de dolor. Pero Isa�as vino, aunque no fue invitado; y en esto debemos observar y alabar su firmeza, y su ejemplo nos ense�a que no debemos esperar hasta que sean enviados por hombres que necesitan el cumplimiento de nuestro deber, cuando se halaguen en medio de las mayores angustias y traigan peligro en s� mismos, ya sea por ligereza, por ignorancia, o incluso por malicia; porque es nuestro deber reunir las ovejas errantes, y debemos hacerlo con diligencia, aunque ninguna persona nos lo solicite.

Aunque a Ezequ�as se le puede culpar justamente por haber sido corrompido por los halagos del rey de Babilonia para no pedirle consejo a Dios, sin embargo, es una manifestaci�n de ninguna modestia ordinaria, que �l no ahuyenta o desprecia al Profeta, como si Hab�a encontrado la falta sin raz�n, pero responde con dulzura, y al final recibe con calma y moderaci�n una muy severa reprensi�n. Hubiera sido mejor que, desde el principio, hubiera indagado en la boca de Dios, como se dice en el salmo:

"Tus mandamientos son los hombres de mi consejo" ( Salmo 119:24;)

pero, habiendo cometido un error, era su pr�ximo deber recibir sumisamente el remedio por la falla.

�Qu� dijeron esos hombres? El Profeta no le inflige inmediatamente el dolor de una severa reprensi�n, sino que lo hiere suavemente, para llevarlo a la confesi�n de su pecado; porque Ezequ�as se halag� a s� mismo, y pens� que todo iba bien con �l, y, por lo tanto, necesitaba despertarse gradualmente de su pereza. Aun as�, estas palabras produjeron una herida aguda; como si hubiera dicho: ��Qu� tienes que ver con esos hombres? �No deber�as mantenerte a la mayor distancia de una plaga tan contagiosa? Asimismo, pregunta sobre el contenido del mensaje, para avergonzar a Ezequ�as de no haber percibido el enga�o que se practicaba en �l; porque hay razones para creer que no habr�a censurado la felicitaci�n, si no hubiera habido alg�n veneno mezclado con ella, pero se�ala esas trampas en las que los babilonios deseaban enredarlo.

Y, sin embargo, es evidente por la respuesta, que Ezequ�as a�n no estaba impresionado por esa gentil reprensi�n; porque �l todav�a est� en buenos t�rminos consigo mismo, y se jacta de que esos hombres vinieron de un pa�s lejano, de Babilonia. Hay razones para creer que Isa�as no era ignorante de ese pa�s, por lo que Ezequ�as no necesitaba expresar la distancia en tan magn�fica idioma; pero se jacta de esta manera, porque estaba bajo la influencia de la ambici�n. Por lo tanto, era necesario presionarlo m�s y aplicar espuelas m�s afiladas.

Versículo 4

4. Luego dijo. Isa�as procede en su advertencia indirecta, para ver si Ezequ�as ser� conmovido por �l y disgustado consigo mismo. Pero a�n as� no tiene �xito, aunque dif�cilmente se puede creer que el rey fuera tan est�pido como para no sentir los pinchazos del espol�n; porque sab�a que el Profeta no hab�a venido, como suelen hacer las personas adictas a la curiosidad, con el fin de buscar noticias; y tambi�n sab�a que el Profeta no hab�a venido a bromear con �l, sino a decir algo importante. Sea como fuere, deber�amos dar una construcci�n favorable a su suave respuesta; porque �l no irrumpe contra el Profeta, sino que confiesa modestamente el estado del hecho, aunque todav�a no reconoce que ha pecado, o al menos no ha sido arrepentido; porque �l no juzga su pecado por esa disposici�n oculta. La ambici�n enga�a tanto a los hombres que, por su dulzura, no solo los intoxica sino que los vuelve locos, de modo que, incluso cuando han sido amonestados, no se arrepienten de inmediato. Cuando, por lo tanto, vemos al piadoso Ezequ�as golpeado con tal estupidez como para no percibir que es reprobado, o al menos no ser picado por �l para conocerse a s� mismo, debemos protegernos cuidadosamente contra una enfermedad tan peligrosa.

Versículo 5

5. Entonces Isa�as le dijo a Ezequ�as. De este juicio de Dios percibimos que el pecado de Ezequ�as no fue peque�o, aunque el sentido com�n juzga de manera diferente; ya que Dios siempre observa la moderaci�n m�s alta al castigar a los hombres, podemos inferir de la severidad del castigo que no fue una falta ordinaria, sino un crimen altamente agravado. Por lo tanto, tambi�n se nos recuerda que los hombres juzgan mal las palabras o las acciones, pero que solo Dios es el juez competente de ellas. Ezequ�as mostr� sus tesoros. �Hab�an sido amontonados para que siempre estuvieran escondidos en la tierra? Recibi� a los mensajeros amablemente. �Deber�a haberlos alejado? Prest� o�do a sus instrucciones. Pero fue entonces cuando el rival del asirio voluntariamente deseaba su amistad. �Deber�a haber rechazado una ventaja tan valiosa? En una palabra, en lo que respecta a las apariencias, no encontraremos nada por lo que no se pueda ofrecer una disculpa.

Pero Dios, de quien nada est� oculto, observa en la alegr�a de Ezequ�as, primero, la ingratitud; porque no le importan las angustias que �ltimamente lo presionaron y, en algunos aspectos, sustituye a los caldeos en la habitaci�n de Dios mismo, a quien deber�a haber dedicado su propia persona y todo lo que pose�a. Luego, observa el orgullo; porque Ezequ�as intenta con demasiada ansia ganar reputaci�n por la magnificencia y la riqueza. Observa un deseo pecaminoso de entrar en una alianza que habr�a sido destructiva para toda la naci�n. Pero la principal culpa fue la ambici�n, que casi elimina por completo el temor de Dios de los corazones de los hombres. Por lo tanto, Agust�n exclama con justicia: "�Cu�n grande y pernicioso es el veneno del orgullo, que no se puede curar sino con veneno!" Porque tiene el ojo puesto en ese pasaje en una de las Ep�stolas de Pablo, en el que dice que "se le hab�a dado un mensajero de Satan�s para abofetearlo, para que la grandeza de las revelaciones no lo inflara". ( 2 Corintios 12:7.) Ezequ�as no se sacudi�, cuando todo estaba casi arruinado; pero es vencido por estas adulaciones y no resiste la vana ambici�n. Consideremos, por lo tanto, atenta y diligentemente qu� mal destructivo es este, y seamos mucho m�s cuidadosos para evitarlo.

Escuche la palabra de Jehov� de los ej�rcitos Al estar a punto de ser el portador de una severa oraci�n, comienza diciendo que es el heraldo de Dios, y poco despu�s, nuevamente repite que Dios le ha ordenado que haga esto, no solo con el prop�sito de protegerse contra el odio, (99) pero para causar una profunda impresi�n en el coraz�n del rey '. Aqu� nuevamente vemos su firmeza y coraje heroico. No teme el rostro del rey, ni teme dar a conocer su enfermedad y anunciarle el juicio de Dios; porque, aunque en ese momento y ahora, los reyes ten�an o�dos delicados, sin embargo, siendo plenamente consciente de que Dios hab�a ordenado este deber sobre �l, ejecuta audazmente su comisi�n, por mucho que no le guste. Los profetas estaban, de hecho, sujetos a reyes, y no reclamaban nada para s� mismos, a menos que fuera su deber hablar en nombre de Dios; y en tales casos no hay nada tan elevado que no deba ser rebajado ante la majestad de Dios. Y si su objetivo hubiera sido obtener las buenas gracias de su pr�ncipe, habr�a estado en silencio como otros aduladores; pero �l tiene en cuenta su cargo y se esfuerza por cumplirlo con la mayor fidelidad.

Versículo 6

6. Y no quedar� nada Es apropiado observar el tipo de castigo que el Se�or inflige a Ezequ�as; porque toma de sus sucesores aquellas cosas de las que se jactaba tan fuerte, para que no tengan motivos para jactarse de ellas. As�, el Se�or castiga la ambici�n y el orgullo de los hombres, de modo que su nombre o reino, que esperaban que durara para siempre, se borra, y se los trata con desprecio, y se maldice su recuerdo. En una palabra, derroca sus tontos pensamientos, para que encuentren por experiencia lo contrario de esos inventos por los cuales se enga�an a s� mismos.

Si se objeta que no es razonable, que el saqueo de una ciudad y el cautiverio de una naci�n deben atribuirse a la culpa de un solo hombre, mientras que el Esp�ritu Santo en todas partes declara ( 2 Cr�nicas 36:14) que general la obstinaci�n fue la raz�n por la cual Dios entreg� la ciudad y el pa�s para ser saqueados por los babilonios; Respondo que no hay absurdo en que Dios castigue el pecado de un solo hombre y, al mismo tiempo, los cr�menes de toda una naci�n. Porque cuando la ira del Se�or se extendi� por todo el pa�s, era deber de todos unirse para confesar su culpa, y de cada persona considerar individualmente lo que se merec�a; que ning�n hombre podr�a echarle la culpa a los dem�s, sino que cada hombre podr�a echarle la culpa a s� mismo. Adem�s, dado que los jud�os ya estaban sujetos de muchas maneras al juicio de Dios, �l permiti� justamente que Ezequ�as fallara en su deber de herir a todos, para que pudiera acelerar a�n m�s su propia ira y abrir un camino para la ejecuci�n. de su juicio. De igual manera vemos que le sucedi� a David; porque las Escrituras declaran que no fue un hecho accidental que David contara al pueblo, sino que tuvo lugar por culpa de la naci�n misma, a quien el Se�or determin� castigar de esta manera.

"La ira del Se�or se encendi� contra la naci�n, y la puso en el coraz�n de David para numerar al pueblo". ( 2 Samuel 24:1.)

As�, en este pasaje tambi�n se amenaza el castigo contra Ezequ�as; pero su pecado, por el cual provoc� la ira de Dios, fue tambi�n la venganza de Dios contra toda la naci�n.

Versículo 7

7. De tus hijos Se podr�a pensar que esto era mucho m�s angustiante para Ezequ�as, y por lo tanto se pone al final por el hecho de aumentar la imagen. A pesar de que cualquier calamidad se extendi� ampliamente en una naci�n, com�nmente se piensa que los reyes y sus familias estar�n exentos, como si no estuvieran en el mismo rango que otros hombres. Cuando entendi�, por lo tanto, que sus hijos ser�an hechos cautivos y esclavos, esto debi� parecerle extremadamente severo. Por lo tanto, nuevamente podemos aprender cu�nto Dios estaba disgustado con Ezequ�as por buscar ayuda de la riqueza terrenal y presumir de ella en presencia de hombres malvados, cuando Dios, con un terrible ejemplo, lo castiga como un crimen imperdonable, que Ezequ�as hizo una demostraci�n ambiciosa de su riqueza en presencia de incr�dulos.

Versículo 8

8. Buena es la palabra de Jehov� De esta respuesta aprendemos que Ezequ�as no era un hombre terco u obstinadamente arrogante, ya que escuch� pacientemente la reprensi�n del Profeta, aunque estaba poco conmovido al comienzo. Cuando se le informa que el Se�or est� enojado, sin dudarlo reconoce su culpa y confiesa que es castigado con justicia. Habiendo escuchado el juicio de Dios, �l no discute ni discute con el Profeta, sino que se conduce con gentileza y modestia, y por lo tanto nos ofrece un ejemplo de sumisi�n y obediencia genuinas.

Aprendamos, por lo tanto, con el ejemplo del rey piadoso a escuchar con calma al Se�or, no solo cuando exhorta o amonesta, sino incluso cuando condena y aterroriza amenazando con un castigo justo. Cuando dice que "la palabra de Dios es buena", no solo le alaba la justicia, sino que acepta pacientemente lo que podr�a no haber sido bienvenido debido a su dureza; porque incluso los reprobados a veces se han visto obligados a confesar su culpa; mientras que su rebeli�n no fue sometida para abstenerse de murmurar contra su juez. Para, por lo tanto, que las amenazas de Dios se nos ablanden, debemos tener alguna esperanza de misericordia, de lo contrario nuestros corazones siempre derramar�n una amargura inquebrantable; pero el que est� convencido de que Dios, cuando castiga, en ning�n grado deja de lado el sentimiento del afecto de un padre, no solo confesar� que Dios es justo, sino que con calma y moderaci�n soportar� su severidad temporal. En una palabra, cuando tengamos una poderosa convicci�n de la gracia de Dios, para creer que �l es nuestro Padre, no ser� dif�cil ni desagradable para nosotros estar de pie y caer seg�n su placer; porque la fe nos asegurar� que nada es m�s ventajoso para nosotros que su castigo paternal.

As�, David, habiendo sido muy severamente reprendido por Nat�n, humildemente responde: "Es el Se�or, que haga lo que sea correcto a sus ojos". (100) porque sin duda la raz�n por la que es tonto es, no solo porque no ser�a �til murmurar, sino porque voluntariamente se somete al juicio de Dios. Tal es tambi�n el car�cter del silencio de Sa�l, cuando se le informa que le quitar�n el reino. ( 1 Samuel 28:20.) Pero debido a que es solo el castigo lo que lo aterroriza, y no se conmueve por el arrepentimiento por su pecado, no debemos preguntarnos si estar� lleno de crueldad en su interior, aunque aparentemente acepta. no puede resistir, lo que de otro modo har�a voluntariamente, como los malhechores que, mientras est�n atados por cadenas o grilletes, son sumisos a sus jueces, a quienes arrastrar�an voluntariamente desde el lugar de autoridad y pisotear�an bajo sus pies. Pero mientras David y Ezequ�as son "humillados bajo la poderosa mano de Dios" ( 1 Pedro 5:6) a�n no pierden la esperanza del perd�n y, por lo tanto, eligen someterse al castigo que inflige. para retirarse de su autoridad.

Lo que has dicho. Es digno de notar que �l reconoce no solo que la oraci�n que Dios ha pronunciado es justa, sino que la palabra que Isa�as ha dicho es buena; porque esta cl�usula tiene un gran peso, ya que no duda en recibir la palabra con reverencia, aunque la pronuncie un hombre mortal, porque mira a su autor principal. La libertad utilizada por Isa�as, sin duda, podr�a ser dura y desagradable para el rey; pero al reconocer que es el siervo de Dios, se deja llevar a la obediencia. Tanto m�s insufrible es la delicadeza de aquellos a quienes se ofende por ser "amonestados o reprobados", y con desprecio responden a los maestros y ministros de la palabra: "�No son ustedes tan buenos como nosotros?" Como si no fuera nuestro deber obedecer a Dios, a menos que �l enviara �ngeles del cielo o descendiera �l mismo.

Por lo tanto, tambi�n aprendemos qu� opini�n debemos formar con respecto a los fan�ticos, quienes, mientras fingen adorar a Dios, rechazan la doctrina de los profetas; porque si estuvieran listos para obedecer a Dios, lo escuchar�an cuando hablara por sus profetas, no menos que cuando tron� del cielo. Admito que debemos distinguir entre profetas verdaderos y falsos, entre "la voz del pastor ( Juan 10:3) y la voz del extra�o;" pero no debemos rechazar todo sin distinci�n, si no deseamos rechazar a Dios mismo; y debemos escucharlos, no solo cuando exhortan o reprenden, sino tambi�n cuando condenan, y cuando amenazan, por mandato de Dios, el castigo justo de nuestros pecados.

Al menos (101) habr� paz La part�cula ?? (ki) a veces expresa oposici�n, pero aqu� denota una excepci�n, y por lo tanto lo he traducido al menos; porque Ezequ�as agrega algo nuevo, es decir, da gracias a Dios por mitigar el castigo que se merec�a; como si hubiera dicho: �El Se�or podr�a haber levantado enemigos de repente, para expulsarme de mi reino; pero ahora me ahorra y, al retrasarse, modera el castigo que podr�a haber sido infligido justamente a m� ". Sin embargo, esta cl�usula puede explicarse como una oraci�n, (102) expresando el deseo de Ezequ�as de que el castigo se retrase hasta una edad futura. Pero es m�s probable que lo que el Profeta hab�a dicho sobre los d�as por venir, Ezequ�as solicit� calmar su dolor, animarse a la paciencia, porque la venganza repentina lo habr�a alarmado a�n m�s. Esta excepci�n, por lo tanto, es muy adecuada para inducir la mansedumbre de esp�ritu, "Al menos Dios perdonar� nuestra edad". Pero si alguna persona prefiere verlo como una raz�n, "Porque habr� paz", (103) que disfrute de su opini�n.

Paz y verdad Algunos piensan que ???, (emeth,) Verdad, denota la adoraci�n a Dios y la religi�n pura, como si estuviera agradeci�ndole a Dios que, cuando muriera, dejar�a intacta la doctrina de la piedad. Pero considero que denota "permanencia", o una condici�n pac�fica del reino; si no se considera preferible verlo como denotando, mediante la sustituci�n de una palabra por otra, que habr� una prosperidad segura y duradera.

Pero se puede pensar que Ezequ�as fue cruel al no preocuparse por la posteridad, y no se dio muchos problemas sobre lo que deber�a suceder despu�s. Dichos tales como, (???? ???????? ???? ??????? ????,) "Cuando est� muerto, que la tierra se comprometa con las llamas", es decir, "Cuando estoy muerto, todos est�n muertos"; y otros dichos del mismo tipo, que ahora est�n en la boca de muchos cerdos y Epieureanos, son profanos e impactantes. Pero el significado de Ezequ�as era bastante diferente; porque, si bien deseaba a quienes deb�an vivir despu�s de �l, habr�a sido desagradable ignorar esa se�al de tolerancia que Dios dio al retrasar su venganza; porque podr�a haber sido llevado por �l a esperar que esta misericordia, en alg�n grado, se extendiera a la posteridad.

Algunos responden que se regocij� por la demora, porque

"No deber�amos estar ansiosos por ma�ana, ya que suficiente para el d�a es su propia aflicci�n". ( Mateo 6:34.)

Pero esto no se aplica al presente pasaje; porque Ezequ�as no hace caso omiso de la posteridad, pero, al percibir que Dios modera el castigo con paciencia, da gracias a Dios, como ya lo hemos dicho; porque aunque este castigo esperaba una edad futura, todav�a era su deber reconocer el favor actual. Y, de hecho, deber�amos trabajar m�s para nuestra propia edad y prestarle nuestra mayor atenci�n. El futuro no debe pasarse por alto; pero lo que est� presente e inmediato tiene reclamos m�s fuertes sobre nuestros servicios; porque nosotros que vivimos al mismo tiempo estamos atados por Dios con un lazo m�s fuerte, para que, mediante el intercambio mutuo, podamos ayudarnos mutuamente, hasta donde podamos. Tambi�n debe observarse que, si bien el Se�or hab�a prometido anteriormente una vida prolongada a Ezequ�as, cuando estaba muy cerca de la muerte, ahora hab�a razones para temer que volver�a a acortar su vida a causa de ese pecado. Cuando se le informa que la promesa ha sido ratificada, da gracias a Dios y soporta con m�s paciencia la calamidad que estaba por venir, aunque sinti� que era grave y angustiante.

Información bibliográfica
Calvino, Juan. "Comentario sobre Isaiah 39". "Comentario de Calvino sobre la Biblia". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/cal/isaiah-39.html. 1840-57.
 
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