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Bible Commentaries
Salmos 123

Comentario de Calvino sobre la BibliaComentario de Calvino

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Versículo 1

1. Levanto mis ojos hacia ti, que moras en los cielos. Es incierto a qu� hora, o incluso por qu� profeta, este salmo fue compuesto. No creo que sea probable que David fuera su autor; porque, cuando lamenta las persecuciones que sufri� en la �poca de Sa�l, es habitual que interponga algunas referencias particulares a s� mismo. Mi opini�n, m�s bien, es que esta forma de oraci�n fue compuesta para todos los piadosos por alg�n profeta, ya sea cuando los jud�os estaban cautivos en Babilonia o cuando Ant�oco Ep�fanes ejerci� hacia ellos la crueldad m�s implacable. Sea como fuere, el Esp�ritu Santo, por cuya inspiraci�n el Profeta se lo entreg� a la gente, nos llama a recurrir a Dios, cuando los hombres malvados persiguen injusta y orgullosamente, no solo a uno o dos de los fieles, sino a todo el cuerpo de la Iglesia. Adem�s, aqu� Dios se llama expresamente el Dios que mora en los cielos, no solo para ense�arle a su pueblo a estimar el poder divino como se merece, sino tambi�n que, cuando no les quede ninguna esperanza de ayuda en la tierra, s�, cuando su condici�n es desesperada, como si hubieran sido enterrados en la tumba, o como si estuvieran perdidos en un laberinto, deber�an recordar que el poder de Dios permanece en el cielo en perfecci�n perfecta e infinita. Por lo tanto, estas palabras parecen contener un contraste t�cito entre el estado problem�tico y confuso de este mundo y el reino celestial de Dios, de donde �l maneja y gobierna todas las cosas, que cada vez que le agrada, calma todas las agitaciones del mundo. El rescate de los desesperados y los desesperados, restaura la luz al disipar la oscuridad, y levanta como los que fueron arrojados y postrados en el suelo. Esto lo confirma el Profeta con el verbo alzar; lo cual da a entender que, aunque todos los recursos mundanos nos fallan, debemos elevar nuestros ojos hacia el cielo, donde Dios permanece invariablemente igual, a pesar de la impetuosidad de los hombres al voltear todas las cosas aqu� abajo.

Versículo 2

2. He aqu� como los ojos de los sirvientes miran la mano de sus amos. Esta similitud es muy adecuada para el presente caso. Implica que sin la protecci�n de Dios, los verdaderos creyentes no tienen consuelo, est�n completamente desarmados y expuestos a toda clase de males, no tienen ni fuerza ni coraje para resistir; en resumen, que su seguridad depende completamente de la ayuda derivada de otro. Sabemos cu�n vergonzosamente se trat� a los sirvientes en la antig�edad, y qu� reproches se les podr�an imponer, aunque todav�a no se mueven un dedo para repeler la indignaci�n. Por lo tanto, al estar privados de todos los medios para defenderse, lo �nico que les quedaba por hacer era, lo que se dice aqu�, anhelar la protecci�n de sus amos. La misma explicaci�n es igualmente aplicable al caso de las sirvientas. Su condici�n era realmente vergonzosa y degradante; pero no hay ninguna raz�n por la que debamos avergonzarnos u ofendernos por ser comparados con los esclavos, siempre que Dios sea nuestro defensor y tome nuestra vida bajo su custodia; Dios, digo, que nos desarma a prop�sito y nos despoja de toda ayuda mundana, para que podamos aprender a confiar en su gracia y estar contentos �solo con ella. Habiendo sido antiguamente un crimen capital para los esclavos llevar una espada o cualquier otra arma sobre ellos, y como estaban expuestos a heridas de cualquier tipo, sus amos sol�an defenderlos con mucho m�s esp�ritu, cuando cualquiera sin causa les hizo violencia. Tampoco se puede dudar de que Dios, cuando nos ve colocando una dependencia exclusiva de su protecci�n y renunciando a toda confianza en nuestros propios recursos, se encontrar� como nuestro defensor y nos proteger� de todo el abuso que se nos ofrecer�. Sin embargo, es cierto que aqu� tenemos la descripci�n adecuada de un per�odo en el que el pueblo de Dios fue reducido a un estado de extrema necesidad, y llevado incluso al borde de la desesperaci�n. En cuanto a la palabra, es muy conocido que se le solicite ayuda. (76)

Versículo 3

3. �Ten piedad de nosotros, oh Jehov�! El salmista procesa y confirma la doctrina precedente. �l hab�a dicho que los piadosos, al encontrarse completamente quebrantados de esp�ritu y abatidos, dirigieron intensamente sus ojos a la mano de Dios: ahora agrega que est�n llenos de reproche. De esto aprendemos que los malvados no solo los asaltaron con formas de violencia como se les sugiri�, sino que por su burla fueron pisoteados bajo los pies de los hijos de Dios. La repetici�n de la oraci�n, Ten piedad de nosotros, que es un signo de vehemencia y deseo ardiente, indica que se redujeron al �ltimo grado de miseria. Cuando se agrega insulto a los males, no hay nada que inflija una herida m�s profunda en las mentes bien constituidas. Por lo tanto, el Profeta se queja principalmente de eso, como si fuera la consumaci�n de todas las calamidades. �l dice que los hombres ricos y orgullosos trataron a la Iglesia con un triunfo insolente; porque com�nmente sucede que aquellos que son elevados en el mundo, miran con desprecio al pueblo de Dios. El brillo de su �l. la hora y el poder deslumbran sus ojos, para que no tengan en cuenta el reino espiritual de Dios: s�, cuanto m�s prosperan los malvados y la fortuna les sonr�e, en mayor medida aumenta su orgullo, y m�s violentamente arroja espuma. Este pasaje nos ense�a que no es algo nuevo que la Iglesia sea despreciada por los ni�os de este mundo que abundan en riquezas. El ep�teto orgulloso se aplica justamente a las mismas personas que se describen como ricas; porque la riqueza engendra orgullo de coraz�n. Adem�s, como vemos que en los viejos tiempos la Iglesia de Dios estaba cubierta de reproches y se�alaba con el dedo del desprecio, no deber�amos desanimarnos si el mundo nos desprecia, ni debemos permitir que nuestra fe se vea sacudida por el malvados cuando nos atacan con sus burlas, s�, incluso nos difaman con su lenguaje hiriente e insultante. Siempre debemos tener en cuenta lo que se registra aqu�, que el coraz�n no solo de un hombre, o de unos pocos, sino de toda la Iglesia, estaba lleno no solo de la violencia, la crueldad, el oficio y otras malas acciones de los malvados. , pero tambi�n con reproches y burlas. Tambi�n debe recordarse que toda la nobleza y el orgullo existentes en el mundo est�n representados aqu� como en oposici�n a la Iglesia, por lo que no se la considera nada mejor que "la inmundicia del mundo y la deslocalizaci�n de todas las cosas". como declara el ap�stol Pablo en 1 Corintios 4:13. Cuando nos sucede lo mismo en la actualidad, dejemos que los malvados se hinchen de orgullo hasta que exploten; y que nos baste saber que no obstante somos preciosos a la vista de Dios. Por el verbo cloy, especialmente cuando se repite enf�ticamente, el Profeta ten�a la intenci�n de expresar una opresi�n larga y continua, que llen� los corazones de los piadosos con cansancio y tristeza. Cu�n necesaria es la lecci�n que se ense�a en este texto en nuestros d�as, no requiere una discusi�n prolongada para demostrar. Vemos a la Iglesia despose�da de toda protecci�n mundana, y acostada bajo los pies de sus enemigos, que abundan en riquezas y est�n armados con un poder terrible. Vemos a los papistas levantarse valientemente, y con todas sus fuerzas derramando sus burlas contra nosotros y todo el servicio de Dios. Por otro lado, hay mezclados entre nosotros y volando por todas partes, epic�reos, que se burlan de nuestra simplicidad. Tambi�n hay muchos gigantes que nos abruman con reproches; y esta bajeza ha durado desde el momento en que el Evangelio comenz� a emerger de la corrupci�n de Popery hasta el d�a de hoy. �Qu� queda entonces por hacer, pero que, al encontrarnos rodeados de oscuridad por todos lados, buscamos la luz de la vida en el cielo? �y que nuestra alma, aunque se llene de saciedad con todo tipo de reproches, respire oraciones a Dios por la liberaci�n con la importunidad de los hambrientos?

Información bibliográfica
Calvino, Juan. "Comentario sobre Psalms 123". "Comentario de Calvino sobre la Biblia". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/cal/psalms-123.html. 1840-57.
 
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