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Bible Commentaries
1 Corintios 11

Gran Comentario Bíblico de LapideComentario de Lapide

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Versículo 1

Sed imitadores de m�, as� como yo lo soy de Cristo. Esta es una continuaci�n del cap�tulo anterior. Im�tenme, oh Corintios, en que, como dije, no busco mi propio beneficio sino el de muchos, para que se salven; y en esto imito el celo de Cristo, que no busc� su propio bien, sino nuestra salvaci�n, y para alcanzarlo descendi� del cielo a la tierra, tom� nuestra carne, se afan� y se entreg� a la muerte de cruz.

Versículos 1-34

CAP�TULO 11

SINOPSIS DEL CAPITULO

El Ap�stol procede a tratar el tercer punto que se le presenta, el del velo de las mujeres; porque los corintios hab�an preguntado a S. Pablo si las mujeres deb�an o no llevar velo. �l responde que deben hacerlo, y especialmente en el momento de la oraci�n p�blica, y apoya su decisi�n en cinco razones. (I.) que el honor y la modestia de la mujer lo exigen (vers. 5 y 14); (2.) que est�n sujetos a los hombres (vers.

7 y siguientes ); (3.) que si salen con la cabeza descubierta ofenden a los �ngeles (v. 10); (4.) que la naturaleza les ha dado cabello para a) cubrirse (v. 15); (5.) que esta es la costumbre de la Iglesia (v. 16).

La segunda parte del cap�tulo (v. 17) trata de la Eucarist�a, y en esto censura como un abuso que en el �gape, o comida com�n, los ricos excluyan a los pobres, y se sienten aparte, entreg�ndose a s� mismos. indulgencia y embriaguez. Luego (v. 23) da cuenta de la instituci�n de la Eucarist�a por Cristo, y declara la culpa y el castigo de aquellos que se acercan indignamente, y ordena a cada uno que se examine a s� mismo antes de acercarse a ella.

Versículo 2

Ahora os alabo, hermanos, porque os acord�is de m� en todas las cosas. Aqu� pasa y allana el camino para una nueva pregunta. En los vers�culos siguientes procede a censurar los abusos de los corintios al hacer ir sin velo a sus mujeres, y al acercarse a la Eucarist�a llenos de vino y de discordias mutuas, y seg�n su costumbre suaviza su reprensi�n para que los corintios la tomen con calma. m�s f�cilmente y amablemente, de la misma manera que los m�dicos azucaran sus p�ldoras.

Dice, por tanto, "Os alabo porque os acord�is de m� en todas las cosas", lo que, como dice Erasmo, significa "que guard�is en la memoria todas mis cosas", o, como dice Eutimio, "que os acord�is de todo lo que me pertenece" Proporcione "preceptos, ense�anzas o exhortaciones" despu�s de "todo". Todos estos preceptos, etc., deben entenderse con alguna limitaci�n, y deben significar que la mayor�a de ellos fueron guardados por la mejor clase de los corintios, porque en otras partes de esta Ep�stola censura algunas faltas de los corintios, y especialmente en esta. cap�tulo su abuso de la Eucarist�a, como una desviaci�n de la ordenanza de Cristo y sus propios preceptos.

Como te los entregu�. El griego da, cuando se traduce literalmente, como incluso Beza admite, "Guard�is las tradiciones tal como os las entregu�". Por lo tanto, como estas tradiciones no fueron puestas por escrito por los Ap�stoles, ya que no existe una carta anterior a los Corintios que contenga un registro de ellas, se sigue claramente que no todo lo que se refiere a la fe y la moral ha sido escrito en la Sagrada Escritura, y que S.

Pablo y los otros Ap�stoles comunicaron muchas cosas de boca en boca. Esto se afirma a�n m�s claramente en los vers. 23 y 34. Es evidente, adem�s, por el hecho de que antes de que se escribiera lo que aqu� escribe S. Pablo sobre la Eucarist�a, etc., los corintios estaban obligados a obedecer los preceptos que sobre ellos dieron Cristo y S. Pablo, como �l mismo dice en ver. 23. La ley conservada en la tradici�n obliga igualmente a la ley escrita.

As� Cris�stomo, Teofilacto y otros. versi�n 3. Pero quiero que sep�is que ... la cabeza de Cristo es Dios . San Pablo sienta aqu� las bases de sus preceptos sobre el velo de las mujeres. Hay que tener en cuenta que las mujeres de Corinto eran muy dadas, no s�lo a la lujuria, sino tambi�n al culto de Venus, tanto que mil doncellas se prostitu�an cada d�a en su templo y en su honor.

(Cf. notas al cap. vi. al final.) Adem�s, pensaban que esto era para su propio honor y un acto de piedad, y esperaban conciliar a la diosa de esta manera para otorgarles a ellos y a sus hijas, o para continuar con ellos, un matrimonio feliz. En consecuencia, eran lascivos y atrevidos a atraer amantes al exponer sus rasgos y exhibir su forma; y esto se consideraba en Corinto como una costumbre honorable, decorosa y elegante, y las mujeres cristianas pensaban que deb�an conservar la costumbre de sus padres.

Algunos de los corintios, de mentalidad superior, advirtieron a S. Pablo de este hecho, y le preguntaron si era l�cito o conveniente que las mujeres cristianas anduvieran con la cabeza descubierta, y especialmente en la Iglesia. Pablo responde que no conviene ni es l�cito, y comienza aqu� a dar sus razones. La primera es que la mujer est� sujeta al hombre como su cabeza, por lo tanto debe estar velada; de nuevo, el hombre est� sujeto a Dios como Su imagen, y por lo tanto no debe ser velado. En vers. 7 y 10 prueba ambas conclusiones.

Cabeza aqu� tiene el significado de se�or, superior o gobernante. As� Dios, siendo de una naturaleza superior, es la cabeza y soberano de Cristo como hombre; mientras que Cristo, siendo de la misma naturaleza que la Iglesia, es su Cabeza, y esto, como dice Santo Tom�s, de cuatro maneras: (1.) en raz�n de la conformidad de la naturaleza con los dem�s hombres, porque Cristo como hombre es el Cabeza de la Iglesia; (2.) por raz�n de la perfecci�n de Sus gracias; (3.

) en raz�n de Su exaltaci�n sobre toda criatura; (4.) en raz�n de su poder sobre todos, y especialmente sobre la Iglesia. As� que el hombre, dice Santo Tom�s, es cabeza de la mujer en cuatro aspectos: (1.) Es m�s perfecto que la mujer, no s�lo f�sicamente, en cuanto que la mujer es sino el hombre con una diferencia, sino tambi�n en lo mental. vigor, seg�n Eclesiast�s 7:28 : "Un hombre entre mil he encontrado, pero una mujer entre todas ellas no he encontrado.

" (2.) El hombre es naturalmente superior a la mujer, seg�n Efesios 5:22-23 : "Casadas, som�tanse a sus propios maridos, como al Se�or, porque el marido es cabeza de la mujer." (3. ) El var�n tiene potestad para gobernar a la mujer, seg�n G�nesis 3:16 : "Tu deseo ser� para tu marido, y �l se ense�orear� de ti.

(4.) El hombre y la mujer gozan de conformidad de naturaleza, seg�n G�nesis 2:18 : "Le har� ayuda id�nea para �l". Vers. 4 y 5. Todo var�n orando , &c. Este es el segundo raz�n: Es vergonzoso que un hombre est� velado, y, por lo tanto, el honor, la libertad y la hombr�a del hombre exigen que no cubra su cabeza, sino que la deje libre y sin restricciones.

Por otra parte, es vergonzoso que una mujer no lleve velo, porque el honor y la modestia de la mujer exigen que la mujer se cubra la cabeza; por tanto, la mujer debe llevar velo, el hombre no. La frase, "Toda mujer que ora o profetiza", no usa "profetiza" en su sentido estricto y propio de pronunciar una profec�a o una exposici�n, sino en el sentido impropio de cantar himnos o salmos para la alabanza de Dios.

Porque S. Pablo est� hablando aqu� de la asamblea p�blica, en la que no permite que una mujer hable o ense�e, sino solo cantar bien su parte cuando canta toda la congregaci�n. Profeta significa cantor en 1 Cr�nicas 25:1 , y en 1 Samuel 10:10 . As� se dice que Sa�l estuvo entre los profetas, es decir, entre los cantores de alabanzas a Dios. As� en los Libros de los Reyes se llama profetas a los que sirvieron a Dios con alabanzas.

Algunos explican que "el que profetiza" significa "el que oye profec�a"; pero "profec�a" nunca tiene este significado pasivo. Adem�s, el Ap�stol aqu� se refiere a cualquier mujer, ya sea soltera, virgen, casada o no casta. Ordena a todos por igual que vayan velados. As� lo establece Tertuliano ( de Vel. Virg. c. 4 y 5), y a�ade que los corintios entendieron que �ste era el sentido de S. Pablo, pues hasta ese momento, dice, siguen a S.

, mandato de Pablo, y velar a sus esposas e hijas. versi�n 6. Porque si la mujer no se cubre, que tambi�n se rape. Pues aqu� no es causal, sino un continuativo enf�tico. Es tan deshonroso para una mujer tener la cabeza descubierta como tener el cabello corto o cortado. Los herejes infieren de esto que est� mal que las v�rgenes religiosas sean rapadas; pero niego que se sigue; porque el Ap�stol habla en general de las mujeres que viven en el mundo, especialmente de las casadas, que se ven en p�blico en el templo: no habla de las religiosas que han dejado el mundo.

Estos �ltimos se despojan correctamente de su cabello, para mostrar (i.) que desprecian toda la pompa del mundo, (2.) que no tienen marido sino a Cristo. Esta era la costumbre en tiempo de S. Jer�nimo, como �l dice ( Ep . 48 ad Sabin .). Los nazareos hicieron lo mismo (N�m. vi. 5).

Se puede argumentar que el Concilio de Gangra (can. 17) proh�be que las v�rgenes sean rapadas bajo el pretexto de la religi�n. Respondo de Sozomeno ( lib. iii. c. 13) que este canon no se refiere a las religiosas, sino a las mujeres her�ticas, que dejaron a sus maridos y contra su voluntad se cortaron el cabello, en nombre de la religi�n, y se pusieron ropa de hombre. .

Son �stos los que el Concilio excomulga, como se�ala acertadamente Baronius ( Annals , vol. iv.). Agregue a esto que las v�rgenes religiosas usan un velo sagrado en lugar de su cabello.

Debe notarse que, aunque Teodosio ( Codex Theod. lib. 27, de Epis. et Cler .) prohibi� que las v�rgenes fueran rapadas en Occidente, es decir, las mujeres j�venes que no viv�an dentro de los muros de un monasterio, pero que deseaban para profesar una vida religiosa de castidad en el mundo, su raz�n era evitar el esc�ndalo, que se producir�a si, como ocurr�a a veces, se desviaran a la vida secular ordinaria.

Esto realmente sucedi� en el mismo a�o en que Teodosio aprob� esta ley, como bien ha se�alado Baronio ( Anales , 390 d. C.). Sozomeno tambi�n ( lib. vii. c. 26), da la misma raz�n por la que se aprob�. Una joven matrona de Constantinopla, de noble cuna y diaconisa, hab�a sido, al parecer, seducida por un di�cono; y cuando, seg�n la costumbre, por orden de su confesor estaba haciendo una confesi�n p�blica de ciertos pecados, procedi� a confesar tambi�n este pecado de fornicaci�n con gran esc�ndalo del pueblo; y por esto Nectarius aboli� la confesi�n p�blica y la oficina de la penitenciar�a p�blica.

Sin embargo, siempre ha sido pr�ctica com�n de la Iglesia que las v�rgenes, cuando toman votos de religi�n, deben ser rapadas. San Jer�nimo ( Ep . 48) dice que en Egipto y Siria las mujeres que se hab�an dedicado a Dios ten�an la costumbre de cortarse el pelo. �l dice: " Es costumbre de los monasterios de Egipto y Siria, que tanto la virgen como la viuda que se han comprometido a Dios, y han renunciado y pisoteado todos los deleites del mundo, deben ofrecer su cabello para ser cortado, y despu�s vivir, no con la cabeza descubierta, lo cual est� prohibido por el Ap�stol, sino con la cabeza atadas y veladas .

"Paladio ( en Lausiaca ) es nuestra autoridad para decir que las Tabeunesiot�, una orden de v�rgenes sagradas fundada por S. Pacomio en obediencia al mandato de un �ngel, hicieron lo mismo. Adem�s, S. Basilio ( en Reg. Monach .) prescribe que al comienzo mismo de la vida mon�stica se debe rapar la cabeza, porque dice que esto le conviene al que est� de duelo por sus pecados.

Versículo 7

Porque un hombre a la verdad debe cubrirse la cabeza con dos, ya que �l es imagen y gloria de Dios. Esto es una hendiadys, porque el hombre es la imagen de la gloria de Dios, o la imagen gloriosa de Dios, en quien la majestad y el poder de Dios resplandecen m�s claramente. Est� colocado en el escal�n m�s alto de la naturaleza, y es como el vicegerente de Dios, gobernando todo. Este es el mayor de un silogismo del cual el menor es: pero la gloria de Dios debe manifestarse, la gloria del hombre debe ocultarse.

Por lo tanto, siendo la mujer la gloria del hombre, el hombre de Dios, se sigue que la mujer debe estar velada, que el hombre no. S. Anicetus ( Ep. ad. Episc. Galliae ) toma este verso del Ap�stol principalmente de los hombres en las filas del clero, y de los sacerdotes en particular, quienes, en obediencia a S. Paul, no solo deben tener la cabeza descubierta, sino tambi�n una tonsura en forma de corona, como S.

Pedro ten�a (Bede, Hist. Ang. lib. vc 23, y Greg. of Tours, de Glor. Conf. c. xxvii.), para representar la corona de espinas de Cristo y la humillaci�n sufrida por S. Pedro y sus compa�eros ap�stoles, de la cual esperan una corona de gloria en los cielos.

Cabe se�alar que en el Antiguo Testamento el sumo sacerdote ofrec�a sacrificios descalzo y con la cabeza cubierta, es decir , con la mitra puesta (Exod. xxviii. 37), pero en el Nuevo Testamento los sacerdotes ofrecen el sacrificio de la Misa con su pies calzados y con la cabeza descubierta. Epifanio dice ( H�res. 8o) que, en el Nuevo Testamento, Cristo, quien es nuestra Cabeza, es visible y manifiesto para nosotros, pero estaba velado y escondido de los jud�os en la Ley Antigua. Sin embargo, el Ap�stol evidentemente se refiere aqu� a todos los hombres en general, no s�lo al clero.

No es contrario a este precepto del Ap�stol que nuestros sacerdotes, cuando celebren, usen el amito entre las otras vestiduras, porque no cubren con �l la cabeza al sacrificar, sino que lo usan solamente alrededor de la abertura de la casulla ( Rupert, de Div. Off. lib. ic 10). El amito no se usa, pues, para cubrir la cabeza, sino para representar el efod del sumo sacerdote bajo la Ley Antigua, como dicen Alcuino y R�bano, o para significar el velo con que los jud�os tapaban los ojos de Cristo (S. Mateo 26:67). Cf. Dom. Soto , lib. IV. dist. 13, qu. 2, arte. 4 y Hugh Vict. de Sacr. liberaci�n ii. C. 4.

Pero S. Pablo desea abolir la costumbre pagana, instituida primero, dicen Plutarco y Servio, por Eneas, de sacrificar y hacer s�plicas a sus dioses con la cabeza velada. Tertuliano ( en Apol .) remarc� esta distinci�n entre cristianos y paganos, y Varro ( de Ling. Lat. lib. iv.) registra que las mujeres romanas, al sacrificar, ten�an la cabeza cubierta por un velo de la misma manera.

Pero la mujer es la gloria del hombre. La mujer fue hecha del hombre para su gloria, como hechura suya e imagen; por lo tanto, ella est� sujeta a �l y debe estar velada, en se�al de su subordinaci�n.

La mujer, es decir, la esposa, es la gloria del var�n, su gloriosa imagen, porque Dios form� a Eva del var�n, a su semejanza, para que la imagen representara al var�n, copia del modelo. Esta imagen se ve en la mente y en la raz�n, en cuanto que la mujer, como el hombre, est� dotada de un alma racional, de intelecto, voluntad, memoria, libertad, y es, al igual que el hombre, capaz de todos los grados de sabidur�a, gracia y gloria.

La mujer, por tanto, es la imagen del hombre, pero s�lo impropiamente; porque la mujer, en cuanto al alma racional, es igual al hombre, y tanto el hombre como la mujer han sido hechos a imagen de Dios; pero la mujer fue hecha del hombre, despu�s de �l, y es inferior a �l, y creada simplemente como �l. Por eso el Ap�stol no dice que "la mujer es la imagen del hombre", sino s�lo "la mujer es la gloria del hombre".

"La raz�n es sin duda la que ha se�alado Salmer�n, de que la mujer es un notable ornamento del hombre, dado que se le da como medio para engendrar a los hijos y gobernar a su familia, y como el material sobre el cual puede ejercer su jurisdicci�n y dominio, porque el dominio del hombre no s�lo se extiende a las cosas inanimadas y a los animales brutos, sino tambi�n a los seres racionales, es decir, a las mujeres y las esposas ( vers. 8, 9).

Porque el var�n no es de la mujer... sino la mujer para el var�n. Por dos razones prueba que la mujer es la gloria del hombre como su cabeza (1.) que la mujer es posterior al hombre, producida por �l, y en consecuencia el hombre es la fuente y el principio del cual brot� la mujer. (2.) Ella fue creada para ser una ayuda para el hombre, la part�cipe de su vida y la madre de sus hijos. As� como el hombre es el principio del cual, tambi�n es el fin para el cual fue hecha la mujer.

De ah� que la mujer sea la gloria del hombre, y no al rev�s. versi�n 10 Por tanto, la mujer debe tener potestad sobre su cabeza por causa de los �ngeles. No existe una buena autoridad para leer "velo" en lugar de "poder", como hacen algunos. Debemos observar: (1.) El poder denota aqu� la autoridad, el derecho o el gobierno del hombre sobre la mujer, no de la mujer misma. La referencia es a Gen. iii.

16. (2.) Poder , por metonimia, significa aqu� el s�mbolo del poder del hombre, el velo que la mujer lleva sobre su cabeza para significar su sujeci�n al poder de su marido, y para denotar que el hombre, por as� decirlo, es entronizado y tiene dominio sobre su cabeza. El poder aqu�, entonces, se usa con un significado activo con respecto al hombre, con un sentido pasivo con respecto a la mujer; porque un velo es usado por alguien que reverencia el poder de otro.

As� como una cabeza desnuda y sin trabas es un signo de poder y dominio, as� cuando est� velada es una se�al de que este poder suyo est� como velado, encadenado y sometido a otro. De ah� que Tertuliano ( de Cor. Mil , c. xiv.) llame a este manto que llevan las mujeres, "La carga de su humildad", y ( de Vel. Virg. c. xvii.) "su yugo". S. Cris�stomo lo llama "El signo de la sujeci�n"; el Consejo de Gangra (ses.

xvii.), "El memorial de sujeci�n". (3.) De esta cubierta fue que, por los latinos, las mujeres se dicen nubere , es decir, caput obnubere , cuando pasan al poder de un marido. En cambio, en el caso de un hombre, una gorra era la insignia del liberto, como dice Tito Livio al final de la lib. 45. Por eso se dec�a que los esclavos que deb�an ser inscritos como sujetos al servicio militar eran llamados "a la gorra", es decir, a la libertad.

Por los �ngeles. 1. El sentido literal es que las mujeres deben cubrirse la cabeza por reverencia a los �ngeles; no porque los �ngeles tengan un cuerpo y puedan ser provocados a la lujuria, como pensaron Justino, Clemente y Tertuliano, este es un error que expuse en las notas a Gen. vi. sino porque los �ngeles son testigos del honesto pudor o de la inmodestia de las mujeres, como tambi�n de su obediencia o desobediencia. As� Cris�stomo, Teofilacto, Teodoreto, Santo Tom�s, Anselmo.

2. Clemente (Hypotypos, lib. ii.) entiende por "�ngeles" a los hombres buenos y santos.

3. Ambrosio, Anselmo y Santo Tom�s entienden que significa sacerdotes y obispos, que en Apoc. ii son llamados �ngeles, y que pueden ser provocados a la lujuria por la belleza de mujeres con la cabeza descubierta. Por lo tanto, Clemente de Alejandr�a (P�d. lib. ii. c. 10) piensa que esto les ordena cubrir, no solo sus cabezas, sino tambi�n su frente y rostro, como vemos que lo hacen los m�s honorables en la iglesia. Pero el primer significado es el m�s literal y pertinente.

Esta reverencia que se debe a los �ngeles es la tercera raz�n que da S. Pablo para que las mujeres se cubran la cabeza. Debe mostrarse especialmente en la iglesia, porque los �ngeles llenan la iglesia y toman nota de los gestos, oraciones y vestimenta de todos los presentes. Escuche lo que S. Nilus relata que le sucedi� a su maestro, S. Chrysostom, no una o dos veces (Ep. ad Anast.). Dice: "Juan, el m�s reverendo sacerdote de la Iglesia de Constantinopla, y la luz del mundo entero, hombre de gran discernimiento, ve�a casi siempre la casa del Se�or llena de una gran compa��a de �ngeles, y especialmente mientras �l estaba ofreciendo el santo e incruento sacrificio; y fue poco despu�s de esto que �l, lleno de asombro y alegr�a, relat� lo que hab�a visto a sus principales amigos.

'Cuando el sacerdote hubo comenzado', dijo, 'el sant�simo sacrificio, muchas de estas Potestades descendieron inmediatamente, vestidas con las m�s hermosas vestiduras, descalzas, y con mirada embelesada, y con gran reverencia se postraron en silencio alrededor del altar, hasta que el temible misterio se cumpli�. Luego se dispersaron de aqu� para all� por todo el edificio, y se mantuvieron cerca de los obispos, sacerdotes y di�conos, mientras distribu�an el precioso cuerpo y la sangre, haciendo todo lo posible para ayudarlos'".

El mismo S. Cris�stomo (Hom. de Sac. Mensa ) dice asombrado: " En el altar se paran los querubines; a �l descienden los serafines, dotados de seis alas y ocultando sus rostros. All� toda la hueste de �ngeles se une al sacerdote en su obra de embajador para ti ". S. Ambrosio, comentando el primer cap�tulo de S. Lucas, habla del �ngel que se le apareci� a Zacar�as, y dice: " Que el �ngel est� presente con nosotros mientras servimos continuamente en el altar, y traemos el sacrificio; no, ojal� se mostrara a nuestros ojos corporales.

No dud�is de que el �ngel est� presente cuando Cristo desciende y es inmolado ." S. Gregorio ( Dial. lib. iv. c 58) dice: " �Qui�n de los fieles duda de que en el momento de la inmolaci�n, los cielos se abren en el voz del sacerdote, que los coros de �ngeles est�n presentes en este misterio de Jesucristo; que lo m�s bajo se une a lo m�s alto, las cosas terrenales con las divinas, que las cosas visibles e invisibles se vuelven una sola ?" S.

Dionisio Areopagitas ( C�lest. Hierarch . cv y ix.), dice que los �ngeles del m�s alto orden presiden la jerarqu�a eclesi�stica y la administraci�n de los sacramentos. Tertuliano ( de Orat. c. xiii.), censurando la costumbre de sentarse durante la misa, dice: " Si en verdad es una se�al de irreverencia sentarse ante los mismos ojos de alguien a quien temes y reverencias, cu�nto m�s imp�o �Es hacerlo a la vista del Dios vivo, mientras el �ngel de la oraci�n a�n est� de pie? �Qu� m�s es sino insultar a Dios porque estamos cansados ??de orar ? John Moschus ( en Prato Spir.

C. 50) relata que un obispo roumelio, al celebrar la Misa en presencia del Papa Agapito, se detuvo repentinamente, porque no vio como de costumbre la venida del Esp�ritu Santo; y cuando el Papa le pregunt� por qu� se deten�a, dijo: "Quita del altar al di�cono que sostiene el cubremoscas". Hecho esto, se dio la se�al acostumbrada, y termin� el sacrificio. Met�frastes ( Vit� S. Chrys. ) dice que lo mismo le sucedi� a S. Cris�stomo, a trav�s de un di�cono que mir� a una mujer.

Debemos notar (1.), que por modestia y reserva digna, las mujeres de Judea, Troya, Roma, Arabia y Esparta usaban velos en el tiempo antes de Cristo. Valerio M�ximo ( lib. vi. c..3) relata el severo castigo infligido por C. Sulpicio a su esposa: se divorci� de ella porque la hab�a encontrado al aire libre con la cabeza descubierta. Tertuliano ( de Vel. Virg. c. xiii). dice: " Las mujeres gentiles de Arabia se levantar�n y nos juzgar�n, porque cubren, no s�lo la cabeza, sino tambi�n todo el rostro, dejando un solo ojo para servir a ambos, antes que vender todo el rostro a toda mirada lasciva.

Y de nuevo ( de Cor. Milit. c. iv.) dice: " Entre las mujeres jud�as, es tan costumbre llevar un velo que se les pueda reconocer por �l ". En cuanto a las mujeres espartanas, Plutarco ( Apophth.Lacon. ) registra que era costumbre que sus doncellas salieran en p�blico sin velo, pero las mujeres casadas con velo. La raz�n era que una pod�a encontrar marido, mientras que las que ya ten�an marido no buscaban llamar la atenci�n. de otros hombres.

Pero, como dice Clemente de Alejandr�a ( P�dag. lib. ii. ci c ), que es un reproche para los espartanos que usaran su vestido hasta la rodilla solamente, por lo que tampoco deben ser alabadas sus doncellas por salir en p�blico. a cara descubierta, porque as� se perd�a el pudor de la doncella al ser puesta en venta.

2. Tertuliano ( de Vel. Virg . c. ii.) culpa a aquellas mujeres que usaban un velo delgado, porque era una provocaci�n a la lujuria en lugar de una protecci�n a la modestia, y se tom� prestado m�s de la costumbre de las mujeres gentiles que de los creyentes en Cristo. En el cap�tulo xii. �l llama a aquellas mujeres que consultaron sus espejos en busca de evidencia de su belleza, vendedoras de su castidad. Adem�s, S. Justino, escribiendo a Severo ( de Vit� Christ .

), insin�a con bastante claridad que los cristianos de esa �poca aborrec�an los espejos. En resumen, Tertuliano escribi� un tratado ( de Vel. Virg .) sobre este mismo punto, para probar que todas las mujeres, casadas o solteras, religiosas o seglares, deben llevar velo, a pesar de cualquier costumbre en contrario, porque as� lo manda el Ap�stol. Los corintios, dice, (cap. 4), as� entendieron a S. Pablo, y hasta ese momento mantuvieron veladas a sus doncellas.

Adem�s, las razones dadas por el Ap�stol se aplican a todas las mujeres por igual, por lo que cualquier transgresi�n del precepto debe ser censurada y corregida. En algunos lugares, por ejemplo , las doncellas salen al exterior con la cabeza totalmente descubierta, para mostrar su belleza y atraer a un marido, cuando todo lo que hacen en realidad es poner en peligro su castidad y la de los dem�s, y exponerse diariamente a las artima�as de alcahuetes, y por eso vemos y o�mos de tantos naufragios a la castidad.

Que, pues, una doncella se cubra con un velo y salga al exterior cubierta, no sea que se vea a s� misma lo que no debe, o que otros se sientan demasiado atra�dos por sus rasgos. Porque los que se han arruinado a s� mismos, o han matado a otros a trav�s del ojo, no deben ser contados, y por lo tanto se debe tener la mayor vigilancia sobre los ojos. De ah� que Tertuliano ( de Vel. Virg. c. 15), dice: " Toda exhibici�n p�blica de una doncella es una violaci�n de su castidad ", sin duda queriendo decir que cualquiera que camina libremente con ojos errantes y cara expuesta, para ver y ser vista, es f�cilmente despojada de la pureza de su mente.

Esta misma falta de control es un �ndice de que la mente no es suficientemente casta. Por lo tanto, Tertuliano contin�a diciendo: " Ponte la armadura de la verg�enza, echa a tu alrededor la muralla de la modestia, levanta un muro alrededor de tu sexo que no permita que tus ojos salgan ni los de los dem�s entren ".

3. El tocado de las v�rgenes sagradas consist�a antiguamente en un velo de novia, del que Tertuliano ( de Vel. Virg . c. 15) dice: " La virginidad pura es siempre t�mida, y huye de la vista de los hombres, huye en busca de protecci�n a su cabeza cubierta como su yelmo contra los ataques de la tentaci�n, los dardos del esc�ndalo, contra las sospechas y las calumnias ". A�ade que era costumbre bendecir solemnemente estos velos, de donde se dec�a que las v�rgenes estaban desposadas con Dios.

Inocencio I ( ad Victric. Ep. ii. c. 12) dice tambi�n: " Estas v�rgenes est�n unidas a Cristo en matrimonio espiritual, y son veladas por los sacerdotes ". Estas v�rgenes, por �ltimo, estaban vestidas con un vestido de color oscuro y cubiertas con un manto largo. Por su parte Luciano, ( Philopater ) satiriza as� el primer vestido de los hombres cristianos: "Un manto triste, la cabeza descubierta, el pelo corto, sin zapatos". Iban entonces descalzos, o en todo caso como los capuchinos, calzando s�lo sandalias.

Versículo 11

Sin embargo, ni el hombre es sin la mujer, ni la mujer sin el hombre, en el Se�or. Esto debe ser referido al ver. 9, no a las palabras inmediatamente anteriores, que en algunas Biblias se ponen correctamente entre par�ntesis. Habiendo dicho, en ver. 9, que la mujer fue creada para el hombre, el Ap�stol, para que no pareciera haber dado a los hombres motivo de orgullo, y a las mujeres de indignaci�n, aqu� suaviza la fuerza de esto agregando que en el matrimonio ni el hombre puede estar sin la mujer , ni mujer sin hombre. Cada uno necesita la ayuda del otro, y eso "en el Se�or", es decir, por la voluntad y disposici�n del Se�or. Cf. S. Ambrosio y el verso siguiente.

"En el Se�or" tambi�n puede entenderse "en Cristo, por la verdad y la ley cristianas". La regla de la ley cristiana y de la ordenanza de Dios es que el esposo y la esposa se ayuden mutuamente, procreen hijos y los eduquen piadosamente. Esto parece ser un recordatorio para las personas casadas de su deber mutuo y de la piedad cristiana.

Versículo 12

Como la mujer lo es del var�n , &c. La primera mujer, Eva, se form� de, hombre; el hombre es concebido, formado, nacido, propagado por medio de la mujer: todo lo hace, ordena y dispone Dios.

Versículo 14

�Acaso la naturaleza misma no os ense�a ? La versi�n latina dice: "Tampoco la naturaleza misma os ense�a", es decir , la naturaleza no ense�a que las mujeres deban llevar velo, pero s� ense�a que si a un hombre le crece el pelo, es una desgracia para �l; si es mujer, es su gloria.

Versículo 15

Pero si una mujer tiene el pelo largo, es una gloria para ella . Dejar crecer el cabello es contrario a lo que conviene al hombre, es se�al de una mente d�bil y afeminada, a no ser que se haga por mala salud o fr�o intenso. Por eso San Agust�n reprende a algunos monjes que llevaban el pelo largo hasta los hombros, para ganar la apariencia y reputaci�n de santidad ( de 0p. Monach .). De nuevo, parece conveniente que el hombre ore con la cabeza descubierta, y la mujer con la cabeza cubierta, como lo ha probado aqu� el Ap�stol. La mujer, por tanto, debe dejarse crecer el cabello, pero el hombre no, porque su cabello le ha sido dado para cubrirse.

Tenga en cuenta, sin embargo, que no est� absolutamente prescrito, ya sea por ley natural, divina o eclesi�stica, que una mujer deba dejarse crecer el cabello y el hombre no. Por lo tanto, como se dijo en las notas al ver. 6, las mujeres religiosas se cortan el pelo. Por otro lado, los hombres de algunas tribus, como los galos, sol�an dejarse el pelo largo como adorno. De ah� el nombre de Gallia Comata. Homero tambi�n habla con frecuencia de los "aqueos de pelo largo".

Los romanos tambi�n, en la antig�edad, se dejaban el pelo largo y no aplicaban las tijeras hasta la �poca de Escipi�n el Africano. Plinio dice ( lib. vii. c. 59) que los primeros barberos llegaron a Italia desde Sicilia, AUC 454. Tambi�n orden� Licurgo que los lacedemonios conservaran el cabello, por lo que San Pablo no establece ninguna regla, sino que se limita a se�alar la ense�anza de la naturaleza, que conviene a la mujer, cuando sale en p�blico, ir con cofia y velo, pero no para un hombre, pero aqu� adopta la decencia ense�ada por la naturaleza, y quiere que los corintios la observen como si fuera un precepto, por lo que a�ade

Versículo 16

Pero si alguno parece ser contencioso. Ser contencioso es luchar por el renombre y la victoria, no por la verdad; y aqu� se trata de afirmar que las mujeres cristianas no deben llevar velo cuando oran en la iglesia, sino que deben llevar la cabeza descubierta, seg�n la antigua costumbre de los paganos.

Versículo 17

Ahora bien, en esto que os declaro, no os alabo , etc. Esta es la cuarta raz�n por la cual las mujeres deben llevar velo, sacado de la naturaleza misma, que ha dado a la mujer cabello por velo, para ense�arle que debe cubrirse. El Ap�stol dice: "Al daros este precepto sobre el velo de las mujeres, no os alabo al mismo tiempo por uniros, no para bien, sino para mal". Lo que esto significa se explica en el siguiente vers�culo.

Versículo 18

Para lo primero. .. He o�do que hay divisiones entre vosotros. Obs�rvese la palabra "Iglesia", que muestra que, en tiempos de San Pablo, hab�a lugares destinados al culto. Para la forma primitiva de las iglesias, sus pinturas, el uso de la cruz, la separaci�n de los sexos, etc., v�ase Baronio en su comentario sobre este vers�culo.

El Ap�stol pasa aqu� del tema del velo de las mujeres a corregir los abusos de los Corintios en la Eucarist�a.

Porque tambi�n debe haber herej�as entre vosotros. Mirando la volubilidad, el orgullo, la novedad en la fe y las pendencias de los corintios, que dec�an: "Yo soy de Pablo, yo de Apolos", lo cual Dios permiti� para probarlos, era necesario que hubiera herej�as. As� Cayetano, Ambrosio, Cris�stomo. "Herej�as" aqu� denota las divisiones en puntos de fe y costumbres, que exist�an entre los corintios acerca de la Eucarist�a, p.

ej ., d�nde deben sentarse, cu�ndo debe comenzar la cena, sobre la comida y la bebida, sobre las personas con las que deben sentarse. En la Cena del Se�or y el �gape, los corintios ricos excluyeron a los pobres y comieron solos.

Para que los que sean aprobados se manifiesten entre vosotros. En el tiempo de la herej�a y del cisma, vemos quienes est�n edificados sobre el fundamento de la fe y la piedad, como aqu� entre los corintios se vio la constancia paciente de los pobres, que eran despreciados por los ricos, y tambi�n la modestia y caridad de los ricos que odiaban las divisiones e invitaban a los pobres a sus fiestas y a sus �gapes. As� Cris�stomo, Teofilacto, Ecumenio.

Versículo 20

Cuando os reun�s, por tanto, en un solo lugar, esto no es para comer la cena del Se�or. Cuando os reun�s as� a la Eucarist�a ya la cena del Se�or, vuestra cena ya no es la del Se�or, como lo era antes; y vuestro comer ya no es comer la Cena del Se�or. No institu�s una cena del Se�or, que admiti� en su sobria y santa comida a todos los Ap�stoles, incluso a Judas, sino una cena a Baco oa Marte; porque os reun�s para emborracharos, y para excluir a los pobres, y as� cada uno se sacia de vino, y los pobres de violencia.

As� Anselmo, Cris�stomo, Teofilacto, Vatablus y Erasmo leyeron "no es", "no es l�cito" , es decir , "no os es l�cito comer la Cena del Se�or, y por esta raz�n". Pero el primer significado es m�s completo, m�s contundente y mejor reprende a los corintios.

Versículo 21

Porque al comer, cada uno toma antes que los dem�s su propia cena . (1.) S. Agust�n ( Ep. 118) entiende que esto significa que cenaron antes de venir a la Eucarist�a, y que ver. 33 les ordena que se esperen unos a otros en la cena antes de la Eucarist�a; porque en la Eucarist�a misma o despu�s de ella no hab�a necesidad de esperar, ya que no se celebraba hasta que todos estaban reunidos, cuando los pobres la recibir�an indistintamente mezclados con los ricos.

Debemos se�alar que, en tiempos de S. Pablo, a imitaci�n de Cristo, que, despu�s de la comida com�n del cordero pascual, instituy� la Eucarist�a, los cristianos instituyeron antes de la Eucarist�a una comida com�n a todos, ricos y pobres por igual, en se�al de su mutua caridad cristiana. Esta costumbre perdur� en algunas Iglesias durante varios siglos. Todav�a en la �poca de Sozomeno, seg�n relata ( Hist. lib.

vii. C. 29), era costumbre en muchos pueblos y aldeas de Egipto, primero comer en com�n, y luego, siguiendo el ejemplo de Cristo, celebrar y participar de la Sagrada Eucarist�a. El Tercer Concilio de Cartago (can. 29) se�ala la misma costumbre que prevalece en varias otras Iglesias. El Ap�stol no censura aqu� esta costumbre donde y cuando estaba permitida, sino s�lo el abuso de ella por parte de los que se emborrachaban en esta cena, y dejaban pasar hambre a otros que eran pobres.

Por eso dice: "uno tiene hambre y otro est� borracho"; y otra vez dice, que ser� culpable del cuerpo y de la sangre del Se�or el hombre que comiere indignamente, es decir , en el pecado mortal de la embriaguez y desprecio de los pobres. Por lo tanto, en el ver. 33, les pide que se esperen unos a otros cuando comen la Cena del Se�or. Habla, por tanto, de la asamblea que tuvo lugar antes, no despu�s de la Eucarist�a.

2. Otros, en cambio, piensan que "la cena de antes" es el �gape despu�s de la Eucarist�a. En la Iglesia primitiva, a imitaci�n de Cristo, los miembros m�s ricos ten�an la costumbre de celebrar una fiesta para ricos y pobres por igual despu�s de la Sagrada Comuni�n, en se�al de amor, de ah� que se llamara el "�gape"; pero a medida que la caridad se enfri� y el n�mero de fieles aument�, se abus� de la pr�ctica; porque los ricos serv�an su propia mesa con suntuosidad, incluso embriag�ndose, y se sentaban aparte solos, siendo los pobres excluidos o no esperados, mucho menos invitados, como ver.

33 implica, y esto es lo que aqu� censura el Ap�stol. Cf. Cris�stomo ( Hom . xxiii. Moral .), Tertuliano ( Apol. 29), y Baronius in loco. Fue por esta raz�n que el Concilio de Laodicea (can. 28) aboli� el �gape.

Pero la primera explicaci�n parece mejor por las razones expuestas anteriormente; porque el �gape en tiempos de San Pablo se hac�a, no despu�s, sino antes de la Eucarist�a; aunque poco despu�s de estos primeros d�as, cuando la Iglesia dispuso que, por reverencia, la Eucarist�a se recibiera s�lo en ayunas, se guard� el �gape despu�s de la Eucarist�a, como se ver� por referencia a los pasajes de Tertuliano y Cris�stomo, citados m�s arriba. , y a s.

Agust�n ( Ep. 118). Por paridad de razonamientos este pasaje de S. Pablo se puede aplicar a los de los ricos que celebraban el �gape despu�s de la Eucarist�a; porque censura la embriaguez y la soberbia en el �gape, ya sea antes o despu�s de la Eucarist�a. Por lo que algunos protestantes se equivocan al tergiversar este vers�culo en un argumento contra las misas privadas, en las que el sacerdote solo se comunica, simplemente porque nadie m�s desea comunicarse; porque otros no est�n excluidos, es m�s, la Iglesia desea (Concilio de Trento, ses.

XXII. pueden. 6 y 8) los que oyen Misa para comunicarse. Porque no se refiere a esto el Ap�stol, ni habla en absoluto de la Eucarist�a, sino de la comida com�n llamada �gape, como he mostrado. versi�n 22 . �Qu�? �No ten�is casas para comer y beber ? &C. �Por qu� avergonz�is a los pobres que no tienen vuestras riquezas y no pueden contribuir con los manjares que pod�is a la comida com�n? Si quer�is festejar y gozar, hacedlo en casa entre vuestros iguales, no en la iglesia.

Porque si lo haces en la iglesia, pecas de dos maneras: (1.) porque contaminas la iglesia con tu propia indulgencia; (2.) porque, al descuidar y despreciar a los pobres, desgarra la Iglesia cristiana, que es com�n a ricos y pobres.

Versículo 23

lo que tambi�n os entregu�. No por escrito, como dec�a antes, sino de boca en boca. Esta es una autoridad para las tradiciones que, seg�n ense�an los te�logos ortodoxos, deben agregarse a la palabra escrita de Dios. verso 23, 24. Que el Se�or Jes�s la misma noche , &c. Aqu� se describen cinco acciones de Cristo: (1.) Tom� pan; (2.) Dio gracias al Padre; (3.) Bendijo el pan, como S.

Mateo tambi�n dice ( Mateo 26:26); (4.) �l lo rompi�; (5.) Se lo dio a Sus disc�pulos, y al d�rselo, dijo: "Tomad, comed; esto es Mi cuerpo". Estas son palabras tanto de quien da como de quien consagra.

Por lo tanto, no hay fundamento para el argumento de Calvino, quien dice que todas estas palabras "tom�", "bendijo", "fren�", "dio", se refieren �nicamente al pan, y que por lo tanto era pan lo que los Ap�stoles tomaban y com�an. , no el cuerpo de Cristo. Mi respuesta es que estas palabras se refieren al pan, no como si permaneciera pan, sino como se transform� en el cuerpo de Cristo al ser dado, por la fuerza de las palabras de consagraci�n usadas por Cristo.

De la misma manera podr�a haber dicho Cristo en Can� de Galilea: "Tomad, bebed, esto es vino", si con estas palabras hubiera querido convertir el agua en vino. As� solemos decir, Herodes aprision�, mat�, enterr�, o dej� ser sepultado, S. Juan, cuando lo que enterr� no fue lo que aprision�: aprision� a un hombre; enterr� un cad�ver. As�, y por lo tanto igual de com�n, es esta manera de hablar de la Eucarist�a que usan los evangelistas y san Pablo.

F�jate tambi�n en las palabras de Cristo: "Toma, porque esto es", etc. que �l parece haber tomado un pan, y en el acto de la consagraci�n haberlo partido en doce partes, y haber dado una parte a cada Ap�stol, y que cada uno parece haberla recibido en su mano. De ah� que existiera durante mucho tiempo en la Iglesia la costumbre de poner la Eucarist�a en manos de los fieles, como aparece en Tertuliano ( de Spectac .), en Cirilo de Jerusal�n ( Myst. Catech . 5), en San Agust�n ( Serm . . 44). Despu�s, sin embargo, se meti� en la boca para evitar accidentes y por reverencia.

Este es mi cuerpo. Los herejes dicen que esto es una forma de hablar, una metonimia o algo por el estilo, y que el significado es: "Esta es una figura de Mi cuerpo", "Esto representa Mi cuerpo".

Pero que esto no es una mera figura ret�rica es evidente (1.) por el �nfasis en la palabra " Esto ", y por las palabras, "Mi cuerpo y Mi sangre", as� como por toda la oraci�n, que es tan clara Expres� que no se podr�a haber dicho m�s claramente. A��dase a esto que las palabras fueron usadas en el �ltimo d�a de la vida de Cristo, en el momento en que dej� su testamento, instituy� una nueva y sempiterna alianza con sus disc�pulos iletrados y amados, e instituy� tambi�n este sublime sacramento, a la vez dogma. y un misterio cristiano, todas las cosas que los hombres generalmente expresan como deben hacerlo en los t�rminos m�s claros posibles.

�Qui�n puede creer que la gran sabidur�a y bondad de Cristo hubiera dado en sus �ltimas palabras una ocasi�n inevitable para la falsa doctrina y la interminable idolatr�a? lo cual ciertamente hizo si estas palabras tan claras, "Esto es mi cuerpo", fueran entendidas meramente como una forma de hablar. Si esto es cierto, entonces toda la Iglesia, durante los �ltimos 1500 a�os, ha estado viviendo en el m�s grave error e idolatr�a, y eso tambi�n a trav�s de las propias palabras de Cristo, que Lutero consider� tan claras que escribi� a los hombres de Argentum: " Si Carlstad hubiera podido persuadirme de que en el sacramento no hay nada m�s que pan y vino, me habr�a conferido una gran bondad; porque as� me habr�a opuesto totalmente al papado.

Pero estoy retenido: no hay v�a de escape abierta; porque el texto del Evangelio es demasiado aparente y demasiado convincente, su fuerza no puede ser bien eludida, mucho menos puede ser destruida por palabras o glosas forjadas en alguna cabeza enferma de cerebro .� Y Melancthon ( ad. Fred. Myconium ) dice: " Si entiendes que 'Mi cuerpo' significa 'una figura de Mi cuerpo', �qu� dificultad hay que no puedas explicar? Entonces ser� f�cil transformar toda la forma de religi�n .

"Con Servet, podr�is decir que Padre, Hijo y Esp�ritu Santo no son m�s que tres nombres de un solo Dios, no Tres Personas; que Cristo se hizo carne, pero s�lo en apariencia; que muri� y padeci�, pero s�lo como un fantasma, como ense�an los maniqueos, en fin, de esta manera, �qui�n no podr� decir que el Evangelio es el Evangelio, Cristo es Cristo, Dios es Dios en sentido figurado, y as� llegar, como muchos, a no creer nada en absoluto? � Obs�rvese c�mo los Sacramentarios abren aqu� una puerta al ate�smo.

El cardenal Hosius profetiz� muy acertadamente que los herejes con el tiempo se convertir�an en ateos, y que el fin de toda herej�a es el ate�smo. Cuando se apartan de la verdad cat�lica y caen en la herej�a, y no encuentran en ella nada fijo, ni firme, ni duradero, lo que les queda sino abjurar de sus opiniones her�ticas y no creer en nada, y convertirse en aquello de lo que canta el salmista (Sal 14:1). ), "�Dijo el necio en su coraz�n: No hay Dios?" Ojal� no vi�ramos diariamente la verdad de esto.

Una vez m�s, no s�lo Pablo, sino tambi�n Mateo, Marcos y Lucas registran la instituci�n de la misma manera y con las mismas palabras: "Esto es mi cuerpo, esta es mi sangre". Ninguno, entonces, puede decir que es una figura del lenguaje, o sostener que uno explica al otro donde est� oscuro. Erasmo qued� convencido por este argumento, y respondi� a los intentos de Conrad Pellican de convertirlo al zwinglianismo: " Siempre he dicho que nunca podr�a llevar a mi mente a creer que el verdadero cuerpo de Cristo no estaba en la Eucarist�a, especialmente cuando el escritos de los evangelistas y S.

Pablo habla expresamente del cuerpo como dado y de la sangre como derramada... Si te has persuadido de que en la Sagrada Comuni�n no recibes nada m�s que pan y vino, yo preferir�a sufrir todo tipo de sufrimiento y ser desgarrado. miembro, que profesar lo que haces; ni permitir� que me hagas partidario o asociado de tu doctrina; y as� sea mi porci�n nunca ser separado de Cristo. Am�n ".

2. Si en la Eucarist�a el pan sigue siendo pan, entonces la figura del pan ha sucedido a la figura del cordero. �Qui�n hay que no vea que est� mal decir que eso puede ser? El cordero inmolado bajo la Ley Antigua era una representaci�n m�s clara de Cristo sufriendo que el pan de la Ley Nueva. Nuevamente, el cordero habr�a sido un tipo pobre de la Eucarist�a si es, como dice Calvino, pan y nada m�s. Cualquiera preferir�a tener el cordero, por s� mismo y como figura de Cristo, que el pan.

3. Esto es a�n m�s evidente en la consagraci�n de la copa. "Esta es mi sangre del nuevo testamento, que por vosotros es derramada" palabras que son m�s claras en S. Lucas 22:20 "Esta copa es el nuevo testamento en mi sangre, que es derramada por vosotros". El relativo en este vers�culo indudablemente se refiere a "copa". S. Lucas, por tanto, dice que la copa, o c�liz de la sangre de Cristo, fue derramada por nosotros; por lo tanto, en este c�liz hab�a verdaderamente la sangre de Cristo, de modo que, cuando se bebi� de este c�liz, no se derram� vino, que estaba antes de la consagraci�n, y, como dicen los herejes, permanece tambi�n despu�s de la consagraci�n, pero la sangre de Cristo, que estaba contenido en �l despu�s de la consagraci�n; porque este es el significado de "la copa de mi sangre que es derramada por vosotros".

"De lo contrario, fue una copa de vino, no de sangre, lo que se derram� por nosotros, y Cristo nos hubiera redimido con una copa de vino, lo cual es absurdo. Esto aparecer� a�n m�s claramente en el vers�culo siguiente. Tampoco puede se puede decir, como lo hace Beza, que el texto est� corrupto, porque todas las copias y comentaristas lo leen como lo hacemos nosotros, y siempre lo han le�do as�.

4. Todos los evangelistas y san Pablo explican lo que significa "este cuerpo" a�adiendo "que por vosotros es dado" o, como dice san Pablo, "que por vosotros es partido". Pero no fue la figura del cuerpo, sino el verdadero cuerpo de Cristo el que fue dado y "partido por nosotros"; por lo tanto, fue el verdadero cuerpo de Cristo el que Cristo dio a Sus Ap�stoles. Adem�s, S. Pablo dice: "Cualquiera que comiere este pan... indignamente ser� culpable del cuerpo y de la sangre del Se�or". Por lo tanto, aqu� hay realmente "el cuerpo y la sangre del Se�or", y el que lo manipula y lo toma indignamente lo da�a.

En resumen, los Padres griegos y latinos de todas las �pocas explican literalmente estas palabras de consagraci�n. As� los entendi� la Iglesia durante 1050 a�os, hasta la �poca de Berengario. Fue el primero que ense�� p�blicamente lo contrario, siendo un hombre sin instrucci�n, pero ambicioso de obtener el nombre de un nuevo maestro. Porque J. Scotus y Bertram, quienes, en una fecha anterior, sostuvieron las mismas opiniones que Berengarius, eran poco conocidos, y fueron refutados y silenciados de inmediato por Paschasius Radbert y otros.

Esta opini�n de Berengario fue inmediatamente opuesta como un dogma que hab�a visto la luz por primera vez por Lanfranc, arzobispo de Canterbury, Guidmund, Alger y toda la Iglesia cat�lica. El error de Berengario fue condenado en un concilio celebrado en Versalles, bajo Le�n IX, y en otro celebrado en Tours, bajo V�ctor II, en el que estuvo presente Berengario, y siendo condenado, abjur� de inmediato de su herej�a, pero habiendo reca�do , fue condenado una vez m�s en un concilio romano de 113 obispos, bajo Nicol�s II.

, y sus libros fueron quemados. Habiendo vuelto a caer, conden� su error en un tercer concilio romano, bajo Gregorio VII, y pronunci� la siguiente confesi�n de fe dada por Thomas Wald. ( de Sacram . vol. ii. c. 43): " Yo, Berengario, creo con mi coraz�n y profeso con mi boca que el pan y el vino est�n cargados en la carne y la sangre verdaderas, reales y vivificantes de nuestro Se�or Jesucristo, y que, despu�s de la consagraci�n, est� Su verdadero cuerpo que tom� de la Virgen, y que est� la misma sangre que fluy� de Su costado, no meramente como se�al, sino en sus propiedades naturales, y en realidad de sustancia .

"Ojal� los que siguen a Berengario ahora en su error lo siguieran tambi�n en su arrepentimiento. La herej�a de Berengario ha sido renovada en el presente siglo por Andr�s Carlstadt, a quien Lutero se opuso inmediatamente. Carlstadt fue seguido por Zwingli, �l por Calvino; y, sin embargo, no hay un solo art�culo de fe que tenga tan firme apoyo de todos los Padres y de toda la Iglesia como este de la realidad del cuerpo de Cristo en la Eucarist�a.

La misma verdad ha sido definida en ocho Concilios Generales, el Primero y Segundo de Nicea, el Romano bajo Nicol�s II, el de Letr�n, los de Vienne, de Constanza, Florencia y Trento, as� como por muchos s�nodos provinciales. Si alguno duda de esto, que lea a Juan Garecio, que da por orden los testimonios de los Padres durante diecis�is siglos despu�s de Cristo, y de los Concilios de cada siglo, que igualmente un�nimemente y claramente confiesan esta verdad.

Tambi�n presenta la profesi�n de la misma fe dada por las Iglesias de Siria, Etiop�a, Armenia e India. Que lea tambi�n Belarmino ( de Eucharisti� ), que da y comenta las palabras de cada uno. Quien los lea ver� que esta ha sido la fe de la Iglesia en todos los tiempos, de modo que Erasmo bien podr�a decir a Louis Beer: " Nunca me persuadir�s de que Cristo, que es Verdad y Amor, sufrir�a tanto tiempo a Su amada esposa ". permanecer en un error tan abominable como el de adorar un pedazo de pan en lugar de �l mismo �.

Y aqu� aparece el arte y el ingenio de Zwinglio, Calvino y sus amigos. Presentan una nueva visi�n de la Eucarist�a y ense�an que en ella no existe realmente el cuerpo de Cristo, sino simplemente una figura del cuerpo. �C�mo lo prueban? De las Escrituras. Pues bien, que se estudien las palabras, que se lean todos los evangelistas, que se lea tambi�n a Pablo, y que se diga si ellos los sostienen a ellos oa nosotros y la ense�anza recibida de la Iglesia.

�Qu� m�s proclaman todos claramente sino un cuerpo, y ese cuerpo dado por nosotros? �Qu� otra cosa sino sangre derramada por nosotros? �D�nde hay lugar aqu� para la sombra, la figura o el tipo? Pero dicen que estas palabras deben explicarse en sentido figurado. Admite, entonces, que las palabras de la Escritura no te favorecen, porque dices que la mente de la Escritura debe determinarse en otra parte que en las palabras de la Escritura. �C�mo, entonces, prueba que estas palabras deben explicarse figurativamente? Si son ambiguos, �de d�nde ha de buscarse la exposici�n? �Qui�n pondr� fin a la contienda sino la Iglesia, que es columna y baluarte de la verdad que le han legado los Padres? �Qu� sino la autoridad primitiva de los Padres, la tradici�n de nuestros antepasados ??y el consentimiento de las primeras edades de la Iglesia? Citamos y alegamos a los Padres de cada siglo, a todos nuestros antepasados,

�Qu� queda, pues, sino seguir las claras palabras de la Escritura, y la clara exposici�n de los Padres y de toda la Iglesia en todos los tiempos? Y, sin embargo, te adhieres obstinadamente a tu explicaci�n figurativa. �Qu� Escritura te apoya cuya autoridad qu� raz�n? S�lo puedes decir que tu herej�a as� lo ha determinado, y que sigues la trompeta de Lutero. As� pienso, as� elijo, as� har�, as� determino: que mi voluntad haga en lugar de la raz�n. Esta es la �nica base que tienes para todas tus creencias.

Melancton escribi� mucho m�s acertadamente y m�s s�lidamente sobre esto ( de Ver. Corp. et Sang. Dom .): " Si, confiando en la raz�n humana, niegas que Cristo est� en la Eucarist�a, �qu� dir� tu conciencia en el momento de la prueba? �Qu� raz�n traer� para apartarse de la doctrina recibida en la Iglesia? Entonces, las palabras: "Esto es mi cuerpo", ser�n rayos. �Qu� les opondr� su mente aterrorizada? �Con qu� palabras de la Escritura, con qu� �Se fortalecer� y se persuadir� de las promesas de Dios de que estas palabras deben necesariamente ser tomadas metaf�ricamente, cuando la Palabra de Dios debe ser escuchada antes del juicio de la raz�n?"En todo caso, en la hora de la muerte, y en ese d�a terrible cuando estemos ante el tribunal de Cristo, para ser examinados de nuestra vida y fe, si Cristo me pregunta: "�Por qu� cre�ste que mi cuerpo estaba en la Eucarist�a? Puedo responder confiadamente: "Lo cre�, oh Se�or, porque T� lo dijiste, porque T� me lo ense�aste.

No explicaste Tus palabras como una figura, ni Yo me atrev� a explicarlas as�. La Iglesia los tom� en su significado simple, y yo los tom� como lo hizo la Iglesia. Estaba persuadido de que esta fe y esta reverencia se deb�an a Tus palabras y a Tu Iglesia".

Si Cristo le pregunta al calvinista: "�Por qu� desviaste Mis palabras de su significado propio y las convertiste en una forma de hablar?" �Qu� respuesta dar�? "Pens� que deb�a hacerlo as�, porque mi raz�n no pod�a entender c�mo pod�an o deb�an ser verdad". �Pero�, les responder�, ��cu�l debieron ustedes haber escuchado a su raz�n, que tiene la debilidad humana, o mi palabra, que es todopoderosa, que nada puede ser m�s verdadero? La raz�n dict� a los gentiles que creyeran en Yo como Dios, cuando nac�, sufr� y crucific�, fui una locura.

Sin embargo, pensasteis y cre�steis que deb�ais creer todo esto acerca de M�, y fuisteis persuadidos de ello s�lo por las palabras de la Escritura, que lo dicen con sencillez. �Por qu�, pues, en este �nico art�culo de la Eucarist�a os atrevisteis a interpretar lo que expresamente he dicho, por la regla de vuestra raz�n, seg�n la medida de vuestro cerebro? �Por qu� no te inclinaste ante la exposici�n autorizada de la Iglesia de todos los tiempos? �Por qu� desear ser m�s sabio que ella?" �Qu� respuesta dar�? �C�mo se excusar� ad�nde volverse? Que cada uno piense seriamente en esto antes de que sea demasiado tarde, que se someta a la palabra de Dios y a la Iglesia con obediencia humilde y leal, para que no sea ??avergonzado en aquel d�a del Se�or, y reciba su suerte con los incr�dulos en el lago de fuego que arde con fuego y azufre, para que no oiga las palabras del trueno: Apartaos de m�,

Tampoco se maraville de tan admirable misterio en la Eucarist�a, cuando Cristo, durante toda su vida, fue admirable por sus misterios (Is 9, 6); y cuando tambi�n de �l dice Isa�as (Is 45, 15): "En verdad T� eres un Dios que te escondes, oh Dios de Israel, el Salvador." Si un �ngel se ocultara bajo la forma de la Hostia, estar�a realmente all� aunque escondido; ver�as, tocar�as y probar�as s�lo el pan, no un �ngel; sin embargo, creer�as que un �ngel est� escondido debajo de �l si un �ngel o un profeta lo hubiera dicho.

�Por qu�, pues, del mismo modo, no cre�is que Cristo est� escondido bajo la Hostia, cuando lo dice el mismo Cristo, que no puede mentir? Porque Dios, que es Todopoderoso, puede dar sobrenaturalmente este modo de existencia espiritual, invisible, indivisible al cuerpo de Cristo en la Eucarist�a. Que nadie, pues, diga sin fe: "�C�mo puede estar Cristo en una Hostia tan peque�a?" Que piense que Cristo est� all�, como podr�a estarlo un �ngel; que no se pregunte el modo, sino que abrace el maravilloso amor de Cristo, cuyas delicias est�n con los hijos de los hombres, que se dispusieron a pasar del mundo al Padre; como dice S. Juan (Jn 13,1), "habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los am� hasta el extremo"; y de quien dice el verso de Santo Tom�s "Por nacimiento su Pr�jimo era �l,

Su carne al sentarse a la mesa;

�l muri� para ser su Redentor;

�l siempre reina, su gran Recompensa".

para que por Su amor �l pudiera obligar a nuestro amor a cambio, para que tan a menudo como veamos y tomemos parte en estos misterios, podamos pensar en �l dirigi�ndose a nosotros con las palabras: "As� que Cristo se da aqu� totalmente a ti; da, es m�s, entr�gate por completo a �l".

Tal vez objetar�s que la Eucarist�a es llamada "pan y fruto de la vid", es decir , vino, en S. Juan 6:57 , S. Mateo 26:29 . Respondo que en el relato de la instituci�n de la Eucarist�a nadie lo llama pan, si est� en otra parte, y tambi�n que "pan" all� denota cualquier tipo de alimento. (Ver nota en x. 17). De modo que el vino puede significar cualquier tipo de bebida, ya que es la bebida com�n entre los jud�os, como lo es ahora en Espa�a, Italia, Francia y Alemania.

Pero la mejor respuesta es que Cristo aplic� el nombre "fruto de la vid", no a lo que estaba en el c�liz eucar�stico, sino a lo que estaba en la copa de la cena pascual. Porque, como dijo del cordero (S. Lucas 22:16 ), "No comer� de �l hasta que se cumpla en el Reino de Dios", as� de la copa del cordero, "No beber� del fruto de la vid hasta que venga el Reino de Dios.

Porque S. Lucas claramente hace una distinci�n, no observada por S. Mateo y S. Marcos, entre el cordero y la copa de la cena pascual, y relata que Cristo habl� de ambos antes de la Eucarist�a ( Lucas 22:17 ). Cristo simplemente quer�a decir que no vivir�a despu�s con ellos, ni participar�a en la cena com�n, como lo hab�a hecho hasta entonces, porque iba a la muerte, como dicen Jer�nimo, Teofilacto y otros en sus comentarios sobre el pasaje.

Quiz� puedas objetar, en segundo lugar, que las palabras "Esto es mi cuerpo" son un modo sacramental de hablar y, por lo tanto, son t�picas y figurativas.

Pero niego que esto se sigue; porque este es un modo sacramental de hablar, porque con estas palabras se obra un verdadero sacramento, a saber, porque, bajo las especies del pan y del vino como signos visibles, est� presente el cuerpo mismo de Cristo. Las palabras no son sacramentales en el sentido de ser t�picas o figurativas, porque los sacramentos propiamente hablando significan lo que contienen y efect�an. Porque un sacramento es un signo visible de una realidad invisible que causa y efect�a, como, p.

g ., cuando decimos, "Yo te bautizo", es decir , "te lavo", el significado no es, "Te doy una se�al o figura de lavado", sino estrictamente, "Por este sacramento lavo tu cuerpo, y con esto lavo tu alma de las manchas de tus pecados". As� que cuando decimos: "Te absuelvo", "Te confirmo", "Te unjo", se quiere decir, no una absoluci�n, confirmaci�n y unci�n del cuerpo y del alma, no figurativas sino reales y apropiadas.

Por lo tanto, si Cristo, cuando dijo "cuerpo", hubiera querido decir "figura de mi cuerpo", deber�a haberse explicado y dicho: "Hablo, no solo sacramentalmente, sino figuradamente", de lo contrario habr�a dado a los Ap�stoles y para toda la Iglesia una ocasi�n evidente para el m�s grave error. No tiene entonces base la conclusi�n de que Cristo est� en la Eucarist�a como en un sacramento, es decir, en sentido figurado o t�pico, como el comentario atribuido a S.

Ambrosio dice, en el que es seguido por algunos de los Padres, y que por lo tanto �l no est� realmente all�, sino s�lo en sentido figurado; debe inferirse lo contrario. Cristo, por lo tanto, no est� all� en sentido figurado, sino verdadera y propiamente; porque un sacramento significa lo que est� realmente presente, no lo que est� falsamente ausente. Como, pues, es v�lida la conclusi�n de que donde hay humo hay fuego, porque el humo es el signo de la presencia del fuego; y adem�s este cuerpo respira, por lo tanto la vida est� presente en �l, porque la respiraci�n es un signo de vida, as� tambi�n se sigue con raz�n que el cuerpo de Cristo est� en la Eucarist�a como en un Sacramento; por tanto, �l est� realmente all�, porque el Sacramento y las especies sacramentales significan que ellas, como verdaderos sacramentos del cuerpo de Cristo, lo contienen verdaderamente.

Quiz� objet�is, en tercer lugar, que Cristo dijo (S. Jn 6, 63): "El Esp�ritu es el que da vida, la carne para nada aprovecha"; por lo tanto, la carne de Cristo no est� presente y no se come en la Eucarist�a.

3. Respondo que no se puede decir sin impiedad que la carne de Cristo, sufriente y crucificado por nosotros, no nos aprovecha nada. De hecho, el mismo Cristo ense�a todo lo contrario a esto a lo largo de S. Juan 6:35-65 . �l dice en tantas palabras que Su carne nos aprovecha grandemente. Su sentido es pues, como se�ala S. Cyril, (1.

) que la carne de Cristo no tiene su poder vivificante en la Eucarist�a de s� misma, sino del Esp�ritu, es decir, de la Deidad del Verbo, a la que est� hipost�ticamente unida. (2.) Que esta manducaci�n, como dice S. Cris�stomo, de la carne de Cristo en la Eucarist�a no es carnal: que no la apretamos con los dientes, como la carne de toro, sino que la comemos de manera espiritual, uno adecuado a la naturaleza del esp�ritu, a saber.

, misteriosamente sacramentalmente, invisiblemente. Pues aqu� com�is la carne de Cristo exactamente de la misma manera que os alimentar�ais y os apropiar�ais de la sustancia de un �ngel, si estuviera oculto en el sacramento. Lo contrario de esto fue lo que entendi� la gente no espiritual de Cafarna�m, y es solo contra ellos que Cristo dice estas palabras. Por eso procede a decir: "Las palabras que yo os he hablado son esp�ritu y son vida.

En otras palabras, �Son espirituales, y deben ser entendidas espiritualmente: no comer�is Mi carne en el sentido carnal de estar ensangrentada, cortada en pedazos y masticada, sino s�lo de una manera espiritual, como si fuera un esp�ritu echado�. invisible e indivisiblemente bajo el Sant�simo Sacramento.� De la misma manera, �Mis palabras son vida�, que est� llena de vida, dando vida al que oye, cree y come Mi carne.

4. Quiz� insistir�is de nuevo en que parece imposible que Cristo, siendo tan grande, est� en una Hostia tan peque�a y en tantos altares diferentes, y que parece incre�ble que Cristo est� all�, sujeto a la posibilidad de ser comido. por ratones o vomitado, &c.

Respondo al primero: "Con Dios todo es posible". Por eso decimos: "Creo en Dios Padre Todopoderoso". Dios puede hacer m�s de lo que un hombre miserable, es m�s, m�s de lo que todas las huestes de �ngeles y hombres pueden concebir, de lo contrario �l no ser�a Dios. Adem�s, la fe trasciende la capacidad humana: estos misterios son materia de fe, no de raz�n. "Fe", dice S. Agust�n ( en Joan. Tract. 27 y 40), "es creer lo que no ves". Y S. Gregorio ( en Evang. Hom. xxvi.) dice: "La fe no tiene m�rito donde la raz�n humana proporciona pruebas". Santo Tom�s, pues, bien canta de este sacramento

Información bibliográfica
Lapide, Cornelius. "Comentario sobre 1 Corinthians 11". El Gran Comentario Bíblico de Cornelius a Lapide. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/clc/1-corinthians-11.html. 1890.
 
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