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Bible Commentaries
1 Corintios 13

Gran Comentario Bíblico de LapideComentario de Lapide

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Versículos 1-13

CAP�TULO 13

SINOPSIS DEL CAPITULO

i. Se�ala que de todos los dones y gracias, la caridad es el primero, y que sin caridad ning�n don o virtud sirve de nada.

ii. Enumera (v. 4) las diecis�is condiciones de la caridad, o los modos de su manifestaci�n hacia el pr�jimo.

iii. Muestra (v. 8) la eminencia de la caridad por el hecho de que permanecer� en el cielo, cuando la fe se transforme en visi�n y la esperanza en fructificaci�n.

Todo este cap�tulo es un elogio de la caridad. El Ap�stol trata de la caridad con tanta extensi�n, no s�lo porque la caridad es la reina de todas las virtudes, sino tambi�n porque quiere por la caridad, como por una medicina muy eficaz, curar el orgullo y las divisiones de los corintios; porque la caridad hace que los superiores no desprecien a los inferiores, y que los inferiores no se sientan amargados cuando sus superiores son preferidos antes que ellos.

Pero, sobre todo, les encomienda como don excelent�simo la caridad, para que la busquen antes que el don de lenguas, o de profec�a, o de milagros, que los corintios sol�an tener por m�s importantes. Y es por esto que, al preparar su paso a la caridad, dijo, al final del cap�tulo anterior: " Codiciad los mejores dones; y sin embargo, os muestro un camino m�s excelente ", a saber, el de la caridad.

aunque yo hable lenguas humanas y ang�licas. Algunos sostienen que la lengua de los �ngeles es hebrea, y que esta fue la lengua usada por Dios, los �ngeles y Ad�n en el Para�so (de lo cual ver m�s abajo, ver. 8). En segundo lugar, Glossa, Durandus, Greg. Ariminense (en 2 dist. 9, qu. 2), y Molina (i p. qu. 106 art. i.) piensan de este pasaje del Ap�stol, que los �ngeles hablan como hombres, no s�lo por formas impresas en el �ngel que oye, sino tambi�n por gestos y signos, signos espirituales (puesto que son como una especie de conversaci�n espiritual y una forma de hablar), impresos en ellos en su creaci�n, como la lengua hebrea fue impresa en Ad�n.

De ah� que Franciscus Albertinus ( Lib. Corollariorum Theologicorum Corollario ii) diga que cada �ngel tiene su propia lengua, diferente de la lengua de todos los dem�s �ngeles, porque el Ap�stol dice: "Aunque yo hable con lenguas de �ngeles", no con la lengua . Pero parece que de aqu� se sigue que si los �ngeles hacen uso de estas se�ales y le hablan a uno, no pueden ocultarlas a los dem�s; porque nada natural puede practicar el ocultamiento sino s�lo lo que es libre; pero estos signos son naturales, impresos en ellos con su naturaleza en su creaci�n.

De donde otros, con Santo Tom�s, piensan que los �ngeles hablan de esta manera, que dirigen sus pensamientos a otro, y forman un deseo de hac�rselos conocer, y que luego, del justo nombramiento de Dios y su encuentro, un se forma el objeto proporcionado, y que este se coloca como si estuviera dentro de una esfera de conocimiento, y se vuelve inteligible para �l, a quien se quiere hablar, y no para otro, de modo que �l y nadie m�s ve y entiende este objeto colocado como estaba ante sus ojos; de lo cual algunos concluyen que los �ngeles por su naturaleza no pueden mentir.

Pero lo contrario parece m�s cierto, a saber, que pueden mentir; porque los �ngeles pueden formar en su intelecto un concepto falso, y opuesto al juicio de su mente, y pueden dirigirlo al otro, a quien, de esta manera, hablan: as� como el hombre forma un modo falso de hablar y el que se opone a su juicio cuando miente. Porque los �ngeles no exhiben a la vista de los dem�s los mismos actos de su voluntad en s� mismos, es decir, las mismas voliciones e intenciones, sino que forman en su mente conceptos de estas acciones, sean verdaderas o falsas, seg�n su voluntad, y representarlos ante aquel a quien hablan. Pero podemos dejar que estos puntos sean discutidos y resueltos m�s a fondo por los escol�sticos.

Las lenguas de los �ngeles aqu� mencionadas no se dirigen, pues, a los sentidos, como piensa Cayetano, sino al intelecto, ya que estas lenguas son los conceptos mismos de los �ngeles, perfect�simos y hermos�simos. Las lenguas de los �ngeles es ciertamente una prosopopeya y una hip�rbole, es decir, denota una lengua exquisita. As� que decimos en frases comunes: "�l habla divinamente"; por una hip�rbole similar se dice "el rostro de un �ngel", es decir, un rostro hermos�simo.

As� hablan Teodoreto y Teofilacto, porque, como sabemos, los �ngeles son hermos�simos en s� mismos, y se muestran tales, tanto en apariencia como en habla, cuando asumen un cuerpo. Por lo tanto, Pablo aqu�, como en otros lugares despu�s, habla de una suposici�n por hip�rbole, principalmente por el bien del �nfasis. Su significado es: Si hubiera lenguas de �ngeles que sobrepasaran al hebreo, griego, lat�n, y yo las conociera, pero no las usara para el bien de mi pr�jimo, �qu� otra cosa ser�a sino una palabrer�a vac�a y ruidosa? As� que Gal. i. 8; ROM. viii. 39. Aqu� Pablo se�ala a los corintios, quienes sol�an admirar el don de lenguas m�s que otros dones.

Un c�mbalo que reti�e , emitiendo un sonido incierto y confuso. El griego ????????? es una onomatopeya y denota el sonido "alala, alala". As� Apion Grammaticus, debido a su locuacidad, fue llamado "el c�mbalo del mundo" (Suetonius, Lib. de Pr�claris Grammaticis ).

Versículo 2

Aunque tuviera toda la fe, como para mover monta�as, y no tengo caridad, nada soy. Erasmo piensa que se trata de una ficci�n hiperb�lica, como si dijera: "La caridad supera con creces a la fe", como nosotros decimos: "S�lo la virtud es la �nica nobleza". Pero esto es demasiado fr�o; porque en el verso siguiente, hablando de la limosna y del martirio, si falta la caridad, dice, de nada me sirve.

Por lo tanto, no soy nada importante, no valgo nada y no tengo gracia en la presencia de Dios; y en verdad, porque el justo es de alguna cuenta delante de Dios, los dem�s hombres, siendo injustos, son, a los ojos y estimaci�n de Dios, como nada. En otras palabras, sin caridad nada aprovecha, nada hace amistad con Dios; no hay nada que gane al hombre la justicia y la salvaci�n, ni siquiera la fe, aunque sea la m�s grande y la m�s excelente, de modo que pueda mover monta�as, como la que ten�a Gregorio Taumaturgo, quien, por su fe, movi� una monta�a de su lugar , para hacer un lugar para construir una iglesia, como narra Eusebio ( Hist. lib. 7, v. 25).

Dir�s, pues, que si un penitente se ejercita en buenas obras antes de la reconciliaci�n, de nada le aprovechan. Algunos responden que le aprovechan, porque el penitente, dicen, tiene caridad, no la caridad infusa que hace justo, sino la caridad que es un amor sincero hacia Dios, por el cual anhela la reconciliaci�n. Pero este afecto no es ni puede llamarse caridad; porque la Sagrada Escritura, aqu� y en otras partes, llama a la caridad la virtud m�s eminente, mayor que la fe y la esperanza, que nos hace amigos de Dios.

En segundo lugar, porque los afectos del temor, la esperanza y la fe disponen a la justicia, por lo tanto son algo, incluso sin el afecto de ese amor. Respondo: Las buenas obras aprovechan al pecador que no se arrepiente, a menos que siga la caridad. Porque as�, dice, la limosna de nada aprovecha, como se ver� en el ver. 3. Porque la disposici�n por s� misma es in�til y sin valor a menos que siga la forma en que se dispone; luego las obras sin caridad nada son, es decir, no confieren justicia ni salvaci�n; y el hombre sin caridad nada es en cuanto al ser espiritual, en el cual, por regeneraci�n sobrenatural, recibe un ser sobrenatural y divino, y es hecho nueva criatura de Dios, hijo y heredero de Dios. De ah� se sigue que la fe sola no justifica.

Beza responde que aqu� s�lo est� en cuesti�n la fe que hace milagros; porque la fe que justifica, que se aferra a la misericordia de Dios en Cristo, puede separarse de la caridad ciertamente en el pensamiento, pero no en la realidad, como la luz del fuego. Pero por otra parte, puesto que la fe que hace milagros incluye y presupone la fe propiamente dicha, que es el principio de la justificaci�n (es m�s, la fe que hace milagros es la fe m�s excelente, como aqu� da a entender el Ap�stol cuando dice: "Aunque yo tened fe para que pudiera mover monta�as"), por lo tanto, si la fe que hace milagros puede existir sin la caridad, tambi�n podr� ser fe que justifica. En segundo lugar, el Ap�stol dice "toda la fe", lo que Beza traduce deshonestamente "toda la fe:" si es todo, por lo tanto tambi�n justifica.

En tercer lugar, el Ap�stol nos ense�a (vers. 3 y 13) que la fe y la esperanza, tanto teologales como justificantes, permanecen s�lo en esta vida, mientras que la caridad permanece tambi�n en la vida futura; luego la fe est� separada de la caridad. As� Cris�stomo, Anselmo, Teofilacto y otros; y especialmente S. Agust�n ( de Trin. lib. xv. c. 18) dice: "La fe, seg�n el Ap�stol, puede ser sin caridad; no puede ser provechosa"; y en su serm�n sobre las tres virtudes fe, esperanza y caridad (tom.

x.), habla s�lo de la caridad, "que distingue entre los hijos de Dios y los hijos del diablo, entre los hijos del Reino y los hijos de la perdici�n"; y de nuevo ( Lib,. de Natur� et Grati� , c. ult.) dice: "La caridad comenzada es la justicia comenzada; la caridad aumentada es la justicia aumentada; la caridad perfeccionada es la justicia perfeccionada". Ver Belarmino ( de Justificatione.

liberaci�n ic 15). He dicho qu� fe que obra milagros (cap. xii. 9); por qu� ha de atribuirse a la fe la operaci�n de los milagros, ense�a Santo Tom�s ( de Potenti� , qu. 6, art. 9). versi�n 3 Y aunque doy todos mis bienes. El verbo griego significa poner en la boca de los ni�os o de los enfermos pan, o comida, en migajas como partidas, como he dicho (Rom 12:20); aqu�, sin embargo, denota gastar toda la sustancia de uno para tal prop�sito.

Si doy mi cuerpo para ser quemado, y no tengo caridad, de nada me sirve. Dir�s, el martirio, entonces, puede ser sin gracia y caridad, con pecado y condenaci�n. Tenga en cuenta en primer lugar, como uno puede dar limosna, uno puede entregar su cuerpo de diferentes maneras y por diferentes motivos, por ejemplo , por la patria, por el pr�jimo, por la correcci�n del cuerpo, por la vanagloria, o tambi�n por la fe. , por amor de Cristo y de Dios y luego es martirio.

En segundo lugar, el martirio es un acto que brota de la virtud de la fortaleza, ordenado muchas veces por la caridad; aun as� puede ordenarse, no por la caridad, sino por otra virtud, como por la religi�n o la obediencia; ej ., si un hombre se ofrece al martirio, para honrar a Dios u obedecerle. Estas acciones, sin embargo, fluyen de un amor general a Dios. En tercer lugar, el martirio, cualquiera que sea la virtud que brota, confiere la gracia justificante, incluso la primera, por el mero hecho de realizarse, como ense�an los te�logos; y por consiguiente da caridad, y no puede separarse de ella como de su fin.

Digo, pues, en primer lugar, que el Ap�stol habla en t�rminos generales de toda entrega del cuerpo para ser quemado: si alguno lo hace por su patria, como lo hizo Mucio Sc�vola, que queriendo matar al rey Porsena cuando estaba sitiando Roma, se equivoc�, y cay� en poder de sus enemigos; luego, para mostrar cu�n poco tem�a la muerte por su patria, se quem� la mano, "Para que sepas", dijo a Porsena, "cu�n vil es el cuerpo a los ojos de nosotros que buscamos la gloria"; o si lo hace por fama vac�a, como lo hizo Peregrinus, quien, para obtener para s� un nombre inmortal, se arroj� en los juegos ol�mpicos en una pira para ser consumido, como atestigua Luciano, un testigo presencial; o si alguno se entrega al fuego por la fe de Cristo, manteniendo al mismo tiempo el odio hacia su pr�jimo, o el deseo de cometer el pecado mortal: cuyo martirio es material, no formal; porque entonces es sin caridad y de nada aprovecha, como dicen D. Tom�s, Anselmo y Teodoreto.

Por eso digo en segundo lugar que el Ap�stol tambi�n habla de dar el cuerpo en el martirio material y formal, pero hipot�ticamente, es decir , si el martirio pudiera ser sin caridad, de nada aprovechar�a. As� S. Cris�stomo y Teofilacto. De donde Teodoreto y San Basilio ( Epis. 75 ad Neoc�sarienses ) observan que aqu� hay una hip�rbole. Pero, si quer�is, el Ap�stol habla, no meramente hipot�ticamente, sino absolutamente.

Digo en tercer lugar, el martirio antecedentemente, ya sea por el mero hecho de ser realizado, en cuanto que su obra se considera en s� misma, o en cuanto se considera el m�rito de quien sufre el martirio, puede ser sin caridad, p . si uno que vive en pecado mortal est� dispuesto a morir por la fe de Cristo, cuando a�n no tiene caridad, de nada le aprovecha el martirio. Sin embargo, en consecuencia, por el mero hecho de ser obrado, el martirio lleva siempre a su fin a la caridad; porque por el mismo hecho de que alguno, incluso un pecador, muere por la fe, se le infunde la caridad y la justicia como del acto mismo, y de esta manera el martirio aprovecha eminentemente.

As�, pues, ser� el sentido del Ap�stol: El martirio de nada aprovecha si no va antes, sigue o acompa�a la caridad, ya sea como fuente o como fin y efecto del martirio. As� Santo Tom�s, Cayetano y Francisco Su�rez (p. 3, qu. 69, disp. 29, sec. 2). Anselmo dice: "Sin caridad nada aprovecha, por excelente que sea; con caridad todo aprovecha, por vil que sea, y se vuelve dorado y divino".

de nada me sirve . No soy ayudado, no recibo ning�n beneficio, es decir , hacia la justificaci�n y la salvaci�n. As� Efr�n., "Tan grande es la caridad que, si falta, las dem�s cosas se consideran vanas; si est� presente, lo poseemos todo", dice S. Agust�n (tom. iii. Sententia , 326).

Versículo 4

La caridad sufre mucho y es bondadosa. Ambrosio dice: "La caridad es altiva" (as� tambi�n S. Cipriano y Tertuliano, de Patienti�i , c. 12, l�ase), "y es agradable". N�tese que la caridad es longanimidad, no formalmente, sino como causa, porque produce paciencia y bondad; porque la paciencia, as� como la bondad, es un acto no provocado sino ordenado por la caridad. Tertuliano ( de Patienti� , c.

2) ense�a bellamente que ninguna virtud es perfecta si no tiene a la paciencia como compa�era, por lo que en todas las bienaventuranzas que Cristo (en S. Mateo 5 ) enumera, debe entenderse tambi�n la paciencia. Ense�a tambi�n (c. 12) que los tesoros de la caridad son retenidos por la disciplina de la paciencia, y que la caridad misma es ense�ada por la paciencia como su maestra; porque, exponiendo estas palabras del Ap�stol, "la caridad sufre mucho", dice: El amor, el gran misterio de la fe, �por medio de qui�n se ense�a sino por el de la paciencia? Amor , dice,es de alma alta, por lo que adopta la paciencia; ella hace el bien, as� que la paciencia no hace el mal; no envidie que tambi�n es propiedad de la paciencia; no sabe nada de libertinaje, ha sacado su modestia de la paciencia; no se envanece, no se comporta indecorosamente porque eso no pertenece a la paciencia. Pero �qu� le quedar�a a la impaciencia? Por eso dice: El amor todo lo soporta, todo lo soporta, es decir, porque es paciente .

De ah� que S. Agust�n ( de Moribus Eccl . c. 15) defina luego la fortaleza: "La fortaleza es el amor que soporta f�cilmente todas las cosas por amor de Dios". Del mismo modo define por amor las otras tres virtudes cardinales, que son formas diferentes del amor. " Podemos decir ", dice, " que la templanza es amor que se conserva puro e incorrupto para Dios; que la justicia es amor, sirviendo s�lo a Dios, y por la misma causa que ordena debidamente otras cosas que han sido puestas bajo el hombre; que la prudencia es amor, discerniendo correctamente entre aquellas cosas por las cuales Dios es servido, y por las cuales Su servicio es obstaculizado .

De nuevo (c. xxii.) dice: " Ese amor que debemos tener hacia Dios, inflamado de toda santidad, se llama templado en las cosas que no se deben buscar, y valiente en las cosas que se pueden perder ". poco despu�s: " No hay nada tan duro, tan acerado, que no pueda ser vencido por el fuego del amor. Por el amor, cuando el alma se apresura hacia Dios, elev�ndose por encima de las contaminaciones de la carne, volar�, libre y maravillosamente, en las alas hermos�simas y cast�simas, por las que el amor puro aspira al abrazo de Dios .

"Toda virtud, pues, es amor y caridad, es decir, acto de caridad no suscitado sino ordenado, porque por la caridad se ordena, dirige, forma y perfecciona. A��dase a esto que la virtud en s� misma es amor del bien. Tal era la caridad de Cristo en la Cruz hacia sus crucificadores, de la que dice San Bernardo ( Sermon de Passione Domini ): " Fue azotado con flagelos, coronado de espinas de deseo, traspasado con clavos, clavado en la Cruz, cargado de vituperios; sin embargo, sin hacer caso de todos los dolores, clam�: 'Perd�nalos, porque no saben lo que hacen.

�Cu�n dispuesto est�s a perdonar, oh Se�or! �Cu�n grande es la multitud de Tus dulces misericordias! �Cu�n lejos est�n tus pensamientos de nuestros pensamientos! �C�mo se establece Tu misericordia sobre los imp�os! �Una cosa maravillosa! �l clama, 'Por dar;' los jud�os, 'Crucifica;' Sus palabras fueron m�s suaves que la mantequilla, y son como dardos. Oh, caridad sufriente, pero tambi�n sufrimiento prolongado. 'La caridad sufre mucho' es suficiente; 'la caridad es amable' es el punto culminante.

Porque la caridad es bondadosa, ama tambi�n a los que tolera, y los ama tan ardientemente . Y un poco m�s abajo: " Oh jud�os, vosotros sois piedras, pero golpe�is una piedra m�s blanda, de la que se devuelve el sonido de la piedad, de la que brota el aceite de la caridad. �C�mo, oh Se�or, dar�s de beber a aquellos que tienes sed de Ti del torrente de Tu alegr�a, que tanto abrumas a los que Te crucifican con el aceite de Tu misericordia !

No tengas envidia. Porque, como dice S. Gregorio ( Hom . v. in Evang .), " la buena voluntad que engendra la caridad es la que teme las desgracias ajenas como propias, la que goza de la prosperidad del pr�jimo como de la propia, la que cree ajena las p�rdidas como propias, y considera como propias las ganancias de los dem�s� . La raz�n es, porque la caridad no mira mis cosas y las tuyas, sino las que son de Dios.

Porque, como dice S. Gregorio ( ibid .), " todo lo que deseamos en este mundo, lo envidiamos al pr�jimo ", pues parece que perdemos lo que otro gana. Por eso la caridad es fr�a donde la lujuria es atrevida. Por el contrario, cuando reina el amor fraterno, entonces la lujuria vive un destierro; porque, como dice S. Agust�n ( de Doctr. Christ. lib. iii. c. 10), cuanto m�s se destruye el reino de la lujuria, m�s aumenta la caridad .

No hace nada mal. Perversamente, lascivamente, maliciosamente. Algunos interpretan el griego, "no charla ociosamente", Vatablus, "no halaga"; Clemente ( P�dag . c. ii.), "no se pinta la cara ni adorna demasiado su cabeza". " Porque el culto ", dice Clemente, " se dice que obra indecorosa que muestra abiertamente lo superfluo y lo �til; porque la excesiva b�squeda de adornos se opone a Dios, a la raz�n y a la caridad .

Cayetano interpreta la palabra: " no es inconstante "; "Teofilacto", " no es testarudo, voluble, temerario, terco ;" Efr�n, " no es alborotador ". De nuevo Teofilacto, " no se exalta a s� mismo ". Basil parece interpretarlo: " �Qu� ", pregunta, " significa esta palabra (????????????)? que el traductor latino de Basilio traduce: "�Qu� entendemos por ser jactanciosos y arrogantes sin causa?", responde.

" Lo que se asume, no por necesidad, sino por adorno superfluo, incurre en el cargo de indecorosidad ". Pero de estas palabras es evidente que el traductor no ha seguido la mente de San Basilio, y que Basilio no se refer�a a la jactancia y la arrogancia necia, sino a la pintura y al adorno excesivo, como lo hizo Clemente de Alejandr�a en el lugar que acabamos de citar. Lo mejor de todo es que Cris�stomo lo entiende: " La caridad no es atrevida ni lasciva, como lo es el amor carnal de los hombres lascivos, las mujeres lascivas y las rameras ". De ah� que Tertuliano ( de Patienti� , c. xii.) dice: "La caridad no hace lasciva".

Versículo 5

No es ambicioso. Efr�n lo traduce: " No comete lo vergonzoso ". Clemente ( P�dag . lib. iii.c. 1). " No se comporta indecorosamente ". Nuestro traductor con Cris�stomo, Teodoreto, Teofilacto, Ecumenio, lo toma as�: La caridad piensa que nada es deshonroso o impropio para ella, aunque sufra o haga lo que es vil, ignominioso o degradante. O m�s brevemente: la caridad no se averg�enza, porque no ambiciona nada ni honra.

Por lo tanto, nuestro traductor, por el efecto, entendi� y tradujo la causa por la cual alguien no se averg�enza, porque no busca honor ni gloria. Por lo cual Cris�stomo y Teofilacto piensan que esto lo dice Pablo contra los soberbios. " La caridad ", dice Cris�stomo, " no sabe lo que es la deshonra y la desgracia; cubre con sus alas de oro los vicios de todos los que abraza " .

"As� que el amor de Cristo no despreci� ni rechaz� las rameras, los azotes o el lavado de los pies de los hombres. S. Basilio lo entiende ( en Regul. Brev. Reg. 246): " La caridad no se aparta de su h�bito y forma ". Ecumenio: " La caridad no trata amargamente como a un prisionero al hombre que es su enemigo ".

No piensa mal, es decir , la caridad, si es provocada por alguno, no calcula el da�o ni busca venganza, sino que lo encubre, lo excusa, lo perdona. Porque la palabra griega, tal como la entienden Vatablus y los griegos, es, no imputa su mal a nadie.

Versículo 6

Se regocija en la verdad. En verdad , no tanto de palabra y de mente como de vida, es decir , de justicia. En otras palabras, la caridad, cuando ve a sus pr�jimos vivir justa y rectamente y progresar, no los envidia, sino que se regocija y se alegra, como si fuera su propio avance, como dice Anselmo de S. Gregorio; pues aqu� la verdad se opone a la iniquidad. Luego la verdad aqu� es equidad, rectitud, justicia.

Los griegos lo entienden de otra manera. La caridad no se regocija, sino que se aflige cuando ve que un enemigo sufre algo indebido o injusto; y se regocija en la verdad si ve que lo suyo le es dado.

Versículo 7

todo lo soporta. Como una viga que soporta un peso impuesto, o m�s bien, como una palmera, que no cede por su propio peso, sino que, como un arco, es m�s fuerte. Con raz�n dice Agust�n ( in Sententiis , sec. 295): " La fortaleza de los gentiles proviene de la concupiscencia mundana, pero la fortaleza de los cristianos del amor de Dios, que fue derramado en nuestros corazones por el Esp�ritu Santo, que fue dado a nosotros, no por ninguna determinaci�n de nuestra propia voluntad ".

Cree en todas las cosas, es decir , la caridad no es desconfiada, sino que f�cilmente da cr�dito a los dem�s donde puede creer prudentemente sin peligro de error. Por eso Pablo dice: " Todo lo soporta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta ". Es decir, la caridad soporta todos los males y todas las injurias, cree y se persuade de lo mejor del pr�jimo, espera todo bien del pr�jimo y soporta de �l las malas palabras y los golpes.

As� Cris�stomo y los griegos. Anselm, S. Thomas y Lyra explican las palabras de manera diferente. La caridad nos hace creer lo que se debe creer, esperar lo que se debe y esperarlo con paciencia; porque de lo contrario en algunos casos es cierto aquel dicho de S�neca: "Es un vicio creer todo y un vicio no creer nada". As� tambi�n lo explica S. Agust�n; y de estas palabras del Ap�stol hace un carro para la caridad, a saber, de las cuatro virtudes de caridad, fe, esperanza, paciencia, perseverancia.

En su serm�n sobre las cuatro virtudes de la caridad, dice as�: " Todo el que con devoci�n lleva, cree rectamente, y todo el que cree rectamente, espera algo, y el que espera, persevera, para no perder la esperanza "; porque el Ap�stol en todo este pasaje est� tratando de los oficios de la caridad, no hacia Dios, sino hacia el pr�jimo, y est� mostrando c�mo la caridad se le manifiesta en todos los casos.

Cris�stomo comenta ( Hom. xxxiv.) que hay aqu� diecis�is beneficios y frutos de la caridad, que �l establece como remedios para las enfermedades de los corintios: " Caridad ", dice, " paciente, condenando a los pendencieros; amable, condenando a los faccioso y sigiloso; no tiene envidia de los que son amargos con sus superiores; no es disoluto, se apodera de los disolutos; no se envanece de los orgullosos; no es altivo, contra los que no se humillan y sirven a su pr�jimo; busca no la suya, contra los que desprecian a los dem�s; no se irrita; no piensa mal contra los que infligen insultos; no se goza de la iniquidad, sino que se goza de la verdad, contra los envidiosos.

De nuevo, 'soporta todas las cosas', es un consuelo para aquellos que est�n cercados por enemigos y oprimidos; 'lo espera todo', es un consuelo para aquellos que son rechazados y desesperados; 'todo lo soporta y nunca falla', est� en contra de aquellos que, por una causa insignificante, fomentan las divisiones ".�

San Gregorio describe as� estos oficios de la caridad ( Morales , libro xc 8): � La caridad es paciente, porque soporta con calma todos los males que se le pueden infligir; el hecho de que no busca nada en este mundo presente, no sabe c�mo tener envidia de los �xitos terrenales.�

No se envanece, porque, puesto que anhela ansiosamente la recompensa interior prometida, no se exalta a s� mismo en la puntuaci�n de las ventajas exteriores; no hace nada malo, porque se limita al amor de Dios y del pr�jimo, e ignora todo lo que se aparta de la rectitud; no es ambiciosa, porque busca ardientemente en su interior su propia perfecci�n, y codicia fuera los bienes de nadie.�

No busca lo suyo, porque desprecia, como si fuera ajeno, todas las cosas que aqu� por un breve tiempo posee, ya que reconoce que nada es propio sino lo que permanece permanentemente; no es provocado, porque, aunque agitado por las injurias, no se despierta a movimientos de venganza, ya que por grandes sufrimientos espera mayores recompensas en lo sucesivo.�

No piensa en el mal, porque la pureza establece una mente en el amor, mientras que arranca todo odio de ra�z, y no puede morar en un alma que est� contaminada; no se regocija en la iniquidad, porque s�lo con amor anhela a todos, y no se regocija en la ca�da de sus enemigos; sino que se regocija en la verdad, porque, amando a los dem�s como a s� misma, se regocija en lo que ve bien en los dem�s, como si fuera un aumento de su propia perfecci�n �.

Un alma que arde en caridad es como el cielo; porque as� como el cielo, que se ensancha, abraza toda la tierra, y la calienta y la fecunda con el traje, y la riega con sus lluvias, incluso los lugares erizados de espinas, as� tal alma abraza con su caridad a los habitantes de toda la tierra, aunque sean b�rbaros o enemigos, y hace bien a quien puede, y riega y acaricia con su dulzura a los que erizan con las espinas del odio y del vicio.

Versículo 8

La caridad nunca falla. No sufre muerte; nunca cesar�: otros dones cesar�n en la gloria celestial. Los herejes infieren de esto que, si la caridad nunca falla, el que la tiene no puede pecar, y est� seguro de su salvaci�n. Respondo, niego la consecuencia. Porque la caridad nunca falla, es decir, por s� misma; porque por su propia voluntad nunca abandona a un hombre, a menos que sea primero por el pecado abandonado por �l.

" Caridad ", dice Casiano ( Callat. iii. c. 7), " es aquella que nunca permite que su seguidor caiga por el pecado que la suplanta ". Por tanto, mientras te entregues a la caridad y quieras guardarla, nunca pecar�s; pero si pecas, no es que la caridad en s� falle, sino que t� mismo la expulsas por la fuerza.

Si hay profec�as, fallar�n. No tanto por su oscuridad, cuanto porque fueron dadas aqu� para hacer frente a la imperfecci�n de los que las escuchaban, a fin de que, siendo m�s ignorantes, pudieran ser instruidos por la profec�a y las lenguas. As� cesar� en el cielo la fe, porque es imperfecta por falta de evidencia, y la esperanza, porque es imperfecta por falta de lo que se espera; pero la caridad no tiene nada de esto, sino que es perfecta en s� misma, y ??por lo tanto permanecer� en el cielo.

Si cesar�n las lenguas. No dice que cesar� el lenguaje sino los lenguajes, porque en el cielo no habr� variedad de lenguas, pero habr� lenguaje; porque un�nimes alabaremos a Dios, no s�lo con la mente, sino tambi�n con lenguaje perceptible. Haymo, Remigius, Cajetan aqu�, Galatinus ( de Arc. Fidei , lib. xii. c. 4), Viguerius ( in Instit . c. ix. ver. 8), donde trata del don de lenguas, todos ense�an que el una lengua que todos usaremos en el cielo ser� el hebreo, que Ad�n us� en su estado de inocencia, que todos los patriarcas, profetas y santos antes de Cristo, es m�s, que el mundo entero us� antes de su dispersi�n y confusi�n de lenguas en Babel .

Por eso en el Apocalipsis, aunque escrito en griego, se dice que los santos del cielo cantar�n en hebreo "Am�n, Aleluya". Porque ya que en el cielo todo pecado habr� sido desterrado, la confusi�n de lenguas ser� eliminada; y as� como volveremos al estado primigenio de la inocencia, as� lo haremos a su lenguaje, y al �nico y primer discurso. Ciertamente, si alguna de esas lenguas que usamos en la tierra permanece en el cielo, creo que ser�a el hebreo.

Pero no est� claro que quede alguno; porque el Ap�stol s�lo dice que las lenguas cesar�n, lo que puede significar que todo lo que ahora est� en uso entre los hombres debe cesar. Sin embargo, es consecuente con esto que en el cielo otra lengua sensible pueda ser infundida de nuevo en los bienaventurados, una lengua celestial, una mucho m�s perfecta que cualquiera que aqu� tenemos, una conforme a su boca y cuerpo glorificado, y con esto ellos en un manera corporal alabar a Dios.

Si esto es m�s cierto, una bendita experiencia nos lo ense�ar�. John Salas (en 1, 2, tom. i. qu. 5, art. 5, tract. 2 disp. 14, sect. 14. n. 106) cree que es m�s probable. Su raz�n es que la lengua hebrea carece de dulzura, plenitud y claridad, y por lo tanto no es digna de ser retenida despu�s de la Resurrecci�n General. En el cielo habr� un discurso escogido, como dice la Sabidur�a (cap.

iii. 9), es decir, una lengua especial preeminentemente dulce, concisa y clara, com�n a todas las naciones, para ser ense�ada por Dios. Por eso dice S. Bernardo ( en Medit. c. iv.): "El gozo incansable de todos ser� con una sola lengua", etc. No habr� en la paz del cielo ninguna diversidad de lenguas, es decir, para uso com�n. M�s all� de esto, sin embargo, hablar�n, cuando quieran, con otras lenguas; porque todos tendr�n el don de lenguas, y conocer�n todos los modismos por revelaci�n divina.

Salmer�n y otros a�aden que en el cielo conviene que se adore a Dios con toda clase de lenguas; porque a la mayor gloria de Dios parece tender el que toda lengua confiese que nuestro Se�or Jesucristo est� en la gloria de Dios Padre. Y as� todas las lenguas ser�n una, porque sentir�n y proclamar�n lo mismo, como Marcial ( Epigrama i.), en adulaci�n de C�sar, dijo: "Las voces de las naciones suenan diferentes, pero son una,

Porque eres proclamado por todos, verdadero padre de tu patria�.

Ya sea que haya conocimiento, se desvanecer�. Este conocimiento, como dicen Cris�stomo, Teodoreto, Teofilacto, es lo imperfecto, oscuro y enigm�tico, como lo llama Pablo en el ver. 12, por ejemplo , la fe y todo lo que depende de la fe. De esta clase es nuestro conocimiento teol�gico, que saca sus conclusiones de los principios de la fe: todo esto cesar� en el cielo. Para la teolog�a ser� de diferente apariencia, siendo clar�sima, extra�da de la visi�n de Dios y de los principios clar�simos. As� dicen Cayetano, Molina, V�squez y otros, al comienzo de la primera parte.

Obs�rvese que el Ap�stol habla m�s bien del acto del conocimiento que de su h�bito; y por eso a�ade: " Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos "; y " Cuando yo era ni�o pensaba como ni�o "; y: " Ahora que conozco en parte, entonces conocer� como tambi�n soy conocido ". Sin embargo, de la cesaci�n del acto deja que se recoja que cesar� el h�bito; porque de nada sirve el h�bito si no se le aprovecha; porque no dar� resultado en acci�n.

Y esto lo da a entender con las palabras "perecer�" y "se desvanecer�", lo que implica que el conocimiento, la profec�a y las lenguas, simplemente, tanto en lo que respecta a los actos como a los h�bitos, han de perecer. En segundo lugar, Photius explica el pasaje no mal as�. El conocimiento, es decir , la ense�anza y el aprendizaje fracasar�n, porque en el cielo no ense�aremos ni aprenderemos. En tercer lugar, otros dicen que el conocimiento aqu� es ciencia, o el uso de t�rminos cient�ficos, mediante los cuales se ilustran y explican las realidades de la fe, por medio de las ciencias naturales.

Versículo 9

Porque en parte conocemos y en parte profetizamos, es decir , imperfectamente. Ephrem lo gira. "Sabemos muy poco de mucho"; porque el Ap�stol opone lo que es peque�o e imperfecto, lo que conocemos en parte por la raz�n, en parte por la profec�a, a lo que es perfecto (v. 10), es decir , a la visi�n y conocimiento perfectos de Dios en s� mismo, y de todas las cosas en Dios . Ciertamente es verdad que todo el ser de Dios, y todos sus atributos y perfecciones, no los conocemos en esta vida, pero todos los bienaventurados los conocen, y s�lo ellos.

�l prueba esto con el ejemplo de un ni�o, que crece tanto en edad como en conocimiento. Porque los bienaventurados est�n en el conocimiento como hombres, y nosotros en �l como ni�os. Nuevamente, nuestro conocimiento teol�gico, aunque es cierto, a�n est� oculto y oscuro; se apoya en la fe, y s�lo por eso es parcial o imperfecta. Los bienaventurados, sin embargo, conocen todas las cosas clara e intuitivamente, es m�s, ven y contemplan cara a cara.

Versículo 11

Cuando yo era un ni�o , es decir, uno que ahora empieza a decir, pensar, planear, intentar, estudiar, jugar y hacer cualquier cosa, como acostumbran hacer nuestros hijos.

Habl� como ni�o, comprend� como ni�o, pens� como ni�o. comprend� como un ni�o, o sent� como un ni�o; porque los ni�os no tienen sabidur�a, sino sentimiento. En otras palabras, cuando ni�o pensaba, y entend�a y sent�a como un ni�o, pero cuando me convert� en un hombre, pensaba y entend�a como un hombre. As� que, cuando venga lo que es perfecto, es decir , la sabidur�a perfecta en el cielo, el conocimiento parcial e imperfecto, tal como lo tenemos en esta vida, fallar�; para que nosotros, que aqu� somos muchachos en conocimiento, seamos hombres en el cielo. S. Paul deja que la parte restante de la semejanza sea suplida por el vers�culo anterior.

Versículo 12

Porque ahora vemos a trav�s de un espejo en un enigma: pero luego cara a cara. Vemos, es decir , a Dios y las cosas celestiales, por las cuales podemos salvarnos y ser felices, como se desprende de lo que sigue. Dir�s: Si vemos a Dios aqu� en un espejo, lo vemos claramente y no en un enigma, porque un espejo muestra a los ojos, no una imagen del objeto, como se supone com�nmente, sino el objeto mismo. Respondo.

Es cierto que un espejo exhibe a los ojos el objeto mismo, pero lo hace, no por un rayo directo sino reflejado; y por lo tanto representa el objeto, no propiamente, claramente, distintamente, sino como desde una distancia, oscura y confusa. Tal es el conocimiento de Dios y de las cosas divinas que tenemos en esta vida, pero en el cielo veremos a Dios tal como es, cara a cara, directamente, de cerca, con claridad.

En segundo lugar, la palabra griega denota aquello a trav�s de lo cual miramos como un medio para ver cualquier cosa, como los anteojos de los ancianos, un anteojo o un vidrio verde que se coloca sobre un escrito, para ayudar a los ojos d�biles en la lectura, sin embargo, hace que las cosas se vean verdes, oscuras y oscuras. Tal vidrio, propiamente hablando, hace que las letras se vean, no en s� mismas inmediatamente, sino por un medio oscuro y por una semejanza sombr�a, o, como dice el Ap�stol, en un enigma. Tal vaso puede estar destinado aqu�.

En tercer lugar, algunos interpretan la palabra "a trav�s de una pantalla"; porque as� como los comerciantes muestran sus mercanc�as en sus tiendas a trav�s de pantallas de vidrio a los que pasan, no de cerca y claramente, sino de lejos, en masa y confusamente, as� Dios se nos muestra en esta vida.

Preguntar�is: �Qu� es ese espejo por el que vemos a Dios y las cosas divinas aqu� en un enigma? Respondo, en primer lugar, las criaturas que act�an como un espejo para representar a su Creador. As� ense�a Santo Tom�s. En segundo lugar, los fen�menos de la naturaleza, que son los espejos de las realidades. En tercer lugar, la humanidad de Cristo y sus misterios, que velan y manifiestan su divinidad. De nuevo, los sacramentos y otros ritos y ceremonias.

As� dice S. Teodoreto: � En el santo bautismo vemos una figura de la resurrecci�n; all� veremos la resurrecci�n misma. Aqu� vemos los s�mbolos del cuerpo del Se�or, all� el Se�or mismo; pues as� lo implican las palabras cara a cara. Veremos, sin embargo, no su naturaleza divina, que ning�n ojo puede captar, sino la que se asumi� de nosotros ". En estas �ltimas palabras de Teodoreto hay que precaverse de un error suyo, pues parece decir que en el cielo veremos la humanidad s�lo de Cristo, porque dice que la naturaleza divina no se puede ver.

Pero tal vez se pueda excusar que habla s�lo de la visi�n corporal, de la cual es verdad decir que con los ojos del cuerpo veremos la humanidad s�lo de Cristo. Pero esto est� fuera de la mente del Ap�stol, porque se trata de la visi�n beat�fica, especialmente de la Divinidad.

En un enigma, es decir , seg�n Anselmo, por un discurso, pensamiento o imaginaci�n oscuros. Pues un enigma es una pregunta que se plantea en t�rminos enrevesados.

Luego cara a cara. Alude a Mois�s ( �xodo 33:2 ; N�m 12:8).

" Ahora conozco en parte " (imperfectamente, como he dicho, ver. 9), " pero entonces conocer� como tambi�n soy conocido ". Es decir, Entonces en el cielo conocer� y ver� perfectamente a Dios, tal como es en su esencia, y todos los dem�s misterios de Dios y de la fe, as� como �l me conoce y ve lo que soy en mi esencia. As� Anselmo, Teofilacto, Cayetano, Ambrosio y Teodoreto. " Sabr� ", dice, " as� como soy conocido ", como un amigo bien conocido y conocido ve claramente el rostro de su amigo.

San Agust�n extiende estas palabras del Ap�stol a un conocimiento tambi�n de lo que sucede aqu� en la tierra, y de lo que se refiere al estado de cualquier santo. Por lo tanto, prueba desde este lugar que los santos entienden nuestros asuntos en el cielo m�s perfectamente de lo que alguna vez lo hicieron en la tierra; de donde se sigue que escuchan las oraciones con las que los invocamos ( de Civ. Dei , lib. xxii. c. 29). Cris�stomo y �cum.

entenderlo de otra manera. Entonces, dicen, �sabr� lo que concierne a la acci�n? Me apresurar� a �l a trav�s del amor y la justicia, as� como �l previno y me precedi� con Su gracia. En tercer lugar, otros lo interpretan as�: Entonces conocer� con el grado de perfecci�n en que fui conocido y predestinado para la eternidad por Dios. Pero el primer sentido es el genuino; porque opone el conocimiento, que es claro y completo, al que es en parte, es decir , imperfecto y enigm�tico.

Versículo 13

Ahora permanece la fe, la esperanza, la caridad. S. Pablo en este cap�tulo ense�a claramente que la fe, la esperanza y la caridad permanecen en esta vida presente, pero s�lo la caridad en nuestra patria celestial. As� sostienen los Padres. Ver Gregory de Valentia, disp. qu. 5 de Subjecto Fidei , parte 2).

Dir�s, Ireneo (ii. c. 47), Tertuliano ( de Patienti� , c. xii.) entienden "ahora" del cielo; por tanto, en el cielo habr�, y permanecer�n, tanto la fe como la esperanza.

Respondo: Estos Padres entienden por la fe todo conocimiento cierto, como la visi�n de Dios; por la esperanza, una firme adhesi�n a Dios, como objeto del amor, que es el disfrute de Dios. Porque esto es lo que dice Tertuliano: " Quedan la fe, la esperanza, el amor: la fe que engendr� la paciencia de Cristo; la esperanza que espera la paciencia del hombre; el amor que, con Dios como maestro, acompa�a a la paciencia ". Pero esto no es para el prop�sito del Ap�stol, como es evidente.

La mayor de ellas es la caridad. Mayor, es decir , el m�s grande. As� Catulo: " Oh Hesperus, luz m�s hermosa, que brilla en el cielo " .

es decir, la estrella m�s bella.

Por lo tanto, es claro que la fe no es la confianza de los herejes en la remisi�n de sus pecados; porque esa confianza no es otra cosa que una fuerte esperanza: si es m�s, se llama propiamente fe, por la cual crees con la mayor firmeza que has sido justificado y salvado, como crees que lo es Dios; entonces la esperanza es superflua. Porque lo que crees firmemente no lo esperas ni lo puedes esperar, como, por ejemplo , no esperas que Dios sea, que Cristo padeci� por nosotros.

Porque la esperanza, que verdaderamente es esperanza, est� aliada al miedo y al pavor como sus opuestos; no hay nada de este tipo en la fe. El Ap�stol justo arriba distingue la esperanza o la confianza de la fe, y requiere en esta vida tanto la esperanza como la fe; luego la fe no es aquella confianza de la que se jactan los herejes.

Por �ltimo, es claro que de todas las virtudes la caridad es la m�s grande y eminente; porque, como el fuego entre los elementos, el oro entre los elementos, el emp�reo entre los cielos, el sol entre los planetas, los serafines entre los �ngeles, as� resplandece la caridad como reina entre las virtudes. Porque la caridad es el fuego celestial que enciende las almas de todos los que la rodean: el oro resplandeciente con el que compramos nuestra herencia celestial; el cielo m�s alto en el que habitan Dios y los bienaventurados; el sol que ilumina, fecunda, vivifica todo; la virtud ser�fica que hace brillar a los serafines.

(V�ase com. Deuteronomio 6:5 .) Beroaldo dice: "Como es el timonel en un barco, el gobernante en un estado, el sol en el mundo, as� es el amor entre los mortales. Sin timonel el barco se hace a�icos, sin gobernante el estado est� en peligro, sin el sol el mundo se oscurece, y sin amor la vida no es vida. Quita el amor de los hombres, quita el sol del mundo�. Plautino llama felizmente al amor un Dios purificador, es decir, que hace todas las cosas puras y bellas.

Información bibliográfica
Lapide, Cornelius. "Comentario sobre 1 Corinthians 13". El Gran Comentario Bíblico de Cornelius a Lapide. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/clc/1-corinthians-13.html. 1890.
 
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