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1 Corintios 2

Gran Comentario Bíblico de LapideComentario de Lapide

Versículo 1

Y yo, hermanos, cuando vine a vosotros, no fui con excelencia de palabra o de sabidur�a. El Ap�stol desciende aqu� de lo general a lo particular. En otras palabras: Dije en el cap�tulo anterior que Dios al predicar el Evangelio no quiso usar la sabidur�a de los sabios en este mundo, sino que la rechaz� y la menospreci�, sino que quiso por la locura de la predicaci�n salvar a los que creen; y por eso no escogi� a muchos nobles o sabios para predicar el Evangelio, sino a los Ap�stoles de baja cuna e ignorantes.

De esto infiero y digo " Y yo " , es decir , y as� yo como uno del n�mero de los Ap�stoles, que, seg�n la elecci�n y voluntad de Dios, no us� la elocuencia y la sabidur�a mundana, no estaba dispuesto a usar esos medios, y vine a vosotros no con excelencia sino con sencillez de palabra y sabidur�a.

Versículos 1-16

CAPITULO DOS.

SINOPSIS DEL CAPITULO

Procede a exaltar la sabidur�a espiritual de Cristo por encima de toda sabidur�a natural y animal. Por eso dice:

i. Que no conoc�a ni predicaba sino a Cristo crucificado; y eso no con palabras persuasivas de humana sabidur�a, sino con demostraci�n del Esp�ritu y de poder.

ii. Sin embargo en ver. 5 dice que habla sabidur�a entre los perfectos, sabidur�a escondida del mundo, que ojo no vio ni o�do oy�, pero que s�lo el Esp�ritu de Dios ha revelado.

iii. �l muestra en ver. 14 que el hombre natural no percibe las cosas que son de Dios, pero el hombre espiritual percibe y juzga todas las cosas.

Versículo 2

Porque me propuse no saber nada entre vosotros sino a Jesucristo y �ste crucificado. F�jate en la palabra determinada: es como si dijera, no pens�, no valor� ning�n conocimiento sino el de Jes�s crucificado, nuestro Salvador, y, por tanto, me sostuve tanto entre vosotros, como si supiera nada de sabidur�a humana, aunque la conozco mucho, pues en otras ocasiones puedo citar a los poetas griegos; pero con vosotros lo retuve, para que, como los dem�s, pudiera simplemente predicar con toda sencillez a Cristo crucificado.

No es que no haya predicado los otros misterios de la fe, pero especialmente os ense�� y os inculqu� que debemos gloriarnos solamente en la Cruz de Cristo, y esperar de ella nuestra justicia y salvaci�n, y, como dice Anselmo, debemos imitad la cruz y crucificad nuestros vicios. Porque en Cristo crucificado es f�cil ver, adem�s de otras cosas, que Cristo escogi� y abraz� estos tres, a saber, el mayor dolor, la mayor pobreza o desnudez y la m�s baja verg�enza.

Cristo por sus dolores crucific� y nos ense�� a crucificar los deseos de la carne; por su pobreza crucific� la lujuria de los ojos o la avaricia; y por su verg�enza crucific� la soberbia de la vida. Estas son las tres cabezas del pecado del mundo y las fuentes de todos los pecados. (Ver 1 S. Juan ii. 16, y lo dicho de la Cruz en ci 23).Ver. 3. Y estuve con vosotros en la debilidad , esto es, en las angustias, tribulaciones y persecuciones; y con temor y mucho temblor , a causa de la hostilidad de los perseguidores jud�os y gentiles.

S. Cris�stomo y Anselmo comentan que el Ap�stol en su Segunda Ep�stola (xi. 30 y xii. 5, 9, 10), y en otros lugares, da el nombre de debilidad a la angustia que sufr�a por los peligros, las conspiraciones, el destierro, los terrores cotidianos, calumnias y odios. Y tambi�n, que Pablo sufri� grandes angustias y persecuciones en Corinto, es evidente en que necesitaba ser fortalecido contra ellos por Cristo en una visi�n (Hechos xviii.

9). Adem�s, poco despu�s los jud�os provocaron un tumulto contra Pablo, y lo arrastraron ante el tribunal de Gali�n, el diputado de Acaya, y golpearon p�blicamente a S�stenes, el principal gobernante de la sinagoga, delante de �l.

Versículo 4

Y mi palabra y mi predicaci�n no fue con palabras persuasivas de humana sabidur�a, sino con demostraci�n del Esp�ritu y de poder . Habla ( ????? ) denota su conversaci�n privada y familiar en contraste con su predicaci�n p�blica. Santo Tom�s y la Glossa distinguieron las dos palabras de esta manera; tambi�n S�neca, quien, en Ep. 38, dice: � La conversaci�n, porque va impresionando poco a poco la mente, es de una fuerza inmensa.

Los discursos preparados y pronunciados ante una gran asamblea tienen m�s vehemencia pero menos familiaridad ". La conversaci�n de S. Paul, entonces, as� como su predicaci�n, no fue con palabras tentadoras ( es decir , aptas para persuadir) de la sabidur�a del hombre . En tales los oradores y Los fil�sofos de Corinto superaron a Pablo, pero Pablo tuvo que hacer creer a los corintios una nueva filosof�a mediante un nuevo modo de hablar y actuar, y en esto super� a todos los oradores y fil�sofos, a saber.

, en demostraci�n del Esp�ritu y de poder. As� Sulpicio atestigua que S. Mart�n dijo una vez que "el reino no se funda en la elocuencia sino en la fe". S, Agust�n, tambi�n, en su Serm�n 1, sobre los que vienen a la gracia, dice: " No tratamos de persuadiros con palabras estruendosas y frases floridas, ni con ninguna habilidad ret�rica, ni con la elocuencia oscurecida por discursos establecidos como el el mundo usa, pero nosotros predicamos a Cristo crucificado .

Y en lib. ii. c. ii., contra Feliciano, dice: " Nunca confiar� en la sabidur�a de las palabras, para que la Cruz de Cristo no sea despojada de su poder; pero estoy contento de confiar en la autoridad de las Escrituras, y estoy m�s ansioso por obedecer a la simplicidad que a la presunci�n �.

Esta, entonces, fue la demostraci�n de los Ap�stoles, a saber, para mostrar (1.) celo ardiente y un esp�ritu que da sabidur�a y revela secretos, no humanos sino divinos, para que los oyentes puedan percibir claramente que el Esp�ritu Santo estaba hablando por su boca; (2.) grandes poderes, es decir, prodigios y milagros. Por eso Or�genes ( lib. i. contra Celsum ) dice: " Nuestro modo de ense�ar tiene su propia demostraci�n, que es m�s divina que la de los griegos, y que el Ap�stol llama "la demostraci�n del Esp�ritu y del poder". .

El Esp�ritu da fe a las cosas que se dicen de Cristo en los Profetas; y el poder se ve en los milagros que creemos que se han obrado �. Or�genes aqu� entiende la obra del Esp�ritu de manera algo diferente, pero su explicaci�n no es tan precisa como la dada anteriormente. Porque, como dice Ecumenio, � La demostraci�n que viene por obras y signos es m�s segura que la que depende de palabras .

"Este era el modo apost�lico de predicar, y una forma mucho m�s eficaz que la que los predicadores modernos se proponen imitar. Su estilo no estaba adornado, enturbiado ni te�ido con palabras seductoras de la sabidur�a del hombre, sino que era una demostraci�n de la De esp�ritu y de poder, as� saldr�n hombres apost�licos, y sus palabras, como flechas de fuego, traspasar�n los corazones de los hombres, y como martillos quebrar�n las rocas.

Escuche a S. Jer�nimo ( Ep. ii. a Nepotianus ): " No dejen que el aplauso de la congregaci�n sea suscitado por su ense�anza en la iglesia, sino sus gemidos. Que las l�grimas de los oyentes sean las pruebas de su �xito ". Este esp�ritu, as� como el fruto de la predicaci�n, debe obtenerse mediante la oraci�n a Dios. De ah� que Or�genes ( contra Celsum , lib. vi.), al citar estas mismas palabras del Ap�stol, dice: " �Cu�l es el significado de estas palabras sino que no basta que lo que decimos sea verdadero y adecuado para conmover los corazones de hombres? el maestro debe tener un cierto poder dado desde lo alto, y sus palabras requieren la energ�a de la gracia divina, como dice David, 'El Se�or dar� la palabra a los que predican con mucho poder'" (Sal. lxvii. Vulg.).

Versículo 5

Que vuestra fe no est� fundada en la sabidur�a de los hombres sino en el poder de Dios. Nuestra predicaci�n debe ser del tipo que acabamos de mencionar, para que vuestra fe, es decir , vuestra conversi�n a la fe de Cristo, no se atribuya a la sabidur�a y elocuencia humana, sino al poder y obra de Dios. Tu fe debe basarse en la sabidur�a de Dios, no en la del hombre. (Anselmo y otros.)

Versículo 6

Mas hablamos sabidur�a entre los perfectos. Esta sabidur�a de la que habla entre los perfectos, es decir, los fieles, es la sabidur�a cristiana, y se refiere a la cruz de Cristo, a la gracia, a la salvaci�n ya la gloria eterna conquistada por Cristo para nosotros. Y aunque los "fieles" son simples, sin embargo, en las cosas que pertenecen a la salvaci�n son m�s sabios que Arist�teles o cualquier otro fil�sofo. As� que S.

Cris�stomo y Anselmo. Adem�s, los que no s�lo han nacido de nuevo por el bautismo, sino que tambi�n han sido confirmados por el sacramento de la Confirmaci�n, han obtenido la perfecci�n cristiana y son cristianos perfectamente hechos. Por eso S. Dionisio y otros llaman al sacramento de la Confirmaci�n "el perfeccionamiento", ya los confirmados los llaman "perfeccionados". Ireneo implica lo mismo ( lib. vc 6), cuando dice: " Hablamos sabidur�a entre los que son perfectos, es decir, aquellos que han recibido el Esp�ritu Santo, y por ese Esp�ritu hablan todas las lenguas tal como lo hizo San Pablo " . "

En segundo lugar y m�s simplemente, la sabidur�a denota aqu� los misterios m�s escondidos y m�s profundos de la fe, tales como la Resurrecci�n, el Anticristo, la Reprobaci�n, la Predestinaci�n; o una explicaci�n m�s profunda y completa de las cosas de la fe, como el modo, consejo y fin de la Encarnaci�n, Pasi�n y Redenci�n de Cristo; pues as� S. Pablo explica la sabidur�a en los vers�culos que siguen inmediatamente. �l no habla y diserta de esta sabidur�a a los principiantes, sino a los que han avanzado y se han perfeccionado.

Por lo tanto en ver. 15, llama a los perfectos "espirituales", y los contrasta con el hombre natural, con los hijos y los hombres carnales. �l est� aqu� inculcando en ellos que, aunque parezca no tener sabidur�a humana, sin embargo, tiene Divina; que aunque les ha dado, como a ni�os, leche, es decir, ense�anza sencilla y f�cil (iii. 2), sin embargo, entre los perfectos habla de sabidur�a oculta y divina.

El Ap�stol con estas palabras defiende su autoridad sobre los corintios, quienes, despu�s de o�r a Apolos, un orador elocuente y sabio, parec�an tener en poca estima a San Pablo, como un orador sin elocuencia ni habilidad.

Sin embargo, no la sabidur�a de este mundo, ni de los pr�ncipes de este mundo. Anselmo, Ambrosio, Cayetano y otros entienden los demonios por los pr�ncipes de este mundo , en cuanto tienen su poder sobre el aire, los imp�os y los hijos de este mundo. Y prueban desde aqu� que el diablo, antes de la Pasi�n de Cristo, aunque sab�a que Cristo era Dios, no sab�a que por Su muerte su propio imperio hab�a de ser destruido, y los hombres redimidos (v. 8). Esto es cierto, pero es a�n m�s cierto cuando se entiende por hombres.

En segundo lugar, S. Cris�stomo, Teofilacto, Anselmo, Tertuliano ( contra Marcion , lib. iii. c. 6), Or�genes ( Song Nom. 2) entienden por pr�ncipes de este mundo a los l�deres que superan a sus semejantes en sabidur�a, riqueza o energ�a. Y por eso a�ade S. Pablo, que se desvanecen , es decir , se borran, pasan, desaparecen. Estos tambi�n crucificaron a Cristo (v. 8). Tales fueron Pilato, Herodes, An�s, Caif�s y otros pr�ncipes de jud�os y gentiles.

Versículo 7

Pero hablamos sabidur�a de Dios en misterio. (1.) Este es un hebra�smo para "la sabidur�a del misterio". aquel gran secreto del consejo divino, acerca de la Encarnaci�n del Verbo, y la redenci�n del hombre por Cristo, que no puede ser alcanzado por el hombre por ning�n esfuerzo de la raz�n, ni tampoco por los �ngeles, como se desprende de Ef. v. 4, 5. Por lo tanto, en 1 Tim. iii. 16, esta sabidur�a del misterio se llama el gran misterio de la piedad.

As� Teofilacto, Ambrosio, Ecumenio, comentando este vers�culo, y Jer�nimo y Le�n Castrio sobre Isa. lxiv; tambi�n S. Le�n. (2.) Podemos entender que esta sabidur�a se refiere a la grandeza de la gloria del Bienaventurado, porque este fue el final de la Encarnaci�n y el sufrimiento de la Palabra.

En segundo lugar, es m�s sencillo conectar las palabras "en un misterio" con "hablamos" que con "sabidur�a". Entonces el significado es, hablamos en secreto ya unos pocos, a saber, aquellos que son perfectos, los espirituales, de esta sabidur�a m�s profunda y m�s oculta. Por eso Efr�n y Tertuliano traducen el pasaje: "Hablamos de la sabidur�a de Dios en secreto". De ah� que tambi�n S. Dionisio y otros hayan escrito libros sobre teolog�a m�stica.

Versículo 8

que ninguno de los pr�ncipes de este mundo conoci�. El pronombre se refiere mejor a la gloria que a la sabidur�a, y el sentido es: si esta sabidur�a, o m�s bien esta gloria y su predestinaci�n en Cristo, hubieran sido conocidas por Pilato, An�s, Caif�s y los dem�s pr�ncipes del mundo, ellos jam�s habr�a crucificado al Se�or de la gloria, es decir, a Cristo, por cuyos m�ritos esta gloria eterna nos fue predestinada y preparada desde la eternidad.

Gabriel V�squez comenta bien este pasaje ( lib . i. disp. 2, c. 3). El Ap�stol da a entender t�citamente que ning�n otro de los pr�ncipes de este mundo conoci� esta gloria y sabidur�a de Cristo. Porque, a fortiori , los jud�os eran m�s sabios que los gentiles, especialmente en las cosas divinas; si, pues, ellos no lo sab�an, mucho m�s lo ignoraban los dem�s.

Versículo 9

Antes bien, como est� escrito, cosas que ojo no vio, ni o�do oy�, ni han subido en coraz�n de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Despu�s de "pero" hay una ecthlipsis, y debemos suplir, "esta sabidur�a y la gloria que era su fin les estaban ocultas", como est� escrito, etc. Luego cita a Isa�as 64:4 .

1. Isa�as, en el pasaje citado, habla de la Encarnaci�n de Cristo y de esta vida presente. Y de ah� que Cris�stomo, Ambrosio, Teofilacto, Ecumenio tomen este vers�culo de los milagros de Cristo, y de la sabidur�a, virtudes y gracia que Cristo nos ha impartido al vivir aqu� en la tierra.

2. Es m�s agradable al contexto decir que Isa�as parece volar admirado de la Encarnaci�n y humanidad de Cristo a la gloria celestial, que es el fruto y fin de la Encarnaci�n de Cristo; porque tales vuelos y cambios repentinos son comunes con los Profetas, a causa de la sublime y amplia luz de la profec�a que disfrutaron.

Esto se desprende de las palabras utilizadas; como, por ejemplo , " Al que espera en �l ", y " T� te encuentras con el que hace justicia ". Est� hablando entonces del fruto de las obras de los justos, a saber, la vida eterna que esperamos; porque el fruto de la Encarnaci�n y de la fe no sale al encuentro de los que obran justicia, sino de los que est�n asentados en tinieblas y en pecado. As� dice S. Jer�nimo (en Isa.

lxiv.), S. Dionisio ( De C�lest. Hierarch. 12), y V�squez, en el pasaje arriba citado. Por eso San Bernardo ( Serm. 4 sobre la Vigilia de la Natividad ) dice: " El ojo no ha visto esa luz inaccesible, el o�do no ha o�do esa paz incomprensible... �Y por qu� no ha subido al coraz�n del hombre? Ciertamente porque es un manantial y no puede subir, porque sabemos que la naturaleza de los manantiales es buscar los r�os en los valles, y rehuir las cumbres de los montes, porque Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes . "

S. Agust�n, en sus "Meditaciones", cap. 22 y ss ., y "Soliloquios", cap. 35 y 36, discurre de la manera m�s hermosa sobre la grandeza de esta bienaventuranza. Tambi�n el autor del libro sobre "El esp�ritu y el alma" (que se encuentra en el tomo iii. cap. 36 de las obras de S. Agust�n), muy acertadamente dice sobre este pasaje del Ap�stol: " Como el hombre exterior es afectado por las cosas temporales a trav�s de sus cinco sentidos, as� el hombre interior, en la vida de bienaventuranza, es afectado por los cinco atributos inefables de Dios a trav�s de su amor inefable por �l.

Porque cuando ame a su Dios, lo conocer� como una luz cierta, una voz, un olor suave, un alimento y un abrazo interior. Porque all� brilla la luz que ning�n lugar puede contener; all� suena la m�sica que el tiempo no roba; est� el olor dulce que ning�n viento puede esparcir; est� el alimento que se come y sin embargo no ha disminuido; se aferra a nosotros el bien que no conoce saciedad; all� est� Dios visto sin interrupci�n, conocido sin error, amado sin repugnancia y alabado sin cansancio �.

Estas palabras del Ap�stol fueron una vez ocasi�n de la conversi�n de S. Adri�n, y lo convirtieron en m�rtir. Era soldado y estaba en la flor de su edad, es decir, ten�a veintiocho a�os, y cuando vio la constancia de los m�rtires cristianos en las torturas que tuvieron que soportar por la fe de Cristo, les pregunt� qu� esperaban de ellos. a cambio de tales sufrimientos, lo que les permiti� superar tales torturas.

Ellos respondieron: "Esperamos aquellos bienes que ojo no vio, ni o�do oy�, ni han subido en coraz�n de hombre, los cuales Dios ha preparado para los que le aman". Con estas palabras, Adri�n se conmovi� y convirti�, y se apresur� a inscribirse en la lista de los m�rtires, y soport� con entusiasmo una muerte cruel en Nicomedia, con su esposa Natalia mirando y anim�ndolo. Esto fue en el a�o 306 dC, bajo Diocleciano.

3. El significado de este pasaje ser� completo si combinas las dos interpretaciones dadas arriba as�: Aquellos bienes que T�, Dios, por medio de Cristo, has preparado para los que te esperan, sobrepasan todos nuestros sentidos, experiencia, entendimiento natural, y todo deseo humano, no s�lo en esta vida en el caso de los que ya han captado alg�n sonido tuyo, sino tambi�n principalmente y muy propiamente en la gloria futura.

All� Dios, que es �l mismo todo lo bueno, se entregar� a los bienaventurados, y ser� todo en todos, como dice Anselmo. Porque con estas palabras de Isa�as prueba el Ap�stol lo que ha dicho, a saber, que tanto la sabidur�a como la gloria de Cristo eran secretas y escondidas, como vimos arriba.

Ni han entrado en el coraz�n del hombre. No ha entrado en la mente del hombre: ning�n hombre puede por naturaleza pensar en ellos o comprenderlos. El coraz�n con los hebreos representa la mente. Porque lo que el coraz�n es para el cuerpo su parte principal y m�s noble, la fuente y principio de vida que es la mente para el alma. Adem�s, el coraz�n proporciona al cerebro su vigor, y as� es una especie de sirviente de la imaginaci�n y, en consecuencia, del entendimiento.

Por lo tanto, Arist�teles, aunque en contra de Galeno y todos los dem�s m�dicos, coloc� la aprehensi�n de los objetos externos no en el cerebro sino en el coraz�n. Distingui� los �rganos vitales del hombre por sus funciones en estos versos: "El coraz�n da sabidur�a, el pulm�n habla, y la ira sale de la bilis,

El bazo es la causa de la risa, y la vida proviene del h�gado".

Donde Isa�as dice "los que te esperan", S. Pablo tiene "los que te aman". El sentido es el mismo, porque el amor es una de las causas de la expectativa.

Versículo 10

Pero Dios nos las ha revelado a nosotros por Su Esp�ritu. San Pablo anticipa aqu� una objeci�n. Podr�a decirse: "Si ojo no vio, ni ha subido en coraz�n de hombre, la sabidur�a y la gloria que Cristo ha preparado para sus amigos, �c�mo es que te vanaglorias de su posesi�n?" Pablo responde que no los conoce de vista, sensaci�n o entendimiento, sino por inspiraci�n y revelaci�n de Dios.

Por lo tanto, Clemente de Alejandr�a ( P�dag. lib. ic 6) interpreta la frase, "o�do no ha o�do", a�adiendo, "excepto el o�do que fue elevado al tercer cielo", es decir, el de Pablo, que oy� con el oiga en el Para�so palabras m�sticas que no le es l�cito pronunciar al hombre. Pablo quiere decir, entonces, que Dios nos ha revelado estas cosas a nosotros Sus Ap�stoles y Profetas llenos de Su Esp�ritu, para que podamos ense�arles a ustedes y a los dem�s.

De esto se deduce que no s�lo nuestro anhelo de bienaventuranza y gloria es sobrenatural, sino que nuestro conocimiento de ellos tambi�n lo es, ya sea ese conocimiento de ellos en su esencia, o simplemente el oscuro y fragmentario conocimiento de los Ap�stoles y de todos los dem�s que todav�a est�n "en el camino". Por consiguiente, no hay naturalmente en el hombre ning�n deseo o apetito perfecto y eficaz de esta bienaventuranza.

El Esp�ritu escudri�a todas las cosas, las cosas profundas de Dios. Es decir, penetra y percibe todo. Porque cuando los hombres quieren aprender algo que ignoran, suelen buscar e indagar al respecto. Pero Dios, sin tal b�squeda, conoce todo de un vistazo, y como si fuera por una sola aplicaci�n de Su mente. (S. Tom�s, Teodoreto, Teofilacto.)

Las cosas profundas de Dios son todos los consejos m�s secretos e internos de Dios. Entre ellos el principal es este misterio de la gloria del hombre y de la redenci�n por Cristo. En todo esto el Esp�ritu Santo penetra y ve claramente, porque �l es de una misma esencia y conocimiento con Dios, y por lo tanto �escudri�a las cosas profundas de Dios�, de tal manera que nada en Dios permanece desconocido para �l. Su conocimiento y vista son iguales a su objeto, y �l conoce a Dios como puede ser conocido; i.

mi. , el Esp�ritu Santo, por ser Dios, comprende a Dios y su divinidad tan completamente como se comprende a s� mismo. (Molina parte i. qu. 14, a. 3, Theodoret, S. Thomas.) De este pasaje Ambrosio y otros Padres prueban la divinidad del Esp�ritu Santo contra los macedonios. Para resumir el significado de S. Paul: El Esp�ritu Santo nos ha revelado estos misterios y secretos de Dios: �l conoce todos los secretos de Dios, y por eso escudri�a y ve claramente las cosas profundas de Dios.

Versículo 11

�Qu� hombre sabe las cosas de un hombre? Aquellos en los recovecos internos de su ser, que est�n enterrados en su coraz�n y mente, como, por ejemplo , sus pensamientos, resoluciones e intenciones, y el fundamento del car�cter mismo.

As� tampoco nadie conoci� las cosas de Dios, sino el Esp�ritu de Dios. El Esp�ritu Santo los conoce tan bien como �l mismo. Porque el Esp�ritu Santo es interior a Dios, as� como el esp�ritu del hombre es interior a �l; y as� como el esp�ritu de un hombre es part�cipe de su humanidad, as� el Esp�ritu de Dios es part�cipe de la Divinidad y de la omnisciencia y el poder divinos. "Las cosas de Dios" son aquellas que est�n ocultas en la mente de Dios, los pensamientos, consejos y determinaciones de la Divina Voluntad.

Despu�s de "nadie conoce sino el Esp�ritu", debe entenderse, "y aquel a quien el Esp�ritu ha querido revelarlas, como a m� ya los dem�s Ap�stoles", como se dijo en el ver. 10

"Nadie, sino el Esp�ritu" enemigos no excluyen al Hijo. Porque siendo �l la Palabra, conoce las cosas profundas de Dios. Porque en las cosas divinas, cuando como palabra exclusiva o exceptiva se aplica a una Persona respecto de los atributos divinos, no excluye a las otras Personas divinas, sino s�lo a todas las dem�s esencias de la Divina, es decir , s�lo excluye aquellas cuya naturaleza difiere de la Divina. de la de Dios. El significado entonces es: Nadie conoce las cosas secretas de Dios, sino el Esp�ritu de Dios, y aquellos que tienen la misma naturaleza con el Esp�ritu, las mismas facultades intelectuales y cognitivas, a saber, el Padre y el Hijo. Estos son los �nicos que conocen las cosas profundas de Dios.

versi�n 12. Ahora bien, no hemos recibido el esp�ritu del mundo, sino el Esp�ritu que es de Dios. Contrasta el esp�ritu del mundo con el Esp�ritu que es de Dios, reclama este �ltimo para s� mismo y para los Ap�stoles, y asigna el otro a los sabios de este mundo. El esp�ritu del mundo, por tanto, es el que est� infundido por el mundo, por la sabidur�a mundana y carnal, que aspira a los bienes mundanos, terrenales y carnales, y hace a los hombres mundanos y carnales.

Por otra parte el Esp�ritu de Dios es lo que es infundido por Dios y la Sabidur�a Divina, que nos hace perseguir los bienes celestiales y Divinos, y hace a los hombres espirituales y celestiales. Por eso el Ap�stol a�ade

Para que conozcamos las cosas que Dios nos da gratuitamente. En este pasaje los herejes encontraron su peculiar creencia de que cada cristiano sabe con certeza que debe por la fe celestial creer que a trav�s de Cristo le ha dado Dios el perd�n de sus pecados, con gracia y justicia, y como dice Calvino , que ha sido escogido para la gloria eterna. Pero esto no es fe, sino una presunci�n necia y falsa, por no decir ceguera; porque no sabemos con certeza si hemos sido debidamente dispuestos para la justicia, y si verdaderamente creemos, y como debemos; ni se dice ni revela en ninguna parte de la Sagrada Escritura que yo creo como debo hacerlo, o que soy justo o uno de los elegidos.

La mejor respuesta para ellos es el sentido del pasaje, que es este: El Esp�ritu Santo nos muestra y nos revela cu�les y cu�n grandes son los dones que Dios nos ha dado a nosotros, los Ap�stoles, y a otros que aman a Dios tan grandemente. ese ojo no las ha visto, ni han subido en coraz�n de hombre; porque el Ap�stol mira hacia atr�s al ver. 9.

Digo, pues, que el Ap�stol est� hablando en t�rminos generales de los dones que fueron dados a los Ap�stoles ya la Iglesia, y s�lo de esos dones. Dice en efecto: "Recibimos este Esp�ritu para que nosotros, es decir , los Ap�stoles, sepamos con qu� dones y bienes en general Cristo nos ha enriquecido, es decir , a su Iglesia, es decir, con qu� gracia del Esp�ritu, con qu� redenci�n , qu� virtudes, y sobre todo con qu� gran gloria;" porque estas eran las cosas a las que se alude en el ver.

9; y estas cosas son, como dice en el ver. 11, en Dios, es decir , por el libre albedr�o y la predestinaci�n de Dios. �Sabemos, tambi�n, por el Esp�ritu Santo la Revelaci�n, que estas cosas han sido dadas por Dios a la Iglesia; porque hablamos y ense�amos estas cosas como parte de la fe. en ellos, no es una cuesti�n de fe, sino de conjetura: no es algo que se predique p�blicamente, sino que se espere en secreto".

Nuevamente, la palabra saber puede tomarse en un doble sentido: (1.) Objetivamente; (2.) Subjetivamente.

1. Objetivamente, el Ap�stol sab�a, y todos los fieles sab�an, por las profec�as, milagros y otras se�ales de Dios, que �l hab�a prometido a Su congregaci�n ( es decir , Su Iglesia, que hab�a sido convocada por los Ap�stoles, y despu�s de ser llamados juntos), y que, seg�n sus promesas, hab�a dado su gracia, y finalmente una esperanza segura de vida eterna. Pero todo esto era para Su Iglesia en com�n, no para este o aquel individuo en ella; porque no podemos saber en un caso particular si �ste o aqu�l somos fieles.

En este sentido la palabra saber es lo mismo que creer . Porque creemos que la Iglesia Cat�lica es santa, y que en ella hay perd�n de los pecados y vida eterna. Dios, por lo tanto, solo ha revelado que Su Iglesia es santa, pero no que yo sea santo. Porque aunque ha revelado y ha prometido a todos los que en la Iglesia creen rectamente y se arrepienten, el perd�n de los pecados y la justicia, sin embargo, no ha revelado que yo crea que verdaderamente me arrepienta; y por tanto no ha revelado que mis pecados son perdonados, y que soy justificado.

2. La palabra saber puede tomarse subjetivamente: los Ap�stoles sabemos por experiencia la sabidur�a y la gracia que Dios nos ha dado; y de esta manera la palabra saber es lo mismo que experiencia. Porque ninguno de los Ap�stoles crey� por la fe de lo alto que ten�a sabidur�a y gracia; pero experiment� los actos y efectos de la gracia en s� mismo con tanta vehemencia, frecuencia, claridad y seguridad, que se sinti� moralmente seguro de que ten�a la verdadera sabidur�a, y les incumb�a ense�ar a otros lo mismo, y anhelar por completo traer al mundo a la realidad. Cristo.

Aunque entonces los Ap�stoles sab�an por experiencia que hab�an sido justificados y santificados, todav�a el resto de los fieles no lo sab�an, ni lo saben ahora. S�lo pueden esperarlo y conjeturarlo a partir de los signos de una vida recta y buena. Sin embargo, ni los Ap�stoles, ni ellos, lo creen en el testimonio de la fe infusa; porque la experiencia de todo tipo genera meramente la fe humana, no la divina: eso brota y depende de la revelaci�n de Dios solamente.

Versículo 13

Lo cual tambi�n hablamos, no con las palabras que ense�a sabidur�a humana, sino con las que ense�a el Esp�ritu Santo. Es decir , no con palabras ense�adas por Cicer�n, Dem�stenes o Arist�teles, como ense�a la sabidur�a humana, sino con palabras inspiradas por el Esp�ritu Santo.

Comparando cosas espirituales con espirituales. En otras palabras, ense�amos esta sabidur�a espiritual desde las Escrituras y otros escritos espirituales, y no la basamos en razones, ideas o discursos filos�ficos, ret�ricos o terrenales, como dice S. Cris�stomo. Ecumenio dice: " Si se nos pregunta si Cristo resucit� al tercer d�a, presentamos testimonios y pruebas de Jon�s. Si se nos pregunta si el Se�or naci� de una Virgen, comparamos a Su madre en su virginidad con Ana e Isabel en su esterilidad, y de ah� rove it .

El Ap�stol da aqu� a priori la causa y el motivo por el cual, por mandato de Dios, se abstuvo de usar la elocuencia y la sabidur�a humana en su predicaci�n. La raz�n es que la sabidur�a divina y la humana difieren tanto. el tema, era evidentemente justo que aquel discurso, por el cual se publicaba la sabidur�a divina, se adaptara a �l, y se diferenciara de las palabras de la sabidur�a humana, es decir, que fuera sencillo, grave, eficaz y Divina, como procedente del Esp�ritu Santo, que rechazar�a toda ornamentaci�n ret�rica.

En este asunto se nos ordena aprender, se nos proh�be usar adornos. Porque as� como las palabras de la sabidur�a humana llevan consigo la sabidur�a y el esp�ritu del que habla, as� las palabras del Esp�ritu Santo traen al alma la sabidur�a de Dios y de su Esp�ritu hablando por los Ap�stoles.

Versículo 14

El hombre natural no recibe las cosas del Esp�ritu de Dios. Natural o animal se aplica aqu� a alguien que s�lo se preocupa por esta vida y piensa seg�n el camino de esta vida, que sigue los objetos de sus sensaciones y los pensamientos de su coraz�n. Tales eran los Ap�stoles antes de recibir el Esp�ritu Santo, y tales eran los Corintios en este tiempo, buscando la elocuencia. Ahora, tambi�n, hay muchos de los fieles, no malos hombres, que no buscan cosas m�s altas.

La palabra animal aqu� proviene de "anima" y tiene una triple aplicaci�n. (1.) Se aplica a alguien que crece, se nutre y necesita comida, como todos los animales. As� Ad�n, aunque creado en gracia, es llamado animal [natural] (1 Co 15:45-46). (2.) En segundo lugar, a uno que sigue su naturaleza, es decir , sus lujurias y deseos. As� los jud�os son llamados animales o naturales, por no tener el Esp�ritu. (3.

) A quien persigue un conocimiento que no es espiritual y sublime, sino abierto y f�cil a la mente y los sentidos. Este es el significado aqu�. Bernardo, o quien sea el autor del tratado sobre la vida solitaria, dice, poco despu�s del comienzo del mismo: "El estado natural es un modo de vida subordinado a los sentidos del cuerpo, a saber, cuando el alma, como saliendo de s� misma, persigue, por medio de los sentidos corporales, el placer que encuentra en los cuerpos que ama, se alimenta de el disfrute que dan, y nutre su propia disposici�n sensual; o cuando, como volviendo a s� misma, al darse cuenta de que no puede llevar al lugar donde est� su naturaleza incorp�rea los cuerpos a los que se ha unido por los poderosos lazos del amor y del h�bito, trae consigo im�genes de ellos, y mantiene una conversaci�n amistosa con ellos.

Y cuando se ha acostumbrado a ellos, piensa que no hay nada m�s que lo que ella dej� atr�s o ella misma trajo dentro. Desde entonces, mientras permanece aqu�, encuentra su placer en vivir seg�n los placeres del cuerpo; pero cuando se le impide disfrutarlos, no piensa sino en im�genes de cosas corporales �.

As� se llama espiritual al que vive en el Esp�ritu:

1. Como un esp�ritu que no necesita alimento, as� vivi� Cristo despu�s de su resurrecci�n ( 1 Corintios 15:45).

2. Como siguiendo la inspiraci�n, direcci�n y movimientos del Esp�ritu.

3. Como bebiendo de la ense�anza celestial del Esp�ritu. Tal persona es llamada espiritual por S. Cris�stomo, S. Tom�s y otros. San Bernardo, en el lugar que acabamos de citar, escribe: " Puede llamarse natural el estado de los principiantes, de los que avanzan racionalmente, de los que son perfectos espirituales. Porque son naturales los que por s� mismos no son guiados por la raz�n ni atra�dos por el afecto, y sin embargo son influenciados por la autoridad, o tocados por la doctrina, o provocados por el ejemplo para aprobar y esforzarse por imitar el bien.

Son racionales los que por el juicio de la raz�n tienen alg�n conocimiento y deseo del bien, pero a�n no lo aman. Son perfectos los que son guiados por el Esp�ritu, los que son iluminados m�s plenamente por el Esp�ritu Santo, y de ah� deriva su nombre de 'lo espiritual'. Y como conocen el sabor del bien, y se dejan llevar por su amor por �l, se les llama sabios, o los que saben. Luego, comparando estos tres, y formando de ellos pelda�os y una escala de virtudes, contin�a diciendo: " El primer estado tiene que ver con el cuerpo, el segundo con el alma, el tercero no encuentra descanso sino en Dios ". .

El principio del bien en la conversi�n es la obediencia perfecta, su avance es la sujeci�n del cuerpo, su perfecci�n es haber convertido por continuas buenas acciones la costumbre en amor. El principio de lo racional es comprender aquellas cosas que se le presentan en la ense�anza de la fe, su avance est� marcado por la provisi�n de aquellas cosas que se ordenan, su perfecci�n se ve en el juicio de la raz�n convirti�ndose en la vida de la coraz�n.

La perfecci�n de lo racional es el comienzo de lo espiritual; su avance consiste en ver la gloria de Dios a cara descubierta; su perfecci�n es ser transformados en la misma imagen de gloria en gloria como por el Esp�ritu del Se�or .�

Porque se disciernen espiritualmente, es decir , seg�n las reglas dadas por el Esp�ritu Santo y los c�nones de la fe. Algunos dicen que es discernido espiritualmente , lo que significar�a que es invitado, al ser examinado, a la sabidur�a espiritual y celestial. Cuando se le instruye en asuntos espirituales, o cuando las cosas espirituales se le presentan al hombre natural, y cuando se le pregunta al hombre natural acerca de las cosas espirituales, no puede entenderlas.

Versículo 15

Pero el que es espiritual juzga todas las cosas. Se llama espiritual, como hemos visto, el que sigue la fe, la sabidur�a y la ense�anza del Esp�ritu Santo, el que tiene al Esp�ritu Santo como gobernante de su alma. As� Cris�stomo, Anselmo, Santo Tom�s.

Juzga todas las cosas. 1. Por eso Calvino y los anabaptistas hacen del esp�ritu privado y fan�tico de cada hombre espiritual, es decir , de cada uno de los fieles, el �rbitro de las controversias de fe, y el int�rprete de la Escritura; pero err�neamente, porque no todos los cristianos son espirituales, sino s�lo los perfectos, como se dijo en el ver. 14

2. Los dem�s no pueden saber si un hombre tiene este esp�ritu, si es espiritual, incluso si es fiel. Luego este esp�ritu privado y secreto no puede ser juez p�blico de todas las cosas; pero esto es competencia de los Concilios y del Papa. Porque es sabido que estos son espirituales, que son gobernados por la Santa Sede, quien los nombr� maestros, y por ellos gobierna y ense�a a la Iglesia.

3. Los Padres fueron espirituales en alto grado, y sin embargo erraron a veces.

4. Es evidente que los sencillos necesitan de los pastores y maestros que Dios ha puesto en la Iglesia para ense�ar a los dem�s (Ef 4,11).

Respondo, pues, que este pasaje quiere decir que el hombre espiritual juzga las cosas en general, las cosas espirituales, las cosas divinas y celestiales, las cosas naturales, terrenas y f�ciles; mientras que el hombre natural juzga s�lo las cosas naturales. Esto es que puede haber una distribuci�n proporcionada a clases de individuos, y no a individuos de diferentes clases. Entonces decimos: "Vivo de toda clase de comida", es decir , de cualquier clase.

En segundo lugar, "juzgar todas las cosas" es examinar, refutar y cernir cuestiones, seg�n las reglas de la fe y de la sabidur�a divina que tiene el hombre espiritual. Por supuesto, esto es en cuestiones en las que ha sido suficientemente instruido desde arriba, como, por ejemplo , en asuntos de fe claros y comprobados, juzga todo de acuerdo con los art�culos de la fe. Pero si surgiera alguna nueva cuesti�n de fe o moral, y es oscura o dudosa, la sabidur�a misma dictada al hombre espiritual, que en esta cuesti�n a�n no es espiritual, o suficientemente ense�ado por el Esp�ritu, para recurrir a sus superiores, como el mismo Esp�ritu le ense�a, a los doctores, a su madre, la Iglesia Romana, para que ella decida y defina esta cuesti�n por �l.

Porque ella, seg�n la ense�anza del Ap�stol, es claramente espiritual, y juzga todas las cosas con la direcci�n y asistencia del Esp�ritu. Pues Cristo prometi� esto a Pedro, y en �l a sus sucesores (S. Mat. xviii. 18; S. Lucas xxii. 32). Ellos, pues, son muy espirituales y juzgan todas las cosas. Es diferente con los que est�n debajo de ellos, quienes, aunque son espirituales, sin embargo, a menudo deben buscar el juicio de sus superiores.

De lo contrario, el que es espiritual nunca tendr�a que obedecer la decisi�n de su padre, ni de su maestro, ni de su obispo. As� pues, en la medida en que el hombre espiritual sigue la direcci�n del Esp�ritu, ya sea ense��ndole directamente, o envi�ndole a los doctores de la Iglesia, no puede errar. Del mismo modo S. Juan dice que el que es nacido de Dios no puede pecar (1Jn 3,9); es decir , en la medida en que el que es nacido de Dios permanece en �l.

As� Santo Tom�s, Ambrosio, Anselmo, Teofilacto, Cris�stomo. S. Pablo quiere decir, entonces, que el hombre espiritual juzga bien sobre los misterios ocultos de la fe, y sobre las cosas en general, y si duda, sabe qu� hacer, a qui�n debe consultar, para recibir instrucci�n. . As� lo dice Arist�teles ( �tica iii. 4). " El hombre bueno juzga rectamente en todos los casos, y el hombre virtuoso es la regla y medida de todas las cosas humanas " , i.

mi. , dice Santo Tom�s, porque tiene voluntad de juicio ordenado y buenos deseos, obediente a la ley y a la raz�n, pero en los casos dif�ciles debe consultar a los m�s sabios y diestros en la ley.

Sin embargo, �l mismo no es juzgado de ning�n hombre, es decir , es refutado o condenado por uno solo, en cuanto juzga espiritualmente, como dice S. Cris�stomo. Porque si no, es reprendido como San Pedro por San Pablo (Gal 2,11). En cambio el hombre natural es examinado espiritualmente y juzgado por el espiritual, aunque no lo sepa ni lo entienda. Porque en este pasaje todo el esfuerzo del Ap�stol es excluir la sabidur�a humana y mundana de la espiritual, y contrastar la espiritual con la natural, y ponerla en primer lugar, ya que los corintios hicieron lo contrario y por lo tanto pusieron a Apolos antes que a Pablo.

Da a entender, por lo tanto, que los corintios son naturales, porque buscaban "palabras persuasivas de sabidur�a humana", como las que admiraban en la elocuencia de Apolos; y dice que no pueden juzgar sobre las cosas espirituales, y la sabidur�a espiritual de Pablo, sino que �l y los hombres como �l deben juzgar tanto la sabidur�a espiritual como la natural. Esto y nada m�s es lo que pretende el Ap�stol.

Versículo 16

�Qui�n ha conocido la mente del Se�or? Puesto que el hombre espiritual ha sido ense�ado por Dios y sigue sus reglas, en cuanto tal, no puede ser juzgado por nadie; porque el que ha de juzgarle debe ser m�s sabio o mayor que el Esp�ritu de Dios, para poder penetrar y medir ese Esp�ritu. Pero, �qui�n puede hacer esto? As� Cris�stomo. Sin embargo, el hombre espiritual muchas veces puede y debe ser juzgado, porque no se sabe que sea espiritual en una determinada materia.

Por lo tanto, en cxiv. 29, dice: "Que los otros hablen dos o tres, y que los otros juzguen". Adem�s, muchos se jactan de ser espirituales cuando son meramente naturales, como, por ejemplo , los anabaptistas. Pero San Pablo era confesamente espiritual, por lo que a�ade: Tenemos la mente de Cristo la sabidur�a de Cristo que es espiritual y Divina, no natural y humana. Nuestra sabidur�a no es la de Plat�n o Pit�goras, sino la de Cristo, quien ha infundido Sus verdades en nuestras mentes. As� Cris�stomo.

Información bibliográfica
Lapide, Cornelius. "Comentario sobre 1 Corinthians 2". El Gran Comentario Bíblico de Cornelius a Lapide. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/clc/1-corinthians-2.html. 1890.