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Bible Commentaries
1 Corintios 3

Gran Comentario Bíblico de LapideComentario de Lapide

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Versículos 1-23

CAP�TULO III.

SINOPSIS DEL CAPITULO

Se esfuerza por poner fin a las divisiones entre los corintios, record�ndoles su mutua sujeci�n y uni�n en Cristo y Dios.

i. Se�ala que Pablo y Apolos no son m�s que ministros de Cristo (vers. 19).

ii. Les recuerda que Cristo es el fundamento de la Iglesia: cada uno, pues, mire lo que edifica sobre ese fundamento; porque si s�lo es heno y hojarasca, ciertamente ser� salvo, pero como por fuego (vers. 10 15).

iii. �l les dice que ellos son el templo de Dios, y les ordena que se cuiden de c�mo desmenuzan o violan ese templo (vers. 16 20).

IV. Proh�be las luchas partidarias (vers. 21-23). verso 1, 2. Como ni�os en Cristo os he alimentado con leche y no con carne. En el cap�tulo anterior el Ap�stol, para sostener su propia autoridad, y para quitar de la mente de los corintios la falsa opini�n que ten�an sobre su ignorancia y falta de poder para hablar, dijo que hablaba sabidur�a entre los que eran perfectos: sabidur�a oculta. que ojo no vio, ni o�do oy�, sino que Dios hab�a revelado.

Ahora, anticip�ndose a una objeci�n, da la raz�n por la cual no hab�a mostrado esta sabidur�a a los corintios, y transfiere la culpa de s� mismo a ellos. Era porque eran como ni�os y carnales, a�n no capaces de recibir tal sabidur�a, y de ser alimentados, por lo tanto, no con carne sino con leche.

N�tese que el Ap�stol designa como leche aquella m�s f�cil, m�s agradable y m�s did�ctica sobre la Humanidad de Cristo, Su gracia y redenci�n, que conviene a los catec�menos reci�n convertidos y a�n carnales. �l llama "carne", o alimento s�lido, la ense�anza m�s perfecta y robusta sobre los misterios m�s profundos, como sobre Dios, sobre el Esp�ritu de Dios y las cosas espirituales, sobre la sabidur�a, el poder y el amor de la Cruz.

As� dicen Ambrosio, Teofilacto, Santo Tom�s. S. Anselmo moraliza as�: " El mismo Cristo es leche para el hombre por la Encarnaci�n; alimento s�lido para un �ngel por su Divinidad. El mismo Cristo crucificado de nuevo, la misma lecci�n, el mismo serm�n es tomado por los hombres carnales como leche, por los espirituales ". como alimento s�lido ".

San Pablo alude aqu�, como es su costumbre, a Isa. xxviii. 9, y a Isa. Lev�tico 1 . A este respecto n�tese que lo que Isa�as llama "carne", que representa la plena sabidur�a espiritual de los perfectos, como la leche significa la disciplina de los ni�os y de los imperfectos. De ah� que antiguamente se daba vino y leche a los reci�n bautizados, cuando hab�an sido revestidos con las vestiduras blancas, y esta costumbre, como S.

Jer�nimo dice en su comentario sobre Isa�as, todav�a se mantiene en las iglesias de Occidente. En otros lugares se daba miel y leche, como testifica Tertuliano ( contra Marcion lib. ic 14), para denotar (1.) su infancia e inocencia en Cristo, siendo la leche un s�mbolo de ambos. De ah� que Homero llame a los hombres que son inocentes y justos "alimentadores de leche", como dice Clemens Alexandrinus ( P�dag . lib. ic

6). (2.) Para denotar su semejanza con Cristo, de quien Isa�as cant� ( Isa�as 7:15), "Mantequilla y miel comeremos". (3.) Para simbolizar la mansedumbre infantil, la humildad y la mansedumbre de la vida cristiana. Por lo tanto, en el primer sacrificio de la Misa, que los reci�n bautizados escuchaban en Pascua, es decir, el domingo bajo, se ley� como ep�stola esa parte de la ep�stola de San Pedro en la que aparecen las palabras: "Como nuevo- los ni�os de nacimiento desean la leche sincera de la palabra.

De ah� que S. In�s, por autoridad de S. Ambrosio ( Serm . 90), sol�a decir: "Leche y miel he recibido de Su boca", Clemente ( P�dag . lib. ic 6) discurre extensamente sobre esta leche. .

Versículo 3

Mientras que hay entre vosotros envidia y contienda... �no sois carnales? (1.) La palabra carnal se aplica aqu� a alguien que no solo tiene su uso natural de los sentidos y la raz�n, sino tambi�n a alguien que sigue los movimientos y dictados de la carne, es decir, de su naturaleza animal. Y, por tanto, como acertadamente observa Santo Tom�s, el que sigue los movimientos de la lujuria, o de su naturaleza ca�da, es carnal, natural, andando seg�n el hombre, y desprovisto del Esp�ritu de Dios.

(2.) Tanto aqu� como en Gal. v. 19., las obras de la carne, es decir , de nuestra naturaleza corrupta, incluyen la envidia, los celos, las contiendas, que son pecados espirituales, as� como la glotoner�a y la lujuria, que son, estrictamente hablando, carnales. Cf. notas a Romanos 7:22 , y G�latas 5:17 .

El significado es: Vosotros, oh corintios, sois carnales, es decir , contenciosos, porque luch�is neciamente como muchachos por la dignidad de vuestros maestros, y ensalz�is y pon�is en venta, a uno Pablo, a otro Apolos.

Versículo 5

As� como el Se�or dio a cada hombre. Dios otorg� a cada uno de sus ministros poderes de tal clase y alcance como correspond�a a su ministerio. Por tanto, deben gloriarse s�lo en Dios, no en Pablo o Apolos, sus ministros. Estos �ltimos no eran los se�ores o los autores de su fe, sino simplemente los instrumentos usados ??por Dios. As� Anselmo, Ambrosio, Teofilacto.

Versículo 6

Yo plant�, Apolos reg�; pero Dios dio el aumento. Yo fui el primero en sembrar las semillas de la fe en Corinto, y luego Apolos, viniendo despu�s de m�, la ayud� a avanzar (Hch 18:26). Pero fue Dios quien dio la vida interior y la fuerza de la gracia para el crecimiento y la madurez en la fe y la virtud cristianas: esto pertenece solo a Dios. Cf. Agust�n ( en Joan. Tr. 5).

Dios da a las plantas su crecimiento, no, como suponen los r�sticos, a�adiendo directamente alg�n poder diario especial de crecimiento, sino otorgando y preservando a la naturaleza misma de la semilla o de la ra�z un vigoroso poder de crecimiento. En otras palabras, �l continuamente lo est� otorgando y preservando, y cooperando con �l: porque la obra Divina de preservaci�n no es m�s que una continuaci�n del poder creativo primordial.

Lo hace ordenando y templando seg�n su consejo la lluvia, el calor, los vientos y otras cosas que necesitan los frutos de la tierra, de modo que, a medida que estos se templan, el fruto es m�s grande o m�s peque�o. As� es en la siembra de la Palabra de Dios, y en su crecimiento, perfeccionamiento y cosecha en la mente de los hombres.

Parece de esto (1.) que la predicaci�n externa, el llamamiento, los ejemplos y los milagros no son suficientes por s� solos para la conversi�n y el comienzo de la vida espiritual, o para su crecimiento posterior. (2.) Que, aunque todos por igual oyen la misma palabra de predicaci�n, sin embargo, algunos se benefician poco, otros se benefician mucho de ella, a saber, aquellos en quienes Dios obra mediante un llamamiento interior especial, y cuyos corazones �l toca para cambiar sus vidas. , o continuar elev�ndose a cosas m�s altas. Por lo tanto, tanto los que predican como los que escuchan se benefician m�s si suplican fervientemente a Dios por esta influencia interna.

Versículo 7

As� pues, ni el que planta es nada, ni el que riega, sino que Dios da el crecimiento. El labrador que planta y riega apenas hace nada en comparaci�n con Dios; porque �l trabaja desde afuera solamente, y todo lo que hace lo recibe de Dios, y trabaja como Su instrumento. Pero Dios obra dentro directamente como el agente principal y proporciona el poder de un crecimiento vigoroso. Porque la acci�n se asigna al agente principal, y especialmente a la primera causa.

As� Santo Tom�s y Teofilacto; S. Agust�n ( en i. Ep. S. Juan. Tr. 7) dice bellamente: " Los ministerios exteriores son ayudas y advertencias, pero el que ense�a el coraz�n tiene su trono en el cielo. Estas palabras que dirigimos a otro desde fuera son a �l como el labrador al �rbol, porque el labrador act�a sobre el �rbol desde fuera, reg�ndolo y cuid�ndolo diligentemente, pero no da forma a sus frutos .

"Es Dios quien coopera con el �rbol y le da el poder de dar fruto. De la misma manera, las palabras del predicador hacen poco, porque suenan solo desde afuera. Pero es Dios quien coopera con ellos dentro, y por su gracia ilumina y convierte el alma.

Versículo 8

Ahora bien, el que planta y el que riega son uno. Son uno, dicen Santo Tom�s, Anselmo y otros, en oficio y uno en su ministerio, es decir , ambos son ministros por igual. Por lo tanto, uno no debe ser despreciado o exaltado en comparaci�n con otro, por ejemplo , Pablo en comparaci�n con Apolos. Adem�s, todos deben estar unidos como uno por el mismo lazo de la caridad, y no deben causar divisiones a causa de sus ministros.

Porque aunque tengan diferentes dones, todos cumplen el mismo deber, y son uno en Cristo, que aborrece los cismas, ama la unidad, y vela con diligencia por sus ministros, por d�biles que sean, y quiere que sean estimados y respetados. honrado por todos, no como hombres sino como sus representantes.

Y cada uno recibir� su propia recompensa de acuerdo con su trabajo . Este pasaje muestra claramente los m�ritos de las buenas obras; porque donde hay recompensa hay m�rito, siendo los dos t�rminos correlativos.

No dice, n�tese bien, que "cada uno recibir� su recompensa seg�n el fruto que haya producido", sino simplemente "seg�n su trabajo", porque el fruto no est� en nuestro poder, sino en el mano de Dios que da el crecimiento. Recibir�s, por lo tanto, una recompensa completa por todo el trabajo genuino, aunque no se produzca ning�n fruto aunque no se convierta ning�n hereje o pecador. Es m�s, la recompensa ser� mayor, porque es m�s dif�cil y m�s descorazonador predicar cuando se ve poco o ning�n fruto que cuando muchos aplauden el serm�n, o se benefician de �l.

Versículo 9

Porque somos colaboradores de Dios. S. Dionisio ( C�lest . Hierarch. c. 3) dice: " Una grande, una angelical, m�s a�n, una Divina dignidad es convertirse en un colaborador de Dios en la conversi�n de las almas, y mostrar abiertamente a todos los Divinos poder obrando en nosotros ".

Vosotros sois labranza de Dios. Ni la de Pablo ni la de Apolo: para que no os jact�is en ellas. S. Paul contin�a la ilustraci�n extra�da de la agricultura. El principal labrador es Dios; Pablo y Apolos son sus sirvientes; los corintios son el campo; la semilla es gracia, los frutos buenas obras. Dios por Su Esp�ritu cultiva dentro: Pablo lo asiste por su predicaci�n desde afuera. Entonces Anselmo.

Vosotros sois edificio de Dios. Inculca la misma verdad mediante otra ilustraci�n de la construcci�n y la arquitectura. El primer arquitecto es Dios; el ministro secundario es Paul; el edificio es la Iglesia y toda alma cristiana. Entonces Anselmo.

Debemos observar que los hebreos y los sirios se regocijan en las met�foras y par�bolas, y las juntan, pasando f�cilmente de unas a otras.

Versículo 10

Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, como perito arquitecto he echado los cimientos. No m�o es este edificio, no m�as las obras; porque aunque yo, como el primer arquitecto, puse los cimientos, por mi predicaci�n, de la Iglesia en Corinto, sin embargo, todo lo que hice, y perfeccion� all�, no fue hecho por mi fuerza, sino por la gracia de Dios. Que, pues, esta edificaci�n de la Iglesia de Dios se atribuya a su gracia, no a mis esfuerzos.

Versículo 11

porque nadie puede poner otro fundamento. Yo he puesto los cimientos de vuestra Iglesia: vean Apolos y otros sobre qu� superestructura se levantan, pero no se esfuercen por poner un nuevo cimiento. Porque no se puede poner otro fundamento, pues es Jesucristo mismo. El fundamento, pues, de la Iglesia, y de cada alma en ella, es Jesucristo, es decir , la fe en �l como nuestro Salvador, y sobre todo la fe que es vivificada por la caridad, sobre la cual os he edificado. As� Anselmo, y S. Gregorio ( lib. vii. epist . 47).

En este sentido s�lo Cristo es el fundamento de la Iglesia, y fundamento de los fundamentos, como dice San Agust�n en el Salmo lxxxvii.1, porque s�lo se apoya en s� mismo y soporta a todos, incluso a Pedro. En otro sentido Pedro es el fundamento de la Iglesia, es decir, secundario, porque por su firmeza en la fe no puede ense�ar p�blicamente el error, sino que siempre confirma en �l a los dem�s y les da luz.

As� lo establece Santo Tom�s y todos los te�logos cat�licos. En un sentido similar, no s�lo Pedro, sino todos los Ap�stoles, son llamados los fundamentos de la Iglesia ( Salmo 87:1 ; Apoc 21:19). verso 12 y 13. Ahora bien, si alguno construye... el fuego probar� la obra de cada uno de qu� clase es. Esta es una met�fora sacada de una casa en llamas, que si est� construida de oro o piedras preciosas no recibe da�o, pero si es de madera o hojarasca se consume.

N�tese de paso que por "piedras anteriores" debemos entender aqu� m�rmol, p�rfido y similares, no diamantes u otras gemas; porque las casas de los ricos est�n construidas con lo primero, no con lo segundo. Tal fue el alarde de Augusto: "Recib� la ciudad construida de ladrillo, la dejo construida de m�rmol". El significado del Ap�stol, entonces, es que, si ocurre un incendio, una casa construida de m�rmol y oro no es da�ada por �l, sino que brilla m�s intensamente.

Pero la pr�xima casa, que est� construida de madera y hojarasca, arder�, y su inquilino ciertamente escapar�, pero se quemar�. As� que si alg�n cristiano, y especialmente alg�n maestro o predicador del Evangelio (pues a estos se refiere principalmente aqu�, como se desprende de los vers�culos 4, 6 y 10), edifica sobre la fe de Cristo oro y plata, es decir, seg�n a Teodoro y Teofilacto, obras santas, y especialmente sana, edificante y santa doctrina, recibir� su recompensa.

As� Ambrosio y S. Anselmo. Santo Tom�s dice: " El oro es la caridad; la plata, la sabidur�a contemplativa; las piedras preciosas son las otras virtudes " . Magd. lib. iv. c. 13) piensa (porque estos son plomo y lat�n, como lo se�alan Anselmo y S. Tom�s y S. Agust�n ( Enchirid. c. 68), ni est�n edificados, sino que derriban y destruir el edificio, a saber.

, esa fe viva que es la �nica que gana una recompensa de Cristo); pero representan pecados veniales, que hacen que la mente se aferre a las vanidades, a las ventajas mundanas, a la vanagloria. Pero en rigor el Ap�stol se refiere, cuando habla de madera, heno, hojarasca, a una doctrina fluida, fr�vola, vistosa, ornamental, alambrada e in�til. As� lo dicen Ambrosio, Santo Tom�s, Teodoreto, Anselmo. Porque el que edifica estas cosas sobre el fundamento de la fe en Cristo, ser� salvo, aunque as� como por fuego.

El Ap�stol en versos deja a los corintios para dar una advertencia a Apolos y a sus otros maestros y predicadores, especialmente a los dotados de elocuencia, para que se cuiden de su gran peligro, la vanagloria, y sean maestros de la verdad en su pureza, no sea que si de lo contrario, tienen que expiar su pecado por el fuego. Que hubo algunos en Corinto que hab�an sido la causa o la ocasi�n de contienda y divisi�n se insin�a bastante claramente aqu� y en el pr�ximo cap�tulo en los vers. 6, 10, 15, 18 y 19.

Porque el d�a lo declarar�. Este d�a es el d�a del Se�or, para ser marcado con una piedra blanca o negra, el d�a del juicio, especialmente del juicio universal, que ser� revelado en fuego. Porque ese d�a del Se�or es ahora nuestro d�a, como dicen Anselmo, Teodoreto, Ambrosio y Santo Tom�s. Cf. tambi�n 2 Timoteo 4:8 ; 2 Timoteo 1:12 ; y C. 15. En estos y otros lugares evidentemente debemos entender que "aquel d�a" es como un nombre t�cnico para el famoso d�a del juicio universal.

Pero noten que el d�a del juicio particular tambi�n debe ser incluido bajo este d�a del juicio universal. Porque el juicio de ambos es uno y el mismo, como tambi�n lo es su sentencia.

Ser� revelado por el fuego. �Qu� es este fuego? Para responder esto debemos notar que el Ap�stol habla de tres cosas: (1.) que el d�a del Se�or ser� revelado en fuego; (2.) que probar� la de cada hombre; (3.) que aquellos que construyen madera, heno, hojarasca pasar�n a trav�s de �l, y ser�n salvos, aunque as� como por fuego.

1. Muchos de los antiguos, como Or�genes ( en Lucam , hom. 14), Ambrosio (en Salmo 37 ), Lactancio ( lib. vii. c. 21), Basilio (en Isa�as 14 ), Rupert (en Gen. lib . ii c. 32), toman el fuego como un fuego literal, por el que creen que todas las almas, incluso las de Pedro y Pablo, deben pasar en su camino al cielo, para ser purgadas de sus impurezas, ya sea el general conflagraci�n en el fin del mundo, o el fuego purgatorio debajo de la tierra, o alg�n otro fuego en el �ter superior.

Porque Beda dice ( hist. lib. iii. xix.) que S. Fursey vio grandes fuegos en el camino que conduc�a al cielo, a trav�s del cual el viajero debe pasar. Pero esta opini�n, aunque no ha sido condenada, y aunque Belarmino ( de Purg. lib. ii. 1) no se ha atrevido a condenarla, carece de fundamento. Pues este pasaje del Ap�stol, en el que s�lo se basan los que sostienen esta opini�n, tiene un significado diferente. Esa visi�n de Fursey tambi�n fue meramente una representaci�n, bajo la imagen del fuego literal, del juicio espiritual de Dios y los castigos que aguardan a los hombres carnales, como mostrar� a continuaci�n.

2. S. Cris�stomo y Teofilacto, que fueron seguidos por los Padres griegos en el Concilio de Florencia, responden que es el fuego del infierno, en el que el pecador permanecer� seguro, es decir , indestructible e imperecedero, para sufrir el castigo eterno. Pero esto es una perversi�n del significado: porque la salvaci�n en todas partes representa en las Escrituras un estado de libertad del dolor y la tristeza, nunca una existencia eterna en tormentos. Y as� lo entienden todos los dem�s int�rpretes, as� como los Padres latinos en ese mismo Concilio.

Pero debemos notar que aunque S. Cris�stomo entiende este vers�culo del infierno, no niega que puede referirse al purgatorio, como lo afirm� falsamente Marcos, Arzobispo de �feso, en el Concilio. Incluso lo admite expresamente (en Matt. Hom. 32, en Philipp. Hom. 3, Heb. Hom. 4, y en otros lugares). En estos lugares exhorta a los fieles a rezar por los fieles difuntos del purgatorio; porque no podemos orar por los que est�n en el infierno, ya que no hay redenci�n.

Los herejes responden que este fuego es el fuego de la tribulaci�n de esta vida; y esto incluso est� impl�cito en Anselmo y Gregorio (Dial. iv. 39) y Agust�n (en Sal. xxxviii), todos los cuales, sin embargo, lo entienden del purgatorio, o que es el fuego de la confusi�n, que ellos fingen que el Esp�ritu Santo env�a sobre los santos en vida, o bien en su muerte, como, por ejemplo , dicen que lo hizo en el caso de SS.

Bernardo, Francisco y Domingo, para mostrarles sus errores sobre la vida mon�stica, la Misa y la Confesi�n, para que tengan los ojos abiertos y sean llevados a retractarse. Pero todo esto es una invenci�n gratuita, ni existe tal retractaci�n hecha por estos Santos o por otros en sus lechos de muerte: m�s bien dieron con constancia una exhortaci�n a sus seguidores a persistir y seguir adelante en la vida mon�stica.

A��dase a esto que muchos han muerto de repente, y todav�a mueren de repente, o mueren mientras duermen, y que se van con la mancha de los pecados veniales. �D�nde se purgan? No en el cielo, porque all� nada contaminante entrar� (Apoc. 21:27); no en el infierno, porque ese es el lugar de los perdidos; por lo tanto, debe estar en el purgatorio. Porque despu�s de esta vida no hay lugar para la acostumbrada misericordia y el perd�n de Dios, sino s�lo para la justicia y para la justa reparaci�n, o mejor dicho, el sufrimiento de la reparaci�n, para que nadie pueda decir que Dios perdona gratuitamente todos los pecados a los muertos, es decir , todo dolor y culpa. Por �ltimo, el d�a de la muerte no se llama el d�a del Se�or, sino el d�a del juicio; ni fuego denota la confusi�n que sucede entonces, sino fuego literal.

Calvin objeta que la madera, el heno, la hojarasca se usan en sentido figurado, por lo que tambi�n lo es el fuego. Respondo negando que se siga; porque parece que el d�a del Se�or ha de ser revelado por fuego propiamente dicho, y lo mostrar� directamente.

4. Sedulio, Cayetano, Teodoreto, Ambrosio entienden este fuego del examen estricto y severo del juicio de Dios, castigando el pecado despu�s de la muerte por el fuego; o, como sugiere Belarmino, es el fuego en parte del juicio, en parte del purgatorio. En otras palabras, as� como las obras de los pecadores tendr�n su examen de fuego, as� tambi�n los que las hacen tendr�n su fuego, el fuego de la venganza, en el purgatorio.

Por analog�a se llama ese juicio con el nombre de fuego, porque, como el fuego, ser� pur�simo, escudri�ador, r�pido y eficaz ( Malaqu�as 2:2 ; Heb. xii. 29). Pero como las palabras del Ap�stol no hablan sino de fuego, y lo repiten dos y tres veces, parece clara y propiamente decir lo que dicen, y denotar fuego literal en todas partes, sin figura, doble sentido o variaci�n.

Digo, pues, 1. que es cierto que este lugar se entiende del fuego del purgatorio. As� lo toman el Concilio de Florencia, Ambrosio, Teodoreto, Santo Tom�s, Anselmo, aqu�, y en innumerables lugares los Padres griegos y latinos, citados extensamente por Belarmino y Salmer�n. Esta es la tradici�n y opini�n com�n de la Iglesia y de los doctores, aunque a veces expliquen los detalles de manera diferente, o los apliquen al purgatorio de manera diferente.

Puede objetarse: si el Concilio de Florencia entiende este pasaje del fuego del purgatorio, es por lo tanto una cuesti�n de fe , y debe ser entendido por todos, y por lo tanto tambi�n es de fe , no solo que hay un purgatorio, pero que las almas son purificadas en �l por el fuego.

Respondo negando que se siga. Porque aunque los Padres latinos en el Concilio de Trento as� lo entendieron, y aunque en consecuencia es cierto que hay un fuego purgatorio, sin embargo no quisieron definir como una cuesti�n de fe que es fuego, sino solo que es del purgatorio. Hicieron esto, tambi�n, para no ofender a los griegos, quienes ciertamente admit�an un purgatorio, pero negaban la existencia de fuego en �l, diciendo simplemente que era un lugar oscuro y lleno de sufrimiento.

2. El fuego del que aqu� habla el Ap�stol es propiamente el fuego de la conflagraci�n del mundo. Esto se desprende del hecho de que ser� en el d�a del Se�or, es decir, en el juicio final, que se describe en todas partes en la Escritura "por el fuego que ha de abrasar al mundo". Cf. Salmo 92:3 ; 2 Tesalonicenses 1:8 ; Joel 2:3 ; 2 Pedro 3:12 .

Porque este fuego consumir� al mismo tiempo el mundo, y probar� y purgar� a los que entonces vivir�n, como lo establecen los te�logos en todas partes; ser� tambi�n el precursor, o m�s bien el compa�ero y el lictor, de Cristo, el Juez. Tambi�n traer� la muerte y el castigo, si no a los puros, al menos a los impuros, en proporci�n a su merecimiento. Este fuego entonces rodear� y llevar� consigo a los condenados al infierno, y as� se dice que "el d�a del Se�or ser� revelado por fuego"; lo que significa que ese d�a ser� revelado por fuego como el d�a de la venganza y el juicio del Se�or.

Te preguntar�s, �C�mo funciona este fuego de purga que hace mucho que pas� y no est�? Respondo que la Escritura dice que las buenas y malas obras de los hombres las siguen; est�n con ellos despu�s de la muerte, en la medida en que la responsabilidad por ellos todav�a permanece con los hombres, oblig�ndolos a la recompensa o al castigo.

Usted puede preguntar de nuevo, �C�mo se puede decir que las obras son quemadas? Respondo, de dos maneras: (1.) En sentido figurado, porque se comparan con la hojarasca, que literalmente se quema. Las obras tambi�n arden en sentido figurado, es decir , son castigadas y destruidas como la le�a que se consume en el fuego. (2.) Por metonimia, las obras se ponen para el trabajador y, por lo tanto, se dice que se queman.

N�tese aqu� que el Ap�stol usa esta figura y metonimia para continuar con la ilustraci�n de un edificio que introdujo en el ver. 9, y tambi�n porque se refiere a la conflagraci�n que va a quemar todos los edificios del mundo. Porque las obras de los hombres les construyen como si fueran casas, as� como los gusanos de seda tejen bolitas de seda, y se envuelven en ellas, como si fueran sus casas; de modo que si quemas estas bolitas quemas el gusano de seda, y viceversa .

As� que aqu� el trabajo se quema figurativamente como una casa, porque el trabajador y constructor a quien se adhieren las obras, y en quien se puede decir que se adhieren, se quema. Adem�s, se dice que son quemadas las obras en lugar del trabajador, porque el trabajador no se consume del todo, sino que se salva, aunque as� como por fuego. Pero la culpa de sus obras es consumida y eliminada por este fuego.

Puede preguntarse en tercer lugar: �C�mo se dice que este fuego prueba el oro y la plata, es decir , las buenas obras? Respondo: Por el mismo hecho de que no los toca, sino que los deja enteramente ilesos, porque son enteramente sin aleaci�n; el fuego declara la perfecci�n de los trabajadores y de sus obras. Pero se manifestar� quemando, es decir , castigando la madera, el heno, la hojarasca, cuando atacar� y quemar� a los que cometieron pecado venial, y los purgar� para salvarlos, pero as� como por fuego.

Del mismo modo, en la antig�edad, hasta que fue prohibido por los C�nones como tentaci�n de Dios, se recurr�a al juicio por ordal�a para decidir la culpabilidad: el acusado ten�a que manejar un hierro al rojo vivo o caminar descalzo sobre �l. Si era realmente culpable, lo quemaban; si es inocente, ileso. Esto le sucedi� a S. Cunegunda, esposa del emperador Enrique, ya los tres ni�os en el horno de Babilonia. Una prob� su castidad caminando descalza sobre el hierro candente, las otras su inocencia al pasar ilesas por el horno de fuego.

Se puede preguntar de nuevo, �C�mo prueba el fuego la obra de cada hombre? Porque Pablo, y todos los que ya est�n muertos, no pasen por el fuego que consume al mundo. Respondo (1.) que S. Pablo tiene la costumbre de hablar como si el �ltimo d�a estuviera cerca, para que pueda animar a todos a prepararse para un d�a que es incierto, y tal vez pronto. (2.) Adem�s, este fuego purgar� el mundo entero, y por lo tanto, si hay alguna mancha en alguno de los muertos que a�n no ha sido purgado, ser� atacado y castigado por ese fuego; y as� se manifestar� la obra de cada uno, sea vivo o muerto.

(3.) As� como el Ap�stol incluye el d�a de la muerte bajo el d�a del Se�or, y el juicio particular bajo el general, y los considera bajo un aspecto, as� tambi�n, bajo el fuego que acompa�ar� a Cristo cuando venga a juzgar. , y que purgar� lo que luego queda que necesita purga, quiere que entendamos ese fuego por el cual las almas comienzan a ser purgas inmediatamente despu�s de la muerte. Por este fuego, se refiere al fuego del purgatorio.

No hay objeci�n a esto de que el fuego que destruir� el mundo ser� antes de la muerte, cuando deber�a ser despu�s de la muerte. Porque (1.) eliminar� los pecados de toda la vida y tambi�n los de la muerte. Pero no puede ser despu�s de la muerte para purgar a los muertos, porque los que est�n muertos entonces resucitar�n inmediatamente y ser�n llevados al juicio. (2.) Si alguno antes de la muerte por casualidad no ha sido suficientemente purgado, despu�s de la muerte ser� completamente tratado por el mismo fuego purgatorio.

Esto se prueba con este vers�culo; porque el Ap�stol lo escribe a los vivos, que no deb�an ver la conflagraci�n general, sino que deb�an tener su propio purgatorio despu�s de la muerte, como los dem�s deb�an tener el suyo a la muerte. Porque �por qu� habr�a de escapar uno m�s que el otro a este fuego, si sus m�ritos fueran los mismos? (3.) La palabra griega est� en tiempo presente, "se est� revelando", en otras palabras, el "d�a del Se�or" se revela en la muerte.

(4.) El trabajo de todos ser� probado por este fuego purgatorio, y sin embargo, el trabajo de aquellos que est�n vivos en la conflagraci�n general solo ser� probado por �l. (5.) Todos los Padres Cat�licos, los doctores latinos y el Concilio de Florencia, en sus comienzos, entendieron este pasaje del fuego del purgatorio, y tiene la tradici�n un�nime de la Iglesia. (6.) Probar por purgar es, en el sentido m�s estricto, la obra del purgatorio, y de �l podemos decir con toda verdad que salvar�, aunque como por fuego. Porque desde el momento de la muerte el hombre se salvar�, y cuando haya sido completamente purificado volar� del purgatorio al cielo, antes del gran d�a del Se�or.

As� como el dicho del Ap�stol, que el d�a del Se�or ser� revelado por el fuego, se ajusta exactamente al fuego del fin del mundo, as� tambi�n cae estrictamente con el fuego del purgatorio, porque probar� cada uno de ellos. obra del hombre, y porque el justo que pec� ser� salvo como por fuego.

Debo a�adir a esto que te�logos de renombre, como Francisco Su�rez (pt. iii. vol. 2, disp. 57. sec. 1), sostienen que as� la conflagraci�n general no matar� a los hombres de la purga, sino que despu�s de la resurrecci�n, en el juicio general, este fuego ser� s�lo para terror y castigo de los perdidos, y para quemar y renovar el mundo despu�s del juicio. Aun as�, dicen, que podemos inferir que tratar� de purgar los buenos, en cuanto que ser� testimonio del reconocimiento por parte de Cristo de su inocencia como resultado de la purga que han sufrido en el purgatorio.

Por lo tanto, es mucho m�s seguro que el juicio del que se habla aqu� ser� por el fuego del purgatorio en lugar de la conflagraci�n del fin del mundo. En fin, todo este pasaje del Ap�stol debe entenderse tanto del d�a del juicio, tanto particular como universal, como del purgatorio y del fuego que ha de consumir al mundo. Cabe preguntarse, �por qu� el Ap�stol los mezcla y habla indistintamente de ambos juicios y de ambos fuegos? La raz�n es (1.

) que as� como el juicio particular y el general ser�n uno y el mismo, as� el fuego del purgatorio y el del fin del mundo ser�n uno y el mismo. Uno purga a los hombres, el otro al mundo. El fuego del purgatorio se relaciona como una parte del todo con el fuego general que ser� el purgatorio del mundo; le dar� su lugar, y tal vez se transforme en �l, y tal vez se vuelva num�ricamente uno con �l.

(2.) El Ap�stol habla con frecuencia de que el d�a del juicio est� cerca y, en consecuencia, como si el paso del purgatorio a la conflagraci�n general fuera pronto a hacerse; y, como se ha dicho, hace esto para que los hombres se preparen para ello con vidas santas y piadosas. Cf. 1 Tes. IV. 15; heb. xi. 40; 2 Cor. v. 1, 3, 4. De manera similar, los profetas y Cristo mismo a menudo mezclan tipo y antitipo, como en S.

Mate. xxiv. Cristo habla de la destrucci�n de Jerusal�n y del mundo como una sola destrucci�n, y como si una fuera a seguirse de cerca a la otra. Esta es la raz�n por la que los Ap�stoles, cuando Cristo dijo esto, pensaron que los dos ser�an casi contempor�neos, aunque despu�s, cuando fueron mejor ense�ados, se dieron cuenta y corrigieron su error.

En segundo lugar, puede preguntar: �C�mo se pueden aplicar las palabras "ser� revelado por fuego" al juicio en particular? �Qu� fuego ser� el asesor de Cristo en el juicio particular cuando las obras de cada uno sean juzgadas y declaradas? Respondo que el fuego del purgatorio es el auxiliar de Cristo en el juicio particular de cualquier hombre, dispuesto a Su mano para juzgar, castigar y purgar la obra de cada uno. Debemos comentar que S.

Pablo personifica este fuego purgatorio, y lo convierte en una especie de asesor de Cristo, de modo que, como soldados ante su capit�n, todos los muertos deben pasar ante �l, para ser inspeccionados y, si lo necesitan, corregidos. El Ap�stol hace esto (1.) para llevar en su figura el oro y el refinador; (2.) para mantener la proporci�n apropiada entre este fuego y la conflagraci�n general, a la que se refiere principalmente cuando dice, "el d�a del Se�or ser� revelado por fuego.

N�tese tambi�n que, como entonces los Profetas y Cristo mezclan confusamente tipo y antitipo, como, por ejemplo , cuando hablan de Salom�n y Cristo, de la destrucci�n de la ciudad y del mundo, y parecen aplicarse a ambas cosas, que tienen m�s referencia a uno que a otro, as� lo hace tambi�n aqu� San Pablo: porque las palabras "el d�a del Se�or ser� revelado por fuego", se refieren m�s bien al incendio del fin del mundo, pero las palabras que siguen, "el fuego probar� la obra de cada uno", tienen que ver m�s bien con el fuego del purgatorio.

El fuego del purgatorio es, pues, el asistente de Cristo en el d�a del juicio particular, su precursor, lictor, carcelero y azote; examina la obra de cada uno, deja intacto el oro de las buenas obras, pero quema como si fuera su propio combustible todas las obras de madera, heno, hojarasca; y as� cada uno sufrir� p�rdida, o castigo de tal manera, sin embargo, que el trabajador se salve, aunque as� como por fuego. Y as� en el d�a de la muerte y del juicio particular este fuego se revela a cada uno.

Y este fue el significado de la visi�n de Fursey. Porque cuando se vio muerto y el fuego acerc�ndose a �l, dijo al �ngel: "�Se�or, he aqu�! El fuego se acerca a m�". El �ngel respondi�: "Lo que no encendiste no te quemar�. Porque aunque la pira parece grande y terrible, sin embargo, prueba a cada hombre de acuerdo con el m�rito de sus obras, porque la lujuria de cada hombre se quemar� en este frente. Porque solo como cada uno se quema en su cuerpo con lujuria il�cita, as� cuando sea libre del cuerpo, ser� quemado por el justo castigo".

Versículo 15

Pero �l mismo ser� salvo, aunque as� como por fuego. Isidorius Clarius aplica esto err�neamente a la "fundaci�n". Gramaticalmente es posible, pero l�gicamente no, porque no concuerda con el contexto. Porque el Ap�stol est� mostrando que aquellos maestros que levantan una estructura vac�a y ostentosa sobre la fe de Cristo ser�n castigados con fuego. Adem�s, las palabras precedentes, "recibir� una recompensa", evidentemente se refieren al constructor, no a los cimientos. As�, tambi�n, la cl�usula opuesta aqu� debe referirse al que construye y no al fundamento puesto.

Note (1.) que como es una marca de verdad, no de comparaci�n. As� en S. Juan i. 14: "Hemos visto su gloria, la gloria como del Unig�nito. (2.) Que es posible que sea la introducci�n de una comparaci�n aqu�. El significado entonces ser�a, �l ser� salvo como uno que escapa de una casa en llamas, y pasa abrasado por las llamas, como dije en el vers�culo 12. Por lo tanto, parece que hay un purgatorio y que hay fuego.

De ah� que Cris�stomo ( Hom. ad pop. 69) diga que "los Ap�stoles ordenaron que en el sacrificio de la Misa se ofreciera oraci�n por los difuntos". Dionisio ( Eccles. Hierarch. cvii. pt. 3) registra estas oraciones y dice que las recibi� de los Ap�stoles. Porque, como dice San Agust�n en el Salmo xxxviii, "Porque se dice 'ser�n salvos', se piensa poco en este fuego, pero ser� m�s de lo que el hombre pueda soportar en esta vida". Tambi�n San Bernardo dice ( de Obit. Humb. ): "Lo que hemos descuidado aqu� ser� pagado cien veces m�s all�".

Muchos piensan que el fuego del purgatorio es lo mismo que el fuego del infierno, que linda con el purgatorio, pero s�lo se diferencia de �l en la duraci�n. De esto Anselmo da el sabio consejo: "Si para escapar de las torturas obedecemos a un rey aqu�, obedezcamos la voluntad de Gos para escapar de ese fuego que es m�s terrible que todas las torturas aqu�". Y S. Cris�stomo ( de Penit. hom. 5) dice: "Ahora hay lugar para el arrepentimiento; que la penitencia se anticipe al castigo; acerqu�monos ante su rostro con la confesi�n; apaguemos el frente preparado para nuestros pecados, no con muchos aguas, pero con algunas l�grimas.

�En todo caso, es mejor y m�s f�cil ser purificado con agua que con fuego: es mejor pasar toda la vida en el purgatorio de la penitencia que habitar un a�o en el purgatorio del fuego.

San Bernardo, en su serm�n sobre "la madera, el heno, la hojarasca", da un discurso tropol�gico muy acertado. �l dice: " El fundamento es Cristo, la madera es perecedera, el heno fruct�fero, la hojarasca ligera. Los que comenzaron bastante fuerte, pero cuando se rompen no se renuevan, son la madera. Son el heno que, estando tibio a causa de la pereza de la que deber�an haber huido, no est�n dispuestos a tocar trabajos arduos con la punta de los dedos.

Son la hojarasca que, zarandeada por cada leve brisa, nunca permanece en el mismo estado. Porque de tales hemos de temer, aunque no desesperarnos; porque si han puesto la atenci�n en Cristo como fundamento, y han acabado su vida en �l como Camino, ser�n salvos, aunque as� como por fuego... El fuego tiene tres cosas, humo. , luz, calor. El humo provoca l�grimas, la luz ilumina lo que est� cerca, el calor quema. As� que el que es de este tipo debe tener humo, es decir, una especie de escozor en su mente, a causa de su tibieza, su negligencia, su volubilidad; pues en cuanto en �l reside, perturba y trastorna el orden natural.

As� tambi�n, debe tener luz en su boca, para que por confesi�n pueda decir y lamentar que �l es lo que sabe que es; para que su lengua agudice su conciencia, y su conciencia averg�ence su lengua. Tambi�n es necesario que sienta en su cuerpo el calor del sufrimiento exigido por la penitencia en alg�n grado en todo caso, si no muy agudamente. �Piensas que Aquel que quiere que todos los hombres se salven, desechar� a los que de esta manera son de coraz�n contrito, que humildemente se confiesan y tratan de someter sus cuerpos?

.. Hay, tambi�n, otros que edifican sobre este fundamento oro, plata, piedras preciosas, que comienzan con ardor, van adelante con m�s ardor, y buscan con m�s ardor la perfecci�n, no prestando atenci�n a lo que la carne puede hacer, sino a lo que el Esp�ritu testamentos ".

Versículo 16

�No sab�is que sois templo de Dios? Este es un regreso a la imagen de ver. 9: "Vosotros sois edificio de Dios", y por lo tanto no un templo pagano, sino el templo de Dios, en el cual �l mora por la fe, la gracia, la caridad y Sus dones. As� Anselmo y otros. Para una exposici�n m�s completa de esto, vea las notas de 2 Corintios 6:16 .

C�mo el alma puede ser dedicada como templo a Dios lo declara largamente San Bernardo (Serm. 1 de Dedic. Eccl. ). Dice que hay cinco cosas que se observan en una dedicaci�n: la aspersi�n, la marca con la cruz, la unci�n, la iluminaci�n y la bendici�n; y todo esto tiene lugar tambi�n en la dedicaci�n del alma.

Obs�rvese que hasta el presente San Pablo se ha ocupado de aquellos maestros y fieles que edifican el santo edificio de la Iglesia. Ahora se vuelve hacia aquellos que lo socavan.

Versículo 17

Si alguno profanare el templo de Dios, Dios lo destruir�. Si alguno, por el orgullo fatal que nace de la sabidur�a humana, por la ense�anza nueva, err�nea y pestilente, o por cismas como los que se encuentran entre vosotros, oh Corintios, dice Anselmo; o si alguien de cualquier otra manera corrompe la Iglesia, o cualquier alma individual en ella, Dios lo destruir�. El Ap�stol est� hablando principalmente de la corrupci�n que viene por la ense�anza de la falsa doctrina, por el orgullo, por la envidia, o por fomentar el cisma.

Porque as� como comenz�, as� termina este cap�tulo con advertencias a los falsos maestros. Aparece, tambi�n, de las siguientes palabras donde �l dice que cualquiera de tales profanadores no ser� salvo, como por fuego, sino que ser� consumido en el fuego eterno.

versi�n 18. Si alguno entre vosotros parece ser sabio. Si alg�n hombre se enorgullece de su sabidur�a y elocuencia mundanas, de su conocimiento terrenal y as� llega a menospreciar a los dem�s, que se llene de humildad y de fe, y de la locura de la Cruz, para que sea un necio a los ojos. del mundo. Cf. notas sobre i. 26. Esta con Dios es la �nica verdadera sabidur�a. Puesto que la sabidur�a del mundo es locura para Dios, y la sabidur�a de Dios locura para el mundo, se sigue que no podemos ser sabios a menos que seg�n el mundo seamos necios a menos que, a pesar de nuestra grandeza y sabidur�a ante el mundo, nos sometamos como ni�os. , m�s a�n, como necios, a la fe, doctrina, cruz y obediencia de Cristo.

" As� ", dice S. Bernardo (Serm. 2 de Epiph. ), " los tres Magos adoraron al Ni�o en el pesebre y se hicieron necios, para aprender sabidur�a; y as� el esp�ritu les ense�� lo que despu�s fue predicado por los Ap�stoles : 'El que quiere ser sabio, que se vuelva necio, para que sea sabio.' Entran en el establo, encuentran un ni�o envuelto en pa�ales: no desprecian el establo, no tropiezan con los pa�ales, ni encuentran ofensa en el Ni�o de pecho: se postran, lo adoran como Rey, lo adorarle como Dios.

Seguramente, Aquel que condujo hasta all� sus pasos, tambi�n abri� los ojos de su mente. Aquel que los gui� desde afuera por una estrella, tambi�n les ense�� en lo m�s profundo del coraz�n �. S. Basilio pregunta ( Reg. brevoir . 274): ��C�mo se engatusa a alguien en este mundo?� Y �l responde , " Si teme el juicio de Dios, quien dice. '�Ay de los que son sabios en su propia opini�n, y prudentes en su propia vista!' y si imita al que dijo: 'Me he vuelto como una bestia delante de ti;' si desecha toda creencia vac�a en su propia sabidur�a, revierte todos sus juicios anteriores y confiesa que ni siquiera desde el principio ha pensado nunca correctamente hasta que fue ense�ado por el mandato de Dios lo que le agradaba en pensamiento, palabra, y hecho ".

Versículo 19

Porque la sabidur�a de este mundo es locura ante Dios . Dios ha rechazado la sabidur�a del mundo como sin valor, (1.) porque no tiene nada que sea sano y divino, y no hace nada para la salvaci�n; (2.) �l no lo usar�a en la predicaci�n de los Ap�stoles, sino que emple� en su lugar a Ap�stoles iletrados; (3.) A menudo es contrario a la fe, no solo en asuntos especulativos (como, p .

, todos los que son meramente mundanos rechazan el misterio de la Sant�sima Trinidad, de la Encarnaci�n y muerte del Hijo de Dios como imposible e incre�ble), pero tambi�n en cuestiones de pr�ctica y moral. Porque Cristo nos pide que amemos a nuestros enemigos; la sabidur�a del mundo nos ordena que los odiemos: Cristo nos ordena que venzamos el mal con el bien, el mundo dice: "Devuelven mal por mal"; Cristo llama bienaventurados a los pobres, a los mansos, a los que lloran, a los que tienen hambre, a los que sufren persecuci�n, pero el mundo dice que son los ricos, los que est�n en alto rango, los que r�en, festejan y gobiernan, los que son felices.

Porque escrito est�: Prende a los sabios en la astucia de ellos. Esto es de Job 5:13 . Son las palabras, no de Job, sino de Elifaz, quien deseaba mostrar que Job hab�a merecido sus calamidades por sus pecados. Fue reprendido por Dios ( Job 42:7), y por tanto estas palabras de Elifaz no tienen la autoridad de las Sagradas Escrituras, sino s�lo la de un hombre sabio. Porque S. Pablo aprueba este dicho de Elifaz como verdadero, y sabiamente dicho por un sabio.

Dios toma a los sabios en su astucia cuando �l cumple Su voluntad por los mismos medios por los cuales ellos pensaron revertirla. Cuando los hermanos de Jos�, queriendo embrutecer sus sue�os sobre su futuro liderazgo, lo arrojaron a un pozo y lo vendieron a Egipto, Dios a trav�s de su acci�n, lo exalt� y lo hizo gobernante de Egipto, y oblig� a sus hermanos a hacerle reverencia. . De la misma manera Dios anul� la sabidur�a de Fara�n en el Mar Rojo, de Sa�l y Achitophel en sus intentos de destruir a David, de Am�n en la horca, donde pens� matar a Mardoqueo. Entonces Santo Tom�s.

versi�n 20. Y adem�s, el Se�or conoce los pensamientos de los sabios, que son vanos. Salmo 94:11 . Por todas estas citas y razones, S. Pablo inculca a los corintios que la sabidur�a mundana y la elocuencia de la que se jactaban y por la cual pon�an a Apolos antes que �l, eran vanas. Declara que la verdadera sabidur�a es la fe y la ense�anza de Cristo, que �l les hab�a predicado con palabras sencillas, ciertamente, pero con celo ardiente y eficaz.

S. Jer�nimo, moralizando sobre el Ps. xciv., dice: " �Quieres saber c�mo es que los pensamientos de los hombres son vanos? Un padre y una madre cr�an a un ni�o, se prometen la felicidad en �l, lo env�an a ser educado; llega a la edad adulta, entran en �l como un soldado, y cuando a trav�s de treinta a�os han pensado en todo por �l, viene un ligero ataque de fiebre y se lleva el fruto de todo su pensamiento.

�Oh ansiedad del hombre! �Cu�n vanidoso es en los asuntos humanos! Un solo pensamiento trae felicidad, el pensamiento de Dios .� Vers. 21, 22. Por tanto, que nadie se glor�e en los hombres� todos son vuestros . son comunes a cada uno de vosotros, todos por igual concurren en procurar vuestra salvaci�n.

N�tese que S. Pablo, cuando dice que todos son vuestros, no ense�a una comunidad de bienes como la que hab�a en el para�so, y como sue�an con cari�o Huss, Wyclif y otros. Quiere decir que a modo de causa final y uso, no a modo de posesi�n, todas las cosas han sido destinadas a ayudar a su salvaci�n. As� dicen Anselmo, Ambrosio, Teodoreto, Santo Tom�s, Cris�stomo. Han sido dadas para ser usadas tanto objetiva como subjetivamente, la cual consiste en reconocer y alabar al Creador en todas sus criaturas; y esto es lo que significa el dicho com�n: "El mundo entero engrosa la riqueza de los fieles.

" Cf. Teodoreto ( Serm. 10 de. Provid .). Por eso S. Cris�stomo dice: " Somos de Cristo en una manera; Cristo es de Dios en otro; el mundo es nuestro en otro. Porque somos de Cristo como su obra; Cristo es de Dios como Su amad�simo Hijo; el mundo es nuestro, no como obra nuestra, sino porque fue hecho por nuestra cuentaEl mundo, pues, es nuestro, porque todas las criaturas del mundo sirven a nuestro cuerpo y alma; la vida es nuestra, para que podamos acumular m�ritos; la muerte es nuestra, porque es la puerta por la que pasamos a la vida eterna. ; o la muerte del martirio es nuestra; las cosas presentes, ya sean adversas o pr�speras, son nuestras para sacarles el bien; las cosas por venir son nuestras, para que las disfrutemos: ahora son nuestras en la esperanza, ser�n nuestras de hecho en el cielo. As� Santo Tom�s y Anselmo. Tambi�n son nuestras las cosas malas, como el infierno y los perdidos, para que podamos ense�orearlos.

versi�n 23. Vosotros sois de Cristo. Vosotros sois los miembros m�sticos de Cristo, vuestra Cabeza y Se�or, y por tanto sois Su posesi�n, habiendo sido comprados con Su Sangre. Por tanto, deb�is gloriaros en Cristo, no en Pablo ni en Apolos. As� Santo Tom�s y Anselmo.

Y Cristo es de Dios. (1.) Porque, como Dios, �l es el Hijo de Dios. Ambrosio dice: "Cristo es el Hijo de Dios y hace su voluntad para que nosotros tambi�n la hagamos". As� tambi�n Cris�stomo, Teodoreto, Anselmo. (2.) Cristo como hombre es de Dios, como Su Se�or y Cabeza, siendo Su criatura y Su posesi�n. As� Santo Tom�s y Cayetano.

De lo dicho se desprende que todos los fieles, y especialmente los elegidos, son el fin para el cual Dios cre� todas las cosas. El fin de todas las cosas es Cristo como hombre. Porque esta gloria era la debida de tal hombre, a saber, que todas las cosas le sirvieran, fueran ordenadas para �l, y miraran a �l como su fin. Pero Cristo es para Dios y su gloria, y por lo tanto toda la gloria debe ser dada, no a Pablo o Apolos, sino solo a Dios.

S. Cris�stomo ( Hom. 10 Moral. ) dice bellamente: � Todo lo que somos y todo lo que tenemos proviene de Cristo: vida y luz, y esp�ritu, y aire y tierra. porque no somos m�s que extranjeros y peregrinos. "M�o y tuyo" son, cuando se consideran cuidadosamente, palabras vac�as. Aunque hables de tu casa como si fuera tuya, hablas tontamente; porque en verdad el aire, la tierra, el material de que est� hecho, t� que lo construyes, y todas las dem�s cosas son propiedad del Creador.

Aunque el uso de ella sea tuyo, es de duraci�n incierta, no solo por la muerte, sino tambi�n por la incertidumbre de todas las cosas antes de la muerte. porque somos de Dios de dos maneras por creaci�n y re-creaci�n; y si tu alma no es tuya, �c�mo puedes decir que tu dinero lo es? Por tanto, puesto que no es vuestro, deb�is gastarlo en vuestros consiervos. No digas, entonces, 'yo gasto lo m�o'. No es tuyo, es de otro, es m�s, es com�n a ti y a tu consiervo, como lo son el sol y el aire y todas las cosas ".

Información bibliográfica
Lapide, Cornelius. "Comentario sobre 1 Corinthians 3". El Gran Comentario Bíblico de Cornelius a Lapide. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/clc/1-corinthians-3.html. 1890.
 
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