Bible Commentaries
1 Corintios 4

Gran Comentario Bíblico de LapideComentario de Lapide

Versículo 1

Que los hombres nos tengan por ministros de Cristo. os he prohibido que os jact�is en Pablo o en Apolos; pero para que nadie nos desprecie, digo que todos nos consideren ministros de Cristo y administradores de los misterios de Dios.

Kemnicio plantea una objeci�n de barandilla basada en estas �ltimas palabras, que el Concilio de Trento se equivoc� al confiar en este pasaje para probar que el Papa puede otorgar dispensas en materia de votos y leyes; porque dice que el deber de un mayordomo no es relajar las leyes sino distribuir los bienes. Respondo que el Consejo lo sab�a muy bien; pero que su argumento era simplemente este: si la mayordom�a de los asuntos de la Iglesia ha sido confiada al Papa, entonces �l puede en ciertos casos, cuando hay necesidad, dispensar, es decir, disolver votos y juramentos, y perdonar penitencias y la deuda de pena temporal, as� como puede el mayordomo de una casa, cuando la honra o provecho de su se�or lo exija, hacer dispensas, concesiones o remisiones, por pertenecer esto al oficio que se le ha encomendado; s�lo �l est� obligado a distribuir correctamente, no a despilfarrar sin pensar,

Bernardo dice ( de Precep. et Disp., y de Consid. lib. iii.): " Se requiere de los mayordomos que un hombre sea hallado fiel. Donde la necesidad lo apremia, la dispensa es excusable; donde la conveniencia lo requiere, es es loable. Me refiero, por supuesto, a la conveniencia que contribuye al bien com�n, no al del individuo; porque donde no existe ninguno de estos, una dispensaci�n no solo es una violaci�n de la fe, es un acto despiadado de despilfarro ".

La palabra usada aqu�, "mayordomo", denota alguien que est� a cargo de una casa, y gobierna, divide y arregla todo en ella; tambi�n el que da d�divas y perdona deudas, cuando cree sinceramente que hacerlo agradar�a a su se�or, o har�a para su honra y provecho. Sus principales virtudes son la prudencia y la fidelidad. As� tambi�n el Papa, como administrador de la Iglesia y vicerregente de Cristo, ordena todo, concede indulgencias y dispensa de los votos.

Los misterios de Dios mencionados aqu� son los secretos m�sticos de la doctrina Divina y de los Sacramentos de Cristo. Porque ambos son misterios de Cristo, confiados por �l a Pablo y a los dem�s Ap�stoles como administradores suyos. De ah� que las contiendas y divisiones de los corintios surgieran de una disputa sobre el sacramento del bautismo, ya que uno se jactaba de haber recibido el bautismo de Pablo, otro de Apolos. Cf. cap. i. 13

Versículos 1-21

CAP�TULO IV.

SINOPSIS DEL CAPITULO

San Pablo prosigue en su tarea de desarraigar las divisiones, la soberbia y la jactancia de los corintios, y especialmente de algunos de sus maestros que lo despreciaban. Y

i. Muestra que no le importa nada el juicio de ellos, o el de otros hombres, sino s�lo el de Dios.

ii. �l reprende su j�bilo por sus regalos (vers. 7, 8).

iii. Y principalmente apela al ejemplo de s� mismo y de los dem�s Ap�stoles, quienes, como escoria del mundo, predicaron el Evangelio con humildad, despreciados y perseguidos por todos (vers. 9-14).

IV. Los exhorta como a hijos suyos, como si los hubiera engendrado en Cristo, y amenaza con ir pronto a Corinto para reprender y castigar a estos falsos, jactanciosos y engre�dos maestros (vers. 15-21).

Versículo 2

Adem�s, se requiere de los mayordomos que un hombre sea hallado fiel. Hab�is sido llamados del estudio de la sabidur�a y de la elocuencia humana a la sencilla y humilde ense�anza de Cristo, para no discutir si Pablo o Apolos son m�s sabios o m�s elocuentes; y he dicho que ambos somos administradores de esta ense�anza. Tal vez, como siempre est� dispuesto a establecer comparaciones entre nosotros, ahora comenzar� a disputar acerca de nuestra mayordom�a y preguntar�, como lo hacen los hombres, cu�l de nosotros es m�s fiel en su oficio de predicador.

Muchos de vosotros dec�s que Pablo es el m�s fiel y el m�s poderoso, pero Apolos el m�s elocuente. Cada uno se jactar� de su propio maestro, y dir� que es mejor y m�s fiel que nosotros. Por lo tanto, para eliminar toda ocasi�n de comparaci�n, d�jame decirte que no me importa el juicio tuyo o de cualquier otro hombre, sino solo el de Dios. As� dice Teofilacto, siguiendo a Cris�stomo.

La principal cualidad que se requiere en un mayordomo es la fidelidad. S. Pablo alude a las palabras de Cristo: "�Qui�n es, pues, el mayordomo fiel y prudente?" (S. Lucas 12:42 ). Teofilacto dice: " Es fiel si no considera como propios los bienes de su amo, si los enemigos no los trata como si fueran due�os de ellos, sino que los distribuye como ajenos y de su amo: si no habla de ellos como propio, sino por el contrario decir que lo que es suyo pertenece a su amo.

"As� tambi�n es fiel el maestro o predicador que no busca su propia gloria, sino la gloria de Dios y la conversi�n de las almas, y hace todo lo posible para promover estos dos objetos, no s�lo con su predicaci�n, sino tambi�n con un ejemplo perfecto de una vida santa.

Versículo 3

Pero conmigo es una cosa muy peque�a... o del juicio del hombre. La versi�n latina da "del d�a del hombre". El significado es el mismo; porque el "d�a del Se�or" se usa con frecuencia para el "juicio del Se�or", y com�nmente se nombra un d�a para que los acusados ??comparezcan para el juicio. Cf. S. Jer�nimo ( ad Algas. qu. x.). Agrega que Pablo, como nativo del Tarso de Cilicia, us� el idioma griego com�n all�, y llam� "juicio humano" "d�a del hombre".

Sin embargo, ser�a mejor decir que Pablo, siendo hebreo, tom� prestado esto del idioma de los hebreos. Porque �l est� aludiendo a Jer, xvii. 16, donde Jerem�as, siendo burlado y perseguido a causa de sus profec�as, dice: "Ni he deseado el d�a del hombre; t� lo sabes". El d�a del hombre es aquel en que el hombre prospera, y es honrado y alabado por todos como poderoso, feliz y envidiable. El significado de Jerem�as, entonces, es: �No he deseado m�s vida, ni prosperidad, ni riquezas, ni honores, ni placeres, ni los aplausos de los hombres; porque si hubiera esperado tales cosas, no les habr�a profetizado tristeza y calamidad, sino Hubiera debido alabar su gloria y sus concupiscencias, pero esto no lo hice, ni dese� el d�a del hombre ni su aplauso.

Porque s� que el hombre es fr�gil y miserable, y que pronto se desvanecer� en la muerte con todos sus bienes y gloria. Sabiendo esto y record�ndolo, no he deseado agradar al hombre en mis profec�as y ense�anzas, sino agradarte y obedecerte a Ti, solo, oh Dios, y ganar el elogio de nadie m�s que de Ti, y te invoco para que seas mi testigo de esto diciendo: 'T� lo sabes', tal como lo hizo Job cuando dijo ( Job 16:19), 'He aqu�, mi testimonio est� en los cielos, y mi registro est� en lo alto'".

As� tambi�n dicen S. Jer�nimo, Rabano, Hugo, S. Tom�s y otros. A imitaci�n de Jerem�as, por tanto, el Ap�stol dice: "Para m� es cosa muy peque�a ser juzgado por vosotros o por el d�a del hombre". En otras palabras, le importaba poco el poder y la sabidur�a de este mundo, el favor y el aplauso de los hombres. Dichoso aquel que pudiera decir: "No he deseado el d�a del hombre", y llamar a Dios para que sea testigo de su verdad. Esta es la altura de la perfecci�n que le permite a un hombre considerar todas las cosas como escoria si tan solo puede ganar a Cristo.

Esta noble porci�n fue la de Moss, quien abjur� de su posici�n como hijo de la hija de Fara�n, eligiendo antes sufrir aflicci�n con el pueblo de Dios que disfrutar los placeres del pecado por un tiempo.

S. Cris�stomo bien moraliza aqu�: " No busquemos, pues, las alabanzas de los hombres. Porque hacerlo es insultar a Dios, como si consider�semos insuficiente su alabanza, y as� lo pasamos por alto, y nos esforzamos por eso". de nuestros consiervos, porque as� como los que luchan por el dominio en una peque�a arena buscan para s� una mayor, porque piensan que la otra no es bastante grande para mostrar sus proezas, as� los que luchan ante los ojos de Dios pasan por la arena m�s grande, cuando buscan el aplauso de los hombres, y acumulan para s� mismos el castigo por su codicia por el bien menor.

Todo se ha pervertido, el mundo entero se ha trastornado, por este deseo nuestro de hacer todo por el bien de los hombres, por nuestra falta de diligencia en las buenas obras, por nuestro menosprecio de la alabanza de Dios, y buscando s�lo la de nuestros consiervos. . En nuestros cr�menes, nuevamente, despreciamos a Dios y tememos al hombre; porque si el hombre estuviera presente, deber�amos abstenernos de la fornicaci�n, y aunque nuestra lujuria ardiera m�s ferozmente, su violencia ser�a contenida por la misma verg�enza para que no seamos vistos por el hombre.

Pero cuando nadie m�s que Dios nos ve, no solo somos culpables de adulterio y fornicaci�n, sino que nos hemos atrevido y todav�a nos atrevemos a cometer iniquidades mucho m�s atroces. �No ser�a esto suficiente para traer sobre nosotros los truenos vengadores de Dios? Por eso es que todos nuestros males han brotado, porque en nuestras acciones vergonzosas no tememos a Dios sino al hombre ".

San Juan Cris�stomo ( Hom . 17 en Ep. ad Rom .) dice: " As� como los ni�os que juegan se ponen coronas de heno en la cabeza, y a menudo se r�en a sus espaldas del ni�o que han coronado, as� tambi�n lo hacen aquellos que hablarte bien en tu cara burlarse de ti en voz baja entre ellos. �Qu� es esto sino colocarse coronas de heno sobre la cabeza de los dem�s? �No ser�a otra cosa que heno? Pero tal como es, esta corona nuestra est� llena de advertencias para nosotros. , porque destruye todo lo que hemos hecho correctamente.

Considerad, pues, su valor; huir de la p�rdida que conlleva. Porque si hay cien, o mil, o una hueste sin n�mero para aplaudirte, todos ellos no son m�s que grajos parlanchines. Es m�s, si piensas en la nube de �ngeles-testigos, parecer�n m�s viles que los gusanos, y sus palabras m�s endebles que las telara�as, m�s fugaces que el humo o que un sue�o nocturno. Di a tu alma lo que dijo Pablo: '�No sabes que juzgaremos a los �ngeles?' Entonces ll�malo fuera de tal fiesta, y repr�ndelo, y di: '�T� que vas a sentarte a juzgar a los �ngeles quieres ser juzgado por tales esp�ritus inmundos? '"

Tambi�n S. Jer�nimo ( ad Pammach. ) dice sabiamente: " La primera virtud mon�stica es despreciar el juicio de los hombres, y tener siempre presente las palabras del Ap�stol: 'Si todav�a agradara a los hombres, no ser�a el siervo de los hombres'". Cristo.' Tambi�n dijo Dios a los profetas cuando les dijo que har�a que su rostro fuera como una ciudad de bronce, piedra de diamante y columna de hierro, para que no temblaran ante las amenazas del pueblo. pero con frente inm�vil pisotean las burlas descaradas de sus adversarios ".

Por �ltimo, Anselmo dice aqu�: " Los justos no buscan el juicio del hombre sino el premio del Juez Eterno, y por eso desprecian con Pablo las palabras de los detractores " .

Esto es lo que uno de los santos quiso decir cuando dijo: "Si quieres ser feliz, aprende a despreciar ya ser despreciado". S�, no me juzgo a m� mismo. Ciertamente no puedo juzgarme a m� mismo, mis obras, mis motivos, mi conciencia.

Versículo 4

Porque nada s� por m� mismo, pero no estoy aqu� justificado. Yo no me juzgo. Porque aunque no soy consciente de ninguna infidelidad en mi oficio apost�lico, sin embargo, no soy realmente justo: no quiero decir a la vista de los hombres, porque no me importa su juicio: quiero decir a la vista de Dios, quien quiz�s ve en m� pecados que yo no veo. Por eso San Basilio ( Constit. Monast. c. 1) dice: " Aunque en muchas cosas todos ofendemos, sin embargo, no tenemos ning�n concepto de la mayor parte de nuestras ofensas.

Es por eso que el Ap�stol dijo una vez: 'No s� nada por m� mismo, pero no estoy justificado por esto'. Es como si hubiera dicho: 'Cometo muchos pecados veniales de los que no soy consciente'. Por la misma raz�n el profeta dijo: '�Qui�n entiende sus ofensas?' Entonces no estar�s diciendo lo que no es verdad si te llamas pecador. "

A partir de esto podemos argumentar en contra de los protestantes que los justificados no tienen un conocimiento seguro, y mucho menos la fe de que son justificados. Responden que S. Pablo quiere decir aqu� que en cuanto a sus obras no sab�a que estaba justificado, pero que ten�a un conocimiento seguro de ello por la fe y la Sagrada Escritura, que prometen la justificaci�n a todo aquel que cree en Cristo. En otras palabras, dicen que saben que est�n justificados, no porque est�n libres de pecados y vivan vidas santas, sino por la misericordia de Dios al aceptar su creencia en el don gratuito de la justificaci�n por Cristo. Pero esta respuesta de ellos es fr�vola y fingida, porque el Ap�stol contin�a diciendo:

Versículo 5

Por tanto, no juzgu�is nada antes de tiempo, hasta que venga el Se�or, el cual sacar� a luz , etc. Revelar� los pensamientos y las acciones de los hombres que yacen escondidos en la oscuridad. Quiere decir, entonces, que s�lo para Dios est�n desnudas y abiertas las cosas ocultas del hombre, sus intenciones, sus motivos secretos y las profundidades de su coraz�n, que es para �l como un mar sin fondo, y por lo tanto que nadie sino Dios ve el hombre. justificaci�n.

Nadie, por lo tanto, sino Dios debe juzgar a otro, o incluso a s� mismo, por su fe, sus obras o la gracia de Cristo. Porque a menudo pensamos que hacemos lo correcto cuando actuamos mal: a menudo suponemos que somos guiados por la gracia de Cristo, y actuamos por amor a �l, cuando todo el tiempo estamos impulsados ??por nuestra propia lujuria o por la amor a nuestra propia fama. Cf. Cris�stomo y Ambrosio y S. Jer�nimo ( Dial.

2 contra Pelag .). S. Agust�n tambi�n tiene algunas hermosas observaciones sobre este punto en su serm�n sobre el Sal. 42., donde dice que el abismo de la miseria y la ceguera humanas llama al abismo de la misericordia y la iluminaci�n divinas.

Este argumento es confirmado por las siguientes reflexiones: (1.) que Dios ni siquiera nos considera justificados por las obras sino por la fe, y esto, seg�n los protestantes, lo sabemos tan bien como Dios; porque creemos, dicen, por la fe. Por tanto, seg�n ellos, lo que dice el Ap�stol es falso; porque dice que solo Dios lo sabe y no nosotros. (2.) Las palabras que dicen que Dios comienza a iluminar las cosas ocultas de las tinieblas y manifiesta los designios de los corazones, no significan que Dios examina y manifiesta la fe de los hombres, sino sus designios, sus motivos y sus obras.

(3.) As� como la naturaleza de nuestras obras es incierta para nosotros, tambi�n lo es nuestra fe, que seg�n los protestantes solo justifica: porque nadie puede saber con certeza que cree en Cristo con una fe que es firme y Divina. , y por tanto menos a�n puede saber que est� justificado por ella. El Esp�ritu Santo a menudo dice lo mismo en otros lugares. Cf. Eclesiast�s 9:1 ; Proverbios 20:9 ; Job 9:21 ; Jeremias 17:9 .

Versículo 6

Y estas cosas, hermanos, las tengo en figura transferida a m� mismo , etc. "Por encima de lo que est� escrito" puede referirse (1.) al cap. i. 2, 3; o (2.) con S. Cris�stomo puede significar "contrario a lo que est� escrito" en la Sagrada Escritura contra el orgullo. Es una tonter�a, por lo tanto, que los protestantes abusen de este pasaje en un argumento contra la tradici�n. S. Pablo evidentemente quiere decir que lo que hab�a dicho contra la vanidad de jactarse de los dones de sus maestros, y sobre no preocuparse por el aplauso y la opini�n de los hombres, sino s�lo por la de Dios, lo hab�a dicho de ellos en la persona de �l y de Apolos. .

�l hab�a estado hablando de otros en su propio nombre, para evitar ofender a cualquiera de los maestros de Corinto, oa sus disc�pulos, al mencionar sus nombres. Que pod�is aprender en nosotros , por lo tanto, es la expresi�n de su deseo, que cuando habla de s� mismo o de Apolos, puedan aplicar lo que dijo a los otros maestros, que hab�an sido la ocasi�n del cisma, del cual �l y Apolos eran inocentes.

Exhorta a los corintios, con su propio ejemplo de moderaci�n y disposici�n conciliadora, a no envanecerse, ni jactarse unos contra otros , a saber, por tal o cual catequista o maestro, diciendo: "Yo fui bautizado por Pablo; me convert�". por Apolos". Es, tambi�n, una exhortaci�n a los maestros para que no se enorgullezcan ni se envanezcan porque puedan ser m�s sabios o m�s elocuentes que otros maestros, o jactarse de que sus disc�pulos est�n mejor instruidos que los de otros maestros, por encima de lo que �l acababa de hacer. ahora escrito.

Porque en lo que sigue est� reprendiendo a los maestros m�s que a los disc�pulos; pero lo hace de una manera suave y bajo otro nombre, los maestros, quiero decir, que ha sido la causa principal de la contienda vac�a y las divisiones entre sus disc�pulos de Corinto. Esto se ver� por referencia al cap. v. 15, 18, 19, y tambi�n cap. iii. 10, as� como a todo el cap. xi. de la Segunda Ep�stola. Porque los falsos maestros de los que aqu� habla con suavidad, porque a�n no hab�an revelado su verdadera naturaleza, son aparentemente los mismos de los que en 2 Corintios 11 habla m�s severamente como impostores, y culpables de judaizar y ense�ar falsa doctrina.

Por lo tanto, como se�alan Cris�stomo, Teofilacto y Ecumenio, S. Pablo primero censura a los maestros con las palabras, "para que aprend�is en nosotros a no pensar en los hombres por encima de lo que est� escrito", es decir , que vosotros, maestros, pod�is aprendan de m� y de Apolos que ustedes son, como dije antes, meros administradores de Dios. Luego procede a reprender a los disc�pulos con las palabras, "que ninguno de vosotros se envanezca el uno contra el otro", i.

mi. , que ning�n disc�pulo se jacte de su maestro como m�s sabio o m�s elocuente que otro. S. Pablo, entonces, mientras parece continuar su discurso a los corintios, est� en ellos y por ellos reprendiendo a sus maestros. As� tambi�n un tutor dotado de tacto y juicio, cuando quiere reprender a los hijos de un rey, reprender� a sus servidores, como si fueran culpables, para que los pr�ncipes se lo tomen a s� mismos.

La expresi�n "envanecido", para describir a alguien que est� orgulloso e hinchado de arrogancia, es una figura tomada de los odres de vino. Se dice que est�n hinchados cuando al estar llenos de aire se asemejan en forma y tama�o a un cuerpo s�lido. De manera similar, el hombre orgulloso que est� muy satisfecho con su conocimiento, o elocuencia, o alg�n don similar, pero por dentro est� desprovisto de todos esos poderes, es como un odre de vino que se hincha con el viento.

Versículo 7

Porque �qui�n te hace diferente de otro? 1. La palabra griega denota tanto el acto de colocar a un hombre por encima de los dem�s como separarlo y separarlo de ellos. As� lo parafrasea Teofilacto: �Por sufragio de qui�n fue que se te dio esta separaci�n y preeminencia?" para el juicio del hombre As� entendidas, estas palabras se remontan al vers�culo 4.

Pero es mejor entenderlos: �Qui�n te da preeminencia sobre el reba�o de tus hermanos cristianos, oh catec�meno de Corinto? Nadie sino t� mismo, que te envaneces porque piensas que has sido bautizado y ense�ado por uno que es un maestro m�s santo, elocuente y sabio que los dem�s; aun as� no se sigue que participes de sus buenas cualidades. Es este esp�ritu cism�tico el que tiene el Ap�stol ante s�, como se desprende de lo que antecede, y como lo se�alan Ambrosio, Anselmo y Teodoreto.

3. Pero lo que, me parece, est� m�s dentro del alcance del prop�sito del Ap�stol, que, como dije, se dirige a los maestros, es �ste Quien, oh maestro, te hace diferente de otro, como para ser mejor. maestro y mejor cristiano, sino t� mismo, que en vano exaltas tu propia sabidur�a y elocuencia por encima de la de los dem�s, o de tus seguidores a quienes has ense�ado, como Psaphon hizo a sus p�jaros, a cantar tus alabanzas? Si dices: "Es mi trabajo, mi celo y mi industria lo que me distingue de los dem�s", yo respondo: "�Qu� tienes que no hayas recibido?" Tu talento para el trabajo, tus habilidades y todos los dones naturales de los que te jactas te han venido de Dios.

Mucho m�s vinieron de �l tus dones sobrenaturales; por tanto, a �l d� toda la gloria. S. Ephrem ( de P�nitenti� ) dice sabiamente: "Ofrece a Dios lo que no es tuyo, para que te d� lo que es suyo". Por eso el Concilio de Arausica (Can. 22) establece que no tenemos nada propio sino la falsedad y el pecado. Este es el sentido literal, y el significado del Ap�stol.

Sin embargo, debemos notar que S. Agust�n frecuentemente, pr�spero, Fulgencio y el Concilio de Arausica (Can. 6) trasladan estas palabras del Ap�stol por paridad de razonamiento de los dones naturales de elocuencia y sabidur�a, aqu� principalmente referidos, a los dones sobrenaturales y las buenas obras logradas por la sola fuerza natural, as� como el trabajo, el celo y la industria de los maestros, no afectan en nada a la gracia y la santidad; y si estos dones no justifican que un hombre se jacte de sus habilidades naturales, mucho menos le permitir�n gloriarse en la esfera de lo sobrenatural, que lo han hecho santo, o m�s santo que otros.

Esta es la raz�n por la cual S. Agust�n refiere estas palabras a la gracia y la predestinaci�n, en el sentido de que nadie puede separarse del desorden de la naturaleza humana pecaminosa y hacer un principio de su propia salvaci�n, por su propio esfuerzo y su propia fuerza natural. , como sosten�an los pelagianos y los semipelagianos.

Entonces, no son los poderes de la naturaleza sino Dios los que separan al hombre justificado del hombre no justificado; porque Dios es la gran Causa Primera de todos los dones que tiene el justificado, de modo que nada tiene que distinguirle de los no justificados, sino lo que ha recibido de Dios. Est�, por lo tanto, excluido de toda jactancia. Esto, sin embargo, no quita el hecho de que todo esto a la vez depende para su eficacia de la libre cooperaci�n de nuestra voluntad.

Porque como establece San Agust�n, por el libre albedr�o asistido por la gracia, el que se convierte puede separarse del que no lo es. Dice ( de Spir. et Lit. c. 34): " Ceder a la llamada de Dios, o resistirla, es un acto de mi propia voluntad. Y esto no s�lo no debilita la fuerza de las palabras, ' �Qu� tienes que no hayas recibido? y aun los fortalece: el alma no puede recibir ni tener los dones de que aqu� se habla, sino consintiendo, y por este consentimiento lo que tiene, y lo que recibe, es de Dios.

Porque recibir y tener son los actos de quien recibe y tiene. En otras palabras, son los actos de quien consiente libremente a la gracia de Dios que lo llama. S. Bernard ( de Grat. et lib. Arbit .) dice escuetamente: " Lo que Dios da a nuestro libre albedr�o ya no puede ser dado sin el consentimiento del receptor que sin la gracia del Dador ".

Si, pues, se preguntara: �En qu� difiere el que cree del que se niega a creer, entendi�ndose que ambos recibieron de Dios igual gracia de llamado a la fe?, responder�: El que cree lo hace por libre albedr�o. , y no por sus poderes naturales, como supuso Pelagio, y por la fuerza que le da la Gracia se hace diferente del que no cree. Porque estaba en su propio poder asentir o no asentir, a la gracia, y por lo tanto creer o no creer: cuando, entonces, cree, lo hace libremente: asiente libremente a la gracia de Dios; se distingue libremente del que no cree.

Puede decirse que puede jactarse, pues, de haberse distinguido tanto del otro. Pero respondo que la jactancia est� excluida, ya que debe atribuir la gloria principal, es m�s, toda a Dios, por cuya gracia se ha separado as� mismo. La raz�n es que por la sola fuerza de la gracia, no por los poderes naturales, hizo, o tuvo poder para hacer, o desear, el acto por el cual se separ�.

De la misma fuente proced�a su fuerza para abrazar la gracia, que no se distingue del asentimiento a ella, y para cualquier tentativa, o movimiento, o inclinaci�n hacia ella. Porque en ese acto no hay el menor motivo para decir que ha sido efectuado por el poder del libre albedr�o solamente; porque todo ello, en cuanto a su sustancia y modos reales, es de gracia y todo de libre albedr�o; as� como toda obra procede enteramente de Dios como causa primera, y tambi�n enteramente de causa secundaria.

Pero de la gracia tiene que es sobrenatural y meritorio, y de ah� viene todo su valor; s�lo tiene del libre albedr�o su libertad. As� pues, como el acto mismo y la cooperaci�n con ellos, un hombre no puede jactarse de su cooperaci�n y elecci�n m�s de lo que un mendigo al que se le ofrecen cien piezas de oro puede jactarse de haberlas aceptado. Y todo lo que el Ap�stol quiere decir es que nadie puede jactarse tanto de algo como si no lo hubiera recibido de Dios.

De lo contrario, toda virtud por s� misma, y ??el hombre virtuoso por s� mismo, son dignos de alabanza y honor; pero esta alabanza y virtud debe atribuirse a Dios; porque quien se convierte y se separa de los dem�s, no lo hace por sus propias habilidades naturales, sino por el poder de la gracia de Dios.

Ni se puede decir que el significado del Ap�stol sea de otra manera por el hecho de que habla literalmente, como dije antes, de diferencias en sabidur�a, elocuencia y otros dones naturales, que innegablemente un hombre puede adquirir o sobresalir por su propia cuenta. trabajo, celo e industria, y as� diferenciarse de otros menos sabios, y por lo tanto tambi�n puede dar cr�dito a su propio trabajo y celo, y jactarse moderadamente de su progreso.

El Ap�stol se limita a excluir la jactancia que nace del orgullo y del desprecio de los dem�s: como si, por ejemplo, os jactaseis con arrogancia de que lo que ten�is es vuestro y no de Dios. Este es evidentemente el significado de S. Paul, de las palabras que agrega: "Ahora bien, si lo recibiste, �por qu� te glor�as como si no lo hubieras recibido?" Si, pues, acomodas esta sentencia a cosas sobrenaturales, s�lo excluye, seg�n S.

El significado de Pablo, esa jactancia que surge de un orgullo que desprecia a los dem�s, atribuy�ndose todo a s� mismo, y no refiriendo todo a Dios y Su gracia como la Fuente de todo. Pero no haces esto si dices que por el poder de la gracia de Dios te has distinguido y separado libremente de los pecadores que prefieren permanecer en su pecado; pues vosotros entonces dad la alabanza y la gloria primero y �ltimo a Dios y Su Gracia. De todos modos, sin embargo, el libre albedr�o tiene su propia alabanza y gloria, aunque esa alabanza y gloria, recu�rdese, fue recibida por la gracia de Dios.

De lo dicho se sigue que debe distinguirse el que se convierte del que no lo es, y que se convierte tanto por la gracia como por el libre albedr�o. Porque aunque ambos tienen la gracia preveniente, que muchas veces se ejerce igualmente sobre muchos, sin embargo, uno tiene tambi�n la gracia cooperadora, que falta al otro que no quiere convertirse, y por esto se distingue libremente del otro. y convertido.

Adem�s, estaba previsto que su gracia preveniente ser�a eficaz en �l aqu� y ahora; y porque Dios previ� esto, lo predestin� a �l, sabiendo que con �l ciertamente cooperar�a y se convertir�a: pero tal gracia no la da a otro hombre que no se convierte. Por lo tanto, en general debemos pensar en esto como la causa real de nuestra conversi�n y salvaci�n. Pues esta gracia eficaz es propia de los predestinados y de los elegidos, con tal de que permanezca con ellos hasta el final de su vida, como dice S.

Agust�n dice. Por lo tanto, es claro que no es tanto el libre albedr�o como la gracia lo que separa a los justos de los injustos: porque la gracia realiza la conversi�n y la justificaci�n del justo que no impide la acci�n eficaz de la gracia, sino que libremente la consiente. . Pero la gracia no hace esto con el injusto, porque �l pone una barrera opuesta en el camino de la gracia al negarse a consentirlo y cooperar con �l, y as� la gracia se vuelve en �l ineficaz y vana.

Por lo que el consejo de S. Ephrem en c. 10 del tratado, "M�rate a ti mismo", es sabio, "Ten caridad con todos, y abstente de todos". Porque estas dos, la benevolencia y la continencia, son las principales marcas de la santidad, que ablandan a los hombres m�s b�rbaros y los atan a s� mismos.

Versículo 8

Ahora est�s lleno. Esto es, como dicen Cris�stomo, Teofilacto y Anselmo, ir�nico. Vosotros est�is llenos de sabidur�a y de gracia, y de los dones del Esp�ritu Santo, y as� os jact�is de no ser tanto corintios como maestros, no teniendo nada m�s que aprender del cristianismo. Os cre�is perfectos como maestros cuando apenas sois disc�pulos de la verdadera y perfecta sabidur�a. S. Cris�stomo dice: Estar satisfecho con poco es la marca de una mente d�bil: y creerse rico por una peque�a adici�n de medios es la marca de uno que est� enfermo y miserable; pero la verdadera piedad nunca est� satisfecha. "

Santo Tom�s advierte que aqu� San Pablo se�ala cuatro tipos de orgullo en los corintios, o m�s bien en sus maestros. Primero, cuando uno piensa que tiene de s� mismo y no de Dios el bien que posee: a esto se alude en las palabras: "�Por qu� te glor�as como si no lo hubieras recibido?" En estas palabras se encierra tambi�n la segunda, que es cuando alguno atribuye a sus propios m�ritos el bien que tiene.

El tercero es cuando uno se jacta de tener lo que no tiene, y esto se toca en las palabras: "Ahora est�is llenos, ahora sois ricos". El cuarto es cuando uno desprecia a los dem�s y desea estar en una clase por s� mismo: esto se se�ala en las palabras: "Hab�is reinado como reyes sin nosotros".

Hab�is reinado como reyes sin nosotros. Sin nuestra ayuda, ustedes piensan, oh Corintios, que triunfan sobre todos los santos de Dios; y especialmente vosotros, oh maestros, como si os hubieran dado un reino, reclamad para vosotros, excluy�ndonos a nosotros, una suprema dignidad.

Y quisiera en Dios que reinaseis, para que tambi�n nosotros rein�ramos con vosotros. Como vuestros seguidores y rivales, o mejor como vuestros padres: para esto en efecto lo somos. As� Teofilacto, Cris�stomo y Anselmo. No se niega a tener copart�cipes en el reino de Dios, es decir , en el gobierno de la Iglesia; s�lo les exige que gobiernen como deben, es decir, que se dediquen a la salvaci�n de los fieles.

Versículo 9

Porque pienso que Dios nos ha puesto a nosotros, los Ap�stoles, para los �ltimos, como si estuvieran destinados a la muerte. (1.) Se contrasta a s� mismo ya los verdaderos Ap�stoles con aquellos maestros vanidosos que buscaban su propia gloria y su propio provecho. Quisiera, dice, que los Ap�stoles rein�ramos con vosotros; porque tan lejos creo que estamos de reinar triunfantes, que Dios nos ha exhibido al mundo como los �ltimos y m�s despreciados de todos, como destinados a una muerte bien merecida.

(2.) El significado m�s simple es que somos los �ltimos en ser enviados al mundo en estos �ltimos tiempos. Hemos sido se�alados por Dios para muerte, como. ej ., por medio de fieras no para un reino o triunfos, sino para la muerte, la persecuci�n y el martirio. As� lo entiende Tertuliano.

Obs�rvese que los Ap�stoles son llamados �ltimos, en comparaci�n con los Profetas que les precedieron, como Isa�as y Jerem�as y otros, que fueron enviados por Dios como Ap�stoles a los jud�os y otros (Isa. vi. 9). Especialmente se llama a s� mismo el �ltimo de todos, como habiendo sido llamado a su Apostolado por Cristo ascendido, despu�s de que los otros Ap�stoles hab�an sido llamados por Cristo que viv�a en la tierra.

Adem�s, "expuesto" denota (1.) marcado, (2.) hecho o exhibido y, como lo llama Ephrem, designado. Cf. Salmo 60:3 y Salmo 71:20 . (3.) Denota presentado p�blicamente como un ejemplo para otros. Por lo tanto sigue

Porque somos hechos espect�culo al mundo, a los �ngeles ya los hombres. Fueron colocados, por as� decirlo, en un teatro, como los condenados a morir peleando con fieras ante los ojos del populacho. Parece haber aqu� una alusi�n a los juegos p�blicos de Roma y otros lugares, donde los hombres luchaban con las fieras en la arena. El mundo, dice, se deleita en considerarnos necios, traficantes de artes secretas, o charlatanes de novedades, o mejor a�n, como hombres condenados a las bestias.

Observe que "el mundo" aqu� es un nombre gen�rico para "�ngeles y hombres" porque eran los �nicos seres que miraban a los Ap�stoles. Por lo tanto, en griego, "mundo" tiene el art�culo, y los otros dos t�rminos no lo tienen. Somos hechos, dice, para los �ngeles buenos un objeto de consideraci�n compasiva, as� como digno de admiraci�n y honor. Pero como los �ngeles malos y los hombres malos se alegran de que seamos despreciados, perseguidos y muertos, somos espect�culo para los �ngeles malos de odio y alegr�a, as� como de confusi�n y terror. Para los hombres buenos somos espect�culo y ejemplo de fortaleza, fe, inocencia, paciencia, mansedumbre, constancia y santidad de vida. Entonces Titelmann.

S. Cris�stomo ( Hom. 12 en Moral .) se aplica as� al teatro de esta vida, en el que hacemos todo en la presencia de Dios. Entonces, dice Suetonio. San Agust�n, cuando estaba a punto de morir, dijo a sus amigos que estaban a su alrededor: "�He hecho bastante bien mi papel en este escenario y en el teatro?" "Muy bien", respondieron sus amigos. Luego a�adi�: "Aplaudadme, pues, cuando me vaya"; y dicho esto, entreg� el esp�ritu.

Mejor y a�n m�s apropiado fue el uso que de estas palabras hizo Edmund Campian, el noble m�rtir de Inglaterra, bien llamado Campianus, un verdadero luchador y campe�n de Cristo, quien, cuando estaba a punto de sufrir el martirio, dio a conocer p�blicamente estas palabras como texto de su �ltimo serm�n. Tal espect�culo teatral era lo que los Ap�stoles aqu� se proponen principalmente. Cicer�n dice (qu. 2, Tuesul. ) que no hay espect�culo m�s hermoso que el de una vida virtuosa y concienzuda, y as� entre los cristianos no hay nada m�s hermoso que el martirio.

Acertada y piadosamente respondi� la ilustre Paula, como dice S. Jer�nimo en su elogio de ella, a alg�n caviloso que suger�a que podr�a ser considerada por algunos dementes, por el fervor de sus virtudes: "Somos hechos espect�culo al mundo". y para los �ngeles y para los hombres, somos necios por causa de Cristo; pero la necedad de Dios es m�s sabia que los hombres. Por eso, tambi�n, el Salvador dijo a su Padre: '�T� conoces mi necedad!' y otra vez: "Fui hecho como un monstruo para muchos, pero s� t� mi fuerte ayudador. Me convert� en una bestia delante de ti, y siempre estoy contigo".

Por �ltimo, S. Cris�stomo ( en Ep. ad Rom. Hom. 17) ense�a de esto que debemos huir del servicio de los ojos, es decir, de servir a los ojos de los hombres, para que volvamos los ojos hacia los ojos de Dios. , y vivir perpetuamente a Su vista y delante de �l. Hay, dice, dos teatros: uno muy espacioso, donde se sienta el Rey de reyes, rodeado de Sus resplandecientes huestes, para vernos; el otro m�s insignificante, donde destacan unos pocos et�opes, i.

mi. , hombres ignorantes de lo que est� pasando. Es, pues, el colmo de la locura pasar por este espacioso teatro de niebla de Dios y de los �ngeles, y contentarse con el teatro de unos pocos et�opes, y esforzarse laboriosamente en complacerlos. Cuando tienes un teatro erigido para ti en los cielos, �por qu� re�nes para ti espectadores en la tierra? S. Bernard ( Serm. 31 inter parvos ) trata estas palabras de manera algo diferente, aunque su aplicaci�n de ellas es la misma.

Dice: " Somos hechos espect�culo para el mundo, para los �ngeles y para los hombres, buenos y malos por igual. La pasi�n de la envidia inflama al uno, la compasi�n nacida de la piedad hace que los otros nos sirvan continuamente; el uno desea ver nuestra ca�da, el otro nuestro vuelo ascendente. Estamos sin duda a medio camino entre el cielo y el infierno, entre el claustro y el mundo. Ambos consideran diligentemente lo que hacemos, ambos dicen: '�Ojal� se uniera a nosotros!' Su intenci�n es diferente, pero sus deseos, quiz�s, no diferentes.

Pero si los ojos de todos est�n as� puestos sobre nosotros, �ad�nde han ido nuestros amigos, o por qu� se han ido ellos solos de nosotros?... Entonces, hermanos, antes de que sea demasiado tarde, levant�monos, y no recibamos en vano nuestras almas. por lo cual, ya sea para bien o para mal, otros velan con tanto celo ".

Versículo 10

Nosotros somos necios por causa de Cristo, pero vosotros sois sabios en Cristo. Esta es una continuaci�n de la iron�a del ver. 8. Somos tenidos por necios a causa de Cristo crucificado, a quien predicamos, y por cuya causa parece que nos exponemos temerariamente a tantos peligros. Porque la cruz es locura para los griegos. Pero vosotros, a vuestros propios ojos, sois sabios en el Evangelio de Cristo, por la elocuencia y la filosof�a que mezclais con �l, y porque os cuid�is de predicar a Cristo de tal modo que no corr�is ning�n riesgo por Su causa.

Somos d�biles , como soportando sin resistencia muchas penosas adversidades, como el hambre, la sed, la desnudez, los trabajos, las injurias, las maldiciones, las persecuciones, como est� dicho en el ver. 11

Pero eres fuerte. Porque f�cilmente, con vuestra elocuencia mundana, sabidur�a y amistad, venc�is el filo de todos los males que os atacan.

Vosotros sois honorables, pero nosotros somos despreciados. Usted es honrado, nosotros no somos honrados. Ense�a con modestia, pero con severidad con su propio ejemplo como maestro, que la jactancia del cristiano no debe estar en el renombre, la riqueza, la sabidur�a, la elocuencia o el aplauso de los hombres, sino en ser despreciado por los dem�s, y en despreciar la gloria, y en la Cruz de Cristo; y esto es especialmente cierto en el caso del maestro y predicador cristiano.

As� S. Cris�stomo. Y de esta manera trata de avergonzar a estos maestros autoindulgentes, vanidosos y lujuriosos, y tambi�n a los corintios que prefirieron seguir a tales hombres, antes que a los Ap�stoles de Cristo, que estaban dando por ellos su fuerza, su sustancia y su vive. As� dice Isa�as (Is 8,18), en nombre de s� mismo y de los dem�s profetas, as� como de Pablo y de los Ap�stoles: He aqu�, yo y los hijos que me ha dado el Se�or somos por se�ales y prodigios en Israel. ." Y como relatan los Annales Minorum , S. Francisco sol�a decir que era un necio despreciado de Cristo en el mundo, y era para este amado de Cristo mismo.

Versículo 11

Incluso hasta esta hora presente nosotros... no tenemos una morada determinada. Esta notable descripci�n de la vida del Ap�stol es muy parecida a la contenida en la Segunda Ep�stola (xi. 23), que los que son llamados al ministerio deben presentar como ejemplo, como lo hacen los hombres apost�licos de gran celo en Inglaterra, Holanda, India y Jap�n.

S. Cris�stomo ( Hom. 52 sobre los Hechos de los Ap�stoles ) dice excelentemente sobre las palabras del xxvi. 29: � Tal es el alma que se eleva en lo alto por el amor celestial, que se cree prisionera de Cristo a causa de la grandeza de la gloria prometida. �l todo, as� el que ha sido asido por el fuego de Cristo se vuelve como uno que deber�a estar viviendo solo en la tierra, sin importarle la gloria y la verg�enza.

Porque �l desprecia tanto las tentaciones, los azotes y las prisiones, que es como si otro cuerpo las soportara, o como si poseyera un cuerpo hecho de granito. Porque se r�e de las cosas agradables de esta vida; no siente su fuerza como nosotros; su cuerpo es para �l como el cuerpo de un muerto. Tan lejos est� de ser cautivado por cualquier pasi�n, como el oro purificado en el fuego est� lejos de mostrar cualquier mancha.

Todo esto se efect�a por el amor del hombre a Dios, cuando es grande �. Pero no alcanzamos esta altura porque somos fr�os e ignorantes de esta filosof�a divina. El fil�sofo Di�genes vio esto, aunque oscuramente y de lejos, porque entonces le preguntaron cu�les eran los hombres m�s nobles, respondi�: �Los que desprecian las riquezas y la gloria y el placer y la vida; los que sacan su fuerza de las cosas opuestas a estas, de la pobreza, la oscuridad, el hambre, la sed, el trabajo y la muerte.� Di�genes vio esto, pero no pudo practicarlo, porque �l mismo era un esclavo de la vanagloria.

Versículo 12

Siendo ultrajados, bendecimos. Los incr�dulos y los jud�os se burlan de nosotros y nos lanzan imprecaciones, diciendo: "Que estos nuevos predicadores de un Dios crucificado sean asesinados, perezcan y cuelguen de la cruz maldita". Nosotros, sin embargo, oramos por su paz, que Dios les d� Su luz, Su gracia y salvaci�n. San Basilio ( en Reg. Brevior. 226) se�ala que hacer el mal y hacer el bien tienen la connotaci�n de injuria y bendici�n.

�l dice: " Se nos ordena que seamos pacientes con todos, y que devolvamos buenas obras a quienes nos persiguen injustamente. Debemos amar fervientemente, no solo a los que nos maldicen, sino a cualquiera que nos muestre falta de bondad de cualquier manera, para que as� podemos obedecer el precepto: 'No seas vencido por el mal, sino vence el mal con el bien '" .

Versículo 13

Siendo difamados, suplicamos. Cuando somos injuriados, llamados traficantes malvados en artes malignas, y vituperados. La palabra "blasfemar" tambi�n tiene este significado en Tito 3:2 . Cuando se trata de esta manera, hablamos de la mansedumbre a la manera de los suplicantes, como lo toman los Padres griegos, o bien suplicamos a Dios por ellos. Pero el primero est� m�s cerca del griego.

San Basilio ( Reg. 226, citado anteriormente) lo traduce como "consuelo", en el sentido de llenar sus mentes con una percepci�n de la verdad. Consuelo se usa en este sentido en Romanos 1:12 .

Estamos hechos como la inmundicia del mundo. Estamos hechos, como dicen Teofilacto y Teodoreto, como si fuera el excremento del mundo no una vez, sino siempre, hasta esta hora presente. Estamos hechos como inmundicia que ha sido recogida de todos lados, es la fuerza literal del griego. Somos considerados como los m�s despreciables, como miserables indignos de la sociedad del hombre, aptos solo para ser ahuyentados y destruidos.

S. Paul est� aqu� aludiendo a Lamentaciones 3:45 : "Nos has hecho como escoria y basura en medio de la gente". Porque Jerem�as fue encarcelado por los jud�os, desechado y rechazado, y as� fue un tipo de Pablo y los Ap�stoles, encarcelado, rechazado y finalmente asesinado por jud�os y gentiles.

Pero Gagneius y otros traducen esta palabra "v�ctimas expiatorias". Por eso tambi�n S. Ambrosio, comentando Salmo 119:8 , dice: "Hemos sido hechos para la limpieza del mundo". Debemos notar que la palabra griega aqu� usada se aplic� a los hombres imp�os y otros condenados al sacrificio por los gentiles, para librarse del hambre o las tempestades de cualquier otra calamidad p�blica.

As�, por ejemplo, los Decii se dedicaron a su pa�s, y Curtius, quien, para desterrar una plaga com�n y apaciguar a la Deidad, salt� con toda su armadura a un abismo en Roma. Entonces, a Servio, en la l�nea de la Eneida, "Oh maldita sed de oro, �a qu� villan�a no empujas los corazones de los hombres?" se�ala que el hambre se llama maldita o sagrada a la manera de los galos. Porque cuando los ciudadanos de Marsella sufr�an de pestilencia, cierto hombre pobre se ofreci� al estado para ser alimentado durante un a�o completo con los mejores alimentos a expensas del p�blico, y luego ser conducido por la ciudad con execraci�n, vestido con �rboles de hoja perenne. y vestiduras sagradas, para que sobre su cabeza cayeran todos los males del estado; y luego fue sacrificado o ahogado.

Por eso Bud�us, siguiendo a Suidas y otros, dice que los ????????? eran hombres dedicados a la muerte, y arrojados al mar, llevando la carga de toda la maldad del estado, y as� sacrificados a Neptuno, con las palabras a�adidas: "S� t� nuestro expiatorio". v�ctima." Tal v�ctima fue el macho cabr�o enviado al desierto por los hebreos (Lv 16,21). Pero las versiones griega y latina dan preferencia al primer significado, y eso le da el sentido m�s literal y simple. Porque S. Pablo est� aqu� tratando del desprecio que se le dio a �l y a sus compa�eros, por lo que fueron despreciados con la lengua y los pies como los m�s viles miserables que existen.

y son la escoria de todas las cosas hasta el d�a de hoy. Offscouring es la traducci�n de una palabra que denota cosas tales como costras, u�as emparejadas y cosas sin valor que son desechadas y pisoteadas por todos. As� Cris�stomo, Teofilacto, Anselmo. �cumenius lo entiende como un peque�o trapo o pa�o con el que se limpia el sudor de la cara; otros siguen a Bud�us y entienden que significa "v�ctima expiatoria", como ya he dicho.

Esto tambi�n est� respaldado por la versi�n sir�aca. verso 14, 15. No escribo estas cosas... porque en Cristo Jes�s yo os he engendrado por el Evangelio. Y por lo tanto yo solo soy vuestro padre espiritual. Los dem�s maestros no son m�s que maestros de escuela que educan al ni�o que les env�a el padre. Pablo insin�a que los corintios deber�an avergonzarse de s� mismos por pasar por alto a los Ap�stoles, que los hab�an convertido a Cristo, y que tanto sufr�an por ellos, y por seguir a los maestros vanidosos, y por querer ser llamados sus disc�pulos. .

Versículo 17

quien os traer� a la memoria mis caminos. Mi doctrina y vida cristiana, dicen Santo Tom�s y Anselmo.

En Cristo. En la religi�n de Cristo.

Versículo 20

Porque el Reino de Dios no est� en la palabra sino en el poder. La energ�a espiritual y la perfecci�n cristiana, y especialmente apost�lica, en la que Dios reina, y manifiesta en nosotros y en la Iglesia la obra eficaz del Evangelio de su gracia y Esp�ritu, no se encuentran en la elocuencia, sino en la obra poderosa de la el Esp�ritu Santo, es decir, en la palabra convincente, en el poder de los milagros, en la expulsi�n de los demonios, y, como dicen Teofilacto y Cayetano, m�s a�n en los sufrimientos de la vida del Ap�stol descritos en los vers.

9-11, y en la conversi�n del car�cter y en la vida santa. As� tambi�n dicen S. Cris�stomo y Anselmo: Porque S. Juan Bautista no hizo ning�n milagro y, sin embargo, comenz� a predicar el Reino de Dios con el poder de una vida santa, con el esp�ritu y la eficacia de la predicaci�n y la exhortaci�n. Cf. la expresi�n paralela en Romanos 14:17 .

Versículo 21

�Qu� vas a hacer? �Ir� a vosotros con vara? Tal como corresponde al padre del que habl� en el ver. 15. La vara es un s�mbolo de la severidad de la reprensi�n y el poder de castigar. As� Cris�stomo, Teofilacto, Anselmo.

Obs�rvese aqu� el poder de castigar alojado en la Iglesia y sus prelados, y ejercido por Pablo en el pr�ximo cap�tulo. Ecumemius y Cayetan remiten estas palabras del Ap�stol al cap�tulo siguiente, en el que reprende severamente a los corintios por el incesto del fornicario. Sin embargo, estas palabras bien pueden unirse a las anteriores, en las que reprochaba a los corintios su soberbia.

Información bibliográfica
Lapide, Cornelius. "Comentario sobre 1 Corinthians 4". El Gran Comentario Bíblico de Cornelius a Lapide. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/clc/1-corinthians-4.html. 1890.