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Bible Commentaries
1 Tesalonicenses 4

El Comentario del Púlpito de la IglesiaComentario del Púlpito de la Iglesia

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Versículo 1

'PARA AGRADAR A DIOS'

'Para agradar a Dios'.

1 Tesalonicenses 4:1

�Una expresi�n verdaderamente humana y familiar es esta! En tal lenguaje, las Escrituras apelan a los sentimientos comunes de nuestra naturaleza humana. A veces se considera despectivo para el Ser Divino que los pensamientos y emociones de nuestra naturaleza humana se le atribuyan. Pero Dios hizo al hombre a Su propia imagen y, hasta cierto punto, podemos razonar de lo humano a lo divino.

I. La condescendencia y la gracia de Dios � Debe tenerse en cuenta que Dios tiene derecho a nuestro servicio y obediencia. Si �l se digna presentarse a s� mismo como complacido cuando se le ofrece lo que le corresponde, esta es una representaci�n atractiva de su amor y bondad por la cual no podemos estar suficientemente agradecidos.

II. El est�ndar de la excelencia y la virtud cristianas � Un erudito a menudo siente lo dif�cil que es realmente complacer a su maestro. El est�ndar del preceptor es tan elevado en comparaci�n con el del disc�pulo, que se siente que hay espacio para el estudio, para la aspiraci�n, para el esfuerzo, para el progreso. El hombre piadoso siente que agradar a Dios es algo mucho m�s all� y por encima de �l. Servir a Dios, obedecer a Dios, es agradar a Dios.

Es un objetivo inferior e indigno esforzarse por agradar al hombre, un objetivo que a menudo puede desviarlo, porque el hombre no es m�s que un hombre. Pero el esp�ritu y la conducta que agradar�n a Dios son admirables en sumo grado y, de hecho, moralmente perfectos.

III. El motivo de la conducta cristiana � A veces es dif�cil para cada uno de nosotros hacer lo correcto desde el sentido del deber. No estamos llamados a actuar simplemente por ese motivo. No somos meramente sirvientes; somos hijos. Recordando cu�nto le debemos a nuestro Se�or y Salvador, �podemos hacer otra cosa que desear agradarle?

Ilustraci�n

'Si quisi�ramos resumir la religi�n en una frase, podr�amos decir que consiste en un prop�sito establecido y deliberado de agradar a Dios. Los defensores de todas las religiones aceptar�n este relato de lo que realmente pretenden en sus esfuerzos religiosos. En el Antiguo Testamento hay un pasaje que representa a Balac acerc�ndose al profeta Balaam con esta pregunta: ��Con qu� me presentar� ante el Se�or y me postrar� ante el Dios Alto? �Me presentar� ante �l con holocaustos, con becerros de un a�o? �Se agradar� el Se�or con miles de carneros o con diez mil r�os de aceite? �Dar� mi primog�nito por mis rebeliones, el fruto de mi cuerpo por el pecado de mi alma? Ahora bien, a nuestros ojos les parece una concepci�n de la religi�n muy extra�a y repulsiva que infieren estas preguntas.

En verdad se expone la idea actual de los adoradores paganos, que aceptan la idea de Dios que el paganismo ofrec�a a sus devotos. El Profeta da respuesta a las preguntas dando por sentado que esta visi�n de la religi�n consiste esencialmente en agradar a Dios; pero se�ala una fuente de informaci�n muy diferente en cuanto a c�mo el hombre puede agradar a Dios. No en el temperamento y la crueldad de los monarcas se encontr� el tipo de adoraci�n que ser�a aceptable para �l; hab�a un art�culo de gu�a m�s digno y m�s cercano que todo hombre pod�a consultar y que nadie necesitaba malinterpretar.

��l te ha mostrado, oh hombre, lo que es bueno; y lo que el Se�or pide de ti, sino que hagas la justicia, que ames la misericordia y que andes humildemente con tu Dios �. No las cosas que m�s te impresionan en la vida p�blica del mundo, sino m�s bien las que deben merecer la veneraci�n de tu propia naturaleza superior. Estas palabras del Profeta ser�n su gu�a cuando busque formarse alguna opini�n sobre el alma y el car�cter de Dios y para determinar el tipo de adoraci�n aceptable para �l. No sin ti, sino dentro de ti est� el testigo Divino '.

Versículo 3

LA VOLUNTAD DE DIOS PARA EL CRISTIANO

"Esta es la voluntad de Dios, incluso tu santificaci�n".

1 Tesalonicenses 4:3

Estas nueve palabras tienen un inter�s propio; pero tomados en su conexi�n inmediata, son verdaderamente trascendentales y conmovedores. Para que podamos agradar a Dios, �l nos tendr� como �l. "Esta es la voluntad de Dios", dice el Ap�stol, "incluso tu santificaci�n".

I. La verdadera naturaleza de la santificaci�n � �Es el hombre pecador cambiado y resucitado a la imagen de la Pureza Eterna! Y la transformaci�n es completa. Tiene lugar en el alma y s�lo Dios puede verlo; luego se exhibe en la vida, para que pueda ser visto por los �ngeles y los hombres. Incluye varias cosas:

( a ) El abandono del mundo, no el mundo natural, sino el carnal;

( b ) La crucifixi�n de la carne: sus pensamientos vanos, deseos imp�os, acciones desagradables;

( c ) La consagraci�n de todo el ser , cuerpo, alma y esp�ritu, al servicio del Divino Maestro;

( d ) La adopci�n de la ley del cielo para el gobierno de la vida en la tierra.

II. Los medios eficientes para obtenerlo .

( a ) El alma debe primero ser limpiada de toda impureza natural; y �c�mo y d�nde se puede hacer esto? ( Isa�as 1:18 ; 1 Juan 1:7 ).

( b ) Tanto la Palabra de Dios como la Sangre de Cristo deben cumplir su funci�n en este maravilloso cambio ( Juan 17:17 ).

( c ) El Esp�ritu de santidad debe operar al un�sono con la sangre de Cristo y la Palabra de Dios, y aplicarse ambas al alma del creyente ( 2 Corintios 3:17 ).

( d ) La oraci�n debe ascender siempre hacia el cielo desde el altar del coraz�n para que esta obra mejor y m�s elevada pueda llevarse a cabo divinamente, hasta que termine el viaje de la vida y se obtenga el Para�so celestial.

Si esta es la voluntad de Dios con respecto a nosotros, �no deber�a ser nuestra voluntad con respecto a nosotros mismos?

Ilustraci�n

'No puede haber nada tan grande y bendito para una criatura como tener la voluntad de Dios perfeccionada en ella. �H�gase tu voluntad� es una oraci�n que nos muestra a todos la lucha y la miseria al final, y el sol brillando sobre un mundo tranquilo, verde y fragante. Solo en la santidad son posibles la vida eterna y la bienaventuranza. Tener los pensamientos puros, la vida en cada punto y en todos sus intereses como m�sica a las palabras de la ley de Dios, el alma moldeada a la imagen de Cristo, es decir, comenzar la vida eterna. "En guardar tus mandamientos hay gran recompensa". '

(SEGUNDO ESQUEMA)

SANTIDAD

Es la voluntad de Dios, el gran prop�sito que tiene en el coraz�n con respecto a los hombres, que sean santos. Santif�calos en tu verdad: tu palabra es verdad. El perd�n y todas las dem�s bendiciones son un medio para lograr este gran fin. El Gran Escultor pensar�a, planificar�a y trabajar�a s�lo por un torso, en la habitaci�n de una estatua, sin esto; el Gran Constructor nunca ver�a la piedra superior de Su templo elegido sin esto; el Gran Labrador nunca probar�a el fruto de Su vi�a sin esto. Ahora bien, si nuestra santificaci�n, nuestra creciente santidad aqu� y nuestra santidad perfeccionada en el m�s all�, es la voluntad de Dios, entonces:

I. La santidad es una gran y bendita consumaci�n .

II. Dios no escatimar� esfuerzos para crear y perfeccionar la santidad en el alma de un hombre . No ha escatimado sacrificios en el sentido de que envi� a Su Hijo; porque la esencia y el coraz�n de la misi�n de Cristo era 'purificar para s� un pueblo peculiar, celoso de buenas obras'. Y a�n hacia nosotros y en nosotros, �l dirigir� Su obra hacia este gran fin. Podar� su vid para que d� m�s fruto.

Martillar� el tosco bloque, si es necesario, con los fuertes golpes de esa ley Suya que est� tanto dentro como fuera del hombre, con la amorosa severidad de Su Providencia, etc., hasta que la forma del miembro y el rasgo destaquen. �l la cortar�, cincelar� y pulir� hasta que se convierta en la bella imagen de Cristo. Y mientras nos lamentamos y lloramos, y nos maravillamos de la severidad de nuestro Padre Celestial, pensemos en el gran prop�sito en el que est� inclinado, y escuchemos en todo nuestro Salvador decir: 'Esta es la voluntad de Dios, s�, tu santificaci�n'.

III. Estamos obligados a cooperar con Dios en este gran fin. "Dios lo quiere", exclamaron los cruzados, y se abrocharon sus armaduras para la conquista de Tierra Santa. 'Dios quiere' que luchemos, nos esforcemos y oremos por una conquista m�s pura y superior, el logro de la santidad misma. �Y qu� comienzo nos da Dios en su perd�n total a trav�s de Cristo! De ese modo nos da libertad, gratitud, impulso; y en toda nuestra guerra con el pecado, �l da su Esp�ritu Santo para inspirar, dirigir y sostener. 'Mortificad, pues, vuestros miembros que est�n sobre la tierra; fornicaci�n, inmundicia, etc.

IV. Tenemos la seguridad del �xito � Si es la voluntad de Dios, entonces la voluntad de Dios debe hacerse. "Si Dios es por nosotros, �qui�n contra nosotros?"

Ilustraci�n

Santificaci�n significa santificar. En el Antiguo Testamento, se dice que los vasos de plata y oro est�n santificados; y ser� muy claro para todos aqu� que los vasos no pueden ser santificados, como cosas mudas y sin inteligencia, en el mismo sentido que las personas. Los vasos y otras cosas para el uso de la adoraci�n de Dios en el Tabern�culo y el Templo deb�an ser santificados para Dios en el primer sentido de esa palabra, ya que estaban apartados de los usos profanos y ordinarios a los sagrados.

Una copa de oro puede usarse para prop�sitos comunes de beber, o puede apartarse para usarse solo en la celebraci�n de la Cena del Se�or. En este caso se separa para usos sagrados. Por tanto, cuando San Pablo nos dice: "Esta es la voluntad de Dios, tu santificaci�n", quiere decir que tanto en nuestro cuerpo como en nuestra mente debemos estar separados, no s�lo del mal particular del que habla la Ep�stola. , pero, en el pleno sentido de la palabra, de todo mal. Como cristianos, debemos ser apartados de todo lo que es profano, perverso e imp�o, y llevar la "flor blanca de una vida sin mancha". '

Versículo 4

SANTIFICACI�N Y HONOR

"Que cada uno de ustedes sepa poseer su vaso en santificaci�n y honor".

1 Tesalonicenses 4:4

Aqu� tenemos un llamado a la santidad.

I. El contraste .

(i.) La santidad es eterna y divina: el Dios eterno es el Dios santo.

(ii.) El hombre fue creado a imagen del Dios santo.

(iii.) Por la primera transgresi�n se perdi� la santidad; la carne se volvi� propensa a toda inmundicia.

(iv.) Hab�a inmundicia en el mundo antes del diluvio, en los gentiles y en Israel.

(v.) La inmundicia, p�blica y privada, est� en esta tierra profesamente cristiana.

(vi.) El mundo hace un gui�o a la inmundicia y trata de justificarla. No as� Dios ( Efesios 5:6 ; 1 Tesalonicenses 4:7 ).

II. La llamada .

(i.) A Israel y la Iglesia ( Lev�tico 20:7 ; 1 Pedro 1:14 ).

(ii.) La santidad fue ense�ada por purificaciones externas bajo la ley ( �xodo 28:36 ).

(iii.) La raz�n del llamado: el prop�sito de Dios es hacer a sus hijos como �l mismo, renovar su santidad perdida ( Efesios 1:4 ; Efesios 4:22 ).

III. La gracia .

(i.) El Dios de santidad es el Dios de gracia.

(ii.) Gracia para limpiar de inmundicia, por la sangre expiatoria de Cristo ( 1 Corintios 5:11 ; 1 Juan 1:7 ; Apocalipsis 1:5 ).

(iii.) Gracia para santificar, por la morada del Esp�ritu Santo.

(iv.) Gracia para fortalecer, por el Esp�ritu Santo capacit�ndonos para mantenernos debajo del cuerpo.

IV. Advertencias y exhortaciones .

(i.) La Palabra escrita usa una gran claridad de discurso sobre este tema; as� deber�a predicar la Palabra.

(ii.) El juicio registrado en la Sagrada Escritura sobre los inmundos. En un d�a Dios dio veintitr�s mil pruebas de su odio por la inmundicia ( 1 Corintios 10:8 ).

(iii.) Despreciar el llamado es despreciar a Dios y hacer descender Su ira aqu� y en el m�s all�.

(iv.) Pecador secreto, tu pecado te descubrir�. El que expuso el pecado de David expondr� el tuyo.

(v.) Los efectos de despreciar el llamado y hacer lo que el Santo odia son contaminantes, degradantes, amortiguadores, destructores.

(vi.) Tu cuerpo es el templo de Dios. Gu�rdala para �l contra toda profanaci�n.

(vii.) Esfu�rcese por medio de la oraci�n para ser como Jes�s, como �l en santidad ahora, para que pueda ser como �l en gloria en el futuro.

Rev. Dr. Flavel Cook.

Ilustraci�n

'El cuerpo humano est� en otras partes de la Sagrada Escritura comparado con un tabern�culo o tienda, aqu� se habla de un vaso. Las dos figuras transmiten algunas ideas comunes, ambas representan aquello que contiene la vida verdadera, y ambas se refieren a su ocupaci�n temporal y no permanente. Ambos tambi�n tienen sus usos adecuados, pero mientras que el uso de una tienda de campa�a se limita principalmente a su ocupante, el de un barco se relaciona m�s con su propietario.

En cuanto a nuestros cuerpos como tiendas de campa�a preparadas para el tiempo de nuestro peregrinaje, se nos pide que los usemos correctamente en nuestro propio inter�s. Pero consider�ndolos como vasos en la casa de Dios, tenemos una visi�n m�s alta de ellos tra�dos ante nosotros, y se nos recuerda que esos vasos no solo deben ser usados ??por �l, sino tambi�n para ser guardados por Sus siervos para �l, �purificados y reunidos para el uso del Maestro �( 2 Timoteo 2:21 ). '

(SEGUNDO ESQUEMA)

MANTENER EL CUERPO

Dios ha hecho todo lo posible para limpiar esta vasija de nuestro cuerpo, para adaptarla a un lugar en la casa de muchas mansiones. Nos escandaliza la impiedad del rey pagano que us� los vasos que hab�a tomado de la casa de Dios en juerga desenfrenada y blasfemia sacr�lega; pero somos culpables de una impiedad a�n mayor cuando deshonramos nuestros cuerpos y los convertimos en instrumentos del pecado.

I. Por santificaci�n entendemos la disposici�n a sentir y apreciar los movimientos del Esp�ritu que mora en nosotros , lo que resulta en una restricci�n continua sobre los deseos corruptos de la carne y una dedicaci�n m�s completa de todo el ser a su propio Se�or. Por honor entendemos lo que podemos llamar el debido respeto propio debido al cuerpo, como vaso de gracia y gloria; como propiedad redimida del Se�or de los Ej�rcitos, dise�ada para contener tesoros celestiales, destinada a ocupar una posici�n de honor en los lugares celestiales.

As� pues, tenemos ante nosotros el servicio y el destino de la vasija del cuerpo, cuyo cargo nos ha encomendado Aquel a Quien pertenecemos. �Oh, que podamos cumplir la confianza posey�ndolos en santificaci�n y honor!

II. No s�lo la Escritura, sino la naturaleza misma clama contra su abuso � Se nos dice que en algunos pa�ses se usaba una especie de vaso para beber, que se agrietaba cuando se les pon�a cierto veneno com�n. De manera similar ocurre con nuestros cuerpos; el veneno del pecado les produce defectos y el abuso de sus �rganos tiene como resultado natural el dolor, la enfermedad, la muerte. Sin embargo, estos resultados del pecado pueden tener un efecto purificador si el verdadero ant�doto se aplica a tiempo; y en el horno de la aflicci�n nuestros cuerpos pueden ser purificados de tal manera que se conviertan de nuevo en vasos para honra santificados y aptos para el uso del Maestro.

III. Creemos en la resurrecci�n del cuerpo ; y sabemos que Jes�s mismo ha llevado su carne humana, como primicias de esa resurrecci�n, al cielo mismo. Esta gloriosa perspectiva seguramente conmover� nuestra mente y conmover� nuestro coraz�n. Deber�a recordarnos que nuestros cuerpos son un regalo precioso, para ser utilizado en santos usos, destinados a un futuro glorioso. Entonces aprendamos a asignarles un valor justo, y esforc�monos por poseerlos en santificaci�n y honor, recordando que estamos comprometidos a mantenerlos en templanza, sobriedad y castidad, y que a menos que hagamos nuestro mejor esfuerzo con la ayuda de Dios para cumplir esa promesa, no podemos esperar heredar Su reino eterno.

-Rvdo. G. Cecil White.

Ilustraci�n

'Si el Ap�stol elige solo un ejemplo, y esa castidad, de los deberes que nos debemos a nosotros mismos, �no es clara la raz�n de que la falta de castidad fue solo uno de esos vicios a los que una comunidad como la de Tesal�nica ser�a m�s propensa? �Piense en el estado de nuestros grandes centros mar�timos y comerciales en esta tierra! �No es el libertinaje un pecado prevaleciente y condenatorio? Pero los paganos no sab�an nada de ese mandamiento: �Sed santos, porque yo soy santo.

Su misma adoraci�n era la sede y el hogar de la falta de castidad, y sus mismos dioses estaban complacidos con los ritos m�s horriblemente impuros. Si el Antiguo Testamento advirti� a los jud�os contra estos pecados, �no debe un ap�stol del evangelio puro y santo de nuestro Se�or Jesucristo advertir a los hombres cristianos contra estos pecados? Y entonces el Ap�stol nos ense�a que nuestro cuerpo es un templo del Esp�ritu Santo, o, como las palabras que se usan aqu� al menos se interpretar�n, un vaso, nuestro propio vaso, del Esp�ritu Santo, que debe ser guardado en santificaci�n y honor. . Solo bajo la Cruz podemos aprender que nosotros, que pertenecemos a Cristo, debemos "crucificar la carne con sus afectos y deseos". '

Versículo 9

AMOR FRATERNO

"Pero en lo que respecta al amor fraternal, no es necesario que les escriba, porque Dios les ense�� a ustedes a amarse los unos a los otros".

1 Tesalonicenses 4:9

'�Ense�ado por Dios a amarse los unos a los otros!' Fue una nueva lecci�n. El Viejo Mundo no ten�a nada que mostrar que fuera as�. Una peque�a sociedad de hombres y mujeres en una ciudad griega, bajo el dominio romano, que enviaba una contribuci�n a los m�s pobres que ellos en otras ciudades griegas, a unas treinta o cuarenta millas de distancia.

I. Amor fraternal la nota de la sociedad cristiana � Este amor fraternal fue la primera nota de la sociedad cristiana primitiva. Esto fue as� porque esa sociedad se form� con el prop�sito especial de continuar en el mundo la vida de Cristo. La vida de Cristo fue sobre todo una vida de ayuda. Y esta vida suya no se perdi� para el mundo cuando ascendi� al cielo. Por el contrario, se expandi� a la vida de una sociedad creada expresamente para representarlo a �l en la tierra y para reproducir Su servicio a los dem�s en una escala mayor y en una forma permanente.

Deb�a crecer y crecer hasta cubrir el mundo y haber absorbido en la vida de servicio a toda nuestra humanidad, haci�ndola un solo hombre en Cristo. De esta manera, como dec�a San Pablo, la Iglesia era la realizaci�n de Cristo.

II. Es verdadera comuni�n � no era un mero sentimiento; era ayuda real, compartir literalmente, verdadero compa�erismo. Dios les hab�a ense�ado a amarse unos a otros, y lo hicieron. El mundo vio lo que nunca hab�a visto antes. '�Mira c�mo estos cristianos se aman unos a otros!' exclamaron. El mundo lo vio y se estremeci�. Para una sociedad como esta, con ramificaciones por todo el imperio, unida por estos lazos de apoyo mutuo, sus miembros dispuestos a hacer o sufrir cualquier cosa por los dem�s, �qu� no podr�a lograr? Su poder era omnipotente; nada podr�a oponerse a �l, a menos que pudiera ser aplastado en su juventud.

III. El mal de la divisi�n interna . �Si los prop�sitos de Dios para el mundo a trav�s de la Iglesia no hubieran sido obstaculizados, frustrados y rechazados por la fragilidad humana y por las artima�as del Diablo, la �nica Santa Iglesia Cat�lica y Apost�lica, en la cual todav�a decimos que creemos, debe haber resultado irresistible. Dos mil a�os habr�an sido m�s que suficientes para ganar el mundo para Cristo. Pero conoces la triste historia.

El manto de Cristo est� rasgado, y la fe apenas puede soportar la tensi�n de este castigo de por vida. Y lo peor de todo es que no vemos su pecado, pero como est� escrito, 'A mi gente le encanta que sea as�'.

IV. Regresemos al ideal . �Es maravilloso, frente a este esp�ritu de divisi�n y antagonismo, que hombres serios lleguen a la conclusi�n de que la vida de la Iglesia ya no es un camino de bendici�n y de paz? Lo hemos atra�do sobre nosotros mismos por nuestro olvido de la lecci�n principal de Cristo de abnegaci�n, servicio y amor. Debemos volver al ideal de los primeros d�as. Debemos rezar para que este ideal pueda surgir una vez m�s ante nuestras mentes, para que ya no estemos contentos con nuestro estado dividido; para que el Esp�ritu Santo de compa�erismo pueda meditar sobre el caos y la confusi�n de nuestra vida religiosa inglesa, y salir de ella, como solo �l puede, ordenar, armon�a y amor. Con el Esp�ritu Santo de unidad como nuestro maestro, una vez m�s Dios nos puede ense�ar a amarnos unos a otros.

�Dean Armitage Robinson.

Ilustraci�n

El mundo trat� de aplastar a la Iglesia primitiva a fuego y espada, pero la sangre de "los m�rtires fue la semilla de la Iglesia". Cuanto m�s lo pisoteaban, m�s fuerte se hac�a, hasta que, por fin, bajo Constantino, reclam� ser reconocido como la �nica religi�n verdadera del imperio mismo. Un poco m�s tarde, Juli�n �quien hab�a sido educado como griego, pero luego se esforz� por resucitar la antigua religi�n romana y por eso fue llamado el Ap�stata� Juliano, conociendo el secreto de la fuerza del cristianismo, se esforz� por derrotarlo copiando.

Pero el esp�ritu de compa�erismo no pod�a ser creado por los edictos imperiales m�s de lo que puede serlo hoy por las leyes del Parlamento. El mundo solo pod�a ser un hombre en Cristo , y Juli�n fracas� miserablemente. "�Oh, Galileo, has conquistado!" se inform� que dijo con su �ltimo aliento. El hecho era cierto, tanto si la historia era hist�rica como si no. La vida de Cristo reprodujo en la Iglesia Su Cuerpo, y Su cumplimiento fue divinamente fuerte. Dios les hab�a ense�ado a amarse unos a otros.

Versículos 10-11

TRABAJO TRANQUILO

'Los exhortamos ... a que estudien para estar tranquilos, y para hacer sus propios asuntos, y para trabajar con sus propias manos, tal como les encomendamos'.

1 Tesalonicenses 4:10

Si bien ning�n buen hombre puede mirar con indiferencia las condiciones de vida en Inglaterra, mientras que una aquiescencia ego�sta en la mera comodidad personal es profundamente inmoral, es muy posible, por otro lado, insistir en estas cosas de una manera m�rbida y poco rentable. . Como ayuda contra la ansiedad m�rbida, que conduce, como tantas veces, a una excitaci�n falsa, recordemos siempre que el mundo est� en las manos de Dios, no en las del Diablo, y en absoluto en las nuestras; y adem�s, que las cosas no sean tan malas como nos parecen.

Tampoco es cierto afirmar que se est� descuidando por completo a las masas, o que no se ha realizado ni se est� llevando a cabo una obra permanente muy vasta entre ellas. Se est� haciendo mucho, pero se requiere mucho m�s.

I. Todo el objetivo de nuestras vidas deber�a ser trabajar para Dios, para difundir Su reino .

II. La vida de Cristo y la vida de sus santos m�s santos te salvar�n de un auto reproche innecesario , si mientras haces tu mejor esfuerzo no eres llamado ni preparado para ning�n ministerio prominente o ruidoso. �Cu�l fue la vida de nuestro Bendito Se�or en la tierra? Salvo una an�cdota de su ni�ez, la mayor parte de su vida � treinta a�os de su vida desde la infancia hasta la edad adulta � se resumen en una sola palabra: "el carpintero".

Durante todos esos a�os de preparativos silenciosos y santa quietud, creciendo como un lirio junto a los cursos de agua, nos estaba ense�ando la lecci�n eterna de que el Reino de Dios est� dentro de nosotros; que la vida del verdadero cristiano est� 'escondida con Cristo en Dios', y que la obra principal en el mundo de la gran mayor�a de la humanidad es, cada uno en nuestra propia esfera, cada uno mediante el uso de nuestros dones especiales, establecer el ejemplo de deber fiel. Que nada nos robe el sentido de esa vida de absoluta calma y santa auto-represi�n, de humilde servicio y humilde silencio.

III. Si de vez en cuando, a lo largo de los siglos, la Iglesia ha necesitado la fulminaci�n apocal�ptica del Bautista, las palabras combativas de San Pablo, la inquietud inquieta de un Bernardo, los truenos agudos de un Savonarola, las declaraciones feroces de un Lutero, el apasionado oratorio de un Whitefield, hay una necesidad a�n m�s constante de virtudes que est�n al alcance de cada uno de nosotros; por la quietud de Mar�a sentada humildemente a los pies de su Salvador; por las im�genes suaves y silenciosas de Fra Angelico; por la recogimiento interior de St.

Thomas � Kempis; por la genialidad juguetona de Addison; por los magn�ficos estudios de Newton; por la vida apartada de Wordsworth; por la calma pastoral de Oberlin; por las dulces canciones y las caridades parroquiales de Keble; por la jubilaci�n enclaustrada de Newman, s�, y por millones de hombres que han pose�do el alma con paciencia, y por millones de mujeres, felizmente inocentes de toda oratoria, y que no han aprendido m�s que en las amables costumbres hogare�as.

�Dean Farrar.

Ilustraciones

(1) 'Cuando Livingstone fue acusado de descuidar la obra misional, respondi� con valent�a: �Mis puntos de vista sobre el deber misional no est�n tan contra�dos como aquellos cuyo �nico ideal es un hombre con una Biblia bajo el brazo. He trabajado en ladrillos y argamasa, y en la fragua, y en el banco de carpintero, y en la pr�ctica m�dica, as� como en la predicaci�n. Estoy sirviendo a Cristo cuando mato un b�falo para mis hombres, o hago una observaci�n astron�mica, o le escribo a uno de sus hijos que olvid�, durante el peque�o momento de escribir una nota, esa caridad que se elogia como 'no pensar en el mal'. "'

(2) '�No tenemos muchos ejemplos de ese "adorno de un esp�ritu manso y apacible que es de gran precio a los ojos de Dios"? All� estaba ese buen lord Hatherley, cuya gloria y felicidad era, aunque hubiera sido lord canciller de Inglaterra, trabajar durante cuarenta a�os como un humilde maestro de escuela dominical. Domingo tras domingo hab�a ense�ado a los hijos de los pobres �.

Versículo 13

LA COMUNI�N DE LOS SANTOS *

"Pero no quiero, hermanos, que ignor�is acerca de los que duermen, para que no os entristezc�is como los dem�s que no tienen esperanza".

1 Tesalonicenses 4:13

La forma en que los d�as de los santos atraen a diferentes personas debe depender de la disposici�n individual. Pero sin importar c�mo consideremos el d�a de los santos ordinario, seguramente hay una fiesta que debe atraer a cualquiera que piense en absoluto, y esa es la fiesta de Todos los Santos.

I. La comuni�n de los santos � El d�a de Todos los Santos es un d�a en el que mostramos si esas palabras "Creo en la comuni�n de los santos" tienen alg�n significado. Probablemente no haya ninguno de nosotros que no tenga a alguien m�s all� del velo, alguien en el Para�so, alguien con quien nos esforzamos, aunque con un d�bil anhelo, de tener una comuni�n m�s cercana, algunos a los que hemos amado desde hace mucho tiempo y hemos perdido un tiempo. .

II. Vida despu�s de la muerte . �D�nde est� el alma? �A d�nde ir� cuando muera? S� que no me limitar� a dormir. He o�do el texto "donde cae el �rbol, all� reposar�", pero Dios ha hablado m�s fuerte que eso: ha dicho que no es Dios de muertos, sino de vivos. Y mi Se�or y Maestro, cuando baj� a la tierra para revelarme la mente de mi Padre, supo que yo deber�a querer saber algo de la vida despu�s de la muerte.

No me dijo mucho, pero lo dijo muy claramente. Recuerdas la par�bola de Dives y L�zaro, recuerdas la conversaci�n que Jes�s represent� entre dos hombres. No solo hay una conversaci�n, que por supuesto significa vida, sino que hay un llamado a la memoria de las cosas de este mundo. Y luego sabemos que nuestro Se�or no fue al cielo al morir, sino para 'predicar a los esp�ritus encarcelados', en un lugar seguro.

No predica a personas que son incapaces de o�r, que est�n dormidas. Entonces, nuestro Se�or quiere que entendamos claramente que aquellos seres amados en quienes pensamos individual y colectivamente en el D�a de Todos los Santos est�n vivos en el pleno sentido de la palabra.

III. Bajo la custodia de Dios � �C�mo, entonces, pensaremos en los que est�n muertos? Una familia nunca se hace m�s peque�a. Tiene algunos de sus miembros detr�s del velo, pero todos deben volver a unirse. Las Escrituras no revelan mucho, pero tenemos un terreno muy s�lido para seguir. Seguramente podemos entender esto: la misma palabra vida significa progreso, desarrollo en una direcci�n u otra. Aquellos en el Para�so obtienen un conocimiento m�s claro, una comuni�n m�s cercana con Dios.

No sabemos lo que hacen los santos, no sabemos nada sobre el Para�so, pero sabemos que Dios los tiene a salvo. Y alg�n d�a esperamos unirnos a ellos. �Qu� estamos haciendo t� y yo para prepararnos para una vida m�s plena m�s all� del velo?

Rev. RM Carrick.

Versículo 14

REUNI�N EN LA ETERNIDAD

"Si creemos que Jes�s muri� y resucit�, as� tambi�n traer� Dios consigo a los que durmieron en Jes�s".

1 Tesalonicenses 4:14

El texto nos revela dos verdades benditas y consoladoras, cada una de las cuales contiene, respecto a los que mueren en Cristo, el consuelo m�s santo y m�s profundo.

I.Los que han amado al Se�or y se han apartado de aqu� en su fe y temor, pasan a una uni�n con �l que se hace cada vez m�s cercana y, en casos especiales, incluso pueden ser coronados con esa primera resurrecci�n de la cual, en un pozo. -paseo conocido en el �ltimo libro de la Sagrada Escritura, existe una menci�n tan precisa y definida. Para aquellos que han amado al Se�or en la tierra y lo han amado hasta el final, este texto nos dice claramente que podemos creer con confianza que habr� una uni�n m�s estrecha: el grado de cercan�a depende de la profundidad y la realidad del amor.

� Y esto, recordemos, no es un texto aislado; Este no es de ninguna manera el �nico pasaje en el que tenemos la misma gran verdad consoladora, que por la resurrecci�n del Se�or la muerte ha sido verdaderamente absorbida en victoria, y que para el creyente ya no es la maldici�n, sino el modo bendito de entrar en un uni�n m�s verdadera con el Se�or.

II. Pero la pregunta m�s profunda del coraz�n a�n permanece : �Puede haber, habr�, reuni�n en el m�s all� con aquellos a quienes hemos amado aqu� en la tierra? S�, en verdad, qui�n puede dudarlo, por aquellos que mueren en Cristo. Si el texto nos dice que para los fieles la muerte conlleva una uni�n m�s estrecha con Cristo, y que morir es ganancia, seguramente tambi�n nos dice que habr� un verdadero, real y bendito reencuentro con todos los que amamos. en la tierra, y que han muerto en la fe del Se�or.

Cuando Cristo regrese, Dios mismo �as� son las claras palabras del texto� traer� con el Redentor, todos en una compa��a bendecida y unida, a los redimidos; y, como declara otro pasaje a�n m�s precisamente, �l mismo ��l mismo, el Dios de los esp�ritus de toda carne� enjugar� toda l�grima en el gozo ilimitado de ese �ltimo e indisoluble reencuentro. En �l se nos otorgar� todo lo que ministra a la plenitud del santo gozo, se responder� a toda simpat�a pura, se satisfar� tiernamente todo anhelo de amor santo. Si somos verdaderamente suyos, esa comuni�n de los santos que, en el Credo de los Ap�stoles, profesamos como uno de los art�culos fundamentales de nuestra fe, alcanzar� su m�xima perfecci�n y desarrollo.

III. �Podr�a la comuni�n ser perfecta si las almas que hab�an estado unidas por el v�nculo m�s estrecho aqu� en la tierra perdieran toda la conciencia de ese v�nculo en el mundo del m�s all�, y todo lo que constitu�a la personalidad fuera olvidado o borrado? No, aunque es correcto que digamos, con el Ap�stol, 'que a�n no se ha manifestado lo que seremos', y que muchas cosas relacionadas con la identidad personal aqu� pueden, por la asunci�n misma del cuerpo glorificado, convertirse en modificado de aqu� en adelante, todav�a de esto podemos sentir la m�s duradera seguridad de que todo lo que haya constituido la m�s verdadera comuni�n de almas en este lado de la tumba continuar� cuando por fin todos est�n unidos, y continuar� no solo intacto sino mejorado.

S�, en verdad, si el reconocimiento y el conocimiento personal son un elemento inseparable de la verdadera comuni�n aqu� en la tierra, as� debe serlo para siempre. Si Dios, que es amor, trae de nuevo a todos los que han dormido en Jes�s, �les negar� ese conocimiento y reconocimiento sin los cuales el amor personal nunca podr�a ser completo y perfeccionado?

�Obispo Ellicott.

Ilustraci�n

'La incapacidad de ser consolado, el estado de alma no resignada que no puede enjugar sus l�grimas de amargura, ser� siempre un indicio de que la verdadera fe en el hecho de la Resurrecci�n del Se�or a�n no ha sido otorgada al alma. De esto a menudo hay ilustraciones muy tristes. En muchos de los comentarios p�blicos que se hacen sobre la muerte de hombres p�blicos, hay un elemento pagano distintivo en el pensamiento, el ep�teto y la expresi�n que revelan el reconocimiento absolutamente imperfecto de la verdad y la realidad de la Resurrecci�n del Se�or Jesucristo que, Me temo que ahora se puede rastrear sin lugar a dudas en la literatura actual de la �poca.

La resurrecci�n del Se�or no se niega exactamente excepto por los que se oponen al cristianismo; pero se deja como algo que est� fuera de la esfera de la investigaci�n hist�rica, y nunca se puede considerar sobriamente como un verdadero consuelo para la amargura de los dolores y el duelo humanos. En una palabra, se considera que el poder de la Resurrecci�n en su aplicaci�n m�s santa al alma individual no es m�s que una ilusi�n inocente; y una declaraci�n distinta se deja de lado como perteneciente �nicamente a la poes�a de la religi�n �.

Versículo 16

��L MISMO!

'El Se�or mismo'.

1 Tesalonicenses 4:16

Nada tiene valor alguno que no brote del amor personal y de la comuni�n con Cristo mismo. �l vino a la tierra y regres� al cielo, y �qu� nos dej� para alegrar nuestros corazones, ocupar nuestras almas y alimentar nuestras esperanzas? ��l mismo!

I. �Se regocijar�a nuestro coraz�n si estuvi�ramos seguros de vivir para ver la venida del Se�or y ver Su gloriosa aparici�n y s�quito?

II. La muerte, como la muerte, es un enemigo .

III. Pero el pensamiento de la venida del Se�or son m�s dulce y alegre .- Es el car�cter de sus santos al amor su venida , y para buscar la esperanza bienaventurada. 'El Esp�ritu y la Esposa dicen: Ven; s�, ven, Se�or Jes�s. Ven pronto, es la voz de la fe, la esperanza y el amor. Si la muerte es el �ltimo enemigo en ser destruido en la resurrecci�n, podemos aprender cu�n fervientemente deben anhelar y orar los creyentes por la Segunda Venida de Cristo, cuando se realice esta conquista final completa.

Ilustraci�n

No tengo la menor duda de que volveremos a tener una relaci�n �ntima con todo lo que hemos amado en la tierra. Pero f�jense en el celo del Esp�ritu Santo por la gloria solitaria de Cristo. A medida que avanza el pasaje, �ellos� - �los muertos en Cristo� - se deja caer, y �Jes�s� permanece solo; �Seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes, para recibir al Se�or en el aire; y as� estaremos siempre ��no� con ellos �, sino, tan prominente y solitario es Jes�s,� con el Se�or .

�Como cuando dijo:� En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no fuera as�, te lo habr�a dicho. Voy a prepararte un lugar. Y si voy y preparo un lugar para ustedes, vendr� otra vez y los recibir� a M� mismo; que donde yo estoy �, no donde est�n las familias de la� mansi�n �, aunque est�n all�, sino� donde yo estoy , vosotros tambi�n est�is �. '

Versículo 17

PALABRAS DE CONFORT

"As� estaremos siempre con el Se�or".

1 Tesalonicenses 4:17

Estas palabras nos llegan como palabras de consuelo, palabras de esperanza, en nuestras horas de duelo. Enfatizan una de las grandes lecciones que nos ense�� la Resurrecci�n, que debido a que Cristo resucit� de entre los muertos, el futuro del creyente est� asegurado.

I. Nuestros benditos muertos � A menudo nos desconcierta el estado de nuestros benditos muertos, pero la Santa Palabra de Dios nos dice todo lo que necesitamos saber acerca de ellos. Sin duda, deja mucho que revelar en ese gran d�a en que todos los secretos ser�n revelados; pero el Ap�stol nos dice claramente ( 1 Tesalonicenses 4:13 ) que el alma que ha fallecido en la fe de Cristo est� con Jes�s.

�Los que durmieron en Jes�s� es la frase que se usa, y no podr�a haber una descripci�n m�s hermosa de los fieles difuntos. En verdad, San Pablo ten�a motivos para reprender el dolor indecoroso. No debemos entristecernos como los que no tienen esperanza; tenemos una esperanza segura y cierta, y est� fijada en el Salvador resucitado.

II. Fue esta gran doctrina de Jes�s y la Resurrecci�n la que San Pablo predic� por primera vez a los tesalonicenses ( Hechos 17:3 ); y ahora, cuando les escribe, llam�ndolos a la santificaci�n, les recuerda de nuevo que Jes�s y la Resurrecci�n son su �nica esperanza para este mundo, el mundo venidero, y por toda la eternidad.

III. Pero el Ap�stol mira hacia adelante . Sabe algo de la profundidad del dolor humano: sabe c�mo sangra el coraz�n cuando un ser querido es separado de nuestro lado; sabe cu�n ansiosos anticipamos el gran reencuentro. Y con grandes y solemnes palabras nos dice que cuando el Se�or venga por segunda vez 'los muertos en Cristo resucitar�n primero', y 'entonces nosotros, los que estemos vivos y quedamos, seremos arrebatados junto con ellos en las nubes para encontrarnos con el Se�or en el aire; y as� estaremos siempre con el Se�or '. Esa es nuestra esperanza para nuestros seres queridos que se han ido antes; esa es nuestra esperanza para nosotros, quienes seguiremos despu�s: una eternidad que pasamos junto con el Se�or.

IV. Aprendamos algunas lecciones pr�cticas para nuestro propio consuelo de estas palabras del Ap�stol.

(a) El mayor gozo del cielo . Para nosotros, el mayor gozo del cielo ser� estar en la presencia de Jes�s. Estar con Cristo, esa es la aspiraci�n m�s profunda del coraz�n cristiano.

(b) La uni�n de Cristo y el creyente . �No subrayan estas palabras de San Pablo a los Tesalonicenses la cercan�a de la uni�n que existe entre Cristo y el creyente? 'En Jes�s' ( 1 Tesalonicenses 4:14 ), 'En Cristo' ( 1 Tesalonicenses 4:16 ), �podr�a algo estar m�s cerca? Esta hermosa idea nos remite a las palabras del propio Maestro.

'Voy a preparar un lugar para ustedes ... Vendr� otra vez y los recibir� a M� mismo, para que donde yo estoy, ustedes tambi�n est�n'. Sin separaci�n; identidad absoluta; y 'para siempre con el Se�or'. Y as� como el creyente es y ser� uno con Cristo, as� en ese gran D�a de la Resurrecci�n seremos uno con los dem�s. Esa ser� la gran reuni�n

Padre, hermana, hijo y madre

Reunirse una vez m�s.

Estamos deseando que llegue ese d�a. En cada Eucarist�a, cuando damos gracias a Dios por sus siervos que partieron de esta vida en su fe y temor, oramos para que 'con ellos seamos part�cipes del Reino de los Cielos'.

Información bibliográfica
Nisbet, James. "Comentario sobre 1 Thessalonians 4". El Comentario del Púlpito de la Iglesia. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/cpc/1-thessalonians-4.html. 1876.
 
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