Bible Commentaries
Isaías 33

El Comentario del Púlpito de la IglesiaComentario del Púlpito de la Iglesia

Versículos 1-24

LOS RIOS DE DIOS

�Pero all� el Se�or glorioso ser� para nosotros un lugar de anchos r�os y arroyos; por donde no ir� ninguna galera con remos, ni por ella pasar� nav�o gallardo.

Isa�as 33:21

I. Para ver la fuerza y ??la belleza de este pasaje es necesario ubicarlo en su marco hist�rico. �Jerusal�n estuvo expuesta al mayor peligro posible. El rey de Asiria estaba llevando a cabo un plan de campa�a que implicaba arruinar a Jerusal�n y borrarla. Como ten�a consigo un ej�rcito de 185.000 hombres y los jud�os eran gente d�bil, aparentemente su prop�sito pronto se convertir�a en un hecho consumado. La situaci�n militar de la ciudad era desesperada.

El punto del texto es que Jerusal�n no ten�a la ventaja de la protecci�n natural de un r�o. Leemos acerca de las monta�as que rodeaban a Jerusal�n, pero no hab�a 'r�os anchos' para protegerla de sus enemigos. El profeta Nahum, hablando del populoso No, que estaba 'situado entre los r�os', declara que su 'baluarte era el mar'. Si durante m�s de ocho siglos ning�n invasor ha tocado nuestras costas, es debido, bajo Dios, a "nuestros mares protectores". Por lo tanto, Tennyson ha expresado los sentimientos de la naci�n en sus l�neas familiares:

Dios bendiga esos mares estrechos;

Ojal� fueran todo un Atl�ntico ancho.

Pero Jerusal�n no ten�a esta ventaja, y con un enemigo invencible a las puertas, se sinti� dolorosamente la falta de tal protecci�n. La ciudad estaba en verdad en la m�s profunda angustia. El pa�s circundante estaba bajo el tal�n de este poderoso conquistador, y un enorme ej�rcito estaba esperando permiso para saquear la ciudad. Pero si no hab�a r�o o foso alrededor de la ciudad, hab�a un profeta dentro de ella, y la hora del peligro le dio al vidente su oportunidad.

Isa�as hab�a esparcido a menudo a los jud�os por sus pecados nacionales, pero ahora vino en su ayuda. �l anim� al rey abatido y reuni� al pueblo mientras hac�a sonar en sus o�dos las inspiradoras palabras del texto: �Pero all� el glorioso Se�or ser� para nosotros un lugar de anchos r�os y arroyos; por donde no ir� ninguna galera con remos, ni por ella pasar� nav�o gallardo.

II. Lo que nuestros estrechos mares que Tennyson bendijo son para nosotros, eso ser�a Dios para los jud�os en su momento de necesidad, y por lo tanto podr�an decir con valent�a en presencia del enemigo: 'Tenemos una ciudad fuerte; Dios pondr� salvaci�n para muros y baluartes. El evento demostr� que no se trataba de una vana jactancia por parte de Isa�as. No era ni ret�rica desde el p�lpito ni un enga�o pol�tico. �As� ha dicho Jehov� acerca del rey de Asiria: No entrar� en esta ciudad, ni all� disparar� flecha, ni vendr� delante de ella con escudo, ni lanzar� banco contra ella; por el camino que vino, por el mismo volver�, y no entrar� en esta ciudad, dice el Se�or. Porque defender� esta ciudad, para salvarla, por m� mismo y por mi siervo David.

Tan pronto como se dijo, se hizo. Aquella noche sali� el �ngel del Se�or e hiri� en el campamento de los asirios ciento cuatro mil cinco mil; y cuando los jud�os se levantaron por la ma�ana, he aqu�, todos los asirios eran cad�veres.

Porque el �ngel de la muerte extendi� sus alas al soplo,

Y respir� en la cara del enemigo al pasar;

Y los ojos de los durmientes se volvieron mortales y helados,

Y sus corazones, pero una vez se agitaron y se calmaron para siempre.

Es una historia maravillosa, calculada para dejar sin aliento. Cuando el rey Felipe perdi� su Armada Invencible en nuestras costas, explic� su derrota no sin raz�n diciendo que envi� sus barcos a luchar con los hombres y no a luchar con los vientos. El rey Senaquerib podr�a haber dicho con m�s raz�n que envi� sus fuerzas a luchar con los jud�os y no a luchar con los �ngeles.

Información bibliográfica
Nisbet, James. "Comentario sobre Isaiah 33". El Comentario del Púlpito de la Iglesia. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/cpc/isaiah-33.html. 1876.