Bible Commentaries
Zacarías 8

El Comentario del Púlpito de la IglesiaComentario del Púlpito de la Iglesia

Versículos 1-23

LA CIUDAD Y EL NI�O

"Y las calles de la ciudad estar�n llenas de ni�os y ni�as jugando en sus calles".

Zacar�as 8:5

Seg�n la interpretaci�n del profeta de la Ciudad de Dios, los ni�os peque�os y los ancianos son las mayores bendiciones de una naci�n y la prueba m�s segura de su gobierno. Un mundo sin ancianos y ni�os peque�os ser�a un mundo intolerable e imposible. En su desamparo, apelan a todo lo mejor de nuestra naturaleza, y la actitud hacia ese llamamiento revela tanto a la gente como al gobierno.

Si la ni�ez es pura, feliz y segura, y la vejez est� contenta y en paz, no hay mucho mal en la naci�n, pero si se descuida la ni�ez y se desprecia la vejez, la maldici�n de Dios no est� lejos.

I. El ni�o en la ciudad malvada. �La visi�n del profeta de la ciudad devastada est� llena de crueldad, miseria y pecado. La irreligi�n y la anarqu�a hac�an da�o con la mano abierta y el rostro descarado. La justicia se neg� a escuchar las quejas de los d�biles y retuvo su mano del castigo de los fuertes. La opresi�n, la crueldad y la pobreza siguen inevitablemente el camino de la impiedad.

Los indefensos fueron saqueados con impunidad, y el sufrimiento recay� con mayor fuerza sobre las viudas y los hu�rfanos, los extra�os y los lisiados. En vano clamaron a quienes deber�an haber sido sus ayudantes; por tanto, el Se�or fue su vengador. Lleg� el torbellino y la desolaci�n llen� la tierra. Dios no es indiferente al clamor de los oprimidos, y en todo pa�s la maldad, la corrupci�n y la crueldad son precursores de la condenaci�n. Pero en la calamidad vengativa, como en el curso de la transgresi�n, los desamparados son los que m�s sufren. En d�as de angustia y en tiempos de maldad, las calles son seguras solo para los fuertes.

Afortunadamente, nuestra propia tierra no sabe nada de hambrunas y guerras. Escenas tan terribles como las que presenci� el profeta son desconocidas en nuestra tierra favorecida, pero el llanto de los ni�os y el gemido de los ancianos no son desconocidos en la tierra. Una gran proporci�n de nuestros ancianos son pobres, carecen de todo lo que la vejez necesita de comodidad y ausencia de cuidados. Los ni�os de nuestras calles est�n superpoblados y desnutridos. Est�n expuestos a peligros mayores que los del hambre.

�Qui�n puede decir la suerte de un ni�o nacido en un tugurio de la ciudad y arrojado a las calles para valerse por s� mismo? La intemperancia, el juego, la lujuria, la miseria, el vicio impuesto al ni�o familiarizan la mente con lo s�rdido y brutal, y la preparan para una vida delictiva. Cuando se descuida la infancia, se pierde la naci�n.

II. El regreso del Se�or: el regreso del Se�or cambi� el car�cter de la ciudad y la condici�n de su gente. Marque el orden: 'He vuelto a Sion, y habitar� en medio de Jerusal�n; Jerusal�n ser� llamada la Ciudad de la Verdad; y el monte del Se�or de los ej�rcitos, el monte santo. El regreso del Se�or restaura la verdad y la verdad establece la santidad. El car�cter de la gente cambia e inmediatamente su condici�n comienza a mejorar.

Vuelve la prosperidad. La religi�n resuelve el problema de los desempleados. La maldici�n de la tierra ha desaparecido con la pobreza y la miseria de la gente. Ya no tienen hambre, ni se oye la voz de los lamentos en las calles. �Es esta historia antigua? �No asegura la justicia de todos los tiempos la paz y la prosperidad de un pueblo? �Y no se ve el fruto de la bondad por primera vez en la vida de la infancia y la vejez? Cuando el pastor Hsi se convirti�, llev� a su suegra pagana bajo su propio techo para que pudiera ocuparse de su comodidad; y en Rossendale, cuando un cantero borracho entreg� su coraz�n a Dios y la familia tuvo una cena decente, los ni�os bailaron en la acera, gritando: "Pap� se ha convertido y tenemos cabeza de oveja para cenar". El verdadero remedio para el mal comercio es volver a la rectitud, y la mejor cura para la pobreza es un renacimiento de la religi�n.

III. La ciudad de Dios. �No la ciudad puede realizar la intenci�n divina que no prev� el progreso y la defensa. El joven de la cuerda de medir del agrimensor es reprendido y detenido. 'Jerusal�n ser� habitada sin muros'. Debe haber espacio para expandirse. Las poblaciones hacinadas fomentan las enfermedades y alimentan la corrupci�n. Las ciudades ya no ser�n fortalezas, sino lugares de paz y trabajo.

Debe haber libertad para ir y venir. La vida angustiada dentro de las murallas de la ciudad, con sus calles estrechas y �reas insalubres, debe dar lugar a una vida m�s grande, m�s plena y m�s divina. �Qu� visi�n de campos y jardines, paz y alegr�a, felicidad y belleza se presenta en la ciudad sin muros y puertas, armas y tugurios! Ciudades, no recintos ni colonias laborales, sino un conjunto de hogares donde trabajan hombres fuertes y los viejos se sientan con las manos juntas y el rostro sonriente, mientras los j�venes se divierten en sus calles; toda la poblaci�n segura y feliz en la defensa de la Santa Presencia, que es como un muro de fuego alrededor.

IV. El ni�o en la ciudad de Dios. �No hay nada en la ciudad tan importante como el ni�o. Una infancia empobrecida significa una naci�n demacrada y una infancia en peligro una naci�n degradada. Como es el ni�o, ser� el Estado. El profeta dice que jugar�n en las calles, no trabajar�n en ellas. Jugar, no trabajar, es prerrogativa del ni�o. �De qui�n no se ha tocado el coraz�n en una noche de invierno al ver a ni�os cansados ??y apretados trabajando duro cuando deber�an haber estado en la cama? Tales cosas no deber�an ser.

La infancia es el momento de habitar en tierras pobladas de hadas y en hogares sin miedo. Las calles deben ser aptas para que jueguen. Deben estar libres de peligro f�sico para los indefensos y sin peligro moral para los inocentes. Cuando las calles de la ciudad sean seguras para los ni�os, ser�n lo suficientemente buenas para todos los dem�s.

�Y nuestras ciudades? �Los estamos haciendo aptos para los ni�os y lugares de alegr�a para los ancianos? �O son contadores de la vejez y la infancia en un juego pol�tico? �Estamos cuidando al ni�o o discutiendo por �l? �Estamos haciendo senderos rectos para los pies inocentes o estamos permitiendo que se coloquen trampas en las calles para su destrucci�n? El ni�o es el est�ndar de juicio. Por la seguridad y felicidad de los inocentes todas las cosas ser�n juzgadas.

Cualquiera que desprecie al ni�o, ciertamente ser� maldecido. En la salvaci�n del ni�o se salvar� la naci�n. Dios se preocupa por cada ni�o peque�o. No es su voluntad que uno de ellos perezca. El primer deber del Estado es cuidar del ni�o y el primer deber de la Iglesia es la salvaci�n del ni�o.

Ilustraci�n

�La vida de una ciudad, cualesquiera que sean sus tentaciones, nunca puede carecer de inter�s. La Jerusal�n de la que escribi� el profeta Zacar�as ser�a una ciudad de interminable inter�s y variedad. Hab�a aparecido una carta en los peri�dicos, en la que el escritor dec�a que durante doce a�os hab�a vivido en Londres, al lado de un hombre al que nunca vio. No hubo relaciones de vecindad entre ellos, pero, por fin, despu�s de tantos a�os, su peque�o rompi� un cristal en la casa del vecino, y llam� para disculparse y pagar los da�os.

Para su asombro, descubri� que el hombre era su primo hermano. El profeta nos dice que la Jerusal�n celestial ser� como una ciudad sin murallas para la multitud de hombres y ganado en ella. No habr� muros que impidan a los vecinos entre s�.

Información bibliográfica
Nisbet, James. "Comentario sobre Zechariah 8". El Comentario del Púlpito de la Iglesia. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/cpc/zechariah-8.html. 1876.