Bible Commentaries
1 Corintios 12

Sinopsis del Nuevo Testamento de DarbySinopsis de Darby

Versículos 1-31

La otra rama de la verdad, en referencia a la asamblea de Dios en general ya las asambleas, es la presencia y los dones del Esp�ritu Santo. Estos, as� como la cena del Se�or, est�n relacionados con la unidad [15]; el individuo siendo responsable en cada uno. Es el tema de las manifestaciones espirituales que el ap�stol retoma en el cap�tulo 12. El primer punto fue establecer las marcas distintivas del Esp�ritu de Dios.

Hab�a esp�ritus malignos, que buscaban colarse entre los cristianos, y hablar o actuar haci�ndose pasar por el Esp�ritu de Dios, y as� confundir todo. Los cristianos de la actualidad dif�cilmente creen en tales esfuerzos del enemigo como estos. Las manifestaciones espirituales son, sin duda, menos llamativas ahora que en el tiempo del que habla el ap�stol; pero el enemigo adapta sus medios de enga�o a las circunstancias en que se encuentran el hombre y la obra de Dios.

Como dice Pedro en un caso similar: "Como hubo falsos profetas entre el pueblo, as� habr� entre vosotros falsos maestros". El enemigo no deja de actuar. "Prohibir casarse", etc., era la doctrina de los demonios. En los �ltimos d�as su poder se manifestar� a�n m�s. Dios puede contenerlo por la energ�a de su Esp�ritu y por el poder de la verdad; pero si no est� refrenado, todav�a act�a, enga�ando a los hombres, y que por cosas tales como uno supondr�a imposible (si no se enga�a a s� mismo) que un hombre de buen sentido pudiera creer.

Pero es sorprendente lo que un hombre puede creer cuando est� abandonado a s� mismo, sin ser guardado por Dios, cuando el poder del enemigo est� presente. Hablamos de sentido com�n, de raz�n (muy preciosas son); pero la historia nos dice que s�lo Dios nos las da o nos las preserva.

Aqu� el Esp�ritu de Dios se manifest� por los efectos de su poder, que irrumpi� en medio de la asamblea, atrayendo la atenci�n aun del mundo. El enemigo los imit�. Habiendo sido la mayor parte de los cristianos en Corinto pobres gentiles, sin discernimiento, y est�pidamente guiados por los enga�os del enemigo, estaban m�s en peligro de ser enga�ados nuevamente por este medio. Cuando un hombre no est� lleno del Esp�ritu de Dios, que da fuerza a la verdad en su coraz�n y claridad a su visi�n moral, el poder seductor del enemigo deslumbra su imaginaci�n.

Ama lo maravilloso, por incr�dulo que sea con respecto a la verdad. Carece de santo discernimiento, porque ignora la santidad y el car�cter de Dios, y no tiene la estabilidad de un alma que posee el conocimiento de Dios (Dios mismo, podemos decir) como su tesoro de un alma que sabe que tiene todo en El, de modo que no necesita de otras maravillas. Si un hombre no est� as� establecido por el conocimiento de Dios, el poder del enemigo lo golpea y lo preocupa; no puede sac�rselo de encima, no puede dar cuenta de ello. Es v�ctima de la influencia que este poder ejerce sobre su mente; la carne est� complacida con �l, porque de una forma u otra el resultado es siempre libertad para la carne.

Durante mucho tiempo guiados ciegamente por el poder de los esp�ritus malignos, los gentiles convertidos apenas estaban en condiciones de discernirlos y juzgarlos. Por extra�o que parezca, este poder demon�aco ejerci� tal influencia que olvidaron la importancia incluso del nombre de Jes�s, o al menos olvidaron que Su nombre no era reconocido por �l. El enemigo se transforma en un �ngel de luz, pero nunca es due�o de �l. Jesucristo como Se�or.

Hablar� de Pablo y Silvano, y tendr�a su parte con los cristianos, pero Cristo no es reconocido; y al final es el quebrantamiento y la ruina de los que le siguen. Un esp�ritu inmundo no dir�a Se�or Jes�s, y el Esp�ritu de Dios no podr�a decir Anatema a Jes�s. Pero aqu� se trata de esp�ritus, y no de conversi�n, ni de la necesidad de la gracia obrando en el coraz�n para la verdadera confesi�n del nombre de Jes�s, cosa muy cierta, como sabemos, pero no el tema aqu�.

Llegamos ahora a las instrucciones positivas. Nada m�s importante, m�s distintivo, m�s maravilloso, que la presencia del Esp�ritu Santo aqu� abajo en medio de los cristianos; el fruto para nosotros, de la obra perfecta de Cristo, sino en s� mismo la manifestaci�n de la presencia de Dios entre los hombres en la tierra. La providencia de Dios manifiesta Su poder en las obras de la creaci�n, y Su gobierno que dirige todas las cosas; pero el Esp�ritu Santo es Su presencia en este mundo, el testimonio que �l da de S� mismo, de Su car�cter.

[16] �l est� entre los hombres para manifestarse, no todav�a en gloria, sino en poder y en testimonio de lo que �l es. Habiendo realizado Cristo la redenci�n, y habiendo presentado la eficacia de su obra a Dios, Soberano y Juez, la asamblea, siendo redimida y limpiada por su sangre, y unida a �l como su cuerpo, se convirti� tambi�n en vaso de este poder que act�a en su miembros Por lo tanto, ella debe mostrar este poder en santidad, ella es responsable de hacerlo.

Pero de esta manera, en cuanto a su ejercicio, el hombre se convierte de hecho individualmente en el recipiente de esta energ�a espiritual. Es un tesoro encomendado a �l. Ahora bien, el Esp�ritu es, en primer lugar, el v�nculo entre la asamblea y Cristo, as� como entre el cristiano y Cristo. Es por el Esp�ritu que se realiza y se mantiene la comuni�n, es la funci�n primera del Esp�ritu; y el hombre debe estar en comuni�n para darse cuenta del car�cter y discernir la voluntad de Dios, y que, de acuerdo con el testimonio destinado a ser dado por el Esp�ritu, baje a la tierra.

Pero si la asamblea no mantiene esta comuni�n, pierde su fuerza como testigo responsable de Dios en la tierra, y de hecho tambi�n su alegr�a y su inteligencia espiritual. Dios es siempre soberano para actuar como �l elija, y Cristo no puede fallar en Su fidelidad a Su cuerpo; pero el testimonio entregado a la asamblea ya no se presenta de tal manera que se sienta que Dios est� presente en la tierra. La asamblea, quiz�s, no es consciente del extra�amiento, porque retiene por un tiempo mucho de lo que Dios ha dado, que est� mucho m�s all� de todo lo que era seg�n la naturaleza; y al perder fuerzas ha perdido tambi�n el discernimiento de lo que debe ser.

Pero Dios nunca se equivoca en cuanto a la condici�n de la asamblea "Has dejado tu primer amor". "Si no te arrepientes", dice �l, "y no haces las primeras obras, te quitar� el candelero", consideraci�n solemne para la asamblea, en cuanto a su responsabilidad, cuando reflexionamos sobre la gracia que le ha sido mostrada, sobre los frutos que se han manifestado y las que debieron manifestarse, y de la potestad que se le ha dado para producirlas.

Los prop�sitos de Dios para la asamblea tienen su fin y objetivo en el cielo. Se realizar�n sin posibilidad de que falle lo m�s m�nimo. Todo lo que sea necesario para traer sus miembros all� de acuerdo con sus consejos, Cristo lo har�. Son redimidos por Su sangre para ser Suyos.

Los caminos de Dios se cumplen y se desarrollan en la tierra para nuestra instrucci�n, tanto en la asamblea como en los individuos.

No es s�lo en sus dones que se manifiesta la presencia del Esp�ritu de Dios. Hay profec�as y milagros, hombres movidos por el Esp�ritu Santo, antes del d�a de Pentecost�s. Lo que se atribuye a la fe en Hebreos 11 a menudo se atribuye al Esp�ritu en el Antiguo Testamento. Pero el Esp�ritu fue prometido de manera especial en el Antiguo Testamento.

�l nunca fue en ese per�odo la presencia de Dios en medio del pueblo, mientras moraba en la asamblea. La gloria vino a tomar posesi�n del tabern�culo o templo. Su Esp�ritu actu� en soberan�a fuera del orden de Su casa, y podr�a estar con ellos cuando esa gloria se hubiera ido. Pero el Esp�ritu Santo enviado del cielo para morar en los disc�pulos y en la asamblea en la tierra, fue la manifestaci�n de la presencia de Dios en Su casa, de Dios que estaba all� por el Esp�ritu.

Y esta presencia del Esp�ritu es tan distinta, y tan claramente notada como algo conocido y realizado por los primeros cristianos, que demostraron en lugar de demostrarse, que se habla de ella en la palabra como si fuera el Esp�ritu Santo mismo. En Juan 7 se dice: "A�n no hab�a aparecido el Esp�ritu Santo". En Hechos 19 los doce hombres le dicen a Pablo: "Ni siquiera hemos o�do si es el Esp�ritu Santo.

�No se trataba de si hab�a un Esp�ritu Santo (todo jud�o ortodoxo lo cre�a), sino de si esta presencia del Esp�ritu Santo mismo morando aqu� abajo, el nuevo Consolador y Gu�a de los disc�pulos, del que hab�a hablado Juan el Bautista, Cuando descendi�, era la presencia de Dios en Su templo espiritual en la tierra. El lugar en que los disc�pulos estaban reunidos fue sacudido para mostrar que Dios estaba all�.

Anan�as y Safira cayeron muertos ante los ap�stoles por haber mentido a Dios. Felipe es arrebatado por su poder de la presencia del hombre que hab�a recibido el conocimiento de Jes�s por medio de �l.

Tal era la presencia del Esp�ritu Santo. En nuestro Cap�tulo, el ap�stol habla de las manifestaciones de Su presencia en los dones que fueron ejercidos por el instrumento de los miembros del cuerpo, ya sea para el llamado y edificaci�n de la asamblea, o en testimonio a los de afuera. Antes de entrar en este tema, da a los corintios, a quienes el enemigo hubiera enga�ado profundamente, lo que les permitir�a distinguir entre la manifestaci�n del Esp�ritu Santo y la actuaci�n de un esp�ritu maligno. Luego habla de regalos.

Ahora bien, no hab�a esp�ritus diversos, como en el caso de los demonios; hab�a uno solo y el mismo Esp�ritu, pero diversidad de dones. Esto da ocasi�n para introducir la diferente relaci�n (pues habla del orden de las relaciones del hombre con Dios cuya energ�a pr�ctica est� en el Esp�ritu Santo) en que los hombres, movidos por el Esp�ritu Santo, se colocan con respecto a Dios. y a Cristo. El Esp�ritu, uno y el mismo Esp�ritu, act�a en ellos con diversas manifestaciones.

Pero en el ejercicio de estos diferentes dones eran administradores, y hab�a un solo Se�or, es decir, Cristo. No hab�a, pues, en ellos un poder independiente y voluntario: cualquiera que fuese la energ�a del Esp�ritu en ellos, no dejaban de ser servidores y administradores de Cristo, y deb�an obrar con este car�cter, reconociendo en su servicio el Se�or�o de Cristo Sin embargo, aunque era poder en un hombre, y que era hombre quien actuaba, de modo que era un siervo (y un Hombre que era Cabeza y que era servido, aunque era Hijo de Dios y Se�or de todo), sin embargo, fue Dios quien obr�, uno y el mismo Dios quien obr� todo en todos. No es la Trinidad propiamente dicha la que se presenta aqu� en su car�cter propio, sino un solo Esp�ritu actuando en los cristianos, Jes�s Se�or, y Dios actuando en los dones.

Los dones son manifestaciones de la energ�a del Esp�ritu as� encomendada a los hombres, bajo Cristo que es Cabeza y Se�or; los hombres deb�an usarlos para servir al Se�or. Ahora Cristo pensaba en lo que era provechoso para su pueblo, para los que eran suyos; y la manifestaci�n del Esp�ritu se dio para provecho de las almas, de la asamblea en general. El ap�stol nota varios de estos dones; pero nos vuelve a recordar que es el mismo Esp�ritu el que obra en cada caso, repartiendo a cada uno seg�n su voluntad.

Que el lector comente este pasaje. El ap�stol hab�a dicho que Dios hizo todas estas cosas, y hab�a hablado de los dones como manifestaciones del Esp�ritu. Podr�a haberse supuesto que el Esp�ritu era una vaga influencia, y que hay que atribuirlo todo a Dios sin reconocer un Esp�ritu personal. Pero estas operaciones, que se atribuyeron a Dios en el vers�culo 6 ( 1 Corintios 12:6 ), se atribuyen aqu� al Esp�ritu; y se a�ade, que �l, el Esp�ritu, reparte a cada uno como quiere.

No es por tanto un Esp�ritu inferior. Donde �l obra, es Dios quien obra; pero estas operaciones en los hombres son dones distribuidos seg�n la voluntad del Esp�ritu, present�ndose as� el Esp�ritu actuando personalmente en esta distribuci�n y seg�n su voluntad.

Algunos de los regalos pueden requerir una breve observaci�n. La sabidur�a es la aplicaci�n de la luz divina al bien y al mal, ya todas las circunstancias por las que pasamos, expresi�n que tiene un amplio alcance, porque se aplica a todo aquello sobre lo que tenemos que formar un juicio. El Esp�ritu Santo proporciona a algunos de una manera peculiar esta sabidur�a, con una sabidur�a seg�n Dios, una percepci�n de la verdadera naturaleza de las cosas, y de su relaci�n entre s�, y de la conducta con respecto a ambas, que, viniendo de Dios, nos gu�a a trav�s de las dificultades del camino y nos permite evitar aquello que nos colocar�a en una posici�n falsa hacia Dios y el hombre.

El conocimiento es inteligencia en la mente de Dios tal como se nos revela. La fe no es aqu� simple fe en el evangelio; ese no es un don distintivo que un creyente pueda poseer y otro no. Esto es evidente. Es la fe, la energ�a, dada por Dios, que vence las dificultades, que se eleva por encima de los peligros, que los afronta sin alarmarse por ellos. El discernimiento de esp�ritus no es el de la condici�n del alma de un hombre, no tiene nada que ver con eso.

Es el saber discernir, por la poderosa energ�a del Esp�ritu de Dios, las acciones de los malos esp�ritus, y sacarlas a la luz si es necesario, en contraste con la acci�n del Esp�ritu de Dios.

Los otros regalos no requieren comentarios. Ahora debemos volver a la unidad del Esp�ritu, con la cual se relaciona lo que dice el ap�stol despu�s de haber hablado de los dones. El Esp�ritu era uno, hab�a dicho, obrando diversamente en los miembros seg�n Su voluntad. La importancia de Su personalidad, y la inmensa trascendencia de Su divinidad (si reflexionamos que es �l quien obra en y por el hombre) es muy evidente cuando observamos que �l es el centro y la fuerza viviente de la unidad de todo el cuerpo. , de modo que los individuos, en el ejercicio de sus dones, no son m�s que los miembros de un mismo cuerpo divinamente formado por el poder y la presencia del Esp�ritu. El ap�stol desarrolla ampliamente este punto en relaci�n con la unidad del cuerpo, la dependencia mutua de los miembros y la relaci�n de cada uno con el cuerpo como un todo.

Las instrucciones pr�cticas se entienden f�cilmente, pero hay algunos puntos importantes en los principios generales. La unidad del cuerpo se produce por el bautismo del Esp�ritu Santo, y la conexi�n de los miembros depende de ello. Por un solo Esp�ritu todos hemos sido bautizados para ser un solo cuerpo. La cena del Se�or es la expresi�n de esta unidad; el Esp�ritu es Aquel que lo produce, y quien es su fuerza.

El car�cter distintivo de jud�o y gentil y todas las dem�s distinciones se perdieron en el poder de un Esp�ritu com�n a todos, que los uni� a todos como redimidos en un solo cuerpo. El ap�stol en este Vers�culo ( 1 Corintios 12:13 ) habla del bautismo del Esp�ritu Santo; pero la palabra le sugiere la cena, la segunda ordenanza del Se�or, y habla de beber en un solo esp�ritu, aludiendo, no lo dudo, a la cena del Se�or.

No habla del Esp�ritu Santo: un esp�ritu era el estado de los creyentes, la palabra se usa en contraste con un cuerpo, asociado en un coraz�n y una mente por el Esp�ritu que participa en Cristo.

No es la fe la que es uni�n, ni aun la vida, aunque ambas son la porci�n de los unidos, sino el Esp�ritu Santo. El bautismo del Esp�ritu Santo es, pues, el que forma a los cristianos en un solo cuerpo, y todos son hechos part�cipes y animados individualmente por un mismo y �nico Esp�ritu. As� pues, hay muchos miembros, pero un solo cuerpo, y un cuerpo compuesto de estos miembros, que dependen unos de otros y se necesitan unos a otros.

E incluso aquellos dones que eran los m�s brillantes eran comparativamente de menor valor, as� como un hombre viste y adorna las partes menos honorables de su cuerpo, y deja descubiertas las partes m�s hermosas.

Otro punto que se�ala el ap�stol, es el inter�s com�n que existe entre ellos por ser miembros de un mismo cuerpo. Si uno sufre, todos sufren, ya que no hay m�s que un solo cuerpo animado por un solo Esp�ritu. Si uno es honrado, todos se regocijan. Esto depende tambi�n del �nico y mismo Esp�ritu que los une y los anima. Adem�s, este cuerpo es el cuerpo de Cristo. "Vosotros sois", dice el ap�stol, "el cuerpo de Cristo, y miembros en particular".

Obs�rvese tambi�n aqu� que, aunque aquella asamblea de Corinto era s�lo una parte del cuerpo de Cristo, el ap�stol habla de todo el cuerpo; para la asamblea hab�a, seg�n el principio de su reuni�n, el cuerpo de Cristo reunido en Corinto. Es verdad que al principio habla de todos los que invocan el nombre del Se�or Jes�s; pero de hecho se dirige a la asamblea de Corinto. Y la expresi�n general muestra que, en el andar de la asamblea, y en sus intereses generales, una asamblea local no puede separarse de todo el cuerpo de cristianos en la tierra; y el lenguaje empleado aqu� muestra que, en cuanto a su posici�n ante Dios, los cristianos de un pueblo eran considerados como representantes de toda la asamblea, en lo que respecta a esa localidad; no como independientes de los dem�s, sino, por el contrario, como inseparablemente unidos a los dem�s,

De los vers�culos que siguen vemos que el ap�stol, mientras contempla a los cristianos all� como el cuerpo de Cristo, cuyos miembros eran, tiene en mente a toda la asamblea como la asamblea de Dios. En el Nuevo Testamento no hay otra pertenencia que la de Cristo, salvo que son miembros unos de otros. como formando todo el cuerpo, pero nunca miembros de una iglesia; la idea es diferente

La palabra habla de los miembros de un cuerpo, como la del hombre como figura, nunca de los miembros de una asamblea en el sentido moderno de la palabra. Somos miembros de Cristo, y por consiguiente del cuerpo de Cristo; tambi�n lo eran los corintios, hasta donde ese cuerpo se manifest� en Corinto.

Adem�s, el cuerpo de Cristo, la asamblea, se contempla aqu� como un todo sobre la tierra. Dios ha puesto en la asamblea, ap�stoles, profetas, etc.; milagros, sanidades, lenguas. Es muy claro que esto est� en la tierra, como lo estaban los corintios, y que es la asamblea como un todo. Las curaciones y las lenguas no estaban en el cielo, y los ap�stoles no eran los de una asamblea individual. En una palabra, era el Esp�ritu Santo, descendido del cielo, quien hab�a formado la unidad del cuerpo en la tierra, y quien obraba en �l por los dones especiales que distingu�an a los miembros.

El ap�stol luego se�ala estos dones, no para dar una lista formal y completa de ellos, sino para marcar el orden y la importancia de los que menciona. Las lenguas, de las cuales los corintios estaban tan orgullosos, son los �ltimos dones mencionados en la lista. Algunos dones, pues, eran m�s excelentes que otros; deb�an estimarse seg�n la medida en que serv�an para la edificaci�n de la asamblea. Las que sirvieron a este fin eran de desear.

Es interesante remarcar aqu� la diferencia de este Cap�tulo y Efesios 4 . Aqu� es simplemente poder, y en ciertos casos se les dice a los hombres que guarden silencio, cuando el poder estaba all�; era el Esp�ritu Santo obrando como poder. En Efesios 4 es el cuidado de Cristo como Cabeza del cuerpo.

No se mencionan regalos que sean signos de poder para otros; s�lo lo que funda la asamblea, edifica a los santos y edifica la asamblea; y luego est� la promesa de continuar hasta que lleguemos todos. Porque Cristo no puede dejar de cuidar su cuerpo; pero los dones de signos pueden desaparecer, y lo han hecho. Los ap�stoles y los profetas eran el fundamento, y en ese sentido, cuando se coloc� el fundamento, ya no estaban en ejercicio.

Nota #15

Hemos visto esto con respecto a la cena, en 1 Corintios 10:17 . Aqu�, 1 Corintios 12:13 , lo vemos con respecto al Esp�ritu Santo.

Nota #16

Es una verdad muy sorprendente que la morada de Dios con los hombres es el fruto de la redenci�n. �l no habit� con Ad�n inocente; Pod�a caminar en el jard�n, pero no moraba all�. No habit� con Abraham.

Información bibliográfica
Darby, John. "Comentario sobre 1 Corinthians 12". "Sinopsis del Nuevo Testamento de Juan Darby". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/dsn/1-corinthians-12.html. 1857-67.