Bible Commentaries
1 Corintios 16

Sinopsis del Nuevo Testamento de DarbySinopsis de Darby

Versículos 1-24

El ap�stol, en su carta, hab�a tratado del desorden que reinaba entre estos creyentes, y su esp�ritu estaba en cierto grado aliviado al cumplir este deber para con ellos; porque, despu�s de todo, eran cristianos y una asamblea de Dios. En el �ltimo Cap�tulo les habla en el sentido de esto, aunque no pod�a decidirse a ir a Corinto, porque ten�a la intenci�n de visitarlos al ir a Macedonia, y una segunda vez al regresar de all�.

No dice aqu� por qu� no fue all� en su camino a Macedonia, y habla con incertidumbre en cuanto a su estancia en Corinto cuando deber�a llegar all� a su regreso de Macedonia; si el Se�or lo permitiera, se quedar�a un tiempo con ellos. La segunda ep�stola explicar� todo esto. En su estado actual, su coraz�n no le permitir�a visitarlos. Pero los trata con ternura, no obstante, como cristianos todav�a amados, d�ndoles orientaciones adecuadas a las circunstancias del momento.

Deb�an hacer una colecta para los santos pobres en Jerusal�n, como se hab�a arreglado con los ap�stoles cuando Pablo sali� de Jerusal�n como el ap�stol reconocido de los gentiles. Esto no deb�a hacerse con prisa cuando �l viniera, sino atesorando cada semana en proporci�n a su prosperidad. Enviar�a personas escogidas por los corintios, o las llevar�a con �l si �l mismo fuera a Jerusal�n. Pens� en quedarse hasta Pentecost�s en �feso, donde se le abri� una gran puerta y hab�a muchos adversarios.

Si estas dos cosas van juntas, es motivo para permanecer; la puerta abierta es un aliciente por parte de Dios, la actividad de los adversarios la hace necesaria frente al enemigo. Una puerta cerrada es una cosa diferente de la oposici�n. La gente no escucha si la puerta est� cerrada; Dios no act�a para llamar la atenci�n. Si Dios est� actuando, la asiduidad del enemigo no es m�s que una raz�n para no abandonar la obra.

Parece ( 1 Corintios 15:32 ) que Pablo ya hab�a sufrido mucho en �feso, pero aun as� continu� su trabajo all�. No pudo derramar su coraz�n sobre el tema a los Corintios, viendo el estado en que se encontraban. Lo hace en la segunda Ep�stola, cuando la primera hab�a producido el efecto que deseaba. Despu�s hubo un tumulto en �feso, suscitado por los artesanos, por lo que Pablo sali� de la ciudad ( Hechos 19 ).

Los vers�culos 21, 22 de este Cap�tulo en Hechos ( Hechos 19:21-22 ) nos muestran el per�odo en que escribi� esta carta. El peligro para su vida lo hab�a precedido, pero permaneci� en �feso despu�s de eso. El tumulto cerr� la puerta y lo envi� lejos.

En Hechos 19:22 vemos que hab�a enviado a Timoteo a Macedonia. En nuestra ep�stola supone que podr�a llegar hasta Corinto. Si ven�a, los corintios deb�an recibirlo como habr�an recibido a Pablo. Le hab�a suplicado a Apolos que fuera a ellos; �l ya hab�a sido hecho una bendici�n para ellos; y Paul pens� que podr�a volver a serlo.

No tem�a que Apolos lo desplazara en el coraz�n de los corintios. Pero Apolos comparti� el sentimiento del ap�stol; �l no estaba inclinado a reconocer, o por su presencia a tener la apariencia de defender, lo que imped�a que Pablo fuera all�; y tanto m�s cuanto que hab�a algunos en la asamblea de Corinto que deseaban usar su nombre como estandarte de un partido. Libre en sus movimientos, actuar�a seg�n el juicio que el Se�or le permitiera formar.

Despu�s de hablar de Apolos, la mente del ap�stol vuelve a sus hijos en la fe, queridos por �l, cualesquiera que sean sus defectos. Los vers�culos 13, 14 ( 1 Corintios 16:13-14 ), son la efusi�n de un coraz�n que olvid� estas faltas en el deseo ardiente de una caridad que s�lo pensaba en su bendici�n seg�n el Esp�ritu.

Tres corintios le hab�an tra�do provisiones; no parece haber sido por parte de la asamblea, ni que fuera alg�n testimonio de su amor lo que hab�a refrescado el coraz�n del ap�stol. �l har�a que los corintios se regocijaran por ello. No duda de que lo amaban lo suficiente como para refrescarse porque as� era. Su caridad no lo hab�a pensado de antemano; pero expresa su convicci�n de que se complacieron en la idea de que su coraz�n se refrescara. Es conmovedor ver aqu� que la caridad del ap�stol sugiere lo que la gracia producir�a en el coraz�n de los corintios, comunicando lo que probablemente no habr�an sabido de la caridad activa de tres hermanos de la asamblea; y, uni�ndolos por amor a su gozo, si no hubieran estado unidos a lo que lo ocasion�.

La llama de la caridad se comunica elev�ndose por encima de la frialdad y alcanzando las profundidades de la vida divina en el coraz�n; y, una vez comunicada, el alma, antes sin encender, arde ahora con el mismo fuego.

Encontramos en este Cap�tulo cuatro canales, por as� decirlo, de ministerio. En primer lugar, el ap�stol, enviado directamente del Se�or y por el Esp�ritu Santo. En segundo lugar, personas asociadas con el ap�stol en su obra, y actuando seg�n su deseo, y (en el caso de Timoteo) uno se�alado por la profec�a. En tercer lugar, un trabajador enteramente independiente, en parte instruido por otros (ver Hechos 18:26 ), pero actuando donde mejor le parec�a, seg�n el Se�or y el don que hab�a recibido.

En cuarto lugar, el que se entrega al servicio de los santos, as� como a los dem�s que ayudaron al ap�stol y trabajaron. Pablo exhorta a los fieles a someterse a ellos ya todos los que ayudaron en el trabajo y trabajaron. Tambi�n quisiera que reconocieran a aquellos que refrescaron su coraz�n con su servicio de devoci�n. As� encontramos el principio simple e importante seg�n el cual se desarrollan todos los mejores afectos del coraz�n, a saber, el reconocimiento de cada uno seg�n la manifestaci�n de la gracia y del poder del Esp�ritu Santo en �l.

El hombre cristiano se somete a los que se entregan al servicio de los santos; reconoce a los que manifiestan la gracia de manera especial. No son personas nombradas y consagradas oficialmente de las que se habla aqu�. Es la conciencia y el afecto espiritual de los cristianos el que les reconoce seg�n su obra un principio v�lido en todos los tiempos, que no permite exigir este respeto, sino que exige que se pague.

Podemos se�alar, aqu�, que esta ep�stola, aunque entra en todos los detalles de la conducta interior de una asamblea, no habla en absoluto de ancianos ni de ning�n oficial formalmente establecido. Es cierto que en general los hubo; pero Dios ha provisto en la palabra para el andar de una asamblea en todo tiempo, y, como vemos, principios que nos obligan a reconocer a los que sirven en ella por devoci�n personal sin ser designados oficialmente.

La infidelidad general, o la ausencia de tales oficiales establecidos, no impedir� que los que obedecen la palabra la sigan en todo lo que es necesario para el orden cristiano. Vemos adem�s que, cualquiera que sea el desorden, el ap�stol reconoce a los miembros de la asamblea como todos verdaderos cristianos; quiere que se reconozcan por el beso del amor, expresi�n universal del afecto fraterno.

Este es tan completamente el caso que �l pronuncia un anatema solemne sobre todos los que no aman al Se�or Jes�s. Podr�a haber tales, pero de ninguna manera los reconocer�a. Si los hubiere, sean anatema. �Es esta una mezcla permitida? No lo creer�, y los abraza a todos con los lazos del amor cristiano ( 1 Corintios 16:24 ).

El �ltimo punto es importante. El estado de la asamblea en Corinto podr�a dar lugar a cierta incertidumbre en cuanto al cristianismo de ciertos miembros, o personas relacionadas con ellos aunque no residieran en Corinto. �l los amonesta; pero de hecho, en los casos del pecado m�s grave donde se ejerci� la disciplina de Dios, o se requiri� la del hombre, los culpables son considerados cristianos. (Vea el Cap�tulo 10 para la advertencia; 1 Corintios 11:32 para la disciplina del Se�or; para la del hombre, 1 Corintios 5:5 en esta ep�stola; para el principio, 2 Corintios 2:8 ).

Adem�s, denuncia con anatema a los que no aman al Se�or Jes�s. La disciplina se ejerce hacia el malvado que se llama hermano. El que se llama a s� mismo cristiano, pero no ama realmente al Se�or porque puede haber tal, es objeto del m�s terrible anatema.

Es dulce ver que, despu�s de corregir fielmente (aunque con angustia de coraz�n) todos los abusos, el esp�ritu del ap�stol vuelve por la gracia a los goces de la caridad en su relaci�n con los corintios. El terrible Vers�culo 22 ( 1 Corintios 16:22 ) no se consider� inconsistente con el amor que dictaba los otros Vers�culos. Era el mismo esp�ritu, pues Cristo era el �nico manantial de su caridad.

Podemos notar ( 1 Corintios 16:21 ) que el ap�stol, como testifican otros pasajes, emple� a alguien para que escribiera por �l. La Ep�stola a los G�latas es una excepci�n. Verific� sus ep�stolas a las asambleas escribiendo el saludo al final con su propia mano, se�alando la importancia que le daba a la exactitud de los contenidos verbales, y confirmando el principio de una inspiraci�n exacta.

Su coraz�n se desborda ( 1 Corintios 16:24 ), y se consuela en poder reconocerlos a todos en el amor.

Información bibliográfica
Darby, John. "Comentario sobre 1 Corinthians 16". "Sinopsis del Nuevo Testamento de Juan Darby". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/dsn/1-corinthians-16.html. 1857-67.