Bible Commentaries
1 Tesalonicenses 2

Sinopsis del Nuevo Testamento de DarbySinopsis de Darby

Versículos 1-20

Establecidos estos grandes principios, el ap�stol, con coraz�n abierto y rebosante, apela a todo su andar entre ellos como prueba de haber andado en el mismo esp�ritu que en el caso de ellos se regocijaba. No es que los exhortara. otros, aprovech�ndose de su afecto, para su propio beneficio. No es que los animara a soportar las aflicciones, sin tener �l mismo valor para sufrir las mismas.

Maltratado e insultado en Filipos, se atrevi� en Dios a renovar sus ataques contra el reino de las tinieblas en Tesal�nica, y eso con gran energ�a. No hab�a usado palabras halagadoras para gan�rselos; hab�a puesto la verdad delante de ellos, como siendo �l mismo el siervo de Dios. �l hab�a trabajado con sus propias manos, para no ser una carga para ellos. Todo estaba ante Dios a la luz y por la energ�a del Esp�ritu Santo, y en un esp�ritu de devoci�n; aun cuando deseaba que caminaran como sab�an que �l hab�a caminado entre ellos, de manera santa, justa e intachable; como tambi�n los hab�a exhortado, con todo cari�o y ternura, a andar como es digno de Dios, que los hab�a llamado a su reino y gloria.

Volvemos a ver en esta expresi�n la estrecha relaci�n del cristiano, en su car�cter individual, con Dios. Tiene su parte en el reino y la gloria de Dios, y su conducta debe convertirse en tal posici�n. Aqu� es su propia posici�n en relaci�n con Dios, como antes lo era su relaci�n con Dios y el Se�or Jes�s.

El ap�stol habla luego de los medios por los cuales este mundo de nuevos pensamientos fue adquirido por el cristiano. Era que Dios hab�a hablado para revelarse a S� mismo y Sus consejos. Dios le hab�a encomendado el evangelio a Pablo ( 1 Tesalonicenses 2:4 ), y �l hab�a actuado como si estuviera en la presencia de Dios y fuera responsable ante �l.

Los tesalonicenses tambi�n, por su parte, hab�an recibido la palabra, no como la palabra de Pablo, sino como la palabra del mismo Dios dirigida a ellos por boca de Pablo. Es interesante, como para nosotros tambi�n un pensamiento serio, observar que (en cuanto a la manifestaci�n del poder de Dios aqu� abajo), aunque la obra es de Dios, el fruto del trabajo de sus siervos responde al car�cter y profundidad de ese trabajo mismo As� se establecen los lazos de gracia, y comuni�n; hay entendimiento mutuo.

El trabajo manifiesta al obrero. El trabajador se regocija en lo que su coraz�n hab�a deseado para las almas que son el fruto de su trabajo; y estos saben apreciar el andar y el trabajo del trabajador, reconociendo el poder de la gracia en aquel que fue el medio para llevarlos a esta posici�n; y los unos y los otros, conociendo a Dios, se regocijan en la comuni�n de su gracia.

Pablo estaba en gran medida con Dios en su propia alma y en su obra. En consecuencia, los tesalonicenses hab�an recibido la palabra con el mismo poder; y ellos con �l, estaban as� en comuni�n con Dios seg�n ese poder y esa intimidad.

Vemos aqu�, de paso, a los jud�os privados de esta relaci�n con Dios, el remanente de ese pueblo recibido, y sufriendo la enemistad de la masa. Los elegidos de entre los gentiles despertaron, por su parte, la hostilidad de sus compatriotas por el testimonio que dieron contra el pr�ncipe de este mundo en su andar cristiano, y por su confesi�n de un Cristo celestial, un Cristo a quien el mundo hab�a rechazado.

La religi�n de los jud�os se hab�a convertido en puro celo de los dem�s. La pretensi�n de la posesi�n exclusiva de privilegios religiosos muy preciosos cuando se disfrutaban con Dios como testimonio de su favor, no era m�s que un manantial de odio, cuando Dios en la plenitud de su soberana gracia escogi� bendecir a otros que no ten�an derecho a nada. . Por esta pretensi�n exclusiva negaron los derechos de Dios, que antes los hab�a elegido como pueblo; negaron su gracia, seg�n la cual obraba con los pecadores, y que habr�a sido fuente de mejores bendiciones para ellos.

Pero mientras tanto, su negativa a entrar hab�a trasladado el escenario de nuestras esperanzas y nuestros gozos de la tierra al cielo, donde conocemos al Se�or, y donde �l permanecer� hasta que venga a hacer valer sus derechos sobre la tierra. Antes de afirmarlas, �l nos llevar� consigo.

Mientras tanto, la palabra de Dios es la fuente de nuestra confianza, la revelaci�n de la gloria, de la verdad y del amor. Es poderoso en los que creen. Los jud�os son apartados. Por su oposici�n a la gracia hacia los gentiles, hab�an tomado la posici�n de enemistad contra Dios en la gracia, y la ira vino sobre ellos al extremo. Todav�a no se ejecut�; pero se hab�an puesto en esta posici�n. No era solo que hab�an quebrantado la ley, ya hab�an matado a sus profetas que les fueron enviados en gracia; ya hab�an inmolado al Cristo, Jes�s el Se�or.

Solo la gracia soberana podr�a traer un remedio. Esto lo resistieron; porque, seg�n esa gracia, Dios fue bueno con los gentiles, y les concedi�, al mismo tiempo que a ellos mismos, mejores privilegios que los que hab�an perdido. Por lo tanto, la ira finalmente vino sobre ellos como naci�n. Los cristianos disfrutaban ahora de mejores privilegios en lugar de los jud�os.

No es aqu� el momento de explicar los tratos futuros de Dios con el remanente de ese pueblo. El ap�stol habla aqu� del pueblo, para mostrar que los �nicos en relaci�n con Dios eran los cristianos que hab�an recibido la palabra. Fue la recepci�n de la palabra por la fe, y nada m�s, lo que puso a las almas realmente en relaci�n con Dios. Se encontr� que los privilegios hereditarios eran, en su naturaleza, oposici�n a la gracia y la soberan�a, y por lo tanto al car�cter y derechos de Dios mismo; porque Dios es soberano, y Dios es amor.

La palabra revela la gracia; se obedece crey�ndolo. Y puesto en relaci�n con Dios, el cristiano camina en su comuni�n y en sus caminos, y espera al Hijo, en quien se ha revelado a los hombres. Este es el fruto de lo que el cristiano ha recibido al creer principio eficaz de vida y luz de Dios para el camino.

El ap�stol bendijo a Dios porque fue as� con los tesalonicenses; y habiendo aclarado este punto, vuelve al gozo de su comuni�n con ellos en la bendici�n positiva que les hab�a tra�do la revelaci�n de Dios en sus corazones por la palabra, gustosamente los hubiera visto gozar de esta comuni�n en el trato con ellos cara a cara; pero mientras fue por la palabra solamente que el conocimiento de Dios fue obtenido en una palabra por fe mientras el Se�or estuvo ausente, otro resultado fluy� de este hecho; a saber, que estos goces estaban mezclados con el conflicto, sin embargo, el conflicto que, aunque a los ojos del hombre interrump�a el disfrute, lo hac�a m�s dulce, m�s real, conservaba su car�cter celestial, y hac�a al Se�or mismo, de quien no pod�an separarse, el centro, el punto com�n en el que se un�an los corazones,

�Esperanza gozosa, felicidad santa, v�nculo poderoso del coraz�n con Cristo! Cuando �l sea todo, nuestro gozo ser� completo y todos los santos lo poseer�n. Pablo dese� haberlos vuelto a ver, y lo hizo incluso dos veces, pero Satan�s se lo impidi�. Llegar� el momento en que disfrutar� plenamente de ellos y de su labor entre ellos, vi�ndolos en plena posesi�n de la gloria a la venida de Cristo.

En el mismo ap�stol, cuando estaba en Tesal�nica, la vida cristiana se desarrollaba plenamente en el amor y en la santidad. �l hab�a estado entre ellos con ternura, como una madre acaricia a sus hijos; listo para impartirles no solo el evangelio sino incluso su propia vida, tan queridos eran para �l. Hab�a sido al mismo tiempo santo y sin mancha en toda su conducta. �Qu� energ�a de vida y de amor brotando por el poder de Dios, sin importar todas las consecuencias excepto la bendici�n de los elegidos y la gloria de Dios! Esta es la verdadera vida cristiana.

El coraz�n, no lleno de dudas por la incredulidad, sino fuerte en la fe, cuenta con Dios para servir a Dios. As� el amor es libre, fuera de s� por Dios, prudente y lleno de consideraci�n s�lo por el bien de los dem�s. �Y qu� lazos crea esto! La persecuci�n s�lo acelera el trabajo al obligar a ir a otra parte, cuando tal vez el trabajador estar�a tentado a disfrutar de los frutos de su trabajo en la sociedad de aquellos que hab�an sido bendecidos a trav�s de �l.

(Comp�rese 1 Tesalonicenses 2:2 ). Aunque ausente, el coraz�n del ap�stol todav�a estaba ligado a ellos; se acord� de sus amados; or� por ellos; bendijo a Dios por la gracia que les hab�a concedido; asegur�ndose con gozo, cuando pensaba en ello, de su porci�n en gloria como los elegidos de Dios. ( 1 Tesalonicenses 1:3-4 ; 1 Tesalonicenses 2:13 )

El v�nculo se mantuvo firme; y estando obstruido el camino para el goce presente de la comuni�n personal por las artima�as de Satan�s (con permiso de Dios), su coraz�n se elev� m�s alto, y busc� la plena satisfacci�n de la carencia que le produc�a el amor, en el momento en que Cristo presente en Su poder deber�a haber removido todos los obst�culos y cumplido los prop�sitos de Dios con respecto a los santos; cuando su amor deber�a haber dado en ellos todos sus preciosos frutos; y cuando Pablo y sus amados hijos en la fe disfrutaran juntos de todo lo que la gracia y el poder del Esp�ritu deber�an haber obrado en ellos.

Incapaz por el momento de satisfacer los deseos de su coraz�n al verlos, fue a esa hora que Pablo mir�. Y observa que, si lo hace, es porque su coraz�n ya estaba lleno de ella para s� mismo. El poder del Esp�ritu, actuando de acuerdo con la verdad, conduce siempre el coraz�n a esa hora. Impulsa al coraz�n a trabajar en amor en medio de este mundo, hace as� que se realice la oposici�n de las tinieblas de este mundo a la luz (ya sea por parte del hombre o del pr�ncipe de las tinieblas), y nos hace siempre sentir la necesidad de aquel d�a de luz, cuando el mal ya no est� presente para impedir la felicidad del hombre nuevo en el goce del bien, en la comuni�n con los amados de Dios y, sobre todo, en el goce de los la presencia de su Salvador glorificado, que lo ha amado,

Es �l quien es la fuente y el objeto de todos estos afectos, quien los sostiene y nutre, quien los atrae siempre hacia S� con sus perfecciones y con su amor, y, en las penas de la vida cristiana, lleva el coraz�n as� hacia adelante. el d�a de nuestro estar con �l, hasta el d�a de Su venida, cuando el coraz�n estar� libre para ocuparse de todo lo que nos une a �l sin interrupci�n. Este pensamiento de Su presencia tiene el dominio, cuando el coraz�n est� fresco en el gozo divino de la redenci�n.

Encontramos esto aqu�. Nos convertimos para esperar en �l (cap. 1); disfrutaremos de la comuni�n de los santos y del fruto de nuestro trabajo cuando �l regrese (cap. 2); ese d�a da su fuerza y ??su medida a nuestros pensamientos respecto a la santidad (cap. 3); destruye la angustia del coraz�n que de otro modo acompa�ar�a la muerte de los santos (cap. 4); es para ese d�a que somos guardados. (cap 5) La venida del Se�or, la presencia de Jes�s, llena pues el coraz�n del creyente, cuando la vida brota en su frescura lo llena de una gozosa esperanza, cuyo cumplimiento resplandece ante nuestros ojos, all� donde se encuentran todos nuestros los deseos se cumplir�n.

Volviendo al final del cap�tulo 2, el v�nculo que Satan�s trat� de romper interrumpiendo su disfrute fue m�s bien fortalecido al conectarlo con la venida del Se�or. La corriente del Esp�ritu, contra la cual se le hab�a permitido levantar este dique, aunque fuera de su lecho natural, no pod�a ser detenida, porque sus aguas siempre fluyen; brotaban en oleadas que enriquec�an todo a su alrededor, tomando rumbo hacia aquel mar que conten�a la plenitud de aquellas aguas y alimentaba la fuente de donde brotaban.

Debe observarse aqu�, que los frutos especiales de nuestro trabajo no se pierden; se encuentran de nuevo en la venida de Cristo. Nuestro principal gozo personal es ver al Se�or mismo y ser como �l. Esta es la porci�n de todos los santos; pero hay frutos particulares en relaci�n con la obra del Esp�ritu en nosotros y por nosotros. En Tesal�nica, la energ�a espiritual del ap�stol hab�a llevado a un n�mero de almas a Dios ya esperar a Jes�s, ya una estrecha uni�n en la verdad consigo mismo.

Esta energ�a ser�a coronada a la venida de Cristo por la presencia de estos creyentes en la gloria como fruto de sus labores. Dios coronar�a as� la obra del ap�stol dando un sorprendente testimonio de su fidelidad en presencia de todos estos santos en la gloria; y el amor que hab�a obrado en el coraz�n de Pablo ser�a satisfecho al ver su objeto en la gloria y en la presencia de Jes�s. Ser�an su gloria y gozo. Este pensamiento estrech� a�n m�s los lazos que los un�an y consol� al ap�stol en medio de sus trabajos y sufrimientos.

Información bibliográfica
Darby, John. "Comentario sobre 1 Thessalonians 2". "Sinopsis del Nuevo Testamento de Juan Darby". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/dsn/1-thessalonians-2.html. 1857-67.