Bible Commentaries
1 Timoteo 1

Sinopsis del Nuevo Testamento de DarbySinopsis de Darby

Versículos 1-20

Las ep�stolas a Timoteo y Tito tienen naturalmente un car�cter y un car�cter peculiares, siendo dirigidas a personas designadas por el ap�stol para actuar en su nombre o para cuidar de las iglesias durante su ausencia. Su aplicaci�n a nosotros es, sin embargo, directa por este motivo, porque no s�lo nos instruyen con respecto al estado de la iglesia y el cuidado pastoral que el ap�stol le otorg�, sino tambi�n la l�nea de conducta en la que Timoteo est� encargado de guiar a los fieles es lo que los fieles deben seguir siempre. Sin embargo, confundir las instrucciones dadas a Timoteo y Tito con las palabras dirigidas inmediatamente a los fieles, ser�a arrojar confusi�n sobre el ministerio en su mejor sentido.

Una gran parte de esta Primera Ep�stola a Timoteo requiere muy poco desarrollo; no porque carezca de importancia, sino porque contiene instrucciones tan claras y simples que la explicaci�n ser�a superflua y exhortaciones pr�cticas que s�lo se oscurecer�an y perder�an su fuerza y ??sentido al intentar ampliarlas.

Por otra parte, en esta ep�stola se contienen algunos principios generales de gran importancia para la posici�n de la asamblea en general.

Dios asume aqu�, de manera peculiar, el car�cter de un Dios-Salvador con respecto al mundo: un principio de gran importancia en todo lo que concierne a nuestra conversaci�n en el mundo y nuestra relaci�n con los hombres. Representamos en nuestro car�cter religioso a un Dios de amor. Este no era el caso en el juda�smo. �l era de hecho el mismo Dios; pero all� tom� el car�cter de un Legislador. De hecho, todos deb�an venir a Su templo seg�n la declaraci�n de los profetas, y Su templo estaba abierto para ellos; pero no se caracteriz� a s� mismo como un Dios-Salvador para todos. En Tito encontramos la misma expresi�n.

En estas comunicaciones confidenciales a sus amados hijos en la fe y compa�eros en la obra, podemos entender que el ap�stol establecer�a claramente los grandes principios sobre los que descansaba la administraci�n que le encomendaron. Que todos los hombres fueran objeto de los tratos de Dios en gracia fue la base general sobre la cual se fund� esta administraci�n de que el car�cter de Dios hacia el mundo era el de un Salvador.

(Compare 2 Corintios 5 ) La ley tiene su lugar y todav�a lo tiene, como muestra el ap�stol la convicci�n de los hombres injustos. [1] Pero la misericordia soberana de Dios fue el punto de partida de todo lo que el ap�stol tuvo que declarar. Este pensamiento, este esp�ritu, deb�a gobernar la adoraci�n incluso de los creyentes. Los detalles siguen. A pesar de este amor al mundo, hab�a sobre la tierra una asamblea del Dios viviente, columna y apoyo de la verdad, y testigo de ella en la tierra.

La Persona de Cristo, y todo lo que le concierne, es el sujeto de su confesi�n, el fundamento de su existencia y el objeto de su fe. Esta fe ser�a asaltada en los �ltimos d�as por el enemigo que, bajo el pretexto de la santidad, se alzar�a contra Dios, Creador y Conservador de todos los hombres y de los creyentes en particular. Las instrucciones para el camino de la asamblea componen el resto de la ep�stola. Se presenta a Timoteo una conducta adecuada para todos, para que �l, as� como nosotros, entienda lo que conviene a la asamblea de Dios. Ahora veremos m�s de cerca el contenido de esta ep�stola.

Desde su comienzo, el ap�stol designa a Dios como Dios-Salvador. Pablo es el ap�stol de Jesucristo por mandato de Dios nuestro Salvador. El Se�or Jesucristo es la confianza y la esperanza del alma.

Observamos tambi�n que el deseo del ap�stol difiere del que expresa al dirigirse a una asamblea; "Gracia, misericordia", dice, "y paz". No dice "misericordia" a las asambleas, que se presentan ante Dios como tales, en virtud de la misericordia que les ha sido mostrada, y que (por muy baja que sea su condici�n) son vistas como asambleas seg�n la naturaleza en que viven por la Esp�ritu, en el que no se trata de misericordia, porque esa naturaleza es en s� misma de Dios.

Gracia y paz es lo que deben disfrutar de parte de Dios. Pero cuando se trata de un individuo, cualquiera que sea su piedad o fidelidad, �l es a la vez carne y esp�ritu, su carrera a�n debe ser provista, al menos en parte, teniendo siempre necesidad de misericordia. Por lo tanto, el ap�stol lo desea tanto para Timoteo como para Tito. [2] En el caso de Filem�n, a�ade "la iglesia en tu casa", y su deseo, por lo tanto, ya no tiene forma personal.

Pero con Timoteo y Tito es la intimidad del ap�stol con sus amados colaboradores �l sab�a cu�nto necesitaban misericordia. Era su propio recurso, lo que hab�a experimentado para el consuelo de su propia alma.

El objeto especial por el cual Pablo hab�a dejado a Timoteo en �feso, cuando fue a Macedonia, era para que �l pudiera velar por la doctrina que se ense�aba; pero estando all�, le da instrucciones para el orden interior de la asamblea. El mal que el enemigo pretend�a introducir, con respecto a la doctrina, ten�a un doble car�cter; f�bulas de la imaginaci�n humana, y la introducci�n de la ley en el cristianismo.

En cuanto a lo primero, era pura maldad y no edificaba a nadie. El ap�stol no dice aqu� mucho al respecto; �l les advirti� del mal; y la fe de la asamblea en �feso era lo suficientemente s�lida como para permitirle tratar todo el sistema como meras f�bulas y genealog�as. El Esp�ritu dio aviso, que en tiempos posteriores tendr�a consecuencias m�s desastrosas; pero en la actualidad s�lo hab�a necesidad de proteger a los fieles de ello como algo sin valor. El ap�stol le encarg� a Timoteo que se ocupara de esto.

Pero lo que se nos encomienda en el cristianismo como servicio, est� siempre, tanto en su objeto como en su car�cter, a la altura de los principios eternos de Dios, y pertenece al fundamento de nuestras relaciones morales con �l.

El objeto del mandato de Pablo es el amor de un coraz�n puro, una buena conciencia y una fe no fingida, y nunca las sutilezas del argumento o de la imaginaci�n humana. Esta es una se�al segura para las almas sanas en la fe y guiadas por el Esp�ritu de Dios. Las preguntas especulativas no act�an sobre la conciencia, ni llevan a la presencia de Dios. Algunos hab�an abandonado estos grandes hitos del cristianismo, desvi�ndose a discusiones vanas.

Y aqu� encontramos de nuevo a esos mismos corruptores del cristianismo, que, despu�s de haber rechazado al Salvador, sembraron de espinas el camino del ap�stol judaizando a los maestros. Deseaban inculcar la ley. La mente humana es adecuada para esto.

Ahora vemos aqu� la forma en que quien est� a la altura de la verdad de Dios puede poner todo en su verdadero lugar. Pablo trata el producto de la imaginaci�n humana como meras f�bulas; pero la ley era de Dios y pod�a hacerse �til si se empleaba correctamente. Fue de gran servicio condenar, juzgar el mal, matar para mostrar el juicio de Dios contra todo mal prohibido por el evangelio que revelaba la gloria del Dios bendito una gloria que no toleraba el mal y que hab�a sido encomendada al ap�stol .

Pod�a usarse para actuar sobre la conciencia de esta manera, pero no edificaba a los justos; y si alguno estaba bajo la ley, estaba bajo maldici�n. Como una espada para la conciencia, puede usarse. Pero s�lo la gracia es la fuente de nuestra predicaci�n y el sost�n de nuestras almas.

Estos dos sistemas y sus respectivos lugares se presentan en los vers�culos 6-17 ( 1 Timoteo 1:6-17 ), que forman una especie de par�ntesis, retomando el ap�stol su discurso a Timoteo en el vers�culo 18 ( 1 Timoteo 1:18 ). El uso de la ley se explica en los Vers�culos 8-13 ( 1 Timoteo 1:8-13 ).

El ap�stol en cierto sentido la rebaja aqu�, reconociendo su utilidad en su lugar, como arma de justicia para la condenaci�n, y la contrasta con el evangelio que est� conectado con la gloria de Dios mismo que este evangelio proclama, como la ley est� conectada con la maldad que condena.

Habiendo hablado del evangelio de la gloria que le hab�a sido encomendado, el ap�stol se dirige a la gracia soberana que lo trajo al conocimiento de esta gloria que es el testimonio del cumplimiento de la obra de la gracia. "Doy gracias", dice: "a Jesucristo nuestro Se�or, que me tuvo por fiel, poni�ndome en el ministerio, que antes era blasfemo, perseguidor e injuriador". Esto ciertamente fue gracia.

El ap�stol habla de dos cosas en su conversi�n: una, c�mo Dios pod�a tener compasi�n de �l en tal estado de ignorancia; el otro, el prop�sito de Dios de que el ap�stol sea modelo de gracia para todos. Que estaba en ignorancia e incredulidad, aunque era una condici�n que hac�a posible la misericordia (porque si hubiera sido un enemigo, sabiendo y queriendo, mientras conoc�a la gracia del evangelio, hubiera sido imposible), sin embargo, esa condici�n no era excusa para su pecado; presenta la gracia pura y perfecta, ya que habiendo abundado en su caso, �l era el primero de los pecadores.

Esto de hecho era cierto. Los sumos sacerdotes hab�an resistido al Esp�ritu Santo al m�ximo. Pablo se hab�a unido a ellos en ella: pero no estaba satisfecho con eso. Deseaba ser el enemigo activo de la fe dondequiera que existiera, y destruir el nombre de Jes�s. Hab�a hecho mucho en Jerusal�n, pero deseaba saciar su odio incluso en ciudades extranjeras. Conocemos su historia en los Hechos. La expresi�n viva de la resistencia jud�a a la gracia, fue tambi�n entre los hombres la expresi�n de la enemistad humana m�s activa hacia Aquel a quien Dios quer�a glorificar.

La gracia fue mayor que el pecado, la paciencia de Dios m�s perfecta que la perseverancia de la hostilidad del hombre. Este �ltimo estaba limitado por la importancia del hombre, el primero no tiene l�mite en la naturaleza de Dios sino el de Su propia voluntad soberana. Por culpable que sea el hombre, su pecado no puede alcanzar a Dios de tal manera que perturbe la acci�n independiente de su naturaleza o cambie sus prop�sitos. Le complaci� mostrar en Pablo un modelo de la soberan�a de esa gracia y perfecta bondad para los jud�os de ahora en adelante, quienes como naci�n estar�n en la condici�n de Sa�l para todos los hombres como enemigos de Dios y por naturaleza hijos de ira.

El principal, el m�s activo, el m�s empedernido de los enemigos fue el mejor y m�s poderoso de los testigos de que la gracia de Dios abund� sobre el pecado, y que la obra de Cristo fue perfecta para quitarlo. "A Dios", siendo tal en Su naturaleza, y teniendo el desarrollo de todas las edades en Sus consejos "al �nico Dios, invisible, incorruptible", atribuye toda alabanza y toda gloria. Tal era el fundamento del ministerio de Pablo en contraste con la ley.

Fue fundado en la revelaci�n de la gracia; pero fue una revelaci�n relacionada con la experiencia de su aplicaci�n a su propio caso. Pedro, culpable de negar a un Salvador vivo, pod�a hablar a los jud�os de la gracia que se encontraban en su caso, que era el suyo propio; Pablo, anteriormente enemigo de un Salvador glorificado y resistente al Esp�ritu Santo, pod�a proclamar una gracia que se elevaba incluso por encima de ese estado de pecaminosidad, por encima de todo lo que pod�a fluir de la naturaleza humana gracia que abr�a la puerta a los gentiles seg�n los propios consejos de Dios , cuando los jud�os lo hubieron desechado todo, sustituy�ndoles la asamblea celestial por la gracia que bast� para la futura admisi�n de aquella naci�n culpable a mejores privilegios que los que hab�an perdido.

Tal fue el llamado de este ap�stol, tal su ministerio. Habiendo mostrado la oposici�n entre lo que le fue encomendado y la ley (afirmando la utilidad de esta �ltima, no como una regla para los justos o una gu�a para el pueblo de Dios, sino como un juicio del mal), contin�a su discurso a Timoteo en la que se refiere a los detalles de su misi�n entre los efesios.

Al final del Cap�tulo 1 le encomienda el cargo le env�a su mandato. El t�rmino que emplea se relaciona con los vers�culos 3 y 5 ( 1 Timoteo 1:3 ; 1 Timoteo 1:5 ). Hab�a dejado a Timoteo en �feso para mandar all� a algunas personas que no ense�aran otras doctrinas que las verdades del evangelio.

Ahora bien, el fin del mandato, de esta comisi�n evang�lica, era el amor que brotaba de un coraz�n puro y de una buena conciencia y de una fe no fingida. Porque el evangelio, mientras revela los maravillosos consejos de Dios, mantiene los grandes principios eternos de Su naturaleza. Esto es lo que distingue la verdad de las elevadas pretensiones de las imaginaciones her�ticas; exige que el hombre se relacione con Dios realmente de coraz�n y en verdad de acuerdo con esos principios.

Y esta comisi�n la confi� ahora el ap�stol a Timoteo, su propio hijo en la fe. Deb�a mantenerla con una autoridad que ten�a su base en el testimonio divino pero que formalmente pose�a del ap�stol que lo nombr� para ello; no meramente por su propia voluntad, sino de acuerdo con las profec�as que le hab�an se�alado para este prop�sito, y que fueron un medio de fortaleza para �l en el conflicto en el que se vio as� metido.

Las condiciones de la victoria estaban de acuerdo con la naturaleza de la comisi�n. Deb�a mantener la fe y una buena conciencia. Ahora bien, aqu� la fe es la doctrina del cristianismo; pero no meramente como doctrina, sino como aquello que el alma ten�a entre ella y Dios como procedente de �l. Ten�a que mantener la verdad, la doctrina cristiana, pero mantenerla como revelada por Dios mismo al alma para que fuera la verdad. La luz debe poseer, con contornos bien definidos, la autoridad de Dios.

Era la fe, lo que Dios hab�a revelado, recibido con certeza como tal como la verdad.

Pero, para estar en comuni�n con Dios, la conciencia debe ser buena, debe ser pura; y si no estamos en comuni�n con Dios, no podemos tener la fuerza que nos mantenga en la fe, que nos capacite para perseverar en la profesi�n de la verdad, como Dios nos la da. Entonces Satan�s tiene dominio sobre nosotros, y si el intelecto de alguien en este estado est� activo, cae en herej�a. La p�rdida de una buena conciencia abre la puerta a Satan�s, porque nos priva de la comuni�n con Dios; y la mente activa, bajo la influencia de Satan�s, inventa ideas en lugar de confesar la verdad de Dios.

El ap�stol trata el fruto de este estado como "blasfemias"; la voluntad del hombre est� obrando, y cuanto m�s alto es el sujeto, m�s se extrav�a una voluntad desenfrenada, pose�da por el enemigo, y se exalta contra Dios, y contra la sujeci�n de toda la mente a la obediencia de Cristo, a la autoridad de la revelaci�n de Dios.

El ap�stol hab�a entregado dos personas de este car�cter a Satan�s, es decir, exteriormente. Aunque ya enga�ados por �l, no estaban bajo su dominio como si tuvieran poder para atormentarlos y hacerlos sufrir. Porque en la asamblea (cuando est� en su estado normal) Satan�s no tiene poder de ese tipo. Est� guardado de ella, siendo la morada del Esp�ritu Santo y protegido por Dios y por el poder de Cristo.

Satan�s puede tentarnos individualmente; pero no tiene derecho sobre los miembros de la asamblea como tales. Est�n adentro y, por d�biles que sean, Satan�s no puede entrar all�. Pueden ser entregados a �l para su bien. Esto puede tener lugar en todo momento como testigo de la historia de Job. Pero la asamblea debe tener el conocimiento y ser el guardi�n e instrumento del cumplimiento de los tratos de Dios con los Suyos.

Dentro de la asamblea est� el Esp�ritu Santo; Dios habita en ella como Su casa por el Esp�ritu. Afuera est� el mundo del cual Satan�s es el pr�ncipe. El ap�stol (por el poder que se le confiri�, [3] porque es un acto de poder positivo) entreg� a estos dos hombres en poder del enemigo y los priv� del refugio que hab�an disfrutado. Hab�an escuchado al enemigo hab�an sido sus instrumentos. No fue en la asamblea, con los miembros de Cristo, que esto deber�a haber ocurrido.

Hab�a que hacerles sentir lo que era aquel a quien hab�an o�do. Dios entonces us� al mismo Satan�s como una vara para el bien de sus hijos rebeldes. Satan�s debe instruirlos, a trav�s de las penas que les har� sufrir, cualquiera que sea, ya sea angustia del alma o del cuerpo, y este �ltimo es el efecto inmediato, para que su voluntad sea quebrantada y puesta en sujeci�n a Dios. �Disciplina solemne! �Maravilloso poder en manos del hombre! sino una prueba de que el amor de Dios puede ordenar todas las cosas con el prop�sito de liberar un alma y traerla a �l.

Nota 1

No aqu�, especialmente, que alguno est� bajo ella, o que sea una regla de vida para un pueblo de Dios, sino una regla del bien y del mal para demostrar el mal a cualquier conciencia. En el vers�culo 5 ( 1 Timoteo 1:5 ) tenemos el fin de la comisi�n del evangelio por otro lado, participando de la naturaleza divina el amor y la santidad, actuando de acuerdo con la responsabilidad, una buena conciencia y el coraz�n totalmente entregado a Dios, recibir su palabra y confiar en �l.

Nota 2

Hay, sin embargo, algunas dudas en cuanto a la lectura de Tito.

Nota 3

No debemos confundir este acto de poder con la disciplina que es el acto de la asamblea y su deber formal. En 1 Corintios 5 el ap�stol se une a la asamblea a s� mismo en este acto de poder, pero libr� con el poder de Cristo. El deber de la asamblea se establece all� en el vers�culo 13 ( 1 Timoteo 1:13 ).

En cuanto a la parte de los santos o de la asamblea, cuando Dios ha ejercido disciplina, v�ase 1 Juan 5:16 ; Santiago 5:14-15 .

Información bibliográfica
Darby, John. "Comentario sobre 1 Timothy 1". "Sinopsis del Nuevo Testamento de Juan Darby". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/dsn/1-timothy-1.html. 1857-67.