Bible Commentaries
1 Timoteo 2

Sinopsis del Nuevo Testamento de DarbySinopsis de Darby

Versículos 1-15

El ap�stol procede a dar instrucciones fundadas en los grandes principios que hab�a establecido sobre la gracia. El esp�ritu jud�o podr�a considerar a los reyes gentiles como enemigos, ya los gentiles en general como indignos del favor divino. La persecuci�n de que eran objeto los cristianos dio ocasi�n a la carne de nutrir estas disposiciones y de entrar en el esp�ritu de la ley. La gracia se eleva por encima de todos estos pensamientos, todos estos sentimientos del coraz�n.

Nos ense�a a pensar en todos los hombres con amor. Pertenecemos a un Dios-Salvador, que act�a en el evangelio con todos los hombres con amor. Especialmente deb�an orar por los reyes y los que ten�an lugares en el mundo, para que Dios dispusiera sus corazones para permitirnos vivir en paz y tranquilidad con toda honestidad. Esto agrad� mucho a un Dios-Salvador, que estaba dispuesto a que todos los hombres se salvaran y fueran llevados al conocimiento de la verdad.

El tema aqu� no son los consejos de Dios, sino Su trato con los hombres bajo el evangelio. �l act�a en gracia. Es el tiempo aceptable el d�a de la salvaci�n. Abre la puerta por la sangre de Cristo, y anuncia la paz y una segura acogida a todos los que llegan. El trabajo est� hecho; Su car�cter completamente glorificado con respecto al pecado. Si se niegan a venir, esa es la voluntad del hombre. El hecho de que Dios cumplir� Sus consejos despu�s de todo no modifica Sus tratos ni la responsabilidad de los hombres.

Tenemos amor para proclamar a todos, en el esp�ritu del amor en nuestros caminos hacia ellos. La distinci�n entre jud�o y gentil desaparece totalmente aqu�. Hay un solo Dios, y un solo Mediador entre Dios y los hombres, un Hombre, Cristo Jes�s. Estas son las dos grandes verdades que forman la base de toda religi�n verdadera. El juda�smo ya hab�a sido la revelaci�n y el testimonio en el mundo de los primeros: hab�a un solo Dios.

Esto permanece eternamente cierto, pero no fue suficiente para llevar a los hombres a una relaci�n con Dios. Con respecto a los hombres, moraba detr�s del velo en la oscuridad que envolv�a Su majestad. El cristianismo, mientras revela plenamente al �nico Dios, presenta la segunda verdad: hay un solo mediador entre Dios y los hombres. Hay uno, y solo hay uno. Es tan cierto que hay un solo Mediador como que hay un solo Dios. Esta es la gran y distintiva verdad del cristianismo.

Dos cosas aqu� caracterizan al Mediador. El es un hombre; �l se dio a s� mismo en rescate por todos. El tiempo para este testimonio fue ordenado por Dios.

Preciosa verdad! Estamos en debilidad, somos culpables, no pudimos acercarnos a Dios. Necesit�bamos un Mediador que, manteniendo la gloria de Dios, nos pusiera en una posici�n tal que pudiera presentarnos a Dios en justicia de acuerdo con esa gloria. Cristo se dio a s� mismo como rescate. Pero �l debe ser un hombre para sufrir por los hombres y representar a los hombres. Y esto era �l. Pero esto no es todo.

Somos d�biles aqu�, donde debemos recibir la revelaci�n de Dios; y d�bil, en cuanto al uso de nuestros recursos en Dios y nuestra comuni�n con �l aun cuando nuestra culpa sea borrada. Y, en nuestra debilidad para recibir la revelaci�n de Dios, Cristo ha revelado a Dios, y todo lo que �l es en Su propia Persona, en todas las circunstancias en las que el hombre podr�a tener necesidad en cuerpo o en alma. Descendi� a las profundidades m�s bajas para que no hubiera ninguno, ni siquiera de los m�s miserables, que no sintiera que Dios en su bondad estaba cerca de �l y era enteramente accesible a �l. Descienda a �l. Su amor encuentra su ocasi�n en la miseria. ; y que no hab�a necesidad a la que �l no estuviera presente, que �l no pudiera satisfacer.

As� se dio a conocer en la tierra; y, ahora que est� en lo alto, sigue siendo el mismo. Ho no olvida sus experiencias humanas: son perpetuadas por su poder divino en los sentimientos de simpat�a de su humanidad, seg�n la energ�a de ese amor divino que fue su fuente y su fuerza motriz. Todav�a es un hombre en la gloria y en la perfecci�n divina. Su divinidad imparte la fuerza de su amor a su humanidad, pero no la deja de lado.

Nada podr�a parecerse a un Mediador como este; nada podr�a igualar la ternura, el conocimiento del coraz�n humano, la simpat�a, la experiencia de la necesidad. En la medida que la divinidad pudo dar a lo que hizo, y en la fuerza de su amor, descendi�, tom� parte en todos los dolores de la humanidad, y entr� en todas las circunstancias en que pod�a estar el coraz�n humano, y fue herido. , oprimidos y desalentados, dobleg�ndose ante el mal.

Sin ternura, sin poder de simpat�a, sin humanidad como la Suya; ning�n coraz�n humano que pueda comprender tanto, sentir tanto con nosotros, cualquiera que sea la carga que oprime el coraz�n del hombre. Es el Hombre, Cristo Jes�s, quien es nuestro Mediador; ninguno tan cercano, ninguno que haya descendido tan bajo, y haya entrado con poder divino en la necesidad, y en toda la necesidad, del hombre. La conciencia es purificada por Su obra, el coraz�n aliviado por lo que �l fue, y lo que �l es para siempre.

S�lo hay Uno: pensar en otro ser�a arrebatarle a �l su gloria ya nosotros nuestro perfecto consuelo. Su venida de lo alto, su naturaleza divina, su muerte, su vida de hombre en el cielo, todo lo se�ala como el �nico Mediador.

Pero hay otro aspecto de esta verdad, y del hecho de que �l es un Hombre. Es que �l no es meramente un mediador como Sacerdote en Su trono, entre Israel y el Se�or; no simplemente el Mes�as, para poner a Israel en relaci�n con su Dios, sino un Hombre entre Dios y los hombres. Est� de acuerdo con la naturaleza eterna de Dios mismo y con la necesidad de los hombres en Su presencia. Fue de estas verdades, eternas y de alcance universal, que Pablo fue el heraldo y el ap�stol.

Poseyendo un car�cter que pertenece a todas las �pocas y que va m�s all� de ellas, todos estos hechos tuvieron su tiempo para ser revelados.

Todos los medios que depend�an del uso que el hombre hiciera de ellos hab�an sido probados con los hombres y en vano, en cuanto a traerlo a Dios; y ahora ten�an que establecerse los cimientos necesarios de su relaci�n con Dios, establecidos por Dios mismo, y los gentiles deb�an o�r el testimonio de la gracia. Y tal fue el testimonio del ap�stol, "maestro de los gentiles en la fe y en la verdad".

Pablo claramente ha puesto ahora los cimientos, y por lo tanto procede a los detalles. Los hombres deb�an orar en todas partes, levantando manos puras, sin ira y sin vanos razonamientos humanos. Las mujeres deb�an caminar con modestia, adornadas con buenas obras, y aprender en silencio. A la mujer se le prohib�a ense�ar o ejercer autoridad sobre los hombres; ella deb�a morar en quietud y silencio. La raz�n dada para esto es notable y muestra c�mo, en nuestras relaciones con Dios, todo depende del punto de partida original.

En la inocencia Ad�n ocupaba el primer lugar; en el pecado, Eva fue ella quien, siendo enga�ada, cometi� la transgresi�n. Ad�n no fue enga�ado, culpable como era de desobedecer a Dios. Unido a su mujer, la sigui�, no enga�ado por el enemigo, pero d�bil por su afecto. Sin la debilidad, esto fue lo que el segundo Ad�n hizo en gracia; �l sigui� a Su novia enga�ada y culpable, pero para redimirla y liberarla tomando sus faltas sobre S� mismo.

Eva sufri� en la tierra la pena de su falta de una manera que es una marca del juicio de Dios; pero andando en modestia, con fe y amor y santidad, ser� librada en la hora de su prueba; y lo que lleve el sello del juicio ser� ocasi�n de la misericordia y socorro de Dios.

Información bibliográfica
Darby, John. "Comentario sobre 1 Timothy 2". "Sinopsis del Nuevo Testamento de Juan Darby". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/dsn/1-timothy-2.html. 1857-67.