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Saturday, September 28th, 2024
the Week of Proper 20 / Ordinary 25
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Bible Commentaries
Sinopsis del Nuevo Testamento de Darby Sinopsis de Darby
Declaración de derechos de autor
Estos archivos están en el dominio público.
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Información bibliográfica
Darby, John. "Comentario sobre 2 Kings 2". "Sinopsis del Nuevo Testamento de Juan Darby". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/dsn/2-kings-2.html. 1857-67.
Darby, John. "Comentario sobre 2 Kings 2". "Sinopsis del Nuevo Testamento de Juan Darby". https://beta.studylight.org/
Versículos 1-25
Y ahora llegamos al final de los problemas y aflicciones de este precioso y fiel siervo de Dios. Y, si no encontramos en su caso la serenidad de la ascensi�n de Jes�s, que, mientras bendice a sus disc�pulos, asciende a su eterna y familiar morada; si esta caracter�stica peculiar se convirti� en su �nica partida, quien -perfecto en s� mismo y en su vida humana, en la que nada se hab�a hallado fuera de armon�a con el cielo que volv�a a entrar- volv�a a su Padre, de quien proced�a; si en el arrebatamiento de El�as no encontramos la elevaci�n de Aquel que, habiendo salido del Padre y venido al mundo, de nuevo dej� el mundo y volvi� a Su Padre, sin haberse apartado ni un momento de esta palabra: "El Hijo del hombre que est� en los cielos", y que ten�a tanto m�s derecho y t�tulo para estar all�, que hab�a glorificado perfectamente al Padre aqu� abajo; si, en una palabra; el que sube no es el Dios-hombre que sube despu�s de haber terminado la obra encomendada a �l, al menos la presencia de Dios se siente en toda la escena de la manera m�s solemne, un Dios cuya sola presencia puede abrogar las leyes de Su gobierno , y apart�, en favor de Su siervo, lo que est� destinado a los hombres.
Por otra parte, no es de extra�ar que tal evento haya estado acompa�ado de la misteriosa solemnidad que de hecho lo rodea, y que los presentes sintieran que algo estaba a punto de suceder que estaba m�s all� del camino com�n de la alegr�a y el dolor humanos. El�as, arrebatado por el poder de Dios, abandona la tierra sin pasar por la muerte. Encontramos en el hecho mismo un testimonio maravilloso de la bondad soberana de Dios y de la aprobaci�n que concedi� a su siervo fiel. Los detalles son dignos de toda la atenci�n.
Si la traslaci�n del profeta al cielo es el gran objeto presentado a la fe, tambi�n encontramos que �l va a cada lugar que ten�a una voz con respecto a la relaci�n de Dios con Israel. El�as mantuvo, a pesar del rey, la relaci�n entre Dios e Israel, seg�n la fidelidad de Dios, y como profeta sobre la tierra [1]. No lo mantuvo por el rey, que, desde David, era el estado normal del pueblo.
Esta relaci�n terrenal era imposible y deb�a cerrarse con un acto de juicio. Esto es lo que sucedi�, incluso con respecto a Jud�, en el rechazo de Cristo. Sin embargo, los consejos de Dios no cambian; se cumplir�n en el poder celestial.
Eliseo, es, por as� decirlo, el v�nculo entre estas dos cosas en cuanto a la profec�a. No vuelve a Horeb, para anunciar la inutilidad de un ministerio terrenal, y, en cierto modo, para volver a poner la ley quebrantada en las manos de quien la dio, pero que en realidad actuaba en gracia [2]. El punto de partida de su ministerio es el hombre ascendido, evidentemente un punto de partida bastante nuevo en los mensajes de Dios a Israel. Hasta este punto se uni� constantemente a El�as. Este �ltimo hab�a arrojado sobre �l su manto prof�tico ( 1 Reyes 19 ); Eliseo desde entonces fue como si se identificara con �l.
En el momento presente, cuando El�as est� bajo el poder extraordinario que ha de arrebat�rselo a Eliseo, �mantendr� la fe de Eliseo esta posici�n? S�: el poder de Dios lo sostiene, y acompa�a a El�as hasta que los carros del mismo Dios los separan, y de tal manera que ve a El�as ascender al cielo sobre ellos. Por gracia todo el coraz�n de Eliseo estaba en el ministerio del profeta, y por fe camin� en la altura de los pensamientos de Dios a este respecto.
Tracemos su camino sobre la tierra. Ya no es la debilidad del hombre, como cuando fue a Horeb, sino el poder de Dios; y El�as atraviesa todo lo que en tipo tuvo que ver con la relaci�n de Dios con Israel, incluso la muerte misma (y ese calzado seco), hasta el cielo. Gilgal [3] es su punto de partida: la consagraci�n del hombre a Dios por la muerte aplicada a la carne, el lugar donde Israel fue limpiado de todo recuerdo de Egipto, donde el pueblo fue apartado para Dios, donde su campamento fue fijado para sus victorias bajo Josu�; en una palabra, fue el lugar donde, por la circuncisi�n [4], Israel fue definitivamente separado para Dios.
El�as repara all�, y lo reconoce as� seg�n Dios, aunque ahora era s�lo un lugar de pecado para el pueblo [5]. Alcanza la mente de Dios con respecto al pueblo, como separado del mal y consagrado a Dios. Se pone en marcha con esto. Piensa con Dios: esto es fe. Eliseo no lo dejar�; y se van a Betel; es decir, El�as se pone en el testimonio de la fidelidad inmutable de Dios.
a su pueblo [6]. �l lo reconoce; �l toma su lugar en �l; y Eliseo est� con �l. Estas fueron las dos ramas principales de la fe, de la fe del pueblo de Dios: la separaci�n del pueblo, del hombre, para Dios; y la fidelidad inmutable y perpetua de Dios a su pueblo, cualesquiera que sean sus circunstancias. Israel (�qu� triunfo para Satan�s!) hab�a puesto sus dioses falsos, su becerro de oro, en Betel.
El�as (y esto es fe) se vincula a s� mismo con la mente de Dios all� a pesar de esto. Estas dos cosas componen la vida de Jes�s en la tierra en medio de Israel. El�as no puede quedarse all�. �Qu� encontrar� en ir m�s lejos? La escena cambia: todav�a est� con Dios. Pero si la transgresi�n se multiplica en Gilgal, y si se adoran dioses falsos en Betel, como "la capilla del rey y el atrio del rey", la maldici�n lo alcanzar� (porque Israel se ha puesto debajo de ella).
�l va a Jeric�. Fue all� donde anteriormente el poder del enemigo cerr� toda la tierra contra Israel, y Dios hab�a herido a Jeric� y pronunci� una maldici�n contra ella. El hombre la hab�a reconstruido para su propia destrucci�n ( 1 Reyes 16:34 ). Agradable como era su situaci�n, la maldici�n de Dios todav�a descansaba sobre �l. El�as va all�, y Eliseo lo acompa�a, y se niega a dejarlo.
Pero tampoco se queda all�; todav�a est� bajo la poderosa mano de Dios, Eliseo lo sigue. Los hijos de los profetas dan su testimonio de lo que suceder� (pero solo miran de lejos, cuando los dos profetas se acercan al Jord�n); Eliseo tambi�n lo sabe y pone fin a un discurso que, sin a�adir nada a su conocimiento de la mente de Dios y perturbando la concentraci�n de sus pensamientos, tend�a m�s bien a debilitar la uni�n de su alma con El�as.
El�as llega finalmente al Jord�n, el tipo de muerte, que deber�a sacarlo de la tierra de promisi�n terrenal, y romper los lazos de Dios mismo con Israel sobre esa base. Lo cruz� de hecho calzado en seco. Sabemos que ascendi� sin haber probado la muerte, pero t�picamente la atraves�. (No se trata aqu� de expiaci�n, sino de pasar por la muerte). Y ahora, m�s all� de las fronteras de Israel, la tierra de la ley, abandonada de Dios, puede libremente proponer bendici�n a Eliseo seg�n su deseo. Como dijo Jes�s: "De un bautismo tengo que ser bautizado, y c�mo me angustio hasta que se cumpla". En cada detalle la muerte es el camino de la libertad.
Eliseo, unido por el poder de Dios al profeta -al mismo ministerio que acababa de dejar El�as- pide una doble porci�n de su esp�ritu; y, aunque ahora separado de �l, pero asociado por la fe con El�as, subido a lo alto (atestiguado por haberlo visto en su condici�n celestial), su petici�n es concedida. Vuelve a recibir el manto de El�as; pero es la del El�as ascendido. Como hemos dicho, el punto de partida de su ministerio no es el Sina�.
Es el cielo m�s all� de las fronteras de Cana�n, al otro lado del Jord�n, que es el tipo de la muerte. Porque habiendo sido quebrantada la ley, y la profec�a, que expuso al pueblo su relaci�n con Dios en la tierra, y Su bendici�n sobre esa tierra, habiendo sido demostrada impotente para la restauraci�n, el profeta fiel, abandonando una tierra que lo hab�a rechazado, hab�a tomado su lugar fuera de un pueblo ciego e ingrato, y hab�a sido elevado a Aquel que lo hab�a enviado (oculto, por as� decirlo, en Dios; aunque esa expresi�n, en su plenitud, es verdadera solo para el precioso Salvador).
Hasta el Jord�n, El�as exigi�, por medio de su ministerio, que los justos reclamos de Dios sobre Su pueblo fueran satisfechos. �l pone estas afirmaciones ante ellos. Debe retirarse, y Dios lo aparta de un pueblo que no lo conoc�a . En el Sina� actu� en la debilidad humana, aunque Dios se hab�a revelado. �Por qu� retirarse a Horeb, donde moraba la ley que el pueblo hab�a quebrantado? Esto podr�a ser s�lo para exigir la ejecuci�n de la justicia.
Mientras manifestaba que �l pod�a ejercer la justicia en Su propio tiempo, Dios se reserv� Sus derechos soberanos de gracia. Pero en efecto conviene que se ejerza de manera soberana m�s all� de los l�mites de la responsabilidad del hombre. La relaci�n de Cristo con Israel, con el hombre, lo explica claramente. Por lo tanto, Dios primero muestra que la gracia ha reservado el n�mero perfecto que Dios conoc�a en Israel; luego, habiendo enviado a El�as para cumplir la longanimidad de la voluntad de Dios en gracia para con el pueblo, en lugar de aislar a Israel, coloca el ministerio en una posici�n con respecto a Israel, en la que puede actuar soberanamente en gracia para con todos. el que tiene fe para valerse de ella.
Despu�s que El�as hubo pasado el Jord�n, hemos visto que todo cambi�. Hasta entonces, Eliseo est� a prueba; despu�s de eso, la gracia act�a. En principio es la posici�n de Cristo frente a la asamblea [7] o al menos frente a los hombres en gracia; es decir, es la gracia soberana, a cuyos actos la muerte ha dado libre curso, no teniendo la justicia nada m�s que decir, y no descansando ya en la responsabilidad del hombre que se hab�a comprometido a obedecer, y de quien se deb�a obediencia.
La justicia consiste ahora en que Dios tiene sus derechos, en glorificarse a s� mismo como justo, siendo consecuente con todo su ser, amor, justicia, soberan�a, majestad, verdad y todo atributo que forma parte de su perfecci�n. �l lo hace de acuerdo a Su soberan�a; y lo hace por el Cristo que lo ha glorificado en la tierra en todos estos aspectos, en cada parte de su ser, para darlo a conocer.
El testimonio de ello es que �l ha exaltado a Cristo como hombre a Su diestra. Debe recordarse aqu� que la aplicaci�n de esto se refiere a Israel, por lo que se considera que el rechazo del pueblo se produjo por el hecho mismo del rapto de El�as. Dios ha dejado de mantener Su relaci�n con ellos. En Sus consejos soberanos, Dios nunca retira Su amor de Israel; pero, sobre la base de la responsabilidad del pueblo, Dios lo ha juzgado.
Extendi� sus manos todo el d�a a un pueblo rebelde y contradictor. Por eso Eliseo dice al rey de Israel: Ve a los profetas de tu padre y a los profetas de tu madre. Si no fuera porque tengo en cuenta la presencia de Josafat, rey de Jud�, no mirar�a hacia ti. " Sin embargo, Eliseo regresa a Israel en gracia. Su ministerio tiene entonces este car�cter distintivo, que es un testimonio del rechazo de todo lo que pertenec�a a la condici�n de responsabilidad en que hab�a sido colocado el pueblo; pero al mismo tiempo es testimonio de la gracia por la fe, seg�n la elecci�n y soberan�a de Dios, para mantener al pueblo en bendici�n; y eso a trav�s de la justa ejecuci�n del juicio que su pecado hab�a tra�do sobre ellos. As� ser� el regreso de Cristo para Israel,
Eliseo, en el poder de la resurrecci�n, vuelve a entrar en la escena de los trabajos de El�as, que hab�a buscado en vano, como tambi�n lo hab�a hecho �l, que era m�s excelente que El�as, para reunir a Israel hacia el Dios de sus padres (es decir, hacer volver al hombre en la carne a cierta fidelidad hacia Dios). Jeric� (agradable en s� mismo pero, como hemos visto, un lugar maldito) deja de serlo; la maldici�n es quitada, y el manantial de aguas sanado permanentemente, por medio de sal tra�da en una vasija nueva: un tipo, no lo dudo, del poder purificador de la gracia que separa al hombre del mal, y que quita el mal, en contraposici�n a la relaci�n del hombre con Dios; un poder moral, que quitar� la maldici�n del mundo, y especialmente de los jud�os, que son el centro de la rebeli�n contra Dios.
La sal representa el poder purificador en la eficacia y la permanencia que distinguen la obra de Dios que sana al objeto de bendici�n; y caracteriza, seg�n la fidelidad de Dios, la fuente misma de la bendici�n. La nueva vasija es una imagen de la condici�n renovada de todas las cosas a trav�s de la resurrecci�n.
De Jeric� sube Eliseo a Betel, que, como hemos visto, es un lugar conmemorativo de la inmutable fidelidad de Dios[8] hacia Israel; una fidelidad que ahora puede producir todos sus frutos a trav�s de la muerte y la resurrecci�n. De Betel se dirige al Carmelo [9], es decir, al campo f�rtil de Dios, el lugar donde se ejecut� el juicio sobre Baal, el pr�ncipe de este mundo; un lugar t�pico de esa condici�n de Israel que ser� fruto del cumplimiento de las fieles promesas de Dios.
Se ver� que todo esto responde perfectamente al car�cter de su ministerio, como lo hemos considerado, y responde a �l de una manera mucho m�s interesante por estar en contraste con el ministerio de El�as; el camino de cada uno corresponde al ministerio que les hemos atribuido respectivamente. Del Carmelo Eliseo vuelve a Samaria, en relaci�n con la cual se cumple su ministerio ordinario.
Queda otra circunstancia por notar en esta historia. Eliseo maldice a los ni�os que se burlan de �l. Esta acci�n no solo nos muestra la autoridad del profeta respaldada por Dios; caracteriza su posici�n. Porque aunque la gracia soberana, a pesar de la ca�da de Israel, se ejerce hacia el pueblo, sin embargo, junto con la gracia, el juicio se manifestar� con respecto a aquellos que desprecian al mensajero de Dios.
Ser� bueno se�alar que el juicio ocurre cuando �l vuelve a entrar en la tierra de Israel, antes de que �l tome su lugar en las promesas inmutables de Dios a Su pueblo. En adelante es el Carmelo de Dios el que se presenta a nuestra fe. Podemos observar tambi�n, en este cap�tulo, cu�n poco el hombre se da cuenta y cree lo que sabe, si en esp�ritu no se identifica con ello. Los hijos de los profetas sab�an que El�as iba a ser quitado. Sin embargo, se proponen buscarlo.
Nota 1
Esta consideraci�n hace bastante evidente la posici�n de El�as. Hemos visto que la profec�a fue el medio para mantener la relaci�n de Dios con Israel, de manera soberana, cuando el arca hab�a sido tomada y el sacerdocio hab�a ca�do. La profec�a todav�a ocupa este lugar en la presencia de la realeza en estado de fracaso, que, en lugar de mantener al pueblo en relaci�n con Dios, hace que se aparte de �l.
Mientras presentaba a su verdadero Rey al pueblo seg�n la profec�a de Zacar�as, Cristo cumpli� tambi�n este oficio prof�tico seg�n la palabra de Mois�s, s�lo que de una manera bastante peculiar. Debe recordarse que, al comparar a El�as y Eliseo con el Se�or, se mira a Cristo en este personaje. Esto le da una posici�n muy importante a la funci�n de la profec�a. (Comparar Oseas 12:13 ).
Nota 2
Es esta gracia, que El�as no hab�a entendido correctamente; ese era el �nico medio por el cual Dios pod�a mantener Su relaci�n con el pueblo; de modo que un regreso a Horeb solo podr�a poner fin a la relaci�n misma que se encontraba en el suelo del Sina�, y especialmente al ministerio de El�as que no tom� una posici�n m�s alta. Sin embargo, Dios obr� para la revelaci�n de todo esto.
Nota 3
La reflexi�n nos mostrar� que todo esto es una historia moral de la vida de Cristo, excepto que Cristo es lo que �l nos hace ser. Pero esto es cierto en todas partes. Todav�a se realiz� experimentalmente en �l. No ten�a que ser circuncidado; todav�a era la circuncisi�n de Cristo. Ver nota siguiente. As� que el sumo sacerdote fue lavado as� como los sacerdotes. Aunque absolutamente obediente en naturaleza y voluntad, aprendi� la obediencia.
Nota #4
Esto, como hemos visto en el Libro de Josu�, fue en Cana�n despu�s del paso del Jord�n, como la circuncisi�n de Cristo (es decir, Su separaci�n del mal que, siempre cierta en Su Persona, se hizo buena externamente en Su muerte) tiene un verdadero car�cter celestial, y para nosotros es por haber resucitado, y en lugares celestiales.
Nota #5
V�ase Am�s 4:4 ; Oseas 9:15 y muchos otros pasajes de los profetas. Este es un hecho muy llamativo, as� como la cruz ahora es un tema de constante idolatr�a. El memorial del bien, de la negaci�n y muerte tambi�n de la carne, es para la carne el poder del mal. �Ay, qu� es el hombre!
Nota #6
Ver G�nesis 28:13-15 . Aqu� tambi�n se instal� uno de los terneros; el lugar de bendici�n especial volvi� a ser el lugar de idolatr�a.
Nota #7
Y por supuesto hacia Israel tambi�n.
Nota #8
Esta es la raz�n por la que Pablo ( Hechos 13:3 ; Hechos 13:5 ) cita estas palabras: "Os dar� las misericordias firmes de David", en prueba de la resurrecci�n de Cristo, "para no volver m�s a la corrupci�n". La muerte hizo posible la bendici�n con respecto a un pueblo rebelde, y la resurrecci�n dio completa estabilidad a la bendici�n conferida; esto fue asegurado. Comp�rese con Isa�as 55 donde se proclama gloriosamente la gracia hacia Israel y las naciones, a trav�s de un Salvador resucitado.
Nota #9
Compare Isa�as 32:15-18 .