El siguiente comentario cubre los Cap�tulos 14 al 20.
La parcialidad de David por Absal�n tuvo a�n otros y m�s dolorosos resultados y fuertes castigos. Es doloroso ver al vencedor de Goliat expulsado de su hogar y de su trono por su amado hijo, y eso bajo la mano de Dios. Porque si Dios no lo hubiera permitido, �qui�n podr�a haber expulsado a los escogidos de Dios del trono real en el que Jehov� lo hab�a puesto? La espada estaba en su casa; la palabra de Dios, m�s cortante que una espada de dos filos.
�Qu� justo es Jehov�! Mas al que ama, castiga. En consecuencia, mientras todo esto es una manifestaci�n del justo gobierno de Dios, es para David una ocasi�n de profundo ejercicio del coraz�n, y de un conocimiento m�s real e �ntimo de Dios; porque su coraz�n estaba verdaderamente y eternamente ligado a Dios, de modo que todos sus dolores dieron fruto, aunque fueron ocasionados por sus faltas.
Tambi�n en este respecto, aunque la causa de su dolor era tan diferente del dolor del Se�or, se convierte en el tipo de Cristo en el sufrimiento, y en el instrumento de expresi�n de Su simpat�a por Su pueblo. Tanto m�s cuanto que con coraz�n fiel, y en cierto sentido con perfecta integridad hacia Dios, las faltas y transgresiones del rey dieron lugar a aquellas confesiones y a aquella humillaci�n que el Esp�ritu de Cristo producir� en el remanente. de Israel; de modo que por un lado habla de su integridad, mientras que por el otro confiesa sus faltas.
Ahora bien, eso es lo que Cristo hace que Su pueblo diga, y lo que �l dice por ellos. Sin embargo, debemos recordar que no es David mismo, como un hombre piadoso, quien habla en los Salmos; es por la inspiraci�n del Esp�ritu que los pronuncia; y es una cosa muy preciosa para nosotros que, en circunstancias en que la fe puede fallar y el coraz�n desanimarse, la palabra nos proporciona un lenguaje adecuado a la fe, y a la fe en alguien que tal vez ha sido infiel: un testimonio precioso de que, incluso en esta condici�n, Dios no nos desecha, y que Cristo se compadece de nosotros, ya que nos proporciona expresiones y sentimientos adecuados a tal condici�n.
Los Salmos suplen esto, y en especial adecuaci�n al remanente de Israel en los �ltimos d�as. Se caracterizan por la integridad de coraz�n y la confesi�n del pecado. El Esp�ritu de Cristo da los sentimientos y asegura Su simpat�a. Salmo 16 nos da muy llamativamente esta posici�n de Cristo. Su bondad no se extiende a Dios.
No es su lugar divino, "igual a Dios", el que est� tomando. �l llama a Jehov� su Se�or; pero de los santos en la tierra �l dice, "en quienes es todo mi deleite". Por Su bautismo, que fue la expresi�n de esto, �l se conect�, no con Israel en su pecado, sino con el primer movimiento del Esp�ritu respondiendo en el remanente a la condenaci�n del pueblo como tal. Este es el principio de los Salmos: el hombre recto y fiel en medio de la naci�n perversa, el objeto de los consejos y prop�sitos de Dios.
El libro comienza con esta distinci�n trazada por Dios; luego nos presenta al Rey en Si�n seg�n el decreto de Dios, rechazado por la naci�n y odiado por los paganos que oprimen al pueblo. Todo esto se desarrolla a trav�s de una variedad de circunstancias, y all� se describen todas las relaciones del remanente, as� como todos los afectos del coraz�n. Todo lo relacionado con �l es revisado por la mano y la pluma de Dios, y de acuerdo con el Esp�ritu y las simpat�as de Cristo.
El cap�tulo 20 termina esta parte de la historia de David y su historia en general. Est� restablecido en su trono y ha vencido los esfuerzos de sus enemigos y la rebeli�n de su propio pueblo. El orden de su corte y oficiales se restablece en paz. Varios detalles son a�adidos por el Esp�ritu de Dios.
Información bibliográfica Darby, John. "Comentario sobre 2 Samuel 19". "Sinopsis del Nuevo Testamento de Juan Darby". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/dsn/2-samuel-19.html. 1857-67.
Versículos 1-43
El siguiente comentario cubre los Cap�tulos 14 al 20.
La parcialidad de David por Absal�n tuvo a�n otros y m�s dolorosos resultados y fuertes castigos. Es doloroso ver al vencedor de Goliat expulsado de su hogar y de su trono por su amado hijo, y eso bajo la mano de Dios. Porque si Dios no lo hubiera permitido, �qui�n podr�a haber expulsado a los escogidos de Dios del trono real en el que Jehov� lo hab�a puesto? La espada estaba en su casa; la palabra de Dios, m�s cortante que una espada de dos filos.
�Qu� justo es Jehov�! Mas al que ama, castiga. En consecuencia, mientras todo esto es una manifestaci�n del justo gobierno de Dios, es para David una ocasi�n de profundo ejercicio del coraz�n, y de un conocimiento m�s real e �ntimo de Dios; porque su coraz�n estaba verdaderamente y eternamente ligado a Dios, de modo que todos sus dolores dieron fruto, aunque fueron ocasionados por sus faltas.
Tambi�n en este respecto, aunque la causa de su dolor era tan diferente del dolor del Se�or, se convierte en el tipo de Cristo en el sufrimiento, y en el instrumento de expresi�n de Su simpat�a por Su pueblo. Tanto m�s cuanto que con coraz�n fiel, y en cierto sentido con perfecta integridad hacia Dios, las faltas y transgresiones del rey dieron lugar a aquellas confesiones y a aquella humillaci�n que el Esp�ritu de Cristo producir� en el remanente. de Israel; de modo que por un lado habla de su integridad, mientras que por el otro confiesa sus faltas.
Ahora bien, eso es lo que Cristo hace que Su pueblo diga, y lo que �l dice por ellos. Sin embargo, debemos recordar que no es David mismo, como un hombre piadoso, quien habla en los Salmos; es por la inspiraci�n del Esp�ritu que los pronuncia; y es una cosa muy preciosa para nosotros que, en circunstancias en que la fe puede fallar y el coraz�n desanimarse, la palabra nos proporciona un lenguaje adecuado a la fe, y a la fe en alguien que tal vez ha sido infiel: un testimonio precioso de que, incluso en esta condici�n, Dios no nos desecha, y que Cristo se compadece de nosotros, ya que nos proporciona expresiones y sentimientos adecuados a tal condici�n.
Los Salmos suplen esto, y en especial adecuaci�n al remanente de Israel en los �ltimos d�as. Se caracterizan por la integridad de coraz�n y la confesi�n del pecado. El Esp�ritu de Cristo da los sentimientos y asegura Su simpat�a. Salmo 16 nos da muy llamativamente esta posici�n de Cristo. Su bondad no se extiende a Dios.
No es su lugar divino, "igual a Dios", el que est� tomando. �l llama a Jehov� su Se�or; pero de los santos en la tierra �l dice, "en quienes es todo mi deleite". Por Su bautismo, que fue la expresi�n de esto, �l se conect�, no con Israel en su pecado, sino con el primer movimiento del Esp�ritu respondiendo en el remanente a la condenaci�n del pueblo como tal. Este es el principio de los Salmos: el hombre recto y fiel en medio de la naci�n perversa, el objeto de los consejos y prop�sitos de Dios.
El libro comienza con esta distinci�n trazada por Dios; luego nos presenta al Rey en Si�n seg�n el decreto de Dios, rechazado por la naci�n y odiado por los paganos que oprimen al pueblo. Todo esto se desarrolla a trav�s de una variedad de circunstancias, y all� se describen todas las relaciones del remanente, as� como todos los afectos del coraz�n. Todo lo relacionado con �l es revisado por la mano y la pluma de Dios, y de acuerdo con el Esp�ritu y las simpat�as de Cristo.
El cap�tulo 20 termina esta parte de la historia de David y su historia en general. Est� restablecido en su trono y ha vencido los esfuerzos de sus enemigos y la rebeli�n de su propio pueblo. El orden de su corte y oficiales se restablece en paz. Varios detalles son a�adidos por el Esp�ritu de Dios.