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2 Samuel 6

Sinopsis del Nuevo Testamento de DarbySinopsis de Darby

Versículos 1-23

Aunque Dios ha establecido un rey en el poder, que es al mismo tiempo el l�der victorioso de su pueblo, los lazos del pacto a�n no han sido restaurados. El arca est� todav�a en el lugar donde la piedad individual la cobij� cuando Dios se vio obligado a ser el guardi�n de su propia gloria. David lo llevar�a al lugar donde ahora est� establecido su trono. �l desea que el Se�or de los ej�rcitos, que habita entre los querubines, sea glorificado y que sea al mismo tiempo la gloria del trono del rey de Israel.

Est�n unidos en su mente. Ahora bien, el reino de Melquisedec a�n no estaba en ejercicio, ni siquiera en tipo. Porque Melquisedec es rey de Salem (esto es, rey de paz). Dios todav�a estaba manteniendo Su propia gloria. Pod�a bendecir a David, el rey elegido y ungido; pero a�n no estaba en vigor aquel orden de cosas que un�a a todos bajo la autoridad del rey. Se establecer�a m�s tarde bajo Salom�n.

Israel deber�a haber reconocido la orden de Dios. Pero incluso mientras busca honrar a Dios, David piensa en s� mismo, y definitivamente no hay sino una imitaci�n defectuosa de lo que los sacerdotes filisteos hab�an hecho cuando actuaron sobre ellos por el terror de Jehov�. El resultado fue infeliz. Lo que el hombre hab�a hecho, el hombre busca sostenerlo; pero al hacer esto toca la gloria de Jehov� y cae ante su majestad. Jehov� vindica Su gloria. �l a�n no habita en medio de Su pueblo.

A la vez afligido y alarmado -dolido porque su coraz�n verdaderamente buscaba la gloria de Jehov�, aunque no entend�a su altura, y se hab�a olvidado de la majestad de Aquel a quien su coraz�n deseaba tener m�s cerca de �l- David deja el arca en casa de Obed- Edom; y all� Jehov� muestra que es Su naturaleza bendecir, siempre que Su majestad no sea tan olvidada que los hombres traten con �l como les parezca apropiado. Si restamos valor a Su gloria, �l la mantiene; como tambi�n �l manifiesta lo que �l es por la bendici�n que �l otorga.

El coraz�n y los afectos de David son restaurados; hace sacar el arca de la casa de Obed-edom, y la coloca en el tabern�culo que le hab�a levantado. Aqu� solo vemos a David, y lo vemos vestido con el efod. �l es la cabeza de su pueblo, cuando restablece la relaci�n [1] entre ellos y su Dios, y es con alegr�a, con ofrendas y c�nticos de triunfo. Es �l tambi�n quien bendice al pueblo, siendo en todo esto un tipo notable de Jes�s, y de lo que �l realizar� en Israel en los �ltimos d�as.

Todo esto, sin embargo, no era la construcci�n del templo, que era una obra reservada al Pr�ncipe de la Paz. Era el rey, por la fe cabeza del pueblo, actuando hasta cierto punto por la fe como sacerdote, seg�n el principio de Melquisedec, aunque a�n no se establec�a el orden y la bendici�n pertenecientes a ese t�tulo. El rey ofrece sacrificios, bendice al pueblo. Como cabeza �nica, hab�a unido a todo Israel, hab�a vencido a sus enemigos.

Pero despu�s de todo fue un per�odo de transici�n. El arca del pacto a�n moraba en una tienda; David hab�a triunfado, pero la paz que disfrutaba era transitoria. Sin embargo, el establecimiento del arca en la colina de Sion form� una �poca; porque el monte Sion era el asiento de la gracia real, donde el rey que hab�a sufrido -y como habiendo sufrido- hab�a establecido su trono en poder y gracia con respecto a Israel. Esta es la clave de Apocalipsis 14, un libro en el que el Cordero es siempre (seg�n me parece) el Mes�as que ha sufrido, pero que est� sentado en el trono de Dios esperando la manifestaci�n de su gloria; sentado all� en este car�cter, aunque como tal hab�a logrado cosas muy importantes (porque la salvaci�n y la asamblea son mucho m�s excelentes que el reino); pero evidentemente es el reino con lo que tenemos que ver aqu�.

No dudo que los ciento cuarenta y cuatro mil que est�n con el Cordero en el monte de Si�n, son los que han padecido por causa del Mes�as en el esp�ritu de Sus propios sufrimientos en medio de Israel. Ellos est�n con �l en Su posici�n real en Sion, y lo siguen dondequiera que vaya. Est�n moralmente lo suficientemente cerca del cielo para aprender su canci�n, que nadie m�s en la tierra puede aprender. Son las primicias de la tierra.

No est�n en el cielo. Esto explica Hebreos 12:22 tambi�n; en el cual encontramos a Si�n en contraste con el Sina�, donde el pueblo hab�a sido puesto bajo su propia responsabilidad, teniendo la ley la sanci�n que le dio el terror de la presencia de Jehov�. Pero en el pasaje referido, Si�n se distingue claramente de la Jerusal�n celestial [2].

No dudo que al final existir� una relaci�n similar entre Cristo y el remanente de su pueblo que lo ha esperado. Es un per�odo durante el cual Jes�s es plenamente triunfante, y act�a en poder y como rey, pero a�n no gobierna en paz; y durante el cual �l forma, desarrolla y establece, la relaci�n de Su pueblo consigo mismo en la tierra en Sus triunfos y en Su reino, seg�n los derechos de los cuales �l sujetar� a Sus enemigos a S� mismo.

Los Salmos tambi�n nos abren esta parte del reinado de Cristo prof�ticamente y en tipo (ver Salmo 110 ). Despu�s de haber sentado al Se�or de David a la diestra de la Majestad en los cielos, el Esp�ritu dice: "Jehov� enviar� desde Sion la vara de tu poder; gobierna t� en medio de tus enemigos. Tu pueblo estar� dispuesto en el d�a de tu poder, en las hermosuras de la santidad desde el vientre de la ma�ana [la ma�ana de Su gloria, el amanecer del d�a], tendr�s el roc�o de tu juventud [de los j�venes que le siguen].

Todo este salmo desarrolla la misma idea, el reino guerrero de Cristo, teniendo a Sion escogida por Dios como su sede, y el lugar de donde saldr� Su poder durante las guerras triunfantes del Mes�as. Prosigamos con este �ltimo punto.

Despu�s de haber descrito la ruina de Israel, Salmo 78 nos muestra a Jehov� despertando; pero deja de lado todos los derechos de herencia y testimonio de Sus tratos anteriores con Israel; pues ( 1 Cr�nicas 5 ) la primogenitura era de Jos�- ��L ESCOGI� la tribu de Jud�, el monte de Sion que am�.

ESCOGI� a David su siervo, y lo tom� de los rediles�, etc. Este salmo menciona ciertamente Su santuario, pero la monta�a sobre la cual fue construido nunca se representa como el objeto de la elecci�n de Dios. Este salmo va m�s all� de nuestra historia actual; pero aplica la elecci�n a David ya Sion.

Salmo 132 nos presenta precisamente los sentimientos que el Esp�ritu inspir� a David cuando coloc� el arca sobre el monte de Sion. No es m�s que un tabern�culo, pero es el del Dios fuerte de Jacob en la tierra. Y Jehov� ha escogido a Sion. All� reverdecer� el cuerno de David. Observe aqu� que la respuesta de Jehov� va cada vez m�s all� de la petici�n y el deseo de David, un hermoso testimonio de la rica bondad de Dios.

El descanso de Jehov� est� en medio de Su pueblo. Este descanso lo gozar� aqu� en medio de los suyos, aunque establezca su gloria en el templo; y es all� donde todos hablan de ello. En el desierto esta gloria no hab�a tenido un lugar de descanso. Israel estaba de viaje, y Jehov�, que habitaba entre el pueblo, iba delante de ellos para buscarles un lugar de descanso ( N�meros 10:33 ).

Tampoco fue el caso en Shiloh, cuando Su descanso entre ellos depend�a de su fidelidad. �Dej� el tabern�culo de Silo, y entreg� su fuerza en manos del enemigo� ( Salmo 78:61-62 ). S�lo la elecci�n y la gracia -por medio de "uno escogido de entre el pueblo"- ( Salmo 89:19 )-establecen el descanso de Dios entre Su pueblo.

Todav�a hay una observaci�n que hacer sobre el tema de Salmo 132 . Hemos visto que Dios mantiene Su majestad en Su gobierno, y no permite que nadie toque Su arca. Le da tiempo a David para que aprenda que Dios es un Dios de bendici�n y de gracia; pero, por buenas que sean las intenciones de su pueblo, es necesario que la verdad, lo que �l es, se demuestre claramente en sus tratos p�blicos.

Si fuera de otra manera, si Su gobierno no fuera estable, todo se ir�a a la ruina; la ligereza del hombre lo conducir�a constantemente por los caminos de la voluntad propia. Es verdad que Dios est� lleno de paciencia, y que despu�s de haber formado la relaci�n entre Su pueblo y �l mismo, contin�a actuando seg�n esta relaci�n tanto tiempo como sea posible, aunque obligado a castigar al mismo tiempo; pero el juicio llega al final.

En el caso que estamos considerando, Dios hab�a roto esta relaci�n establecida originalmente al sentarse entre los querubines; Hab�a entregado su fuerza al cautiverio, su gloria en manos del enemigo. David, como vencedor, le devuelve Su lugar, pero sobre un nuevo principio, el de la gracia y el poder. Sin embargo, al examinar Salmo 132 , descubrimos sentimientos mucho m�s profundos, un coraz�n que desea que Dios sea glorificado entre su pueblo de una manera mucho m�s desarrollada y mucho m�s �ntima de lo que indicaba la pompa y el adiestramiento exterior, en que Israel pod�a tomar parte, representado; sentimientos a los que Dios respondi� de una manera muy diferente a la muerte de Uza.

Este salmo, es verdad, fue escrito despu�s de las conmovedoras comunicaciones que se revelan en 2 Samuel 7 , como lo prueba 2 Samuel 6:11-12 . Nos ense�a, sin embargo, con qu� esp�ritu fue David a buscar el arca, el ardiente deseo de su coraz�n de encontrar una morada para Jehov� [3], lo cual, como hemos visto, Cristo cumplir�.

Ahora me parece que fue la conciencia de este deseo lo que condujo al fracaso de David. �Ay del hombre! En la conciencia de ello, busca ponerlo en ejecuci�n, y se olvida un poco de la gloria suprema de Dios, el pecado que hab�a causado la partida de Dios de Su pueblo, y la majestad propia de �l. Cuando Dios act�a de acuerdo con los requisitos de Su gloria, y golpea al hombre que prest� su ayuda a David para lograr el deseo de su coraz�n, David se disgusta.

La muerte de Uza fue el resultado de la conducta de David, y �l se enoja con Jehov� cuando se produce este resultado. Esta era verdaderamente la carne. Dios hizo a David consciente de lo que conven�a al servicio del Dios de Israel (ver 1 Cr�nicas 15:12-13 ) [4], y restaur� su alma mostr�ndole que �l era la verdadera fuente de bendici�n, y que el dejar el arca a un lado era tambi�n dejar a un lado la bendici�n.

Adem�s, la posici�n de David, que mantiene celosamente un sentido de la gloria de Jehov� en medio de su exaltaci�n, como se describe en el salmo, es de la m�s alta belleza moral y tiene un aspecto muy peculiar en referencia a las econom�as divinas. El lugar que ocupa Salom�n en la dedicaci�n del templo presenta, sin duda, un cuadro m�s sorprendente. El sacerdocio de Melquisedec est� all� en su sencillez y en su plenitud, pero esto fue fruto del cumplimiento de la bendici�n; y la condici�n moral de los que tomaron parte en ella fue mucho menos el resultado de un profundo ejercicio del coraz�n, y de la �ntima comuni�n con Dios que es su consecuencia; estaba, por tanto, mucho menos conectado con la espera inteligente de Cristo.

Salom�n disfrut� de la presente realizaci�n de la gloria en la cual, en su verdadero cumplimiento en Cristo, David confi� por fe; Salom�n no acude a una fuente m�s elevada que la fe de David y la responsabilidad del pueblo que brot� de ella. El templo es el escenario de esto. David se eleva m�s alto. Se aferra al prop�sito de Dios, en cuanto a la sede del reino de Jehov�; y en el momento en que esta fe requiere, se convierte, en la medida de lo posible, en el sacerdote real, y en consecuencia asciende a Dios mismo, que es la fuente de este sacerdocio.

Ense�ado por Dios, ha entendido la elecci�n de Si�n, la sede de la gloria real de Cristo; y en este sentido su posici�n moral, cuando bailaba ante el arca como un hombre oscuro, y para su verg�enza ante el mundo, parece ser mucho m�s alta que la de Salom�n en su pat�bulo de bronce. El arca es tambi�n el signo del restablecimiento del poder de Dios en medio de su pueblo por este v�nculo moral; pero este restablecimiento tiene lugar, por lo que fue en tipo la victoria y la energ�a de Cristo que prevalece sobre sus enemigos, como ser� el caso, y no meramente en el disfrute de la gloria.

En toda esta parte de la historia, David (aunque en cuanto a s� mismo con fracaso individual) es m�s personalmente un tipo de Cristo. Es mientras existe la dificultad, antes del reinado de la paz, cuando el poder habr� quitado todo obst�culo para el pleno disfrute de ella, que restablece la conexi�n del pueblo con Dios, y lo bendice y lo alimenta como Melquisedec. La bendici�n brota de su persona en presencia de todo lo que todav�a se le opone ya pesar de todas las dificultades.

La posici�n que a�n toma David es la de siervo, el siervo inmediato de Dios, por gracia. No es un sacerdote en su trono ; pero el rey se hace sacerdote a s� mismo, y esto mientras a�n realiza el servicio. Samuel, dado a Jehov�, estaba vestido con un efod de lino. Era la vestidura sacerdotal, y �l no era un sacerdote seg�n el orden de Aar�n. Sirvi� en el tabern�culo, por la gracia y por el Esp�ritu, como elegido y apartado para Dios.

Estaba en su lugar correcto, pero de parte de Dios estaba en gracia, cuando la noche tenebrosa de Icabod ya amenazaba al pueblo con sus tinieblas. Aqu� es el rey quien, tomando este lugar, se pone el efod sacerdotal; no las vestiduras que Dios hab�a dado a los sacerdotes para gloria y hermosura, sino aquellas que distingu�an al sacerdote considerado como tipo de Cristo como sacerdote [5], y que pertenec�an a la esencia de sus funciones [6], y de hecho �l tom� el lugar m�s bien de un levita, es decir, de uno apartado para servir delante del arca, delante de Jehov�.

La idea principal relacionada con el efod es que el que lo usa se presenta a s� mismo a Dios. Pero, aunque haciendo petici�n, Melquisedec m�s bien se presenta al pueblo; aunque est� delante de Dios por el pueblo, como rey y sacerdote en su trono.

Habiendo ofrecido sus sacrificios, el rey bendice al pueblo. Todav�a quedaban los filisteos, los sirios y otras naciones por someter; pero la conexi�n del pueblo con Dios fue establecida y mantenida en seguridad por el rey en Sion, aunque el arca sobre la cual descansaba esta conexi�n todav�a estaba entre cortinas. La bendici�n tambi�n fue asegurada a trav�s del rey mismo, quien hab�a tra�do la se�al del pacto y el rey elegido juntos en el lugar que Dios hab�a elegido, y quien todav�a era el siervo para esto.

El efod no pertenec�a a Melquisedec; pero, al honrar a Jehov� que hab�a preservado al pueblo, el que lo vest�a manten�a como sacerdote la bendici�n del pueblo delante de Dios. Mical, quien en el esp�ritu de Sa�l su padre solo so�aba con la gloria terrenal, no puede participar en esto. La humillaci�n ante Jehov� era incomprensible para ella. Ella no entendi� ni prob� Su gloria ni el gozo de conocerlo como el �nico due�o del coraz�n.

Lo que pertenece a Sa�l no puede tener parte en el reino de David, ni puede sufrir con un despreciado y rechazado. En resumen, tenemos un rey devoto de Jehov� y del pueblo, que asegura y comunica bendici�n a este �ltimo; y todav�a no un rey caracterizado sobre todo por el disfrute de la bendici�n establecida, que es la condici�n de Salom�n.

Ahora bien, la primera de estas dos condiciones me parece que representa a Cristo, tal como siempre ha sido en principio y en derecho, y especialmente como ser� despu�s de la destrucci�n del Anticristo, y antes de la destrucci�n de aquellos enemigos que todav�a se opondr�n. ellos mismos al establecimiento de Su reino en paz. Su pueblo, todo Israel, estar� unido bajo �l. La vara de Su poder saldr� de Si�n, y �l se�orear� en medio de Sus enemigos ( Salmo 110 ); pero a�n no ser� el cumplimiento de Salmo 72 o de Zacar�as 6:12-13 .

Comp�rese tambi�n con Salmo 2 , en el que se considera a Cristo como el Hijo de Dios nacido en la tierra, y en el que se exponen, reconocen y proclaman a los reyes sus derechos universales a la posesi�n de la tierra, que se derivan de ella. de la tierra. En Salmo 110 , Cristo est� sentado a la diestra de Dios, esperando que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies. En Salmo 8 �l es el Hijo del hombre, y todas las cosas est�n sujetas a �l.

Bajo Salom�n todo Israel se regocija en todas las cosas buenas que Jehov� hab�a concedido a Salom�n, as� como a David. Aqu� David en su propia persona proporciona lo que es necesario para alimentar a la gente, y reparte a cada uno una "buena parte". [7] Vuelve a bendecir su casa, porque David tiene su propia casa a la cual vuelve despu�s de haber bendecido a Israel; es algo m�s cercano a �l que Israel. Michal, como hemos visto, no pod�a pertenecer realmente a ella. David encuentra gozoso humillarse delante de Jehov�, y la reprende. �Qu� abrumadora fue la respuesta que le dio!

Nota 1

Digo "relaci�n" porque, de hecho, el arca de la alianza era el v�nculo exterior, el signo de la relaci�n formal entre Dios e Israel. Esto le da mucha importancia a la circunstancia que estamos considerando. La p�rdida del arca hab�a sido, por el contrario, el Icabod del pueblo.

Nota 2

La construcci�n de la oraci�n ( Hebreos 12:22 ) hace que sea m�s f�cil distinguir las diferentes partes que la componen. La palabra "y" los separa: Si�n-la ciudad del Dios viviente, la Jerusal�n celestial-los �ngeles, la asamblea general-la iglesia de los primog�nitos, cuyos nombres est�n escritos en el cielo-Dios el juez de todos, etc.

Nota 3

Podemos comparar �xodo 15:2 en la versi�n inglesa, aunque la traducci�n es cuestionable. Pero ver �xodo 29:46 .

Nota #4

Esto no se menciona en Samuel; porque es David como tipo del Se�or, a quien el Esp�ritu nos presenta aqu�.

Nota #5

Porque el sumo sacerdote (despu�s del extra�o fuego ofrecido en el d�a de su consagraci�n) parece que nunca us� las vestiduras de gloria y hermosura en el lugar sant�simo. Solo entr� con vestiduras blancas en el d�a de la expiaci�n.

Nota #6

Este sacerdocio lo ejerce �l (Cristo) ahora. Las vestiduras gloriosas con las que saldr�. �l personalmente ya est� coronado de gloria y honra, pero no todas las cosas est�n sujetas a �l; ni ha tomado Su trono de Melquisedec, que ciertamente estar� en la tierra. �l est� en el trono de Su Padre, mientras Sus coherederos est�n siendo reunidos.

Nota #7

Salmo 2 nos muestra al Rey sentado sobre el santo monte de Sion, el Hijo de Dios engendrado en el tiempo (algo distinto de Su relaci�n como Hijo, uno con el Padre antes de que el mundo existiera, una doctrina ense�ada en Juan 1 ; Hebreos 1 ; Colosenses 1 , y en otros lugares; sin embargo, no creo que uno pueda estar sin el otro, aunque el "por lo tanto" de Lucas 1:35 muestra que es una cosa distinta, y Su Filiaci�n en este lugar es tambi�n una verdad de la mayor importancia. ), pose�do como tal por Jehov�, y los reyes de la tierra encargados de someterse a �l.

Salmo 8 habla de �l como el Hijo del hombre a quien todas las cosas est�n sujetas seg�n los prop�sitos eternos de Dios. En Salmo 110 El que hab�a sido despreciado y desechado, sentado a la diestra de Dios, ha de gobernar en medio de sus enemigos. Comp�rese con Salmo 24 y 102. En el primero, se le reconoce como Jehov� de los ej�rcitos, Rey de gloria, despu�s de haber vencido a sus enemigos; en el segundo, como el mismo Creador.

Información bibliográfica
Darby, John. "Comentario sobre 2 Samuel 6". "Sinopsis del Nuevo Testamento de Juan Darby". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/dsn/2-samuel-6.html. 1857-67.