Bible Commentaries
Colosenses 4

Sinopsis del Nuevo Testamento de DarbySinopsis de Darby

Versículos 1-18

Se observar� c�mo el ap�stol introduce en consecuencia a Cristo en ellos, y especialmente en cuanto a los que en ellos est�n sujetos, esposas e hijos; para santificar, por motivo tan elevado, la obediencia propia de su cargo. Lo hace a�n m�s donde el lazo no es de naturaleza sino que tiene su origen en un mundo pecador y del pecado mismo, el que existe entre los esclavos y sus amos.

La gracia no se propone cambiar el estado del mundo y de la sociedad, sino llevar las almas al cielo renov�ndolas a imagen de Dios. No dudo que haya alterado mucho para mejor la condici�n social del hombre; porque, al llevar la conciencia inmediatamente ante el �nico Dios verdadero, a quien ha revelado en sus propias perfecciones, y estableciendo con su autoridad la de las relaciones naturales en la familia humana, la gracia ha obrado su efecto sobre aquella conciencia aun donde el coraz�n no estaba convertido, y lo ha dotado de una regla en lo que concierne a la moralidad. Pero el cristianismo, en cuanto a su propia doctrina, trata al mundo como alienado de Dios y acostado en el hombre malo como hijo de ira y perdido.

Cristo, el Hijo de Dios (quien, si hubiera sido recibido, podr�a haber puesto todas las cosas en orden, y quien en lo sucesivo mediante su reino establecer� la justicia y la paz), fue rechazado por el mundo, y la amistad del mundo es enemistad contra Dios. El estado del hombre es tratado en el evangelio de una manera m�s profunda que en cuanto a su condici�n social. Se ve con referencia a la conexi�n del alma con Dios y, en consecuencia, con lo que es eterno.

Dios nos imparte una vida nueva, para que podamos disfrutar de esas nuevas relaciones con �l mismo que la redenci�n nos ha ganado. Ahora bien, como Cristo, mientras viv�a, fue la expresi�n del amor y la bondad omnipotente de Dios en medio de una creaci�n ca�da, as�, siendo ahora rechazado por el mundo (que as� se conden� a s� mismo), Cristo, que habita por Su gracia en el coraz�n de quien ha recibido la vida, se convierte para �l en fuente de felicidad en comuni�n con el amor de Dios, que lo eleva y lo pone por encima de las circunstancias, sean cuales sean.

El esclavo, al poseer a Cristo, es libre de coraz�n; es el hombre liberado de Dios mismo. El maestro sabe que �l mismo tiene un Maestro, y la relaci�n en la que se encuentra toma la forma de la gracia y del amor que reina en el coraz�n de quien en �l ejerce su autoridad.

Pero, como ya he dicho, al esclavo pobre Cristo se le presenta especialmente como un recurso. Puede servir a su amo, sea bueno o sea malo, con fidelidad, mansedumbre y devoci�n; porque al hacerlo sirve al mismo Se�or, y es consciente de que lo hace. Tendr� su recompensa all� donde no se olvida nada de lo que se hace para glorificar a Cristo, y donde amos y esclavos est�n todos delante de Aquel que no hace acepci�n de personas.

Dos principios act�an en el coraz�n del esclavo cristiano: su conciencia en toda su conducta est� ante Dios; lo gobierna el temor de Dios, y no el ojo de su amo. Y es consciente de su relaci�n con Cristo, de la presencia de Cristo, que lo sostiene y lo eleva por encima de todo. Es un secreto que nada le puede quitar, y que tiene poder sobre todo porque est� dentro y en lo alto Cristo en �l, la esperanza de gloria.

S�, cu�n admirablemente exalta el conocimiento de Cristo todo lo que impregna; �Y con qu� poder consolador desciende sobre todo lo que est� desolado y abatido, todo lo que gime, todo lo que se humilla en este mundo de pecado!

Tres veces en estos dos Vers�culos, mientras mantiene su conciencia en la presencia de Dios, el ap�stol trae al Se�or, el Se�or Cristo, para llenar los corazones de estos pobres esclavos, y hacerles sentir qui�n era a quien serv�an. As� es el cristianismo.

El ap�stol termina su ep�stola con algunas importantes exhortaciones generales.

�l desea que los santos contin�en a trav�s de la oraci�n en comuni�n con Dios y en el sentido de su dependencia de �l, conscientes de su cercan�a a ellos y de su disponibilidad para escucharlos. Porque no basta lo que habla al coraz�n para nuestro andar; el alma debe conocer sus propias relaciones con Dios ejercit�ndose en esas relaciones; y debe recibir directamente de �l aquello que le asegure su amor.

Debe haber perseverancia en esto. Estamos en conflicto con el mal, que se apodera de nuestros propios corazones si no tenemos la fuerza de Dios. Por lo tanto, debemos tener comuni�n con Dios. Debemos velar en �l con firme prop�sito de coraz�n, no simplemente como algo ocasional: cualquiera puede clamar cuando est� en necesidad. Pero el coraz�n separado del mundo y de todo lo que es de �l se ocupa de Dios, con todo lo que se refiere a la gloria de su nombre, seg�n la medida en que nos ocupamos en �l.

El conflicto se lleva con un esp�ritu tierno y liberado, teniendo s�lo Su gloria como objeto, tanto en la asamblea como en el caminar individual. Pero as� se comprende que Dios obra y que no nos abandona, y la acci�n de gracias se mezcla siempre con las oraciones que le dirigimos.

Pablo sinti� su dependencia de esta bendici�n, y pidi� tambi�n una participaci�n en sus oraciones, para que Dios pudiera abrir su boca y proclamar el evangelio como deb�a hacerlo.

Ahora estamos en un mundo hostil, en el que la hostilidad se despierta f�cilmente donde a�n no existe abiertamente, y en el que r�pidamente se ofende cosas en las que tal vez ni vimos ni quisimos mal. Debemos quitar la ocasi�n incluso a aquellos que la buscan, y caminar en sabidur�a con respecto a los que est�n fuera.

�Cu�n claramente se distinguen aqu� el adentro y el afuera! Los que est�n dentro, a quienes Dios reconoce, Su familia, Su asamblea, son Suyos. Los de fuera son el mundo, los que no est�n unidos al Se�or. La distinci�n est� claramente marcada, pero el amor es activo hacia los que est�n fuera, y, estando �l mismo en el disfrute de la comuni�n con Dios, tiene cuidado de no hacer nada que pueda impedir que otros la disfruten.

Pero hab�a algo m�s: estaban para redimir el tiempo. El hombre natural, ocupado en sus propios asuntos y poco inclinado a las cosas serias, le dio al amor cristiano poca oportunidad de poner delante de �l la gracia y la verdad y hacerlo cuidar de su propia alma, sirviendo as� al Se�or y usando el tiempo en su nombre. El coraz�n del hombre no siempre puede escapar a la influencia de las circunstancias que lo rodean, que dan testimonio a su coraz�n y a su conciencia de que est� bajo el dominio del pecado, y ya comiendo sus frutos amargos aqu� abajo, circunstancias que traen a su conciencia el recuerdo de un demasiado. Dios tan olvidado, que hablas con poderosa voz de dolor a un coraz�n quebrantado, contento al menos de tener un recurso en Dios cuando su mano es traspasada por la ca�a quebrada en que se apoyaba.

Dios mismo act�a sobre el hombre por estas circunstancias, y por cada circunstancia de la vida. Quien camina con el Se�or sabe aprovecharlos. Satan�s ciertamente puede enga�ar a un hombre, pero no puede evitar que Dios hable al coraz�n en todo momento. Es algo tan feliz caminar con Dios que �l puede usarnos como Su voz, cuando �l hablar�a as� a los pobres pecadores. Nuestra palabra debe ser siempre la expresi�n de la separaci�n del mal, ese poder de la presencia de Dios que nos mantiene interiormente apartados de �l, para hacer sentir ese poder a los dem�s; y que, en todas las preguntas que surgen en el coraz�n del hombre, desvi�ndose del camino en la confusi�n y la oscuridad, e incluso desviando a otros por ello, sepamos dar una respuesta que viene de la luz y transmite luz.

T�quico iba a llevar el testimonio del inter�s que el ap�stol ten�a en el bienestar de los colosenses, y de su confianza en el inter�s de ellos en �l, Pablo da testimonio del amor de los dem�s, y de su preocupaci�n tambi�n por el progreso del evangelio. y la prosperidad de los fieles.

Marco, que antes se hab�a retirado de las fatigas de la obra, recibe aqu� un testimonio de parte del ap�stol y uno a�n mejor despu�s ( 2 Timoteo 4:11 ), porque �l mismo se hab�a hecho �til a los ap�stoles. Tal es la gracia, El secreto del inter�s que Bernab� tuvo en �l sale aqu�: era casi pariente de �l, Este querido siervo de Dios tambi�n era de Chipre. Fue all� y se llev� a Mark con �l. La carne y el juda�smo encuentran su camino en todas partes. El poser del Esp�ritu de Dios es un requisito para elevarnos por encima y ponernos m�s all� de su influencia.

Demas no recibe ning�n testimonio especial. El ap�stol transmite sus saludos, pero guarda silencio sobre s� mismo. S�lo en la Ep�stola a Filem�n se le nombra como colaborador del ap�stol. Despu�s abandon� a Pablo. Era un hermano: los ap�stoles admiten su afirmaci�n pero no dicen nada; no hab�a tenido nada que decir. "Y Demas", porque el estilo de Paul es terriblemente fr�o.

Podemos observar que la Ep�stola a los Efesios fue escrita al mismo tiempo y enviada por este mismo T�quico. El "de Laodecia" es, sin duda, uno que iban a recibir de esa asamblea, escrito por Pablo, y por el cual los santos en Colosas se beneficiar�an; posiblemente la Ep�stola a los Efesios, que pudo haber hecho comunicar a los laodicenses. Sea como fuere, todo lo que se dice es que era uno de los cuales la asamblea de Laodicea estaba en posesi�n y de ninguna manera que estaba dirigido directamente a ellos; m�s bien lo contrario.

Es muy posible que Pablo haya escrito una carta, o cien cartas, a otros, que no estaba en los prop�sitos de Dios preservar para la asamblea universal: pero aqu� no hay prueba de que se haya escrito una carta. a los laodicenses. Tychicus fue el portador de dos; �l pudo haber sido el portador de tres, uno de los cuales difer�a solo en algunos detalles de aplicaci�n que podr�an servir para confirmar los Colosenses sin ser en lo principal otra comunicaci�n Divina para otros d�as; pero, repito, no parece ser as� por lo que aqu� se dice.

Podr�a decirse, una carta "de Laodicea", porque estaba all� en lugar de una carta a Laodicea; pero no es el modo usual de expresi�n. Hemos visto que la carta a los Efesios es otra comunicaci�n del Esp�ritu de Dios. Ha sido preservado para nosotros. No sabemos si la de Laodicea fue la misma comunicada por ellos a los cristianos de aquella ciudad; u otro, que hab�an de enviar a los colosenses (una asamblea en su vecindad), y que no a�ade nada a las relaciones divinas no se ha conservado para nosotros.

Parece que los cristianos no eran muy numerosos en Laodicea. El ap�stol saluda a los hermanos all�. Hab�a algunos que se reun�an en casa de una tal Ninfas; ellos no estaban en un caso de tener una carta dirigida a ellos en particular: sin embargo, el ap�stol no los olvida. Pero lo que aqu� dice es una prueba casi segura de que el ap�stol no les hab�a dirigido ninguna ep�stola. No habr�a enviado saludos a trav�s de Colosenses a los hermanos de Laodicea, si al mismo tiempo hubiera escrito una ep�stola especial a estos �ltimos.

El caso es bastante claro: hab�a hermanos en Laodicea, pero no en gran n�mero y no en esa posici�n distinta que dio origen a una ep�stola. Pero esta peque�a asamblea en la casa de Ninfas no deb�a olvidarse; deber�a aprovechar las ep�stolas dirigidas a otras asambleas m�s importantes que ella, y cuya condici�n requer�a una ep�stola, o dio ocasi�n para escribir una, ep�stolas que fueron transmitidas a Laodicea, seg�n el orden del ap�stol.

Con respecto a la Ep�stola a los Colosenses, no es una suposici�n. El ap�stol les manda expresamente que lo hagan leer en la asamblea de Laodicea. Este �ltimo tambi�n hab�a recibido otra ep�stola de alguna otra asamblea, y los colosenses se beneficiar�an de ella de la misma manera. Las dos asambleas, que estaban cerca la una de la otra, deb�an gozar mutuamente de los favores espirituales que se les conced�an.

El ap�stol no olvida ni siquiera a los individuos. Arquipo recibe una exhortaci�n solemne para que preste atenci�n al ministerio que el Se�or le hab�a encomendado y cumpliera su servicio. El ap�stol no hab�a visto estas asambleas. ( Colosenses 2:1 )

Información bibliográfica
Darby, John. "Comentario sobre Colossians 4". "Sinopsis del Nuevo Testamento de Juan Darby". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/dsn/colossians-4.html. 1857-67.