Bible Commentaries
Daniel 3

Sinopsis del Nuevo Testamento de DarbySinopsis de Darby

Versículos 1-30

Despu�s de este cuadro general, tenemos, hist�ricamente, los rasgos caracter�sticos de estos imperios, marcando la condici�n en la que caen, a trav�s de su alejamiento de Dios, principal y principalmente Babilonia. En el cap�tulo 3 tenemos el primer rasgo caracter�stico del hombre investido del poder imperial, pero cuyo coraz�n est� lejos de Dios, una distancia aumentada por la posesi�n misma del poder. Tendr� un dios propio, un dios dependiente de la voluntad del hombre; y, en este caso, dependiente del depositario del poder imperial.

Esta es la sabidur�a del hombre. Los instintos religiosos de los hombres se satisfacen en conexi�n con el poder supremo; y las influencias de la religi�n se ejercen para unir a todos los miembros del imperio en una masa mezclada alrededor de la cabeza, por el lazo m�s fuerte, sin ninguna apariencia de autoridad. Porque las necesidades religiosas del hombre est�n as� conectadas con su propia voluntad; y su voluntad est� sujeta inconscientemente al centro del poder.

De lo contrario, la religi�n, el motivo m�s poderoso del coraz�n, se convierte en un disolvente en el imperio. Pero la voluntad del hombre no puede hacer un verdadero dios; y en consecuencia Nabucodonosor, aunque hab�a confesado que no hab�a ninguno como el Dios de los jud�os, lo abandona y se hace un dios. El gobierno gentil rechaza a Dios, la fuente de su poder; y el verdadero Dios s�lo es reconocido por un remanente fiel y sufriente. El imperio es id�latra.

Este es el primer gran rasgo que caracteriza el dominio de Babilonia. Pero la fidelidad que se opone a este sabio sistema que une el motivo m�s poderoso de todo el pueblo a la voluntad de su cabeza, uni�ndolos en adoraci�n en torno a lo que �l les presenta, esa fidelidad toca el resorte principal de todo el movimiento. El �dolo no es Dios en absoluto; y, por poderoso que sea el hombre, no puede crear un dios.

El hombre de fe, sujeto ciertamente al rey, como hemos visto, por ser puesto por Dios, no est� sujeto al dios falso que el rey erige, negando al Dios verdadero que le dio su autoridad, y que a�n es reconocido por el hombre de fe. Pero el poder est� en manos del rey; y har� saber que su voluntad es suprema. Sadrac, Mesac y Abed-nego son lanzados al horno de fuego. Pero es en los sufrimientos de Su pueblo que Dios al final aparece como Dios.

�l permite que su fidelidad sea probada en el lugar donde existe el mal, para que puedan estar con �l en el disfrute de la felicidad en el lugar donde Su car�cter y Su poder se manifiestan plenamente, ya sea en esta tierra, o de una manera a�n m�s excelente. en el cielo.

Podemos observar que la fe y la obediencia son tan absolutas como la voluntad del rey. Nada puede ser m�s fino y m�s tranquilo que la respuesta de los tres creyentes. Dios puede librar, y �l librar�; pero, pase lo que pase, no lo desamparar�n. El rey en su furor desaf�a a Dios. "�Qui�n es ese Dios que os librar� de mis manos?" Dios le permite tomar su propio camino. El efecto de su furia precipitada es que los instrumentos de su venganza son destruidos por las feroces llamas preparadas para los fieles hebreos.

Estos �ltimos son echados en el horno, y (exteriormente) se cumple la voluntad del rey. Pero esto es s�lo para manifestar m�s brillantemente el poder y la fidelidad de Dios, que viene, incluso en medio del fuego, para probar el inter�s que tiene en la fidelidad de sus siervos. El efecto, para ellos, del fuego es que sus ataduras se consumen, y que tienen Su presencia, cuya forma es como el Hijo de Dios, incluso a los ojos del rey que neg� Su poder todopoderoso.

El resultado es un decreto que proh�be al mundo entero hablar contra el Dios de los jud�os, la gloria de ese pueblo d�bil y cautivo. Observe aqu� que el remanente se caracteriza por su fidelidad y obediencia. Manifiestan su fidelidad neg�ndose a tener otro dios que no sea su propio Dios: ninguna concesi�n, ser�a negarlo. Porque, para reconocer al verdadero Dios, s�lo �l debe ser reconocido. La verdad no es m�s que la revelaci�n completa de �l y s�lo puede reconocerse a s� misma. Ponerse al mismo nivel que la falsedad ser�a decir que no era la verdad.

Encontramos tres principios marcados con respecto al remanente. No se contaminan al participar de lo que el mundo otorga: la comida del rey. Tienen entendimiento en la mente y revelaciones de Dios. Son fieles en negarse absolutamente a reconocer a cualquier dios que no sea el suyo, que es el verdadero Dios. El primer principio es com�n a todos ellos. El segundo es el Esp�ritu de profec�a, del cual Daniel es aqu� el vaso.

La tercera es la porci�n de cada creyente, aunque no haya esp�ritu de profec�a. Cuanto m�s cerca estemos del poder del mundo, m�s probable es que suframos si somos fieles. Debe observarse que todo esto est� relacionado con la posici�n y los principios de los jud�os.

Obs�rvese tambi�n que la voluntad y el poder de los gentiles reconocen a Dios de dos maneras, y por diferentes medios; siendo ambos los privilegios otorgados al remanente. El primero de estos privilegios es tener la mente de Jehov�, la revelaci�n de Sus pensamientos y consejos. Esto lleva al gentil a reconocer al Dios de Daniel como Dios de dioses y Se�or de reyes. Esa es Su posici�n con respecto a todo lo que fue exaltado sobre la tierra.

�l era supremo en el cielo y la tierra. La segunda es que �l se interesa por el remanente pobre de Su pueblo, y tiene poder para librarlos en la tribulaci�n a la cual los ha arrojado el poder rebelde e id�latra (y por lo tanto ap�stata). El resultado aqu� es que �l es reconocido, y Sus fieles son liberados y exaltados. El primero es m�s general y gentil: el propio reconocimiento de Dios por parte de los gentiles; el segundo, el efecto de la liberaci�n de este remanente jud�o.

El establecimiento de la unidad id�latra en la religi�n y el orgullo del poder humano son las caracter�sticas dadas aqu� de Babilonia. Esta locura, que no conoce a Dios, llena todo el curso del tiempo asignado a este poder: "siete tiempos". Al final el gentil se reconoce a s� mismo y alaba y bendice al Alt�simo. Este cap�tulo luego da la propia relaci�n del poder gentil con Dios, no meramente su conexi�n con el Dios y el pueblo de los jud�os.

De ah� que el t�tulo de Dios, en el cap�tulo 4, sea el Alt�simo que gobierna en el reino de los hombres; en el cap�tulo 3 era 'nuestro Dios' para el coraz�n del remanente fiel, y 'el Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego', para el mundo que vio la liberaci�n.

Información bibliográfica
Darby, John. "Comentario sobre Daniel 3". "Sinopsis del Nuevo Testamento de Juan Darby". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/dsn/daniel-3.html. 1857-67.