Bible Commentaries
Romanos 6

La Biblia Anotada de GaebeleinAnotaciones de Gaebelein

Versículos 1-23

CAP�TULO 6

1. Muerto con Cristo al pecado. ( Romanos 6:1 .)

2. Resucitado con Cristo y vivo para Dios. ( Romanos 6:8 .)

3. El pecado no tendr� dominio. ( Romanos 6:12 .)

4. Siervos de la justicia. ( Romanos 6:15 .)

Romanos 6:1

Hemos aprendido del cap�tulo anterior que el creyente justificado est� en Cristo y plenamente identificado con �l. Dios ve al creyente en el Se�or Jesucristo, no ya en Ad�n, sino en Cristo, la cabeza de una nueva creaci�n. �De modo que si alguno est� en Cristo, nueva creaci�n es; las cosas viejas pasaron, he aqu� todas son hechas nuevas� ( 2 Corintios 5:17 ).

Judicialmente, por lo tanto, el creyente est� muerto al pecado, el anciano fue crucificado, ejecutado completamente en la muerte de Cristo, y el creyente est� vivo para Dios en �l. Pero esta maravillosa parte del Evangelio debe convertirse en una realidad en la vida y experiencia del creyente. Dios nos ve como muertos al pecado en Cristo y vivos en �l mismo, esto debe ser vivido. Esta es la solemne responsabilidad del creyente justificado. Y no debemos hacer esto con nuestras propias fuerzas, sino con el poder del Esp�ritu que mora en nosotros, que tambi�n es dado al creyente. Todo esto se desarrolla en este cap�tulo.

��Qu� diremos entonces? �Continuaremos en el pecado para que abunde la gracia? Dios no lo quiera. �C�mo viviremos m�s en �l los que estamos muertos al pecado? Puesto que hemos muerto al pecado en la muerte de Cristo, la liberaci�n pr�ctica del pecado y su dominio debe manifestarse en nuestras vidas. Como encontramos m�s tarde la naturaleza vieja, la carne todav�a est� en el creyente justificado, pero tambi�n tiene otra naturaleza, otra vida y, por lo tanto, est� capacitado en el poder de esa nueva vida y su identificaci�n con Cristo, para no continuar m�s en el pecado. .

Es un hecho muy positivo "muerto al pecado" y esto es cierto para todos los creyentes posicionalmente en Cristo, y por lo tanto, el Esp�ritu Santo nos dice que ya no debemos vivir all�. Y esta verdad se ilustra en el bautismo cristiano; est� en la muerte de Cristo e ilustra la verdad de la muerte y la sepultura en Cristo. Por tanto, el bautismo no salva. No tiene poder para poner a un pecador en Cristo, ni puede transmitir el perd�n de los pecados e impartir la nueva vida.

Para eso solo se necesita fe, y cuando el pecador cree, la gracia de Dios salva y logra la identificaci�n con Cristo. Y adem�s, estamos m�s que muertos y sepultados con Cristo "como Cristo resucit� por la gloria del Padre, as� tambi�n nosotros andemos en novedad de vida". Compartimos su resurrecci�n. Lo que le hizo el Padre de nuestro Se�or Jesucristo, resucit�ndolo de los muertos, lo hace a todos los que creen en �l.

�A una nos resucit� ( Efesios 2:6 ). Poseemos Su vida, la vida resucitada y, por lo tanto, tambi�n debemos caminar en el poder de esta vida. Nuestro anciano (lo que somos en Ad�n), fue crucificado con Cristo. Cuando muri�, nosotros tambi�n morimos. Nuestro anciano fue crucificado con Cristo �para que el cuerpo del pecado fuera anulado, para que ya no seamos esclavos del pecado.

�Muchos han sido enga�ados por la mala traducci�n que dice� que el cuerpo del pecado podr�a ser destruido �y ense�a que la vieja naturaleza est� completamente erradicada. Pero no dice destruido, sino anulado o cancelado. El cuerpo de pecado es nuestro cuerpo mortal con la ley del pecado en sus miembros. Y mientras tengamos este cuerpo mortal, la ley del pecado est� en sus miembros. Pero la operaci�n de esa ley queda anulada para el creyente, quien en la fe, como veremos m�s adelante, se considera muerto al pecado y vivo para Dios en Cristo Jes�s.

Y por lo tanto, el creyente puede dejar de ser esclavo del pecado, como lo es el hombre natural. Un hombre muerto es justificado o liberado del pecado; el poder del tirano se acaba cuando el sujeto sobre el que domina est� muerto. Y entonces, al ser crucificados con Cristo, escapamos del poder del tirano, y finalmente, cuando el Se�or venga, este cuerpo mortal cambiar� y el pecado mismo desaparecer� para siempre.

Romanos 6:8

En la medida en que hemos muerto con Cristo, tambi�n viviremos con �l. La muerte ya no se ense�orea de �l; Vive para Dios. Y todo esto es cierto para el creyente. Luego viene la respuesta m�s importante a la pregunta planteada, al comienzo del cap�tulo. "�Continuaremos en el pecado para que la gracia abunde?" �De la misma manera, consid�rense muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jes�s.

Esta es una exhortaci�n a aferrarse a esta gran y profunda verdad, la identificaci�n del creyente con Cristo en la muerte y resurrecci�n. Reconocer es un acto de fe. Significa creer todo esto y apropiarse con fe de lo que Dios ha puesto de nuestro lado en Cristo Jes�s. Debemos reconocer que estamos muertos y en posesi�n de la vida que nos da poder para vivir para Dios. �Consideramos que esto es as�, no lo sentimos.

Es un error total, y est� plagado de consecuencias importantes, imaginar que estar muerto al pecado sea un sentimiento o una experiencia. No podemos sentir la muerte de Cristo en la cruz, y fue all� donde muri� al pecado, y nosotros porque muri�. Si fuera una experiencia, ser�a absolutamente perfecta, sin pensamientos, sentimientos o deseos malvados, jam�s en el coraz�n; y esto no es cierto para algunos de los m�s avanzados, sino para todos los cristianos y eso siempre.

Pero esto es contrario a la experiencia de todos. El intento de producir tal condici�n en nosotros mismos termina en la miseria del fracaso total o, lo que es peor, en la autosatisfacci�n, de hecho, en el enga�o casi incre�ble para un cristiano de que es tan impasible ante el pecado como el mismo Cristo. ! Las palabras no expresan tal experiencia. (Como afirman las sectas Perfeccionistas y Santidad.) En todos los sentidos, est� claro que no es una experiencia de la que el ap�stol est� hablando aqu�.

No se nos podr�a decir que contamos con lo que experimentamos. Lo que consideramos es un hecho de fe, el fruto del trabajo realizado por nosotros, no del hecho en nosotros. Porque Cristo muri� al pecado una vez por todas, y en cuanto vive, vive para Dios, as� tambi�n nosotros nos consideramos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jes�s �. (Biblia num�rica.)

Romanos 6:12

La exhortaci�n que sigue en Romanos 6:12 , dirigida no al mundo sino a los creyentes justificados, prueba que el pecado todav�a est� en el cuerpo mortal del creyente. No se destruye. Pero mientras el pecado est� en nuestro cuerpo mortal, ya no tiene derecho a reinar all�. Sin embargo, reinar�, si cedemos a los deseos de la vieja naturaleza.

Si un creyente obedece a la vieja naturaleza en sus concupiscencias, no camina en el Esp�ritu sino en la carne. Siempre que venga la tentaci�n, el creyente debe refugiarse en la oraci�n, en el juicio propio y la entrega y entregar (o presentar) sus miembros de nuevo como instrumentos de justicia a Dios. Mientras el creyente est� en el cuerpo mortal, existe el conflicto entre la carne y el Esp�ritu ( G�latas 5:17 ).

Y si andamos en el Esp�ritu, no satisfaceremos los deseos de la carne; esto requiere que no hagamos ninguna provisi�n para que la carne satisfaga sus deseos ( Romanos 13:14 ). Adem�s, al creyente en Cristo se le da la promesa de que el pecado no se ense�orear� de �l porque no est� bajo la ley, sino bajo la gracia.

La gracia que ha salvado al pecador creyente y lo ha acercado a Dios, tambi�n ense�a a negar la impiedad y las concupiscencias mundanas y a vivir sobria, justa y piadosamente en esta era presente ( Tito 2:12 ). Y m�s que eso; la gracia proporciona el poder para vivir piadosamente. Por tanto, el pecado no se ense�orear� del creyente porque est� bajo la gracia. Pero esta promesa debe ser apropiada con fe.

Romanos 6:15

Se hace otra pregunta. "�Qu�, pues, pecaremos porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia?" Otro, "Dios no lo quiera" - perezca con solo pensarlo - es la respuesta. Quien se rinde al pecado cae bajo el dominio del pecado. Luego sigue una palabra de elogio. �l da gracias a Dios porque los creyentes a quienes escribe, una vez siervos del pecado, pero habiendo obedecido de coraz�n (y la verdadera fe es obediencia), fueron liberados del pecado y se convirtieron en siervos de la justicia.

�Libre del pecado� no significa, como a menudo se ense�a, libre de la vieja naturaleza, sino libre del poder dominante del pecado que mora en nosotros. Luego est� el contraste entre el estado anterior de pecado y el lugar de liberaci�n al que la gracia ha llevado al creyente. En la vida anterior como no salvos, esclavos del pecado, hubo un fruto terrible y el final es la muerte. Pero ahora, como siervos de Dios, liberados de la terrible esclavitud del pecado, hay otro fruto, el fruto de la santidad y el fin de la vida eterna.

En el pr�ximo cap�tulo aprenderemos c�mo se producir� este fruto del creyente justificado. La paga del pecado es muerte; eso es lo que el hombre recibe en pago por el pecado. La vida eterna, el gran e inestimable don de Dios, es conferido por Jesucristo nuestro Se�or.

Información bibliográfica
Gaebelein, Arno Clemens. "Comentario sobre Romans 6". "La Biblia Anotada de Gaebelein". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/gab/romans-6.html. 1913-1922.