Bible Commentaries
Romanos 14

Versículos 1-23

El ap�stol pas� ahora a discutir algunas de las dificultades que pueden surgir en la Iglesia cristiana. Al abordar la cuesti�n de los animales sacrificados a los �dolos, estableci� un principio supremo que ser�a bueno que recordemos siempre. Cada hombre permanece o cae ante su propio Maestro. El mismo principio se aplica a la observancia de los d�as. El tribunal de apelaci�n es la mente leal a Cristo.

La deducci�n de la discusi�n tiene que ver con nuestra actitud hacia los dem�s. Cuando juzgo a mi hermano, estoy usurpando el mismo trono de Dios. Solo �l conoce todos los hechos, y solo �l puede emitir un juicio, y este derecho se reserva para s� mismo. La esfera de juicio que se nos abre no es la vida y la acci�n de nuestro hermano, sino la nuestra. La prueba por la que debemos juzgar es el bienestar de nuestro hermano.

Este juzgarse a s� mismo por la norma del bienestar de otro lleva ahora al ap�stol a mostrar cu�l es el ejercicio m�s alto y noble de la libertad, a saber, el abandono de un derecho, si es necesario, por el bien de un hermano d�bil. .

El ap�stol resumi� toda la cuesti�n apelando a una conducta que contribuya a la paz y la edificaci�n mutua. Esto, sin embargo, de ninguna manera resulta en algo que se acerque a la holgura de la conducta moral, porque el ap�stol establece a este respecto la que es quiz�s la prueba de conducta m�s escrutadora y severa en el Nuevo Testamento: "Todo lo que no es de fe, es pecado". Es decir, dos cosas: primero, que una persona dedicada al se�or�o de Jes�s peca cuando act�a por cualquier motivo que no sea la confianza y la obediencia a �l. �Cu�ntas cuestiones individuales de conducta, sobre las cuales estamos ansiosos por obtener opiniones externas, se resolver�an si este principio se recordara y obedeciera siempre?