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Saturday, September 28th, 2024
the Week of Proper 20 / Ordinary 25
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Bible Commentaries
Comentario Crítico y Explicativo sobre Toda la Biblia - Sin abreviar Comentario Crítico Sin Abreviar
Declaración de derechos de autor
Estos archivos están en dominio público.
Texto cortesía de BibleSupport.com. Usado con permiso.
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Texto cortesía de BibleSupport.com. Usado con permiso.
Información bibliográfica
Jamieson, Robert, D.D.; Fausset, A. R.; Brown, David. "Comentario sobre 2 Chronicles 35". "Comentario Crítico y Explicativo sobre Toda la Biblia - Sin abreviar". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/jfu/2-chronicles-35.html. 1871-8.
Jamieson, Robert, D.D.; Fausset, A. R.; Brown, David. "Comentario sobre 2 Chronicles 35". "Comentario Crítico y Explicativo sobre Toda la Biblia - Sin abreviar". https://beta.studylight.org/
Versículos 1-27
CAPITULO 35Vers. 1-19. JOSIAS CELEBRA UNA SOLEMNE PASCUA.
1. Y Jos�as hizo pascua a Jehov�-(v�ase 2Ki 23:21-23). Los primeros nueve vers�culos dan cuenta de los preparativos hechos para la celebraci�n de la solemne fiesta. El d�a se�alado por la ley fu� guardado en esta ocasis�n (cf. cap. 30:2, 13). Los sacerdotes estaban dispuestos en sus �rdenes, y fueron exhortados a estar listos para cumplir sus obligaciones en la manera que la pureza legal exig�a (cf. cap. 29:5). Los levitas, ministros o instructores del pueblo entodos los asuntos pertenecientes al culto divino, fueron ordenados (v. 3): �Poned el arca del santuario en la casa que edific� Salom�n�. Su deber era el de transportar el arca de lugar a lugar seg�n las circunstancias. Algunos creen que el arca hab�a sido sacada ignominiosamente del santuario por orden de alg�n rey id�latra, probablemente por Manas�s, quien coloc� una imagen tallada en la casa de Dios (cap. 33:7), o Am�n; mientras que otros son de opini�n de que hab�a sido temporalmente trasladada por Jos�as mismo a alguna c�mara contigua durante la reparaci�n del templo. Al reponerla, evidentemente los levitas la hab�an llevado sobre sus hombros, creyendo que ese era todav�a su deber que la ley les impon�a. Pero Jos�as les record� el cambio de circunstancias; como el servicio de Dios ahora se ten�a en templo fijo y permanente, ellos ya no ten�an que ser portadores del arca; y estando libres de este servicio, deber�an entregarse con m�s ardor al cumplimiento de otras funciones.
4. Apercib�os seg�n las familias de vuestros padres, por vuestras �rdenes-es decir, cada curso o divisi�n hab�a de componerse de aquellos que pertenec�an a la misma casa paternal. conforme a la prescripci�n de David � y de Salom�n-Sus instrucciones est�n protocolizadas (cap. 8:14; 1 Cr�nicas caps. 23, 24, 25, 26).
5. Estad en el santuario-en el atrio del pueblo, el lugar donde eran carneadas las victimas. El pueblo era admitido seg�n sus familias en grupos o compa��as en varias casas a un tiempo. Cuando la primera compa��a entraba al atrio (que consist�a com�nmente en tantos como bien pod�an caber), se cerraban las puertas, y se hac�a la ofrenda. Los levitas estaban en filas, desde el lugar de la matanza al altar, y se pasaban la sangre y el cebo de uno a otro de los sacerdotes oficiantes (cap. 30:16-18).
6. Sacrificad luego la pascua, etc.-El motivo de las direcciones detalladas aqu� era el de facilitar la distribuci�n de corderos pascuales. Estos hab�an de ser comidos por las respectivas familias seg�n su n�mero (Exo 12:3). Pero a multitudes de personas, especialmente las de Israel, reducidas a pobreza por las devastaciones asirias, se les proveer�a de los medios de conmemorar la pascua; y, por esto, el rey encareci� a los levitas que cuando les fuesen tra�dos los corderos pascuales para ser muertos (7-9), ellos cuidar�an de tener todo en orden, de modo que los corderos, despu�s de la debida presentaci�n, pudiesen ser f�cilmente entregados a las distintas familias para ser asados y comidos por ellos aparte.
7. ofreci� el rey Jos�as a los del pueblo ovejas, corderos, y cabritos-Estos en toda probabilidad eran destinados a los pobres; un cordero o cabrito podian usar seg�n conviniera cada familia (Exo 12:5). y bueyes-que eran ofrecidos despu�s de los corderos en cada uno de los d�as sucesivos de la fiesta.
8. sus pr�ncipes-Ellos dieron a los sacerdotes y levitas, como los pr�ncipes de Ezequ�as (cap. 30:24). Eran ellos pr�ncipes eclesi�sticos; es decir, Hilc�as el sumo sacerdote (cap. 34:9), Zacar�as probablemente el segundo sacerdote de la l�nea de Eleazar (2Ki 16:18), y Jehiel de la l�nea de Itamar. Y como los de la tribu lev�tica no estaban todav�a suficientemente provistos (v. 9), algunos de sus eminentes hermanos, quienes hab�an sido distinguidos en el tiempo de Ezequ�as (cap. 31:12-15), dieron una grande contribuci�n adicional para el uso de los levitas exclusivamente.
10. Aprestado as� el servicio, etc.-Hechos, pues, todos los preparativos necesarios, y llegado el tiempo se�alado para la pascua, se celebr� la solemnidad. Un detalle notable en el relato es la parte prominente que fu� tomada por los levitas en la preparaci�n de los sacrificios: es decir, la matanza y el desuello, que eran por derecho los deberes propios de los sacerdotes; pero como estos funcionarios no pod�an cumplir la cantidad extraordinaria de trabajo, y los levitas hab�an sido debidamente santificados para el servicio, fueron empleados en este deber sacerdotal. En la pascua del tiempo de Ezequ�as, los levitas oficiaron en los mismos deberes, siendo el motivo expresado el estado sin preparaci�n de muchos del pueblo (cap. 30:17). Pero en esta ocasi�n el pueblo entero hab�a sido debidamente santificado, de modo que el uso excepcional de los servicios de los levitas debe haber sido necesario inevitablemente debido a las multitudes que estaban celebrando la pascua.
12. Tomaron luego del holocausto-Algunos de los animales peque�os destinados para los holocaustos eran puestos aparte, para que no se entremezclasen con los corderos pascuales, los que eran cuidadosamente seleccionados seg�n ciertas reglas, y destinados a ser comidos sacramentalmente; y la manera en que eran presentadas estas ofrendas, siendo quemadas, parece haber sido como sigue: �Todas las subdivisiones de las diferentes casas de los padres vinieron al altar en procesion solemne, una tras otra, para traer a los sacerdotes las porciones que hab�an sido cortadas, y los sacerdotes colocaban estas piezas sobre el fuego del altar de los holocaustos.�
13. asaron la pascua al fuego seg�n la costumbre-(v�ase Exo 12:7-9). Este modo de preparaci�n era prescrito por la ley exclusivamente para el cordero pascual; las dem�s ofrendas eran cocinadas en ollas, etc. (1Sa 2:14). reparti�ronlo prestamente a todo el pueblo-La prisa se deb�a, o a la multiplicidad de trabajos de los sacerdotes, o porque el calor y sabor de las viandas de otra manera se habr�a disminu�do. De modo que parece que la comida consist�a no s�lo en los corderos pascuales sino en la carne de las ofrendas de gratitud, porque parte de la carne correspond�a al ofrendante, quien, siendo en este caso el rey y los pr�ncipes, la parte correspondiente era puesta a disposici�n del pueblo, a quien se recomend� que la comiera el d�a mismo de la ofrenda, aunque no era prohibido hacerlo el d�a despu�s (Lev 7:15-18).
14. despu�s aderezaron para s� y para los sacerdotes-Los levitas prestaron esta ayuda a los sacerdotes solamente debido a que ellos estaban ocupados todo el d�a y no ten�an tiempo libre para proveer alg�n refrigerio para s�.
15. Asimismo los cantores � estaban en su puesto-Mientras los sacerdotes y el pueblo estaban ocupados de esta manera, el coro no estaba desocupado. Ellos ten�an que cantar ciertos Salmos (113 a 118), una vez o varias veces, durante la continuaci�n de cada compa��a de ofrendantes. Como ellos no pod�an dejar sus puestos, pues el canto era repetido seg�n ven�a llegando cada compa��a, los levitas prepararon para ellos tambi�n; porque las varias bandas se relevaban unas a otras en turnos, y mientras el coro general segu�a haciendo su deber, una porci�n de estos cantores, en el tiempo que eran relevados, participaron de las viandas que les fueron tra�das.
18. Nunca tal pascua fu� hecha en Israel desde los d�as de Samuel-Un detalle por el cual fu� distinguida esta pascua, fu� la liberalidad de Jos�as. Pero lo que la distingui� sobre todas las solemnidades anteriores fu�, no la grandeza imponente de las ceremonias, ni la inmensidad de la asamblea de adoradores, porque �stos, con excepci�n de unos pocos del reino de Israel, se limitaban a dos tribus; sino la devoci�n ardiente del rey y del pueblo, la desatenci�n a costumbres puramente tradicionales, y la adherencia inusitadamente estricta, aun en los detalles m�s peque�os, a las formas de observancia prescriptas en la ley, el descubrimiento de una copia original de la cual hab�a producido tan grande sensaci�n. En vez de �desde los d�as de Samuel�, el autor de Reyes dice: �desde los d�as de los jueces que juzgaban a Israel�. El sentido es el mismo en ambos pasajes, pues Samuel concluy� la era de los jueces. todo � Israel-La gran mayor�a de pueblo del reino del norte estaba en el destierro, pero algunos de los dem�s hebitantes hicieron el viaje a Jerusalem en esta ocasi�n. 37.600 corderos y cabritos pascuales fueron empleados, as� que, contando diez personas por cada compa��a, dar�a 376.000 personas que asist�an a la fiesta.
19. Esta pascua fu� celebrada en el a�o dieciocho del rey Jos�as-�Se dice (2Ki 22:3) que Jos�as envi� a Saf�n a Hilc�as en el octavo mes de aquel a�o�. Si este dicho descansa sobre base hist�rica, todos los acontecimientos relatados aqu� (desde cap. 34:8 a cap. 35:19) tienen que haber acontecido como en el espacio de cinco meses y medio. Entonces tendriamos prueba de que el a�o octavo del reinado de Jos�as se contaba desde el oto�o (cf. cap. 29:3). �El mes octavo� del a�o sagrado en el a�o d�cimo octavo de su reinado, ser�a el segundo mes de su a�o d�cimo octavo, y el primer mes del nuevo a�o ser�a el s�ptimo mes. (Bertheau.)
20-27. SU MUERTE.
20. Despu�s de todas estas cosas, luego de haber Jos�as preparado la casa-M�s probablemente �l calculaba que la restauraci�n del culto divino, con el avivamiento de una religi�n vital, conducir�a, seg�n la promesa de Dios y la experiencia uniforme del pueblo hebreo, a un per�odo de paz firme y prosperidad creciente. Sus esperanzas fueron defraudadas. Fu� breve el intervalo hermoso de tranquilidad que sigui� a su restablecimiento de la verdadera religi�n. Pero hay que notarse que esta interrupci�n no procedi� de alguna infidelidad en la promesa divina, sino del estado al cual el reino de Jud� hab�a llegado por la apostas�a, la cual estaba trayendo sobre �l los juicios de Dios desde hac�a tiempo amenazados pero por largo tiempo postergados. Nechao rey de Egipto subi� a hacer guerra en Carchemis junto a Eufrates-Necao, hijo de Samm�tica, subi� al trono de Egipto en el a�o vig�simo de Jos�as. Era rey audaz y emprendedor; entr� de todo coraz�n en la lucha que los dos grandes poderes de Egipto y Asiria, desde hac�a mucho tiempo, manten�an por la ascendencia pol�tica. Cada uno, celoso de los movimientos agresivos de su rival, estaba deseoso de tener a Palestina como barrera fronteriza. Despu�s de la derrota de Israel, el reino de Jud� vino a ser por este motivo doblemente importante, y aunque el rey y el pueblo ten�an una fuerte inclinaci�n hacia una alianza con Egipto, sin embargo desde el tiempo de Manas�s, Jud� hab�a llegado a ser un vasallo de As�ria, y Jos�as, fiel a sus obligaciones pol�ticas no menos que a sus religiosas, se sent�a obligado a apoyar los intereses de su soberano asirio. Entonces, cuando �Necao rey de Egipto subi� a hacer guerra en Carquemis, sali� Jos�as contra �l�. Carquemis, sobre la ribera este del Eufrates era la llave de Asiria al oeste, y al ir all� el rey de Egipto debe haber transportado sus tropas por m�s a lo largo de la costa de Palestina, hacia el norte. Jos�as, como vasallo fiel, resolvi� oponerse a la marcha de Necao a trav�s de la parte septentrional del pa�s. Se encontraron en el valle de Megiddo, el valle o llanuras de Esrael�n. El rey egipcio hab�a venido por agua. o por las llanuras de Filistia, teni�ndose constantemente a lo largo de la costa, doblando por el �ngulo del Monte Carmelo, y as� hasta las grandes llanuras de Megiddo. Este no era solamente su camino m�s directo al Eufrates, sino la �nica ruta apta para sus carros, mientras que por este camino tambi�n dejaba a Jud� y Jerusalem muy a su derecha. En este valle, sin embargo, el ej�rcito egipcio necesariamente ten�a que dirigirse a trav�s del pa�s, y fu� en esta ocasi�n cuando Jos�as podr�a m�s pr�cticamente cortarle el paso. Para evitar la dificultad de cruzar el rio Cis�n, Necao qued� al sur de �l, y por lo tanto tuvo que pasar por Megiddo. Jos�as, al seguir con sus carros y caballer�a desde Jerusalem, tuvo que marchar hacia el norte por el camino principal, por Samaria por la via Kefr-Kud (la antigua Caper-Cotia) hasta Megiddo. (Van de Velde).
21. Y �l le envi� embajadores, diciendo: �Qu� tenemos yo y t�, rey de Jud�?-No deseando gastar tiempo y fuerzas in�tilmente, Necao inform� al rey de Jud� que no ten�a intenci�n de molestar a los jud�os; que su expedici�n se dirig�a �nicamente contra su antiguo enemigo asirio; y que la hab�a emprendido por una comisi�n expresa de Dios. Los comentadores no est�n de acuerdo acerca de si realmente le hab�a sido dada una divina comisi�n por intermedio de Jerem�as, o si s�lo se usaba el nombre de Dios como una autoridad, para que Jos�as no se negara a obedecerle. Como no pudo �l conocer la verdad de la declaraci�n de Necao, no pec� Jos�as en hacerle frente, o, si pec�, fu� pecado de ignorancia. Se trab� la batalla. Josias fu� mortalmente herido.
24. Lo quitaron de aquel carro, y pusi�ronle en otro segundo carro-el carro que �l ten�a para usos ordinarios, y que le ser�a m�s c�modo a la real v�ctima, que el carro de guerra. La muerte de este buen rey fu� causa de general y prolongado pesar.
25. Y endech� Jerem�as por Jos�as-La eleg�a de Jerem�as no ha llegado hasta nosotros; pero parece que fu� conservada por mucho tiempo entre sus conciudadanos, y cantada en ciertas ocasiones p�blicas por cantores profesionales, los cuales sacaban sus endechas de una colecci�n de odas f�nebres compuestas en ocasi�n de la muerte be los grandes hombres de la naci�n. El lugar en el valle de Megiddo, donde se pele� la batalla estaba cerca del pueblo de Hadadrimm�n; y por este motivo la lamentaci�n por la muerte de Jos�as se llamaba �la lamentaci�n de Hadad-rimm�n en el valle de Megiddo,� la cual era grande y tan usada, que la lamentaci�n de Hadad-rimm�n, m�s tarde lleg� a ser una frase proverbial para expresar cualquier grande y extraordinaria tristeza (Zec 12:11).