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Daniel 9

Comentario Crítico y Explicativo sobre Toda la Biblia - Sin abreviarComentario Crítico Sin Abreviar

Versículos 1-27

CAPITULO 9

Vv. 1-27. LA CONFESION DE DANIEL Y SU ORACION POR JERUSALEN; GABRIEL LO CONSUELA CON LA PROFECIA DE LAS SETENTA SEMANAS. Aqu� los poderes mundiales se retiran de la vista; Isarel, y la salvaci�n por el Mes�as prometido, son el tema de la revelaci�n. Israel naturalmente hab�a esperado la salvaci�n al fin de la cautividad. A Daniel, pues, se le dice que, despu�s de setenta a�os de cautividad, tendr�n que correr setenta veces siete, y que aun entonces el Mes�as no vendr�a en gloria, como los jud�os, por equivocaci�n, podr�an esperar, por medio de profetas anteriores, sino que muriendo condenar�a el pecado. Este cap�tulo nueve (de profec�a mesi�nica) est� entre dos visiones del Anticristo del Antiguo Testamento, para consolar a �los sabios�. En el intervalo entre Ant�oco y Cristo, no hac�a falta m�s revelaci�n; por lo tanto, como en la primera parte del libro, as� en la segunda, Cristo y el Anticristo en conexi�n, son el tema.
1. el a�o primero de Dar�o-Ciaxares II, en cuyo nombre Ciro, su sobrino, yerno y sucesor, tom� a Babilonia en el a�o 538, a. de J. C. La fecha de este cap�tulo, pues, es 537, un a�o antes que Ciro permitiera que los jud�os volviesen del destierro, y sesenta y nueve a�os despu�s de que Daniel hab�a sido llevado cautivo en el principio del cautiverio, a�o 606 a. de J. C. hijo de Assuero-llamado Astiages por Jenofonte. Assuero fu� nombre com�n a muchos de los reyes de Medopersia. fu� puesto por rey-la frase da a entender que Dar�o debi� el reino, no a su propia fortaleza, sino a la de otro, es decir, a Ciro.
2. mir� � en los libros-m�s bien, �cartas�; es decir, la carta de Jerem�as (Jer 29:10) a los cautivos en Babilonia; tambi�n Jer 25:11-12; v�ase 2Ch 36:21; Jer 30:18; Jer 31:38. Las promesas de Dios son el cimiento en el cual nosotros, como Daniel, debemos fundar nuestra esperanza; no como para hacer in�tiles nuestras oraciones, sino m�s bien para alentarlas.
3. oraci�n y ruego-lit., �intercesiones � s�plicas por misericordia�. Orando pidiendo bendiciones y alivio a los males.
4. confes�-seg�n las promesas de Dios en Lev 26:39-42, que si Israel en el destierro se arrepintiera y confesase, Dios se acordar�a por ello de su pacto con Abraham (v�ase Deu 30:1-5; Jer 29:12-14; Jam 4:10). La promesa de Dios fu� absoluta, pero tambi�n se orden� la oraci�n como anterior a su cumplimiento, siendo �sta tambi�n la obra de Dios en su pueblo, tanto como la restauraci�n exterior que hab�a de seguir. As� ser� en la restauraci�n final de Israel (Psa 102:13-17). Daniel toma el lugar de sus compatriotas en la confesi�n de pecados, identific�ndose con ellos, y como su representante y sacerdote intercesor, �acepta el castigo de la iniquidad de ellos�. As� tipifica �l al Mes�as, el gran intercesor y portador de los pecados del mundo. La vida y las experiencias del mismo profeta forman un punto de partida apto para su profec�a acerca de la expiaci�n del pecado. El ora por la restauraci�n de Israel como asociado con los profetas (v�ase Jer 31:4, Jer 31:11-12, Jer 31:31, etc.), en la esperanza del Mes�as. La revelaci�n ahora concedida, analiza en sus partes sucesivas lo que los profetas, en perspectiva prof�tica, antes vieron juntos en uno, es decir, la redenci�n de la cautividad y la redenci�n mesi�nica completa. Los siervos de Dios, quienes, como el padre de No� (Gen 5:29), esperaban muchas veces que ahora el Consolador de sus aflicciones estuviera a mano, tuvieron que esperar de siglo en siglo, para ver en cumplimientos sucesivos como garant�a de la venida de aqu�l a quien ardientemente deseaban ver (Mat 13:17); as� como ahora los creyentes cristianos que creen que la Segunda venida del Se�or est� cercana, han de continuar esperando, as� a Daniel se le informa de un largo per�odo de setenta semanas prof�ticas antes de la llegada del Mes�as, en vez de setenta a�os, como habr�a podido pensar (v�ase Mat 18:21-22).[Auberlen.] Dios Grande, digno de ser temido-como sabemos por experiencia por las calamidades que sufrimos. La grandeza de Dios y su terrible odio al pecado deber�an preparar a los pecadores para un reconocimiento, reverente y humilde, de la justicia de su castigo. que guardas el pacto y la misericordia-es decir, �el pacto de tu misericordia�, por el cual has prometido librarnos, no por nuestros m�ritos sino por tu misericordia (Eze 36:22-23). Tan d�bil y pecaminoso es el hombre, que cualquier pacto para bien de parte de Dios con �l, para ser eficaz, tiene que depender s�lo de la gracia divina. Si �l es un Dios para ser temido por su justicia, tambi�n lo es para ser �fiado� por su misericordia. ta aman y guardan tus mandamientos-el guardar sus mandamientos es la �nica prueba de amor a Dios (Joh 14:15).
5. V�ase Nehem�as cap. 9, la confesi�n de Nehem�as. Hemos pecado � iniquidad � imp�amente � rebeldes-Grado ascendiente. Hemos errado en ignorancia � pecado por debilidad � habitual y voluntariamente cometido maldad � y como rebeldes declara dos y obstinados nos hemos opuesto a Dios.
6. profetas � hablaron a nuestros reyes � a todo el pueblo-sin temor ellos advirtieron a todos sin respeto de personas.
7. confusi�n de rostro, como en el d�a de hoy-la verg�enza por nuestra culpa, manifestada en nuestro semblante, el lo que nos toca; como atestigua el castigo nuestro �en el d�a de hoy�. a los de cerca y a los de lejos-el castigo, sin embargo, variaba, siendo echados algunos jud�os m�s lejos que otros, pero todos eran iguales en la culpa.
9. misericordia-el plural-�las misericordias�-en el original intensifica la fuerza; misericordia manifestada de inn�meras maneras. As� como es humillante recordar que �la justicia es de Dios�, as� es consolador saber que �de Jehov� nuestro Dios es el tener misericordia�. aunque contra �l nos hemos rebelado-m�s bien, �desde que�, etc. [Vulgata.] (Psa 25:11). Nuestro castigo no es inconsecuente con sus �misericordias�, desde que nos hemos rebelado contra �l.
10. sus leyes � puso �l delante de nosotros-no ambigua sino claramente, de modo que est�bamos sin excusa.
11. todo-(Psa 14:3; Rom 3:12). la maldici�n, y el juramento � en la ley-la maldici�n contra Israel, si era desobediente, que Dios ratific� con juramento (Lev 26:14-39 : Deu 27:15-26; Deu 28:15-68; Deu 28:29).
12. ha verificado su palabra-demostrado por los castigos que sufrimos, que sus palabras no eran amenazas vanas. nunca fu� hecho debajo del cielo como � en Jerusalem-(Lam 1:12).
13. y no hemos rogado a la faz de Jehov�-lit., �no hemos ablandado el rostro de Jehov�. Ni aun nuestro castigo nos ha ense�ado arrepentimiento (Isa 9:13; Jer 5:3; Hos 7:10). Enfermos despreciamos la medicina saludable. para convertirnos de nuestras maldades-La oraci�n puede ser acepta s�lo cuando viene acompa�ada por el deseo de volverse del pecado a Dios (Psa 66:18; Pro 28:9) y entender tu verdad-atentamente considerar tu fidelidad en cumplir tus promesas y tambi�n tus amenazas [Calvino.] �Tu ley� (cap. 8:12). [Maurer.]
14. vel� � sobre el mal-que expresa vigilancia constante para que los pecados de su pueblo no se escapen de su juicio, como el vigilante de guardia d�a y noche ( Job 14:16 : Jer 31:28; Jer 44:27). El que Dios vigile el castigo de los jud�os, forma un contraste notable con los jud�os que duermen en sus pecados. justo es Jehov� nuestro Dios-Los arrepentidos verdaderos �justifican� a Dios, �atribuyendo justicia a �l�, en vez de quejarse de sus castigos por demasiado severos (Neh 9:33; Job 36:3; Psa 51:4; Lam 3:39-42).
15. sacaste tu pueblo de la tierra de Egipto-una prueba a todas las edades de que los descendientes de Abrah�n son tu pueblo del pacto. Aquel beneficio antiguo nos da la esperanza de que nos conceder�s ahora un beneficio similar bajo circunstancias similares (Psa 80:8-14; Jer 32:21; Jer 23:7-8)
16. tus justicias-no justicia austera en castigar, sino tu fidelidad a tus promesas de misericordia a los que en ti conf�an (Psa 31:1; Psa 143:1). tu ciudad-escogida como tuya en la elecci�n de gracia, la cual no cambia. por la maldad de nuestros padres-(Exo 20:5). El no impugna la justicia de Dios en esto, como hac�an los murmuradores (Eze 18:2-3; v�ase Jer 31:29). tu pueblo � en oprobio-pueblo que causa oprobio a tu nombre. �Todos en derredor nuestro� dir�n que t�, Jehov�, no pudiste salvar a tu pueblo favorito. As� el v. 17, �por amor del Se�or�; el v. 19, �por amor de ti mismo� (Isa 48:9, Isa 48:11).
17. haz que tu rostro resplandezca-met�fora tomada del sol, que alegra todo lo que sus rayos tocan (Num 6:25; Mal 4:2).
18. derramamos nuestros ruegos-(V�ase Nota, Jer 36:7).
19. Las exclamaciones entrecortadas y las repeticiones, indican el intenso fervor de sus s�plicas. no pongas dilaci�n-da a entender que los setenta a�os ya est�n casi terminados. por amor de ti mismo-frecuentemente repetido, por ser la s�plica m�s fuerte (Jer 14:21).
20. Aun estaba hablando-repetido en el v. 21; enf�ticamente se�alando que la respuesta fu� dada, antes que fuera terminada la oraci�n, as� como Dios prometi� (Isa 30:19; Isa 65:24; Psa 32:5).
21. al cual hab�a visto en visi�n al principio-es decir, en la visi�n anterior al lado del r�o Ulai (cap. 8:1, 16). volando con presteza-lit., �con fatiga�, es decir, se mueve r�pidamente, como uno sin aliento y cansado de correr velozmente [Gesenius.] (Isa 6:2; Eze 1:6; Rev 14:6). hora del sacrificio de la tarde-la hora nona, o las tres de la tarde (v�ase 1Ki 18:36). As� como anteriormente, cuando estaba en pie el templo, esta hora era dedicada a los sacrificios, as� ahora a la oraci�n. Daniel, durante todo el cautiverio hasta el mismo fin, con un patriotismo piadoso, nunca se olvid� del culto del templo de Dios, mas habla de sus ritos por largo tiempo abolidos, como si todav�a estuviesen en uso.
22. para hacerte entender-(cap. 8:16; el v. 26 en aquel cap�tulo, manifiesta que la visi�n simb�lica no hab�a sido entendida. Dios pues ahora da �entendimiento� directamente, y no por s�mbolo, el cual necesitaba interpretaci�n.
23. Al principio de tus ruegos, etc.-La promulgaci�n del decreto divino fu� hecha en el cielo a los �ngeles, cuando empez� Daniel a orar. he venido-desde el trono divino; as� el v. 22. t� eres var�n de deseos-muy amado (v�ase Eze 23:6, Eze 23:12); objeto del deleite divino. As� como el profeta apocal�ptico del Nuevo Testamento, era �el disc�pulo a quien Jes�s amaba�, as� el profeta apocal�ptico del Antiguo Testamento era �var�n de deseos� delante de Dios. la visi�n-una revelaci�n m�s acerca del Mes�as en relaci�n con la profec�a de Jerem�as en cuanto a los setenta a�os de la cautividad. El cambio a �entiende� es el mismo como en Mat 24:15, donde en primer t�rmino se refiere a Roma, y en �ltimo t�rmino al Anticristo (v�ase Nota, v. 27, abajo).
24. Setenta semanas-es decir, de a�os; lit., �setenta sietes�; setenta �h�ptadas�, o hebd�madas; 490 a�os; expresado en forma de �lo definitivo ocultado� [Hengstenberg], costumbre usual con los profetas. La cautividad babil�nica es un punto decisivo en la historia del reino de Dios, pues di� fin a la libre teocracia del Antiguo Testamento. Hasta aquel entonces, Israel, a veces oprimido, era pueblo libre como regla general. Desde la cautividad babil�nica, la teocracia nunca recuper� su libertad completa aun hasta su completa supresi�n por Roma; y este per�odo de subordinaci�n a los gentiles ha de continuar hasta el milenio (Apocalipsis cap. 20), cuando Israel ser� restaurado como cabeza de la teocracia del Nuevo Testamento, la cual abarcar� toda la tierra. La teocracia libre dej� de existir en el primer a�o de Nabucodonosor, y el cuarto de Joacim; el a�o del mundo 3338, el punto donde empiezan los setenta a�os de la cautividad. Antes Israel ten�a el derecho, si era sojuzgado por alg�n rey gentil, a sacudir el yugo (Jueces caps. 4 y 5; 2Ki 18:7) como yugo ilegal, en la primera oportunidad. Pero los profetas declararon (Jer 27:9-11) que era la voluntad de Dios que ellos se sometieran a Babilonia. Por esto cada esfuerzo de Joacim, Jecon�as y Sedequ�as por rebelarse era vano. El per�odo de los poderes mundiales y de la humillaci�n de Israel, desde la cautividad babil�nica hasta el milenio, aunque abunda en aflicciones (por ejemplo, las dos destrucciones de Jerusal�n, la persecuci�n por Ant�oco y las que sufrieron los cristianos), contiene todo lo bueno de los tiempos anteriores, reunido este todo en Cristo, mas visible s�lo al ojo de la fe. Puesto que vino Cristo como siervo, escogi� para su presentaci�n el per�odo m�s obscuro de todos para el estado temporal de su pueblo. Siempre nuevos perseguidores han estado levant�ndose, cuyo fin es destrucci�n, y as� ser� con el enemigo final, el Anticristo. As� como la �poca de David fu� el punto de la mayor gloria del pueblo del pacto, as� la cautividad es el de su humillaci�n m�s profunda. Por consiguiente, los sufrimientos del pueblo se reflejan en el cuadro del Mes�as sufriente. El no se presenta m�s como el Rey teocr�tico, el antitipo de David, sino como el Siervo de Dios y el Hijo del hombre; y al mismo tiempo la cruz es el camino a la gloria (v�ase cap. 9. con cap. 2:34, 35, 44, y cap. 12:7). En los cap�tulos dos y siete, la primera venida de Cristo no se menciona, porque el objeto de Daniel fu� el de profetizar a su naci�n acerca del per�odo entero desde la destrucci�n, hasta el restablecimiento de Israel; pero este cap�tulo nueve detalladamente predice la primera venida de Cristo, y su efecto en el pueblo del pacto. Las setenta semanas se cuentan desde trece a�os antes de la reedificaci�n de Jerusal�n; porque entonces el restablecimiento de la teocracia empez�, es decir en el regreso de Esdras a Jerusal�n, a�o 457 a. de J. C. As� empiezan los setenta a�os de cautividad, seg�n Jerem�as, en el a�o 606 antes de Cristo, diez y ocho a�os antes de la destrucci�n de Jerusal�n, porque entonces dej� de existir Jud� como teocracia independiente, habiendo ca�do bajo el poder de Babilonia. Dos per�odos se mencionan en Esdras: 1. El regreso del cautiverio bajo Jes�a y Zorobabel, y la reedificaci�n del templo, lo que fu� la primera ansiedad de la naci�n teocr�tica. 2. El regreso de Esdras (considerado por los jud�os como un segundo Mois�s) de Persia a Jerusal�n, la restauraci�n de la ciudad, la nacionalidad y la ley. Artajerjes, en el a�o siete de su reinado, le di� la comisi�n que virtualmente incluye el permiso de reedificar la ciudad, permiso despu�s confirmado y ejecutado por Nehem�as en el a�o veinte (Ezr 9:9; Ezr 7:11, etc.); el v. 25, �desde la salida de la palabra para restaurar y edificar a Jerusal�n�, prueba que se refiere al segundo de los dos per�odos. Las palabras en el v. 24 no son �determinadas sobre la santa ciudad�; sino �sobre tu pueblo y tu santa ciudad�, as� entonces la restauraci�n de la pol�tica religiosa nacional y de la ley (la obra interna cumplida por Esdras el sacerdote), y la reedificaci�n de las casas y muros (la obra exterior de Nehem�as, el gobernador), est�n inclu�das las dos cosas en el v. 25, �restaurar y edificar a Jerusal�n�. �Jerusal�n� representa tanto la ciudad, el cuerpo, como la congregaci�n, el alma del estado. V�ase Salmos 46, 48 y 87. El punto de partida de las setenta semanas se contaba desde los ochenta y un a�os despu�s que recibi� Daniel la profec�a: siendo el objeto no el de fijar para �l definitivamente el tiempo, sino para la iglesia: la profec�a le ense�� a �l que la redenci�n mesi�nica, que �l cre�a cercana, estaba separada de �l por medio milenio, por lo menos. Se manten�a suficientemente viva la expectativa por el concepto general del tiempo; no s�lo los jud�os sino muchos gentiles esperaban que se levantar�a desde Judea alg�n gran Se�or de la tierra en aquel mismo tiempo (T�cito, Historia 5:13; Suetonio, Vespaciano, 4). Que Esdras haya puesto a Daniel inmediatamente antes de su propio libro y el de Nehem�as, se deb�a tal vez a su convicci�n de que �l mismo hab�a efectuado el principio del cumplimiento de la profec�a (cap. 9). [Auberlen.] determinadas-lit., �cortadas�, es decir, de todo el curso del tiempo, para que Dios tratara de una manera particular con Jerusal�n tu � tu-Daniel en su oraci�n hab�a hablado repetidas veces de Israel como �tu pueblo, tu santa ciudad�; pero en contestaci�n Gabriel habla de ellos como el pueblo y ciudad de Daniel (�tu pueblo � tu santa ciudad�), dando a entender Dios de esta manera que mientras no sea tra�da �la justicia de los siglos� por el Mes�as, �l no podr�a reconocerlos como suyos propios [Tregelles] (V�ase Exo 32:7). M�s bien, como Dios quiere consolar a Daniel y los jud�os piadosos, �el pueblo a favor del cual t� est�s orando con tantas ansias�; tanto peso da Dios a las intercesiones de los justos (Jam 5:16-18). acabar la prevaricaci�n-lit., �encerrar�; quitar de la vista de Dios, abolir (Psa 51:9). (Lengkerke). Los setenta a�os de destierro fu� un castigo por los pecados del pueblo, mas no una expiaci�n completa de ellos; la expiaci�n no vendr�a sino despu�s de setenta semanas prof�ticas, por medio del Mes�as. concluir el pecado-El hebreo dice: �robar�, es decir, esconder de la vista (por la costumbre de sellar cosas para ser escondidas, v�ase Job 9:7), es la traducci�n que tiene mejor apoyo. expiar la iniquidad-lit., �cubrir�, tapar como con alquitr�n (Gen 6:14). V�ase Psa 32:1. traer la justicia de los siglos-es decir, la restauraci�n del estado normal entre Dios y el hombre (Jer 23:5-6); a continuar eternamente (Heb 9:12; Rev 14:6). sellar la visi�n y la profec�a-lit., sellar �al profeta�. Para dar el sello de confirmaci�n al profeta y su visi�n por medio del cumplimiento. ungir al Santo de los santos-primeramente, �ungir� o consagrar despu�s de su profanaci�n, el lugar Sant�simo; pero tambi�n ungir al Mes�as, el antitipo del lugar Sant�simo (Joh 2:19-22). El propiciatorio en el templo (la misma palabra griega expresa el asiento de misericordia y propiciaci�n), que los jud�os esperaban en la restauraci�n a su regreso de Babilonia, tendr� su verdadera realizaci�n en el Mes�as. Porque s�lo cuando �el pecado ha conclu�do�, puede manifestarse perfectamente la presencia de Dios. Acerca de �ungir�, v�ase Exo 40:9, Exo 40:34. El Mes�as fu� ungido por el Esp�ritu Santo (Act 4:27; Act 10:38). As�, m�s tarde el Mes�as Dios �ungir� o consagrar� con su presencia el lugar santo en Jerusal�n (Jer 3:16-17; Eze 37:27-28), despu�s de su profanaci�n por el Anticristo, de lo cual fu� un tipo, la fiesta de dedicaci�n despu�s de la profanaci�n por Ant�oco.
25. desde la salida de la palabra-es decir, el mandato de parte de Dios, donde tuvo su origen el decreto del rey persa (Ezr 6:14). Auberlen hace notar que hay un Apocalipsis en cada Testamento. El prop�sito en cada uno es el de recapitular todas las profec�as anteriores, antes de los �tiempos angustiosos� de los gentiles, cuando no hab�a de tener revelaci�n. Daniel recapitula toda la profec�a mesi�nica anterior, separando en sus fases individuales lo que los profetas hab�an visto en una misma perspectiva, el libramiento temporal de la cautividad y el final libramiento mesi�nico antit�pico. Las setenta semanas est�n separadas en tres partes desiguales: siete, sesenta y dos, y una. El a�o septuag�simo es la consumaci�n de los per�odos anteriores, as� como el d�a sab�tico de Dios sigue a los d�as de trabajo; una idea sugerida por la divisi�n en semanas. En las sesenta y nueve semanas es restaurada Jerusal�n, y as� un lugar es preparado para el Mes�as en donde efectuar su obra sab�tica (vv. 25, 26) de �confirmar el pacto� (v. 27). El tiempo mesi�nico es el �sabbath� de la historia de Israel, en el cual ten�a el ofrecimiento de todas las misericordias de Dios, pero en el cual Israel es cortado por un tiempo a causa de su rechazo de las mismas misericordias. As� como las setenta semanas terminan con siete a�os, o una semana, as� empiezan con siete veces siete, es decir, siete semanas. As� como la septuag�sima semana est� separada de las dem�s, como per�odo de revelaci�n, as� podr� ser con las siete semanas. El n�mero siete siempre se asocia con la revelaci�n; porque los siete esp�ritus de Dios son los mediadores de todas sus revelaciones (Rev 1:4; Rev 3:1; Rev 4:5). Diez es el n�mero de lo que es humano; es decir, los poderes mundiales en diez cabezas y diez cuernos (cap. 2:42; 7:7). Setenta es diez multiplicado por siete, lo humano moldeado por lo divino. Los setenta a�os de destierro simbolizan el triunfo de los poderes mundiales sobre Israel. En las siete veces setenta a�os est� contenido tambi�n el n�mero mundial diez, es decir, el pueblo de Dios todav�a est� bajo el poder del mundo (�tiempos angustiosos�); pero el n�mero divino es multiplicado por s� mismo; siete veces siete a�os, al principio de un per�odo de revelaci�n del Antiguo Testamento al pueblo de Dios por medio de Esdras, Nehem�as y Malaqu�as, cuyas labores se extienden sobre casi medio siglo, o siete semanas, y cuyos escritos son los �ltimos del canon; y al fin, siete a�os, el per�odo de la revelaci�n del Nuevo Testamento en el Mes�as. Las siete semanas de a�os que comienzan la revelaci�n del Nuevo Testamento, se pasan r�pidamente, a fin de que el �nfasis principal descanse en la semana mesi�nica. Sin embargo, las siete semanas de la revelaci�n del Antiguo Testamento, son se�aladas por su separaci�n de las sesenta y dos, para estar por encima de las sesenta y dos, cuando no hab�a de haber revelaci�n. el Mes�as Pr�ncipe-Hebreo, �Ungido�. �Nagid�, Mes�as es el t�tulo de Jes�s con respecto a Israel (Psa 2:2; Mat 27:37, Mat 27:42). Nagid, como Principe de los gentiles (Isa 55:4). Nagid se refiere a Tito, s�lo como representante de Cristo, quien designa la destrucci�n romana de Jerusal�n como en un sentido, su venida (Mateo cap. 24; Joh 21:22). Mes�as indica su llamamiento; Nagid, su poder. El ha de ser �cortado, y no habr� nada para �l�. (As� debe traducirse del hebreo el v. 26, �no por s�). Sin embargo, �l es �el pr�ncipe�, que ha de �venir�, por su representante primero para imponer justicia, y al fin en persona. el muro-la �trinchera�, o �baluarte escarpado�. [Tregelles.] La �plaza y trinchera� incluyen la completa restauraci�n de la ciudad exterior e interiormente, que se hac�a durante las sesenta y nueve semanas.
26. despu�s de las sesenta y dos semanas-En este vers�culo y el v. 27, el Mes�as se hace el sujeto prominente, mientras que la suerte de la ciudad y del santuario es secundaria, siendo mencionados s�lo en las segundas mitades de los vers�culos. El Mes�as aparece en un aspecto doble: salvaci�n a los creyentes, juicios sobre los incr�dulos (Luk 2:34; v�ase Mal 3:1-6; Mal 4:1-3). Repetidas veces, durante la Semana Santa, �l se asociaba con la destrucci�n de la ciudad, como causa y efecto, el que fuera �l �cortado� (Mat 21:37-41; Mat 23:37-38; Luk 21:20-24; Luk 23:28-31). Israel naturalmente podr�a esperar el reino glorioso del Mes�as, si no despu�s de los sesenta a�os de cautividad, por lo menos al fin de las setenta y dos semanas; pero en lugar de esto, habr� la muerte y la destrucci�n subsiguiente de Jerusal�n. no por s�-m�s bien, �no habr� nada para �l� [Hengstenberg]; no que sea frustrado el real objeto de su venida ( su reino espiritual); sino que el reino terrenal esperado por los jud�os, por el momento quedar�a en la nada, y no realizado en aquel entonces. Tregelles refiere el t�tulo �el Pr�ncipe� (v. 25) al tiempo de su entrada a Jerusal�n montado en un asno, su �nica presentaci�n como rey, y que seis d�as despu�s fu� muerto como �el rey de los jud�os�. el pueblo de un pr�ncipe-es decir, los romanos, capitaneados por Tito, el representante de los poderes mundiales, finalmente a ser transferido al Mes�as, �el Pr�ncipe�; as� llamado por el t�tulo del Mes�as, como tambi�n por ser enviado por �l, como su instrumento de juicio (Mat 22:7). el fin de ella-del santuario. Tregelles cree que quiere decir �el fin del Pr�ncipe�, la �ltima cabeza del poder romano, el Anticristo. con inundaci�n-es decir, de guerra (Psa 90:5; Isa 8:7-8; Isa 28:18). Dando a entender lo completo de la cat�strofe, �no ser� dejada aqu� una piedra sobre otra�. hasta el fin de la guerra-m�s bien, �hasta el fin hay guerra�.
27. confirmar� el pacto-Cristo. La confirmaci�n del pacto es referida a Cristo en otros lugares. Isa 42:6, �Te pondr� por alianza del pueblo� (es decir, Aquel en quien el pacto entre Israel y Dios se expresa personalmente); v�ase Luk 22:20, �El nuevo pacto en mi sangre�; Mal 3:1, �el �ngel del pacto�; Jer 31:31-34, describe el pacto mesi�nico en pleno. Contr�stese el cap. 11:30, 32, �enojar�se contra el pacto�; �violadores del pacto�. La profec�a de que el Mes�as �confirmar�a el pacto con muchos�, consolar�a a los fieles en tiempos de Ant�oco, quienes sufr�an en parte por las persecuciones de los enemigos, y en parte por amigos falsos (cap. 11:33-35). De ah� resulta la semejanza del lenguaje aqu� y en el cap. 11:30, 32, respecto a Ant�oco, el tipo del Anticristo. a muchos-(Isa 53:11; Mat 20:28; Mat 26:28; Rom 5:15, Rom 5:19; Heb 9:28). a la mitad de la semana-las setenta semanas se extienden hasta el a�o 33 de la era cristiana. Israel no fu� destru�do literalmente sino en el a�o 79, aunque virtualmente lo fu� en el a�o 33, como tres o cuatro a�os despu�s de la muerte de Cristo, cuando el evangelio era predicado exclusivamente a los jud�os. Cuando los jud�os persiguieron a la iglesia y apedrearon a Esteban (Hechos 7), el plazo de la gracia termin� (Luk 13:7-9). Habiendo rechazado Israel a Cristo, fu� rechazado por Cristo, y desde entonces se cuenta como muerto (v�ase Gen 2:17 con 5:5; Hos 13:1-2), siendo la literal destrucci�n por Tito la consumaci�n del traslado del reino de Dios desde Israel a los gentiles (Mat 21:43), el cual no ha de ser restaurado a Israel sino en la segunda venida de Cristo, cuando Israel estar� a la cabeza de la humanidad (Mat 23:39; Act 1:6-7; Rom 11:25-31; Rom 11:15). El intervalo forma para el pueblo del pacto un gran par�ntesis. har� cesar el sacrificio y la ofrenda-distinto del �quitar� temporalmente el �continuo sacrificio� por Ant�oco (cap. 8:11; 11:31). El Mes�as har� que cesen completamente todos los sacrificios y las ofrendas en general. Hay aqu� una alusi�n s�lo al acto de Ant�oco; para consolar al pueblo de Dios, cuando el culto del sacrificio ha de ser hollado, dirigiendo su atenci�n a los tiempos mesi�nicos cuando vendr�a la salvaci�n completa, y sin embargo cesar�an los sacrificios. Este es el mismo consuelo que daban Jerem�as y Ezequiel, cuando amenazaba la destrucci�n de Jerusal�n por Nabucodonosor (Jer 3:16; Jer 31:31; Eze 11:19). Jes�s muri� a la mitad de la �ltima semana, a�o 30. Su vida prof�tica dur� tres a�os y medio; el mismo tiempo durante el cual �los santos son entregados en mano� del Anticristo (cap. 7:25). Tres y medio no indican, como los diez, el poder del mundo en su plenitud, sino (mientras opuesto al poder divino el cual se expresa por siete) quebrado y derrotado en su aparente triunfo; porque inmediatamente despu�s de las tres veces y media, el juicio cae sobre los victoriosos poderes mundiales (cap. 7:25, 26). As� la muerte de Jes�s parec�a el triunfo del mundo, pero fu� en realidad su derrota (Joh 12:31). La rotura del velo del templo se�al� la cesaci�n de los sacrificios por la muerte de Cristo (Lev 4:6, Lev 4:17; Lev 16:2, Lev 16:15 : Heb 10:14-18). No puede haber pacto sin sacrificio (Gen 8:20; Gen 9:17; Gen 15:9, etc.; Heb 9:15). Pero aqu� el viejo pacto ha de ser confirmado, mas de una manera peculiar al Nuevo Testamento, es decir, por el �nico sacrificio, que pondr�a fin a todos los sacrificios (Psa 40:6, Psa 40:11). As� cuando los ritos lev�ticos se acercaban a su fin, Jerem�as, Ezequiel y Daniel, con una claridad cada vez mayor, oponen el nuevo pacto espiritual a los elementos terrenales y pasajeros del pacto viejo. la muchedumbre de las abominaciones-A causa de las �abominaciones� cometidas por el pueblo perverso con el Ser Santo, �ste no s�lo destruir� la ciudad y el santuario (v. 25), sino que continuar� su desolaci�n hasta el tiempo �determinado� por Dios (la frase citada de Isa 10:22-23), cuando finalmente el poder mundial ser� juzgado y el dominio ser� dado a los santos del Alt�simo (cap. 7:26, 27). Auberlen traduce: �A causa de la cumbre desoladora de abominaciones (v�ase cap. 11:31; 12:11; as� la repetici�n de la misma cosa como en el v. 26 es evitada); y hasta la consumaci�n que est� determinada, se derramar� (la maldici�n, v. 11, predicha por Mois�s) sobre el pueblo desolado�. Israel lleg� al �pice de abominaciones, que trajeron la desolaci�n (Mat 24:28), s�, y lo que es la desolaci�n misma, cuando despu�s de asesinar al Mes�as, ellos ofrec�an sacrificios mosaicos en forma, pero paganos en esp�ritu (V�ase Isa 1:13; Eze 5:11). Cristo se refiere a este pasaje (Mat 24:15): �Cuando viereis la abominaci�n del asolamiento, que fu� dicha por Daniel profeta, que estar� en el tugar santo,� (estas �ltimas palabras se dan por entendidas en �abominaciones� como cometidas contra el santuario. Tregelles traduce: �Sobre el ala de abominaciones habr� lo que causa desolaci�n�; es decir, un �dolo colocado sobre un ala o pin�culo del templo (v�ase Mat 4:5) por el Anticristo, quien hace un pacto con los jud�os restaurados para la �ltima de las setenta semanas de a�os (cumpliendo las palabras de Jes�s: �Si otro viene en su propio nombre, le recibir�is�), y por los tres primeros a�os y medio lo guarda, y luego en medio de la semana lo viola, causando la cesaci�n de los sacrificios diarios. Tregelles as� identifica la �ltima media semana con el tiempo, tiempos y el medio de un tiempo de las persecuciones del cuerno peque�o (cap. 7:25). Pero de esta manera hay una brecha de 1830 a�os por lo menos puesta entre las sesenta y nueve semanas y la semana septuag�sima. Sir Isaac Newton explica el ala (�desparramadora�) de abominaciones como las ense�as (�guilas) romanas tra�das a la puerta oriental del templo, y all� teniendo sacrificios dedicados a ellas por los soldados; la guerra, que termin� en la destrucci�n de Jerusal�n, dur� desde la primavera del a�o 67 hasta el oto�o del 70, es decir justamente tres a�os y medio, o la �ltima media semana de a�os (Josefo, Guerras Jud�as, 6:6). derramar�se � sobre el pueblo asolado-Tregelles traduce: �el causante de desolaci�n�, es decir, el Anticristo. V�ase �abominaci�n espantosa� (cap. 12:11), o �abominaci�n desoladora�. Tal vez las dos interpretaciones del pasaje entero ser�n en parte verdaderas; siendo el desolador, Tito, un tipo del Anticristo, el final desolador de Jerusal�n. Bacon (Adv. Lern2Sa 2:3), dice: �Las profec�as son de la naturaleza del Autor, con quien mil a�os son como un d�a; y por este motivo no son cumplidas puntualmente, sino teniendo un desarrollo de germinaci�n y brote a trav�s de muchos a�os, aunque la altura y plenitud de ellas, pueden referirse a una sola edad.

Información bibliográfica
Jamieson, Robert, D.D.; Fausset, A. R.; Brown, David. "Comentario sobre Daniel 9". "Comentario Crítico y Explicativo sobre Toda la Biblia - Sin abreviar". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/jfu/daniel-9.html. 1871-8.