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Saturday, September 28th, 2024
the Week of Proper 20 / Ordinary 25
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Bible Commentaries
Comentario de Sutcliffe sobre el Antiguo y el Nuevo Testamento Comentario de Sutcliffe
Declaración de derechos de autor
Estos archivos son de dominio público.
Texto cortesía de BibleSupport.com. Usado con permiso.
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Información bibliográfica
Sutcliffe, Joseph. "Comentario sobre 1 Samuel 16". Comentario de Sutcliffe sobre el Antiguo y el Nuevo Testamento. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/jsc/1-samuel-16.html. 1835.
Sutcliffe, Joseph. "Comentario sobre 1 Samuel 16". Comentario de Sutcliffe sobre el Antiguo y el Nuevo Testamento. https://beta.studylight.org/
Versículos 1-23
1 Samuel 16:7 . El Se�or le dijo a Samuel. Una nube de pruebas demuestra que el Verbo Eterno acompa�� personalmente a los santos profetas y habl� con ellos por voz en visi�n abierta. �Qu� naci�n ten�a Dios tan cerca de ellos?
1 Samuel 16:13 . Lo ungi�. David ciertamente sab�a que esta era la unci�n real, y sinti� que el Esp�ritu la acompa�aba. Pero los cr�ticos est�n de acuerdo en que sus hermanos entonces no lo entendieron as�.
1 Samuel 16:15 . Un esp�ritu maligno del Se�or lo turb�. Despu�s, el esp�ritu maligno parti� o ascendi� de �l: 1 Samuel 16:23 . La LXX en ambos lugares tiene esp�ritu maligno , que se sigue en lat�n e ingl�s De Dios, �rabe, "con el permiso de Dios". Los padres dicen que este esp�ritu era un demonio, pero los modernos piensan que era un demonio que excitaba la melancol�a, la furia y la ira; un esp�ritu de miedo y celos.
1 Samuel 16:23 . David tom� un arpa y toc�. Ovidio celebra la fama de Orfeo, que supo tocar tanto el la�d y el arpa, que los r�os detuvieron su curso para escuchar; las rocas, los bosques y los bosques se movieron y se unieron al canto. Los leones, los tigres y los osos olvidaron su ferocidad natural y fueron domesticados.
Metam. 10 . 11. La moraleja es que Orfeo, con los poderes de la m�sica y el canto, abland� los corazones y los modales feroces de los tracios. Los p�jaros y las bestias a menudo se ven afectados por los poderes de la m�sica.
REFLEXIONES.
En verdad, no es del que quiere ni del que corre. Cuando Dios ten�a una gran obra que hacer en la tierra, llam� a los instrumentos de los tesoros de su providencia. Los hombres santos no participaron en su llamado y elevaci�n. El Se�or fij� su mirada en David, un joven rubicundo en persona; y en el alma un hombre conforme a su coraz�n. Ten�a menos de veinte a�os, como se desprende de que no est� contado para la guerra.
F�jense en la santidad secreta con la que el cielo procedi� en su obra. El duelo de Samuel es finalmente reemplazado por una revelaci�n de que Dios hab�a elegido un nuevo rey; y sus temores se alivian con la orden de sacrificar una ofrenda de paz en Bel�n. Aqu� el profeta moribundo revivir�a. Ahora ver�a, seg�n la predicci�n de Jacob, el cetro invertido en Jud�, de quien no deber�a apartarse hasta el advenimiento del verdadero Silo.
Ahora Samuel esperar�a por su pa�s, y esperar�a por la iglesia. Nunca hizo un viaje con una mente tan dispuesta, o aparentemente con pasos tan ligeros. Consider� esta misi�n como el acto glorioso y culminante de todas sus l�grimas y esfuerzos por Israel. Hab�a visto poco m�s que una sucesi�n de problemas; poco m�s que tinieblas y nubes en su pa�s; pero ahora se levant� la estrella de la ma�ana, y con un resplandor que auguraba un d�a eterno.
Samuel se instal� con Isa� y contempl� a sus siete hijos altos y esperanzados. Felices frutos de la fe de Rahab; feliz progenie de la virtuosa Rut; una vez extranjeros al pacto, pero honrados por la piedad por encima de las v�rgenes nacidas libres de la tierra. Con la excelente apariencia de Eliab, en persona no inferior a Sa�l, Samuel qued� particularmente impresionado. Seguramente, dijo, el ungido del Se�or est� delante de �l. F�jense, por tanto, que la revelaci�n se dio con moderaci�n; el m�s sabio de los profetas no sab�a nada del futuro sino lo que el Se�or revel�.
La revelaci�n por visi�n era totalmente distinta del curso de pensamiento m�s abstracto; tanto es as� que contrarrest� todos los pensamientos y prejuicios de Samuel. Dec�a, el Se�or no los ha elegido. Entonces se pregunt� por David, el menor y el ausente; y Samuel estaba tan ansioso por verlo, que afirm� que no comer�a hasta que llegara. Y �oh, las emociones que llenar�an el alma del profeta al ver a la hermosa joven! Vio m�s lejos que la familia asombrada: vio en �l la gloria y la salvaci�n de Israel.
Vio la gloria del Mes�as; pero no pudo descifrar el inefable lenguaje del Esp�ritu. Por tanto, lo ungi� en presencia de todos sus hermanos; pero su silencio los dej� para conocer en el futuro el objeto de esta unci�n. Supondr�an que David ser�a profeta o juez, porque entonces no podr�an tener la m�s lejana esperanza de la dignidad real.
Esta unci�n de Samuel, al parecer, estuvo ricamente acompa�ada de las correspondientes dotaciones del Esp�ritu; para la m�sica y la composici�n de los Salmos. El miedo, en cierto modo, lo abandon�. Mientras cuidaba el reba�o de su padre, vino un le�n y se llev� un cordero, y en el ardor de su alma lo hiri� y lo parti� en pedazos. Un oso al que sirvi� de la misma manera; porque Dios lo conducir�a gradualmente al ejercicio del valor y la adquisici�n de la gloria.
S�, tanto estaba dotado de excelentes dones, que Eliab, excitado por la envidia, le reproch� el descuido del reba�o y la ambici�n de ver la batalla. As�, desde el principio, vemos en David, es decir, amado, una figura de nuestro Salvador en su nombre, en su profesi�n y en el lugar de su nacimiento. Pero cu�n singular e instructiva es la consideraci�n de que cuando David se levant�, Sa�l se hundi�; como uno recibi� el Esp�ritu, el otro lo perdi�.
Una melancol�a feroz se apoder� del alma del rey culpable y abatido, melancol�a de la que Satan�s se aprovech� especialmente. La vida de su familia, sus cortesanos y guardias, a menudo era insegura. El joven ungido fue llevado a la corte e introducido en los c�rculos de la sociedad que contribuyeron a su futura elevaci�n. Logr�, gracias a los poderes de la m�sica, hacer que el rey se sintiera m�s feliz.
Todas las naciones antiguas han admitido sus poderes para curar diversas enfermedades, para componer la ira y proporcionar placer en casos de melancol�a. Qu� l�stima que Satan�s lo absorba casi por completo para calmar la conciencia culpable y retener a los disipados con un hechizo fatal, hasta que la venganza del cielo transforme su melod�a en duelo y en los amargos aullidos del dolor eterno.