Bible Commentaries
1 Tesalonicenses 1

Comentario de Sutcliffe sobre el Antiguo y el Nuevo TestamentoComentario de Sutcliffe

Versículos 1-10

1 Tesalonicenses 1:1 . Paul y Silvanus. Este �ltimo se denomina as� en otros pasajes de las Escrituras, siendo ese el nombre con el que era conocido por los gentiles. 2 Corintios 1:19 ; 2 Tesalonicenses 1:1 .

Otro ap�stol lo distingue honorablemente como "un hermano fiel". 1 Pedro 5:12 . El nombre de Silvanus aparece en la Biblia Vulgata, pero Jer�nimo, al escribir contra los pelagianos, lo llama Silas, su nombre hebraico. Probablemente era igual a Pablo en a�os, siendo considerado uno de los setenta disc�pulos. Silas estaba en Iconio antes de la llegada de Pablo.

Hechos 15:34 ; Hechos 15:40 .

A Timoteo, a quien se le dio el Esp�ritu Santo por imposici�n de las manos de Pablo, tambi�n se le une el nombre de Pablo, que es tanto hombre santo como divinamente inspirado. Silas, nombrado por primera vez en Hechos 15:22 , se describe como uno de los principales hombres entre los hermanos de Judea. V�ase tambi�n Hechos 16:1 .

Pablo dirige esta ep�stola a la iglesia de los Tesalonicenses; pero luego cambia de forma y llama a las iglesias, hermanos y santos, amados de Dios, santificados y fieles en Cristo Jes�s. Abre la ep�stola con efusiones de su alma, en gracia y paz de Dios nuestro Padre; por lo cual entendemos todo el amor de Dios en Cristo Jes�s, y toda la plenitud de bendici�n que fluye a trav�s de �l como fuente de vida, en incesantes corrientes de paz y gozo. El alma de Pablo, llena de gracia, estalla de una vez en todas estas formas felices de palabras, para consolar y edificar al reba�o.

1 Tesalonicenses 1:2 . Damos gracias a Dios siempre por todos ustedes. Ninguna de las iglesias le dio al ap�stol mayor gozo que las de Tesal�nica y Macedonia. Su n�mero es grande y su obra de fe abundante en todas las formas de caridad; su labor de amor, buscando las almas de los hombres, no superada ni siquiera en Jerusal�n; y su paciencia de esperanza, que sosten�a los ultrajes de los hombres imp�os e irracionales, los hizo hermosos incluso a los ojos de Dios el Padre.

1 Tesalonicenses 1:4 . Sabiendo, hermanos amados, su elecci�n de Dios, por todas estas pruebas completas de su regeneraci�n. Los jud�os ahora no tienen nada de qu� jactarse de ti, con respecto a la gracia peculiar del pacto de Abraham, porque fuiste igualmente incluido en la promesa, que todas las naciones gentiles de la tierra ser�an bendecidas en Cristo, la Simiente prometida, el Hijo, el Se�or. de todo. De conformidad con todas las promesas hechas a los gentiles, has sido llamado con un llamamiento elevado y santo.

1 Tesalonicenses 1:5 . Nuestro evangelio no lleg� a ustedes solo en palabras, sino tambi�n en poder. Los argumentos fueron demostrativos, la unci�n divina. �C�mo deber�a ser de otra manera? La idolatr�a canosa se arraig� en sus corazones, una religi�n que se adaptaba a sus pasiones y, a menudo, con sus fiestas, los impulsaba a cometer el peor de los cr�menes.

Los sacerdotes en todos sus templos incitaban al pueblo a vengar los insultos ofrecidos a sus dioses; y los jud�os, a�n m�s empedernidos, persistieron en perseguir a los ap�stoles con violencia e indignaci�n. �C�mo habr�an de realizar una obra tan grande por unos pocos extra�os, sin dinero y sin amigos, a menos que los sellos y las se�ales de la presencia divina hubieran acompa�ado a su ministerio? El �xito fue sin ejemplo; la palabra del Se�or tuvo curso libre; corri� y fue glorificado.

El evangelio les lleg� en el Esp�ritu Santo, quien en su subsistencia divina o persona ilumin� la mente, calent� el coraz�n y perfeccion� la conversi�n de los pecadores a Dios. Vino con toda la gloria y el poder prometido por los profetas.

El evangelio tambi�n les lleg� con mucha seguridad; s�, con la plena seguridad de la fe y la plena seguridad de la esperanza, como es la asociaci�n de la palabra en Hebreos 6:11 ; Hebreos 10:22 . El evangelio, como un torrente obstruido por un banco, rompi� toda oposici�n.

Abri� las escrituras antiguas de una manera luminosa. Fue hecho poder de Dios para salvaci�n a todo aquel que creyera. Inmediatamente se apartaron de los �dolos mudos para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar a su Hijo del cielo.

1 Tesalonicenses 1:6 . Ustedes se hicieron seguidores de nosotros e [imitadores] del Se�or, habiendo recibido la palabra en mucha aflicci�n. Esta tormenta de persecuci�n, aunque parece que no se registra en ninguna parte, fue severa, y los comentaristas generalmente infieren del cap. 1 Tesalonicenses 4:13 , que algunos de los hermanos hab�an sido masacrados o martirizados; sin embargo, hab�an soportado la tempestad y sufrido con gozo. La piedad que los atrajo a seguir al Cordero les permiti� sufrir por �l.

1 Tesalonicenses 1:7 . De modo que ustedes fueron ejemplos y modelos, para que todos de ustedes hicieran sonar la palabra del Se�or, como la trompeta de jubileo, no solo en Macedonia y Acaya, sino tambi�n en todo lugar. Mientras Pablo estaba en Corinto, su alma expansiva no pod�a ser confinada dentro de los muros de una ciudad, hab�a hecho excursiones a Acaya. En estos �ltimos tiempos, no tenemos las ideas adecuadas de la gloria del evangelio en su progreso inicial. Hombres en multitudes abrazaron la fe, y la palabra corr�a como fuego entre la hojarasca.

1 Tesalonicenses 1:9 . De los �dolos os volvisteis a Dios para servir al Dios vivo y verdadero. La ant�tesis anima la expresi�n, �dolos hechos con manos contrastados con el Dios vivo. Zanchius, un divino suizo, cita aqu� a T�cito, quien afirma que los dioses, como los J�piter locales, Neptuno y otros, no pod�an crear y dotar de vida a los seres vivos de la tierra.

Los eruditos entre los gentiles ciertamente obtuvieron mucha luz, ya sea de las sibilas, o de las Sagradas Escrituras, traducidas por la LXX, y llevadas a todas partes por los jud�os en su dispersi�n entre todas las naciones.

1 Tesalonicenses 1:10 . Esperar a su Hijo del cielo. Dulce esperanza, el agregado de todas las dem�s esperanzas. Entonces las tempestades no rugir�n m�s; veremos al que muri� y resucit�, el cual nos redimir� de la muerte y nos librar� de la ira venidera.

REFLEXIONES.

Los santos ap�stoles se unen aqu� en muchos lugares a Pablo, dando gracias a Dios por las riquezas de la gracia conferidas a los santos, al engendrarlos nuevamente a una esperanza viva por la resurrecci�n de Cristo de entre los muertos. �Qu� gracia, qu� amor, qu� honor es consecuencia de la conversi�n! El cielo no guarda gozo en el d�a de nuestros esponsales.

La piedad de los tesalonicenses y de las iglesias m�s j�venes de Macedonia se distingue por tres caracter�sticas. Su fe, sencilla, pura y viva: las dudas y los temores les eran desconocidos. Cre�an en el Evangelio porque hab�an sentido su poder y disfrutaban de su consuelo y apoyo. Y estando seguros de esto, creyeron todas las dem�s promesas del Se�or, como los ni�os peque�os creen las palabras de su padre. Saben que un padre no les mentir� ni los enga�ar�.

La piedad de aquellos griegos se distingu�a igualmente por el trabajo del amor. Al ser ellos mismos iluminados y felices, buscaron hacer felices a los dem�s, arrancarlos como tizones del fuego y salvarlos de las tinieblas de la �poca. Sus labores de amor se extend�an a las necesidades externas de los hombres, siendo ellos mismos a menudo opulentos, y algunos de ellos nobles; porque el amor hace a todos uno. Su paciencia, y todas sus gracias pasivas en el tiempo de la prueba, brillaron con un brillo igual a sus virtudes activas. Lloraron por la p�rdida de sus hermanos, pero no se desmayaron cuando se les llam� a beber de la copa de su Salvador. Si abundaban sus sufrimientos por Cristo, abundaban tambi�n sus consolaciones de Cristo.

Ver el brazo del Se�or revelado en la conversi�n de multitudes, y desafiando la tierra y el infierno, una obra incre�ble, y m�s all� de las conjeturas, tendi� mucho m�s a aumentar y confirmar su fe. Lo que predic� un Redentor crucificado a los gentiles, crey� en el mundo; templos abandonados, demonios despreciados y levantamiento de iglesias; una naci�n nacida en un d�a, �y casi sin ayuda humana! Sin duda, este debe ser el dedo de Dios.

Debe ser el desarrollo del amor de elecci�n de Dios, de sus prop�sitos y promesas desde la fundaci�n del mundo, hacer a los gentiles coherederos con los jud�os de la gracia del evangelio. Muestras de gracia y misericordia tan divinas deben ser la m�s segura prenda de las promesas de la segunda venida del Salvador, que igualmente se cumplir�n y con m�s abundantes manifestaciones de su gloria.

Información bibliográfica
Sutcliffe, Joseph. "Comentario sobre 1 Thessalonians 1". Comentario de Sutcliffe sobre el Antiguo y el Nuevo Testamento. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/jsc/1-thessalonians-1.html. 1835.