Bible Commentaries
Colosenses 3

Comentario de Sutcliffe sobre el Antiguo y el Nuevo TestamentoComentario de Sutcliffe

Versículos 1-25

Colosenses 3:1 . Entonces, si hab�is resucitado con Cristo, sobre las tinieblas y el letargo del mundo presente, como en Colosenses 2:20 , Colosenses 2:20 conforme a vuestra esperanza, buscando las cosas de arriba. Esta idea ocurre a menudo, y es la m�s digna de menci�n aqu�, porque conecta una gran cadena de argumentos.

Cristo por su resurrecci�n fue liberado de las tinieblas del sepulcro, por lo que los creyentes son alumbrados en el Se�or. �l fue liberado del poder de la muerte, al igual que los regenerados de su muerte espiritual en delitos y pecados. Su resurrecci�n fue efectuada por la gloria de Dios el Padre, al igual que la regeneraci�n por la obra eficaz del Esp�ritu Santo. Su resurrecci�n fue el gozo del cielo y de la tierra, y los �ngeles se regocijan por la conversi�n de un pecador.

La iglesia tambi�n bendice a Dios porque los pecadores son engendrados de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, sin mancha y que no se marchita. Cristo resucit� a una vida espiritual de comuni�n con el Padre y con todos los santos; y lo mismo ocurre con todos los regenerados. Cristo ascendi� a la diestra del Padre, la sede del poder y el dominio; de modo que nuestro amor por �l, en medio de todos los cambios de la vida presente, nos ense�a a tener una mentalidad celestial. Ver en Juan 20 . y Hechos 1:8 .

Colosenses 3:3 . Tu vida est� escondida con Cristo en Dios. El mundo no sabe nada de c�mo esta chispa se encendi� por primera vez en tu coraz�n; no saben cu�les fueron tus suspiros y dolores hasta que encontraste la paz; no saben qu� puntos de vista conmovedores tuviste del Salvador, cuando pod�as creer plenamente con el coraz�n para la justicia; ni pueden en absoluto obstaculizar la dulce relaci�n que tienes en soledad con el Se�or. Pero pronto la llama oculta se encender� con gloria ante su aparici�n.

Colosenses 3:5 . Mortifica, pues, a tus miembros. Ver 1 Corintios 6:9 ; G�latas 5:21 .

Colosenses 3:9 . Hab�is quitado al anciano con sus obras, y hab�is revestido al nuevo. El anciano es nuestra naturaleza corrupta, el pecado original personificado, un tirano m�s opresivo que el fara�n. A veces se le llama el hombre fuerte que arm� el cuerpo de los pecados de la carne, la sabidur�a de abajo, terrenal, sensual, diab�lica, la mente carnal, el pecado que habita en nosotros.

Aqu� est� nuestro opresor que lleva cautivo a la ley del pecado y la muerte. Sin embargo, hay esperanza, hay liberaci�n a trav�s de nuestro gran Redentor. Su promesa es: Si alguno guarda mi palabra, el Padre y yo lo amaremos, y vendremos y haremos nuestra morada con �l. La regeneraci�n es la cura. Toda la deidad consagrar� el alma para que sea su templo viviente. Formar� al nuevo hombre, el hombre interior del coraz�n, y lo har� crecer hasta la estatura de Cristo.

No desmayes en la pelea. La gracia reinar� para vida eterna, como el pecado rein� para muerte. Atar� al hombre fuerte y lo echar� fuera, y echar� al viejo drag�n de su asiento, con su tripulaci�n infernal.

Colosenses 3:16 . Deje que la palabra de Cristo more en usted en abundancia en toda sabidur�a. Este ser� el caso, si lo leemos y estudiamos a diario con profunda atenci�n. El buen hombre medita en la ley del Se�or tanto de d�a como de noche, y se deleita en bendecir y alabar a Dios. Los himnos de la iglesia primitiva se mencionan a menudo en la historia eclesi�stica.

Eusebio se refiere a ellos como la composici�n de hermanos fieles, que celebran la divinidad de Cristo, la Palabra de Dios. Senensius dice que los himnos de San Hilario se cantaron en toda Francia. Cris�stomo tambi�n dice que Dios nos ha dado esos dulces salmos e himnos, para elevar nuestro esp�ritu por encima de los dolores de la vida.

Colosenses 3:18 . Esposas, som�tanse a sus propios maridos. Ver notas sobre Efesios 5:22 ; Efesios 6:1 .

REFLEXIONES.

Cristianos, si est�n muertos con Cristo a los rudimentos de este mundo, vivan conforme a la gloria de su resurrecci�n. Tu esperanza ya no est� en la tumba, sino en el trono. Busca las cosas de arriba para encontrarte con �l con gozo. S�, y m�s a�n cuando su vida presente est� escondida con Cristo en Dios.

Cualquiera que sea nuestra naci�n o rango, nuestra educaci�n o circunstancias en la vida, que esta sea nuestra preocupaci�n, que podamos estar en Cristo, y Cristo en nosotros; de eso depende nuestro eterno todo. Feliz el salvaje m�s ignorante y el esclavo m�s oprimido, que as� se relaciona con la sabidur�a encarnada de Dios, y el gran Se�or de todos; infinitamente m�s all� del griego m�s cort�s, el jud�o m�s ceremonioso, el s�bdito m�s libre o el pr�ncipe m�s desp�tico, que es ajeno a tal bendici�n.

Si tenemos alguna raz�n para esperar que seamos amados por �l, miremos con compasi�n a nuestros semejantes y pong�monos de misericordia, mansedumbre, humildad, mansedumbre y paciencia. Dejemos que la gracia de Cristo, al perdonarnos gratuitamente, nos ense�e a regocijarnos en las oportunidades de imitarlo. �Deseamos sentir la paz de Dios que preside en nosotros, ejercitemos la caridad en el v�nculo de la perfecci�n, y estudiemos para ser cada vez m�s agradecidos, en cualquier puesto que estemos? observando atentamente sus ventajosas circunstancias, reflexionando especialmente sobre lo peores que podr�an haber sido las cosas y lo indignos que somos nosotros de cualquier distinci�n que Dios quiera hacer a nuestro favor.

Tenemos una raz�n especialmente grande para reconocer con gran gratitud la bondad divina, al proporcionarnos tantas ventajas religiosas, y particularmente aquellas que se relacionan con el desempe�o m�s decente y edificante del deber de la salmodia. Para proporcionarnos una correcta descarga de ella, atesoremos cuidadosamente la palabra de Cristo en nuestra mente, y estemos siempre m�s sol�citos en preservar la melod�a del coraz�n que la de la voz.

En este y en todos los dem�s servicios, h�gase todo en el nombre de Cristo, y entonces podremos esperar humildemente que todos sean aceptados por �l. Y si ese nombre imperante no nos recomienda su aceptaci�n, la pureza divina encontrar� algo en cada uno de ellos que justificar� a Dios, no solo al rechazarlos, sino tambi�n al condenarnos.

Cu�n felices ser�n personas particulares, familias y sociedades m�s grandes, si se siguen cuidadosamente estas m�ximas apost�licas. Mientras que las esposas son sumisas a sus maridos y los maridos afectuosos con sus esposas; hijos obedientes a sus padres y padres tiernos y cuidadosos con sus hijos; los sirvientes que reverencian las �rdenes de sus amos, atendiendo concienzuda y constantemente a sus intereses, y los amos preocupados por mantener toda la equidad en su comportamiento hacia aquellos de sus sirvientes que est�n m�s enteramente en su poder, recordando por todos lados la cuenta que debe darse a los Maestro supremo en los cielos, y humildemente buscaba la recompensa de la herencia.

Para ocuparnos de un cuidado constante y uniforme en todos estos diversos deberes, y hacernos verdaderamente buenos en todas las relaciones de la vida, estemos diariamente atrayendo la gracia de lo alto, continuando instant�neamente en la oraci�n; y como nuestros esp�ritus est�n tan dispuestos a volverse fr�os e indiferentes en �l, velemos por ello, no sea que en grados insensibles seamos negligentes en la ejecuci�n, y de esa negligencia venga total o frecuentemente a descuidarla.

Que toda misericordia que recibamos de Dios despierte nuestro agradecimiento y anime nuestra devoci�n; y no olvidemos en nuestras oraciones a los ministros de Cristo, sino pidamos por ellos la ayuda de lo alto que les permita abrir la boca con valent�a para declarar esa misteriosa e importante doctrina de la que est�n encargados, y de la cual la salvaci�n depende de las almas inmortales. Para hacer cumplir sus labores tanto como sea posible, agreguemos la influencia de un comportamiento regular y afable, comport�ndonos con sabidur�a hacia todos, y particularmente hacia los que son ajenos a la religi�n; y el tiempo redentor, como aquellos que conocen su importancia infinita, porque ven la eternidad conectada con �l.

Y para que no perdamos, como es tan frecuente, el tiempo que dedicamos a la conversaci�n, busquemos m�s de la sal de la gracia divina en nuestros corazones, para corregir su corrupci�n innata, y aprendamos el feliz arte de mejorar bien el discurso, y de responder a los dem�s de tal manera, que sin dictarles, les llevemos suavemente a las reflexiones m�s �tiles, y hagamos de nuestros labios, como los de los justos, fuente de vida para ellos. Proverbios 10:11 .

Información bibliográfica
Sutcliffe, Joseph. "Comentario sobre Colossians 3". Comentario de Sutcliffe sobre el Antiguo y el Nuevo Testamento. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/jsc/colossians-3.html. 1835.