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Bible Commentaries
Isaías 57

Comentario de Sutcliffe sobre el Antiguo y el Nuevo TestamentoComentario de Sutcliffe

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Versículos 1-21

Isa�as 57:1 . Perece el justo. Esto fue escrito como un tributo, al parecer, a la memoria del rey Ezequ�as, quien recientemente fue llamado de una corona terrenal a una celestial. Entr� en paz, m�s all� del alcance de todas las calamidades inminentes sobre su pa�s. La naci�n en general no conoc�a su p�rdida y, por lo tanto, no se entristeci� como el profeta quer�a que lo hicieran.

Isa�as 57:4 . �Contra qui�n os luch�is? Los id�latras, al encontrar al joven rey Manas�s decididamente a favor de los dioses paganos, no pudieron contener su alegr�a. Aquellos personajes espantosos, llamados semilla de ad�lteros, es decir, nacidos de padres id�latras, o moralmente, hijos del amorreo y del hitita, como en Ezequiel 16 , se desenfrenaron m�s en la fiesta id�latra, ni vieron las calamidades que en unos pocos a�os m�s desolar�an el templo y la tierra.

Isa�as 57:6 . Entre las piedras lisas del arroyo est� tu porci�n. Era una pr�ctica general de los gentiles adorar cerca de fuentes y r�os, y en arboledas. Los criminales tambi�n fueron ejecutados cerca de los r�os, como cuando El�as mat� a los sacerdotes y profetas de Baal en el arroyo. 1 Reyes 18 .

Isa�as 57:8 . Detr�s de las puertas tambi�n has puesto tu recuerdo. Los penates, o dioses dom�sticos, fueron colocados all� como un memorial de su abominable superstici�n. Nuestros misioneros en la isla de Madagascar a menudo encontraron �dolos escondidos en armarios.

Isa�as 57:9 . Fuiste al rey con ung�ento. Al rey de Egipto, de Damasco o de Babilonia, para decirle el gozo de haber adoptado su altar y su adoraci�n. Tambi�n es una reprimenda por haber acudido a un pr�ncipe extranjero para pedir consejo, como si el Se�or no fuera suficiente.

Isa�as 57:12 . Declarar� tu justicia; ir�nicamente, tu hipocres�a, tu maldad, al entregarte p�blicamente en manos de tus enemigos; quien en poco tiempo llev� al rey encadenado a Babilonia.

REFLEXIONES.

La p�rdida de un gran y buen hombre, ya sea pr�ncipe o profeta, es una calamidad grave cuando se ve en s� misma. La iglesia y la naci�n pierden a un padre que los dirigi� con su consejo, los gobern� con su prudencia y atemoriz� a los malvados con su influencia. Pierden el gran patr�n de la piedad y el modelo de la virtud; y la p�rdida es irreparable cuando ning�n hombre se levanta con el mismo esp�ritu y con creciente influencia para tomar el tim�n y cumplir fielmente con su deber, sin tener en cuenta por completo las opiniones de los partidos.

Es un crimen sumamente antinatural y un presagio seguro de la destrucci�n de la �poca, cuando nadie lamenta la ca�da de un gran y buen hombre. La ceguera y el enamoramiento se han apoderado de un pueblo, tan circunstanciado, cuando ni perciben que los justos han sido arrebatados del mal venidero, ni que sus propias vidas est�n en peligro, porque no se proporciona un sucesor; provisi�n que Dios usualmente ha hecho para su iglesia y su pueblo. Mois�s consagr� a Josu�, El�as arroj� su manto sobre Eliseo y San Pablo entren� a Timoteo y a otros para que lo sucedieran entre los gentiles.

El rey Ezequ�as, y quiz�s muchos otros hombres buenos, habiendo muerto por esta �poca, Isa�as estaba m�s deseoso de magnificar su ministerio con ataques directos contra los id�latras, quienes parec�an m�s regocijarse que lamentar la muerte de los santos. Pide que se acerquen los hijos de los id�latras, cuyos antepasados ??se apartaron del Se�or, como una ad�ltera se aparta de su marido. Prescribe los personajes de su superstici�n y saca a la luz las escenas oscuras que repugnan el coraz�n.

Miraron la forma de sus �dolos inmodestos hasta que se acercaron a un estado no menos perverso que los hombres de Sodoma antes de ser quemados. Mataron a sus hijos en el valle de Hinom, donde se adoraba a Tophet y Moloch. 2 Reyes 23:10 . Construyeron sus altares con piedras lisas sacadas del arroyo Cedr�n, y en desprecio de la ley que ordenaba que los altares fueran hechos de piedras sin labrar.

Bajo cada �rbol verde y en cavernas cuyas fauces eran portentosas del infierno, practicaban los misterios de Satan�s. En casa no hab�a una casa, pero su dios se coloc� detr�s de la puerta para protegerla del peligro. Por tanto, Dios resolvi� declarar su justicia al castigarlos como hab�a amenazado; y con la m�s alta se�al de ira, que no los librar�a el d�a en que clamaron a �l. �Oh, que los placenteros, los borrachos y los libertinos de esta �poca vieran su propio retrato en los hombres que trajeron la ruina a la naci�n hebrea!

Cuando los id�latras, aunque levantaron una causa para sus aliados, no ten�an quien los librara, o�d lo que el Se�or dice a su pueblo que llora. �l se llama a s� mismo el Alto y Sublime que habita la eternidad; en consecuencia, existi� antes que sus enemigos y sobrevivir� a todos ellos; porque en el casto lenguaje de las Escrituras siempre hay una estrecha conexi�n entre las perfecciones que Dios asume y las partes a las que se dirige.

El Se�or habita en el templo, su lugar alto y santo; por tanto, los imp�os no prevalecer�n sobre la iglesia. Este Dios glorioso, que se burla de los imp�os en la angustia, morar� con el pobre, de coraz�n contrito y que tiembla ante su palabra: s�, prefiere este coraz�n a todos los templos. Por eso el profeta, como es habitual, se lanza ahora a los tiempos evang�licos; porque debemos mantener que los hombres santos adoraron con el Mes�as a la vista, o renunciar al nuevo testamento. Consolar�a con paz y protecci�n a los jud�os que estaban cerca o lejos y, finalmente, enviar�a el evangelio de la paz a los gentiles que estaban lejos de Dios.

Tenemos a continuaci�n el car�cter terrible de los imp�os: son como el mar revuelto, que gasta su furor espumoso en la orilla. Se parecen al esp�ritu inmundo, viajando por lugares secos, buscando descanso y no lo encuentra. Apresurados por pasiones impetuosas, vuelan hacia el placer y encuentran desilusi�n; se entregan a toda concupiscencia del coraz�n, y cuando sigue la mortificaci�n, espuman de rabia, blasfeman con venganza y destruyen el reposo de la vida en la facci�n, la intriga y la ambici�n inquieta; preparativos justos y dignos para el llanto, el lamento y el crujir de dientes.

Información bibliográfica
Sutcliffe, Joseph. "Comentario sobre Isaiah 57". Comentario de Sutcliffe sobre el Antiguo y el Nuevo Testamento. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/jsc/isaiah-57.html. 1835.
 
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