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Bible Commentaries
1 Corintios 16

Comentario Popular de la Biblia de KretzmannComentario de Kretzmann

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Versículo 1

Ahora bien, en cuanto a la colecta para los santos, como he ordenado a las iglesias de Galacia, as� lo hac�is vosotros.

Versículos 1-4

Admoniciones finales.

Respecto a la colecta para Jerusal�n:

Versículo 2

El primer d�a de la semana, que cada uno de vosotros guarde junto a �l como Dios le ha prosperado, para que no haya reuniones cuando yo venga.

Versículo 3

Y cuando yo venga, a todos los que aprob�is por medio de vuestras cartas, les enviar� para traer vuestra generosidad a Jerusal�n.

Versículo 4

Y si conviene que yo tambi�n vaya, ellos ir�n conmigo.

En este p�rrafo se ve que Dios de ninguna manera es indiferente a la manera en que se lleva a cabo el fin comercial del trabajo de una congregaci�n. Mientras Pablo estaba en su tercer viaje misionero, estaba muy ocupado con la tarea de recolectar dinero para los hermanos pobres de Jerusal�n, como muestran las referencias en sus cartas, G�latas 2:10 ; 2 Corintios 8:1 ; 2 Corintios 9:1 ; Romanos 15:25 .

La ambici�n del ap�stol era llevar una rica ofrenda de agradecimiento de los cristianos de las tierras paganas a la congregaci�n de Jerusal�n. Y por eso aqu� les recuerda a los corintios esta "colecta" que se estaba haciendo para los santos. En su viaje de visitaci�n a trav�s del sur de Galacia, Hechos 18:23 , poco tiempo antes, hab�a dado �rdenes a las congregaciones de esa secci�n, les hab�a presentado el asunto y les hab�a asegurado su consentimiento voluntario al plan. Y este mismo plan en el que quer�a que los corintios se involucraran, indican sus urgentes palabras.

El plan del ap�stol era: El primer d�a de la semana, cada uno de ustedes acumule por s� mismo una suma determinada (haciendo una reserva), lo que sea en lo que haya prosperado, de acuerdo con sus ingresos, para que la colecci�n no se haya que se har� cuando yo venga. Aqu� tenemos la primera menci�n del domingo cristiano como un d�a apropiado para las obras de caridad, aunque no es el d�a exclusivo para los servicios de la iglesia, y no se reserva por designaci�n divina.

Cada uno de los cristianos deb�a participar en esta obra de caridad, como muestra el contexto, cada uno que tuviera un ingreso propio en cualquier forma; el ap�stol no limit� sus instrucciones a los hombres adultos. No hubo coacci�n de ninguna forma, pero la obligaci�n era a�n m�s enf�tica para una ofrenda voluntaria. Cada uno deber�a decidir la cantidad por s� mismo, ya que su coraz�n le dec�a que pod�a permit�rselo; y el tama�o de su regalo debe medirse por la bendici�n que Dios le ha dado en su trabajo o negocio.

De esta manera, el tesoro de un Se�or se acumular�a con el tiempo, y la cantidad total deber�a pagarse cuando llegara Pablo. Al aceptar este plan, los corintios evitar�an la necesidad de hacer colectas a la llegada de Pablo, ya que podr�a haber dificultades para recaudar una gran cantidad de dinero repentinamente, aparte del hecho de que Pablo prefer�a dedicar su tiempo a los asuntos de su ense�anza. oficina. Nota: Las ofrendas regulares y sistem�ticas de acuerdo con este plan de Pablo tienen la sanci�n del Se�or mismo, y se ha descubierto que es el m�todo m�s eficaz de recaudar fondos para la obra del Se�or.

El plan de Paul inclu�a tambi�n el cuidado del dinero recaudado que eliminar�a todo motivo de sospecha. Quer�a que la congregaci�n de Corinto eligiera delegados de entre ellos, hombres aprobados, hermanos de confianza y que proporcionara a estos hombres las credenciales adecuadas. Todo lo que ser�a necesario que Pablo hiciera, luego de su llegada, era dirigir a estos hombres, enviarlos a Jerusal�n, como portadores de la limosna, con la carta de recomendaci�n.

Y su inter�s en este importante asunto no se detuvo all�, pero si le parec�a que val�a la pena viajar con ellos, ten�a la intenci�n de hacerlo. Aqu� hay un indicio de que a Pablo no le importa asociarse con una caridad peque�a y mezquina; la cantidad debe ser lo suficientemente grande como para justificar su participaci�n en el asunto. Esto no era orgullo, sino una estimaci�n justa de los negocios del Se�or. Nota: Dado que solo somos mayordomos de los dones de Dios, es necesario que tengamos siempre presente que nuestras contribuciones para cualquier objeto mencionado en la Biblia deben ser proporcionales a la prosperidad que Su bondad nos ha otorgado. La avaricia en los negocios de la Iglesia y en la verdadera caridad reaccionar� desfavorablemente sobre la persona codiciosa.

Donaci�n cristiana

Hasta hace unos a�os este tema se abordaba en muchas congregaciones solo con miedo y temblor, porque, por una u otra raz�n, no se consideraba adecuado pensar y hablar del negocio de la congregaci�n como tal, debido a una agitaci�n que se estaba produciendo. Inaugurada principalmente por los miembros de las propias congregaciones, la idea predominante de un deber oneroso ha sido reemplazada en la mayor�a de las comunidades por la de un preciado privilegio.

As� como los pastores son los mayordomos de los misterios de Dios y se espera que, en el nombre de Jes�s y en lugar de las congregaciones, dispensen gratuitamente de los tesoros ilimitados de la gracia de Dios, as� todos los miembros de la iglesia, siendo mayordomos de la bondad de Dios y manteniendo su propiedad en fideicomiso para el Se�or, est�n invirtiendo la propiedad que les ha sido confiada en inter�s del Propietario y est�n obteniendo grandes beneficios.

Para tal generosidad cristiana, los creyentes tienen las mejores razones. Tienen ante s� el ejemplo de quienes han dado evidencia de su disposici�n y voluntad de invertir su dinero para el Se�or. 2 Corintios 9:1 . Siempre le da al cristiano un sentimiento desagradable descubrir que otros le han precedido en alguna obra en la que �l, en virtud de su discipulado, siente inter�s, ya sea un asunto de su propia congregaci�n o de la Iglesia en general.

Y si esta voluntad ha sido secundada por un celo que llev� su intenci�n a una ejecuci�n alegre, si no es una voluntad meramente de la boca, sino tambi�n de la mano, entonces su influencia seguramente ser� a�n mayor. 2 Corintios 8:1 . El informe de que alguna congregaci�n peque�a y comparativamente pobre ha hecho m�s en proporci�n que una que es grande y rica no puede sino actuar como un est�mulo para todos los rezagados. La condici�n ideal ser�a que el celo mutuo actuara como una provocaci�n mutua para dar evidencia del esp�ritu y la sabidur�a adecuados al Se�or.

Otra raz�n que impulsa a los cristianos a dar seg�n su capacidad, especialmente cuando se apela a su caridad hacia los pobres y necesitados, es el hecho de que los destinatarios tendr�n el beneficio real de los dones. El dinero recaudado con fines de caridad, para ayudar a los hermanos cristianos o a los de afuera, especialmente si el asunto es atendido con tanto cuidado como la recaudaci�n para los hermanos en Jerusal�n realizada por Pablo, cubrir� las necesidades reales y no traer� lujos.

Pero las oraciones de los beneficiados subir�n al trono de la gracia en nombre de los donantes y esa certeza actuar� como un est�mulo adicional para todos los cristianos que sean capaces de ayudar y no hagan de sus caridades una cuesti�n de rutina. Luego est� tambi�n la certeza de un aumento del compa�erismo que acompa�a a las ofrendas adecuadas y abundantes. Los corazones de los destinatarios y de los donantes est�n unidos entre s� en una comuni�n de amor que sin duda redundar� en beneficio de todos.

Pero la raz�n final y m�s impresionante del don cristiano es el recuerdo del amor de Cristo que se nos mostr� en toda la obra de la redenci�n. Si un cristiano se da cuenta de la indescriptible necedad, maldad y culpa del pecado; si realmente tiene alguna idea del hecho de que �l merec�a la ira y el disgusto de Dios, la muerte temporal y la condenaci�n eterna, a causa de sus pecados; Si luego contempla esa devoci�n maravillosa y desinteresada que impuls� a Dios a entregar a su Hijo unig�nito a la muerte por su causa, entonces todo sentimiento de avaricia y todo amor a s� mismo es rechazado y erradicado, para dar lugar a una demostraci�n alegre y libre de afecto caritativo hacia su pr�jimo, 2 Corintios 8:8 .

En lo que respecta al m�todo de la ofrenda cristiana, la Palabra de Dios no impone un mandamiento a los creyentes del Nuevo Testamento. Pero el consejo del ap�stol con respecto a la ofrenda sistem�tica ciertamente vale la m�s profunda contemplaci�n, si no una atenci�n directa, 1 Corintios 16:1 . Su sugerencia de dar de manera regular y sistem�tica, si es posible, todos los domingos, se ha encontrado tan valiosa en la pr�ctica que pocas congregaciones querr�an volver a un m�todo diferente de reunir fondos para sus propios hogares, as� como para fines externos.

Los m�todos fortuitos seguidos en algunos sectores, seg�n los cuales cada miembro tiene su propio tiempo para contribuir con fondos para las diversas tesorer�as dentro y fuera de la congregaci�n, no son recomendables ni siquiera desde el punto de vista de la experiencia humana y la naturaleza. El consejo de Paul fue un consejo inspirado y ha demostrado su valor en todos los sentidos.

En cuanto al modo y la manera de dar, finalmente, las sugerencias de San Pablo a los Corintios tambi�n son dignas de atenci�n. �l insta a que todos den lo que puedan, como el Se�or lo ha prosperado, 1 Corintios 16:2 . Es el sentimiento de que todos los dones de esta vida son evidencias de la bondad y el amor inmerecido de Dios lo que debe impulsar al cristiano a dar as� como a determinar la cantidad que invierte para el Se�or, Proverbios 19:1 ; Proverbios 17:1 .

Esto se resalta a�n con m�s fuerza por la amonestaci�n de que cada uno d� de acuerdo con lo que se proponga en su coraz�n, lo que su coraz�n, bajo la influencia del amor de Cristo, crea que ser� la cantidad adecuada y adecuada. Un don que no se hace con una disposici�n cordial vence sus propios fines en lo que concierne a la aprobaci�n del Se�or. Por eso San Pablo a�ade: No de mala gana ni por necesidad; el sentimiento de que le est�n robando, como si se le practicara una extorsi�n, no debe hallarse en el coraz�n de un cristiano, si las colectas se hacen con el esp�ritu que el ap�stol defiende aqu�.

Un cristiano que act�a bajo la restricci�n de las razones dadas por el ap�stol se alegrar� de esparcir sus dones con mano libre, sin dejar que ning�n sentimiento de avaricia gobierne ninguna de sus acciones, porque Dios ama al dador alegre, 2 Corintios 9:7

Versículo 5

Ahora vendr� a ustedes cuando pase por Macedonia; porque paso por Macedonia.

Versículos 5-12

La visita propuesta por Pablo a Corinto:

Versículo 6

Y puede ser que yo me quede, s�, y pase el invierno contigo, para que me lleves en mi viaje adondequiera que vaya.

Versículo 7

Porque no te ver� ahora por el camino; pero conf�o en quedarme un rato con ustedes, si el Se�or lo permite.

Versículo 8

Pero me quedar� en �feso hasta Pentecost�s.

Versículo 9

Porque se me ha abierto una puerta grande y eficaz, y hay muchos adversarios.

Versículo 10

Ahora bien, si viene Timoteo, procura que est� contigo sin miedo; porque �l hace la obra del Se�or, como yo tambi�n.

Versículo 11

Por tanto, nadie lo desprecie; pero cond�zcalo en paz para que venga a m�; porque lo busco con los hermanos.

Versículo 12

En cuanto a nuestro hermano Apolos, deseaba mucho que viniera a vosotros con los hermanos; pero su voluntad no iba a llegar en absoluto en este momento; pero vendr� cuando tenga tiempo conveniente.

El plan anterior de Pablo parece haber sido ir primero a Corinto y luego viajar hacia el norte, a Macedonia. Todav�a ten�a la intenci�n de visitarlos, pero solo despu�s de hacer un viaje misionero por Macedonia, recorriendo toda la regi�n. De hecho, esta gira evangel�stica, como indica Pablo, ocup� gran parte del verano y el oto�o, porque penetr� m�s all� de Macedonia, en Iliria, Romanos 15:19 , lo que lo llev� a Corinto poco antes del invierno.

Si era posible, si pod�a arreglarlo, Pablo quer�a quedarse en Corinto todo el invierno, quedarse en la metr�poli en lugar de recorrer la provincia, y esperando, a su vez, ser acompa�ado por una delegaci�n de ellos, para que pudieran enviar lo adelante adonde quiera que vaya, probablemente, aunque no con certeza, a Jerusal�n. N�tese con qu� cuidado se expresa el ap�stol con respecto a sus planes, ya que estaban enteramente en manos de Dios, y con qu� tacto se dirige a los corintios, para retener su buena voluntad y no parecer dominante: porque no quisiera verlos ahora, simplemente en paso; sinti� que una visita r�pida no ser�a aceptable. M�s bien esperaba quedarse alg�n tiempo con ellos si el Se�or se lo permit�a. Es el lenguaje de un cristiano que pone todo en manos de Dios en todo momento.

Pablo les dice francamente a los corintios por qu� no comienza su viaje propuesto de una vez: Pero me demorar�, me quedar� en �feso hasta Pentecost�s. En el momento en que escribi� esta carta, pudo haber sido cerca de Pascua. Sinti� que deb�a permanecer en Asia unos dos meses: porque se me abre una puerta, grande y eficaz, y hay muchos adversarios. El Se�or hab�a abierto una gran puerta al Evangelio, el Se�or hab�a hecho que muchos corazones estuvieran dispuestos a escuchar las grandes verdades de la salvaci�n; y esta puerta abierta de par en par promet�a mucho, la influencia del Evangelio se estaba extendiendo.

Por cierto, sin embargo, hab�a muchos enemigos. Hechos 19:1 , como mostr� el tumulto poco despu�s, que hizo necesaria la aplicaci�n m�s ferviente por parte del ap�stol. Y como pastor fiel, no abandonar�a su puesto en el momento del peligro, cuando su presencia se necesitaba con m�s urgencia.

El ap�stol agrega algunas palabras, en este punto, con respecto a Timoteo y Apolos. Como �l, en otra ocasi�n, amonest� a su joven ayudante para que no permitiera que nadie despreciara su juventud, 1 Timoteo 4:12 , as� advierte aqu� a la congregaci�n que no piense a la ligera en Timoteo debido a su juventud. Timoteo y Erasto fueron enviados en misi�n a Macedonia, o pueden haber sido portadores de esta carta, Hechos 19:21 .

Por lo tanto, a su llegada, los corintios deber�an asegurarse de que Timoteo pudiera estar con ellos sin temor, de que pudiera atender la obra de su llamamiento entre ellos sin la depresi�n causada por el trato arrogante por parte de la congregaci�n. Porque, como dice Pablo, �l estaba trabajando en la obra del Se�or, estaba comprometido en llevar adelante el ministerio del Evangelio como lo estaba haciendo el mismo ap�stol.

Nadie, entonces, deber�a menospreciarlo, pretendiendo decir que no pose�a la plena autoridad de Dios para hacer la obra de evangelista. M�s bien, despu�s de haber realizado el trabajo que se le ha encomendado, deben enviarlo en paz, despedirlo en paz, sin molestias, con afecto bondadoso. Deben recordar que Pablo estaba esperando a Timoteo y a los hermanos que estaban con �l, esperando su regreso a �feso antes de irse de all�.

En cuanto a Apolos, que hab�a trabajado en Corinto con un �xito tan notable, Pablo lo hab�a instado de todo coraz�n a que hiciera el viaje a Corinto con los hermanos; no hab�a tenido reparos en verlo partir, pero ten�a perfecta confianza en �l. Sin embargo, Apolos, que en ese momento debi� estar en �feso, no se dej� persuadir; era totalmente contrario a su voluntad que viniera ahora. Pero su intenci�n era venir en cuanto se presentara una buena oportunidad. Con la situaci�n en Corinto tal como estaba, es posible que no sintiera muchas ganas de involucrarse en las dificultades, u otras circunstancias o compromisos lo estaban deteniendo.

Versículo 13

Mirad, estad firmes en la fe, dejaos como hombres, sed fuertes

Versículos 13-18

Una exhortaci�n final:

Versículo 14

Que todas tus cosas se hagan con caridad.

Versículo 15

Os suplico, hermanos, (vosotros conoc�is la casa de Est�fanas, que es las primicias de Acaya, y que se han enviciado al ministerio de los santos)

Versículo 16

para que os somet�is a ellos ya todo aquel que nos ayuda y trabaja.

Versículo 17

Me alegro de la llegada de Stephanas, Fortunatus y Achaicus; porque lo que faltaba de tu parte, lo han provisto.

Versículo 18

Porque han refrescado mi esp�ritu y el tuyo; Reconoced, pues, � los tales.

Seg�n su costumbre, el ap�stol da aqu� la esencia de todas sus amonestaciones en unas breves frases. Los inusuales y abundantes dones de gracia que el Se�or hab�a dado a la congregaci�n de Corinto hab�an producido una somnolencia carnal y peligrosa en medio de ellos. De ah� el llamado: Velad, manteneos firmes en la fe, demostraos hombres, sed fuertes, valientes, poderosamente activos. La vigilancia es necesaria, no sea que cedan una vez m�s a los pecados que Pablo les ha reprochado en su carta, al ataque de enemigos traidores, tanto de fuera como de dentro.

Esta vigilancia va de la mano con la constancia en la fe, una fe que no depende de la sabidur�a del hombre, sino del poder de Dios. Esta fe fue un don de la gracia de Dios y, como tal, debe mantenerse con toda firmeza. Provoc�, a su vez, una actitud valiente y viril, y una reuni�n de fuerza para resistir el poder de cada enemigo. Es la misma amonestaci�n que encontramos en Efesios 6:10 .

Por otro lado, sin embargo, correspond�a a los corintios recordar que todas sus obras deb�an llevarse a cabo con amor. Todas las divisiones y contiendas deben abandonarse donde vive el verdadero esp�ritu de Cristo, donde el esp�ritu de servicio desinteresado tiene el dominio indiscutible.

Los cristianos corintios tendr�an una buena oportunidad de ejercer el debido amor fraterno, seg�n la exhortaci�n de Pablo, en el caso de la casa y la familia de Est�fanas, a quien llama las primicias de la provincia de Acaya. Hubo conversos individuales anteriores en la provincia, Hechos 17:34 , pero esta familia como tal fue la primera en ser recibida en la Iglesia cristiana por el bautismo, convirti�ndose as� en el n�cleo de una congregaci�n cristiana posterior.

El ap�stol les da el testimonio de que todos, toda la casa, se dispusieron a ministrar a los santos, siempre estuvieron dispuestos a dar su capacidad y su tiempo en beneficio de cualquier servicio a los hermanos. A cambio de tales servicios, de los que hab�an disfrutado los corintios, el ap�stol quiere verlos dispuestos a someterse a ellos, ya que probablemente estaban ocupando cargos en la congregaci�n, Hebreos 13:17 , y a todos los que participan en la obra. y labores.

Esta amonestaci�n no establece una jerarqu�a, sino que simplemente "ordena la sumisi�n espont�nea a la direcci�n de aquellos que pueden y est�n dispuestos a dirigir en buenas obras". El don del servicio apropiado y discreto debe ser reconocido por cada congregaci�n, y los hermanos y las hermanas que lo posean deben ser honradas en consecuencia.

En cuanto a la llegada de Est�fanas, Fortunato y Acaico, hab�a sido motivo de gran alegr�a para el ap�stol. En la actualidad estaban en �feso como delegados de la congregaci�n de Corinto, y Pablo estaba muy contento por el hecho. Cuando regresaran a Corinto, los hermanos seguramente les mostrar�an ese respeto en el amor que se les deb�a. Estos hombres fueron probablemente los principales, si no los �nicos, portadores de la presente carta a los corintios.

Pablo se regocij� en su presencia, porque su falta de ellos (los corintios) estos hombres hab�a llenado. Aqu� hay otra evidencia del delicado tacto de Paul; porque sus palabras implican que los creyentes de Corinto, si estuvieran presentes, lo alegrar�an con su amor y bondad; siendo esto imposible en la actualidad, sus delegados los representaban tambi�n a este respecto, ocupando el lugar de su congregaci�n de una manera muy aceptable.

Y al hacerlo, estaban recreando tanto el esp�ritu de Pablo como el de los hermanos a quienes representaban; porque tal es el efecto relajante de la conversaci�n amistosa y la simpat�a: anima al receptor y reacciona sobre el dador. Por lo tanto, los corintios seguramente reconocer�n a hombres como estos, no solo para considerarlos seg�n sus habilidades, sino tambi�n para tratarlos con el debido afecto y respetar un excelente ejemplo para las congregaciones cristianas en todo momento.

Versículo 19

Las iglesias de Asia te saludan. Aquila y Priscila os saludan mucho en el Se�or, con la iglesia que est� en su casa.

Versículos 19-24

Saludos finales:

Versículo 20

Todos los hermanos os saludan. Saludaos los unos a los otros con beso santo.

Versículo 21

El saludo m�o, Paul, con mi propia mano.

Versículo 22

Si alguno no ama al Se�or Jesucristo, sea Anathema Maranatha.

Versículo 23

�La gracia de nuestro Se�or Jesucristo sea contigo!

Versículo 24

Mi amor sea con todos ustedes en Cristo Jes�s. Am�n.

Al concluir su carta, Pablo env�a saludos, en primer lugar, de las congregaciones de Asia, la provincia romana del mar Egeo. Aunque no hab�a visitado personalmente todas las congregaciones que se hab�an fundado en la provincia y en el distrito del cual �feso era el centro de distribuci�n, Apocalipsis 1:11 , estaba en contacto con todos ellos y conoc�a sus sentimientos hacia los hermanos en Grecia.

Aquila y Priscila, que en ese momento viv�an en �feso, donde hab�an trabajado muy fielmente, estaban de nuevo, como en Corinto, actuando como anfitriones de una congregaci�n en casa. Ver Hechos 18:1 ; Romanos 16:4 . Muchos y cordiales saludos que esta digna pareja envi� a la congregaci�n de Corinto a trav�s del ap�stol, no solo por su amistad personal con muchos de los cristianos de Corinto, sino por su gran inter�s por el bienestar y el crecimiento de la obra del Se�or, como Adem�s, "en el Se�or" tiende a mostrarse.

En tercer lugar, todos los hermanos de �feso enviaron saludos a Corinto en grupo, no meramente a la congregaci�n de la peque�a casa que acabamos de mencionar. Como signo de la debida aceptaci�n de estos saludos, Pablo insta a los cristianos corintios a saludarse con un beso sagrado, con el beso santo, saludando los hombres a los hombres y las mujeres a las mujeres. Esta costumbre del beso sagrado se mantuvo, durante la celebraci�n de la Sagrada Comuni�n, durante varios siglos.

Hasta este punto, Pablo ha dictado la carta. Pero ahora �l personalmente toma la pluma y autentica la carta con su firma aut�grafa, 2 Tesalonicenses 3:17 . Y a�ade un doble lema y su saludo propiamente dicho: Si alguno no ama a nuestro Se�or Jesucristo, sea maldito. �Se�or, ven! o, el Se�or viene.

No solo el que odia al Se�or Jes�s, sino tambi�n el que no tiene verdadero amor por el Salvador en su coraz�n, sino que ofrece una pretensi�n, un amor falso en cambio, es maldito y condenado. "Aquellos que doblan la rodilla ante �l con un coraz�n fingido son ellos mismos anatema", bajo la maldici�n. Por otro lado, el ansioso clamor: �Se�or, ven! o: El Se�or viene, era una oraci�n favorita, como un suspiro de liberaci�n r�pida, en la Iglesia primitiva.

Ver Filipenses 4:5 ; Apocalipsis 1:7 ; Apocalipsis 3:11 ; Apocalipsis 22:20 . Era tanto una consigna como una contrase�a entre los primeros cristianos, siempre resonando en su alma y expresada con fervor cada vez mayor.

El deseo personal del ap�stol de los corintios es que la gracia, el perd�n de los pecados, el pleno favor divino del Se�or Jesucristo, est� con ellos, y que su amor, igual en intensidad para con todos ellos, est� con ellos. . Suyo era el amor que hab�a alabado en su santo salmo, soportando todas las cosas, creyendo todas las cosas, esperando todas las cosas, soportando todas las cosas, cap. 13: 7. Fue este amor el que hizo que Pablo deseara que todas las divisiones y cismas fueran puestos a un lado y que se asegurara una unidad perfecta en Cristo Jes�s.

Resumen. El ap�stol recomienda a la congregaci�n de Corinto el plan de donaciones regulares y sistem�ticas para la colecta de los pobres, discute su plan de visitarlos en un futuro pr�ximo, incluye todo lo que ha dicho en una advertencia a la vigilancia y el amor, y env�a saludos y mensajes personales. deseos.

Información bibliográfica
Kretzmann, Paul E. Ph. D., D. D. "Comentario sobre 1 Corinthians 16". "Comentario Popular de Kretzmann". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/kpc/1-corinthians-16.html. 1921-23.
 
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