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1 Samuel 31

Comentario Popular de la Biblia de KretzmannComentario de Kretzmann

Versículo 1

Ahora, los filisteos, cuyos ej�rcitos hab�an sido colocados en orden de batalla en la llanura de Jezreel, 1 Samuel 29:1 , pelearon contra Israel; y los hombres de Israel huyeron de delante de los filisteos, como se le hab�a dicho a Sa�l, y cayeron muertos en el monte Gilboa, donde huyeron del valle ante el ataque de las fuerzas filisteas.

Versículos 1-6

Muerte de Sa�l y sus hijos

Versículo 2

Y los filisteos siguieron duramente a Sa�l ya sus hijos, lo persiguieron con gran tenacidad, se colgaron de cerca a sus pies, se esforzaron por alcanzarlo; y los filisteos mataron a Jonat�n, Abinadab y Melquis�a, hijos de Sa�l, 1 Samuel 14:49 .

Versículo 3

Y la batalla fue encarnizada contra Sa�l, literalmente, "hacia" �l, porque todo el peso de la batalla se volvi� en su direcci�n, y los arqueros lo golpearon, hiri�ndolo por todos lados con flechas; y estaba muy herido de los arqueros, m�s bien estaba muy asustado, porque no ve�a forma de escapar de las fuerzas superiores del enemigo, ya que la batalla aparentemente se hab�a resuelto en combates individuales por parte de Israel.

Versículo 4

Entonces dijo Sa�l a su escudero: Saca tu espada y traspasa con ella, no sea que vengan estos incircuncisos, los filisteos, y me traspasen, y me maltraten , torturrenlo cruelmente antes de matarlo. Pero su escudero no quiso; porque ten�a mucho miedo, era responsable de la vida del rey y sent�a demasiado temor por su persona. Por tanto, Sa�l tom� una espada y, volviendo la punta hacia su propio cuerpo, se arroj� sobre ella y se suicid�.

Versículo 5

Y cuando su escudero vio que Sa�l hab�a muerto, tambi�n cay� sobre su espada y muri� con �l.

Versículo 6

Muri�, pues, Sa�l, y sus tres hijos, y su escudero, y todos sus hombres, los de su vecindad inmediata, su guardaespaldas, ese mismo d�a juntos. Ese fue el fin del hombre que una vez tuvo el Esp�ritu de Dios y fue lleno de poder desde arriba. Aquellos que abandonan al Se�or son verdaderamente abandonados y, por lo tanto, al final no tienen consuelo ni ayuda en la hora de la muerte, sino que van por su camino hacia la destrucci�n eterna.

Versículo 7

Y cuando los hombres de Israel que estaban al otro lado del valle, en la regi�n monta�osa hacia el norte y noreste, y los que estaban al otro lado del Jord�n, aparentemente los que no hab�an sido reclutados en el ej�rcito, vieron que los hombres de Israel huyeron, y como Sa�l y sus hijos hab�an muerto, abandonaron las ciudades, por temor a no poder detenerlas de todos modos, y huyeron; y los filisteos, finalmente, al final de la campa�a, vinieron y habitaron en ellos.

Versículos 7-13

Entierro de Sa�l en Jabes de Galaad.

Versículo 8

Y sucedi� que al d�a siguiente, cuando los filisteos vinieron a despojar a los muertos, para tomar sus vestidos, joyas y armas como bot�n, encontraron a Sa�l y sus tres hijos ca�dos en el monte Gilboa.

Versículo 9

Y le cortaron la cabeza, la de Sa�l , y le quitaron las armaduras, y enviaron a la tierra de los filisteos alrededor, evidentemente usando estos trofeos sombr�os para anunciar su victoria, para publicarla en la casa de sus �dolos y entre el pueblo. , porque atribuyeron su victoria a sus �dolos.

Versículo 10

Y pusieron su armadura en la casa de Astarot, su principal diosa femenina, cuyo templo m�s grande estaba en Askelon; y sujetaron su cuerpo al muro de Bet-s�n, una ciudad en el valle del Jord�n que hab�a sido ocupada por los filisteos como resultado de la batalla.

Versículo 11

Y cuando los habitantes de Jabes de Galaad, la ciudad en el pa�s al este del Jord�n que hab�a sido salvada de los amonitas por la intervenci�n oportuna de Sa�l, 1 Samuel 11, se enteraron de lo que los filisteos hab�an hecho con Sa�l;

Versículo 12

Todos los hombres valientes se levantaron y fueron toda la noche, y tomaron el cuerpo de Sa�l y los cuerpos de sus hijos del muro de Bet-shan, al amparo de la noche, y vinieron a Jabes y los quemaron all�, probablemente su mutilaci�n no aptos para el entierro.

Versículo 13

Y tomaron sus huesos, los restos carbonizados despu�s de que la carne se quem�, y los enterraron debajo de un �rbol, un tamarisco bien conocido, en Jabesh, y ayunaron siete d�as, en profundo duelo por la muerte de su benefactor, un conmovedor y raro ejemplo de gratitud. Sa�l, aunque rechazado por Dios, hab�a sido rey de Israel hasta su muerte. Tambi�n debemos honrar a los que est�n en autoridad, incluso si son sinverg�enzas imp�os, por causa del oficio que Dios les ha dado, que los convierte en sus representantes.

Información bibliográfica
Kretzmann, Paul E. Ph. D., D. D. "Comentario sobre 1 Samuel 31". "Comentario Popular de Kretzmann". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/kpc/1-samuel-31.html. 1921-23.