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1 Tesalonicenses 1

Comentario Popular de la Biblia de KretzmannComentario de Kretzmann

Versículo 1

Pablo, Silvano y Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses, que est� en Dios Padre y en el Se�or Jesucristo: Gracia y paz a vosotros de Dios, nuestro padre, y del Se�or Jesucristo.

Versículos 1-4

Introducci�n y Acci�n de Gracias.

Versículo 2

Damos gracias a Dios siempre por todos ustedes, mencion�ndolos en nuestras oraciones;

Versículo 3

recordando sin cesar su obra de fe y labor de amor y paciencia de esperanza en nuestro Se�or Jesucristo, ante los ojos de Dios y nuestro Padre;

Versículo 4

sabiendo, hermanos amados, su elecci�n de Dios.

En esta, probablemente la primera carta escrita por San Pablo a cualquier congregaci�n, encontramos todas las caracter�sticas que dan a sus ep�stolas el vigor y el encanto que indefectiblemente impresionan al lector. Dado que su autoridad apost�lica en este momento no hab�a sido cuestionada ni atacada de ninguna manera, abre su carta con la forma m�s simple de saludo: Pablo, Silvano y Timoteo a la congregaci�n de los tesalonicenses en Dios Padre y el Se�or Jesucristo.

Era la carta de Pablo, dictada por �l en su calidad de maestro de esta segunda congregaci�n macedonia. Y, sin embargo, se encuentra tan poco de orgullo en �l que une los nombres de Silvanus, o Silas, y Timothy, sus dos ayudantes en el trabajo en Tesal�nica, con los suyos, no como coautores, sino como colaboradores. Silas era un cristiano jud�o, originalmente uno de los l�deres y profeta de la congregaci�n en Jerusal�n, Hechos 15:22 .

�l hab�a sido uno de los portadores de las resoluciones que hab�an sido aprobadas por la gran asamblea de la iglesia en Jerusal�n, para ser entregadas a la congregaci�n en Antioqu�a y para ser tra�das a la atenci�n de los cristianos gentiles en todas partes. Despu�s del altercado con Bernab�, Pablo eligi� a este hombre como su compa�ero en el segundo viaje misionero, Hechos 15:32 .

No estaba atado por escr�pulos juda�stas, pero se dio cuenta de la necesidad de emprender la obra entre los gentiles con toda agresividad. Estuvo al lado de Pablo en el trabajo y el sufrimiento, ante los magistrados, en la c�rcel, en oraci�n, en liberaci�n milagrosa, en huida, Hechos 16:19 ; Hechos 17:4 ; Hechos 18:5 .

M�s tarde lo encontramos mencionado como hermano fiel, 1 Pedro 5:12 , y asistente de Pedro en la obra en Asia Menor. Timoteo hab�a sido, desde el segundo viaje misionero, un fiel asistente y colaborador del ap�stol, a quien este amaba como hermano y como hijo en la fe. Ning�n hombre era tan cercano y querido por el gran misionero de los gentiles como Timoteo.

Pablo dirigi� su carta a la iglesia, o congregaci�n, de los tesalonicenses, no solo a los oficiales, presb�teros y di�conos, sino a todos los miembros. No hab�a distinciones jer�rquicas en esos d�as, ni los hombres pensaron en restringir el estudio de la Palabra de Dios a los predicadores o sacerdotes. Toda la congregaci�n, todos los verdaderos creyentes en Cristo en la ciudad, estaban en Dios el Padre y en el Se�or Jesucristo.

Esta expresi�n profunda y majestuosa no denota meramente una comuni�n con Dios y el Salvador Jesucristo, sino que enfatiza que toda la vida de los creyentes est� en Dios, que toda su esfera, todo su estado de existencia, est� en el Se�or, Romanos 16:11 ; Juan 15:4 ; 1 Juan 2:5 ; 1 Juan 5:20 .

El hecho de que los cristianos est�n en Cristo y en Dios, siendo las dos personas de la Deidad una en esencia, los convierte en nuevas criaturas, los separa del mundo y los consagra al Se�or. El saludo apost�lico a esta congregaci�n de creyentes consagrados es breve, pero amplio: Gracia a vosotros y paz. �l desea que la bondad, el favor, la misericordia de Dios sea de ellos por amor a Cristo, y que as� puedan entrar en la relaci�n correcta con Dios una vez m�s, una relaci�n que hab�a sido desgarrada por la Ca�da. El que posee la gracia de Dios por medio de Jesucristo, tambi�n estar� seguro de la paz con Dios en Jesucristo,

El primer pensamiento que Pablo expresa, como en la mayor�a de sus otras cartas, es de acci�n de gracias a Dios: Damos gracias a Dios siempre en nombre de todos ustedes, mencion�ndolos en nuestras oraciones sin cesar. Ver Filipenses 1:3 ; Colosenses 1:3 .

Para el ap�stol, las grandes obras de Dios para la salvaci�n del hombre, tal como aparecen en la iglesia de Tesal�nica, le parecen siempre de nuevo grandes y dignas de alabanza y adoraci�n. Al mismo tiempo, quiere que cada uno de sus lectores comprenda que est� incluido en esta oraci�n de acci�n de gracias, que el bienestar espiritual de cada cristiano atrae su atenci�n. Los recuerda a todos en su oraci�n de acci�n de gracias, y eso sin cesar, con regularidad.

Se hab�a vuelto habitual entre el ap�stol recordar el estado de cada congregaci�n y exponer las necesidades de cada congregaci�n ante el Se�or en oraci�n, sin omitir nunca las palabras de acci�n de gracias por todos los favores espirituales del pasado y por los muchos que seguramente vendr�an. a trav�s del Evangelio en el futuro.

En esta actitud, Pablo se vio fortalecido por su conocimiento de la condici�n espiritual de los hermanos de Tesal�nica: recordando tu obra de fe y tu labor de amor y tu paciencia en la esperanza de nuestro Se�or Jesucristo ante Dios y nuestro Padre. Ni la distancia ni los nuevos intereses marcaron la diferencia en el amor del ap�stol, porque no pudo olvidar la fe, el amor y la esperanza de los tesalonicenses, las tres virtudes cristianas cardinales.

Su fe en Jesucristo, por la cual ellos mismos se hab�an aferrado firmemente a su redenci�n, no permaneci� ociosa y muerta, sino que se manifest� en un curso de acci�n con todo el vigor y la fuerza, como siempre deber�a ser el caso. La fe genuina siempre da evidencia de su existencia en buenas obras. Paul recuerda tambi�n su trabajo de amor, su trabajo arduo, devoto y fatigoso. La fe se ha aferrado a la gracia de Dios en Cristo y estalla en la acci�n: el amor gu�a esta acci�n por los caminos del altruismo, busca caminos y oportunidades para servir al pr�jimo, para acudir en su ayuda, aunque ese camino requiera alg�n esfuerzo. medida de sacrificio real.

Y as�, finalmente, Pablo puede hablar de su paciencia de esperanza, de su incansable constancia en el sufrimiento y la aflicci�n. La paciencia es la compa�era inseparable de la esperanza, porque es s�lo en vista de la gloria futura que los cristianos podemos soportar el sufrimiento de este tiempo presente, Romanos 8:18 ; 2 Corintios 4:17 ; Hebreos 11:26 .

Esta esperanza se basa en Cristo, que es su objeto. �l ha dado a sus cristianos la promesa de la salvaci�n eterna, y su regreso en gloria resultar� en que entremos en la herencia de los santos en gloria. Por tanto, la esperanza de los cristianos persiste a pesar de las demoras y las dificultades desalentadoras. Lo tienen ante Dios y su Padre; seguros de su adopci�n, de su filiaci�n en Jesucristo, esperan con ansias la herencia que les ha sido prometida por la misericordiosa voluntad del Padre.

Al lado de su recuerdo de las virtudes cristianas tal como se practicaban en medio de los tesalonicenses, lo que le impuls� a alzar la voz en acci�n de gracias a Dios, el ap�stol pone otra raz�n: Conociendo, hermanos amados de Dios, vuestra elecci�n. Tiene el conocimiento, la firme seguridad, impresos en �l por la situaci�n de los asuntos en Tesal�nica, de que estos cristianos, a quienes designa como los amados de Dios, tambi�n son los elegidos de Dios.

Su fe y las evidencias de su fe son para �l una prueba de que han sido elegidos por Dios para la salvaci�n eterna; la elecci�n de Dios se ha manifestado al producir el cambio en sus corazones que se manifest� en sus virtudes cristianas. Ese es el gran consuelo de todo creyente: el hecho de que �l sepa que Jes�s es su Salvador, el hecho de que Dios ha obrado fe en su coraz�n, es para �l una garant�a de su elecci�n para la vida eterna.

Versículo 5

Porque nuestro Evangelio no lleg� a vosotros s�lo en palabras, sino tambi�n en poder, en el Esp�ritu Santo y en mucha seguridad; como sab�is qu� clase de hombres fuimos entre vosotros por causa de vosotros.

Versículos 5-10

Una recomendaci�n de la actitud de la Congregaci�n.

Versículo 6

Y os hicisteis imitadores de nosotros y del Se�or, habiendo recibido la Palabra en mucha tribulaci�n, con el gozo del Esp�ritu Santo,

Versículo 7

de modo que fuisteis ejemplos para todos los que creen en Macedonia y Acaya.

Versículo 8

Porque de ustedes son� la Palabra del Se�or no solo en Macedonia y Acaya, sino tambi�n en todos los lugares su fe en Dios se difunde, de modo que no necesitamos hablar nada.

Versículo 9

Porque ellos mismos nos muestran qu� manera de entrar en nosotros tuvimos para vosotros, y c�mo os volvisteis a Dios de los �dolos para servir al Dios vivo y verdadero;

Versículo 10

y esperar a su Hijo del cielo, a quien resucit� de los muertos, Jes�s, que nos libr� de la ira venidera.

El ap�stol aqu� fundamenta m�s plenamente la raz�n de su certeza de la elecci�n de los cristianos tesalonicenses: Porque nuestro Evangelio no lleg� a vosotros s�lo en palabras, sino tambi�n en poder y en el Esp�ritu Santo y con plena seguridad, como sab�is de qu� clase. de los hombres estuvimos entre ustedes por amor a ustedes. Esta es la raz�n por la que Pablo, en lo que a �l se refiere, en cuanto a su propia persona, est� tan seguro de que han sido elegidos por Dios para salvaci�n.

No les hab�a estado predicando el Evangelio con frases vanas y vac�as, Ver 1 Corintios 4:20 ; no hab�a ocultado su glorioso mensaje con una falsa oratoria; no hab�a amargado su dulzura con una doctrina de obras. Hab�a predicado con poder, la Palabra misma ejerciendo su fuerza sobre los corazones de sus oyentes.

Hab�a predicado en el Esp�ritu Santo, quien obra en y a trav�s de la Palabra del Evangelio como su medio de gracia. Y su predicaci�n hab�a recibido un �nfasis adicional por el hecho de que hab�a predicado con la plena convicci�n personal, con la confianza inquebrantable, de que era la verdad divina lo que estaba proclamando. Es la plenitud de la certeza lo que le da al discurso m�s simple de la verdad evang�lica gran parte de su fuerza y ??poder persuasivo.

Si un hombre que se llama a s� mismo ministro del Evangelio tiene dudas sobre la divinidad de la Palabra, sobre la certeza de la salvaci�n, sus palabras dif�cilmente tendr�n la fuerza de la convicci�n. Los lectores de Paul conoc�an su historial.

El ap�stol tambi�n tiene una raz�n desde el punto de vista de ellos por la que se siente seguro al concluir que pertenecen a los elegidos del Se�or: y ustedes se convirtieron en imitadores de nosotros y del Se�or, aceptando la Palabra en mucha tribulaci�n con el gozo del Esp�ritu Santo. Los tesalonicenses hab�an tenido amplia oportunidad de juzgar en cuanto a la convicci�n de Pablo en el asunto del Evangelio que predicaba; sab�an c�mo se hab�a comportado en medio de ellos y a favor de ellos.

Por la gracia de Dios, mediante la obra del Esp�ritu, hab�an recibido una certeza tan firme de la verdad que imitaban a su maestro, creyendo como �l cre�a. Por cierto, se convirtieron en imitadores del Se�or, anduvieron en el camino prescrito por �l, por Su misericordia y buena voluntad, que apunta a la salvaci�n de todos los hombres. Todo esto lo hicieron aceptando la Palabra, recibiendo la verdad del Evangelio, reconociendo a Jesucristo como su Salvador.

Esta actitud del coraz�n siempre va acompa�ada del gozo del Esp�ritu Santo, en medio de mucha aflicci�n. No importa cu�nta hostilidad y persecuci�n deban afrontar los creyentes, no importa cu�n seriamente busquen la miseria y la miseria de esta vida presente. para crear dudas e infelicidad en sus corazones, tienen la seguridad del Esp�ritu Santo en la Palabra y, por lo tanto, est�n, en el fondo de sus corazones, satisfechos, gozosos y felices.

Sin embargo, tal condici�n tendr� su efecto tambi�n en otros, como en el caso de los cristianos tesalonicenses: de modo que te convertiste en un ejemplo para todos los que creen en Macedonia y Acaya. Los verdaderos creyentes, exhibiendo la firme y feliz convicci�n de fe que el Se�or desea, se convierten en modelo o modelo para otros; se convierten en un ejemplo para que otros modelen su vida espiritual. Dado que este hecho puede, a su vez, redundar en una mayor confirmaci�n de la fe de los tesalonicenses, en una mayor convicci�n de su realidad, S.

Pablo los elogia libremente a este respecto: Porque de ustedes ha sido proclamada la Palabra del Se�or no solo en Macedonia y Acaya, sino que en todos los lugares ha salido su fe en Dios, de modo que no hay necesidad de que digamos nada. . La posici�n geogr�fica y comercial de Tesal�nica ayud� en gran medida a la r�pida difusi�n de las noticias sobre la aceptaci�n del Evangelio en esa ciudad, convirti�ndola, de paso, en una base excelente para la obra misional.

A lo largo de Macedonia y Acaya, el antiguo pa�s griego, la mayor parte de lo que ahora es la pen�nsula de los Balcanes, el Evangelio se hab�a difundido, la gente hab�a salido, incluso en este breve espacio de tiempo desde que Pablo predic� all� por primera vez, esforz�ndose por esparcir la semilla. de la doctrina del Evangelio en todo el pa�s. Sin duda un espl�ndido ejemplo de inter�s y celo a imitar por todos los cristianos. Aprovechando as� sus oportunidades, los tesalonicenses hab�an hecho que se conociera su fe, que se hablara de ella en todas partes.

Ver Romanos 1:8 ; Colosenses 1:6 . La conversi�n r�pida y poderosamente difundida atrajo la atenci�n en todas partes, de modo que Paul no tuvo nada que a�adir; los hechos hablaron m�s fuerte que sus palabras.

Tan grande fue la sensaci�n que la fe de los tesalonicenses hab�a causado en todas las ciudades a lo largo de las rutas comerciales del Mediterr�neo Oriental que, como escribe el ap�stol: Porque por su propia voluntad la gente hace menci�n acerca de nosotros qu� tipo de entrada tuvimos hacia ti. y c�mo te volviste a Dios de los �dolos para servir al Dios vivo y verdadero. Esta fue sin duda una experiencia nueva para el ap�stol.

Antes de que tuviera la oportunidad de referirse a la aceptaci�n voluntaria que los tesalonicenses dieron al Evangelio, con el fin de incitar a otros a la emulaci�n y abrir un camino para la predicaci�n del Evangelio, la gente le dijo por su propia cuenta lo que quer�an. sab�a de la situaci�n en Tesal�nica, de la buena voluntad con la que los tesalonicenses hab�an recibido el mensaje del Evangelio. En todas partes se sab�a c�mo se hab�an apartado de la adoraci�n de �dolos con la intenci�n expresa de servir solo a los vivos, al Dios verdadero.

El Dios de la predicaci�n del Evangelio es el Dios vivo, en oposici�n a todas las im�genes de �dolos muertos; �l es el Dios verdadero, real, en oposici�n a los �dolos imaginarios y mentirosos. Servir a este Dios verdadero con fe y amor, esa es la vida de los creyentes, all� encuentran la felicidad verdadera y duradera. El servicio de todos los dioses falsos y deidades imaginarias es una esclavitud que denuncia la conciencia de los id�latras, que ellos mismos aborrecen; el servicio del Dios verdadero es el resultado de la relaci�n de amor que se obtiene entre el Padre celestial y sus hijos.

Y lo mejor a�n est� por llegar: y esperar la venida de su Hijo de los cielos, a quien resucit� de los muertos, Jes�s, el Libertador de la ira venidera. Mientras los creyentes llevan una vida de fe y amor, sirviendo a Dios y a sus semejantes con la sencillez de sus corazones, sus mentes esperan, esperan ansiosamente, esperan ansiosamente la venida del Hijo de Dios, quien volver� del cielo en la plenitud de su divina gloria, Mateo 25:31 .

Fue este Hijo a quien Dios resucit� de entre los muertos y exalt� a la diestra de su poder. La resurrecci�n de Jesucristo de entre los muertos es el gran hecho por el cual se ha demostrado de manera definitiva e incontrovertible que es el Hijo de Dios con poder, Romanos 1:4 . Este Jes�s, que gan� la salvaci�n para todos los hombres, traer�, en el �ltimo d�a, la liberaci�n final a sus creyentes; �l mostrar� ante todo el mundo que nos ha librado, que nos ha arrancado de la ira venidera, del castigo del infierno, que habr�a sido nuestra condenaci�n leg�tima y bien ganada si no hubiera sido por Su gloriosa redenci�n.

Esta ira de Dios seguramente tambi�n nos habr�a golpeado si Jes�s no hubiera llevado su maldici�n y castigo en nuestro lugar, incluida la condenaci�n eterna. Pero ahora, puesto que en Jesucristo el juicio ya ha sido dictado sobre el mundo, por tanto, todo aquel que en �l cree ya no es juzgado, Juan 3:14 , sino que es el feliz poseedor de la plena liberaci�n, de la herencia de la vida eterna.

Resumen

Despu�s del saludo de apertura, el ap�stol asegura a los tesalonicenses su oraci�n de agradecimiento en su favor y el recuerdo de sus virtudes cristianas, debido a su propia predicaci�n y su alegre aceptaci�n de su mensaje, cuya noticia se ha difundido por toda Macedonia y Acaya.

Información bibliográfica
Kretzmann, Paul E. Ph. D., D. D. "Comentario sobre 1 Thessalonians 1". "Comentario Popular de Kretzmann". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/kpc/1-thessalonians-1.html. 1921-23.