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1 Tesalonicenses 4

Comentario Popular de la Biblia de KretzmannComentario de Kretzmann

Versículo 1

Adem�s, hermanos, os suplicamos y exhortamos por el Se�or Jes�s, que, seg�n hab�is recibido de nosotros c�mo deb�is andar y agradar a Dios, abund�is m�s y m�s.

Versículos 1-5

Advertencia sobre varios pecados.

Sobre la concupiscencia:

Versículo 2

Porque sabemos los mandamientos que te dimos por medio del Se�or Jes�s.

Versículo 3

Porque esta es la voluntad de Dios, la santificaci�n de ustedes, que se abstengan de fornicar;

Versículo 4

que cada uno de ustedes sepa poseer su vaso en santificaci�n y honra;

Versículo 5

no en los deseos de la concupiscencia, como los gentiles, que no conocen a Dios.

Es un pastor sabio que puede hacer que un elogio cordial preceda a una correcci�n necesaria. El informe de Timoteo, en general, hab�a sido muy favorable, pero no le hab�a ocultado al ap�stol el hecho de que ciertos abusos necesitaban correcci�n. Pero el tono de afecto cordial de Pablo no cambia: Adem�s, ahora, hermanos, os suplicamos y suplicamos en el Se�or Jes�s que, habiendo aceptado de nosotros c�mo deb�is llevar vuestras vidas y agradar a Dios, as� como los hab�is conducido, que te superes a�n m�s.

El ap�stol abre aqu� la parte exhortativa de su carta, basando sus amonestaciones y advertencias enteramente en la doctrina que acababa de presentarles de una manera tan atractiva. Es en este sentido que llama a los cristianos tesalonicenses hermanos, que les suplica, que les suplica en el Se�or Jes�s, sobre la base de cuya redenci�n y por cuya causa todos los cristianos se esfuerzan por llevar una vida conforme a su voluntad. llamando, vidas que agraden al Se�or.

No hay un indicio de encontrar fallas en todo el pasaje. No es una carga nueva la que el ap�stol est� tratando de poner sobre sus hombros involuntarios; simplemente les recuerda las instrucciones que hab�an recibido de �l y de sus compa�eros de trabajo. Esas instrucciones inclu�an tambi�n consejos apost�licos sobre c�mo deb�an comportarse en armon�a con la obligaci�n que les incumb�a como cristianos, a fin de agradar a Dios.

Los tesalonicenses hab�an aprendido del ap�stol y sus compa�eros c�mo deb�an comportarse en las diversas situaciones y exigencias de la vida, c�mo deb�an organizar sus vidas a la luz de la Palabra de Dios. San Pablo concede y elogia de buen grado el hecho de que hubieran estado dispuestos a aceptar y seguir instrucciones, de que, en general, llevaban una vida cristiana.

Sin embargo, dado que un cristiano est� siempre en formaci�n y nunca alcanza la perfecci�n �ltima en esta vida, el ap�stol ruega y ruega que se proponga sobresalir cada vez m�s en su vida cristiana.

Pablo ahora fundamenta su amonestaci�n: Porque sabes qu� instrucciones te dimos con la autoridad del Se�or Jes�s. Pablo no hab�a dado las instrucciones o mandamientos concernientes a su santificaci�n al azar o de acuerdo con sus propias ideas, sino con la autoridad de Cristo, y por lo tanto estos mandamientos estaban en plena vigencia para todos los tiempos. Con todos estos hechos los cristianos tesalonicenses estaban completamente familiarizados, y m�s, el ap�stol hab�a elogiado su obediencia voluntaria a la Palabra que hab�a sido predicada en medio de ellos, cap.

2:13. Por tanto, sin m�s argumentos, se refiere ahora al resumen de la doctrina concerniente a su santificaci�n: Porque esta es la voluntad de Dios, vuestra santificaci�n, que desistais de la fornicaci�n, que cada uno de vosotros sepa que debe tener su propio vaso en santificaci�n y honra, no en la pasi�n de la concupiscencia, como tambi�n los gentiles que no conocen a Dios. Esta es la voluntad de Dios, no toda su buena y misericordiosa voluntad hacia los cristianos tesalonicenses, sino esa parte a la que deb�an llamar su atenci�n en este momento, un punto en el que deber�an sobresalir cada vez m�s.

Es la voluntad de Dios que los cristianos crezcan en santificaci�n, que huyan cada vez m�s del pecado, que se consagren a �l, que caminen en novedad de vida. La advertencia espec�fica de Pablo se refiere al pecado de fornicaci�n, de las relaciones sexuales fuera del santo matrimonio. A este pecado fueron expuestos los conversos en Tesal�nica, en parte debido al culto inmundo a los paganos que se practicaba all�, en parte debido al hecho de que siempre exist�a el peligro de contaminarse con el libertinaje en un gran puerto mar�timo.

Los cristianos deben abstenerse, desistir, de tal impureza sexual, deben huir de su influencia contaminante. Porque, como saben, la �nica forma en que el deseo de procreaci�n debe encontrar su expresi�n debe ser as�, que cada uno tenga su propia esposa, que el matrimonio se contraiga en santificaci�n, con la debida propiedad, como deber y vocaci�n cristianos. , y en honor, Colosenses 2:23 ; 1 Pedro 3:7 , con la debida consideraci�n de la esposa como heredera de la salvaci�n, o al menos como una persona muy por encima de todas las bestias, con un sentido pleno de la dignidad moral de la relaci�n.

Todo abuso pecaminoso, todos los excesos carnales, est�n excluidos por esta clara declaraci�n del ap�stol. Y enfatiza su significado con una referencia disgustada a la pasi�n de la lujuria como la que se encontraba entre los gentiles que no conoc�an a Dios. El matrimonio no fue instituido para la satisfacci�n de una pasi�n salvaje e ind�mita; tal comportamiento caracteriza a las personas que carecen de toda reverencia hacia Dios, a quien no conocen y cuya voluntad no les importa. Los cristianos tendr�n cuidado de llevar una vida casta y decente de palabra y obra tambi�n en el estado matrimonial.

Versículo 6

Que nadie vaya m�s all� y defraude a su hermano en cualquier asunto, porque el Se�or es el vengador de todo eso, como tambi�n les hemos advertido y testificado.

Versículos 6-8

Una advertencia contra la codicia:

Versículo 7

Porque Dios no nos llam� a inmundicia, sino a santidad.

Versículo 8

Por tanto, el que menosprecia, no desprecia al hombre, sino a Dios, el cual tambi�n nos ha dado su Esp�ritu Santo.

El ap�stol aqu� se�ala un segundo vicio, uno que a menudo se menciona junto con la inmundicia, ver Efesios 4:19 ; Efesios 5:3 ; Colosenses 3:5 , el de la avaricia, de la codicia: Que nadie extrav�e y defraude a su hermano en los negocios, porque el Se�or es vengador de todas estas cosas, como les hemos dicho y testificado antes.

La descripci�n dada en estas palabras caracteriza adecuadamente el pecado de la codicia; porque el codicioso va m�s all� de los l�mites establecidos por la Ley de Dios; recurre al enga�o y al enga�o. Esto invariablemente resultar� en un fraude, en el intento deliberado de sacar lo mejor de cada trato, para enriquecerse a expensas del vecino. Indudablemente, este vicio era com�n en el gran puerto mar�timo del Egeo y no se consideraba nada reprobable, como el hombre de negocios medio de nuestros d�as considera una prueba de una astucia extraordinaria si puede permitirse lucrarse sin ser detectado.

Pero el ap�stol levanta un dedo de advertencia, diciendo que el Se�or es vengador de todas estas cosas. Puede que el pecado no se manifieste ante los ojos de los hombres, pero ante los ojos de Dios nada est� oculto, y Su castigo golpear� a los malvados a su debido tiempo. Puesto que los cristianos estaban sujetos a los mismos deseos pecaminosos que todos los dem�s hombres a causa de su carne maligna, Pablo hab�a incluido esta advertencia en sus instrucciones a los tesalonicenses; antes, en un testimonio sincero, les hab�a dicho lo mismo,

Por tanto, refiri�ndose a ambos vicios a�ade: Porque no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificaci�n. El Dios santo quiere corazones limpios; con ese fin y objeto llam� a los creyentes, obrando fe y amor en sus corazones por medio de Su llamado. Un cristiano no puede vivir en ninguna forma de impureza con respecto a ninguno de los mandamientos; si ese hubiera sido el prop�sito de Dios al llamarlo, se convertir�a en siervo del pecado.

El ap�stol, por tanto, extiende su advertencia: Por tanto, entonces, el que desprecia no desprecia al hombre, sino a Dios, que os dio su Santo Esp�ritu. Descuidar el precepto y la advertencia que aqu� Pablo da no significa un mero desprecio de los hombres. . Eso en s� mismo puede ser bastante malo, pero al menos podr�a ser tolerado. No, es la voluntad de Dios la que el ap�stol ha proclamado con respecto a estos pecados, y todo aquel que desprecie sus instrucciones se vuelve culpable de despreciar a Dios.

Tal persona es tanto m�s culpable a los ojos de Dios porque el Se�or, al emitir el llamado, al realizar la conversi�n, dio su Esp�ritu Santo, otorgando as� el poder de caminar en novedad de vida. Cualquier persona que se haya convertido una vez y luego deliberadamente se entregue a los pecados mencionados aqu� por el ap�stol, expulsa al Esp�ritu Santo de su coraz�n y as� recibe la condenaci�n para s� mismo, a menos que se arrepienta de su pecado antes de que sea demasiado tarde. Este hecho no se puede enfatizar demasiado en nuestros d�as cuando la indiferencia y la mundanalidad est�n levantando su cabeza en medio de la Iglesia cristiana.

Versículo 9

Pero en cuanto al amor fraternal, no es necesario que les escriba; porque ustedes mismos han sido ense�ados por Dios a amarse los unos a los otros.

Versículos 9-12

El ap�stol insta al amor fraternal y a la sobria laboriosidad:

Versículo 10

Y, en verdad, lo hac�is con todos los hermanos que est�n en toda Macedonia; pero os suplicamos, hermanos, que crezc�is m�s y m�s,

Versículo 11

y que estudies para estar tranquilo y hacer tus propios asuntos y trabajar con tus propias manos, como te mandamos;

Versículo 12

para que camines honestamente hacia los que est�n afuera, y para que nada te falte.

Este pasaje es otra obra maestra de exhortaci�n pastoral, ya que combina un reconocimiento r�pido del progreso ya realizado en la santificaci�n con un recordatorio discreto del hecho de que la meta a�n no se ha alcanzado: Pero en lo que respecta al amor fraterno, no es necesario que le escriban. porque ustedes son personas ense�adas por Dios a amarse unos a otros. �Con qu� habilidad tan eficaz saca a relucir su punto! Al representar la situaci�n de tal manera que los llama hombres ense�ados por Dios mismo, a trav�s del Esp�ritu Santo en la Palabra, y declarando que, dadas las circunstancias, sus escritos sobre el amor fraternal ser�an superfluos, pone esta virtud ante sus ojos con el acentuaci�n m�s aguda, poniendo en verg�enza a todos aquellos que no practicaban este amor en todo momento.

El ap�stol menciona un caso que �l conoce personalmente: Porque, de hecho, lo haces con todos los hermanos en toda Macedonia. Hubo un intercambio animado entre los cristianos de aquellos d�as, no solo en la congregaci�n local, sino tambi�n con los hermanos en Filipos, Berea y en otras partes de Macedonia. Hacia todos estos cristianos, los miembros de la congregaci�n de Tesal�nica practicaban el amor fraternal como era necesario.

Pero la meta a�n no se hab�a alcanzado; a�n no pod�an hablar de perfecci�n: pero los exhortamos, hermanos, a que abunden a�n m�s, y a que sean un punto de honor para vivir tranquilamente, atender sus propios asuntos y trabajar con sus manos, como anunciamos. a ti, para que puedas llevar tu vida honestamente hacia los que no tienen y no tienen necesidad de nada. Los tesalonicenses deb�an esforzarse por alcanzar una perfecci�n cada vez mayor, tambi�n en el tema del amor fraterno, ya que hay muchos factores que tienden a obstaculizar su correcto crecimiento.

Al mismo tiempo, sin embargo, en lugar de buscar un falso renombre por sus obras de amor, deb�an esforzarse con el mayor celo, poner su coraz�n, alma y honor en ese punto, para llevar una vida tranquila y pac�fica con toda piedad y honestidad. . Nada ayuda tanto a este fin como ocuparse de los propios asuntos, ocuparse estrictamente de los propios asuntos, no entrometerse en los de otras personas, una empresa que casi invariablemente engendra conflictos.

Tambi�n deben trabajar con sus propias manos, deben estar seriamente comprometidos, cada uno en su propia ocupaci�n; porque el diablo encuentra trabajo para las manos ociosas, como muestra el ejemplo de David. Este mandamiento pertenec�a a los que Pablo hab�a dado desde el principio, porque pudo haber previsto el peligro que llevar�a a los entusiastas a esperar la venida de Cristo en cualquier momento y, por lo tanto, a descuidar su obra con el argumento de que era in�til dadas las circunstancias. .

Pablo quiere que los cristianos tesalonicenses lleven una vida honesta, digna, respetable y decente en presencia de los paganos inconversos. Porque al trabajar de la manera aqu� descrita, se les proporcionar�a lo necesario para la vida y, por lo tanto, no se les cobrar�a ayuda a ning�n extra�o. Nota: Es totalmente apropiado que este pasaje encuentre su aplicaci�n en todas las relaciones de los creyentes como tales hacia los incr�dulos.

Pedir ayuda a los enemigos de la Cruz en materia de construcci�n de iglesias o escuelas o instituciones caritativas es declarar que el Evangelio ha perdido su poder para hacer que el coraz�n de los cristianos est� dispuesto a realizar la obra que el Se�or les ha encomendado. .

Versículo 13

Pero no quiero, hermanos, que ignor�is acerca de los que duermen, para que no os entristezc�is como los dem�s que no tienen esperanza.

Versículos 13-18

Informaci�n sobre la resurrecci�n de los muertos.

Versículo 14

Porque si creemos que Jes�s muri� y resucit�, as� tambi�n traer� Dios consigo a los que durmieron en Jes�s.

Versículo 15

Porque esto os decimos por palabra del Se�or, que nosotros los que vivimos, que quedaremos hasta la venida del Se�or, no se lo impediremos a los que durmieron.

Versículo 16

Porque el Se�or mismo descender� del cielo con j�bilo, con voz de arc�ngel y con trompeta de Dios; y los muertos en Cristo resucitar�n primero.

Versículo 17

Entonces nosotros, los que estemos vivos, y los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Se�or en el aire; y as� estaremos siempre con el Se�or.

Versículo 18

Por tanto, consolaos unos a otros con estas palabras.

Parece que los cristianos tesalonicenses, en su excesivo entusiasmo por la segunda venida del Se�or, hab�an tropezado con varios malentendidos. Su solicitud por sus muertos, por ejemplo, les hizo temer que estos �ltimos ocuparan una posici�n secundaria a la que ellos mismos, que vivir�an hasta la segunda venida del Se�or, esperaban alcanzar. Incidentalmente, esta inquietud ansiosa tendi� a hundirlos en un dolor que estuvo peligrosamente cerca de ser como el de los gentiles.

Por tanto, Pablo combina amonestaci�n con instrucci�n: Pero no queremos, hermanos, que ignor�is acerca de los que durmieron, para que no os entristezc�is por ellos como tambi�n los otros que no tienen esperanza. Es cierto que la fe de los cristianos no sofoca y erradica los afectos naturales. Cristo mismo llor� ante la tumba de su amigo L�zaro. Pero incluso en este vers�culo inicial, el ap�stol destaca dos puntos que muestran la gran diferencia entre el dolor de los cristianos y el de los incr�dulos.

En primer lugar, si los cristianos mueren, se duermen en el Se�or Jes�s, 1 Corintios 11:30 ; 1 Corintios 15:20 . Su muerte es como un sue�o apacible, del cual habr� un despertar glorioso. Por eso, en segundo lugar, el dolor de los cristianos por la muerte de sus seres queridos es totalmente diferente al de los dem�s, de los forasteros, de los incr�dulos, cuya condici�n se describe acertadamente con las palabras: No tienen esperanza. .

Cuando mueren sus amigos y parientes, se van, se los arrebatan definitivamente, para nunca m�s ser vistos. Tal recuerdo de una felicidad perdida m�s all� de la recuperaci�n, de una despedida sin la esperanza de volver a encontrarse, produce un estado desesperado, terrible.

Pero los cristianos est�n en una posici�n completamente diferente: porque si creemos que Jes�s muri� y resucit�, as� tambi�n traer� Dios consigo a los que durmieron por medio de Jes�s. Esa es la creencia de todos los cristianos, que Jes�s realmente muri� en la cruz, pero que con la misma verdad resucit� al tercer d�a. Los creyentes en Cristo, sin embargo, pertenecen a Cristo, son part�cipes de toda Su obra de redenci�n y de todas las bendiciones que �l gan� a trav�s de Su sufrimiento vicario.

Por tanto, los cristianos, todos aquellos que durmieron en Cristo, confiando en su completa salvaci�n, pasar�n de muerte a vida. Con la misma certeza que creemos en el Cristo crucificado y resucitado, con la misma certeza que estamos unidos con Cristo en la vida y en la muerte por medio de la fe, con la misma certeza el Se�or nos guiar� a nosotros y a todos los creyentes que han dormido en Jes�s con nuestro Salvador. en los reinos de la gloria eterna.

Ese es el consuelo de los cristianos con respecto a los amigos y parientes a quienes han sepultado. Descansan, duermen en el Se�or; incluso en la muerte son del Se�or. Cuando Cristo, por tanto, que es nuestra Vida, aparezca, entonces tambi�n nosotros apareceremos con �l en gloria, y todos los creyentes con nosotros, Colosenses 3:4 .

El ap�stol a�ade ahora unas palabras de instrucci�n con respecto a los que habitar�n en la tierra cuando venga el Se�or: Porque esto os decimos por palabra del Se�or, que nosotros, los vivientes, que quedamos para la venida del Se�or. Se�or, de ninguna manera preceder� a los que se durmieron. Esta era una palabra, un dicho, del Se�or que hab�a sido preservado por los disc�pulos y que est� registrado aqu� por el ap�stol. Cuando llegue el �ltimo d�a, todav�a habr� algunos creyentes viviendo en la tierra, habiendo sido abandonados por Dios para el regreso de Cristo.

Pero estos creyentes no tendr�n ventaja sobre los que durmieron en el Se�or, cuyos cuerpos yacen en la tumba. Tanto ellos como los que durmieron en el Se�or ser�n part�cipes de la gloria de su Se�or y Salvador. Los cristianos tesalonicenses evidentemente estaban preocupados por el temor de que sus familiares y amigos durmientes no estuvieran presentes para ver y recibir a Cristo, el Vencedor, cuando regrese en las nubes del cielo para el D�a del Juicio.

Ellos mismos, en el fervor de su primer amor, estaban tan intensamente ansiosos por Su venida, estaban tan seguros de Su pronto advenimiento, que este pensamiento los llen� de gran ansiedad. Por tanto, Pablo les mostr� que sus temores eran infundados.

Ahora tambi�n explica la secuencia de eventos en el �ltimo d�a: Porque el Se�or mismo descender� del cielo con una fuerte llamada, con la voz de un arc�ngel y con la trompeta de Dios, y los muertos en Cristo se levantar�n primero; entonces nosotros, los vivientes, que quedamos, seremos arrebatados junto con ellos en las nubes para encontrarnos con el Se�or en el aire; y as� estaremos siempre con el Se�or.

Los acontecimientos del �ltimo d�a se despliegan aqu� ante nuestros ojos como actos sucesivos. La primera es que el Se�or mismo, el Cristo exaltado, aparecer� en las nubes del cielo, visible, mientras asciende a lo alto. Con gran poder y fuerza descender� del cielo, Hechos 1:11 . Con una fuerte convocatoria, con un grito de mando, como un capit�n victorioso que sale a la destrucci�n de sus enemigos, con la voz de un arc�ngel convocando a la gran hueste de los esp�ritus celestiales, con una trompeta de Dios, una nota majestuosa que infundir terror en los corazones de Sus enemigos y hacer que los corazones de los creyentes laten m�s alto con gozo exultante, el gran Rey descender� de Su trono.

Ser�, como escribe Lutero, como la llegada de un gran y poderoso rey o emperador en plena batalla, llenando el aire con el clamor de los gritos de batalla y las trompetas. El grito del victorioso Conquistador de la muerte y el infierno llegar� a los muertos en sus tumbas, los creyentes oir�n la voz de su Salvador y saldr�n de sus tumbas con cuerpos glorificados, listos para unirse a �l en Su desfile triunfal, 1 Corintios 15:42 ; Filipenses 3:21 .

Ese ser� el primer evento de inter�s en este sentido. Pero inmediatamente despu�s, los creyentes a quienes el Se�or ha dejado hasta el d�a de hoy, que todav�a viven en la carne, experimentar�n el poder de la majestad de Cristo en sus propios cuerpos. De repente ser�n atrapados en las nubes para unirse al s�quito del Rey de reyes. La mortalidad de sus cuerpos entonces tambi�n quedar� atr�s, habi�ndose vestido este corruptible de incorrupci�n, 1 Corintios 15:52 .

En compa��a de su exaltado Salvador, los creyentes aparecer�n entonces en gloria ante el mundo entero, para estar para siempre con el Se�or, en lo cual la esencia de la bienaventuranza eterna consiste, estar en Su presencia, verlo cara a cara, por los siglos de los siglos. . Con la certeza de tal gozo ante nosotros, la amonestaci�n del ap�stol seguramente debe encontrar o�dos dispuestos y obediencia pronta: As� que, entonces, an�mense unos a otros con estas palabras. Hay un mundo de consuelo y consuelo en este breve pasaje, que apenas se puede indicar en una breve explicaci�n.

Resumen

El ap�stol emite una advertencia sobre el vicio sexual y la codicia, como pecados de inmundicia, insta al amor fraterno y la frugalidad trabajadora, y da informaci�n sobre los acontecimientos del D�a de la Resurrecci�n, con miras a consolar a los creyentes de todos los tiempos.

Información bibliográfica
Kretzmann, Paul E. Ph. D., D. D. "Comentario sobre 1 Thessalonians 4". "Comentario Popular de Kretzmann". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/kpc/1-thessalonians-4.html. 1921-23.