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1 Timoteo 4

Comentario Popular de la Biblia de KretzmannComentario de Kretzmann

Versículo 1

Ahora bien, el Esp�ritu dice expresamente que en los �ltimos tiempos algunos se apartar�n de la fe, atendiendo a los esp�ritus enga�adores ya las doctrinas de los demonios;

Versículos 1-5

Las falsas doctrinas de los �ltimos d�as y su refutaci�n.

Versículo 2

hablar mentiras en hipocres�a; tener la conciencia cauterizada con un hierro candente;

Versículo 3

prohibiendo casarse y mandando que se abstengan de las carnes que Dios ha creado para ser recibidas con acci�n de gracias por los que creen y conocen la verdad.

Versículo 4

Porque toda criatura de Dios es buena, y nada se puede rechazar si se recibe con acci�n de gracias;

Versículo 5

porque est� santificado por la Palabra de Dios y la oraci�n.

As� como el ap�stol hab�a comenzado esta secci�n de su carta con una advertencia contra los erroristas, tambi�n la cierra con una referencia espec�fica a algunas de las doctrinas m�s peligrosas de los �ltimos d�as: Pero el Esp�ritu dice claramente que en los �ltimos tiempos ciertos hombres apostatar� de la fe, atendiendo a los esp�ritus de error ya las doctrinas de los demonios. El Esp�ritu Santo, el Esp�ritu de profec�a, que transmite las revelaciones divinas, estuvo especialmente activo en los primeros d�as de la Iglesia cristiana, tambi�n desvelando el futuro y transmitiendo as� advertencias a los creyentes.

En este caso, el Esp�ritu, probablemente a trav�s de la boca de uno de los profetas entre los disc�pulos, o mediante una revelaci�n hecha a Pablo personalmente, hab�a declarado expresamente, con palabras distintas, que habr�a un apartamiento de la verdad en los tiempos venideros. . Despu�s de que el primer amor de los d�as apost�licos se apag�, muchos cristianos permanecieron en las congregaciones solo por razones convencionales, como muchos lo hacen en nuestros d�as.

Pero adem�s de eso, los hombres realmente apostatar�an de la fe, se apartar�an de la sana doctrina del Evangelio. Cu�n ampliamente se cumpli� esto se ve en el caso del gran n�mero de sectas anticristianas que han surgido en medio de la Iglesia. Aunque muchos de estos hombres fueron educados en la verdadera fe, la han negado deliberadamente prestando atenci�n y asentimiento a los esp�ritus del error, a aquellos maestros que no solo han dejado los caminos de la verdad para sus propias personas, sino que tambi�n est�n haciendo todo esfuerzo por desviar a otros.

Esp�ritus de error, el ap�stol llama a los falsos maestros, porque se han rendido al esp�ritu de mentira y enga�o y son impulsados ??por �l. Por lo tanto, sus doctrinas tambi�n se llaman ense�anzas de demonios, siendo los mismos esp�ritus malignos los creadores de sus ideas falsas, de su perversi�n de la verdad.

El ap�stol sigue caracterizando a los erroristas: con hipocres�a hablando mentiras, siendo marcado en la propia conciencia. Con una excelente muestra de piedad e inter�s en el bienestar de los hombres, los demonios, o m�s bien los falsos profetas impulsados ??por ellos, ense�an mentiras. Por tanto, la insidia de la tentaci�n consiste en que tiene apariencia de piedad. Ver Mateo 7:15 ; 2 Corintios 11:14 .

Estas personas son plenamente conscientes del hecho de que est�n haciendo da�o con su conducta hip�crita, pero han marcado, cauterizado, su propia conciencia; llevan consigo el conocimiento de su culpabilidad y culpabilidad en todo momento. Cuanto m�s activamente llevan a cabo la propaganda de sus falsas doctrinas, m�s profundamente introducen el hierro candente en su conciencia. Sin embargo, endurecen sus corazones y finalmente se pierden con sus falsas doctrinas.

El ap�stol ahora enumera algunos de los errores que se ense�ar�an en medio de la Iglesia: Prohibir casarse y (ordenar) abstenerse de alimentos que el Se�or ha creado para el disfrute de aquellos que creen y reconocen la verdad. El estado del santo matrimonio es la ordenanza e instituci�n de Dios, y es Su voluntad que la persona adulta normal promedio entre en este estado.

Pero ciertos falsos maestros no dudaron en pervertir incluso este orden de Dios al prohibir el matrimonio, al negar a hombres y mujeres el derecho y el deber de contraer matrimonio santo. Pero su insolente arrogancia no se detuvo ah�, ya que los mismos maestros tambi�n tuvieron la temeridad de dictar �rdenes de que los hombres deb�an abstenerse de ciertos alimentos. En este mandamiento de los hombres no solo se inclu�an las carnes, sino tambi�n alimentos de todo tipo.

El juicio del ap�stol sobre los falsos maestros, por lo tanto, es agudo, porque �l llama a esa ense�anza doctrina de demonios, proclamaci�n de mentiras. Si tomamos la caracterizaci�n del ap�stol como un todo, ciertamente se aplica, en lo que respecta a la mentira deliberada, las doctrinas de los hombres, la prohibici�n del matrimonio y de las comidas se refiere a la Iglesia de Roma. Como dice un comentarista: "No puede haber ninguna duda de su aplicabilidad a la comuni�n papal.

Se considera falsa toda la serie de doctrinas sobre la autoridad del Papa, el purgatorio, la Misa, la invocaci�n de los santos, la veneraci�n de las reliquias, los siete sacramentos, la autoridad de la tradici�n, la doctrina del m�rito, etc. De hecho, el sistema no podr�a caracterizarse mejor que decir que es un sistema que habla mentiras. "Todo el plan intenta arrojar falsedad al mundo en lugar de la sencilla ense�anza del Nuevo Testamento".

Al refutar la falsa doctrina, el ap�stol dice de los alimentos, en primer lugar, que Dios los ha creado para el uso y disfrute, con acci�n de gracias, de aquellos que creen y conocen la verdad. Los creyentes, los que conocen la verdad, los que, por la gracia de Dios, han llegado a comprender la verdad del Evangelio y han hecho de esta verdad su confesi�n: s�lo ellos reciben los dones de Dios con el esp�ritu correcto, es decir , con acci�n de gracias con un coraz�n que lo reconoce como el Dador de todas las cosas buenas.

Es cierto, en verdad, que Dios deja que su sol salga sobre los malos y los justos, y env�a la lluvia sobre los buenos y los malos, pero las �nicas personas que aceptan su bondad con el esp�ritu correcto son los creyentes, quienes, en Libertad cristiana, no hagas distinciones en los alimentos y no creas en el falso ascetismo.

Los cristianos saben, como escribe el ap�stol: Porque toda criatura de Dios es buena, y nada objetable se acepta con acci�n de gracias: porque es santificado por la Palabra de Dios y la oraci�n. Aqu� hay un rechazo definitivo de la posici�n err�nea en cuanto a los alimentos. Todo lo que Dios ha creado, todo lo que su omnipotencia ha hecho que exista, es bueno, es excelente incluso en virtud de que es un producto de su bondad.

Todo lo que Dios ha destinado a la comida debe entonces ser considerado como tal y no prohibido como in�til, peligroso y pecaminoso.Todo depende de la forma de aceptaci�n, porque si el coraz�n del que recibe el regalo est� lleno de pensamientos ingratos y pecaminosos, si no acepta la bondad de Dios con acci�n de gracias, entonces el prop�sito del Creador al donar los dones no se realiza plenamente. La explicaci�n de Lutero de la Cuarta Petici�n muestra que �l realmente entendi� el significado de este vers�culo: "Oramos en esta petici�n para que Dios nos ense�e a conocerlo ya recibir nuestro pan de cada d�a con acci�n de gracias.

"En lo que respecta a Dios, sus dones de hecho no est�n influenciados por la conducta de aquellos que los reciben, pero en lo que respecta a los hombres, su comportamiento al aceptar los dones y el uso de las bendiciones de Dios marcan una gran diferencia. que hace uso de cualquiera de los dones de Dios, incluida la comida y la bebida, solo para la satisfacci�n de los deseos pecaminosos, profanando as� estas bendiciones. Por otro lado, la aceptaci�n agradecida de los dones de Dios por parte de los cristianos con la Palabra de Dios y con la oraci�n es una consagraci�n de estas bendiciones.

Indudablemente, el ap�stol aqu� ten�a en mente las oraciones de la comida, que generalmente est�n revestidas en lenguaje b�blico, y que siempre mencionan la dependencia del hombre del Creador, el Dador de toda buena d�diva. Este esp�ritu de los cristianos incidentalmente les impide despreciar y abusando de cualquier bendici�n que descienda de arriba. Los erroristas con su prohibici�n de los alimentos no pueden afianzarse en una congregaci�n donde todav�a se mantiene este conocimiento.

Versículo 6

si pones a los hermanos en memoria de estas cosas, ser�s un buen ministro de Jesucristo, nutrido en las palabras de fe y de buena doctrina, a lo que has llegado.

Versículos 6-11

La conducta personal de Timoteo.

Timothy como buen maestro:

Versículo 7

Pero desecha las f�bulas profanas y de viejas, y ejerc�tate m�s bien en la piedad.

Versículo 8

Porque el ejercicio corporal aprovecha poco; pero la piedad es �til para todas las cosas, porque tiene promesa de la vida que ahora es y de la venidera.

Versículo 9

Este es un dicho fiel y digno de toda aceptaci�n.

Versículo 10

porque, por tanto, trabajamos y sufrimos oprobio, porque confiamos en el Dios vivo, que es el Salvador de todos los hombres, especialmente de los que creen.

Versículo 11

Estas cosas mandan y ense�an.

En la primera parte de su carta, Pablo hab�a resumido la doctrina del Evangelio, alcanzando el cl�max de su exposici�n en el estallido de poes�a con el que cerr� el tercer cap�tulo. Timoteo ha de transmitir ahora la informaci�n: al exponer esto a los hermanos, ser�s un excelente ministro de Cristo Jes�s, nutrido de las palabras de la fe y de la buena doctrina que has seguido hasta ahora.

En esto consist�a el oficio de Timoteo, y en esto consiste el oficio de todos los verdaderos pastores, que ense�en a los hermanos, a todos los cristianos confiados a su cuidado, las doctrinas fundamentales del cristianismo, las verdades del Catecismo. De hecho, las doctrinas subsidiarias deben ser tratadas tambi�n, pero solo en la medida en que sirvan a los fundamentos. Al ense�ar primero lo primero, al mantener las doctrinas b�sicas de la Biblia ante los cristianos en todo momento, los pastores demuestran ser excelentes servidores de Cristo Jes�s, cuyo ministerio concuerda con los preceptos del Se�or de la Iglesia.

El Se�or se complace en su trabajo y lo bendice en consecuencia. Un ministro as�, adem�s, se nutre de palabras de fe y de buena doctrina. Las palabras de fe, las palabras de la Sagrada Escritura que ense�an la fe, la doctrina del Evangelio, que es el alimento espiritual diario de todo verdadero pastor, en cuyo uso debe aplicar incansable diligencia. El asunto realmente deber�a requerir poca urgencia, ya que las palabras del Evangelio son las de una excelente y excelente doctrina, que asegura a todos los pecadores el perd�n pleno y gratuito de todos sus pecados mediante la expiaci�n de Jes�s.

S�lo el que recibe incesantemente el consuelo y la fuerza de esta doctrina es capaz de impartir algo de ella a otros. Timoteo hab�a seguido el curso de esta doctrina, hab�a cedido una pronta obediencia a su instrucci�n, hab�a hecho que toda su conducta y su vida estuvieran de acuerdo con sus preceptos. Por lo tanto, ten�a un fundamento firme en la fe y el amor y, por lo tanto, pod�a predicar la doctrina de la fe con convicci�n.

El ap�stol, a este respecto, encuentra �til repetir su advertencia del cap. 1: 4 en una forma ligeramente diferente: Pero las f�bulas profanas y de ancianas evitan. Las f�bulas, o mitos, no son solo historias que fueron inventadas, sino especialmente doctrinas y exposiciones, adiciones y tradiciones, que fueron producto de los falsos maestros. Los erroristas judaizantes eran tan firmemente adictos a las ideas fant�sticas y la argumentaci�n in�til a la manera del Talmud que parec�a que les resultaba imposible romper con su influencia.

Pero la introducci�n de tales temas en la Iglesia reacciona invariablemente a la proclamaci�n de la verdad divina contenida en el Evangelio, profanando as� su contenido sagrado. Adem�s, el empleo de un ministro de Dios con tales tonter�as, con el discurso de las ancianas, como el ap�stol designa las especulaciones de los falsos maestros, es indigno del llamado del pastor cristiano. Por lo tanto, Timoteo deber�a evitarlos, negarse a discutirlos en absoluto.

En todos los casos de doctrinas y especulaciones humanas, el mejor plan es ignorar su necedad y darles a los erroristas el buen consejo de que estudien la Biblia como la Palabra inspirada de Dios. Timoteo podr�a emplear su tiempo y sus fuerzas para sacar m�s provecho: m�s bien, ejerc�tese para la piedad. As� como se preocup� de obtener la fuerza adecuada mediante el uso diario del alimento espiritual ofrecido en la Palabra de Dios, tambi�n debe tener cuidado de entrenar su capacidad espiritual mediante ejercicios que tiendan a confirmar y profundizar la verdadera piedad en su coraz�n, Filipenses 2:12 .

La palabra empleada por el ap�stol implica una actividad incesante en la abnegaci�n, en el dominio propio, en el ejercicio de las diversas virtudes cristianas. Si todo esto se practica sin un entusiasmo moralista, lo m�s probable es que resulte en una reverencia apropiada de Dios, como se muestra en una vida santa.

En relaci�n con esta amonestaci�n, el ap�stol contin�a: Porque el ejercicio corporal es de poco valor; la piedad, por otra parte, tiene valor para todas las cosas, ya que tiene la promesa de la vida presente y de la venidera. El entrenamiento del cuerpo tiene ciertamente su valor, puede ser de gran ayuda en el ejercicio de muchas virtudes, ya que la vieja m�xima de una mente sana en un cuerpo sano es v�lida tambi�n en la vida de los cristianos.

Pero en comparaci�n con ese otro entrenamiento que el ap�stol aqu� insta, su posici�n secundaria debe enfatizarse en todo momento; porque la piedad, la verdadera piedad, es de valor en todo momento y en toda circunstancia. El fortalecimiento de la fe, del amor, de la esperanza, de la paciencia, de todas las virtudes cristianas se produce al mismo ritmo que su crecimiento. El verdadero contentamiento, la verdadera felicidad, solo se puede encontrar donde la piedad est� en casa.

Este valor, que sigue al ejercicio de la piedad, es tan grande porque, como escribe San Pablo, la promesa que el Se�or le ha dado incluye tanto la vida presente como la futura. Tenemos la promesa de Dios en Su Palabra de que �l dar� vida eterna, con todas las bendiciones incluidas en esta vida, tambi�n en este mundo, como recompensa de gracia a los creyentes. A los que lo aman, Dios les ha prometido todas las cosas que necesitan para la vida presente; pero la bendici�n m�s grande y gloriosa es la que Cristo ha ganado para todos los hombres a trav�s de Su sufrimiento vicario y muerte, salvaci�n, vida eterna, con gozo en Su presencia para siempre.

Y para que Timoteo y los cristianos de todos los tiempos no pasen por alto el �nfasis de esta amonestaci�n, el ap�stol agrega: Fiel es esta palabra y digna de toda aceptaci�n. Su urgente exhortaci�n debe ser escuchada en todo momento, debe servir de acicate para que todos los disc�pulos de Cristo progresen en la verdadera santidad.

Pero hay otra raz�n que el ap�stol insta a fin de lograr una fiel observancia de todos los deberes del ministerio cristiano por parte de Timoteo: con este fin, a saber, nos esforzamos y nos esforzamos, porque hemos puesto nuestra esperanza en el Dios vivo, que es el Salvador de todos los hombres, especialmente de los creyentes. Manda estas cosas y ens��alas. Con la perfecci�n en la piedad como la meta ante sus ojos en todo momento, el ap�stol, Timoteo y todos los ministros del Evangelio est�n m�s seriamente preocupados por el bienestar de sus almas. listo para lanzar cada onza de su fuerza a la batalla por Cristo y el Evangelio en el momento adecuado.

Y esto lo hace porque su esperanza est� en el Dios viviente, 1 Corintios 15:19 ; 2 Corintios 1:10 , quien es la Fuente de toda vida. Tiene, pues, un fundamento firme e inamovible para la esperanza de su fe. Todo creyente cuya confianza descansa en el Se�or, que recibe vida y fuerza de �l, tambi�n tendr� valor para cumplir con todas las condiciones que puedan ofrecerse en su vida, y fuerza para vencer todos los ataques de sus enemigos.

Su fe descansa en el Se�or, que es el Salvador de todos los hombres, que quiere que todos los hombres sean salvos, cuya misericordiosa voluntad se extiende a toda la humanidad. Si el ap�stol se ve obligado a a�adir: "Sobre todo los creyentes", no es porque Dios no desee la salvaci�n de los incr�dulos con tanta seriedad como la de los creyentes, sino porque estos �ltimos rechazan deliberada y maliciosamente la gracia ofrecida de Dios.

�sta es la raz�n por la que la misericordiosa voluntad de Dios para la salvaci�n de todos los hombres se realiza realmente solo en el caso de los creyentes, y por lo tanto, �l es principalmente el Salvador de los creyentes. Timoteo deb�a transmitir toda esta doctrina de justificaci�n y santificaci�n a las almas confiadas a su cuidado, y eso con todo �nfasis; deber�a mandar y ense�ar. S�lo mediante la ense�anza, la repetici�n, la amonestaci�n y la aplicaci�n constantes es posible obtener un conocimiento satisfactorio de la doctrina cristiana y hacer un uso perfecto de ella en la vida.

Versículo 12

Que nadie desprecie tu juventud; pero s� ejemplo de los creyentes en palabra, en conversaci�n, en caridad, en esp�ritu, en fe, en pureza.

Versículos 12-16

El crecimiento espiritual de Timoteo:

Versículo 13

Hasta que yo venga, oc�pate en la lectura, en la exhortaci�n y en la doctrina.

Versículo 14

No descuides el don que hay en ti, que te fue dado por profec�a con la imposici�n de las manos del presbiterio.

Versículo 15

Medita en estas cosas, entr�gate por completo a ellas, para que todos vean tu provecho.

Versículo 16

Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; continuar en ellos; porque haciendo esto, te salvar�s a ti mismo ya los que te escuchan.

Las reglas de conducta que el ap�stol da aqu� no solo conservan su inter�s, sino tambi�n su valor total hasta el d�a de hoy, y deben ser atendidas tanto por pastores como por oyentes. Un punto muy importante es el de la primera amonestaci�n: nadie desprecie tu juventud, sino ponte a ti mismo como ejemplo de los creyentes, en palabra, en conducta, en amor, en fe, en pureza. Timoteo ten�a en ese momento probablemente algo m�s de treinta a�os, por lo que todav�a se lo consideraba, especialmente en comparaci�n con el ap�stol, como un hombre joven.

La amonestaci�n de Pablo, por lo tanto, aunque implica que una congregaci�n debe la debida reverencia a sus pastores como representantes de Dios, est� dirigida principalmente a Timoteo. En todo momento debe comportarse de una manera m�s varonil que no d� ocasi�n de despreciar su juventud. C�mo se puede hacer esto, el mismo ap�stol lo indica al invitarlo a convertirse en un ejemplo de los creyentes. En plena conformidad con la dignidad de su cargo y con la autoridad que se le ha conferido, su comportamiento debe servir de ejemplo a todos los hermanos cristianos.

Siempre que hablara o ense�ara, deb�a hacerlo con la conciencia de que todos los hombres simplemente lo miraban como el maestro de la congregaci�n y que deb�a evitar toda ofensa. Lo mismo suced�a con su conducta y su vida diaria, donde la gente esperaba que �l practicara lo que predicaba. El pastor sabio lo recordar� en todo momento y por lo tanto evitar� incluso la apariencia de maldad y la ofensa en asuntos indiferentes, donde esto se puede hacer sin negar la verdad.

De esta manera se pueden practicar algunas de las grandes virtudes, especialmente el amor y la fe. Dondequiera que se encuentre la verdadera fe, la certeza de la salvaci�n descansando en Cristo Jes�s, all� su principal fruto ser� el amor a Dios y al pr�jimo. Particularmente en el caso del ministro cristiano, los oyentes deben poder notar y sentir que su conocimiento no es un mero entendimiento de la mente, sino una convicci�n del coraz�n.

Si un predicador est� convencido de este hecho, entonces esta fe se reflejar� en todo su comportamiento en su ministerio; Cada uno de sus actos ser� una expresi�n del vers�culo: "El amor de Cristo nos constri�e". En ese caso tambi�n se encontrar� la pureza, la limpieza del alma en todos los aspectos. Toda laxitud moral en un predicador reacciona sobre todo su oficio y sobre toda su congregaci�n. Un ministro no puede ser demasiado cuidadoso en preservar su coraz�n y su mente libres de toda forma de impureza.

Sin embargo, para alcanzar este ideal, para mantener el alto nivel exigido por la Palabra de Dios, una cosa es necesaria: hasta que yo venga, atiende a tu lectura, a tu exhortaci�n, a tu doctrina. El ap�stol ten�a la intenci�n de visitar o encontrarse con su alumno lo antes posible, pero los arreglos a�n no se hab�an completado. Mientras tanto, Timoteo deb�a participar activamente en la obra de su llamamiento, deb�a dedicar toda su atenci�n a tres funciones de su oficio: lectura, exhortaci�n y doctrina.

La lectura puede referirse al p�blico que recita o declama las lecciones prescritas del Antiguo Testamento, pero aqu� probablemente al menos incluye el estudio personal de Timoteo. Porque su propia persona deb�a ser sumamente diligente en el estudio de las Sagradas Escrituras: deb�a ampliar y profundizar siempre su conocimiento y comprensi�n. Y del conocimiento as� adquirido deb�a hacer uso y aplicaci�n apropiados en la obra de su oficio, tanto en la exhortaci�n individual, en el cuidado pastoral como en la ense�anza p�blica, en sus sermones ante toda la congregaci�n.

Estas tres partes del trabajo de un ministro siguen siendo las m�s importantes en su oficina y en todo momento deben recibir la atenci�n que merecen como tales. O, como dice Lutero: "�Mira, estudia, presta atenci�n a la lectura! Ora, lee, estudia, �S� diligente! En verdad, no hay tiempo para holgazanear, roncar y dormir en esta era mala y perversa. �Usa el don que te ha sido confiado y revela el misterio de Cristo! "

Este pensamiento el ap�stol lo lleva a cabo m�s plenamente por escrito: No descuides el don de la gracia en ti, que te fue dado por profec�a con la imposici�n de manos del presbiterio. En el momento en que Timoteo fue ordenado para el oficio ministerial, hab�a recibido un don especial de gracia, a saber, el de ense�ar, de presentar claramente los asuntos de la Palabra de Dios. A trav�s de la profec�a, este don le hab�a llegado.

Habiendo aprendido las secciones prof�ticas de la Palabra de Dios desde su juventud y habiendo recibido m�s instrucci�n en las Escrituras de Pablo, especialmente tambi�n en cuanto al mensaje del Evangelio, Timoteo hab�a sido declarado completamente preparado para el oficio de maestro en la Iglesia. Esta declaraci�n de su aptitud se hab�a hecho en presencia de la congregaci�n reunida. La imposici�n de manos por parte de los miembros del presbiterio de Listra fue, por tanto, en gran parte, si no del todo, simb�lica. As�, Timoteo fue llamado e instalado en el cargo, y el Se�or, incidentalmente, le dio la alegre confianza y audacia para predicar la Palabra sin temor.

El ap�stol considera este punto, que Timoteo hace uso del don de la ense�anza que pose�a con toda diligencia, de tal importancia que resume: Practica estas cosas, enf�cate en ellas, para que tu progreso sea abierto a todos. Estos asuntos, estudio, exhortaci�n, ense�anza, deb�an ser el primer cuidado de Timoteo, deb�an ser la principal preocupaci�n de todo verdadero pastor. Timoteo ten�a que ocuparse tan asiduamente de la obra de su oficio, en la doctrina y en la vida, que estar�a completamente absorto en ellos, envuelto en ellos en santidad, olvid�ndose de todas las dem�s consideraciones.

El ministro que espera placer y una vida f�cil en su oficina, que siempre se queja y suspira por un trabajo de otro tipo, tiene una concepci�n completamente err�nea del m�s alto de todos los cargos. S�lo una devoci�n completa y absorbente satisfar� la dignidad y la gloria de este llamamiento. En ese caso, sin embargo, el progreso del pastor en su trabajo seguramente ser� notado tanto por sus oyentes como por otros; es el �nico mayo apropiado en el que puede dejar brillar su luz, para la gloria de Aquel que lo ha considerado digno de la gracia de predicar las inescrutables riquezas de Dios.

El ap�stol concluye ahora con la amonestaci�n: Atiende a ti mismo ya la doctrina, contin�a aqu�; porque al hacer esto, te salvar�s tanto a ti mismo como a los que te escuchan. Este vers�culo servir�a como un excelente lema para todo ministro. El que quiera ense�ar a otros debe comenzar por s� mismo, debe velar por su propia persona, por cada una de sus palabras y acciones. Por cierto, un pastor fiel, siguiendo el ejemplo de Timoteo, no puede ser demasiado cuidadoso al preparar el asunto que usa en su ense�anza p�blica.

Debe evitarse toda expresi�n ambigua y, sobre todo, toda falsa; la vigilancia en este punto no puede ser demasiado estricta. Es un caso de vigilancia inquieta, incansable, de atender estas cosas, de prestarles atenci�n siempre y siempre. Pero la meta que se presenta al pastor fiel ciertamente merece los esfuerzos m�s en�rgicos, porque, en primer lugar, ayuda a su propia salvaci�n, como recompensa de la gracia, por supuesto, no del m�rito.

Un pastor fiel que escudri�a la Palabra de Dios d�a a d�a, cuidando todo el trabajo de su oficio con amorosa devoci�n, pronto encontrar� que su confianza en Dios y su certeza de salvaci�n se fortalecer�n poderosamente, permiti�ndole superar cada ataque de el viejo Enemigo Maligno y permanecer firme en su fe hasta el final. Y el mismo objeto maravilloso provocar� en el caso de muchos de sus oyentes.

De hecho, es cierto que muchas personas escuchan solo con sus o�dos y no aceptan la verdad de Dios con el coraz�n. Pero donde todo el consejo de Dios para la salvaci�n de los hombres es proclamado con toda fidelidad y con toda pureza, siempre habr� quienes reciban la Palabra con un coraz�n dispuesto y, por lo tanto, ser�n guardados para vida eterna. Ese hecho es una fuente de consuelo y fortaleza para muchos pastores fieles en su trabajo responsable.

Resumen. El ap�stol nuevamente discute los errores de los �ltimos tiempos y luego se dirige a Timoteo con palabras de consejo y amonestaci�n en cuanto a la obra de su oficio y la preparaci�n que debe continuar para ser un ejemplo para sus oyentes tanto en la doctrina como en la vida. .

Información bibliográfica
Kretzmann, Paul E. Ph. D., D. D. "Comentario sobre 1 Timothy 4". "Comentario Popular de Kretzmann". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/kpc/1-timothy-4.html. 1921-23.