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Colosenses 3

Comentario Popular de la Biblia de KretzmannComentario de Kretzmann

Versículo 1

Entonces, si sois resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde Cristo est� sentado a la diestra de Dios.

Versículos 1-4

Los afectos de los cristianos sobre las cosas de arriba.

Versículo 2

Pon tu afecto en las cosas de arriba, no en las de la tierra.

Versículo 3

Porque hab�is muerto y vuestra vida est� escondida con Cristo en Dios.

Versículo 4

Cuando Cristo, que es nuestra Vida, aparezca, entonces ustedes tambi�n aparecer�n con �l en gloria.

Como notar� el estudiante de la Biblia, la similitud entre Colosenses y Efesios es evidente en todas partes, pero en ninguna parte es m�s pronunciada que en este cap�tulo. El ap�stol presenta aqu� ante los cristianos el mayor aliciente que podr�a traer: Si, entonces (como es el caso), fueron resucitados con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde Cristo est� sentado a la diestra de Dios. . Que los cristianos hemos sido resucitados con Cristo, que hemos resucitado con �l, que hemos sido hechos part�cipes de su resurrecci�n y de sus bendiciones en nuestra conversi�n, esa es la base principal y m�s profunda de toda nuestra vida cristiana.

"Porque, como dice aqu� San Pablo, la obra excelente y el tesoro supremo de la resurrecci�n de Cristo no ser� un discurso o pensamiento in�til, ineficaz e impotente, como un cuadro muerto tallado en piedra o pintado en papel, sino un poder y poder de una clase para producir una resurrecci�n tambi�n en nosotros por medio de la fe; lo que �l llama 'resucitar con Cristo', es decir, estar muerto a los pecados, ser arrancado del poder de la muerte y del infierno, y tener consuelo y vida en Cristo.

"Habiendo llegado a ser part�cipes de la vida de Cristo, de los frutos de su resurrecci�n, habiendo entrado en la comuni�n m�s �ntima con �l, se sigue que solo tendremos una cosa en mente, que pondremos nuestros pensamientos en las cosas de arriba. Los cristianos se esforzar�n en todo momento por la posesi�n del mundo invisible, eterno, santo y celestial de Dios, por las bendiciones eternas que el exaltado Cristo ha preparado para ellos en las mansiones de arriba.

Prestar�n atenci�n a la amonestaci�n: Pon tu mente en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Todo nuestro pensamiento, todo nuestro deseo, todo nuestro amor, debe dirigirse hacia el cielo. Las cosas transitorias de este mundo deben atraer nuestra atenci�n solo en la medida en que seamos administradores de los dones de Dios por el espacio de esta corta vida. Pero los cristianos no pueden poner sus afectos en los tesoros, en los gozos, en los honores de este mundo.

Las cosas de este mundo son, en el mejor de los casos, s�lo un medio para un fin, es decir, para mantener esta vida f�sica terrenal, para capacitarnos para realizar la obra que el Se�or nos dio para realizar. En el uso correcto de las cosas terrenales que se nos han confiado, realmente nos preocupamos y buscamos las cosas celestiales; con su logro nuestros corazones est�n absortos.

Pablo fundamenta su amonestaci�n: Porque moriste, y tu vida est� escondida con Cristo en Dios. Cuando el Se�or nos convirti� mediante el poder de Su Palabra, nos dio una comuni�n completa con Cristo. As� que los cristianos morimos al mundo ya las cosas terrenales y transitorias; renunciamos al diablo y todas sus obras y toda su pompa. Al mismo tiempo, entramos en la comuni�n de la maravillosa vida de Cristo. Ahora disfrutamos de la uni�n misteriosa con Cristo que est� oculta con �l en Dios.

Esta vida, que pertenece a la profundidad de nuestras experiencias internas, puede ser una locura a los ojos de los ni�os insensatos de este mundo, pero para nosotros los cristianos es una convicci�n divina, una cierta experiencia. Al mismo tiempo, por nuestra uni�n con Cristo, estamos unidos en comuni�n con Dios el Padre mismo. Por tanto, el ap�stol tiene la raz�n m�s poderosa para hablar tan enf�ticamente. "A tal comportamiento terrenal, quiere decir, despu�s de lo cual los paganos e incr�dulos buscan que se quiten por completo la Palabra de Dios de su mente y se permitan ser guiados y conducidos por el diablo, debes estar muerto, probando as� que el La resurrecci�n de Cristo en ti no son palabras vanas, sino fuerza viviente, que tambi�n dan evidencia en ti de que t� tambi�n has resucitado y ahora vives de manera diferente que antes, es decir, seg�n la voluntad y la Palabra de Dios; que se llama divina,

Con el tiempo esta vida ya no estar� escondida: cuando Cristo aparezca, quien es tu Vida, entonces t� tambi�n con �l ser�s manifestado en gloria. Cristo, nuestro Salvador, es nuestra Vida; �l es al mismo tiempo Poseedor y Fuente de toda la vida verdadera, espiritual y eterna. La vida de nuestro Redentor es nuestra vida, nos fue transmitida por Su poder bondadoso; �l mismo es la esencia de nuestra vida, todas las manifestaciones de la vida espiritual en nosotros se deben a Su vida en nosotros.

Ver Romanos 6:10 ; G�latas 2:19 . Cristo se manifestar� en el gran d�a de su juicio, aparecer� ante todo el mundo en la majestad de su gloria. Y entonces pasar�n los d�as de la humildad, entonces se acabar� el tiempo de la vida oculta, entonces tambi�n nosotros los cristianos seremos manifestados con �l en la gloria, para asombro de los incr�dulos, que nos consideraban necios m�s o menos inofensivos o da�inos. con nuestra fe en Cristo resucitado; seremos sacados de nuestra desgracia y oscuridad para convertirnos en participantes de Su estado eterno de bienaventuranza.

Versículo 5

Mortificad, pues, vuestros miembros que est�n sobre la tierra: fornicaci�n, inmundicia, afecto desmesurado, concupiscencia perversa y codicia, que es idolatr�a;

Versículos 5-11

Despojarse del anciano y ponerse el nuevo.

Versículo 6

por lo cual la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia;

Versículo 7

en el cual tambi�n anduvisteis alg�n tiempo cuando vivisteis en ellos.

Versículo 8

Pero ahora tambi�n vosotros dej�is todo esto: la ira, la ira, la malicia, la blasfemia, la mala comunicaci�n de vuestra boca.

Versículo 9

No se mientan el uno al otro, habiendo desanimado al anciano con sus obras,

Versículo 10

y se han revestido del nuevo hombre, el cual es renovado en conocimiento a imagen de Aquel que lo cre�;

Versículo 11

donde no hay griego ni jud�o, circuncisi�n ni incircuncisi�n, b�rbaro, escita, esclavo ni libre; pero Cristo es todo y en todos.

El ap�stol muestra aqu� c�mo debe manifestarse la vida de los creyentes en y con Cristo: Mueran, pues, sus miembros que est�n en la tierra: fornicaci�n, inmundicia, lujuria, maldad y codicia, que es idolatr�a. El ap�stol habla aqu� de los miembros del cuerpo en su estado no regenerado como servidores e instrumentos del pecado, pidiendo a los cristianos que los maten en esa capacidad, mediante un solo acto decisivo para terminar sus funciones a este respecto.

Ver Romanos 6:13 . Entre los pecados que cometen los miembros del cuerpo, el ap�stol menciona especialmente los que prevalec�an entre los paganos en aquellos d�as, los vicios sexuales: fornicaci�n, cuando personas que no son marido y mujer conviven como marido y mujer; inmundicia, impureza, adicci�n a pensamientos y actos er�ticos en la propia mente y cuerpo; lujuria, desear la satisfacci�n del deseo sexual fuera del santo matrimonio; la lujuria maligna, de la cual fluyen todos los dem�s pecados contra el Sexto Mandamiento.

Con estos pecados se asociaba a menudo el de la codicia, el de idear formas y medios para entregarse a las pasiones lujuriosas. Los monstruos de la codicia tambi�n suelen ser monstruos de la lujuria. Pero la codicia, que mata el amor fraternal y endurece el coraz�n contra la suave obra del Esp�ritu Santo de Dios, es, como San Pablo dice espec�ficamente, idolatr�a, una grave transgresi�n del Primer Mandamiento, Mateo 6:24 .

La fe no puede vivir en un coraz�n dedicado a Mamm�n, 1 Timoteo 6:9 . Y el fin es: Por causa de lo cual viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia. Todas estas cosas, todos los pecados que el ap�stol ha mencionado, est�n bajo el juicio de condenaci�n de Dios; Su justicia y santidad exige el castigo del transgresor con la muerte, la muerte eterna.

Por lo tanto, existe una alternativa ante los colosenses: o dar muerte a los miembros que realizan tales actos, o sufrir el castigo eterno a causa de sus transgresiones. Todos los hijos de desobediencia que reh�san prestar atenci�n al llamado amable, la amonestaci�n amonestadora del Se�or, est�n bajo la ira de Dios, que eventualmente los alcanzar� y condenar�.

El ap�stol coloca ahora a los cristianos colosenses en contraste directo con los hijos de la incredulidad y la desobediencia: en los que tambi�n vivieron antes sus vidas cuando viv�an en ellos. La conducta moral de todos los hombres por naturaleza est� sujeta a la censura y condena de Dios. Los cristianos colosenses tambi�n, antes de su conversi�n, hab�an sido transgresores habituales con referencia a uno u otro, oa todos los vicios mencionados anteriormente.

Hab�an estado viviendo en estos vicios; representaban la esfera de su conducta, el estado en el que cualquiera pod�a encontrarlos. Ver Romanos 7:5 ; Efesios 2:2 .

El contraste entre el estado convertido y el inconverso se enfatiza a�n m�s: Pero ahora tambi�n dejas de lado todos ellos: ira, ira, maldad, calumnia, lenguaje abusivo de tu boca. La vida del paganismo, de desobediencia e incredulidad, yace detr�s de los cristianos colosenses, y sin embargo el ap�stol les dirige esta urgente amonestaci�n, ya que debido a la naturaleza malvada del cristiano la tendencia, la proclividad, hacia todos estos pecados se encuentra tambi�n en su corazones.

La vida entera de un cristiano es una batalla contra los esfuerzos del viejo Ad�n por recuperar la supremac�a en su coraz�n. S�lo se mencionan algunas de las ofensas m�s flagrantes: la ira, la condici�n establecida y continuada de un disgusto extremo contra el pr�jimo, que es tan susceptible de culminar en el odio; la indignaci�n o la rabia, el arrebato repentino y apasionado que, en cierto modo, es peor que la rabia baja, ya que el enfurecido pierde todo control sobre s� mismo; malignidad, el sentimiento que hace que una persona se acostumbre a herir a su pr�jimo; calumnia, por la cual el buen nombre del vecino es arrastrado al fango; habla y lenguaje abusivos que revelan la malicia del coraz�n.

As� como el mejor jard�n se arruinar� r�pidamente si se permite que la maleza se afiance, as� la vida de la comunidad cristiana, en el hogar y la congregaci�n, pronto se echar� a perder por completo si estos pecados se afianzan. Y un pecado m�s a�ade el ap�stol a las transgresiones de la boca que ha enumerado: No se mientan los unos a los otros. Para los cristianos, creerse unos a otros, pervertir deliberadamente la verdad para hacer da�o a su pr�jimo, es todo lo contrario de su vocaci�n, no puede reconciliarse con la vida en y con Cristo de la que se han convertido en part�cipes. Mentir es caracter�stico del dominio del diablo, Juan 8:44 .

El ap�stol trae ahora el motivo de la conducta cristiana apropiada desde otro punto de vista: al ver que te has despojado del hombre viejo con sus pr�cticas, y te has vestido del hombre nuevo que se renueva hacia el conocimiento, seg�n la imagen del que cre�. �l. Cuando se convirtieron, los cristianos se quitaron al anciano, la vieja naturaleza pecaminosa, como una ropa vieja y sucia. Este despojo, este despojo, inclu�a tambi�n el de las malas acciones y pr�cticas en las que se deleita la vieja naturaleza maligna del hombre, la negaci�n de la carne con todos sus afectos y concupiscencias.

Ver Romanos 8:13 ; G�latas 5:24 . Este fue un proceso �nico, tuvo lugar en la regeneraci�n; pero tambi�n es un proceso continuo, porque los malos pensamientos y deseos en el coraz�n, asesinatos, adulterios, fornicaciones, falso testimonio, blasfemias, siempre buscan vencer la resistencia del cristiano y sumergirlo nuevamente en la inmundicia de los ni�os. de desobediencia.

El creyente, por tanto, se vestir� al mismo tiempo del nuevo hombre, la naturaleza creada por Dios, producto de su gracia, que consiste en justicia y santidad en verdad, Efesios 4:24 . Este nuevo hombre, esta nueva naturaleza espiritual del cristiano, se renueva continuamente. Mientras vivamos en la carne, este proceso debe continuar sin cesar; debemos ser renovados en conocimiento y en conocimiento.

Debemos crecer en el conocimiento de la Palabra de Dios y en la voluntad, seg�n la imagen de Dios, quien forj� la nueva naturaleza en nosotros en la conversi�n. No solo seremos restaurados a la imagen de Dios que posey� Ad�n, sino que finalmente conoceremos y veremos a nuestro Padre celestial cara a cara, en gloria y majestad eternas. Cuanto m�s los cristianos, mediante el estudio diario y en oraci�n, penetramos en el maravilloso mensaje del Evangelio, m�s comprendemos la maravillosa profundidad del amor que fue revelado en Jesucristo, m�s impresa la imagen de Dios en nuestra alma, hasta que finalmente, a la luz de la gloria eterna, lo conoceremos como somos conocidos, 1 Corintios 13:12 .

A este respecto, en lo que respecta a esta renovaci�n hacia el conocimiento perfecto, se destaca el hecho: donde no puede haber griego y jud�o, circuncisi�n e incircuncisi�n, b�rbaro, escita, esclavo, libre, sino todos y en todo Cristo. Ver G�latas 3:28 . Dondequiera que haya cristianos, dondequiera que se cree el hombre nuevo, todas estas distinciones se desvanecen.

Ya sea una persona griega, una persona versada en toda la sabidur�a de este mundo presente, un miembro de la naci�n m�s avanzada e iluminada del mundo, o un jud�o, orgulloso de su descendencia de Abraham y de ciertas ventajas externas que su naci�n disfrutada; si una persona est� circuncidada o no: si una persona es un b�rbaro o incluso un escita, el ejemplo m�s extremo de falta de civilizaci�n y cultura; Ya sea que una persona sea esclava y est� sujeta a un amo terrenal, o libre y su propio amo ante la ley terrenal, todos estos factores no tienen influencia con respecto al poder de Dios en el Evangelio y con respecto a la posici�n de los cristianos individuales. ante Dios.

No hay diferencia: todos son pecadores ante el Dios justo y santo, todos tienen necesidad de redenci�n, para todos ellos Cristo muri� en la cruz, para todos obtuvo una perfecta reconciliaci�n, y as� todos los cristianos est�n en un estado de absoluta igualdad ante Dios. Y Cristo es todo y en todos. La plenitud de todas las bendiciones se encuentra en �l, y esta plenitud que �l transmite, la da a Sus miembros, a los creyentes, Efesios 1:23 .

En la Iglesia, como vaso lleno de la plenitud de la gracia y la misericordia de Cristo y con todos los dones que incluyen, se produce la gran uni�n, en virtud de la cual se abrogan todas las distinciones hechas por el hombre y el amor y la armon�a perfectos en �l. resultados. "Cristo es la agregaci�n de todas las cosas, distinciones, prerrogativas, bendiciones y, adem�s, est� en todos, morando en todos, y as� uniendo a todos en el elemento com�n de �l mismo".

Versículo 12

Vest�os, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, entra�as de misericordia, bondad, humildad de esp�ritu, mansedumbre, paciencia,

Versículos 12-17

La regla de la paz de Dios y su efecto en varias etapas de la vida.

La conducta de los cristianos entre s�

Versículo 13

soport�ndose unos a otros y perdon�ndose unos a otros, si alguno tiene alguna disputa contra alguno; as� como Cristo os perdon�, as� tambi�n vosotros.

Versículo 14

Y sobre todas estas cosas, vest�os de caridad, que es el v�nculo de la perfecci�n.

Versículo 15

Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la cual tambi�n sois llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos.

Versículo 16

Dejad que la Palabra de Cristo more en vosotros ricamente en toda sabidur�a, ense��ndoos y amonest�ndose unos a otros con salmos e himnos y c�nticos espirituales, cantando con carrera en vuestros corazones al Se�or.

Versículo 17

Y todo lo que hag�is, de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Se�or Jes�s, dando gracias a Dios, el Padre, por medio de �l.

Los cristianos, unidos en comuni�n en Cristo, les conviene llevar una vida conforme a la intimidad y sacralidad de ese v�nculo, para expresar en toda su vida y en todas sus acciones el amor que los une en Cristo: V�stanse, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, un coraz�n compasivo, benigno, humilde, humilde y paciente. Estos son t�tulos maravillosos que el ap�stol aplica a los cristianos, y su uso muestra que es un experto en el arte de la amonestaci�n evang�lica.

�l llama a los creyentes "elegidos de Dios", indicando as� la fuente y la fuente de todas las bendiciones espirituales de Dios. Dios ha elegido a los cristianos en Cristo antes de la fundaci�n del mundo. De acuerdo con su consejo de amor, ha elegido a ciertas personas de la masa de los redimidos para que sean santas e irreprensibles ante �l en amor. No por nuestros m�ritos y obras, sino por gracia gratuita, seg�n el benepl�cito de su voluntad, nos ha elegido en Cristo.

Un resultado de esta elecci�n es que somos santos, limpiados, santificados por la sangre del Cordero. Cristo carg� con los pecados de todos los hombres y se gan� el perd�n de los pecados para todos. La justicia de Jes�s es imputada a todos los que creen en Jesucristo como su Salvador. Por amor a Cristo y su perfecta justicia, son santos delante de la faz de Dios, sin mancha ni tacha. Y por lo tanto, finalmente son los amados del Se�or.

Por amor a Cristo, Su amado Hijo, el Padre nos ama, la plenitud de Su benepl�cito descansa sobre nosotros, la medida completa de Su amor y misericordia. Estos hechos son los incentivos m�s fuertes posibles hacia una vida santa de nuestra parte; deben inducirnos a vestirnos, a revestirnos de corazones de simpat�a y compasi�n los unos por los otros, que este sentimiento caracteriza todo nuestro comportamiento mutuo.

Este t�rmino el ap�stol lo desarrolla al nombrar algunas de las virtudes que se combinan con el amor y la compasi�n cristianos: la bondad, una disposici�n cordialmente amorosa que no conoce la dureza; humildad, humildad de mente, que un cristiano siempre coloca su propia persona en un nivel m�s bajo que el de todos los dem�s creyentes; mansedumbre, apacibilidad frente a su hermano, que pasar� por alto incluso un insulto y no conoce la rabia violenta; longanimidad, que no s�lo sufre mal, sino que rechaza todo pensamiento de venganza y desea s�lo la salvaci�n del pecador.

De c�mo estas virtudes cristianas se manifiestan en la vida pr�ctica, el ap�stol muestra nido: soport�ndose unos a otros y perdon�ndose unos a otros, si alguno tiene alguna queja contra alguno, como tambi�n Cristo os perdon�, as� tambi�n vosotros. Los cristianos deben abstenerse, literalmente, de sostenerse unos a otros. Ning�n cristiano es perfecto mientras camine en la carne de este cuerpo y, a pesar de toda la vigilancia, se mostrar�n imperfecciones y faltas.

Por lo tanto, debe haber tal apoyo y ayuda mutuos, con mucha caridad que pasa por alto los desaires y las ofensas, que resalte la disposici�n caritativa que debe caracterizar a todos los creyentes. Sin embargo, junto con esto, debe encontrarse la voluntad de mostrar misericordia, de perdonar. No se trata s�lo de soportar y tolerar, sino tambi�n de remitir cordialmente los pecados que han sucedido. La tolerancia es general, el perdonar suele ser un asunto entre dos personas; pero en ambos aspectos debe haber una buena disposici�n entre los cristianos.

Porque tienen aqu� el ejemplo de Cristo, que deben esforzarse por emular e igualar. En el caso de las injurias que ocurren en las congregaciones cristianas, en el peor de los casos podemos hablar s�lo de quejas por insultos en comparaci�n con la indescriptible gran masa de culpa que se imputa a todo hombre ante Dios. Y, sin embargo, Cristo entreg� gratuitamente Su sangre santa, Su vida divina, a la muerte para ganarnos el perd�n de nuestros pecados. �Puede haber alguna duda, entonces, de que estemos listos en todo momento para perdonar a un hermano cristiano por cualquier da�o que nos haya hecho?

El motivo y la causa apremiantes del comportamiento caritativo del cristiano, como se describe aqu�, es presentado por Pablo como un cl�max de su amonestaci�n: Pero sobre todas estas cosas el amor, que es el v�nculo de la perfecci�n. El ap�stol conserva la figura del vestido que se pone. El vestido final, m�s espl�ndido, que mantiene unidas todas las dem�s virtudes en el coraz�n, es el cintur�n del amor, del afecto sincero y cordial por los hermanos.

Sin amor, todas las dem�s virtudes y obras cristianas son in�tiles y vanas. Porque el amor es el v�nculo de la perfecci�n. Con el amor que une los corazones de todos los cristianos, se alcanza el ideal de la perfecci�n cristiana. Este amor, como escribe Lutero, hace que los cristianos seamos de una sola mente, de un solo coraz�n, de un mismo placer; une a ricos y pobres, gobernantes y s�bditos, enfermos y sanos, altos y bajos, muy honrados y despreciados.

Este pensamiento se ampl�a en la siguiente frase: Y la paz de Cristo gobierne en vuestros corazones, a la cual fuisteis llamados en un solo cuerpo, y sed agradecidos. Cristo ha ganado para nosotros la reconciliaci�n del Padre, ha establecido la paz entre nosotros y Dios. Esta paz la da a trav�s del Evangelio, asegur�ndonos que somos hijos amados de Dios. Esta paz, por tanto, debe reinar en nuestro coraz�n, ser el principio rector de nuestra vida en el amor.

Debemos mantenerlo frente a los ataques de Satan�s, el mundo y nuestra propia carne; debemos aferrarnos firmemente a la convicci�n de que la misericordia de Dios descansa sobre nosotros. Esta certeza har� que todas las virtudes cristianas se conviertan en un h�bito para nosotros de hecho, porque nuestro coraz�n se llenar� del goce de esta paz, a la que fuimos llamados en la conversi�n. As� tambi�n el hecho de que todos los cristianos formamos un solo cuerpo se expresar� en nuestra vida.

As�, nuestra gratitud hacia Dios, que crece al mismo ritmo que nuestro entendimiento de la misericordia de Cristo hacia nosotros, siempre encontrar� oportunidades para mostrar su aprecio por la gracia divina. La mejor prueba de la condici�n agradecida de nuestro coraz�n hacia Dios es aquella por la que mostramos en toda nuestra vida aquellas virtudes y obras que encuentran su aprobaci�n.

Como medio para lograr esta condici�n ideal entre los cristianos, San Pablo nombra la edificaci�n de la Palabra en la ense�anza y el canto: La Palabra de Cristo, h�galo habitar en ustedes en abundancia, con toda sabidur�a, ense��ndose y amonest�ndose unos a otros en salmos e himnos. y c�nticos espirituales, en gracia cantando en sus corazones a Dios; y todo lo que hagas de palabra y de hecho, hazlo todo en el nombre del Se�or Jes�s, dando gracias a Dios Padre por medio de �l.

La Palabra de Cristo no es solo la suma total de Sus dichos seg�n se registra en los Evangelios, sino la Palabra completa de Dios; porque de esto Cristo mismo es el principio, el medio y el fin. La predicaci�n del pecado y la gracia debe habitar, debe tener su hogar, entre los cristianos. La religi�n cristiana no debe ser un asunto de domingo solamente o de serm�n solo; tampoco debe ser meramente un hu�sped ocasional en los hogares cristianos, sino que debe ser un miembro de la casa, para ser usado y consultado d�a tras d�a.

El abundante consuelo y la fuerza del Evangelio deben ser utilizados abundantemente, no solo por el pastor en el p�lpito y en los hogares, sino tambi�n por cada cristiano individual. Contiene la sabidur�a correcta y ense�a la sabidur�a correcta tanto para la doctrina como para la amonestaci�n. Nuestros hermanos. Sin amor, todas las dem�s virtudes y obras cristianas son in�tiles y vanas. Porque el amor es el v�nculo de la perfecci�n. Con el amor que une los corazones de todos los cristianos, se alcanza el ideal de la perfecci�n cristiana.

Este amor, como escribe Lutero, hace que los cristianos seamos de una sola mente, de un solo coraz�n, de un mismo placer; une a ricos y pobres, gobernantes y s�bditos, enfermos y sanos, altos y bajos, muy honrados y despreciados. Este pensamiento se ampl�a en la siguiente frase: Y la paz de Cristo gobierne en vuestros corazones, a la cual fuisteis llamados en un solo cuerpo, y sed agradecidos. Cristo ha ganado para nosotros la reconciliaci�n del Padre, ha establecido la paz entre nosotros y Dios.

Esta paz la da a trav�s del Evangelio, asegur�ndonos que somos hijos amados de Dios. Esta paz, por tanto, debe reinar en nuestro coraz�n, ser el principio rector de nuestra vida en el amor. Debemos mantenerlo frente a los ataques de Satan�s, el mundo y nuestra propia carne; debemos aferrarnos firmemente a la convicci�n de que la misericordia de Dios descansa sobre nosotros. Esta certeza har� que todas las virtudes cristianas se conviertan en un h�bito para nosotros de hecho, porque nuestro coraz�n se llenar� del goce de esta paz, a la que fuimos llamados en la conversi�n.

As� tambi�n el hecho de que todos los cristianos formamos un solo cuerpo se expresar� en nuestra vida. As�, nuestra gratitud hacia Dios, que crece al mismo ritmo que nuestro entendimiento de la misericordia de Cristo hacia nosotros, siempre encontrar� oportunidades para mostrar su aprecio por la gracia divina. La mejor prueba de la condici�n agradecida de nuestro coraz�n hacia Dios es aquella por la que mostramos en toda nuestra vida aquellas virtudes y obras que encuentran su aprobaci�n.

Como medio para lograr esta condici�n ideal entre los cristianos, San Pablo nombra la edificaci�n de la Palabra en la ense�anza y el canto: La Palabra de Cristo, h�galo habitar en ustedes en abundancia, con toda sabidur�a, ense��ndose y amonest�ndose unos a otros en salmos e himnos. y c�nticos espirituales, en gracia cantando en sus corazones a Dios; y todo lo que hagas de palabra y de hecho, hazlo todo en el nombre del Se�or Jes�s, dando gracias a Dios Padre por medio de �l.

La Palabra de Cristo no es solo la suma total de Sus dichos seg�n se registra en los Evangelios, sino la Palabra completa de Dios; porque de esto Cristo mismo es el principio, el medio y el fin. La predicaci�n del pecado y la gracia debe habitar, debe tener su hogar, entre los cristianos. La religi�n cristiana no debe ser un asunto de domingo solamente o de serm�n solo; tampoco debe ser meramente un hu�sped ocasional en los hogares cristianos, sino que debe ser un miembro de la casa, para ser usado y consultado d�a tras d�a.

El abundante consuelo y la fuerza del Evangelio deben ser usados ??abundantemente, no solo por el pastor en el p�lpito y en los hogares, sino tambi�n por cada cristiano individual. Contiene la sabidur�a correcta y ense�a la sabidur�a correcta tanto para la doctrina como para la amonestaci�n. Nuestro esfuerzo constante debe ser no solo crecer en el conocimiento del camino de la salvaci�n y ense�ar a otros, sino tambi�n animarnos mutuamente para mantener un inter�s incansable en la verdadera santificaci�n.

Esto se puede hacer tambi�n mediante el uso de salmos, la incomparable poes�a de las Sagradas Escrituras, himnos que est�n destinados principalmente para usarse en los servicios de la iglesia y canciones espirituales, que son m�s populares en forma y contenido, pero que tambi�n hablan de las maravillosas bendiciones. de Dios para nuestra salvaci�n. Todo esto no debe ser un mero servicio de boca por parte de los creyentes, sino que deben, al mismo tiempo, cantar a Dios en sus corazones, y eso con gracia.

La misericordia de Dios es el tema de su canto agradecido, de su continua acci�n de gracias, incluso cuando no va acompa�ada de una sola palabra de su boca. En la mayor�a de los casos, sin embargo, la sincera gratitud del coraz�n no se puede retener en el silencio, pero con la plenitud del coraz�n la boca cantar� alabanzas a Dios, el Padre de toda misericordia. Por lo tanto, toda la amonestaci�n del ap�stol se resume adecuadamente en la regla de que hacen todo, sin importar lo que sea, ya sea con palabras o con hechos, en el nombre del Se�or Jes�s, por quien, como Abogado nuestro, se dan todas las gracias. a Dios el Padre. Todas nuestras palabras y obras deben fluir de la verdadera fe en Jes�s, el Redentor, y deben ser dichas y ejecutadas para Su gloria, siendo todas nuestras palabras y acciones expresiones de nuestro agradecimiento.

Versículo 18

Esposas, estad sujetas a vuestros maridos, como conviene en el Se�or.

Versículos 18-25

La conducta de los cristianos en varias etapas de la vida:

Versículo 19

Esposos, amen a sus esposas y no se amarguen contra ellas.

Versículo 20

Hijos, obedezcan a sus padres en todo; porque esto agrada al Se�or.

Versículo 21

Padres, no provoqu�is a ira a vuestros hijos, para que no se desanimen.

Versículo 22

Siervos, obedezcan en todo a sus amos seg�n la carne; no con atenci�n a los ojos, como los que agradan a los hombres, sino con sencillez de coraz�n, temiendo a Dios.

Versículo 23

Y todo lo que hag�is, hacedlo de coraz�n, como para el Se�or y no para los hombres,

Versículo 24

sabiendo que del Se�or recibir�is la recompensa de la herencia; porque serv�s al Se�or Cristo.

Versículo 25

Porque el que hace mal, recibir� por el mal que ha hecho; y no hay respeto por las personas.

Ver Efesios 5:22 ; Efesios 6:1 . Al dar instrucciones espec�ficas a clases individuales de cristianos, el ap�stol se dirige primero a las esposas: Esposas, est�n sujetas a sus esposos, como debe ser en el Se�or. La sumisi�n de la esposa al esposo est� de acuerdo con el orden de Dios en la creaci�n, 1 Timoteo 2:13 , no una obediencia absoluta, sino una que toda esposa cristiana rinde alegremente en el Se�or, como debe ser.

As� como todos los cristianos reconocen voluntariamente la jefatura de Cristo y lo obedecen gustosamente seg�n Su Palabra revelada, las esposas cristianas reconocen la jefatura de sus maridos y les permiten ser l�deres en todos los asuntos que no se oponen a la Palabra de Dios. Sin embargo, es evidente que un matrimonio ideal puede y debe ser una pareja.

Pero el esposo, como cabeza responsable, tambi�n tiene un deber espec�fico: Esposos, amen a sus esposas y no se amarguen contra ellas. El liderazgo, la jefatura del esposo debe ejercerse con amor, no meramente con el amor conyugal, que en el mejor de los casos estar�a sujeto a grandes fluctuaciones, sino con el afecto constante e inquebrantable, del que tiene un ejemplo en el amor de Cristo. para la Iglesia, Efesios 5:25 .

Este amor no puede permitir que la amargura se cuele y arruine la relaci�n que exige la voluntad de Dios. El hombre no es amo de su esposa ni due�o de esclavos con respecto a ella, sino el esposo, quien nunca har� que surja amargura en su coraz�n por la irritabilidad de su parte. La indiferencia y la negligencia por parte del marido, ya sea debido a los cuidados y preocupaciones de su trabajo o negocio o a los cambios de humor de la carne, no pueden excusarse.

A los ni�os, el ap�stol les dice: Hijos, obedezcan a sus padres en todo, porque esto agrada al Se�or. La frase "en todas las cosas" es sin�nimo de "en el Se�or" del pasaje paralelo, Efesios 6:1 . La declaraci�n es intencionalmente general; porque los padres son los representantes de Dios frente a sus hijos, y su autoridad es la del Se�or.

Una obediencia involuntaria y quejosa por parte de los ni�os es tan directamente contra la letra y el esp�ritu de esta amonestaci�n como la desobediencia total. El Se�or quiere corazones dispuestos, un servicio de parte de los hijos que brote de la fe y un coraz�n agradecido hacia Dios, cuyos dones son los padres.

Pero no menos urgente es la amonestaci�n del ap�stol a los padres: Padres, no provoqu�is a vuestros hijos, para que no se desanimen. Esto requiere mucha sabidur�a y paciencia. Porque si los padres son demasiado severos, injustos, caprichosos en el trato de sus hijos, si los irritan con �rdenes exigentes y duras y con una constante b�squeda de faltas, un ejercicio tan necio de la autoridad paternal puede desanimar f�cilmente a los hijos, puede quebrantar su esp�ritu, puede causar que pierdan todo afecto y confianza, todo placer y poder para el bien y contra el mal.

Pablo dirige la amonestaci�n m�s larga de la serie a los sirvientes, en este caso a los esclavos, probablemente a causa del incidente en el que estuvo involucrado On�simo. �l escribe: Siervos, obedezcan en todo a los que son sus amos seg�n la carne, no en el servicio a los ojos como los que agradan a los hombres, sino con sencillez de coraz�n, temiendo al Se�or. La declaraci�n "en todas las cosas" es naturalmente modificada por la limitaci�n establecida por Dios mismo, Hechos 5:29 .

Los esclavos est�n obligados a obedecer a sus se�ores terrenales; esa es la voluntad de Dios. Su trabajo no debe realizarse con actos de servicio a los ojos, es decir, que muestren todo el entusiasmo mientras el ojo del maestro descansa sobre ellos, y luego ociosos y holgazaneando el tiempo. En ese caso, ser�an meros complacientes con los hombres, considerar�an que el cumplimiento de su deber consistir�a �nicamente en obtener la aprobaci�n de sus amos.

Un siervo cristiano recordar� que su primer deber es para con el Se�or, que debe esforzarse por agradarle y que, por lo tanto, debe realizar su obra con sencillez de coraz�n y prop�sito, no con el doble trato que acompa�a al mero servicio visual. Un siervo cristiano est� siempre consciente de la presencia de Dios, por quien siente el m�s alto sentimiento de respeto respetuoso. Su objetivo es, sobre todo, obtener la aprobaci�n de su Padre celestial.

Entonces, sigue: Todo lo que hagas, hazlo de coraz�n como para el Se�or y no para los hombres, sabiendo que del Se�or recibir�s la recompensa de la herencia. Aunque los siervos cristianos est�n al servicio inmediato de los hombres, en lo que respecta a las apariencias, deben saber que en realidad est�n al servicio de Dios. Todo su trabajo, por lo tanto, debe realizarse de coraz�n y con buena voluntad. Y todo esto deber�a ser su obediencia voluntaria tanto m�s porque deber�an saber que el Se�or les dar�a la recompensa, o recompensa, de misericordia.

El Se�or considerar� la labor fiel de todo siervo y de todo trabajador como una buena obra continua por amor a Cristo y lo recompensar� en consecuencia. En la herencia que se les promete como hijos de Dios, los esclavos recibir�n la recompensa completa por todo su arduo trabajo al servicio de sus amos aqu� en la tierra.

Por lo tanto, nunca deben olvidar: Servid al Se�or Cristo, porque el que hace lo malo soportar� lo que hizo, y no hay respeto por las personas. Esta es una advertencia de la Ley: Toda persona cosecha lo que siembra. Porque aunque los cristianos, y tambi�n los esclavos cristianos, ya no est�n bajo la Ley como creyentes, siempre est�n en peligro, debido a la debilidad y perversidad de su vieja carne y naturaleza malvada, de ceder al pecado de alguna forma.

En ese caso, deben recordar que el malhechor debe soportar la maldici�n y el castigo de su maldad. Al mismo tiempo, la parte terrible de la advertencia est� contenida en el hecho de que el mal hecho aqu� en la tierra y que dure solo unos momentos ser� castigado con la destrucci�n eterna. Se requiere obediencia y fidelidad a los siervos cristianos, y aquellos que deliberadamente transgredan a este respecto, probablemente con la s�plica de que se han convertido en participantes de la verdadera libertad cristiana, encontrar�n que Dios no pasar� por alto las fechor�as ni la holgazaner�a. Para �l no importa si el pecador ocupa una posici�n social elevada en el mundo o si se le cuenta entre los hombres m�s humildes; �l juzga el coraz�n.

Por otro lado, por lo tanto, los maestros tambi�n deben prestar atenci�n a la advertencia, Colosenses 4:1 . Amos, dad a vuestros siervos lo justo y equitativo, sabiendo que vosotros tambi�n ten�is un Maestro en el cielo.

El trato que cualquier amo da a los que est�n bajo su autoridad, y especialmente a los esclavos, debe ser determinado por la justicia y la equidad, no por el capricho. Los amos deben considerar a sus esclavos, O a su lado, en lo que a ellos respecta, como seres humanos consigo mismos, como ellos mismos. En el aspecto social, hist�rico, puede haber una gran diferencia en sus posiciones, pero por creaci�n, todos los hombres son iguales ante Dios, y ese hecho nunca debe olvidarse. El Se�or todopoderoso y justo que est� en los cielos llamar� a todo maestro a rendir cuentas por el trato que se le ha dado a los que est�n confiados a su autoridad.

Resumen

El ap�stol dirige los pensamientos de sus lectores hacia el cielo, les advierte que se despojen del hombre viejo, de los miembros pecadores de la tierra, y se vistan del hombre nuevo con todas las virtudes cristianas, sostenido por un rico uso de la Palabra de Dios; da breves normas a las esposas y los maridos, a los hijos y los padres, a los esclavos y a los amos.

Información bibliográfica
Kretzmann, Paul E. Ph. D., D. D. "Comentario sobre Colossians 3". "Comentario Popular de Kretzmann". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/kpc/colossians-3.html. 1921-23.