Bible Commentaries
Judas 1

Comentario Popular de la Biblia de KretzmannComentario de Kretzmann

Versículo 1

Judas, siervo de Jesucristo y hermano de Santiago, a los santificados por Dios Padre, y preservados en Jesucristo, y llamados:

Versículos 1-2

Saludo introductorio:

Versículo 2

Misericordia, paz y amor sean multiplicados.

Esta es la forma com�n de introducci�n a una carta de esa �poca, pero con una vestidura cristiana: Judas, siervo de Jesucristo, pero hermano de Santiago, a los que han sido llamados, el amado de Dios Padre y el Se�or. conservado de Jesucristo. Judas se llama a s� mismo siervo de Jesucristo, como suele hacer Pablo, aunque fue llamado como ap�stol. No hab�a nada de orgullo hip�crita en estos hombres que pudiera haberlos hecho presumir de sus derechos al dictar a las personas a su cargo.

Su actitud fue m�s bien la de servicio voluntario. Que la humildad era una virtud de Judas se desprende, adem�s, del hecho de que est� perfectamente contento de ser conocido simplemente como el hermano del m�s ilustre Santiago. Los nombres que aplica a sus lectores son significativos. Son amados en Dios Padre; Dios los am� desde la eternidad, por cuyo amor les dio a su Hijo unig�nito, por cuyo sacrificio vicario se reconciliaron con �l y se convirtieron en sus amados hijos.

Y es Jesucristo quien los confirma y preserva; porque a �l pertenecen en virtud de Su expiaci�n y su fe, de �l reciben su fuerza, como los sarmientos de la vid. As� los cristianos son miembros de Cristo, hijos de Dios, porque la fe se encendi� en sus corazones por la llamada del Evangelio. Debido a que el Se�or obr� en ellos el poder de escuchar Su llamado, se han convertido en participantes de Su amor y del poder confirmador de Jesucristo, su Salvador.

El saludo habla de las bendiciones m�s altas del mundo: �Misericordia para ti y la paz y el amor se multipliquen! Estos son los dones de Dios para los hombres en Cristo y por medio de �l. La misericordia, el favor gratuito de Dios, es la base, el terreno de la paz, y esto se perfecciona en el sentimiento del amor de Dios por los creyentes. De estos maravillosos dones espirituales, los cristianos deben tener no solo una peque�a e insignificante cantidad, sino que el ap�stol desea que se derramen sobre ellos en gran medida, que la misericordia y la gracia divinas se conviertan en una fuente de vida divina en ellos y les haga sentir bien. participar de la naturaleza de Dios, para ser renovados a Su imagen. Esta es una declaraci�n y una bendici�n que al mismo tiempo imparte al creyente el poder espiritual necesario para la firmeza en la fe.

Versículo 3

Amados, cuando me esforc� por escribiros acerca de la salvaci�n com�n, fue necesario que les escribiera y les exhortara a que contendieran fervientemente por la fe que una vez ha sido entregada a los santos.

Versículos 3-4

Una exhortaci�n a la constancia en la fe:

Versículo 4

Porque hay algunos hombres que entraron sigilosamente, que antes desde la antig�edad fueron ordenados a esta condenaci�n, hombres imp�os, que volvieron la gracia de nuestro Dios en lascivia y negaron al �nico Se�or Dios y a nuestro Se�or Jesucristo.

Aqu� Judas no solo da sus razones para escribir, sino tambi�n para escribir como lo hizo; Amados, mientras me esforzaba por escribirles acerca de nuestra com�n salvaci�n, me sent� obligado (en cambio) a escribirles, exhort�ndolos a que contiendan por la fe que una vez para siempre ha sido confiada a los santos. Judas hab�a planeado escribir una carta o un tratado sobre el gran mensaje de salvaci�n, del amor de Dios en Cristo Jes�s, sobre las doctrinas fundamentales de la fe cristiana que est�n destinadas a todos los hombres.

Con esta intenci�n estaba seriamente preocupado, a ello estaba poniendo toda su diligencia. Pero se vio obligado a cambiar sus planes, a abandonar su intenci�n, y eso por ciertas noticias que le hab�an llegado, que le llevaron a escribir, en cambio, de un peligro que amenazaba el Evangelio en la provincia donde viv�an sus lectores. . Sin entrar en la discusi�n de las doctrinas fundamentales en absoluto, Judas amonesta aqu� brevemente a los cristianos no solo a estar a la defensiva, sino tambi�n a la ofensiva, a defenderse y a luchar m�s ferviente y enf�ticamente por la fe, por el Evangelio. verdad, ya que fue, una vez para siempre, entregada a los santos en la ense�anza de los ap�stoles.

Dondequiera que hab�an ido los ap�stoles, hab�an comunicado a los hombres las gozosas nuevas de la salvaci�n de todos los hombres mediante la obra expiatoria de Cristo. Ese fue el resumen y la base de toda su ense�anza. A esta verdad, por tanto, los cristianos deben aferrarse, para ello deben luchar con todo el poder a su alcance.

El ap�stol ahora describe el peligro: Porque furtivamente se han infiltrado algunos hombres, que hace mucho tiempo fueron designados de antemano para esta condenaci�n, imp�os, que pervierten la gracia de nuestro Dios a lascivia y niegan a nuestro �nico Maestro y Se�or Jesucristo. Los falsos maestros a los que se refiere Judas hicieron uso de las mismas t�cticas que han sido empleadas por sus sucesores desde entonces. No se proclamaron a s� mismos como asesinos de las almas de los hombres, como mentirosos y enga�adores.

Se infiltraron en las congregaciones sin darse cuenta, se deslizaron sigilosamente. G�latas 2:4 ; 1 Timoteo 1:6 ; 2 Timoteo 2:16 ; asumieron un comportamiento piadoso, santurr�n; demostraron un gran celo por el Evangelio.

Pero, como dice el ap�stol, el juicio que caracteriza a tales hombres, la condenaci�n que los golpear�, ha sido predicha en las Escrituras hace mucho tiempo. Aunque profesaban piedad, en realidad eran imp�os; pervirtieron la gracia gratuita de Dios en lascivia, la lujuria de la carne; convirtieron la libertad del Evangelio en la licencia que ansiaba su naturaleza malvada; se volvieron adictos incluso a la indecencia p�blica; y negaron tanto a Dios, el �nico Se�or, como a Jesucristo el Salvador.

2 Pedro 2:1 ; 2 Timoteo 3:2 ; Tito 1:10 .

Versículo 5

Por tanto, os recordar�, aunque ya sab�an esto, que el Se�or, habiendo salvado al pueblo de la tierra de Egipto, destruy� despu�s a los incr�dulos.

Versículos 5-7

Ejemplos del juicio de Dios:

Versículo 6

Y a los �ngeles que no guardaron su primer estado, sino que dejaron su propia habitaci�n, �l los ha reservado con cadenas eternas en tinieblas para el Juicio del gran d�a.

Versículo 7

As� como Sodoma y Gomorra, y las ciudades alrededor de ellas de la misma manera, entreg�ndose a la fornicaci�n y yendo tras la carne extra�a, se presentan como ejemplo, sufriendo la venganza del fuego eterno.

El ap�stol ofrece una serie de ilustraciones del Antiguo Testamento para mostrar que el Juicio finalmente vendr� sobre todos los enga�adores: Pero deseo recordarles, ya que ustedes lo saben perfectamente, que el Se�or, habiendo librado al pueblo del tierra de Egipto, luego destruy� a los que no creyeron. Los ejemplos de la ira y el castigo de Dios a los que Judas pretend�a referirse se hab�an incluido, por supuesto, en la instrucci�n que los lectores hab�an recibido en la doctrina de las Escrituras.

Por lo tanto, Judas siente que es necesario que �l les recuerde a unos pocos para poder resaltar su punto; no fue necesario escribir mucho. En primer lugar, estaba la ilustraci�n de la historia de los hijos de Israel. Dios ciertamente los hab�a librado de la mano de Fara�n, los hab�a sacado de la tierra de Egipto con gran poder y con un brazo extendido. Pero cuando despu�s fueron desobedientes y se negaron a creer las palabras que les dijo a trav�s de su siervo Mois�s, los mantuvo en el desierto durante cuarenta a�os hasta que todos los que hab�an salido de Egipto como adultos hab�an sido destruidos y perecieron.

Otro ejemplo de la ira y el castigo de Dios es el de los �ngeles malignos: y los �ngeles que no guardaron su primer estado, sino que dejaron su propia habitaci�n, �l los ha reservado para el juicio del gran d�a, con lazos eternos bajo las tinieblas. En el principio Dios hizo buenas a todas sus criaturas, incluidos los �ngeles, G�nesis 1:31 .

Pero algunos de sus �ngeles no estaban satisfechos con su posici�n, con su oficio, con su dignidad. Se rebelaron contra el Se�or y abandonaron la habitaci�n que el Se�or les hab�a dado. El castigo del Se�or, por tanto, vino sobre ellos con fuerza todopoderosa: est�n siendo reservados, o mantenidos en cadenas eternas bajo la oscuridad, en un estado de confinamiento del cual no pueden escapar.

Con el permiso de Dios, pueden moverse por el mundo, pero todav�a est�n bajo una condenaci�n de la que no hay escapatoria; han sido separados para siempre de la verdadera comuni�n con Dios, de la esperanza de salvaci�n, 2 Pedro 2:4 .

Una tercera ilustraci�n se toma del libro del G�nesis: As� como Sodoma y Gomorra y las ciudades alrededor de ellas, habi�ndose hartado de fornicaci�n de la misma manera que estos hombres y ido tras otra carne, se presentan como ejemplo, condenados a sufrir la venganza del fuego eterno. Tan indeciblemente sucias fueron las transgresiones de la gente de Sodoma y Gomorra que se han convertido en sin�nimos de todo lo que es innombrablemente degradado en la naturaleza humana.

Y las ciudades cercanas, Adama y Zeboim, Deuteronomio 29:23 ; Oseas 11:8 , sigui� su ejemplo y se hizo culpable de excesos similares en fornicaci�n antinatural, sin siquiera dudar en convivir con bestias. La maldici�n del Se�or, por tanto, Deuteronomio 27:21 ; Lev�tico 18:23 ; Lev�tico 20:15 , descendi� sobre estas ciudades y sus habitantes.

El fuego del cielo cay� y destruy� sus posesiones hasta la �ltima piedra, y hasta el d�a de hoy el Mar Muerto es una se�al de advertencia de la ferocidad de la venganza de Dios, as� como los transgresores est�n sufriendo los dolores del fuego eterno en el infierno.

Versículo 8

Asimismo tambi�n estos inmundos so�adores contaminan la carne, desprecian el dominio y hablan mal de dignidades.

Versículos 8-13

El car�cter de los maestros seductores:

Versículo 9

Sin embargo, cuando Miguel, el arc�ngel, conteniendo con el diablo, disputaba sobre el cuerpo de Mois�s, no se atrevi� a lanzar contra �l una acusaci�n de maldici�n, sino que dijo: �El Se�or te reprenda!

Versículo 10

Pero �stos hablan mal de lo que no conocen; pero lo que conocen naturalmente, como bestias brutas, en esas cosas se corrompen a s� mismos.

Versículo 11

�Ay de ellos! Porque siguieron el camino de Ca�n, y corrieron con avidez tras el error de Balaam en busca de recompensa, y perecieron en la contradicci�n de Core.

Versículo 12

Estos son puntos en tus fiestas de caridad, cuando ellos festejan contigo, aliment�ndose sin miedo; nubes son sin agua, transportadas por los vientos; �rboles cuyo fruto se seca, sin fruto, dos veces muerto, arrancado de ra�z;

Versículo 13

olas furiosas del mar, que espuman su propia verg�enza; estrellas errantes, a quienes est� reservada la negrura de las tinieblas para siempre.

El ap�stol aplica ahora la lecci�n de los ejemplos citados por �l a los falsos maestros: Ahora, a pesar de todo, estos videntes tambi�n contaminan la carne, repudian el se�or�o, blasfeman las dignidades. Los falsos maestros podr�an y deber�an haber conocido estos ejemplos de advertencia; pero los ignoran tranquilamente y siguen cursos similares. Son so�adores, visionarios, cuya propia imaginaci�n los enga�a; en su enga�o y ceguera, toman lo irreal por real.

Se vuelven culpables de los cr�menes de sensualidad m�s atroces, no solo en pensamientos y deseos, sino tambi�n en hechos. Al mismo tiempo repudian, rechazan, el se�or�o celestial; se niegan a aceptar y a inclinarse bajo el gobierno de Dios; y blasfeman las dignidades, las �rdenes ang�licas y todo lo que tiene majestad y gloria ante Dios.

Esta insolencia es tanto mayor cuanto que, como escribe el ap�stol: Pero Miguel, el arc�ngel, cuando, disputando con el diablo, debati� acerca del cuerpo de Mois�s, no se atrevi� a traer sobre �l una condenaci�n por su blasfemia, sino que dijo. �El Se�or te reprenda! Un �ngel del orden m�s alto, Miguel, hab�a sido comisionado por Dios para enterrar a Mois�s, Deuteronomio 34:5 , y fue desafiado por el pr�ncipe de los �ngeles malvados que quer�a el cuerpo para �l.

Fue durante este debate que Miguel, aunque ten�a toda la raz�n, se abstuvo de pronunciar la sentencia de condenaci�n sobre el poderoso �ngel ca�do. En lugar de eso, puso la venganza y el castigo en las manos de Dios al llamar a Satan�s para que el Se�or lo reprenda.

La insolencia de los falsos maestros, por el contrario, no tiene l�mites: Pero estos hombres, por un lado, se burlan de lo que no saben, y, por otro lado, de lo que entienden por instinto, como las bestias irracionales, en estas cosas se arruinan. Esa es una actitud caracter�stica de los falsos maestros. La verdad que no comprenden, su mente carnal est� ciega a toda sabidur�a verdadera; y por eso se burlan y se burlan de �l, Colosenses 2:18 .

Por otro lado, entienden algunas cosas por naturaleza, por instinto, al igual que las bestias irracionales, como los animales, es decir, las cosas que pertenecen a sus concupiscencias carnales. Pero su entendimiento, en lugar de ense�arles el debido cuidado de s� mismos, se olvida en su lujuria sin sentido, y se arruinan a s� mismos, en cuerpo y alma, 2 Pedro 2:12 .

El ap�stol ahora describe el destino de los falsos maestros: �Ay de ellos! Por el camino de Ca�n anduvieron, y en el error de Balaam corrieron precipitadamente en busca de recompensa, y en la rebeli�n de Cor� perecieron. El ap�stol describe el castigo como si ya hubiera tenido lugar, tan cierto es que seguramente los ayes vendr�n sobre estos enga�adores. As� como toda la conducta de Ca�n, incluso hasta el asesinato de su hermano Abel, surgi� de un ego�smo maldito; as� como Balaam se dej� cegar contra un mejor conocimiento por el soborno de Balac, rey de los moabitas, N�meros 25:1 ; N�meros 31:16, en aras de ganancias deshonestas; as� como Cor� se rebel� contra el Se�or al negarse a obedecer al representante del Se�or: as� estos falsos maestros de los que habla Judas aqu� son culpables de las mismas transgresiones, ego�smo, avaricia y desobediencia. Note el cl�max en la disposici�n de los ejemplos.

La justa indignaci�n del ap�stol estalla ahora en su descripci�n de los falsos maestros: Estas son rocas escondidas en sus fiestas de amor, junt�ndose sin miedo, aliment�ndose, nubes sin agua arrastradas por los vientos, �rboles oto�ales, infructuosos, dos veces muertos, desarraigados. ; salvajes olas del mar que arrojan sus propias desgracias, estrellas errantes para quienes la oscuridad de las tinieblas est� reservada eternamente.

As� como las rocas escondidas o hundidas ponen en peligro cada barco que llega a su vecindario, estos enga�adores son una amenaza constante para los creyentes porque ocultan h�bilmente su verdadera naturaleza. Asisten a las fiestas de amor de los cristianos, como las que celebran en relaci�n con la Sagrada Comuni�n, pero no con el esp�ritu de la comuni�n cristiana, sino con el prop�sito de divertirse, sin la menor consideraci�n por la reverencia que exige el decoro, de atiborrarse como verdaderos sirvientes de sus propios cuerpos.

Son como nubes de niebla que salen del oc�ano, pero nunca producen una gota de humedad fruct�fera. Son como �rboles a finales de oto�o, desprovistos de follaje y frutos y, por tanto, doblemente muertos, desarraigados. Son como las olas y las olas del gran mar, cuya misma espuma saca las impurezas arrastradas por las corrientes oce�nicas. Son como estrellas fugaces, que se precipitan desde su esfera hacia la oscuridad, para nunca m�s ser vistas.

Todas estas comparaciones, desordenadas como son a prop�sito, se aplican a los falsos maestros. Llegaron a las asambleas de los cristianos y fueron indebidamente prominentes en todo lo que hicieron. Presum�an de ser pastores, pero viv�an de la gente a la que estafaban y engordaban del bot�n, Ezequiel 34:8 . Con grandes, hinchadas palabras de vanidad prometieron nueva sabidur�a; sin embargo, no produjeron nada m�s que la vieja necedad, Colosenses 2:8 ; 1 Timoteo 4:7 ; 2 Timoteo 2:16 .

Profesaban llevar la verdadera vida cristiana, pero no mostraban m�s que hipocres�a. Eran totalmente carnales, sin una chispa de verdadera vida espiritual. Su fin, por tanto, ser�a una desgracia eterna en las tinieblas del infierno. La misma descripci�n se aplica a los falsos maestros en nuestros d�as y hasta el fin de los tiempos.

Versículo 14

Y Enoc tambi�n, el s�ptimo. desde Ad�n, profetiz� de �stos, diciendo: He aqu�, el Se�or viene con. diez mil de sus santos

Versículos 14-16

El juicio venidero de Dios sobre los falsos maestros:

Versículo 15

para ejecutar juicio sobre todos, y para convencer a todos los imp�os entre ellos de todas sus malas acciones que han cometido imp�amente, y de todos sus duros discursos que los pecadores imp�os han hablado contra �l.

Versículo 16

Estos son murmuradores, quejosos, andando seg�n sus propias concupiscencias; y su boca habla palabras grandilocuentes, llenas de admiraci�n a causa de las ventajas de los hombres.

El ap�stol introduce aqu� una cita: Pero tambi�n profetiz� para estos el s�ptimo de Ad�n, Enoc, diciendo: He aqu�, el Se�or vino con una mir�ada de santos para ejecutar juicio sobre todos y para condenar a todos los imp�os de todas sus obras de impiedad que sin Dios cometido, y de todos los discursos violentos que los pecadores imp�os hablaron contra �l. N�tese la repetici�n de la misma palabra, impiedad, impiedad, impiedad, ya que el ap�stol apunta a recordar la atrocidad de la transgresi�n.

Su cita, atribuida por �l mismo a Enoc, el s�ptimo patriarca en la l�nea de Ad�n, puede considerarse sin vacilaci�n como tomada del Libro ap�crifo de Enoc; porque no se excluye la posibilidad de que el Se�or haya reconocido un hecho registrado en un libro ap�crifo. Sin embargo, tambi�n puede haber sido transmitido a los ap�stoles de alguna otra manera, muy probablemente por el Se�or mismo, en uno de Sus discursos sobre el fin del mundo, Mateo 24:3 ; Lucas 21:5 .

En ese momento tambi�n se le dijo a Judas lo que Enoc hab�a profetizado sobre el Diluvio y el Juicio Final. Con mir�adas de santos, �ngeles, Hebreos 12:22 ; Mateo 25:31 , el Se�or volver� el �ltimo d�a. Entonces, todos los hombres tendr�n que comparecer ante Su tribunal para rendir cuentas de todo lo que cometieron en esta vida, Romanos 14:10 .

Entonces, los incr�dulos y todos aquellos que realmente no aceptaron a Cristo y se aferraron a �l con fe, ser�n convencidos de su falta de fe, como se muestra en sus obras de impiedad y en las orgullosas y duras palabras que hablaron contra el gran Dios. En el caso de los incr�dulos, no solo de los que lo profesan, sino tambi�n de los hip�critas, se les imputa toda mala palabra y toda obra mala, y tendr�n que soportar el castigo de toda su culpa.

Que el ap�stol aplica toda la profec�a de Enoc a los falsos profetas contra los cuales est� dando su advertencia es evidente en las siguientes palabras: Estos son murmuradores descontentos, que caminan seg�n sus propios deseos, y su boca habla cosas arrogantes, lisonjeras a los rostros de los hombres. en aras de la ventaja. Estas caracter�sticas se encuentran en muchos falsos maestros incluso hoy. Siempre est�n refunfu�ando, murmurando y quej�ndose, descontentos con Dios y con el mundo, siempre lamentando su destino.

Y, sin embargo, desean caminar s�lo seg�n sus propias concupiscencias y deseos, siendo la satisfacci�n de sus apetitos carnales el objetivo m�s elevado de su existencia. Los falsos maestros tambi�n se destacaron por su jactancia, por su arrogante alabanza de s� mismos, de sus propias habilidades y logros. Pero cuando conven�a a su prop�sito y esperaban tener alguna ventaja para s� mismos, nadie podr�a haberlos superado en la abyecci�n de sus halagos a los rostros de los hombres.

"Todos los aduladores de los ricos son de esta clase; y especialmente aquellos que profesan ser ministros del Evangelio, y que, en aras de un asentamiento o una vida m�s ventajosa, aliviar�n a los ricos incluso en sus pecados". (Clarke .)

Versículo 17

Pero, amados, recordad las palabras que fueron dichas antes por los ap�stoles de nuestro Se�or Jesucristo,

Versículos 17-23

Una advertencia a la santa firmeza:

Versículo 18

c�mo les dijeron que en el �ltimo tiempo deber�a haber burladores, que anden en pos de sus propias concupiscencias imp�as.

Versículo 19

Estos son los que se separan, sensuales, sin el Esp�ritu.

Versículo 20

Pero vosotros, amados, edificaos sobre vuestra sant�sima fe, orando en el Esp�ritu Santo,

Versículo 21

guardaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Se�or Jesucristo para vida eterna.

Versículo 22

Y algunos tienen compasi�n, haciendo la diferencia;

Versículo 23

y otros salvan con miedo, sac�ndolos del fuego; odiando incluso la ropa manchada por la carne.

Aqu� el ap�stol se dirige a los cristianos en un llamado ferviente: Pero ustedes, amados, recuerden las palabras que los ap�stoles de nuestro Se�or Jesucristo dijeron antes, que les dijeron. Al final de los tiempos habr� burladores que andar�n en pos de sus propias concupiscencias imp�as. La advertencia de Judas no fue la primera que recibieron sus lectores; s�lo era necesario recordarles las palabras de advertencia solemne, dichas, por ejemplo, por Pedro, cuando escribi� que en los �ltimos d�as vendr�an burladores, andando seg�n sus propias concupiscencias, 2 Pedro 3:3 , y por Pablo, cuando les dijo a los ancianos de �feso que los hombres se levantar�an por s� mismos, hablando cosas perversas, Hechos 20:29 .

Op. 1 Timoteo 4:1 ; 2 Timoteo 3:1 .

San Judas completa la descripci�n: Estos son los que se separan, carnales, no teniendo el Esp�ritu. Esa es la funci�n principal de los falsos maestros: causan divisiones, disensiones, ofensas contrarias a la sana doctrina. Son criaturas sensuales que buscan la satisfacci�n de sus apetitos sensuales en cada ocasi�n. El Esp�ritu de Dios no vive en ellos, ya que son servidores del Esp�ritu de las Tinieblas, Romanos 16:17 ; Colosenses 2:18 . Estas palabras deben tenerse en cuenta en todo momento frente a los falsos maestros que hacen a un lado las claras declaraciones de la santa Palabra de Dios y tratan de enredar las almas en sus redes de incredulidad.

Los verdaderos creyentes no tienen nada en com�n con los falsos maestros y sus caminos: pero ustedes, amados, sobre la base de su sant�sima fe, con la oraci�n en el Esp�ritu Santo, mant�nganse en el amor de Dios, aceptando la misericordia de nuestro Se�or Jes�s. Cristo para vida eterna. Aqu� el ap�stol ofrece al menos un resumen del tratado que ten�a en mente antes de que las circunstancias lo obligaran a escribir esta carta.

Exhorta a los cristianos a que se establezcan, se edifiquen sobre su sant�sima fe, sobre el fundamento de Jesucristo y los ap�stoles, Efesios 2:20 ; Colosenses 2:7 . Deben permanecer firmes en las palabras de Cristo, en el m�s santo y precioso Evangelio de su salvaci�n, y no permitir que ning�n poder en el universo los mueva de su lealtad, Juan 8:31 ; Romanos 16:17 .

Y dado que esto no es un asunto de la propia raz�n y fuerza del creyente, buscar� y obtendr� fuerza del Se�or en la oraci�n diaria en el Esp�ritu Santo, quien �l mismo nos ayuda con gemidos que no se pueden pronunciar, Romanos 8:26 . De esta manera los cristianos se mantienen en el amor de Dios, el regalo m�s maravilloso de Dios para la humanidad, Juan 3:16 .

Este amor de Dios es derramado en nuestros corazones por el Esp�ritu Santo que nos fue dado, Romanos 5:5 , y este amor de Dios est� destinado a despertar amor en nuestros corazones a cambio, 1 Juan 4:19 . As� aceptamos diariamente la misericordia de nuestro Se�or Jesucristo, Su favor divino ganado a trav�s de Su propio sufrimiento y muerte, que nos asegura la vida eterna por la fe en �l, 1 Juan 2:1 ; Romanos 8:34 ; Hebreos 7:25 . Estamos seguros de la salvaci�n eterna mediante la misericordia de Dios en Jesucristo.

Esta certeza de fe se manifestar� entonces en nuestro comportamiento hacia nuestros hermanos, en amor fraternal: Y algunos a la verdad amonestan, haciendo una distinci�n; pero algunos libran, arrebat�ndolos del fuego; en otros, se compadecen del miedo, y odian tambi�n el vestido que ha sido manchado por la carne. Aqu� se distinguen tres clases de hermanos d�biles, y debemos hacer una distinci�n en nuestro tratamiento de ellos.

A los que tienen dudas en su fe, que siempre dudan de poner su confianza en la salvaci�n de Cristo, debemos advertirles que dejen a un lado sus dudas. Otros que casi han sido descarriados por los enga�adores, debemos arrebatarlos como un tiz�n del fuego, Am�s 4:11 ; Zacar�as 3:2 , arranc�ndolos de las ansiosas garras que los arrastrar�an a la perdici�n.

Otros est�n a punto de apartarse del camino correcto, inclinados a escuchar la voz de los enga�adores. A ellos debemos ofrecer asistencia amorosa y misericordiosa, G�latas 6:1 . Y esto debe hacerse con temor, con esp�ritu de mansedumbre; siempre debemos velar por nosotros mismos para que no seamos tentados tambi�n.

En toda nuestra actitud no deber�a haber el menor indicio de orgullo y presunci�n, sino s�lo un santo horror del pecado, de la prenda manchada de la carne. Y en cuanto a nosotros, debe ser nuestro esfuerzo constante guardar el manto de la salvaci�n, del m�rito de Cristo, con el cual Dios nos ha revestido, sin mancha tanto de falsa doctrina como de vida carnal, Apocalipsis 3:4 .

Versículo 24

Ahora al que puede impedirte caer y presentarte sin mancha delante de la presencia de su gloria con gran gozo,

Versículos 24-25

Doxolog�a final:

Versículo 25

al �nico Dios sabio, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, dominio y poder, ahora y siempre. Am�n.

Aqu� hay alabanza de Dios y consuelo maravilloso para los creyentes: pero al que puede librarlos de resbalones y ponerlos delante de su gloria sin mancha en regocijo, al �nico Dios, nuestro Salvador, por Jesucristo, nuestro Se�or, sea ??gloria, majestad, fuerza y ??autoridad antes de todas las edades y ahora y por todas las edades. Am�n. Donde la fuerza y ??la capacidad humanas son insuficientes, donde todo nuestro poder no alcanza la meta, el poder todopoderoso y misericordioso de nuestro Padre celestial viene en nuestra ayuda.

�l puede guardarnos para que nuestros pies no resbalen, para que no tropecemos y caigamos. Es a trav�s de Su misericordia eterna que seremos puestos delante de �l en el �ltimo d�a sin mancha, no en nuestra propia justicia, sino en la de nuestro gran Campe�n, y por lo tanto, llenos de gozo y felicidad indecibles. 1 Tesalonicenses 5:23 ; Colosenses 1:22 ; 1 Pedro 4:13 .

�l es a quien nuestras alabanzas se elevan ahora y en la eternidad, el �nico Dios, que es verdaderamente nuestro Salvador, tanto porque estaba en Cristo, reconciliando al mundo consigo mismo, como porque dio a Su �nico Hijo como sacrificio por la paz. pecado y culpa del mundo entero. A �l, por tanto, atribuir, en nuestra oraci�n de alabanza y acci�n de gracias, la gloria y majestad, fuerza y autoridad, como lo era en el principio, antes del comienzo de los tiempos, es ahora y siempre, por todos los siglos, Romanos 16:27 ; 1 Timoteo 1:17 . Am�n, am�n, es decir: s�, s�, as� ser�.

Información bibliográfica
Kretzmann, Paul E. Ph. D., D. D. "Comentario sobre Jude 1". "Comentario Popular de Kretzmann". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/kpc/jude-1.html. 1921-23.