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Romanos 1

Comentario Popular de la Biblia de KretzmannComentario de Kretzmann

Versículo 1

Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser ap�stol, apartado para el evangelio de Dios,

Versículos 1-7

Saludo de la letra.

Versículo 2

(que �l hab�a prometido anteriormente por Sus profetas en las Santas Escrituras)

Versículo 3

acerca de su Hijo Jesucristo, nuestro Se�or, que fue hecho de la simiente de David seg�n la carne;

Versículo 4

y declarado Hijo de Dios con poder, seg�n el esp�ritu de santidad, por la resurrecci�n de entre los muertos;

Versículo 5

por quien hemos recibido la gracia y el apostolado, para la obediencia a la fe en todas las naciones, por Su nombre;

Versículo 6

entre los cuales sois tambi�n vosotros los llamados de Jesucristo:

Versículo 7

a todos los que est�n en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos: Gracia y paz a vosotros de Dios, nuestro Padre, y del Se�or Jesucristo.

En lugar de utilizar la forma habitual y convencional de discurso breve en esta carta, Pablo extiende el saludo habitual de una manera verdaderamente cristiana y apost�lica, a fin de incluir en su saludo de apertura el deseo del mayor bienestar espiritual de los hermanos en Roma. . Un sirviente que Pablo se llama a s� mismo. La palabra, si se usa sola, denota al cristiano, en la medida en que, en el desempe�o de su especial llamado cristiano, se entrega completamente a la voluntad de Dios y excluye su propia preferencia. Pero Pablo modifica la palabra llam�ndose a s� mismo un "siervo de Jesucristo", no un siervo o esclavo, como el significado literal de la palabra en el lenguaje cl�sico lo tiene, ya que este t�rmino contiene algo de reproche, pero un hombre que est� bajo una obligaci�n para con Cristo que nunca podr� cumplir completa y adecuadamente.

Se hab�a entregado, confiado a s� mismo, su persona, su vida, sus poderes, a su Se�or y Salvador Jesucristo; se dedic� por completo a �l con el esp�ritu de la obediencia sacrificada, al cumplimiento constante, completo y en�rgico de la voluntad divina. Sin embargo, mientras que �l ten�a esta relaci�n con Cristo en com�n con todo verdadero creyente, hab�a una distinci�n que disfrutaba, muy inusual y singular.

Fue llamado como ap�stol por una vocaci�n especial de Dios, por un llamado inmediato, Hechos 9:1 y sigs .; G�latas 1:12 . La prerrogativa especial del apostolado era suya: hab�a visto al Se�or resucitado, 1 Corintios 15:8 , hab�a recibido comunicaciones directas de �l, 1 Corintios 11:23 ; 1 Corintios 15:3 .

Como ap�stol, Pablo fue separado, apartado de otros hombres, se le dio un oficio especial, designado para el Evangelio de Dios, para su ministerio especial. Es el Evangelio de Dios, cuyas buenas nuevas �l es el Autor, que Su gracia hizo posible. El mensaje que Pablo trajo, de boca en boca y por carta, no era una filosof�a indefinida, sino la Palabra de Dios, ya que est� destinada a la salvaci�n de los hombres.

Este Evangelio de Dios, estas gloriosas y felices noticias, no es una doctrina nueva, sino una que hab�a prometido antes a trav�s de Sus profetas en los santos escritos o Escrituras, la verdad antigua, proclamada por los testigos m�s cre�bles, codificada en escritos garantizados. Las palabras de Pablo aqu� son un testimonio de la inspiraci�n de las Escrituras, tal como las conoc�an entonces los jud�os. Fue Dios quien hizo la proclamaci�n en tiempos antiguos; fueron Sus profetas que predicaron y escribieron, no lo que les conven�a, sino lo que Su Santo Esp�ritu les dijo que escribieran para las generaciones futuras; y, por tanto, los escritos que han llegado a trav�s de los siglos son santos, como producto del Dios santo y de su Esp�ritu Santo. El hecho de que la doctrina de Pablo coincidiera plenamente con el testimonio de los profetas nos consuela tambi�n como una seguridad de que el Evangelio,

El origen del Evangelio es divino; su acuerdo con el testimonio de los profetas no puede ser cuestionado; su contenido es Jes�s. Trata de Su, el Hijo de Dios, Dios mismo, en el Evangelio, testifica de Su Hijo. El Hijo de Dios, cuya eternidad y divinidad se enfatiza con el nombre, Salmo 2:7 , naci� de la simiente de David seg�n la carne.

El Hijo unig�nito del Padre, Juan 1:14 ; Colosenses 1:15 , asumi� la naturaleza humana como descendiente de David, siendo su madre Mar�a de la casa y linaje de David. De la simiente de David naci�, seg�n la carne, Lucas 3:23 y sigs.

; La suya era una verdadera naturaleza humana, de carne y hueso como la de todos los hombres, todos los seres humanos. Fue hecho a semejanza de los hombres, Filipenses 2:7 , aunque no despu�s de la concepci�n y el nacimiento habituales; �l fue hecho como nosotros, sus hermanos, en todo sentido, sujeto a las mismas debilidades y enfermedades de las que es heredera la carne, pero sin pecado, Hebreos 2:17 .

Este mismo Jes�s, sin embargo, que es un verdadero ser humano, es al mismo tiempo declarado, ordenado, designado, constituido, Hijo de Dios en poder, Hijo de Dios todopoderoso. Siempre fue el Hijo de Dios, pero en el estado de Su humillaci�n hab�a escondido Su divina majestad bajo la forma de un siervo. Pero ahora �l fue manifestado, establecido, como el Hijo de Dios con la plena posesi�n de la gloria y majestad divinas.

El Hijo de David, el d�bil y despreciado Jes�s de Nazaret, seg�n su naturaleza humana, ejerce autoridad ilimitada, soberan�a absoluta. Y todo esto se llev� a cabo de acuerdo con el esp�ritu de santidad, de acuerdo con Su naturaleza divina, celestial y superior, 2 Corintios 3:17 . Esta naturaleza �nica se llama esp�ritu de santidad, porque pertenece al mundo sobrehumano, supramundano, porque se encuentra solo en Aquel que est� sobre todos, a la diestra de Dios en los lugares celestiales, Efesios 1:20 " Todo el Evangelio de Pablo est� comprendido en este Jes�s hist�rico, que ha aparecido en la carne, pero que, sobre la base del esp�ritu de santidad, que constituye su esencia, ha sido exaltado como Cristo y Se�or.

"Es la Deidad eterna que ahora, desde que ha sido exaltado a la diestra de Dios, aparece en Cristo y determina toda Su manera de ser. Su naturaleza divina ha impregnado, cargado, Su esencia humana con su gloria y poder. Y todo esto es verdad como consecuencia de, por, la resurrecci�n de los muertos. Por su muerte, Cristo hizo a un lado toda la debilidad humana para siempre. Luego resucit� de entre los muertos.

Fue una verdadera resurrecci�n o un regreso a la vida; Entr� en una nueva vida y ser; Asumi� el ejercicio ilimitado de los atributos divinos que le hab�an sido transmitidos a su naturaleza humana. Por eso tambi�n, en y con la resurrecci�n de Cristo, la resurrecci�n de los creyentes a la vida eterna est� garantizada, 1 Corintios 15:12 ss.

Todas estas cosas maravillosas son declaradas por Jesucristo, el Dios-hombre, ungido por Dios para ser el Salvador del mundo y, por lo tanto, nuestro Se�or, el Maestro y Rey de todos los creyentes. Todas las obras de su oficio las realiz�, y a�n las realiza, para que podamos ser suyos y vivir bajo �l en su reino, y servirle en eterna justicia, inocencia y bienaventuranza.

Este mismo Se�or Jesucristo que ha sido revelado de una manera tan maravillosa es tambi�n Aquel a trav�s de quien Pablo recibi� la gracia y el apostolado. Por la actividad del Cristo exaltado, Pablo se convirti�, se hizo part�cipe de la gracia de Dios en el Redentor, del perd�n total y completo de los pecados. Y luego, como distinci�n especial, recibi� de Jes�s, el Se�or de la Iglesia, el oficio de ap�stol, G�latas 1:1 .

Pertenec�a a la clase especial de maestros que el Se�or dio a la Iglesia en los primeros d�as para el establecimiento de Su reino en el coraz�n de los hombres. El prop�sito y el objeto de sus labores en su oficio era establecer la obediencia de la fe entre todas las naciones, en medio de todos los pueblos gentiles. El prop�sito de la predicaci�n de Pablo era trabajar la fe, crear en el coraz�n de los hombres la obediencia a la norma y la regla del Evangelio; porque la fe cristiana es esencialmente esa obediencia voluntaria, Romanos 10:16 ; 1 Pedro 2:8 ; 1 Pedro 4:17 .

La predicaci�n del Evangelio, que fue la obra esencial del apostolado entre los gentiles, tiene en s� misma el poder de obrar el asentimiento y la fe. Y, por tanto, la fe de los cristianos, por la que aceptan a Jes�s como su Salvador, sirve para la glorificaci�n del nombre de Jes�s, para que el nombre de Cristo sea sobre todo nombre. En el Evangelio se predica a Jes�s, en �l se revela a los hombres, y la aceptaci�n de su salvaci�n redunda en su gloria.

Habiendo explicado as� el contenido y la gloria del Evangelio y de su oficio en la proclamaci�n del maravilloso mensaje, Pablo se dirige directamente a los miembros de la congregaci�n en Roma, dici�ndoles que ellos, la gran mayor�a de ellos, pertenec�an por nacimiento a la Iglesia. Pueblos gentiles, pero sin embargo fueron llamados por Jesucristo. La llamada de Jesucristo a trav�s del Evangelio ha sido eficaz en su caso; en virtud de su llamado le pertenecen como suyos, han sido regenerados o convertidos, se han convertido en s�bditos de Cristo.

Pero no solo a estos cristianos de los gentiles, a todos, m�s bien, que son amados por Dios en la ciudad de Roma, pertenecen a Dios como sus hijos amados, a todos los que son llamados santos, que se han convertido en santos por la llamada de Dios. , que han sido separados del mundo y consagrados a Dios, se dirige Pablo. No fueron llamados por Dios porque fueran santos, pero su santidad es el resultado de Su llamado, emitido a ellos por Su gran amor, una expresi�n de Su amor sincero por ellos.

Note que Pablo se dirige a todos los miembros de la congregaci�n en Roma con estos t�tulos de honor. Para �l, todos son amados de Dios y llamados santos, as� como hoy consideramos a todos los miembros de una verdadera congregaci�n cristiana como hijos amados de Dios, aunque se encuentren hip�critas entre ellos.

En lugar de la f�rmula corta que la costumbre exig�a en las cartas formales, el amor de Pablo lo lleva a expandir la palabra en un saludo mostrando toda su consideraci�n. Les desea toda la gracia, la plena misericordia de Dios, el perd�n gratuito de sus pecados, base y fuente de todo buen don que desciende de lo alto. Les desea la paz, como el feliz resultado de la posesi�n de la gracia y la misericordia.

Tenemos paz con Dios por medio de nuestro Se�or Jesucristo. Su redenci�n ha eliminado la causa de la contienda, el Padre se reconcili� con nosotros. Este estado feliz de la seguridad de la gracia de Dios, de la certeza de su coraz�n reconciliado, debe continuar y su fe en estos dones de Dios debe fortalecerse. Dios el Padre debe conceder estas bendiciones, pero, al mismo tiempo, deben proceder tambi�n de Cristo mismo, en quien tenemos el derecho de llamar a Dios nuestro Padre y esperar la plenitud de las bendiciones espirituales de Sus manos. Dios Padre y Jesucristo son, por tanto, en la misma medida y con igual fuerza la Fuente de nuestra salvaci�n. Tal consuelo hay en la fe en Jes�s el Salvador.

Versículo 8

Primero, doy gracias a mi Dios por medio de Jesucristo por todo lo que se habla de su fe en todo el mundo.

Versículos 8-12

La Introducci�n a la Carta

El anhelo de Pablo de ver a los cristianos de Roma:

Versículo 9

Porque testigo es Dios, a quien sirvo con mi esp�ritu en el Evangelio de su Hijo, de que sin cesar hago menci�n de ti siempre en mis oraciones,

Versículo 10

pidiendo si de alguna manera ahora, por fin, podr�a tener un viaje pr�spero por la voluntad de Dios de venir a ustedes.

Versículo 11

Porque anhelo veros para poder impartirles alg�n don espiritual, con el fin de que se�is establecidos;

Versículo 12

es decir, que pueda consolarme junto con ustedes por la fe mutua tanto de ustedes como de m�.

En esta introducci�n, Pablo sigue el curso que usualmente adopta en sus ep�stolas, a saber, ponerse primero en relaci�n con sus lectores; y su primer punto de contacto con ellos es el agradecimiento por su participaci�n en el cristianismo. "Primero", sobre todas las cosas, antes que todo lo dem�s. Pablo resalta muy enf�ticamente este pensamiento de su sincera gratitud, que siempre debe ocupar el primer lugar en la vida del cristiano y preceder a todas las oraciones y deseos.

Note que el ap�stol se refiere a "mi Dios". Esa es la esencia de la verdadera fe, que el creyente ponga su confianza personal en Dios y use el lenguaje de aplicaci�n personal con un entendimiento completo de la obligaci�n personal. Es el Dios de quien es y a quien sirve, Hechos 27:23 . Por Jesucristo, Pablo da gracias a Dios; porque sin la salvaci�n obtenida por nuestro gran Sustituto, el hombre no podr�a entrar en la debida relaci�n con Dios, ni ninguna obra del hombre, ni siquiera la oraci�n y la acci�n de gracias, podr�a agradar a Dios.

El precioso nombre de Jesucristo, que ha sido nombrado tres veces en el saludo, aparece tambi�n en la introducci�n propiamente dicha, al principio de la carta. Su agradecimiento a Dios concierne a todos, porque est�n movidos por el hecho de que su fe, visible a todos los hombres por sus frutos y manifestaciones, por su vida cristiana, fue hablada en todo el mundo. Dado que Roma era la capital del mundo, cualquier cosa inusual que ocurriera all� seguramente se transmitir� y se extender� a todas partes del mundo con gran rapidez. Fue un excelente testimonio de la solidez de su fe que los cristianos romanos tuvieran una reputaci�n tan envidiable dondequiera que se profesara la religi�n cristiana.

La acci�n de gracias de Pablo fue naturalmente un asunto entre �l y Dios; estaba oculto a la observaci�n de los hombres. Por lo tanto, apela a Dios, que escucha sus incesantes oraciones por los cristianos romanos, como testimonio de la verdad de su declaraci�n, de la sinceridad del amor que les tiene, aunque hasta ahora no se hab�a mantenido en j�bilo personal con ellos. Fue a este Dios a quien Pablo apel� aqu� en solemne afirmaci�n, a quien sirvi� en su esp�ritu en el Evangelio de Su Hijo.

Su esp�ritu, su coraz�n regenerado, le capacita para realizar su obra en comuni�n orante con Dios. Sirve a Dios en el Evangelio de su Hijo, en la predicaci�n de la redenci�n ganada mediante la sangre del Hijo de Dios. Este ministerio es un servicio de sacrificio, un verdadero acto de adoraci�n, una fina manifestaci�n externa de la relaci�n interna con Dios. Un verdadero ministro de la Palabra no solo sirve a Dios en el Evangelio cuando proclama la Palabra p�blica y privadamente, sino tambi�n cuando trata solo con Dios, en la comuni�n de la oraci�n por �l mismo y por todos los encomendados a su cuidado espiritual.

A su acci�n de gracias en nombre de los cristianos romanos, Pablo agreg� un recordatorio constante sobre ellos, suplicando al Se�or si, de acuerdo con sus oraciones, alguna vez ser�a tan afortunado de acudir a ellos por la voluntad de Dios. Ese fue uno de los deseos m�s ansiosos del ap�stol, ver a los hermanos en Roma cara a cara, apresurar su camino hacia ellos, tener la buena fortuna que le permitir�a hacer el viaje para verlos.

Pero pone el asunto en manos de Dios. El Se�or del universo y la Iglesia, cuya mano todopoderosa da forma a las circunstancias y los destinos, podr�a y seguramente lo har�a en Su tiempo se�alado arreglar los asuntos para que Pablo viera Roma, Santiago 4:15 .

Pablo afirma que la raz�n de su ferviente petici�n y s�plica es su sincero anhelo de ver a los cristianos en Roma, de conocerlos personalmente, con el fin de transmitirles alg�n don espiritual, para confirmarlos, para establecerlos. Cualquier don de gracia que Pablo pudiera comunicarles en forma de ense�anza, amonestaci�n, consuelo, no lo atribuy� a su propia personalidad y dones, sino a la misericordia de Dios, de la cual llegaron a ser participantes por medio del Esp�ritu de Dios. .

Porque es el Esp�ritu Santo el que produce beneficios espirituales en el coraz�n de los hombres mediante la predicaci�n de la Palabra. Pero mientras los hermanos de Roma ser�n as� confirmados y fortalecidos en su fe y en su vida cristiana, el mismo Pablo no quedar� sin beneficio. �l mismo encontrar� consuelo, consuelo, aliento cristiano entre ellos cuando se fortalezcan. Ambas partes obtendr�n as� una ventaja a trav�s de la fe el uno en el otro, por su fe mutua, cuya unidad se enfatiza aqu�.

As� como Pablo da evidencia de su fe al instruir a los cristianos romanos, al testificar de su fe, as� ellos dan evidencia de su fe al aceptar la Palabra de Dios con gozo. As�, ambos recibir�an consuelo y alegr�a en su fe. El que ense�a y confirma a otros, �l mismo se beneficia y es edificado, ya que ve que la Palabra es recibida por los oyentes con todas las indicaciones del poder misericordioso de Dios.

Versículo 13

Hermanos, no quiero que ignor�is que muchas veces me propuse ir a vosotros (pero hasta ahora me han dejado) para tener algo de fruto tambi�n entre vosotros, como entre otros gentiles.

Versículos 13-15

Otra raz�n del deseo de Pablo de venir:

Versículo 14

Soy deudor tanto de los griegos como de los b�rbaros, tanto de los sabios como de los insensatos.

Versículo 15

As� que, por mucho que est� en m�, estoy dispuesto a predicarles el Evangelio a los que tambi�n est�n en Roma.

A la raz�n dada anteriormente, que quer�a impartir a los hermanos en Roma alg�n don espiritual y ser fortalecido con ellos, Pablo agrega aqu� una explicaci�n desde el punto de vista de su oficio como ap�stol de los gentiles. No quiere que ignoren el hecho de que �l a menudo ha tenido la sincera intenci�n de acudir a ellos, Hechos 19:21 .

Hasta el momento se le hab�a impedido llevar a cabo su prop�sito, cap. 15: 20-22. No hab�a sido la falta de inter�s en ellos, la indiferencia hacia la obra que se realizaba en medio de ellos, lo que lo hab�a mantenido alejado, porque estaba plenamente consciente de su posici�n como ap�stol de Jesucristo para los gentiles. Tambi�n estaba ansioso por tener algo de fruto entre los romanos, por ver que algunas personas se agregaran a la congregaci�n como resultado de sus labores evang�licas, tal como hab�a visto tales resultados entre otras naciones gentiles; quer�a recoger fruto para vida eterna, Juan 4:36 .

Las almas que un predicador del Evangelio gana con su testimonio son consideradas por el Se�or como fruto, como gavillas de la cosecha, y por eso Pablo deseaba trabajar en medio de la capital del mundo, para ganar m�s almas para los grandes. cosecha espiritual.

Toda esta ansiedad y deseo, por tanto, Pablo basa en la obligaci�n que siente que recae sobre �l, en lo que respecta a la predicaci�n del Evangelio. Para los griegos, aquellos que estaban familiarizados con la lengua griega y la m�s alta cultura de los romanos, as� como para los b�rbaros, la gente no familiarizada con estas ventajas; al sabio seg�n las normas de este mundo, as� como al ignorante y al ignorante, era deudor, se consideraba endeudado.

Sinti� que les deb�a el Evangelio de Jesucristo; no pod�a descansar contento hasta haber saldado esta deuda. Por eso su disposici�n estaba dirigida a la realizaci�n de este fin: �l, por su parte, estaba completamente preparado y dispuesto, su disposici�n era un hecho, quer�a predicar el Evangelio tambi�n en Roma. Esta seguridad, tan plenamente fundamentada, fue sin duda suficiente para eliminar cualquier escr�pulo o duda que los hermanos de Roma pudieran haber albergado en cuanto al sentimiento personal del gran ap�stol hacia ellos.

Nota: El Evangelio de Cristo est� destinado tanto a las naciones incivilizadas como a las civilizadas; la barbarie es un obst�culo tan peque�o para la propagaci�n del Evangelio como la cultura y el saber mundanos son una ayuda para su propagaci�n. Marcos tambi�n: Los cristianos deben sentir en todo momento la obligaci�n de predicar el Evangelio descansando sobre ellos; mientras haya un solo individuo en el mundo en cuyo caso no se haya hecho ning�n esfuerzo para familiarizarlo con el glorioso Evangelio de Jesucristo, mientras haya una deuda contra los cristianos; es hora de que nos apresuremos con la liquidaci�n de esta deuda.

Versículo 16

Porque no me averg�enzo del evangelio de Cristo; porque es poder de Dios para salvaci�n a todo aquel que cree; al jud�o primero y tambi�n al griego.

Versículos 16-17

El tema de la carta. 1: 16-17

Versículo 17

Porque en �l la justicia de Dios se revela de fe en fe; como est� escrito: El justo por la fe vivir�.

Pablo hab�a declarado que estaba dispuesto a predicar el Evangelio en Roma, la capital del mundo. Y toda la sabidur�a y el orgullo de la altiva metr�polis no lo disuadir�an. "En cualquier lugar, sin duda, uno podr�a tener dudas acerca de identificarse con un mensaje que ten�a por tema a una persona que hab�a sido condenada a muerte como criminal; en cualquier lugar, la Cruz era para los jud�os una piedra de tropiezo y para los griegos una locura.

Pero en Roma, de todos los lugares, donde toda la fuerza efectiva de la humanidad parec�a estar reunida, uno podr�a avergonzarse de presentarse como representante de algo aparentemente impotente e ineficaz. Pero este no es el Evangelio; es exactamente lo contrario de esto, y por eso el ap�stol se enorgullece de identificarse con �l. "Pablo de ninguna manera se averg�enza del Evangelio, el glorioso mensaje de salvaci�n.

Porque �l sabe y confiesa que un poder de Dios es para salvaci�n. Lo que ninguna doctrina humana, ninguna filosof�a mundana es capaz de lograr, lo logra el simple mensaje de Jesucristo. No est� meramente acompa�ado por el poder de Dios bajo ciertas circunstancias, sino que es en s� mismo, en todo momento, un poder de Dios. En esto sirve al prop�sito m�s elevado y maravilloso: trae salvaci�n a todo aquel que cree.

Al liberar a los pecadores del pecado, la muerte y la condenaci�n, les trae y les transmite vida y salvaci�n. El poder siempre est� ah�, ya sea que se acepte o no la verdad del Evangelio; "pero un hombre puede experimentar y disfrutar de este poder s�lo cuando lo acepta por fe". 1 Corintios 15:1 y sigs .; Santiago 1:21 .

Y este poder y gloria del Evangelio est� destinado a todos, al jud�o primero, pero tambi�n al griego. Al pueblo jud�o Dios se hab�a revelado primero a S� mismo, en medio de ellos hab�a vivido el Salvador, una manifestaci�n viva y continua del Evangelio, una revelaci�n del poder misericordioso de Dios. Pero las buenas nuevas no se limitaban a los jud�os: tanto jud�os como griegos necesitaban el mensaje de salvaci�n.

Porque ni la Ley y las obras de la Ley, por un lado, ni la sabidur�a y la cultura, por el otro, pueden librar a la humanidad de la miseria del pecado y sus consecuencias. La salvaci�n solo es posible a trav�s del poder del Evangelio.

Pablo ahora explica exactamente c�mo el Evangelio es un poder salvador divino, es decir, puesto que en �l se revela la justicia de Dios. La justicia, el estado de ser justo, que es una condici�n para la salvaci�n, falta en todos los miembros de la familia humana desde la Ca�da. Pero ahora la justicia, el estado o condici�n en que una persona es aceptable ante Dios, tiene a Dios de su lado, se revela, se da a conocer en el Evangelio.

Es la justicia de Dios, no meramente una justicia que tiene su fuente en Dios y viene de Dios, sino una justicia v�lida ante Dios, una que encuentra pleno reconocimiento a Su vista, 2 Corintios 5:21 . No es una justicia que tiene su asiento en el hombre, el resultado de los propios esfuerzos del hombre, sino una justicia que es imputada al hombre por Dios y, por lo tanto, tiene plena vigencia a sus ojos.

Esta justicia se revela, se descubre. Est� presente, ha estado presente desde la eternidad, en Jesucristo, cuya obediencia activa y vicaria ha producido un juicio misericordioso de Dios. Pero este hecho permanecer�a desconocido para el hombre sin la revelaci�n del Evangelio y, por lo tanto, la justicia que se obtuvo por los m�ritos de Cristo se revela y se ofrece a todos los hombres en el Evangelio. Est� siendo revelado por fe en fe: es una justicia por fe, se convierte en nuestra posesi�n total como consecuencia de la fe; y es una justicia en la fe, est� expresamente destinada a la fe, puede obtenerse s�lo por la fe.

Tan pronto como una persona acepta el Evangelio de Jesucristo, se convierte en participante de la justicia que est� preparada para �l en el Evangelio; una persona simplemente debe tomar lo que Dios le da, y tiene la posesi�n y el disfrute de la gran bendici�n de la que dependen la vida y la salvaci�n. Y para mostrar que la doctrina que aqu� ense�a est� en total conformidad con los escritos del Antiguo Pacto, S.

Pablo cita la palabra de un profeta, Habacuc 2:4 : El justo vivir� por fe, como consecuencia de, por fe; nunca ver� la destrucci�n, sino que disfrutar� plenamente de la forma m�s elevada de vida, en y con Dios, para siempre. Y entonces Pablo ha dado un resumen de su Evangelio; ha enunciado, en estas dos frases, el tema o tesis de su carta a los romanos.

Versículo 18

Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad,

Versículos 18-21

La decadencia moral del mundo gentil.

La negativa a prestar atenci�n a la revelaci�n natural de Dios:

Versículo 19

porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto; porque Dios se lo mostr�.

Versículo 20

Porque las cosas invisibles de �l desde la creaci�n del mundo se ven claramente, siendo entendidas por las cosas que son hechas, incluso Su poder eterno y Deidad, de modo que no tienen excusa;

Versículo 21

porque, cuando conocieron a Dios, no lo glorificaron como a Dios, ni fueron agradecidos, sino que se volvieron vanos en su imaginaci�n, y su necio coraz�n se oscureci�.

Pablo hab�a imaginado la revelaci�n de la justicia de Dios en el Evangelio. Y esta revelaci�n era muy necesaria en vista de otra revelaci�n de Dios, a saber, la de Su ira, que est� siendo descubierta y dada a conocer como una reacci�n de Su santidad y justicia contra toda transgresi�n de Su voluntad. Abajo, contra toda impiedad e injusticia de los hombres, esta ira se aclara y ejerce su poder.

Si una persona es neutral e irreligiosa, o si abiertamente niega y viola la Ley divina: en cualquier caso, Dios, desde el trono de Su majestad y poder, revelar�, y ahora revela, Su ira en el juicio final. El castigo que se est� imponiendo a los blasfemos deliberadamente injustos es parte del juicio final sobre ellos. Su venida es inevitable, porque estas personas irreligiosas e inmorales se caracterizan por el hecho de que retuvieron, refrenaron, reprimieron, obstaculizaron, la verdad con injusticia.

Los hombres tienen la verdad, la revelaci�n de Dios en la naturaleza. Y esta verdad pretende tener un efecto moral, mantener a los hombres bajo control, guiarlos por el camino de la rectitud c�vica. Pero retienen la verdad, resisten su influencia, cierran los ojos a sus impulsos; y todo esto en injusticia. Los hombres sirven de buena gana a la injusticia antes que a la verdad; rechazan la verdad y aceptan la injusticia y la impiedad, y as� su culpa se manifiesta con m�s fuerza.

El significado de la verdad que Pablo tiene en mente lo pone de manifiesto en la siguiente oraci�n. Lo que se pueda conocer de Dios les es evidente, porque Dios les ha dado evidencia en ese sentido. Lo que es cognoscible de Dios, lo que los hombres pueden concebir con respecto a Su esencia por medio de sus sentidos, es claro para el coraz�n de los hombres: �l les ha dado este conocimiento, �l les ha dejado claro. Es un conocimiento que se transmite a los hombres a trav�s de las obras de creaci�n.

Porque los atributos invisibles de Dios, algunas fases de su esencia divina, se ven claramente desde la creaci�n del mundo, son llevadas al conocimiento de los hombres por medio de las cosas que son hechas, a trav�s de las criaturas mismas. La raz�n humana, cuando se usa correctamente, no puede evitar percibir las cualidades divinas manifestadas en la obra de la creaci�n y la providencia. Est� claro para la inteligencia humana que debe haber un poder eterno que gobierne el universo, y que esta Deidad tambi�n tiene otros atributos, como la sabidur�a, la bondad.

La creaci�n completa predica estas cualidades de su Maestro; alaba la incomparable grandeza y gloria de Dios. Tan claras e inconfundibles son estas evidencias de la existencia de Dios, de la creaci�n y preservaci�n del universo por Su omnipotente poder, sabidur�a y bondad, que los hombres no tienen excusa ni defensa. El impulso dado por Dios para que todos los hombres reconozcan Su majestad y preparen sus corazones de la manera correspondiente es tan grande que cada evasi�n de su sencillo deber los deja con mala conciencia.

No podr�n esgrimir una sola raz�n con el prop�sito de mitigar su ofensa. No puede ser culpa de Dios y de su creaci�n si el hombre no lo reconoce y no le sirve adecuadamente; en el D�a del Juicio nadie podr� alegar la inocencia de la ignorancia. Nota: El ap�stol no representa el conocimiento natural de Dios como una especie de medio de gracia, por el cual los hombres pueden alcanzar el conocimiento salvador de Dios.

Es solo cuando una persona se ha convertido a Dios a trav�s del Evangelio que hace el uso adecuado de la revelaci�n natural de Dios. Pero el conocimiento natural de Dios debe servir como incentivo para estimular la b�squeda ferviente e incansable del Dios verdadero, Hechos 17:27 .

Habiendo declarado en qu� consiste la verdad que los hombres obstaculizan y rechazan tan constantemente, Pablo ahora muestra de qu� manera los hombres se oponen a la verdad y anulan su influencia. Aunque los hombres hab�an llegado a conocer a Dios por medio del conocimiento natural, aunque este conocimiento est� siempre ante sus ojos, aunque la idea del monote�smo siempre se encuentra en medio del polite�smo, los hombres no alabar�an ni agradecer�an al Dios verdadero como Dios.

Se niegan a que su conocimiento influya en sus acciones, en su modo de vida. No permitir�n que su conocimiento pasivo se convierta en un culto activo. En cambio, cayeron en razonamientos sobre la esencia y el culto de Dios, y en sus perversos y obstinados razonamientos y especulaciones se volvieron vanos; su instintivo. la percepci�n de Dios se volvi� confusa e incierta; su coraz�n insensato e insensato se oscureci�.

Sus pensamientos estaban dirigidos hacia cosas vanas, tontas y evanescentes; se negaron a aceptar instrucci�n para su propio beneficio. �sta es la condici�n de todos los hombres por naturaleza. El libro de las obras de Dios en la creaci�n est� ante sus ojos, y no pueden dejar de reconocer la existencia de Dios y la presencia de ciertas manifestaciones divinas, pero se niegan a que este conocimiento influya en sus pensamientos y voluntad; obstaculizan deliberadamente todos los buenos efectos de lo instintivo.

conocimiento. Y lo que ellos mismos razonan y especulan, todas sus conclusiones y juicios, es totalmente err�neo y pervertido, as� como no tienen el m�s m�nimo deseo e intenci�n de manifestar gratitud alguna por las bendiciones recibidas de la providencia de Dios.

Versículo 22

Profesando ser sabios, se hicieron necios,

Versículos 22-25

El resultado de una locura deliberada:

Versículo 23

y cambi� la gloria del Dios incorruptible en una imagen semejante a la del hombre corruptible, de las aves, de los cuadr�pedos y de los reptiles.

Versículo 24

Por tanto, Dios tambi�n los entreg� a la inmundicia por las concupiscencias de sus propios corazones para deshonrar sus propios cuerpos entre ellos;

Versículo 25

quien cambi� la verdad de Dios en mentira, y ador� y sirvi� a la criatura m�s que al Creador, quien es bendito para siempre. Am�n.

Aqu� se muestra el resultado de ignorar a Dios y de dejar de lado deliberadamente la gu�a del conocimiento natural de Dios. Cuando los hombres afirmaron, afirmaron, se jactaron de su propia sabidur�a, 1 Corintios 1:22 , se volvieron tontos, fueron embrutecidos en el intelecto. La verdadera sabidur�a, que desciende de arriba, es siempre humilde, pero donde falta la verdad divina, aparece la filosof�a humana con su actitud jactanciosa.

Y as�, el resultado final de la vanidad de su mente, de la oscuridad y la necedad de su intelecto, fue que los hombres cambiaron la gloria del Dios inmortal por la semejanza de la imagen del hombre mortal. La apariencia que se eligi� en el lugar de Dios fue la imagen de alg�n hombre o de algunos animales, ya sean p�jaros o bestias de cuatro patas o reptiles. Tal �dolo ser�a una representaci�n de la Deidad, Isa�as 44:12 ; Salmo 115:4 ; Salmo 135:15 .

La historia da muchos ejemplos; porque los �dolos de los griegos y romanos, tambi�n de los antiguos alemanes eran estatuas en forma de hombres; el �guila de J�piter y el ibis y el halc�n de los egipcios eran aves sagradas; el buey blanco de los egipcios, el becerro de oro de los israelitas, las cabras y los monos en otras naciones, eran �dolos de cuatro patas; y entre los reptiles estaban el cocodrilo y varias serpientes, todas las cuales recibieron honor divino.

Tales fueron y son las manifestaciones de las falsas religiones de los hombres cuando se apartan del Dios verdadero. En la insensatez de su idolatr�a antinatural, pervierten el orden original de Dios. "El hombre, hecho a imagen de Dios, ahora hace a Dios a su propia imagen; y el amo del reino animal ha olvidado tanto su dignidad como para adorar las im�genes de animales que deber�an estar sujetos a �l".

El resultado de esta idolatr�a es tambi�n una p�rdida de toda verdadera moralidad, un hecho que Dios permiti� como un castigo bien merecido. Por lo tanto, debido a su impiedad e idolatr�a, Dios ha entregado a los id�latras a la inmundicia. Es un castigo y un destino divinos; Dios castiga el pecado con el pecado. En la concupiscencia de sus corazones, en la condici�n en que se encontraban como consecuencia de su conducta imp�a e irreligiosa, en la que se deleitaban, Dios los entreg� a la inmundicia.

Las concupiscencias y los deseos pecaminosos del coraz�n eran obra del pueblo, y las pr�cticas deshonrosas que siguieron fueron el castigo de Dios. Cuando una persona se niega a prestar atenci�n a las advertencias de Dios en la naturaleza y la conciencia, entonces estas advertencias finalmente se retiran, la persona injusta es abandonada a la satisfacci�n de sus deseos y lujurias, a toda forma de inmundicia e inmoralidad, tal como lo har�a finalmente un m�dico. dejar a un paciente irresistible a sus propios recursos.

Y as� la inmundicia de los id�latras resulta en graves transgresiones del Sexto Mandamiento, que sus cuerpos son deshonrados en s� mismos. A trav�s de todos los vicios inmorales, los cuerpos de los hombres son tratados con verg�enza; La inmundicia quita todo el honor que posee el cuerpo del hombre como criatura de Dios, 1 Corintios 6:18 .

El ap�stol ahora enfatiza una vez m�s que el motivo que impuls� a Dios a este castigo resid�a en los transgresores mismos. Se lleva a cabo en el caso de todos aquellos que cambiaron la verdad de Dios, el verdadero culto de Dios, el verdadero Dios mismo, en mentira, en idolatr�a y pr�cticas id�latras. Los hombres han cambiado al verdadero Dios viviente por �dolos, a quienes atribuyen falsamente el nombre de dioses. Y la criatura a la que han honrado y servido as� en lugar del Creador, con preferencia al Dios verdadero, a quien solo se debe toda bendici�n y honor, como Pablo enfatiza en la conclusi�n con el Am�n hebreo. Esta misma fe y confesi�n enf�tica debe vivir en los cristianos de todos los tiempos: hay un solo Dios verdadero, el que se ha revelado en su Palabra para la salvaci�n de la humanidad.

Versículo 26

Por eso Dios los entreg� a pasiones viles; porque incluso sus mujeres cambiaron el uso natural por el que est� en contra de la naturaleza;

Versículos 26-32

Las profundidades de la inmoralidad y la impiedad:

Versículo 27

e igualmente tambi�n los hombres, dejando el uso natural de la mujer, ardieron en su concupiscencia el uno hacia el otro: hombres con hombres obrando lo indecoroso, y recibiendo en s� mismos la retribuci�n debida de su error.

Versículo 28

Y aunque no les gustaba retener a Dios en su conocimiento, Dios los entreg� a una mente reprobada para hacer aquellas cosas que no son convenientes;

Versículo 29

estar lleno de toda injusticia, fornicaci�n, iniquidad, codicia, malicia; lleno de envidia, asesinato, debate, enga�o, maldad; susurradores,

Versículo 30

murmuradores, odiadores de Dios, despreciativos, soberbios, jactanciosos, inventores de maldades, desobedientes a los padres,

Versículo 31

sin entendimiento, violadores del pacto, sin afecto natural, implacable, despiadado;

Versículo 32

los cuales, conociendo el juicio de Dios, que los que cometen tales cosas son dignos de muerte, no solo hacen lo mismo, sino que se complacen en los que las hacen.

Aqu� hay una acusaci�n y caracterizaci�n sorprendente y terrible del mundo gentil en el tiempo de Pablo y del mundo incr�dulo de todos los tiempos. Fue porque los gentiles persistieron en sus pr�cticas id�latras y se negaron a prestar atenci�n al conocimiento que estaba ante sus ojos, que en realidad estaba bombardeando su inteligencia por todos lados, que Dios los entreg�, los abandon�: cayeron a las profundidades m�s bajas. donde las pasiones bestiales pueden llegar, en concupiscencias y deseos de deshonra y verg�enza.

La atrocidad de su transgresi�n est� marcada por las palabras que se refieren al sexo de los transgresores, pues se volvieron culpables de la inmundicia m�s antinatural y repugnante, ya que las personas del sexo femenino entre ellos (ya no pueden ser designadas como mujeres) cambiaron. el uso natural de acuerdo con la instituci�n divina de Dios en uno completamente en desacuerdo con la naturaleza, mujeres que practican la falta de castidad con las mujeres.

Y de la misma manera las personas del sexo masculino abandonaron, renunciaron al uso natural del sexo opuesto dentro de los lazos del santo matrimonio, y ardieron en su lujuria y deseo ven�reos el uno hacia el otro, los hombres perpetrando actos desvergonzados con hombres, y recibiendo la recompensa, el castigo por su error, por su deliberada y penosa desviaci�n del orden de Dios. Era necesario que fueran castigados en s� mismos, en sus propios cuerpos; fue demandado por la santidad y justicia de Dios.

El castigo por los pecados de falta de castidad a los que se hace referencia aqu� es proporcional a su falta de naturalidad y a la medida en que los pecadores se apartan del servicio del Dios verdadero hacia toda forma de idolatr�a vil.

El ap�stol agrega ahora otro factor en la culpa de los id�latras. As� como no consideraban a Dios digno de ser guardado y considerado en su conocimiento, Dios tambi�n los ha abandonado a su mente reprobada. Su conducta y las consecuencias de su acci�n se vuelven a poner en relaci�n entre s�. Dios les hab�a dado la oportunidad de conocerlo, el libro de la naturaleza estaba abierto ante sus ojos, y pudieron leer la revelaci�n que all� se ofrec�a.

Pero se negaron a aceptar el hallazgo de su propia inteligencia; no consideraron que valiera la pena buscar al Dios verdadero; no quer�an retener el verdadero conocimiento de Dios. Mostraron una mente reprobada, ya esta mente fueron condenados. Han perdido toda discriminaci�n moral y, por lo tanto, est�n abandonados a sus actos nefastos, a hacer aquellas cosas que no son apropiadas. El ap�stol da un extenso cat�logo de sus pecados en los que encuentran su deleite.

Ver 2 Corintios 12:20 ; G�latas 5:19 y sigs .; 1 Timoteo 1:9 y sigs .; 2 Timoteo 3:2 y sigs.

Est�n llenos, sus corazones y mentes no conocen nada m�s que la injusticia, se deleitan en violar no solo todas las leyes divinas, sino tambi�n todas las leyes humanas, especialmente las que pertenecen al bienestar de su pr�jimo. Est�n llenos de maldad, del deleite de hacer el mal, de maldad o depravaci�n, de codicia que s�lo busca su propio beneficio. Est�n llenos de varios vicios: envidia, asesinato, contienda, enga�o, maldad.

La persona envidiosa envidia a su vecino todas las ventajas y, a menudo, llega al punto en el que planea y pone en ejecuci�n su destituci�n. Y si no llega a ese punto, habr� peleas, charlas difamatorias y calumniadoras. El cuerpo y la vida, el dinero y los bienes, la honra y el buen nombre, son atacados por personas que han abandonado a Dios y, a su vez, han sido abandonados por �l. El tercer grupo incluye, en general, a aquellas personas que han perdido todo sentido de moralidad y decencia: susurradores calumniadores, que agradecen cada oportunidad de da�ar la reputaci�n de su vecino; personas insolentes odiadas por Dios, personas que practican el tratar a sus vecinos con abyecta vileza; prepotentes jactanciosos, que se exponen a s� mismos a expensas de los dem�s, que se jactan y se jactan de sus ventajas y virtudes reales e imaginarias; inventores de toda maldad y malicia que la maldad pueda inventar para da�ar a su pr�jimo; desobediente a los padres, negando incluso el afecto natural: sin comprensi�n, neg�ndose a aceptar consejos de nadie m�s; sin todo el cari�o natural del amor; sin piedad, absolutamente insensible a las necesidades y angustias de los dem�s; en resumen, han negado todo sentimiento y simpat�a humanos, se han convertido en monstruos antinaturales.

Y todo esto porque no aceptaron a Dios como su Dios. La profundidad de su despilfarro se indica finalmente con una oraci�n resumida: Siendo tales personas, as� constituidas, que conocieron el justo juicio de Dios, concedi�ndole plenamente el derecho de determinar la relaci�n de los seres humanos entre s�, y plenamente conscientes tambi�n. del hecho de que todos los que cometen los pecados mencionados por el ap�stol son culpables de muerte, pero no solo persisten en cometerlos, sino que tambi�n alientan a los obstinados malhechores en su persistente depravaci�n.

Esta descripci�n del mundo imp�o es sorprendentemente correcta en todo momento, incluso en medio de la m�s alta iluminaci�n intelectual. Si las personas le quitan deliberadamente el honor de Dios y lo transfieren a las criaturas, el resultado ser� que Dios los abandonar� a los vicios m�s terribles, la inmundicia, la falta de castidad, la falta de caridad y compasi�n y toda forma de injusticia. Tales condiciones no son una se�al de barbarie, pero se encuentran en las mismas capitales de la cultura y el saber en nuestros d�as.

Las palabras del ap�stol caracterizan exactamente la situaci�n del mundo en la actualidad. La adoraci�n de h�roes y gigantes mentales ha reemplazado al verdadero servicio del Dios revelado. La concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos, la lascivia, los pecados innombrables, prevalecen. La corrupci�n, la codicia insaciable y la codicia han reemplazado a la verdadera humanidad y al altruismo, y todos los esfuerzos de reforma, especialmente por medio de la promulgaci�n legal, son vanos. El mundo se est� desplazando r�pidamente hacia el borde de un abismo y pronto descubrir� con horror que ha amanecido el D�a del Juicio.

Resumen

El ap�stol saluda a los cristianos en Roma, habla de su anhelo de verlos y del deber que les debe en el mensaje del Evangelio, expone el tema de su carta y describe la profunda depravaci�n de los gentiles que se niegan a escuchar la amonestaci�n de los cristianos. conocimiento natural de Dios.

Información bibliográfica
Kretzmann, Paul E. Ph. D., D. D. "Comentario sobre Romans 1". "Comentario Popular de Kretzmann". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/kpc/romans-1.html. 1921-23.