Bible Commentaries
1 Timoteo 2

Comentario de Grant sobre la BibliaComentario de Grant

Versículos 1-15

Hemos visto en el cap�tulo 1 que la gracia de Dios debe predominar como el �nico principio de la verdadera bendici�n y el �nico correctivo cuando la falsedad amenaza. El cap�tulo 2 pide ahora una actitud coherente con esta gracia, frente a toda la inconsistencia que reina a nuestro alrededor. Aqu� est� el verdadero car�cter cristiano en relaci�n con la casa de Dios: la oraci�n es de suma importancia.

Esta palabra "exhortar" es lo mismo que "encomienda" o "mandamiento" que se ha visto anteriormente, una responsabilidad colocada solemnemente sobre los hombros de Timoteo, y ciertamente destinada a todos los santos. Y "en primer lugar" seguramente nos impresiona el hecho de que la oraci�n ferviente en nombre de los dem�s es de vital importancia, no solo por el bien de su bendici�n (que es profundamente importante), sino para el mantenimiento del verdadero car�cter cristiano en la casa. de Dios, la Asamblea.

La "s�plica" implica una s�plica ferviente, ciertamente no un mero "decir oraciones", sino el deseo sinceramente expresado. "Orar" es pedir con un esp�ritu dependiente. "Intercesiones" se refiere a tener una audiencia con Dios en nombre de otros. Pero el "dar gracias" es aqu� de lo m�s saludable. Puede que pensemos poco en esto con respecto a "todos los hombres", pero es la Palabra de Dios. Todos son sus propias criaturas, y cualquiera que sea su car�cter o conducta, se nos dice que demos gracias por ellos, as� como que oremos por ellos. No lo olvidemos nunca. Esto nos ayudar� a mantener una actitud adecuada hacia ellos.

Los reyes y todos los que est�n en autoridad son especialmente se�alados en este sentido. Es Dios quien los ha puesto en este lugar, cualquiera que sea la forma de gobierno, o cualesquiera que sean los abusos del verdadero gobierno que puedan aparecer. En otros lugares se nos dice que obedezcamos a los que est�n en autoridad, pero nunca se nos dice que usemos nuestra influencia en referencia a qui�n debe gobernar o c�mo debe hacerlo. Por supuesto, la obediencia a Dios es suprema por encima de toda la obediencia al gobierno; y puede haber ocasiones en las que uno deba desobedecer deliberadamente al gobierno para obedecer a Dios.

Pero, en general, se ver� un esp�ritu de obediencia a Dios en una actitud de obediencia al gobierno. Agregue a esta oraci�n y acci�n de gracias, y la tendencia ser� siempre hacia que llevemos una vida tranquila y pac�fica con toda piedad y honestidad. No hay duda de que pueden existir condiciones anormales en las que el gobierno est� decidido a destruir el cristianismo; pero aqu� se contempla un estado de cosas m�s normal.

Ser "bueno y agradable a los ojos de Dios nuestro Salvador" ciertamente implica que tal oraci�n es una ofrenda verbal a Dios que est� complacido con ella. Y aunque �l es el Dios eterno, Su mismo car�cter es el de "Salvador" - ciertamente manifestado como tal en la persona de Cristo - y la oraci�n de este tipo es consistente con Su propio deseo misericordioso de que todos los hombres sean salvos y vengan a la conocimiento de la verdad.

Ser salvo es ciertamente lo primero, pero no termina aqu�: el conocimiento de la verdad es tambi�n un asunto de gran importancia; para que nuestras oraciones por los dem�s no se limiten a pedir salvaci�n, sino a que aprendan la preciosa verdad de Dios.

Puede que nos preguntemos por qu� a otros en las Escrituras se les llama "dioses", como en Juan 10:35 : "Los llam� dioses a quienes vino la Palabra de Dios". Pero la respuesta se nos da en 1 Corintios 8:4 : "No hay otro Dios sino uno.

Porque aunque haya que sean llamados dioses, sea en el cielo o en la tierra (como hay muchos dioses y muchos se�ores), para nosotros hay un solo Dios, el Padre, de quien son todas las cosas, y nosotros en �l; y un se�or, Jesucristo, y nosotros por �l. "Si los �dolos se llaman as�, es mera vanidad: el creyente no lo reconoce en absoluto. O si Dios llama a los ancianos de Israel" dioses ", es simplemente como representantes del Dios verdadero: en un sentido pleno y propio, hay un solo Dios, como bien lo sab�a Israel, pero si esto es cierto, entonces �l no es solo el Dios de Israel, sino tambi�n de los gentiles.

El �nico Mediador, Jesucristo Hombre, era tan necesario para los jud�os como para los gentiles: ninguno de los dos pod�a ser llevado al Dios verdadero si no fuera por �l y por medio de �l. Y su devenir hombre fue absolutamente esencial, para que cualquier hombre pudiera conocer realmente al Dios eterno. �l es el "Daysman", de quien Job habla, uno que podr�a poner su mano sobre Dios y sobre el hombre ( Job 9:33 ).

Porque por necesidad hay entre Dios y el hombre una barrera naturalmente infranqueable. �C�mo puede el simple hombre finito y terrenal comprender a un Dios infinito, eterno y omnisciente? De hecho, los hombres com�nmente usan este argumento para descartar cualquier consideraci�n de su responsabilidad hacia Dios. Por supuesto, esto es vano, porque el hecho es que Dios es un Dios que se revela a s� mismo. Es cierto que en el Antiguo Testamento esto fue solo una revelaci�n parcial, aunque progresiva.

Pero esto ha cambiado completamente en la persona de Jesucristo Hombre. Su encarnaci�n implica m�s que mediaci�n, porque �l mismo es la revelaci�n del Dios eterno en forma humana; pero Su mediaci�n es de importancia vital para todos los hombres, porque solo a trav�s de �l se puede poner a alguien en contacto con el Dios Viviente.

Adem�s, est� disponible para todos; de hecho, se ha dado a s� mismo en rescate por todos. Esta palabra encierra el pensamiento de desatar o liberar mediante sustituci�n. Si uno iba a ser un mediador, esto tambi�n era un requisito, porque el pecado del hombre lo hab�a alejado de Dios, una cuesti�n que debe resolverse como parte de un acercamiento mediador de los hombres a Dios. No es que todos hayan sido rescatados, pero el rescate es totalmente suficiente para todos. Para que sea aplicable, debe recibirse por fe en Jesucristo Hombre, el Hijo de Dios.

"Ser testificado a su debido tiempo" se refiere al testimonio ahora declarado despu�s de que el tiempo de prueba y probaci�n del hombre hab�a demostrado que todas las otras alternativas eran impotentes: durante muchos a�os Dios hab�a soportado pacientemente y esperado que el hombre tuviera todas las oportunidades para probarse a s� mismo aparte de la necesidad de un Mediador. Ahora ha llegado el momento preciso para la revelaci�n y el testimonio del �nico Mediador.

Vers�culo 7. La primera designaci�n de Pablo de s� mismo aqu�, "un predicador" o "heraldo" implica que se le env�e a publicar la verdad del cristianismo. Este fue el nombramiento de Dios, al igual que el de ap�stol y maestro. El ap�stol, sin embargo, agrega el car�cter de la autoridad dada por Dios a su mensaje, una autoridad que correctamente requiere sujeci�n en el oyente. Nadie puede reclamar esto hoy: los ap�stoles ya no son nombrados por Dios: su autoridad permanece para nosotros en las Escrituras que han escrito, aunque ellos mismos han dejado hace mucho tiempo esta escena.

Pero aqu� Pablo inserta el llamativo par�ntesis: "Yo digo la verdad en Cristo: no miento". Si alguien cuestionara la autoridad apost�lica de Pablo, es solemnemente imperativo que este tema se enfrente con justicia: no puede ser un asunto de indiferencia: es completamente cierto o perversamente falso. No permitir� ninguna neutralidad con respecto al asunto. Reconozc�moslo, por tanto, con una aceptaci�n incondicional, como Dios manifiestamente quiere.

Aqu� se agrega "un maestro de las naciones en la fe y la verdad", porque esto es m�s que publicar y llamar a la sujeci�n al mensaje. La ense�anza ordenada de la plenitud y el significado de ese mensaje fue otro don espiritual que se le comunic� a Pablo. Era necesario que Pablo hablara firme y decididamente de estas funciones para las cuales fue designado por Dios; aunque, por otro lado, no menciona en absoluto el don o los dones particulares que pose�a Timoteo.

En este asunto, es sabio y correcto que seamos como Timoteo, sin esperar una caracterizaci�n definida de nuestro don, pero haciendo lo que podamos con un esp�ritu de verdadera sujeci�n y fe piadosa. Los resultados manifestar�n el don; pero no es necesario que sepamos o declaremos qu� don tenemos, porque nunca estaremos en la posici�n del ap�stol Pablo, a cuyo mensaje Dios llam� la atenci�n de tal manera que requiera obediencia.

Este mensaje fue particularmente para "las naciones", no solo para Israel. De hecho, en otra parte se nos dice que �l mismo fue obrado poderosamente por Dios hacia los gentiles, en contraste con el ministerio distintivo de Pedro hacia los jud�os ( G�latas 2:8 ). Su �ltima expresi�n en 1 Timoteo 2:7 , "En fe y verdad", sin duda presiona la profunda importancia de este ministerio como una comunicaci�n especial de Dios.

Se ver� en estos vers�culos (8 al 15) que en referencia a la oraci�n se insiste en una diferencia decidida entre hombres y mujeres. Los hombres deb�an orar en todas partes, lo que por supuesto incluir�a el lugar p�blico, que no es el de la mujer. Un hermano en el Se�or debe estar preparado en todo momento para estar a la altura de la ocasi�n de alzar la voz en oraci�n audible. Vemos esto de manera preeminente en el Se�or Jes�s ( Juan 6:11 ; Juan 11:41 ; Juan 12:27 ), pero tambi�n en el ap�stol Pablo ( Hechos 27:35 , etc.

), y ciertamente con la elevaci�n de manos santas. Si las manos de uno est�n manchadas por obras cuestionables, generalmente detesta orar p�blicamente (y deber�a serlo), porque esto atraer� m�s atenci�n a sus manos. Que el hombre no ignore su responsabilidad de orar; pero que respalde esto con una conducta honorable.

Puede parecer extra�o que sea necesario agregar aqu�, "sin ira y sin dudar (o razonar)". Sin embargo, qu� solemne advertencia de que no se debe aprovechar la oraci�n p�blica para expresar el descontento de uno en otro. Esto se ha hecho con demasiada frecuencia. Incluso El�as or� contra Israel ( Romanos 11:2 ); y en una ocasi�n leemos: "Mois�s se enoj� mucho y dijo al Se�or: No respetes su ofrenda; ni un asno he tomado de ellos, ni he hecho da�o a ninguno de ellos" ( N�meros 16:15 ).

Esta no es la verdadera oraci�n, porque la oraci�n debe expresar tanto sumisi�n como dependencia a la gracia de Dios. Aqu� la ira debe dar lugar a la verdadera preocupaci�n por la bendici�n de los dem�s. No abusemos del sagrado privilegio de dirigirnos p�blicamente a Dios de tal manera que Dios no sea realmente honrado. Pero dudar o razonar es otro obst�culo grave para la oraci�n verdadera, porque es lo opuesto a la simple confianza en el Se�or.

La racionalizaci�n dudosa es ciertamente ofensiva para un Dios de puro amor y gracia, que se deleita en contestar la oraci�n de la mejor manera posible por Sus amados santos. Es insultante, particularmente en p�blico, dirigirse a �l sin una simple y honesta confianza de fe, de que �l responder� de acuerdo con Su perfecta voluntad.

Aunque el hombre es responsable de ocupar el lugar p�blico en lo que respecta a hablar en nombre de Dios, el �nfasis en lo que respecta a la mujer est� m�s bien en su comportamiento como ante los ojos de los dem�s. El hombre debe tener el esp�ritu de sujeci�n en la manera de orar; de la misma manera la mujer debe tener el esp�ritu de sujeci�n en su conducta silenciosa y humilde de piedad. La conducta decente debe ir acompa�ada de una vestimenta decente: nada debe ser ostentoso de una forma u otra.

El llamamiento indecoroso de la atenci�n por medio de vestimentas costosas, joyas y oro, est� lejos de reflejar el car�cter de su Se�or y Maestro. Por supuesto, igualmente ofensivo ser�a un comportamiento descuidado y descuidado, porque esto tiene sus ra�ces en el mismo orgullo y voluntad propia que tiene el otro. Los detalles de la vestimenta, etc., seguramente se ajustar�an f�cil y correctamente donde la fe y la piedad est�n en verdadero ejercicio, en oposici�n a la voluntad propia com�n y la autoexpresi�n de nuestros d�as. Pero las "buenas obras" positivas se oponen a las negativas que deben evitarse.

1 Corintios 14:1 es claro que la mujer no debe hablar en absoluto en la asamblea. En nuestro presente cap�tulo se muestra que la ense�anza no es para ella, ya sea en la asamblea o en otro lugar, si est� involucrado alg�n car�cter p�blico de las cosas. Al menos, si los hombres est�n presentes, no le corresponde a la mujer ense�ar.

La instrucci�n de mujeres o de ni�os en circunstancias menos p�blicas dif�cilmente podr�a estar bajo la misma restricci�n, pero la mujer debe tener cuidado de que su ense�anza en cualquier caso no la coloque en un lugar de ning�n tipo de prominencia. De hecho, es su gloria estar en silencio. �La raz�n de esto dada aqu� debe ser observada de cerca! Ad�n fue formado primero, luego Eva. Es simplemente orden en la creaci�n de Dios, sin ninguna cuesti�n de superioridad o inferioridad moral involucrada en absoluto, ni ninguna cuesti�n de capacidad. Es orden de Dios, y cualquier infracci�n es desorden.

Esto tambi�n se enfatiza por el hecho de que Ad�n no fue enga�ado, pero la mujer, siendo enga�ada, estaba en la transgresi�n. La mujer ten�a una salvaguardia si tan solo hubiera recordado el lugar de la mujer. Cuando Satan�s la tent�, ella simplemente pudo haberle referido el asunto a Ad�n; porque aqu� fue un caso en el que la tentadora ignor� su cabeza y se acerc� al recipiente m�s d�bil. Ad�n no fue enga�ado, pero pec� con los ojos bien abiertos, sin duda por afecto a su esposa.

Ciertamente no es menos responsable: es culpa en ambos casos; pero esto todav�a ilustra el hecho de que el hombre, que se caracteriza particularmente por un juicio inteligente y deliberado, est� preparado para el lugar p�blico; y la mujer, m�s acertadamente marcada por sus sentimientos e intuici�n, est� preparada para el lugar m�s tranquilo de sujeci�n.

La maternidad es coherente con este lugar humilde, pero sin embargo un honor bendito que no se le da al hombre. Si alguna mujer se inclina a cuestionar estas cosas, es muy posible que se beneficie mucho al considerar a las muchas madres piadosas de las Escrituras, cuyo car�cter humilde s�bdito brilla con una belleza que no se puede ver de otra manera. Sin embargo, observemos tambi�n que el hecho de que ella sea "salva en la maternidad" est� condicionada no s�lo a que ella misma contin�e en la fe, el amor y la santidad con discreci�n, sino a que esto sea cierto tanto para el esposo como para la esposa: "Si contin�an". Esto seguramente nos impresiona el valor vital de la verdadera unidad espiritual en la relaci�n matrimonial: una mujer que se casa con un esposo imp�o no puede reclamar una promesa como esta.

Información bibliográfica
Grant, L. M. "Comentario sobre 1 Timothy 2". Comentario de Grant sobre la Biblia. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/lmg/1-timothy-2.html. 1897-1910.