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Bible Commentaries
Romanos 10

Comentario de Grant sobre la BibliaComentario de Grant

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Versículos 1-21

Contraste entre la ley de Israel y su necesidad de gracia

En Romanos 9:1 hemos visto el t�tulo soberano de Dios mantenido al tener un pueblo elegido seg�n la gracia. Ahora, en Romanos 10:1 del contraste entre la ley y la gracia: la ley con sus fr�as exigencias formales, la gracia con su c�lido anhelo por la bendici�n del hombre, ejemplificado en el deseo de Pablo por sus hermanos seg�n la carne, y en los hermosos pies de aquellos que traen buenas nuevas de cosas buenas, un mensaje que la ley nunca podr�a enviar, y mucho menos traer.

Nada menos que la salvaci�n es el deseo y la oraci�n del coraz�n de Pablo por Israel. �Se le puede acusar de despreciar a su naci�n? �O se puede culpar a Dios, que puso tales anhelos en el coraz�n del ap�stol, por el descuido de Israel de tal salvaci�n? �No es el deseo de Dios tan profundo y real como el de Pablo de la salvaci�n de Israel? - s�, �y para el de "todos los hombres"? 1 Timoteo 2:4 da testimonio claro. La culpa est� completamente en el orgullo del hombre, ciertamente no en la bondad de Dios.

Sin embargo, el celo de Israel por Dios era incuestionable, como lo registra Pablo. �No lo sab�a bien en sus d�as de inconverso? Persiguiendo a los cristianos, pens� que estaba haciendo servicio a Dios. �Cu�ntos caminos parecen correctos a los hombres, aunque el fin es camino de muerte! El celo en tal caso es solo para ser m�s compadecido. El celo por Dios es el mayor peligro, cuando no proviene del conocimiento de Dios.

Porque su ocupaci�n con su propia justicia solo declara su total ignorancia de la justicia de Dios, y esto es ignorancia de Dios personalmente. Despu�s de a�os de vergonzosos fracasos, todav�a est�n decididos a establecer su propia justicia, una visi�n que se vuelve m�s tr�gicamente rid�cula a medida que la historia se desarrolla. Todo lo que necesitan es sumisi�n a la justicia de Dios, porque es la �nica justicia que se puede establecer.

El vers�culo 4 es entonces una fuerte declaraci�n de que la venida de Cristo marc� un cambio decidido en los caminos dispensacionales de Dios. "Cristo es el fin de la ley para justicia a todo aquel que cree". �Puede el lenguaje ser m�s sencillo? Los jud�os al menos sab�an que si recib�an a Cristo estaban renunciando a su confianza en alcanzar la justicia por las obras de la ley, una lecci�n que muchos profesos cristianos no han aprendido por s� mismos, se debe observar con tristeza.

El asunto entonces era una elecci�n entre la ley y Cristo. Era uno u otro, sin mezcla de los dos. La justicia que exig�a la ley se ve perfectamente en Cristo, pero en ning�n otro. La ley solo exig�a justicia: Cristo trajo justicia. Cu�n apropiado, entonces, que sea "el fin de la ley para justicia a todo aquel que cree".

Los hombres pueden tener diferentes concepciones de lo que es la justicia por la ley, pero la cuesti�n la resuelve simplemente el legislador mismo. Mois�s dio testimonio cuando dio la ley: "El hombre que hace estas cosas, vivir� por ellas". Es hacer absolutamente todo lo que exige la ley, en el que su vida en la tierra est� asegurada: si no "hace" esas cosas, entonces no tiene ninguna promesa de la ley; de hecho, al contrario, cae bajo su implacable maldici�n.

Si el hombre no se da cuenta de su incapacidad para guardar la ley en su totalidad, sin embargo, seguramente debe admitir que no lo ha hecho - y cuando esto es as�, es una vanidad total esperar la bendici�n por medio de la ley - o esperar transformar la injusticia. en justicia. Entonces la ley trae condenaci�n, no justicia a todos los hombres, porque nadie la ha guardado.

Pero hay una "justicia que es por la fe", contrastada en todos los sentidos con la ley: una fe que no se tropieza ni se obstaculiza con preguntas dif�ciles, sino que las supera todas al observar la obra perfectamente cumplida del Se�or Jesucristo.

En los vers�culos 6 al 8 tenemos, por tanto, un comentario muy esclarecedor sobre Deuteronomio 30:11 . Porque en Deuteronomio Mois�s est� hablando claramente de la ley que les hab�a dado, y no menciona el evangelio ni para agregarlo a la ley ni para reemplazarla. Pero si consideramos el vers�culo 14: "Pero muy cerca de ti est� la palabra, en tu boca y en tu coraz�n, para que la hagas", no podemos dejar de ver que hay mucho m�s impl�cito en el pasaje de lo que se dice. .

Porque la ley en s� misma no tiene poder para implantarse en el coraz�n. Si algunas personas amaban la ley de Dios y ten�an sed de sus mandamientos, esto no era el resultado de la ley (de lo contrario, todo lo que estaba bajo la ley ser�a as�), sino la prueba de una obra superior de Dios. Es esta obra mayor la que est� impl�cita, y solo explicada en Romanos 10:6 , una obra que de hecho trasciende tanto la ley que contrasta con ella.

La fe habla ahora as�: "No digas en tu coraz�n: �Qui�n subir� al cielo? (Es decir, para hacer descender a Cristo de arriba)". El escepticismo objetar� que no hay esperanza de establecer una comunicaci�n directa entre el cielo y la tierra: y est� claro que si el proyecto se deja en manos del hombre, es in�til que conozca a Dios. Pero la fe sabe que el Hijo de Dios ha venido; la gracia movi� Su coraz�n para traerlo, aunque mucho m�s de lo que los deseos del hombre jam�s hubieran podido concebir. Porque, �qui�n hubiera imaginado que el Creador mismo se manifestar�a en carne? En primer lugar, entonces, la fe se basa en el hecho de que Cristo ha descendido de arriba.

Sin embargo, la incredulidad nuevamente objeta que Cristo ha muerto, y �de qu� sirve el testimonio espiritual de Aquel que ha compartido el destino de la humanidad y permanece callado en la tumba? Este es el pensamiento en el vers�culo 7: "�Qui�n descender� al abismo? (Es decir, para hacer subir a Cristo de entre los muertos)". As� escuchamos la audaz s�plica de la infidelidad de que nadie ha vuelto jam�s de entre los muertos para contarnos lo que hay m�s all�. Pero es falso. La fe sabe que Cristo ha resucitado de entre los muertos, y no por medio de la capacidad del hombre para traerlo de regreso. Ha sido la obra de Dios, cumplida plenamente de una vez por todas.

De modo que el vers�culo 8, al citar Deuteronomio - "Cerca de ti est� la palabra, en tu boca y en tu coraz�n" - la explica como "la palabra de fe que predicamos". Tampoco es credulidad o fe ciega como la gente habla, sino fe fundada en hechos claramente establecidos. Por tanto, no se trata de un trabajo por hacer, sino de una palabra en la que creer acerca de un trabajo terminado.

Entonces, �qui�n puede confundir la bendita sencillez del vers�culo 9? Es una declaraci�n clara de "la palabra fe" - "que si confesares con tu boca que Jes�s es el Se�or, y creyeres en tu coraz�n que Dios le levant� de los muertos, ser�s salvo". Es la boca y el coraz�n los que tienen un lugar importante aqu�, no las manos y los pies. La boca es el �ndice del coraz�n, y no habr� confesi�n personal de Jes�s como Se�or a menos que haya fe en el coraz�n.

Puede haber algo que parezca una confesi�n as�, pero no hay una confesi�n simple y directa de �l como Se�or personal, sin fe. Pero los dos van de la mano. Si creo, por eso hablo.

Pero la fe est� en un Dios de resurrecci�n, que ha resucitado a su Hijo de entre los muertos. Por tanto, la fe descansa sobre una obra de redenci�n perfectamente acabada, a la que no se le puede a�adir nada ni se le puede quitar nada. Es una obra completamente divina, hecha para que los hombres teman ante Dios y crean.

Por tanto, la salvaci�n del alma no se basa en las acciones del hombre, como la obediencia a la ley, ni siquiera en la promesa incondicional de Dios, como la que le fue dada a Abraham, sino en hechos plenamente establecidos: el Hijo de Dios ha venido: ha muerto, y resucitado de nuevo. Esta es una verdad s�lida y firme, apropiada y claramente entendida por una fe honesta. �Qu� m�s se puede desear para probar la soluci�n perfecta de la cuesti�n del pecado? �Qu� terreno m�s seguro y perfecto para la salvaci�n eterna de toda alma que conf�a en �l?

"Porque con el coraz�n se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvaci�n". Interiormente hay fe contada por justicia: exteriormente la confesi�n de Cristo, que es en verdad la salvaci�n de un sistema mundial que se opone a �l, un sistema con el que todos fuimos identificados una vez. La confesi�n de Cristo es la clara ruptura con esa "generaci�n perversa". Esto es consistente con la profec�a del Antiguo Testamento: nadie que creyera en �l se avergonzar�a: la confesi�n acompa�ar�a a la fe.

Ahora bien, esta gracia claramente no se limita a una cierta clase, como lo testifica claramente el Antiguo Testamento. El "todo aquel" del vers�culo 11 conduce a la nueva declaraci�n de que en este asunto no hay diferencia entre jud�os y gentiles. Si es as� en referencia a su culpa ( Romanos 3:22 ), tambi�n lo es en cuanto a la salvaci�n: "el mismo Se�or de todos es rico para con todos los que le invocan.

"Otra cita del Antiguo Testamento (de Joel 2:32 ) sella esto inequ�vocamente:" Todo aquel que invocare el Nombre del Se�or, ser� salvo ".

Ahora bien, si este evangelio es as� tanto para jud�os como para gentiles, es decir, "cualquiera", entonces, �por qu� los jud�os deber�an oponerse tan en�rgicamente a Pablo u otros en la publicaci�n del mismo en todo el mundo? los que creen. "�Y c�mo creer�n en Aquel de quien no han o�do? �Y c�mo oir�n sin un predicador?" �No justifica esto el hecho de predicar? Adem�s, �qu� hombre puede predicar verdaderamente a Cristo a menos que sea enviado por Cristo? Esta es otra consideraci�n seria para aquellos que quieren silenciar el glorioso mensaje de Dios. El mismo Isa�as hab�a escrito mucho antes sobre tales mensajeros, y con fervor resplandeciente: "�Cu�n hermosos son los pies de los que predican el evangelio de la paz y traen buenas nuevas de cosas buenas!"

Pero no importa cu�n completa sea la publicaci�n, esto no garantiza que todos los hombres recibir�n la bendita noticia, de modo que el rechazo de multitudes de gentiles no prueba en lo m�s m�nimo el mensaje sin valor. Porque incluso las Escrituras de Israel hab�an predicho la misma incredulidad general de estas buenas nuevas: "Se�or, �qui�n ha cre�do a nuestro anuncio?" A los mensajeros no se les da la esperanza de que el mundo mismo crea su informe; pero eso no es des�nimo: el informe es verdadero y lleno de bendici�n, y el evangelio obra por lo que trae, no por las condiciones que encuentra.

El informe despierta la fe en quienes lo escuchar�n y, por peque�o que sea el n�mero, la publicaci�n vale m�s que la pena. Porque, recordemos, el informe viene por la Palabra de Dios; y esta Palabra triunfar� gloriosamente sobre todos los que se le opongan o rechacen hoy.

Pero la ley no proporcion� tal informe, ning�n llamado al mundo; por lo tanto, aunque sus propias Escrituras daban testimonio de tal llamado, los jud�os que se jactaban de la ley, s�lo se opondr�an en�rgicamente al llamado del evangelio. De modo que los vers�culos 18-21 dan la prueba contundente de que, al hacerlo, van en contra de sus propias Escrituras, mientras que al mismo tiempo las cumplen.

El vers�culo 18 se cita de Salmo 19:4 , que sin duda habla principalmente del testimonio de los cielos creados para la gloria de Dios. Pero Pablo aplica un significado simb�lico que es realmente tan claro que los israelitas deber�an haberlo discernido. Porque el testimonio de los cielos era tal que s�lo la incredulidad pod�a afirmar que la tierra lo era todo; pero la jactancia de Israel en su herencia terrenal se elev� tanto que excluy� a los gentiles por completo.

Sin embargo, sus propias Escrituras declararon lo que sus ojos ve�an todos los d�as: que un testimonio celestial lleg� a toda la tierra, y sus palabras hasta los confines del mundo. Este mensaje celestial no es m�s que un s�mbolo del bendito mensaje del evangelio mundial enviado por el Hijo del Hombre en los cielos. No es Dios hablando en la tierra, sino desde el cielo ( Hebreos 12:25 ), y por eso es una voz dirigida a todos los hombres en todas partes: jud�os y gentiles.

�No lo hab�an escuchado? �No lo sab�a Israel? Parece incre�ble en vista del testimonio de las Escrituras. Primero Mois�s dice: "Te provocar� a celos con los que no son pueblo, y con una naci�n insensata te enojar�". La locura de los gentiles de adorar �dolos, Israel en los d�as de la servidumbre romana, despreciado; pero Dios hab�a dicho que usar�a a ese pueblo para reprender a Israel, favorecerlo para provocar a Israel a celos. As� que los gentiles se volvieron a Dios desde los �dolos, pero Israel se aferr� a su estado desolado, amargado al pensar que los gentiles encontraban la bendici�n de Dios independientemente de su autoridad.

�Fue Pablo entonces m�s audaz que Isa�as, quien mucho antes hab�a profetizado: "Fui hallado de los que no me buscaban; me manifest� a los que no preguntaban por m�"? Criticar al predicador del evangelio es criticar el testimonio tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento.

Pero este valiente profeta del evangelio tambi�n hab�a dado las palabras de Dios de conmovedor patetismo a esa naci�n descarriada de Israel: "Todo el d�a he extendido mis manos a un pueblo rebelde y rebelde". Entonces, la naci�n solo est� repitiendo su triste historia y cumpliendo sus propias Escrituras con este rechazo del evangelio. �Qu� comentario m�s melanc�lico podemos tener sobre la vanidad de la voluntad propia del hombre?

Información bibliográfica
Grant, L. M. "Comentario sobre Romans 10". Comentario de Grant sobre la Biblia. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/lmg/romans-10.html. 1897-1910.
 
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