1-21 La ruina de Jud� y Jerusal�n lleg� gradualmente. Los m�todos que Dios toma para llamar a los pecadores por su palabra, por ministros, por conciencia, por providencias, son ejemplos de su compasi�n hacia ellos y su falta de voluntad para que ninguno perezca. Vea aqu� lo que causa el gran caos del pecado y, a medida que valoramos la comodidad y la continuidad de nuestras bendiciones terrenales, mantengamos ese gusano lejos de su ra�z. Muchas veces hab�an arado y sembrado su tierra en el s�ptimo a�o, cuando deber�a haber descansado, y ahora permaneci� sin labrar y sin sembrar durante diez veces siete a�os. Dios no perder� por fin su gloria, por la desobediencia de los hombres. Si se negaran a dejar descansar la tierra, Dios la har�a descansar. �Qu� lugar, oh Dios, te ahorrar� tu justicia si Jerusal�n ha perecido? Si ese deleite tuyo se cortara por maldad, no seamos de mente alta, sino de miedo.
22,23 Dios hab�a prometido la restauraci�n de los cautivos y la reconstrucci�n de Jerusal�n, al final de setenta a�os; y ese momento para favorecer a Si�n, ese tiempo establecido, lleg� por fin. Aunque la iglesia de Dios sea derribada, no se descarta; aunque su gente sea corregida, no son abandonados; aunque arrojados al horno, no se pierden all�, ni se dejan all� m�s tiempo que hasta que se separe la escoria. Aunque Dios contienda por mucho tiempo, no contendr� siempre. Antes de cerrar los libros de las Cr�nicas, que contienen un registro fiel de los acontecimientos, piensen en la desolaci�n que el pecado introdujo en el mundo, incluso en la iglesia de Dios. Temblemos ante lo que est� registrado aqu�, mientras que en el car�cter de algunas pocas almas bondadosas, descubrimos que el Se�or no se dej� sin testigo. Y cuando hayamos visto este retrato fiel del hombre por naturaleza, contrastamos con �l esa misma naturaleza, cuando se recupera por la gracia del Todopoderoso, a trav�s de la justicia justificante y adorna el alma de Cristo nuestro Salvador.
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Información bibliográfica Henry, Matthew. "Comentario completo sobre 2 Chronicles 36". "Comentario completo de Henry sobre toda la Biblia". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/mhm/2-chronicles-36.html. 1706.
Introducción
* La destrucci�n de Jerusal�n. (1-21) La proclamaci�n de Ciro. (22,23)
Versículos 1-21
1-21 La ruina de Jud� y Jerusal�n lleg� gradualmente. Los m�todos que Dios toma para llamar a los pecadores por su palabra, por ministros, por conciencia, por providencias, son ejemplos de su compasi�n hacia ellos y su falta de voluntad para que ninguno perezca. Vea aqu� lo que causa el gran caos del pecado y, a medida que valoramos la comodidad y la continuidad de nuestras bendiciones terrenales, mantengamos ese gusano lejos de su ra�z. Muchas veces hab�an arado y sembrado su tierra en el s�ptimo a�o, cuando deber�a haber descansado, y ahora permaneci� sin labrar y sin sembrar durante diez veces siete a�os. Dios no perder� por fin su gloria, por la desobediencia de los hombres. Si se negaran a dejar descansar la tierra, Dios la har�a descansar. �Qu� lugar, oh Dios, te ahorrar� tu justicia si Jerusal�n ha perecido? Si ese deleite tuyo se cortara por maldad, no seamos de mente alta, sino de miedo.
Versículos 22-23
22,23 Dios hab�a prometido la restauraci�n de los cautivos y la reconstrucci�n de Jerusal�n, al final de setenta a�os; y ese momento para favorecer a Si�n, ese tiempo establecido, lleg� por fin. Aunque la iglesia de Dios sea derribada, no se descarta; aunque su gente sea corregida, no son abandonados; aunque arrojados al horno, no se pierden all�, ni se dejan all� m�s tiempo que hasta que se separe la escoria. Aunque Dios contienda por mucho tiempo, no contendr� siempre. Antes de cerrar los libros de las Cr�nicas, que contienen un registro fiel de los acontecimientos, piensen en la desolaci�n que el pecado introdujo en el mundo, incluso en la iglesia de Dios. Temblemos ante lo que est� registrado aqu�, mientras que en el car�cter de algunas pocas almas bondadosas, descubrimos que el Se�or no se dej� sin testigo. Y cuando hayamos visto este retrato fiel del hombre por naturaleza, contrastamos con �l esa misma naturaleza, cuando se recupera por la gracia del Todopoderoso, a trav�s de la justicia justificante y adorna el alma de Cristo nuestro Salvador.