* La gran obra que Dios hizo por Israel. (1-7) Promesas y amenazas. (8-17) Estudio cuidadoso de la palabra de Dios necesario. (18-25) Las bendiciones y la maldici�n se presentan. (26-32)
1-7 Observa la conexi�n entre estos dos: Amar�s al Se�or y guardar�s su mandato. El amor se manifestar� en la obediencia, y solo la obediencia que fluye de un principio de amor es aceptable, como lo dice� 1 Juan 5:3. Mois�s relata algunas de las grandes y terribles obras de Dios que sus ojos hab�an visto. Lo que nuestros ojos han visto, especialmente en nuestros primeros d�as, deber�a afectarnos y hacernos mejores mucho tiempo despu�s.
8-17 Mois�s les presenta, para el futuro, la vida y la muerte, la bendici�n y la maldici�n, seg�n cumplan o no el mandamiento de Dios. El pecado tiende a acortar los d�as de todos los hombres y a reducir los d�as de prosperidad de un pueblo. Dios los bendecir� con abundancia de todas las cosas buenas si lo aman y lo sirven. La piedad tiene la promesa de la vida presente, pero el favor de Dios pondr� alegr�a en el coraz�n, m�s que el aumento de trigo, vino y aceite. La apostas�a de Dios hacia los �dolos ser�a seguramente su ruina. Cu�dense de que sus corazones no sean enga�ados. Todos los que abandonen a Dios para poner su afecto en cualquier criatura se encontrar�n miserablemente enga�ados, llev�ndolos a su propia destrucci�n; y esto ser� a�n peor, porque fue por falta de prestar atenci�n.
18-25 Que todos se gu�en por las tres reglas aqu� dadas. 1. Permitamos que nuestros corazones se llenen de la palabra de Dios. No habr� buenas pr�cticas en la vida a menos que haya buenos pensamientos, buenas afectaciones y buenos principios en el coraz�n. 2. Mantengamos nuestros ojos fijos en la palabra de Dios, teniendo un constante respecto hacia ella como gu�a de nuestro camino, como regla de nuestro trabajo, Salmo 119:30. Salmo 119:3. Mantengamos nuestras lenguas ocupadas con la palabra de Dios. Nada contribuir� m�s a la prosperidad y al mantenimiento de la religi�n en una naci�n que la buena educaci�n de los ni�os.
26-32 Mois�s resume todos los argumentos a favor de la obediencia en dos palabras: la bendici�n y la maldici�n. �l inst� al pueblo a elegir cu�l quer�an. Luego, Mois�s orden� una proclamaci�n p�blica y solemne de la bendici�n y la maldici�n que se har�a en los dos montes de Gerizim y Ebal. Hemos quebrantado la ley y estamos bajo su maldici�n, sin remedio por nosotros mismos. Por misericordia, el evangelio nos presenta de nuevo una bendici�n y una maldici�n. Una bendici�n, si obedecemos al llamado al arrepentimiento, a la fe en Cristo y a la novedad de coraz�n y vida a trav�s de �l; una maldici�n temible, si descuidamos una salvaci�n tan grande. Acojamos con gratitud estas buenas nuevas de gran gozo; y no endurezcamos nuestros corazones, sino escuchemos esta voz de Dios mientras se nos llama hoy, y mientras nos invita a acercarnos a �l en el trono de la misericordia. Esforc�monos por hacer segura nuestra vocaci�n y elecci�n.
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Información bibliográfica Henry, Matthew. "Comentario completo sobre Deuteronomy 11". "Comentario completo de Henry sobre toda la Biblia". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/mhm/deuteronomy-11.html. 1706.
Introducción
* La gran obra que Dios hizo por Israel. (1-7) Promesas y amenazas. (8-17) Estudio cuidadoso de la palabra de Dios necesario. (18-25) Las bendiciones y la maldici�n se presentan. (26-32)
Versículos 1-7
1-7 Observa la conexi�n entre estos dos: Amar�s al Se�or y guardar�s su mandato. El amor se manifestar� en la obediencia, y solo la obediencia que fluye de un principio de amor es aceptable, como lo dice� 1 Juan 5:3. Mois�s relata algunas de las grandes y terribles obras de Dios que sus ojos hab�an visto. Lo que nuestros ojos han visto, especialmente en nuestros primeros d�as, deber�a afectarnos y hacernos mejores mucho tiempo despu�s.
Versículos 8-17
8-17 Mois�s les presenta, para el futuro, la vida y la muerte, la bendici�n y la maldici�n, seg�n cumplan o no el mandamiento de Dios. El pecado tiende a acortar los d�as de todos los hombres y a reducir los d�as de prosperidad de un pueblo. Dios los bendecir� con abundancia de todas las cosas buenas si lo aman y lo sirven. La piedad tiene la promesa de la vida presente, pero el favor de Dios pondr� alegr�a en el coraz�n, m�s que el aumento de trigo, vino y aceite. La apostas�a de Dios hacia los �dolos ser�a seguramente su ruina. Cu�dense de que sus corazones no sean enga�ados. Todos los que abandonen a Dios para poner su afecto en cualquier criatura se encontrar�n miserablemente enga�ados, llev�ndolos a su propia destrucci�n; y esto ser� a�n peor, porque fue por falta de prestar atenci�n.
Versículos 18-25
18-25 Que todos se gu�en por las tres reglas aqu� dadas. 1. Permitamos que nuestros corazones se llenen de la palabra de Dios. No habr� buenas pr�cticas en la vida a menos que haya buenos pensamientos, buenas afectaciones y buenos principios en el coraz�n. 2. Mantengamos nuestros ojos fijos en la palabra de Dios, teniendo un constante respecto hacia ella como gu�a de nuestro camino, como regla de nuestro trabajo, Salmo 119:30. Salmo 119:3. Mantengamos nuestras lenguas ocupadas con la palabra de Dios. Nada contribuir� m�s a la prosperidad y al mantenimiento de la religi�n en una naci�n que la buena educaci�n de los ni�os.
Versículos 26-32
26-32 Mois�s resume todos los argumentos a favor de la obediencia en dos palabras: la bendici�n y la maldici�n. �l inst� al pueblo a elegir cu�l quer�an. Luego, Mois�s orden� una proclamaci�n p�blica y solemne de la bendici�n y la maldici�n que se har�a en los dos montes de Gerizim y Ebal. Hemos quebrantado la ley y estamos bajo su maldici�n, sin remedio por nosotros mismos. Por misericordia, el evangelio nos presenta de nuevo una bendici�n y una maldici�n. Una bendici�n, si obedecemos al llamado al arrepentimiento, a la fe en Cristo y a la novedad de coraz�n y vida a trav�s de �l; una maldici�n temible, si descuidamos una salvaci�n tan grande. Acojamos con gratitud estas buenas nuevas de gran gozo; y no endurezcamos nuestros corazones, sino escuchemos esta voz de Dios mientras se nos llama hoy, y mientras nos invita a acercarnos a �l en el trono de la misericordia. Esforc�monos por hacer segura nuestra vocaci�n y elecci�n.