1-7 La doctrina de la cual el ap�stol Pablo escribi�, establece el cumplimiento de las promesas de los profetas. Hablaba del Hijo de Dios, incluso Jes�s el Salvador, el Mes�as prometido, que vino de David en cuanto a su naturaleza humana, pero tambi�n fue declarado Hijo de Dios, por el poder divino que lo levant� de la muerte. La profesi�n cristiana no consiste en un conocimiento nocional o un asentimiento simple, mucho menos en disputas perversas, sino en obediencia. Y todos aquellos, y solo esos, son llevados a la obediencia a la fe, que efectivamente son llamados de Jesucristo. Aqu� est�, 1. El privilegio de los cristianos; Ellos son amados por Dios, y son miembros de ese cuerpo que es amado. 2. El deber de los cristianos; para ser santos, a esto se les llama, a ser llamados santos. A estos los salud� el ap�stol, dese�ndoles gracia para santificar sus almas, y paz para consolar sus corazones, como brotando de la misericordia libre de Dios, el Padre reconciliado de todos los creyentes, y viniendo a ellos por medio del Se�or Jesucristo.
8-15 Debemos mostrar amor por nuestros amigos, no solo orando por ellos, sino tambi�n alabando a Dios por ellos. Como en nuestros prop�sitos, as� tambi�n en nuestros deseos, debemos recordar decir, si el Se�or lo quiere, Santiago 4:15. Nuestros viajes se hacen pr�speros o no, de acuerdo con la voluntad de Dios. Debemos impartir f�cilmente a los dem�s lo que Dios ha confiado en nosotros, regocij�ndonos para alegrar a los dem�s, especialmente disfrutando de comunicarnos con aquellos que creen lo mismo con nosotros. Si somos redimidos por la sangre y convertidos por la gracia del Se�or Jes�s, somos completamente suyos; y por su bien, somos deudores de todos los hombres, para hacer todo el bien que podamos. Dichos servicios son nuestro deber.
16,17 En estos vers�culos, el ap�stol abre el dise�o de toda la ep�stola, en la cual presenta una acusaci�n de pecado contra toda carne; declara el �nico m�todo de liberaci�n de la condenaci�n, por fe en la misericordia de Dios, a trav�s de Jesucristo; y luego construye sobre ella pureza de coraz�n, obediencia agradecida y deseos fervientes de mejorar en todas esas gracias y temperamentos cristianos, que nada m�s que una fe viva en Cristo puede producir. Dios es un Dios justo y santo, y somos pecadores culpables. Es necesario que tengamos una justicia para aparecer ante �l: existe tal justicia tra�da por el Mes�as y dada a conocer en el evangelio; un m�todo gracioso de aceptaci�n, a pesar de la culpa de nuestros pecados. Es la justicia de Cristo, quien es Dios, que viene de una satisfacci�n de valor infinito. La fe lo es todo, tanto en el comienzo como en el progreso de la vida cristiana. No es de la fe a las obras, como si la fe nos pusiera en un estado justificado, y luego las obras nos mantuvieran en �l; sino que�es todo de fe en fe; es la fe presionando hacia adelante y obteniendo la victoria sobre la incredulidad.
18-25 El ap�stol comienza a mostrar que toda la humanidad necesita la salvaci�n del evangelio, porque nadie puede obtener el favor de Dios o escapar de su ira por sus propias obras. Porque nadie puede alegar que ha cumplido todas sus obligaciones con Dios y con su pr�jimo; ni nadie puede decir realmente que ha actuado completamente a la luz que le ha brindado. La pecaminosidad del hombre se describe como la impiedad contra las leyes de la primera mesa y la injusticia contra las de la segunda. La causa de ese pecado es mantener la verdad en la injusticia. Todos, m�s o menos, hacen lo que saben que est� mal, y omiten lo que saben que est� bien, de modo que la s�plica de ignorancia no puede permitirse por nadie. El poder invisible y la Divinidad de nuestro Creador se muestran tan claramente en las obras que ha realizado, que incluso los id�latras y los gentiles malvados quedan sin excusa. Segu�an tontamente la idolatr�a; y las criaturas racionales cambiaron la adoraci�n del glorioso Creador, por la de los animales irracionales, los reptiles y las im�genes sin sentido. Se alejaron de Dios, hasta que se perdieron todos los rastros de la verdadera religi�n, si la revelaci�n del evangelio no lo hubiera impedido. Por lo que se pretenda, en cuanto a la suficiencia de la raz�n del hombre para descubrir la verdad divina y la obligaci�n moral, o para gobernar la pr�ctica correctamente, no se pueden negar los hechos. Y esto muestra claramente que los hombres han deshonrado a Dios con las idolatr�as y supersticiones m�s absurdas; y se han degradado por los afectos m�s viles y los hechos m�s abominables.
26-32 En la horrible depravaci�n de los paganos, se demostr� la verdad de las palabras de nuestro Se�or: "La luz vino al mundo, pero los hombres amaron m�s las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas, porque el que hace lo malo odia la luz ". La verdad no era de su agrado. Y todos sabemos cu�n pronto un hombre se las ingeniar�, contra la evidencia m�s fuerte, para razonarse a s� mismo por la creencia de lo que no le gusta. Pero un hombre no puede ser llevado a una mayor esclavitud que ser entregado a sus propios deseos. Como a los gentiles no les gustaba mantener a Dios en su conocimiento, cometieron cr�menes totalmente contra la raz�n y su propio bienestar. La naturaleza del hombre, ya sea pagano o cristiano, sigue siendo la misma; y los cargos del ap�stol se aplican m�s o menos al estado y al car�cter de los hombres en todo momento, hasta que se sometan plenamente a la fe de Cristo y se renueven por el poder divino. Nunca hubo un hombre que no tuviera raz�n para lamentar sus fuertes corrupciones y su secreta�aversi�n a la voluntad de Dios. Por lo tanto, este cap�tulo es un llamado al autoexamen, cuyo fin debe ser, una profunda convicci�n de pecado y la necesidad de liberarse de un estado de condena.
Declaración de derechos de autor Estos archivos están en el dominio público y son derivados de una edición electrónica disponible en el sitio web de la Biblioteca Cristiana de Clásicos Etéreos.
Información bibliográfica Henry, Matthew. "Comentario completo sobre Romans 1". "Comentario completo de Henry sobre toda la Biblia". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/mhm/romans-1.html. 1706.
Versículos 1-7
1-7 La doctrina de la cual el ap�stol Pablo escribi�, establece el cumplimiento de las promesas de los profetas. Hablaba del Hijo de Dios, incluso Jes�s el Salvador, el Mes�as prometido, que vino de David en cuanto a su naturaleza humana, pero tambi�n fue declarado Hijo de Dios, por el poder divino que lo levant� de la muerte. La profesi�n cristiana no consiste en un conocimiento nocional o un asentimiento simple, mucho menos en disputas perversas, sino en obediencia. Y todos aquellos, y solo esos, son llevados a la obediencia a la fe, que efectivamente son llamados de Jesucristo. Aqu� est�, 1. El privilegio de los cristianos; Ellos son amados por Dios, y son miembros de ese cuerpo que es amado. 2. El deber de los cristianos; para ser santos, a esto se les llama, a ser llamados santos. A estos los salud� el ap�stol, dese�ndoles gracia para santificar sus almas, y paz para consolar sus corazones, como brotando de la misericordia libre de Dios, el Padre reconciliado de todos los creyentes, y viniendo a ellos por medio del Se�or Jesucristo.
Versículos 8-15
8-15 Debemos mostrar amor por nuestros amigos, no solo orando por ellos, sino tambi�n alabando a Dios por ellos. Como en nuestros prop�sitos, as� tambi�n en nuestros deseos, debemos recordar decir, si el Se�or lo quiere, Santiago 4:15. Nuestros viajes se hacen pr�speros o no, de acuerdo con la voluntad de Dios. Debemos impartir f�cilmente a los dem�s lo que Dios ha confiado en nosotros, regocij�ndonos para alegrar a los dem�s, especialmente disfrutando de comunicarnos con aquellos que creen lo mismo con nosotros. Si somos redimidos por la sangre y convertidos por la gracia del Se�or Jes�s, somos completamente suyos; y por su bien, somos deudores de todos los hombres, para hacer todo el bien que podamos. Dichos servicios son nuestro deber.
Versículos 16-17
16,17 En estos vers�culos, el ap�stol abre el dise�o de toda la ep�stola, en la cual presenta una acusaci�n de pecado contra toda carne; declara el �nico m�todo de liberaci�n de la condenaci�n, por fe en la misericordia de Dios, a trav�s de Jesucristo; y luego construye sobre ella pureza de coraz�n, obediencia agradecida y deseos fervientes de mejorar en todas esas gracias y temperamentos cristianos, que nada m�s que una fe viva en Cristo puede producir. Dios es un Dios justo y santo, y somos pecadores culpables. Es necesario que tengamos una justicia para aparecer ante �l: existe tal justicia tra�da por el Mes�as y dada a conocer en el evangelio; un m�todo gracioso de aceptaci�n, a pesar de la culpa de nuestros pecados. Es la justicia de Cristo, quien es Dios, que viene de una satisfacci�n de valor infinito. La fe lo es todo, tanto en el comienzo como en el progreso de la vida cristiana. No es de la fe a las obras, como si la fe nos pusiera en un estado justificado, y luego las obras nos mantuvieran en �l; sino que�es todo de fe en fe; es la fe presionando hacia adelante y obteniendo la victoria sobre la incredulidad.
Versículos 18-25
18-25 El ap�stol comienza a mostrar que toda la humanidad necesita la salvaci�n del evangelio, porque nadie puede obtener el favor de Dios o escapar de su ira por sus propias obras. Porque nadie puede alegar que ha cumplido todas sus obligaciones con Dios y con su pr�jimo; ni nadie puede decir realmente que ha actuado completamente a la luz que le ha brindado. La pecaminosidad del hombre se describe como la impiedad contra las leyes de la primera mesa y la injusticia contra las de la segunda. La causa de ese pecado es mantener la verdad en la injusticia. Todos, m�s o menos, hacen lo que saben que est� mal, y omiten lo que saben que est� bien, de modo que la s�plica de ignorancia no puede permitirse por nadie. El poder invisible y la Divinidad de nuestro Creador se muestran tan claramente en las obras que ha realizado, que incluso los id�latras y los gentiles malvados quedan sin excusa. Segu�an tontamente la idolatr�a; y las criaturas racionales cambiaron la adoraci�n del glorioso Creador, por la de los animales irracionales, los reptiles y las im�genes sin sentido. Se alejaron de Dios, hasta que se perdieron todos los rastros de la verdadera religi�n, si la revelaci�n del evangelio no lo hubiera impedido. Por lo que se pretenda, en cuanto a la suficiencia de la raz�n del hombre para descubrir la verdad divina y la obligaci�n moral, o para gobernar la pr�ctica correctamente, no se pueden negar los hechos. Y esto muestra claramente que los hombres han deshonrado a Dios con las idolatr�as y supersticiones m�s absurdas; y se han degradado por los afectos m�s viles y los hechos m�s abominables.
Versículos 26-32
26-32 En la horrible depravaci�n de los paganos, se demostr� la verdad de las palabras de nuestro Se�or: "La luz vino al mundo, pero los hombres amaron m�s las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas, porque el que hace lo malo odia la luz ". La verdad no era de su agrado. Y todos sabemos cu�n pronto un hombre se las ingeniar�, contra la evidencia m�s fuerte, para razonarse a s� mismo por la creencia de lo que no le gusta. Pero un hombre no puede ser llevado a una mayor esclavitud que ser entregado a sus propios deseos. Como a los gentiles no les gustaba mantener a Dios en su conocimiento, cometieron cr�menes totalmente contra la raz�n y su propio bienestar. La naturaleza del hombre, ya sea pagano o cristiano, sigue siendo la misma; y los cargos del ap�stol se aplican m�s o menos al estado y al car�cter de los hombres en todo momento, hasta que se sometan plenamente a la fe de Cristo y se renueven por el poder divino. Nunca hubo un hombre que no tuviera raz�n para lamentar sus fuertes corrupciones y su secreta�aversi�n a la voluntad de Dios. Por lo tanto, este cap�tulo es un llamado al autoexamen, cuyo fin debe ser, una profunda convicci�n de pecado y la necesidad de liberarse de un estado de condena.