Objeciones contestadas. (1-8) Toda la humanidad es pecadora. (9-18) Tanto los jud�os como los gentiles no pueden ser justificados por sus propias obras. (19,20) Se debe a la gracia gratuita de Dios, por medio de la fe en la justicia de Cristo, pero la ley no queda abolida. (21-31)
1-8 La ley no pod�a salvar en o de los pecados, pero daba a los jud�os ventajas para obtener la salvaci�n. Sus ordenanzas declaradas, la educaci�n en el conocimiento del verdadero Dios y su servicio, y muchos favores mostrados a los hijos de Abraham, todos fueron medios de gracia, y sin duda fueron �tiles para la conversi�n de muchos. Pero especialmente las Escrituras les fueron encomendadas. El disfrute de la palabra y las ordenanzas de Dios es la principal felicidad de un pueblo. Pero las promesas de Dios se hacen s�lo a los creyentes; por lo tanto, la incredulidad de algunos, o de muchos profesantes, no puede hacer que esta fidelidad no tenga efecto. �l cumplir� sus promesas a su pueblo, y traer� su amenazada venganza sobre los incr�dulos. El hecho de que Dios juzgue al mundo deber�a silenciar para siempre todas las dudas y reflexiones sobre su justicia. La maldad y la obstinada incredulidad de los jud�os demostraron la necesidad que tiene el hombre de la justicia de Dios por la fe, y tambi�n su justicia al castigar por el pecado. Hagamos el mal para que venga el bien, suele estar m�s en el coraz�n que en la boca de los pecadores, pues pocos se justifican as� en sus malos caminos. El creyente sabe que el deber le pertenece a �l, y los acontecimientos a Dios; y que no debe cometer ning�n pecado, ni decir una sola falsedad, con la esperanza, o incluso la seguridad, de que Dios se glorifique con ello. Si alguien habla y act�a as�, su condena es justa.
9-18 Aqu� nuevamente se muestra que toda la humanidad est� bajo la culpa del pecado, como una carga; y bajo el gobierno y dominio del pecado, como esclavo de �l, obrar maldad. Esto se aclara en varios pasajes de las Escrituras del Antiguo Testamento, que describen el estado corrupto y depravado de todos los hombres, hasta que la gracia los restringe o los cambia. Grandes como son nuestras ventajas, estos textos describen multitudes que se hacen llamar cristianos. Sus principios y conducta prueban que no hay temor de Dios ante sus ojos. Y donde no hay temor de Dios, no hay que buscar ning�n bien.
19,20 Es en vano buscar justificaci�n por las obras de la ley. Todos deben declararse culpables. Culpable ante Dios, es una palabra terrible; pero ning�n hombre puede ser justificado por una ley que lo condena por violarla. La corrupci�n en nuestra naturaleza detendr� para siempre cualquier justificaci�n por nuestras propias obras.
21-26�Debe el hombre culpable permanecer bajo la ira? �Es la herida para siempre incurable? No; bendito sea Dios, hay otro camino abierto para nosotros. Esta es la justicia de Dios; la justicia de su ordenaci�n, provisi�n y aceptaci�n. Es por esa fe que tiene como objeto a Jesucristo; un Salvador ungido, as� significa Jesucristo. La fe justificadora respeta a Cristo como Salvador, en todos sus tres oficios ungidos, como Profeta, Sacerdote y Rey; confiando en �l, acept�ndolo y adhiri�ndose a �l: en todo esto, jud�os y gentiles son igualmente bienvenidos a Dios por medio de Cristo. No hay diferencia, su justicia est� sobre todos los que creen; no s�lo se les ofrece, sino que se les pone como una corona, como un manto. Es gracia gratuita, mera misericordia; no hay nada en nosotros que merezca tales favores. Nos llega gratuitamente, pero Cristo la compr� y pag� el precio. Y la fe tiene en cuenta especialmente la sangre de Cristo, como la que hizo la expiaci�n. Dios, en todo esto, declara su justicia. Es evidente que odia el pecado, cuando nada menos que la sangre de Cristo podr�a satisfacerlo. Y no estar�a de acuerdo con su justicia exigir la deuda, cuando el fiador la ha pagado, y �l ha aceptado ese pago en plena satisfacci�n.
27-31 �Dios quiere que la gran obra de la justificaci�n y la salvaci�n de los pecadores se lleve a cabo desde el principio hasta el final, de manera que se excluya la jactancia. Ahora bien, si fu�ramos salvados por nuestras propias obras, la jactancia no quedar�a excluida. Pero el camino de la justificaci�n por la fe excluye para siempre la jactancia. Sin embargo, no se deja a los creyentes sin ley; la fe es una ley, es una gracia operante, dondequiera que est� en la verdad. Por la fe, no es en este asunto un acto de obediencia, o una buena obra, sino que forma la relaci�n entre Cristo y el pecador, que hace que el creyente sea perdonado y justificado por causa del Salvador, y que el incr�dulo que no est� as� unido o relacionado con �l, permanezca bajo condenaci�n. La ley sigue siendo �til para convencernos de lo que es pasado, y para dirigirnos hacia el futuro. Aunque no podemos ser salvados por ella como un pacto, sin embargo la poseemos y nos sometemos a ella, como una regla en la mano del Mediador.
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Información bibliográfica Henry, Matthew. "Comentario completo sobre Romans 3". "Comentario completo de Henry sobre toda la Biblia". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/mhm/romans-3.html. 1706.
Introducción
Objeciones contestadas. (1-8) Toda la humanidad es pecadora. (9-18) Tanto los jud�os como los gentiles no pueden ser justificados por sus propias obras. (19,20) Se debe a la gracia gratuita de Dios, por medio de la fe en la justicia de Cristo, pero la ley no queda abolida. (21-31)
Versículos 1-8
1-8 La ley no pod�a salvar en o de los pecados, pero daba a los jud�os ventajas para obtener la salvaci�n. Sus ordenanzas declaradas, la educaci�n en el conocimiento del verdadero Dios y su servicio, y muchos favores mostrados a los hijos de Abraham, todos fueron medios de gracia, y sin duda fueron �tiles para la conversi�n de muchos. Pero especialmente las Escrituras les fueron encomendadas. El disfrute de la palabra y las ordenanzas de Dios es la principal felicidad de un pueblo. Pero las promesas de Dios se hacen s�lo a los creyentes; por lo tanto, la incredulidad de algunos, o de muchos profesantes, no puede hacer que esta fidelidad no tenga efecto. �l cumplir� sus promesas a su pueblo, y traer� su amenazada venganza sobre los incr�dulos. El hecho de que Dios juzgue al mundo deber�a silenciar para siempre todas las dudas y reflexiones sobre su justicia. La maldad y la obstinada incredulidad de los jud�os demostraron la necesidad que tiene el hombre de la justicia de Dios por la fe, y tambi�n su justicia al castigar por el pecado. Hagamos el mal para que venga el bien, suele estar m�s en el coraz�n que en la boca de los pecadores, pues pocos se justifican as� en sus malos caminos. El creyente sabe que el deber le pertenece a �l, y los acontecimientos a Dios; y que no debe cometer ning�n pecado, ni decir una sola falsedad, con la esperanza, o incluso la seguridad, de que Dios se glorifique con ello. Si alguien habla y act�a as�, su condena es justa.
Versículos 9-18
9-18 Aqu� nuevamente se muestra que toda la humanidad est� bajo la culpa del pecado, como una carga; y bajo el gobierno y dominio del pecado, como esclavo de �l, obrar maldad. Esto se aclara en varios pasajes de las Escrituras del Antiguo Testamento, que describen el estado corrupto y depravado de todos los hombres, hasta que la gracia los restringe o los cambia. Grandes como son nuestras ventajas, estos textos describen multitudes que se hacen llamar cristianos. Sus principios y conducta prueban que no hay temor de Dios ante sus ojos. Y donde no hay temor de Dios, no hay que buscar ning�n bien.
Versículos 19-20
19,20 Es en vano buscar justificaci�n por las obras de la ley. Todos deben declararse culpables. Culpable ante Dios, es una palabra terrible; pero ning�n hombre puede ser justificado por una ley que lo condena por violarla. La corrupci�n en nuestra naturaleza detendr� para siempre cualquier justificaci�n por nuestras propias obras.
Versículos 21-26
21-26�Debe el hombre culpable permanecer bajo la ira? �Es la herida para siempre incurable? No; bendito sea Dios, hay otro camino abierto para nosotros. Esta es la justicia de Dios; la justicia de su ordenaci�n, provisi�n y aceptaci�n. Es por esa fe que tiene como objeto a Jesucristo; un Salvador ungido, as� significa Jesucristo. La fe justificadora respeta a Cristo como Salvador, en todos sus tres oficios ungidos, como Profeta, Sacerdote y Rey; confiando en �l, acept�ndolo y adhiri�ndose a �l: en todo esto, jud�os y gentiles son igualmente bienvenidos a Dios por medio de Cristo. No hay diferencia, su justicia est� sobre todos los que creen; no s�lo se les ofrece, sino que se les pone como una corona, como un manto. Es gracia gratuita, mera misericordia; no hay nada en nosotros que merezca tales favores. Nos llega gratuitamente, pero Cristo la compr� y pag� el precio. Y la fe tiene en cuenta especialmente la sangre de Cristo, como la que hizo la expiaci�n. Dios, en todo esto, declara su justicia. Es evidente que odia el pecado, cuando nada menos que la sangre de Cristo podr�a satisfacerlo. Y no estar�a de acuerdo con su justicia exigir la deuda, cuando el fiador la ha pagado, y �l ha aceptado ese pago en plena satisfacci�n.
Versículos 27-31
27-31 �Dios quiere que la gran obra de la justificaci�n y la salvaci�n de los pecadores se lleve a cabo desde el principio hasta el final, de manera que se excluya la jactancia. Ahora bien, si fu�ramos salvados por nuestras propias obras, la jactancia no quedar�a excluida. Pero el camino de la justificaci�n por la fe excluye para siempre la jactancia. Sin embargo, no se deja a los creyentes sin ley; la fe es una ley, es una gracia operante, dondequiera que est� en la verdad. Por la fe, no es en este asunto un acto de obediencia, o una buena obra, sino que forma la relaci�n entre Cristo y el pecador, que hace que el creyente sea perdonado y justificado por causa del Salvador, y que el incr�dulo que no est� as� unido o relacionado con �l, permanezca bajo condenaci�n. La ley sigue siendo �til para convencernos de lo que es pasado, y para dirigirnos hacia el futuro. Aunque no podemos ser salvados por ella como un pacto, sin embargo la poseemos y nos sometemos a ella, como una regla en la mano del Mediador.