Bible Commentaries
Deuteronomio 22

Notas de Mackintosh sobre el PentateucoNotas de Mackintosh

Versículos 1-30

La parte de nuestro libro en la que ahora entramos, aunque no requiere una exposici�n elaborada, nos ense�a dos lecciones pr�cticas muy importantes. En primer lugar, muchas de las instituciones y ordenanzas aqu� expuestas prueban e ilustran, de la manera m�s sorprendente, la terrible depravaci�n del coraz�n humano. Nos muestran, con una claridad inconfundible, lo que el hombre es capaz de hacer, si se lo deja a s� mismo.

Siempre debemos recordar, mientras leemos algunos de los p�rrafos de esta secci�n de Deuteronomio, que Dios el Esp�ritu Santo los ha acusado. Nosotros, en nuestra fantas�a de sabidur�a, podemos sentirnos dispuestos a preguntar por qu� se escribieron tales pasajes. �Ser� posible que en realidad est�n inspirados por el Esp�ritu Santo? y �qu� posible valor pueden tener para nosotros? Si fueron escritos para nuestro aprendizaje, entonces, �qu� debemos aprender de ellos?

Nuestra respuesta a todas estas preguntas es, a la vez, simple y directa; y es esto, los mismos pasajes que menos podr�amos esperar y en la p�gina de la inspiraci�n nos ense�an, en su propia manera peculiar, el material moral del que estamos hechos, y las profundidades morales en las que somos capaces de sumergirnos. �Y no es esto de gran momento? �No es bueno tener ante nuestros ojos un espejo fiel en el que podamos ver perfectamente reflejados todos los rasgos, rasgos y rasgos morales? Incuestionablemente.

O�mos mucho acerca de la dignidad de la naturaleza humana, ya muchos les resulta extremadamente dif�cil admitir que son realmente capaces de cometer algunos de los pecados prohibidos en la secci�n que tenemos ante nosotros y en otras partes del Volumen divino. Pero podemos estar seguros de que cuando Dios nos ordena no cometer este o aquel pecado en particular, somos verdaderamente capaces de cometerlo. Esto est� m�s all� de toda duda.

La sabidur�a divina nunca levantar�a una presa si no hubiera una corriente que resistir. No habr�a necesidad de decirle a un �ngel que no robe; pero el hombre tiene el hurto en su naturaleza, y por lo tanto el mandato se aplica a �l. Y lo mismo en referencia a cualquier otra cosa prohibida; la prohibici�n prueba que la tendencia lo prueba m�s all� de toda duda. Debemos admitir esto o implicar la blasfemia positiva de que Dios ha hablado en vano.

Pero entonces se puede decir; y muchos dicen que, si bien algunas muestras muy terribles de la humanidad ca�da son capaces de cometer algunos de los pecados abominables prohibidos en las Escrituras, no todos son as�. Este es un error de lo m�s completo. Escucha lo que dice el Esp�ritu Santo, en el cap�tulo diecisiete del profeta Jerem�as. " Enga�oso es el coraz�n m�s que todas las cosas, y desesperadamente perverso". �De qu� coraz�n est� hablando? �Es el coraz�n de alg�n criminal atroz, o de alg�n salvaje ignorante? No; es el coraz�n humano, el coraz�n del escritor y del lector de estas l�neas.

Escuche tambi�n lo que dice nuestro Se�or Jesucristo sobre este tema. "Del coraz�n salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias". �De qu� coraz�n? �Es el coraz�n de alg�n miserable horriblemente depravado y abominable totalmente incapaz de aparecer en una sociedad decente? No; es del coraz�n humano el coraz�n del escritor y del lector de estas l�neas.

Nunca olvidemos esto; es una verdad saludable para cada uno de nosotros. Todos debemos tener en cuenta que si Dios retirara Su gracia sustentadora, por un momento, no hay profundidad de iniquidad en la que no seamos capaces de sumergirnos; de hecho, podemos agregar y lo hacemos con profundo agradecimiento, es Su propia mano misericordiosa que nos preserva, en cada momento, de convertirnos en una ruina completa, en todos los sentidos, f�sica, mental, moral, espiritual y en nuestras circunstancias.

�Que guardemos esto siempre en el recuerdo de los pensamientos de nuestro coraz�n, para que podamos caminar con humildad y vigilancia, y apoyarnos en ese brazo que es el �nico que puede sostenernos y preservarnos!

Pero, como hemos dicho, hay otra valiosa lecci�n proporcionada por esta secci�n de nuestro libro que ahora est� abierta ante nosotros. Nos ense�a, de una manera peculiar a s� misma, la manera maravillosa en que Dios provey� para todo lo relacionado con Su pueblo. Nada escap� a Su graciosa atenci�n; nada era demasiado trivial para Su tierno cuidado. Ninguna madre podr�a ser m�s cuidadosa con los h�bitos y modales de su hijito, como lo fue el Todopoderoso Creador y Gobernador moral del universo con los detalles m�s minuciosos relacionados con la historia diaria de Su pueblo.

De d�a y de noche, despierto y dormido en casa y en el exterior, �l los cuidaba. Se prest� atenci�n a su ropa, su comida, sus modales y tratos mutuos, c�mo deb�an construir sus casas, c�mo deb�an arar y sembrar su tierra, c�mo deb�an comportarse en la m�s profunda intimidad de su vida personal. y provisto de una manera que nos llena de asombro, amor y alabanza.

Podemos ver aqu�, de la manera m�s sorprendente, que no hay nada demasiado peque�o para que nuestro Dios se d� cuenta cuando se trata de su pueblo. Se interesa con amor, ternura y paternidad por sus preocupaciones m�s insignificantes. Nos asombra encontrar al Dios Alt�simo, el Creador de los confines de la tierra, el Sustentador del vasto universo, condescendiendo a legislar sobre el asunto de un nido de p�jaros; y sin embargo, �por qu� deber�amos asombrarnos cuando sabemos que es lo mismo para �l proveer para un gorri�n que alimentar a mil millones de personas diariamente?

Pero hab�a un gran hecho que siempre hab�a de mantenerse de manera prominente ante cada miembro de la congregaci�n de Israel, a saber, la presencia divina en medio de ellos. Este hecho hab�a de gobernar sus h�bitos m�s privados y dar car�cter a todos sus caminos. �Jehov� tu Dios anda en medio de tu campamento, para librarte, y para entregar a tus enemigos delante de ti;

por tanto, tu campamento ser� santo; que no vea en ti cosa inmunda, y se aparte de ti.� ( Deuteronomio 23:14 ).

�Qu� precioso privilegio tener a Jehov� caminando en medio de ellos! �Qu� motivo para la pureza de conducta y la refinada delicadeza en sus personas y h�bitos dom�sticos! Si �l estaba en medio de ellos para asegurar la victoria sobre sus enemigos, tambi�n estaba all� para demandar santidad de vida. Nunca, ni por un momento, olvidar�an a la augusta Persona que caminaba arriba y abajo en medio de ellos.

�La idea de esto ser�a molesto para alguno? S�lo a los que no amaban la santidad, la pureza y el orden moral. Todo verdadero israelita se deleitar�a con la idea de tener a Alguien morando en medio de ellos que no podr�a soportar nada que fuera profano, indecoroso o impuro.

El lector cristiano no perder� la oportunidad de captar la fuerza moral y la aplicaci�n de este santo principio. Es nuestro privilegio tener a Dios el Esp�ritu morando en nosotros, individual y colectivamente. As� leemos, en 1 Corintios 6:19 , "�C�mo! �No sab�is que vuestro cuerpo es templo del Esp�ritu Santo que est� en vosotros, el cual ten�is de Dios, y que no sois vuestros?" Esto es individual.

Cada creyente es un templo del Esp�ritu Santo, y esta glorios�sima y preciosa verdad es el fundamento de la exhortaci�n dada en Efesios 4:30 : " No contrist�is al Esp�ritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el d�a de la redenci�n".

�Cu�n importante es mantener esto siempre en el recuerdo de los pensamientos de nuestro coraz�n! �Qu� poderoso motivo moral para el cultivo diligente de la pureza de coraz�n y la santidad de vida! Cuando se sienta tentado a entregarse a cualquier corriente de pensamiento o sentimiento err�neo, cualquier forma de hablar indigna, cualquier l�nea de conducta indecorosa, �qu� poderoso correctivo se encontrar�a en la comprensi�n del bendito hecho de que el Esp�ritu Santo mora en nuestro cuerpo como en Su �templo! Si tan solo pudi�ramos mantener esto siempre ante nosotros, nos preservar�a de muchos pensamientos errantes, muchas declaraciones insensatas y desprevenidas, muchos actos impropios.

Pero, el Esp�ritu Santo no solo mora en cada creyente individual, sino que tambi�n mora en la iglesia colectivamente. "�No sab�is que sois templo de Dios, y que el Esp�ritu de Dios mora en vosotros?" ( 1 Corintios 3:16 ). Es sobre este hecho que el ap�stol fundamenta su exhortaci�n en 1 Tesalonicenses 5:19 �No apagu�is el Esp�ritu.

"�Cu�n divinamente perfecta es la Escritura! �Cu�n benditamente se mantiene unida! El Esp�ritu Santo mora en nosotros individualmente; por lo tanto, no debemos entristecerlo. �l mora en la asamblea, por lo tanto, no debemos apagarlo, sino darle el lugar que le corresponde, y permitir el pleno alcance de Sus benditas operaciones.�Que estas grandes verdades pr�cticas encuentren un lugar profundo en nuestros corazones, y ejerzan una influencia m�s poderosa sobre nuestros caminos, tanto en la vida privada como en la asamblea p�blica!

Procederemos ahora a citar algunos pasajes de la secci�n de nuestro libro que ahora se encuentra abierta ante nosotros, que ilustran sorprendentemente la sabidur�a, la bondad, la ternura, la santidad y la justicia que marcaron todos los tratos de Dios con su pueblo en la antig�edad. Tomemos, por ejemplo, el mismo p�rrafo inicial. �No ver�s extraviarse el buey de tu hermano ni su oveja, y te esconder�s de ellos; en todo caso, los devolver�s a tu hermano.

Y si tu hermano no es cercano a ti, o si no lo conoces, entonces lo traer�s a tu casa, y estar� contigo hasta que tu hermano lo busque, y t� se lo devolver�s. Lo mismo har�s con su asno; y as� har�s con su vestidura; y con todo lo perdido de tu hermano, que �l hubiere perdido, y t� hallares, har�s lo mismo; no puedes esconderte.

No ver�s caer en el camino el asno o el buey de tu hermano, y te esconder�s de ellos; ciertamente lo ayudar�s a levantarlos de nuevo� ( Deuteronomio 22:1-4 )

Aqu� se presentan muy claramente las dos lecciones de las que hemos hablado. �Qu� imagen tan profundamente humillante del coraz�n humano tenemos en esa sola frase: "�No puedes esconderte!" Somos capaces del ego�smo bajo y detestable de escondernos de las demandas de nuestro hermano sobre nuestra simpat�a y socorro de eludir el deber sagrado de velar por sus intereses de pretender no ver su verdadera necesidad de nuestra ayuda. �As� es el hombre! �As� es el escritor!

Pero �ay! �Qu� bienaventurado resplandece en este pasaje el car�cter de nuestro Dios! El buey del hermano, o su oveja, o su asno, no era para usar una frase moderna para ser echado a la perrera, por transgresi�n; deb�a ser llevado a casa, cuidado y restaurado, sano y salvo, al propietario sin cargo por da�os. Y as� con la vestidura. �Qu� bonito es todo esto! �C�mo respira sobre nosotros el aire mismo de la presencia divina, la atm�sfera fragante de la bondad divina, de la ternura y del amor atento! �Qu� alto y santo privilegio para cualquier pueblo tener su conducta gobernada y su car�cter formado por estatutos y juicios tan exquisitos!

Nuevamente, tome el siguiente pasaje tan bellamente ilustrativo de la consideraci�n divina: "Cuando edifiques una casa nueva, entonces har�s una almena a tu techo, para que no derrames sangre sobre tu casa, si alguien cae de all�". El Se�or quiere que Su pueblo sea atento y considerado con los dem�s; y por lo tanto, al construir sus casas, no deb�an pensar simplemente en s� mismos y en su comodidad, sino tambi�n en los dem�s y en su seguridad.

�No pueden los cristianos aprender algo de esto? �Cu�n propensos somos a pensar s�lo en nosotros mismos, en nuestros propios intereses, en nuestra propia comodidad y conveniencia! �Cu�n raramente sucede que, al construir o amueblar nuestras casas, dedicamos un pensamiento a otras personas! Construimos y amueblamos para nosotros mismos; �Pobre de m�! el yo es demasiado nuestro objeto y motivo en todas nuestras empresas; ni puede ser de otra manera a menos que el coraz�n se mantenga bajo el poder gobernante de aquellos motivos y objetos que pertenecen al cristianismo.

Debemos vivir en la atm�sfera pura y celestial de la nueva creaci�n, para superar el ego�smo b�sico que caracteriza a la humanidad ca�da. Todo hombre, mujer y ni�o inconverso sobre la faz de la tierra est� gobernado simplemente por s� mismo, de una forma u otra. El yo es el centro, el objeto, el motivo-resorte de toda acci�n.

Cierto, algunos son m�s amables, m�s afectuosos, m�s ben�volos, m�s generosos, m�s desinteresados, m�s agradables que otros; pero es completamente imposible que "el hombre natural" pueda ser gobernado por motivos espirituales, o que un hombre terrenal sea animado por objetos celestiales. �Pobre de m�! Tenemos que confesar, con verg�enza y dolor, que los que profesamos ser celestiales y espirituales somos tan propensos a vivir para nosotros mismos, a buscar nuestras propias cosas, a mantener nuestros propios intereses, a consultar nuestra propia comodidad y conveniencia. Todos estamos vivos y en alerta cuando se trata de uno mismo, en cualquier forma o forma.

Todo esto es muy triste y profundamente humillante. Realmente no deber�a ser as�, y no ser�a as� si mir�ramos m�s sencilla y sinceramente a Cristo como nuestro gran Ejemplo y modelo en todas las cosas. La ocupaci�n ferviente y constante del coraz�n con Cristo es el verdadero secreto de todo cristianismo pr�ctico. No son las reglas y los reglamentos los que alguna vez nos har�n semejantes a Cristo en nuestro esp�ritu, modales y caminos. Debemos beber de Su esp�ritu, caminar en Sus pasos, profundizar m�s en Sus glorias morales y entonces, por bendita necesidad, seremos conformados a Su imagen.

"Nosotros todos mirando a cara descubierta como en un espejo [o espejo katoptrizomenoi .] la gloria, somos transformados en la misma imagen, de gloria en gloria, como por el Esp�ritu del Se�or". ( 2 Corintios 3:1-18 .)

Ahora debemos pedirle al lector que se dirija, por un momento, a las siguientes instrucciones pr�cticas muy importantes llenas de poder sugestivo para todos los trabajadores cristianos "No sembrar�s tu vi�a con diversa semilla, para que el fruto de tu semilla que has sembrado, y el fruto de tu vi�a sea contaminado". ( Deuteronomio 22:9 ).

�Qu� principio de peso hay aqu�! �Realmente lo entendemos? �Vemos su verdadera aplicaci�n espiritual? Es de temer que se use una cantidad terrible de "semilla mezclada" en la as� llamada agricultura espiritual de la actualidad. �Cu�nto de "filosof�a y vanos enga�os", cu�nto de "ciencia falsamente llamada", cu�nto de "los rudimentos del mundo" encontramos mezclados en la ense�anza y la predicaci�n a lo largo y ancho de la iglesia profesante? ! �Cu�n poco de la simiente pura y sin adulterar de la palabra de Dios, la "simiente incorruptible" del precioso evangelio de Cristo, se esparce por el campo de la cristiandad, en estos d�as nuestros! �Cu�n pocos, comparativamente, se contentan con limitarse a las tapas de la Biblia para el material de su ministerio! Ellos quienes son,

Bueno, solo podemos decir, con un coraz�n lleno y resplandeciente, �Dios bendiga a los hombres de una sola idea, a los hombres de la preciosa escuela antigua de la predicaci�n apost�lica! Los felicitamos de todo coraz�n por su bendita estrechez y por estar detr�s de estos tiempos oscuros e infieles. Somos plenamente conscientes de a qu� nos exponemos al escribir as�; pero esto no nos conmueve.

Estamos persuadidos de que todo verdadero siervo de Cristo debe ser un hombre de una sola idea, y esa idea es Cristo; debe pertenecer a la escuela m�s antigua, la escuela de Cristo; debe ser tan estrecho como la verdad de Dios; y debe, con firme decisi�n, rehusarse a moverse ni un cabello en la direcci�n de esta era incr�dula.

No podemos deshacernos de la convicci�n de que el esfuerzo de parte de los predicadores y maestros de la cristiandad por mantenerse al tanto de la literatura del d�a debe, en gran medida, explicar el r�pido avance del racionalismo y la infidelidad. Se han alejado de las Sagradas Escrituras y han buscado adornar su ministerio con los recursos de la filosof�a, la ciencia y la literatura. Han atendido m�s al intelecto que al coraz�n y la conciencia.

Las doctrinas puras y preciosas de las Sagradas Escrituras, la leche sincera de la palabra, el evangelio de la gracia de Dios y de la gloria de Cristo, resultaron insuficientes para atraer y mantener unidas a grandes congregaciones. As� como el Israel de anta�o despreciaba el man�, se cans� de �l y lo declar� comida ligera, as� la iglesia profesante se cans� de las doctrinas puras de ese glorioso cristianismo que se desarrolla en las p�ginas del Nuevo Testamento, y suspir� por algo que gratificara el intelecto. , y alimentar la imaginaci�n.

Las doctrinas de la cruz, en las que se gloriaba el bendito ap�stol, han perdido su encanto para la iglesia profesante, y cualquiera que sea lo suficientemente fiel como para adherirse y limitarse en su ministerio a esas doctrinas podr�a abandonar todo pensamiento de popularidad.

Pero que todos los verdaderos y fieles ministros de Cristo, todos los verdaderos obreros de su vi�a apliquen sus corazones al principio espiritual expuesto en Deuteronomio 22:9 ; que, con decisi�n inquebrantable, se nieguen a hacer uso de "diversas semillas" en su cultivo espiritual; que se limiten en su ministerio a "la forma de sanas palabras", y procuren siempre "usar correctamente la palabra de verdad", para que no se averg�encen de su trabajo, sino que reciban una recompensa completa en aquel d�a cuando la obra de cada uno ser� probada de qu� clase es.

Podemos estar seguros de que la palabra de Dios, la semilla pura, es el �nico material apropiado para que lo use el obrero espiritual. No despreciamos el aprendizaje; lejos de eso, lo consideramos m�s valioso en su lugar correcto. Los hechos de la ciencia, tambi�n, y los recursos de la sana filosof�a pueden aprovecharse para desarrollar e ilustrar la verdad de las Sagradas Escrituras. Encontramos al mismo bendito Maestro ya sus inspirados ap�stoles haciendo uso de los hechos de la historia y de la naturaleza en su ense�anza p�blica; y �qui�n, en sus sentidos sobrios, pensar�a en cuestionar el valor y la importancia de un conocimiento competente de los idiomas originales del hebreo y el griego, en el estudio privado y la exposici�n p�blica de la palabra de Dios?

Pero admitiendo todo esto, como lo hacemos m�s plenamente, deja totalmente intacto el gran principio pr�ctico que tenemos ante nosotros, un principio al que todo el pueblo del Se�or y Sus siervos est�n obligados a adherirse, a saber, que el Esp�ritu Santo es el �nico poder, y la sagrada escritura el �nico material para todo verdadero ministerio en el evangelio y la iglesia de Dios. Si esto se entendiera m�s completamente y se actuara fielmente, ser�amos testigos de una condici�n de cosas muy diferente a lo largo y ancho de la vi�a de Cristo.

Aqu�, sin embargo, debemos cerrar esta secci�n. En otra parte hemos tratado de tratar el tema de "El yugo desigual", y por lo tanto no nos detendremos aqu�.* El israelita no deb�a arar con un buey y un asno juntos; ni vestir�a ropa de diversas clases, como de lana y de lino. La aplicaci�n espiritual de estas dos cosas es tan simple como importante. El cristiano no debe vincularse con un incr�dulo, por ning�n objeto, sea dom�stico, religioso, filantr�pico o comercial, ni debe dejarse regir por principios mixtos. Su car�cter debe ser formado y su conducta regida por los principios puros y elevados de la palabra de Dios. As� sea con todos los que profesan y se llaman cristianos.

*Ver un folleto titulado, "El Yugo Desigual".

Información bibliográfica
Mackintosh, Charles Henry. "Comentario sobre Deuteronomy 22". Notas de Mackintosh sobre el Pentateuco. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/nfp/deuteronomy-22.html.