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Bible Commentaries
Deuteronomio 27

Notas de Mackintosh sobre el PentateucoNotas de Mackintosh

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Versículos 1-26

"Y Mois�s con los ancianos de Israel mand� al pueblo, diciendo: Guardad todos los mandamientos que yo os ordeno hoy. Y ser� el d�a en que pas�is el Jord�n a la tierra que Jehov� vuestro Dios os da, que Levantar�s grandes piedras, y las enlucir�s con yeso, y escribir�s sobre ellas todas las palabras de esta ley, cuando hayas pasado, para entrar en la tierra que Jehov� tu Dios te da, tierra que mana leche y miel, como Jehov� el Dios de vuestros padres os ha dicho.

Por tanto, cuando pas�is el Jord�n, levantar�is estas piedras, que yo os mando hoy, en el monte Ebal, y las revocar�is con cal. Y edificar�s all� altar a Jehov� tu Dios, altar de piedras; no alzar�s sobre ellas instrumento de hierro. De piedras enteras edificar�s el altar de Jehov� tu Dios; y ofrecer�s sobre �l holocaustos a Jehov� tu Dios; y ofrecer�s ofrendas de paz, y comer�s all�, y te regocijar�s delante de Jehov� tu Dios.

Y escribir�s sobre las piedras todas las palabras de esta ley muy claramente. Y habl� Mois�s y los sacerdotes levitas a todo Israel, diciendo: Mirad y escuchad, Israel ; hoy has llegado a ser pueblo de Jehov� tu Dios . Oir�s , pues , la voz de Jehov� tu Dios, y cumplir�s sus mandamientos y sus estatutos, que yo te ordeno hoy. Y Mois�s mand� al pueblo aquel mismo d�a, diciendo: Estos se parar�n sobre el monte de Gerazim para bendecir al pueblo, cuando pas�is el Jord�n; Sime�n, Lev�, Jud�, Isacar, Jos� y Benjam�n. Y �stos se parar�n sobre el monte Ebal para maldecir; Rub�n, Gad, Aser, Zabul�n, Dan y Neftal�.� (Vers. 1-13).

No podr�a haber un contraste m�s llamativo que el que se presenta al principio y al final de este cap�tulo. En el p�rrafo que acabamos de escribir, vemos a Israel entrando en la tierra prometida, esa tierra hermosa y fruct�fera, que mana leche y miel, y all� levantando un altar en el monte Ebal, para holocaustos y ofrendas de paz. Aqu� no leemos nada acerca de las ofrendas por el pecado o las ofrendas por la transgresi�n.

La ley, en toda su plenitud, deb�a ser "escrita muy claramente" sobre las piedras enlucidas, y el pueblo, en plena y reconocida relaci�n de pacto, deb�a ofrecer sobre el altar esas ofrendas especiales de olor grato, tan benditamente expresivas de adoraci�n y de la sagrada comuni�n. El tema aqu� no es el transgresor en acto , o el pecador en naturaleza , acerc�ndose al altar de bronce, con una ofrenda por la culpa o una ofrenda por el pecado; sino m�s bien un pueblo plenamente entregado, aceptado y bendecido, un pueblo en el goce real de su relaci�n y de su herencia.

Cierto, eran transgresores y pecadores; y, como tal, necesitaba la preciosa provisi�n del altar de bronce. Esto, por supuesto, es obvio, y todo el que es ense�ado por Dios lo entiende y admite plenamente; pero manifiestamente no es el tema de Deuteronomio 27:1-13 , y el lector espiritual, de inmediato, percibir� la raz�n.

Cuando vemos al Israel de Dios, en plena relaci�n de pacto, entrando en posesi�n de su herencia, teniendo la voluntad revelada de su Dios del pacto, Jehov�, clara y completamente escrita delante de ellos, y la leche y la miel fluyendo a su alrededor, debemos concluir que queda definitivamente resuelta toda cuesti�n en cuanto a transgresiones y pecados, y que nada queda para un pueblo tan privilegiado y tan ricamente bendecido, sino rodear el altar de su Dios del pacto, y presentar aquellas ofrendas de olor grato que �l meramente acepta y conviene a a ellos.

En resumen, toda la escena que se desarrolla ante nuestra vista en la primera mitad de nuestro cap�tulo es perfectamente hermosa. Habiendo jurado Israel que Jehov� era su Dios, y habiendo jurado Jehov� a Israel que era su pueblo peculiar, para exaltarlos sobre todas las naciones que hab�a hecho, para alabanza, y fama, y ??gloria; y un pueblo santo al Se�or su Dios, como hab�a dicho Israel as� privilegiado, bendito y exaltado, en plena posesi�n de la buena tierra, y teniendo todos los preciosos mandamientos de Dios ante sus ojos, lo que quedaba, pero para presentar los sacrificios de alabanza y acci�n de gracias, en santa adoraci�n y feliz comuni�n?

Pero, en la �ltima mitad de nuestro cap�tulo, encontramos algo bastante diferente. Mois�s designa a seis tribus para que se levanten sobre el monte Gerazim, para bendecir al pueblo; y seis en el monte Ebal para maldecir; �pero Ay! cuando llegamos a la historia real, los hechos positivos del caso, �no hay una sola s�laba de bendici�n? nada m�s que doce terribles maldiciones, cada una confirmada por un solemne "am�n" de toda la congregaci�n.

�Qu� triste cambio! �Qu� sorprendente contraste! Nos recuerda lo que pas� ante nosotros en nuestro estudio de �xodo 19:1-25 . No podr�a haber un comentario m�s impresionante sobre las palabras del ap�stol inspirado en G�latas 3:10 .

"Porque todos los que son por las obras de la ley" todos los que son por esa raz�n "est�n bajo maldici�n; porque escrito est�" y aqu� cita Deuteronomio 27:1-26 "maldito todo aquel que no continuare en todas las cosas que est�n escritas en el libro de la ley para hacerlas�.

Aqu� tenemos la verdadera soluci�n de la cuesti�n. Israel, en cuanto a su condici�n moral real, se bas� en la ley; y por lo tanto, aunque la apertura de nuestro cap�tulo presenta un hermoso cuadro de los pensamientos de Dios con respecto a Israel, sin embargo, el final presenta el triste y humillante resultado del verdadero estado de Israel ante Dios. No hay un sonido del monte Gerazim, ni una palabra de bendici�n; pero, en lugar de eso, maldici�n sobre maldici�n cae sobre los o�dos del pueblo.

Tampoco podr�a ser de otra manera. Que la gente luche por ella como quiera, nada m�s que una maldici�n puede caer sobre "todos los que son de las obras de la ley". No dice simplemente, "todos los que no guardan la ley", aunque eso es cierto; pero, como si quisiera presentarnos la verdad de la manera m�s clara y contundente, el Esp�ritu Santo declara que para todos , sin importar qui�nes sean, jud�os, gentiles o cristianos nominales, todos los que se basan en el fundamento o el principio de las obras de la ley, hay, y puede haber, nada m�s que una maldici�n.

As�, pues, el lector podr�, inteligentemente, dar cuenta del profundo silencio que reinaba en el monte Gerazim, en el d�a de Deuteronomio 27:1-26 El simple hecho es que si se hubiera o�do una sola bendici�n, habr�a sido una contradicci�n a toda la ense�anza de las Sagradas Escrituras sobre la cuesti�n de la ley.

Hemos entrado tan a fondo en el tema de peso de la ley, en el primer volumen de estas Notas, que no nos sentimos llamados a detenernos aqu�. S�lo podemos decir que cuanto m�s estudiamos las Escrituras, y cuanto m�s ponderamos la cuesti�n de la ley a la luz del Nuevo Testamento, m�s asombrados estamos por la manera en que algunos persisten en contender por la opini�n de que los cristianos est�n bajo la ley, ya sea para vida, para justicia, para santidad, o para cualquier cosa.

�C�mo puede tal opini�n sostenerse por un momento frente a esa declaraci�n magn�fica y concluyente en Romanos 6:1-23 : "NO ESTAIS BAJO LA LEY, SINO BAJO LA GRACIA?

Información bibliográfica
Mackintosh, Charles Henry. "Comentario sobre Deuteronomy 27". Notas de Mackintosh sobre el Pentateuco. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/nfp/deuteronomy-27.html.
 
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