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1 Corintios 1

Comentario del Pobre Hombre de HawkerComentario del Pobre Hombre

Versículo 1

CONTENIDO

El Ap�stol abre su Ep�stola de la manera habitual, con Saludos. Sostiene a Cristo y muy bienaventurado habla de su Cruz.

Versículos 1-3

(1) Pablo llamado a ser ap�stol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y nuestro hermano S�stenes, (2) a la iglesia de Dios que est� en Corinto, a los santificados en Cristo Jes�s, llamados a ser santos, con todos los que en todo lugar invocan el nombre de Jesucristo nuestro Se�or, tanto de ellos como nuestro: (3) Gracia y paz a vosotros de Dios nuestro Padre, y del Se�or Jesucristo.

Varias cosas muy importantes y de gran peso nos encontramos al comienzo de esta escritura. Pablo, aunque fue llamado por el mismo Jes�s de las tinieblas a la luz, no habr�a pensado que �sta era una ordenaci�n suficiente para el ministerio, si no hubiera sido tambi�n llamado por el Se�or a ser un ap�stol. Por lo tanto, en el comienzo de su Ep�stola a los Corintios, menciona su llamado al Apostolado. Se une a s� mismo, en prueba de la humildad de su mente y su amor por los hermanos S�stenes, a quien llama hermano.

Tenemos un relato de un S�stenes, Hechos 18:17 , en ese momento el gobernante principal de la sinagoga, si esta es una y la misma persona (lo que de hecho parece probable, por ser del mismo lugar, Corinto), es Probablemente, desde ese per�odo, se hab�a convertido a la fe del Evangelio. Pero lo que ruego que el lector considere m�s particularmente es la limitaci�n especial que esta ep�stola tiene para la Iglesia de Corinto.

Pablo no escribe a los corintios como a los corintios; ni a los hombres de Corinto como de provincia o lugar; sino a la Iglesia de Dios entonces en Corinto. Es la Iglesia, no el mundo. Y esto es esencialmente necesario tenerlo en cuenta todo el tiempo, y a trav�s de cada parte de esto, y todas las ep�stolas. Porque a la falta de atenci�n a este importante punto, se le atribuye la grosera perversi�n y mala aplicaci�n de ciertos pasajes aqu� y all� esparcidos por los escritos apost�licos, al considerarlos como de significado general, cuando m�s evidentemente pertenecen, en especial referencia, s�lo a la Iglesia de Dios, como por ejemplo.

En esta misma Ep�stola, 1 Corintios 15:22 , el Ap�stol dice: Porque en Ad�n todos morimos, as� tambi�n en Cristo todos ser�n vivificados. Y ninguna verdad puede ser m�s firme, certera y segura cuando se aplica a los fieles en Cristo Jes�s. Porque, como la Iglesia, as� como el mundo, est� involucrado en la muerte com�n con toda la humanidad, a causa del pecado; as�, en virtud de la uni�n de la Iglesia con Cristo, la Iglesia se interesa igualmente en la vida, que es en Cristo Jes�s y por Cristo.

Pero, �qu� tiene esto que ver con los no regenerados y los que no tienen uni�n con Cristo Jes�s? Debe haber una uni�n con Cristo, antes de que podamos tener comuni�n con Cristo. La Iglesia, as� como el mundo, prueban nuestra uni�n con Ad�n, por raz�n del pecado, y como tal participan igualmente en la muerte, que es la consecuencia segura del pecado. Y, si podemos igualmente probar nuestra uni�n con Cristo por medio de la regeneraci�n, como lo hacemos con Ad�n por generaci�n; entonces, y no m�s, tomamos para nosotros la bienaventuranza de esta Escritura: porque as� como en Ad�n todos mueren, as� tambi�n en Cristo todos ser�n vivificados.

Pero sin este testimonio, no tenemos parte ni suerte en el asunto. Ruego que el lector lo advierta especialmente, por su enorme importancia, no s�lo en este lugar, sino en todos los escritos apost�licos. Es a la Iglesia que escribe Pablo. Y es de la Iglesia, cuando habla de privilegios en Cristo, habla Pablo.

Pero no debemos detenernos aqu�. Se dice que la Iglesia est� santificada en Cristo Jes�s. Lo que significa santificaci�n se muestra en otra parte, particularmente por Judas, cuando dice, santificado por Dios el Padre, preservado en Jesucristo y llamado, Judas 1:1 . La Iglesia de Dios en Cristo ha sido santificada, apartada, escogida y ordenada por Dios Padre antes de la fundaci�n del mundo; y estos actos de Dios Padre en sus benditos oficios del pacto, incluyeron todo lo relacionado con la Iglesia, durante todo el tiempo-estado de la Iglesia, hasta que la gracia sea absorbida en gloria.

Para que Cristo sea hecho, (como lo expresa el cierre de este mismo cap�tulo), de Dios para la Iglesia, sabidur�a, justicia, santificaci�n y redenci�n: 1 Corintios 1:30 . V�ase tambi�n 1 Corintios 6:11 . Y qu� visi�n tan bendita y completa lleva consigo esta santificaci�n en Cristo Jes�s, a trav�s de todos los departamentos de la Iglesia, desde antes del mundo, a trav�s de todo el per�odo de tiempo, en y a trav�s de todo el mundo eterno, al que la Iglesia se apresura?

Una palabra m�s. El Ap�stol dice: Llamados a ser santos. �S�! Porque antes de este llamado, la Iglesia, aunque santificada por Dios el Padre, y desposada con Dios el Hijo, naciendo en la naturaleza de Ad�n de un estado pecaminoso y ca�do, est� en ese estado de pecado, y debe ser llamada a salir de este estado de la naturaleza a un estado de gracia, por el poder regenerador de Dios el Esp�ritu Santo. Y hasta que esto se haga, la Iglesia no es llevada a sus altos privilegios, pero en cada instancia individual del cuerpo m�stico de Cristo, est� viviendo sin Dios y sin Cristo en el mundo.

Pero, cuando este acto soberano de Dios el Esp�ritu Santo ha pasado sobre el alma de un pobre pecador, y el Se�or el Esp�ritu ha vivificado a uno de los peque�os de Cristo, a quien Dios el Padre hab�a escogido para santidad en Cristo antes de que el mundo comenzara, y cuya redenci�n Cristo en el tiempo-estado de la Iglesia hab�a comprado con su sangre; entonces el hijo de Dios es llamado con un llamamiento santo, y de un pecador imp�o es hecho santo santo en Cristo, y trasladado del poder de las tinieblas al reino del amado Hijo de Dios, Efesios 1:4 ; 2 Timoteo 1:9 .

Y este estado bendito al que est� llamada la Iglesia (como es de esperar que el lector percibir�), se vuelve eternamente seguro y protegido, siendo obra conjunta y procedente del amor, el prop�sito y la voluntad conjuntos de la totalidad. Personas de la Deidad. Y, por lo tanto, agrega el Ap�stol, que no es a la Iglesia de Dios que est� en Corinto solamente, sino a toda la Iglesia de Cristo, y a cada miembro individual de esa Iglesia en todo lugar, que invocan a Cristo, la Cabeza gloriosa com�n. de toda su Iglesia en el cielo y en la tierra.

Por cierto, una dulce insinuaci�n (y que el lector no la pase por alto) del poder eterno y la divinidad de Cristo. Porque la invocaci�n al Se�or Jehov� fue hecha por el Profeta como se�al de salvaci�n, en el d�a grande y terrible del Se�or). Y el Ap�stol no solo en este lugar, sino en otros lugares, aplica esto a Cristo. Compare Joel 2:32 con Romanos 10:12 .

Y as� es la Iglesia de Cristo. Y a tales, y s�lo a tales, Pablo env�a esta Ep�stola, tanto a la de ellos, la Iglesia de Corinto, como a la nuestra, toda la Iglesia de Cristo en todo lugar, a quien el Ap�stol env�a su habitual bendici�n de gracia y paz, que incluye todas las bendiciones de el Pacto de todas las Personas de la Deidad. Hasta aqu� la introducci�n de esta hermosa Ep�stola de Pablo, escrita a la Iglesia con su pluma, bajo el dictado inmediato de Dios el Esp�ritu Santo.

Y he sido m�s particular en su introducci�n, para que el lector no s�lo vea, que est� dirigido a la Iglesia de Cristo, con especial referencia a la Iglesia, y no al mundo; pero tambi�n, c�mo esa Iglesia es conocida por esas benditas marcas en aquellos que en todo lugar, as� como en Corinto, invocan el nombre de Jesucristo nuestro Se�or, tanto el de ellos como el nuestro.

Versículos 4-9

(4) Doy gracias a mi Dios siempre por ustedes, por la gracia de Dios que les es dada por Jesucristo; (5) Que en todo sois enriquecidos por �l, en toda expresi�n y en todo conocimiento; (6) As� como el testimonio de Cristo fue confirmado en vosotros: (7) Para que no os qued�is atr�s en ning�n don; esperando la venida de nuestro Se�or Jesucristo: (8) quien tambi�n os confirmar� hasta el fin, para que se�is irreprensibles en el d�a de nuestro Se�or Jesucristo. (9) Fiel es Dios, por quien fuisteis llamados a la comuni�n con su Hijo Jesucristo, nuestro Se�or.

Lo que aqu� se dice es tan claro; como para no necesitar comentarios; y tan bendecido, como cuando se abre al alma del regenerado por el Esp�ritu Santo, que no necesita otro cari�o. Deje que el lector lo mire una y otra vez, porque vale la pena leerlo todos los d�as. Observe c�mo el coraz�n mismo de Pablo se dirige en amor a la Iglesia, mientras bendice a Dios por su cuenta. Su misma alma parece estar conmovida en �l, como podr�a ser, que en un lugar como Corinto, Cristo ten�a una Iglesia.

Y observe c�mo se expresa el Ap�stol en la ocasi�n. Doy gracias a Dios, dijo �l, siempre en tu nombre. Y observe c�mo se detiene en la causa de su acci�n de gracias. No fue por su n�mero, entre los que profesaban una creencia en Cristo, en Corinto. Podr�a haber muchos all�, como es de temer, y ha habido en todas las �pocas de la Iglesia en otros lugares, que profesaban amar a Cristo, en quien no se hab�a producido ning�n cambio por gracia.

No es la amplitud de una congregaci�n lo que implica la prosperidad del alma. A veces se encuentra una gran delgadez en medio de pastos gordos de ordenanzas. Pablo no agradeci� a su Dios y Salvador porque fueran muchos, sino por la gracia de Dios que les hab�a sido dada, por haber sido enriquecidos por el Se�or y por el testimonio de Cristo confirmado en ellos. �Lector! busca en tu propia alma estas cosas, porque por ellas (y no por las cosas externas) viven los hombres, y en ellas est� la vida del alma.

Y ruego al lector que no pase por alto en este dulce y precioso p�rrafo, cu�n bienaventuradamente habla Pablo de la fidelidad de Dios y la seguridad eterna de la Iglesia en �l. �Oh! �Qu� pensamiento arrebatador para el alma es que Aquel que ha llamado a todo el cuerpo la Iglesia a una uni�n, unidad y comuni�n con Cristo en la gracia aqu�, da una sinceridad y garant�a de la continuidad eterna de ese inter�s, en todos La gloria comunicable de Cristo en el m�s all�.

�Lector! t�malo como tu lema diario y ll�valo en tu coraz�n d�a a d�a; Fiel es Dios, por quien fuisteis llamados a la comuni�n con su Hijo Jesucristo, nuestro Se�or. El lector me perdonar�; Espero, si invoco una indirecta antes de que �l descarte esta parte del Cap�tulo que hemos repasado, que me d� cuenta de cu�n dulcemente Pablo habla del nombre de su adorable Se�or. No menos de diez veces, en los primeros diez vers�culos de este cap�tulo, �ha escrito su hermoso nombre? Parece colgarse de �l, como la abeja de una flor dulce, donde la peque�a criatura encuentra tanto alimento para la miel, que aunque est� tan cargado de lo que tiene, que apenas puede volar, queda tanto que no puede. Vete. Entonces Pablo se detuvo en el mismo nombre del Se�or Jes�s.

�Y lector! Perm�tanme agregar que tal ser�a el amor de cada hijo de Dios, si tuvi�ramos el mismo conocimiento que ten�a Pablo. �Que t� y yo busquemos ante todo del Se�or un esp�ritu de sabidur�a y revelaci�n en el conocimiento de �l! Vea la oraci�n de Pablo por la Iglesia, Efesios 1:15 hasta el final.

Versículos 10-17

(10) Ahora os ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Se�or Jesucristo, que habl�is todos una misma cosa, y que no haya divisiones entre vosotros; sino que est�is perfectamente unidos en la misma mente y en el mismo juicio. (11) Porque me ha sido declarado de vosotros, hermanos m�os, por los que son de la casa de Clo�, que hay contiendas entre vosotros. (12) Ahora bien, esto digo, que todos ustedes dicen: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo.

(13) �Est� Cristo dividido? �Fue crucificado Pablo por ti? �O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo? (14) Doy gracias a Dios por no haber bautizado a ninguno de ustedes, sino a Crispo y Gayo; (15) Para que nadie diga que he bautizado en mi propio nombre. (16) Y tambi�n bautic� a la casa de Est�fanas; adem�s, no s� si bautic� a alg�n otro. (17) Porque Cristo no me envi� a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabidur�a de palabras, para que no se invalide la cruz de Cristo.

Prefiero buscar la gracia de Dios Esp�ritu, para mejorar lo que aqu� observ� el Ap�stol sobre las contiendas que estallan en la Iglesia de Corinto, en relaci�n con las actuales debilidades del pueblo del Se�or, que entrar en una indagaci�n de la naturaleza de esas contiendas. fueron. Cierto es, que las Iglesias m�s puras tienen sus manchas, y con demasiada frecuencia, por la imperfecci�n de todas las cosas aqu� abajo, los hijos del Se�or se caen por el camino.

En lugar de entrar en la discusi�n, ya sea que esas divisiones se refieran al bautismo de ni�os o adultos, al arrodillarse o sentarse en los servicios, la parcialidad hacia los ministros o las formas de adoraci�n; Le rogar�a al lector que observe conmigo el m�todo que tom� Paul para curar esas disputas. Paul, �dije? no es as�, no es Pablo sino Dios el Esp�ritu Santo quien habla por Pablo. El suyo es el oficio de glorificar a Cristo, y aqu� lo ha hecho con la mayor bendici�n.

Todo lo que se hace, o se puede hacer, para bendecir a la Iglesia, sanar las divisiones y unir a todo el cuerpo en amor, solo puede ser en Cristo, la Cabeza gloriosa de quien fluye toda la gracia y en quien se encuentran todas las bendiciones. Y donde la fe en Cristo se basa en verdaderos actos vivos sobre su Persona, sangre y justicia, se encontrar� un principio com�n que une y une a todo el cuerpo. Es digno de nuestra m�s cercana observaci�n, que en esa dulce oraci�n de recomendaci�n del Se�or Jes�s, en la que antes de su muerte, el Se�or entreg� todo el cuerpo de la Iglesia en las manos de su Padre para que lo guardara, y de quien Jes�s lo hab�a recibido; esto form� una parte muy seria, y por la cual el Se�or repiti� una y otra vez su deseo, que su Iglesia se mantuviera en dulce concordia y uni�n.

Santo Padre, (dijo Jes�s), guarda en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros. Y el Se�or repite la misma petici�n tres veces m�s en la parte posterior del mismo cap�tulo, Joh_17: 11; Joh_17: 21-23. Y es verdaderamente una bendici�n observar c�mo los Ap�stoles de este divino Se�or, siguieron los mismos pasos al orar y estudiar fervientemente para lograr la unidad de la Iglesia.

Ver Romanos 15:5 ; Filipenses 2:1 ; Colosenses 3:12 ; 1 Pedro 3:8 ; 1 Juan 4:7 .

Versículos 18-29

(18) Porque la predicaci�n de la cruz es locura para los que perecen; pero para nosotros los que somos salvos es poder de Dios. (19) Porque escrito est�: Destruir� la sabidur�a de los sabios, y destruir� la inteligencia de los prudentes. (20) �D�nde est� el sabio? donde esta el escriba? �D�nde est� el disputador de este mundo? �No ha enloquecido Dios la sabidur�a de este mundo? (21) Porque despu�s de que en la sabidur�a de Dios, el mundo no conoci� a Dios mediante la sabidur�a, agrad� a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicaci�n.

(22) Porque los jud�os piden se�al, y los griegos buscan sabidur�a. (23) Pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, a los jud�os tropiezo ya los griegos locura; (24) pero para los llamados, as� jud�os como griegos, Cristo poder de Dios y sabidur�a de Dios. (25) Porque la locura de Dios es m�s sabia que los hombres; y la debilidad de Dios es m�s fuerte que los hombres. (26) Porque veis vuestra vocaci�n, hermanos, que no son llamados muchos sabios seg�n la carne, no muchos valientes, no muchos nobles; (27) sino que lo necio del mundo escogi� Dios para confundir a los sabios; y lo d�bil del mundo escogi� Dios, para avergonzar lo poderoso; (28) Y lo vil del mundo y lo despreciado escogi� Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es:

Seguramente, el Ap�stol nunca podr�a haber elegido una forma de palabras m�s feliz para describir la gran diferencia entre la sabidur�a divina del Se�or, manifestada en la salvaci�n de la Iglesia en Cristo, y lo que se llama la sabidur�a del mundo, que uniformemente lo rechaza y desprecia. Y lo vemos todos los d�as. Si estas palabras de Pablo hubieran sido escritas ayer, no podr�an exponer de manera m�s sorprendente los diferentes caracteres de los sin Cristo, despreciando la salvaci�n por la cruz; y las almas preciosas, que ense�aron de Dios, lo reciben con los brazos abiertos, sabiendo por experiencia sincera, que es poder de Dios, y sabidur�a de Dios, para salvaci�n a todo aquel que cree.

�Lector! esta es una de las muchas evidencias de los creyentes de la verdad del Evangelio. Aficionados como est�n algunos hombres, que todo el mundo sea creyente; el hijo de Dios perder�a un testimonio muy sorprendente si fuera as�. Debe haber herej�as entre ustedes, (dijo una que no se pod�a equivocar), para que las aprobadas se manifiesten entre ustedes. 1 Corintios 11:19 .

Nunca debe, nunca puede, cesar la ofensa de la cruz. Los hijos de la esclava siempre odiar�n la doctrina de la cruz. El orgullo del coraz�n humano, la justicia propia de la naturaleza corrupta y sin humildad, siempre se rebelar� contra ella. Y, si bien la cosa en s� es la sabidur�a de Dios, la maravilla de los �ngeles y el gozo eterno de los redimidos, tanto en el cielo como en la tierra; a los que perecen les parece necedad, y perecen en su necedad. Y a todos los tales, la palabra de Dios habla: �He aqu�, despreciadores, maravillaos y perecid! porque yo hago una obra en vuestros d�as, una obra que de ning�n modo creer�is, aunque alguien os la declare. Hechos 13:41

�Lector! �Qu� misericordia distintiva es hacerse sabio para la salvaci�n mediante la fe que es en Cristo Jes�s? Y podemos ver, y de hecho vemos todos los d�as, bajo cada ordenanza donde Cristo es predicado fiel y completamente, en las glorias de su Persona, y la plenitud de su salvaci�n consumada, como la totalidad del prop�sito de gracia de Jehov�, para el recuperaci�n de su Iglesia y de su pueblo, y donde aquellos a quienes se les ha ense�ado a sentir y conocer la plaga de su propio coraz�n; Cristo se convierte en el todo en todos, y todas sus almas se funden en el gozo santo, la adoraci�n, el amor y la alabanza; No vemos menos a los sabios en su propia opini�n, y a los prudentes en su propia opini�n, volvi�ndose con las m�s amargas miradas de odio contra la doctrina de la cruz, y rechazando el consejo de Dios contra sus propias almas.

Cristo se convierte en piedra de tropiezo y piedra de esc�ndalo, tanto ahora como para los jud�os de anta�o. As� el Se�or declar� por medio de sus siervos los profetas que deber�a ser; y alabado sea el Se�or, que no se ha dejado sin testimonio: Isa�as 29:14 e Isa�as 33:18 .

Querido Jes�s, dir�a, cu�n dulces son tus palabras para mi alma: �Bienaventurado el que no se ofende en m�! Mateo 11:6

Por las expresiones, la locura de Dios es m�s sabio que los hombres, y la debilidad de Dios m�s fuerte que los hombres, no debemos entender, como si implicara locura o debilidad en Dios. Pero el sentido es que lo que los carnales y los imp�os en su visi�n ciega consideran la locura y la debilidad de Cristo, y la salvaci�n por medio de su cruz, es m�s alto en sabidur�a, y m�s grande en poder que todo lo que el conocimiento humano pueda concebir.

De modo que lo que los hombres llaman necedad es, en la estima de Dios, una rica manifestaci�n de su sabidur�a y poder, al conquistar el pecado, la muerte, el infierno y la tumba, por los mismos medios que a la sabidur�a humana les parece m�s inveros�mil e improbable; por la muerte de Cristo venciendo a la muerte, y por resucitar de nuevo, abriendo a su pueblo el camino a la vida eterna. Y aqu� se demostr� la mayor sabidur�a y poder de Dios.

Sabidur�a, para idear, y poder para lograr, por caminos tan inauditos e impensables; la recuperaci�n de la Iglesia de la ca�da de la naturaleza en Ad�n; castigar el pecado y, sin embargo, perdonar al pecador; juzgar la fianza y liberar al principal; trayendo alabanza a Dios desde la salvaci�n y dominando el pecado, que tiende a deshonrar al Se�or; el mismo medio de producir un mayor ingreso de gloria, en y por la Persona, sufrimientos, muerte, resurrecci�n, ascensi�n y reinado eterno de gracia aqu�, y gloria en el m�s all�, del amado Hijo de Dios.

Ciertamente, todo coraz�n que conozca la bienaventuranza de estas cosas preciosas, se unir� al Ap�stol y dir�, sin embargo, a los que perecen, todo es necedad; sin embargo, para nosotros los que somos salvos, Cristo, poder de Dios y sabidur�a de Dios.

No debo permitir que la atenci�n del lector se desv�e de esta visi�n tan interesante que Dios, por el Esp�ritu Santo, ha dado de la cruz de Cristo, como el poder de Dios y la sabidur�a de Dios; antes de eso, primero le he pedido que me comente lo que tambi�n se dice de la gracia distintiva del Se�or en el santo llamamiento. Cada parte de la Biblia, de hecho, est� llena de lo mismo, porque la totalidad es de amor electivo, de principio a fin.

Pero aqu�, el Se�or el Esp�ritu llama m�s especialmente a la Iglesia para que lo note. Los hermanos, participantes del llamamiento celestial, deben contemplarlo. Y, aunque se les manda que observen, que no son llamados muchos sabios seg�n la carne, no muchos valientes, no muchos nobles; no menos se les ense�a de sus propias circunstancias, a considerar, que en su llamado, fue la gracia manifestada a los necios, y a los d�biles, y a las cosas viles del mundo.

�Y lector! Les ruego que hagan una pausa y no se aparten ni un momento de la consideraci�n de la Iglesia de Corinto en aquellos d�as, en los que Pablo envi� esta ep�stola, y que se lleven a casa la misma doctrina ahora, porque es igualmente v�lida en todas las edades del mundo. Iglesia. Tenemos raz�n para bendecir a Dios, que mientras �l dice, no muchos son llamados de entre los grandes, nobles y sabios de la tierra, que el Se�or no dijo, ninguno.

Porque, aunque pocos, ha habido algunos. En los d�as del mismo Cristo, encontramos a Jos�, un consejero honorable, ya Nicodemo entre los gobernantes de los jud�os. Pero, de hecho, en su mayor parte, encontramos al pueblo del Se�or reunido entre los m�s humildes de la vida, pobres en circunstancias mundanas, as� como pobres en esp�ritu, enriquecidos en fe y herederos del reino. Pero tambi�n debe observarse que las expresiones que utiliza aqu� el Ap�stol, cuando dice que no se llaman muchos sabios, ni valientes ni nobles, a�ade al t�rmino, no muchos sabios seg�n la carne; y lo mismo seg�n la carne, se unir� a los poderosos y a los nobles.

Porque su sabidur�a mundana, su poder�o y su nobleza son todos terrenales. No la sabidur�a que hace sabia para la salvaci�n, ni la potencia que se funda en la fuerza divina, ni la nobleza de alma que distingue a la Iglesia de Dios. As�, igualmente, las tonter�as del mundo, y los d�biles y los viles, que son Elegidos, son tontos en la sabidur�a mundana, y la pol�tica humana d�bil, y en todos sus propios logros viles y despreciados; pero en lo espiritual son sabios, fuertes y dignos.

El Esp�ritu Santo de Pedro, los llama, un sacerdocio real, una naci�n santa, un pueblo peculiar. Y el Se�or Jes�s orden� a Juan que los escribiera a las Iglesias, como hechos reyes y sacerdotes para Dios y su Padre: 1 Pedro 2:9 ; Apocalipsis 1:6 . �Lector! que sea tu felicidad y la m�a; mediante la gracia, ser capacitado para entrar en la debida comprensi�n de esas palabras por parte del Ap�stol, cuando dice: �Porque veis, hermanos, vuestra vocaci�n!

Versículos 30-31

(30) Mas por �l est�is vosotros en Cristo Jes�s, el cual nos ha sido hecho por Dios sabidur�a, justicia, santificaci�n y redenci�n; (31) para que, seg�n est� escrito: El que se glor�a, glor�ese en la Se�or.

Ruego al lector que observe cu�n bienaventuradamente se habla aqu� de Cristo por el Esp�ritu Santo, como hecho todas estas cosas para su pueblo, y eso por Dios mismo. No solo se dice que Cristo es la sabidur�a, la justicia, la santificaci�n y la redenci�n de su Iglesia, sino que Dios lo ha hecho as�. Aqu�, de hecho, est� la bienaventuranza del todo. Porque, cuando Dios el Esp�ritu Santo conduce a un pobre pecador a Dios, en las perfecciones de Jes�s; si se pregunta c�mo, o con qu� autoridad, la pobre criatura condenada a s� misma llega a las perfecciones de otro y no a las suyas propias. esta es la respuesta: esta es la garant�a de la fe, Cristo es hecho por Dios para el alma estas cosas.

De modo que aqu� est� la autoridad en la que se unen todas las Personas de la Deidad. Dios el Esp�ritu Santo, que regenera al pecador y lo convierte en una nueva criatura en Cristo Jes�s, lo conduce al trono en la sabidur�a, la justicia, la santificaci�n y la redenci�n de Cristo Jes�s; y, ense�ado por Dios el Esp�ritu, el pecador regenerado suplica en Cristo, y por Cristo, sobre la base de la persona y obra de Cristo, para ser aceptado ante Dios, y en la palabra del pacto, el juramento y la promesa de Dios el Padre. �Y c�mo, entonces, puede faltar a la justificaci�n en el trono un alma que as� suplica la gracia de Dios, y la justicia de Cristo, como �nico medio de aceptaci�n? �Qui�n no ve empa�ada toda la gloria humana y alabada la gracia divina, cuando como est� escrito, el que se glor�a, as� glorifica al Se�or? Jeremias 9:23

�Lector! det�ngase un momento m�s sobre estos preciosos vers�culos, porque son los m�s preciosos. T� y yo, tanto por naturaleza como por pr�ctica, estamos tan perdidos y ca�dos en el estado de pecado y corrupci�n de Ad�n, que no solo somos miserablemente ciegos e ignorantes de nuestro estado por naturaleza, sino que no tenemos sentido de nuestra ruina. que hasta que Cristo, el sol de justicia, surgi� sobre nuestras almas ignorantes, cuando alguno de nosotros estaba lejos de buscar la redenci�n, ni siquiera sab�amos que la necesit�bamos.

�Cu�n bienaventurado es que Cristo fue hecho por Dios para nosotros sabidur�a, para abrir a nuestra vista un sentido del pecado y hacernos sabios para la salvaci�n? Pero no hubiera sido suficiente habernos hecho conscientes de nuestra miseria, y habernos instruido en el camino de obtener la salvaci�n por medio de Cristo, si el mismo Se�or que nos ense�� estas cosas preciosas, no nos hubiera ense�ado tambi�n, que El que nos hizo de Cristo sabidur�a, tambi�n a �l lo hizo justicia nuestra.

�Oh! la bienaventuranza, cuando un ni�o ense�ado por Dios, puede decir: El Se�or es mi justicia. Pero aqu� de nuevo, un alma necesitaba algo m�s. El hijo de Dios, aunque renovado en alma, no se renueva en cuerpo. La carne codicia contra el esp�ritu. Siento, gimo a diario bajo una sensaci�n consciente de corrupci�n innata, innata. �Oh! la gracia, la misericordia, cuando mi Se�or me ense�� que Cristo tambi�n es hecho de Dios santificaci�n, y el que me justific�, como de gracia me santifica.

Y, finalmente, coronar todo y contrarrestar todos los ejercicios que en cualquier momento el pecado o Satan�s, el mundo exterior o los miedos interiores, pudieran sugerir; Cu�n bienaventuradamente viene esta escritura en nuestra ayuda, que Cristo no solo es sabidur�a, justicia y santificaci�n, sino redenci�n, obras de Dios, y no del hombre. Dios provee, no el nuestro. Y el que da la cubierta, se la pone. Primero da una graciosa aceptaci�n a las personas de su pueblo, en su amado Hijo; y luego los bendice con todas las bendiciones espirituales, en Cristo; para que sean santos e irreprensibles delante de �l, en amor. �Gracias! �Gracias a Dios, que siempre nos hace triunfar en Cristo! 2 Corintios 2:14 .

Versículo 31

REFLEXIONES

�LECTOR! Perm�tanos que usted y yo, al comenzar la lectura de este Libro inspirado de Dios el Esp�ritu Santo, primero hagamos una pausa y bendiga al Autor Todopoderoso por dar una porci�n tan dulce y preciosa de su santa palabra a la Iglesia. �Oh! por la gracia, estar siempre pendiente de las huellas de Dios Esp�ritu, que ha estado desde la primera formaci�n de la Iglesia, hasta la hora presente, velando por ella, reg�ndola en cada momento y guard�ndola, d�a y noche.

Y, �oh! por gracia, mientras bendecimos a Dios por dar a su Iglesia algunos Ap�stoles, y algunos Profetas, y algunos Evangelistas, y algunos Pastores y Maestros, para el perfeccionamiento de los santos, para la obra del ministerio, para la edificaci�n del cuerpo de Cristo; tener siempre presente que estos no son m�s que instrumentos; es el Se�or mismo es el Ministro Todopoderoso, que preside su Iglesia: �porque todo esto obra que Uno y el mismo Esp�ritu reparte a cada hombre individualmente como quiera! �Se�or! de ti, que mi alma busque bendici�n en las labores de tu siervo.

Y lector, tampoco perdamos de vista la misericordia distintiva del Se�or, en �ste y en todos los escritos sagrados e inspirados enviados a la Iglesia. Es a la Iglesia de Cristo, son enviados; no al mundo. Son para los santificados, como muestra la apertura de este Cap�tulo, no para los no santificados: para los llamados a ser santos, no para aquellos cuyos nombres no est�n escritos en el libro de la vida. �Oh! por gracia aqu� tambi�n, para ver la misericordia del Se�or hacia su Iglesia.

�Y lector! Perm�tanos que usted y yo, al repasar las diversas partes hermosas y reconfortantes de este dulce Cap�tulo, observemos la preciosidad de Jes�s en todo, su Persona, oficios, relaciones y car�cter para su pueblo; las benditas ense�anzas de Dios el Esp�ritu, al glorificar a Cristo Jes�s a su vista; y la fidelidad de Dios el Padre, al llamar a su pueblo a la comuni�n de su Hijo, Jesucristo.

Y, �oh! por la dulce comuni�n y compa�erismo con todas las Personas de la Deidad, en y por Cristo, en medio de toda la diversidad de formas y contiendas de las diversas Iglesias, como Corinto; nuestras almas pueden encontrarse descansando enteramente en Cristo. Y mientras la sabidur�a carnal y el orgullo de los hombres del mundo consideran locura a Cristo y su cruz; podemos saber que el Se�or Jes�s es para nosotros, el poder de Dios y la sabidur�a de Dios, para salvaci�n a todo aquel que cree.

T� a la verdad, oh Se�or, en el caso de todos tus redimidos, escogiste al d�bil y al insensato, s�, lo vil, para confundir a los poderosos; pero la fuerza del Se�or se manifiesta en la debilidad de las criaturas.Y te bendecimos, Dios nuestro, que como no tenemos nada y no somos nada en nosotros mismos, s�, peor que nada, en raz�n de la ignorancia, el pecado y la impiedad: Cristo. es hecho de Dios para nosotros, todo lo que necesitamos, para la gracia aqu� y la gloria en el m�s all�. Cristo es nuestra sabidur�a, justicia, santificaci�n y redenci�n: �y toda nuestra gloria est� en el Se�or!

Información bibliográfica
Hawker, Robert, D.D. "Comentario sobre 1 Corinthians 1". "Comentario del Pobre Hombre de Hawker". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/pmc/1-corinthians-1.html. 1828.