Bible Commentaries
1 Corintios 11

Comentario del Pobre Hombre de HawkerComentario del Pobre Hombre

Versículo 1

CONTENIDO

El Ap�stol est� dando Instrucciones al comienzo de este Cap�tulo. Entra algo m�s ampliamente en el tratamiento de la Cena del Se�or y muy dulcemente habla sobre ella.

Versículos 1-16

(1) Sed imitadores de m�, como yo tambi�n lo soy de Cristo. (2) Hermanos, ahora les alabo porque se acuerdan de m� en todo y guardan las ordenanzas tal como las entregu� a ustedes. (3) Pero quiero que sepas que la cabeza de todo hombre es Cristo; y la cabeza de la mujer es el hombre; y la cabeza de Cristo es Dios. (4) Todo hombre que ora o profetiza con la cabeza cubierta, deshonra su cabeza. (5) Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, deshonra su cabeza, porque todo es uno como si estuviera rapada.

(6) Porque si la mujer no se cubriera, que se esquila tambi�n; pero si es vergonzoso que una mujer se afeite o se rape, que se cubra. (7) Porque el hombre no debe cubrirse la cabeza, puesto que es imagen y gloria de Dios; pero la mujer es gloria del hombre. (8) Porque el hombre no es de la mujer; pero la mujer del hombre. (9) Ni el hombre fue creado a causa de la mujer; pero la mujer por el hombre.

(10) Por eso la mujer debe tener poder sobre su cabeza a causa de los �ngeles. (11) Sin embargo, ni el hombre es sin la mujer, ni la mujer sin el hombre, en el Se�or. (12) Porque como la mujer es del hombre, as� tambi�n el hombre es de la mujer; pero todas las cosas de Dios. (13) Juzgad vosotros mismos: �es bonito que una mujer ore a Dios descubierta? (14) �No os ense�a la misma naturaleza que si un hombre tiene el pelo largo, es una verg�enza para �l? (15) Pero si una mujer tiene el cabello largo, es una gloria para ella, porque su cabello le es dado por cubierta. (16) Pero si alguno parece ser contencioso, no tenemos tal costumbre, ni las iglesias de Dios.

Nunca podremos admirar suficientemente la gracia dada al Ap�stol, como ministro del Se�or Jes�s, porque le permiti� ganarse el cari�o del pueblo atendiendo a sus exhortaciones y reprensiones. El que gana almas es sabio. Y un ministro debe orar por mucha de esa sabidur�a que viene de arriba, para que pueda hacerse querer por su pueblo antes de poder esperar que presten atenci�n a lo que tiene que decir. Con cu�nto afecto abre el Ap�stol este Cap�tulo sobre este terreno, deseando que la Iglesia de Corinto lo siga, pero como �l sigui� a Cristo.

Deber�a parecer por lo que Pablo se ha referido aqu�, en relaci�n con el cubrimiento de la cabeza de los hombres o mujeres, en los tiempos de adoraci�n; que la costumbre de la Iglesia en aquellos d�as, era algo particular. Una decencia de la indumentaria, es todo lo que hay que observar. El ap�stol Pedro ha dado, en uno o dos cortos vers�culos, una direcci�n suficiente para que todas las santas mujeres observen, con sus vestidos, que profesan la piedad.

Cuyo adorno (dice �l) no sea el adorno exterior de trenzar el cabello, y de llevar oro, o de ponerse vestidos. Pero sea el hombre oculto de coraz�n, en lo que no es corruptible, el adorno de un esp�ritu manso y apacible, que es de gran estima ante los ojos de Dios, 1 Pedro 3:3

Pero, me parece, aprovechar� la ocasi�n, de las debilidades de la Iglesia de Corinto, y de las debilidades de la Iglesia de Dios en todas las �pocas, para mejorar, al escuchar lo que Jes�s dice a su Iglesia sobre el tema al contemplar las bellezas. de su Iglesia, embellecida por la hermosura que le hab�a puesto. �Mirad! (dice Cristo), eres hermosa, mi amor; he aqu�, eres hermosa! ojos de paloma entre tus guedejas; tu pelo como manada de cabras que brotan del monte de Galaad, Cantares de los Cantares 4:1 .

Ahora bien, as� como el cabello crece en la cabeza y depende de ella, as� la Iglesia se injerta en Cristo y de �l deriva todo lo vital y el alimento. Y, como el cabello es ornamental, as� la Iglesia de Cristo es la gloria del mundo; cuya conservaci�n surge enteramente de la preocupaci�n que Cristo tiene por su Iglesia en el mundo. Y as� como el cabello no solo es ornamental, sino �til, y forma una cubierta para preservar de la calvicie, as� la Iglesia de Cristo est� cubierta con el manto de la justicia de su Se�or y el manto de su salvaci�n.

Bien puede compararse el pueblo del Se�or a un reba�o de cabras en el monte de Galaad; porque la Iglesia, como ese bello monte, est� en lo alto y se mantiene fecunda y exaltada en la justicia del Se�or. Numerosos son, como los cabellos de la cabeza; pero muy hermosa y graciosa. Jes�s los estima tan en alto, que dice, ser�n suyos cuando venga a contar sus joyas, ya perdonarlas como un hombre perdona a su propio hijo que le sirve, Malaqu�as 3:17 .

Versículos 17-34

(17) Ahora bien, en esto que les declaro, no les alabo, porque no se re�nen para lo mejor, sino para lo peor. (18) En primer lugar, cuando os reun�s en la iglesia, oigo que hay divisiones entre vosotros; y lo creo en parte. (19) Porque tambi�n es necesario que haya herej�as entre ustedes, para que las aprobadas se manifiesten entre ustedes. (20) Por tanto, cuando os reun�s en un mismo lugar, esto no es para comer la Cena del Se�or.

(21) Porque al comer, cada uno toma antes que otro su propia cena; y uno tiene hambre y otro se embriaga. (22) �Qu�? �No ten�is casas para comer y beber? �O desprecian a la iglesia de Dios y averg�enzan a los que no la tienen? �Qu� te dir�? �Te alabar� por esto? No te alabo. (23) Porque yo he recibido del Se�or lo que tambi�n os entregu�, que el Se�or Jes�s, la misma noche en que fue entregado, tom� pan; (24) Y habiendo dado gracias, lo parti� y dijo: Tomad, comed: esto es mi cuerpo, que por vosotros es partido; haced esto en memoria de m�.

(25) De la misma manera tom� tambi�n la copa, despu�s de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la beb�is en memoria de m�. (26) Porque todas las veces que coman este pan y beban esta copa, mostrar�n la muerte del Se�or hasta que �l venga. (27) Por tanto, cualquiera que coma este pan y beba esta copa del Se�or indignamente, ser� culpable del cuerpo y la sangre del Se�or.

(28) Pero exam�nese cada uno a s� mismo, y coma as� de ese pan y beba de esa copa. (29) Porque el que come y bebe indignamente, come y bebe condenaci�n para s� mismo, sin discernir el cuerpo del Se�or. (30) Por eso hay muchos entre vosotros d�biles y enfermos, y muchos duermen. (31) Porque si nos juzg�ramos a nosotros mismos, no ser�amos juzgados. (32) Pero cuando somos juzgados, somos castigados por el Se�or, para que no seamos condenados con el mundo.

(33) Por tanto, hermanos m�os, cuando os reun�s a comer, esperaos unos a otros. (34) Y si alguno tuviere hambre, coma en su casa; para que no os reun�is para condenaci�n. Y el resto lo pondr� en orden cuando llegue.

Nunca podremos estar lo suficientemente agradecidos con nuestro Dios misericordioso, por esta porci�n de su santa palabra, sobre el tema de la Cena del Se�or. La administraci�n inadecuada de la sagrada Cena entre los corintios dio ocasi�n al Ap�stol de declarar el orden de la misma en general, como lo ha hecho aqu�: y Dios Esp�ritu, digo, sea alabado, por este invaluable testimonio al respecto. . Lo primero de importancia con respecto a la santa Cena, que aqu� aprendemos, es que la cosa en s� es la instituci�n expresa de Cristo.

Esto lo concibo como un asunto de gran importancia. Porque, aunque el Se�or Jes�s design� el servicio a sus disc�pulos (que eran los representantes de la Iglesia), como un monumento permanente, para ser observado por sus seguidores, y sin m�s registro, no se hab�a dicho nada m�s al respecto, que el nombramiento del Se�or en esa memorable ocasi�n; esto habr�a sido suficiente, deber�a haber sido suficiente para agradarlo y recomendarlo para siempre a los fieles; sin embargo, �no habr�a vuelto el Se�or a ense�arle a su siervo Pablo lo que aqu� se relata, y Dios el Esp�ritu Santo lo hizo saber? Transmitido en la Iglesia por esos registros escritos, no deber�amos haber sabido cu�nto lo valoraba Jes�s, y cu�ntas y diversas las bendiciones que el Se�or ten�a la intenci�n de comunicar, en la fiel observancia de �l a su pueblo.

En segundo lugar. Es digno de la observaci�n del lector, que aunque no se dice cu�ndo fue que el Se�or Jes�s dirigi� as� al ap�stol Pablo, con respecto a la santa Cena; sin embargo, es muy cierto que lo que entreg� a la Iglesia sobre el tema, lo recibi� inmediatamente del mismo Jes�s. As� est� escrito. Porque (dice Pablo) yo he recibido del Se�or lo que tambi�n os entregu�. Y luego describe el orden del servicio solemne.

Es m�s, hay algo muy importante que observar en lo que dice el Ap�stol, no solo en lo que se refiere al servicio en s�, sino en la forma de celebrarlo. Porque aunque el Se�or Jes�s, cuando estaba en la cena con sus disc�pulos, la instituy� y reemplaz� a la Pascua jud�a, y orden� su observancia perpetua; sin embargo, el Se�or no dio forma, ni prescribi� ning�n orden o m�todo, sobre c�mo deb�an celebrarlo.

De ah� que esta relaci�n de Pablo sea doblemente bendecida, porque el Se�or que se la dio a su siervo, le dio al mismo tiempo las instrucciones sobre c�mo deb�a observarlo por los fieles. Algunos han tenido curiosidad por preguntar cu�ndo fue que el Se�or Jes�s le ense�� as� a Pablo al respecto. Pero el Esp�ritu Santo guarda silencio sobre el tema. No es probable que haya sido en su conversi�n, porque el Se�or lo envi� a Anan�as para que lo bautizara.

Pero pudo haber sido cuando estaba en trance, Hechos 18:9 o Hechos 22:17 , o cuando estaba en la prisi�n: Hechos 23:11 , o en el mar: Hechos 27:23 , o cuando fue arrebatado al tercer cielo. : 2 Corintios 12:1 .

Pero no es tan material preguntar cu�ndo fue, como estar convencido de la certeza de que realmente lo es; y esto Pablo lo certifica con fuertes expresiones, cuando dice: Porque recib� del Se�or lo que tambi�n os entregu�. De este relato del Ap�stol, me atrevo a concluir que la forma de administraci�n, que se acerca m�s a esta norma, es la m�s b�blica.

En tercer lugar. De la muy dulce y afectuosa declaraci�n en el nombre del Se�or, por su siervo Pablo, (y como deber�a parecer, dado a prop�sito para que �l pudiera informar a la Iglesia de ello), que tan a menudo como su pueblo en un servicio sacramental coma el pan, y beben la copa, anuncian la muerte del Se�or hasta que �l venga; nada puede ser m�s claro que el placer del Se�or es que su pueblo se re�na a menudo en su nombre para este santo prop�sito.

Y que la Iglesia de Dios, desde la primera venida del Esp�ritu Santo, lo consider� as�, tambi�n es evidente, porque se nos dice, que continuaban un�nimes cada d�a en el templo, y part�an el pan de casa en casa: por lo cual entendemos, celebrando la santa Cena del Se�or, Hechos 2:46. Esas personas deben tener peque�as aprensiones fluidas, ya sea del servicio solemne mismo; o del dise�o de su instituci�n, quienes la reciben pero rara vez, no sea que pierdan su reverencia por ella; y de ese modo manifiestan su total ignorancia tanto del Se�or de la Cena, como una comuni�n en los beneficios de la misma por fe? �Lector! �Qu� dice tu conocimiento del Se�or y el gozo del Se�or en su Cena? La Iglesia de anta�o clam�: Mientras el Rey se sienta a su mesa, mi nardo envi� su olor.

Cantares de los Cantares 1:12 . Es muy bienaventurado cuando en la mesa del Se�or, o en la casa del Se�or, o en la nuestra, las gracias del Esp�ritu Santo que el Se�or ha plantado en el alma, se manifiestan en vivos actos de fe sobre la Persona, obra, derramamiento de sangre y justicia del Se�or Jesucristo.

�Oh! �Qui�n calcular� las entradas del amor de Cristo y las salidas de alabanza en tales tiempos sagrados? �Qui�n contar� lo que pasa entre Cristo y su esposa? el Se�or y su pueblo, cuando Jes�s entra a ver a los invitados en su mesa; y se encuentran esperando la llegada de su Se�or, con el manto de bodas de su justicia? �Qui�n describir� los sentimientos de aquellas almas redimidas, que mientras Jes�s muestra sus manos y su costado, les parte el pan y les da la copa de la salvaci�n? abre sus corazones, calienta sus afectos, alegra sus esp�ritus y los hace sensibles a una amable bienvenida; cuando por la fe oyen al Se�or decir: �Comed, amigos, bebed, y bebed en abundancia, oh amados! Cantares de los Cantares 5:1 .

�Podr�a alg�n hijo de Dios, cuya alma haya sido verdaderamente regenerada y haya sentido la dulzura de la ordenanza en la Cena, apartarla de la mesa o usarla con moderaci�n? �Bendito Se�or! Alabo tu santo Nombre, por tan preciosa muestra de amor por tu favor. Que sea mi porci�n, clamar a menudo con la Iglesia: Dime, oh t� a quien ama mi alma, d�nde alimentas, d�nde haces descansar tus reba�os al mediod�a; porque �por qu� habr�a de ser yo como el que se aparta por los reba�os de tus compa�eros, Cantares de los Cantares 1:7

No debo despedirme de este interesante tema sin antes darme cuenta de lo que ha dicho el Ap�stol, respecto a la manera irreverente en que los corintios observaban la Cena del Se�or.

Parece, de la declaraci�n dada por el Ap�stol, que los corintios ten�an algo as� como una fiesta, antes de celebrar la Cena del Se�or. Porque �l habla de ello y dice: Por tanto, cuando os reun�s en un mismo lugar, esto no es para comer la Cena del Se�or. Porque al comer, cada uno toma antes que otro su propia cena, y uno tiene hambre y otro se embriaga. Ahora bien, esta no podr�a ser la Cena del Se�or.

Algunos han pensado, y tal vez la idea est� bien fundada, que quienes hicieron esto, fueron personas que se hab�an convertido al cristianismo, pero como la Iglesia de Galatea, estaban muy apegadas a las costumbres jud�as y, por lo tanto, mantuvieron tambi�n la observancia de la Pascua. Y por no haberse convertido a la fe para salvaci�n por medio de la regeneraci�n, se hab�an liberado demasiado con las cosas buenas de la fiesta y estaban en un estado de embriaguez terrible, cuando asistieron a la celebraci�n de la Cena del Se�or, que sigui�.

Otros han supuesto que esta fiesta de los corintios era una fiesta de amor, instituida para unir en las ligaduras del amor y afecto mutuos, a los varios miembros del cuerpo de Cristo; para que, al participar en una fiesta com�n, se les recuerde su igualdad: a pesar de sus diferentes rangos, de pobres y ricos, que todos por igual necesitaban una salvaci�n com�n; y como tal, comieron y bebieron juntos, en una comida com�n, y desde all� fueron tomados de la mano para presentarse ante la mesa del Se�or. En cualquier caso, nos presenta un cuadro melanc�lico del estado ca�do y corrupto de nuestra pobre naturaleza.

Probablemente esta fiesta fue prevista seg�n las circunstancias del pueblo. Los ricos enviaron en abundancia. Los pobres que no ten�an nada de importancia, no aportaron nada. Y por tanto, mientras los primeros, asumiendo a su derecha, com�an y beb�an hasta saciarse; este �ltimo, con modestia, se reprimi� y el efecto fue como dice el Ap�stol, mientras uno ten�a hambre, otro estaba borracho.

Y lo que tendi� a aumentar a�n m�s la enormidad de la ofensa fue que se hizo en la casa de Dios. Esto es evidente por la reprensi�n del Ap�stol. �Qu�? �No ten�is casas para comer y beber? �O menospreci�is la iglesia de Dios? �Lector! �Piense en qu� espantosa perversi�n de todas las cosas sagradas cuando, incluso bajo la cobertura de la religi�n, prevalec�an tales abusos!

Ser�a muy apropiado considerar lo que el Ap�stol ha dicho en relaci�n con la participaci�n indigna de la Cena del Se�or; y m�s especialmente, como muchos de los hijos de Dios, por una concepci�n err�nea del tema, han tomado las palabras del Ap�stol bajo una luz muy diferente de lo que, como es evidentemente el caso, las quiso decir el Ap�stol. Para una mejor comprensi�n de la totalidad de lo que Pablo ha dicho sobre este tema tan interesante, quisiera declarar las palabras del Ap�stol debajo de cada particular.

Pablo dice que cualquiera que coma este pan y beba esta copa del Se�or indignamente, ser� culpable del cuerpo y la sangre del Se�or. Y adem�s: Porque el que come y bebe indignamente, come y bebe condenaci�n (o, como el margen de la Biblia lo traduce, juicio), para s� mismo, sin discernir el cuerpo del Se�or. Son expresiones muy fuertes. Y la pregunta es �hasta qu� punto, seg�n el sentido general de la Escritura, se refieren?

Una participaci�n indigna en la Cena del Se�or no puede, por la naturaleza de la cosa, implicar tanta culpa en el cuerpo y la sangre del Se�or, como aquellos que se imbuyeron de sus manos, en la muerte de Cristo; porque eso es imposible. Tampoco debe suponerse que por la recepci�n indigna en la Iglesia de Corinto, el Ap�stol consider� a alguien all�, que alguna vez hab�a reconocido la fe de Cristo y ahora lo hab�a negado; pues entonces es de suponer que en este caso, no se habr�an mostrado a la mesa del Se�or.

Tampoco podemos imaginar que alguno de esos corintios perteneciera a esa clase de personas de las que habla el mismo Ap�stol en su Ep�stola a los Hebreos, que despreciaba la sangre del Pacto y lo consideraba muy bien; porque tampoco en este sentido podemos suponer que tales personajes se encuentren en la Cena del Se�or, Hebreos 10:29 .

Debemos buscar algunas otras marcas de distinci�n; que puede suponerse que se refiere a recibir la Cena del Se�or indignamente, para ser considerado culpable del cuerpo y la sangre del Se�or.

Y creo que es muy posible, que el Ap�stol ten�a en mente entre los corintios, a los que despreciaban la santa Cena, la reduc�an a una mera forma, no ten�an ojo en Cristo, no ten�an discernimiento del cuerpo del Se�or en el servicio sacramental; fue a �l con indiferencia, a una comida com�n; y del estado de embriaguez y plenitud por el cual muchos de esos corintios se distinguieron, en la mesa del Se�or, claramente testificaron, que no conoc�an ninguna reverencia por el Se�or en este santo servicio.

Y estoy m�s inclinado a concluir, que fue a tales personajes a los que se refer�a el Ap�stol, por lo que declar� que era la consecuencia de tal comportamiento imp�o. El Ap�stol dice que el que come y bebe indignamente, come y bebe condenaci�n para s� mismo. No la condenaci�n eterna, porque es a la Iglesia a la que Pablo le escribe, y la Iglesia es un cuerpo de personas verdaderamente regeneradas que no pueden ser condenadas, habiendo pasado de muerte a vida, Romanos 8:1 .

Pero, juicio, es decir, como dice en un vers�culo siguiente, muchos est�n d�biles y enfermos entre ustedes, y muchos duermen. Y se dice expresamente que son juzgados y castigados por el Se�or, para que no sean condenados con el mundo; es decir, como lo carnal, no despierto, no regenerado en el mundo. Esta distinci�n, con las causas del castigo, muestra de la manera m�s clara y decidida que el Ap�stol nunca quiso decir la condenaci�n eterna, ni tampoco podr�a serlo; porque, como Iglesia, aunque ca�do en un estado reincidente de recibir la cena del Se�or indignamente; fueron castigados para probar que todav�a eran hijos de Dios, y no estaban sujetos a ser condenados con el mundo imp�o.

Aquellos entre ellos que durmieron, no significa m�s que que las enfermedades que siguieron, en su naturaleza produjeron la muerte; pero esto tampoco significa la muerte eterna, no m�s que la otra condenaci�n eterna. Se dice expresamente que tanto la enfermedad como el sue�o de los que habla el Ap�stol, con el que fueron visitados los corintios, fueron castigo, no destrucci�n. Y la misma raz�n por la que as� fueron juzgados y castigados por el Se�or, se dice que fue, porque no deber�an ser condenados con el mundo.

Pero, aunque me siento inducido a concluir que este es el verdadero sentido y significado de las Palabras del Ap�stol, y como tales, son muy amables y llenas de instrucci�n para el pueblo del Se�or sobre este interesante tema; Estoy dispuesto a admitir por el bien del argumento, que suponiendo que las palabras del Ap�stol se extiendan a un grado mucho mayor de culpabilidad, e incluso a la condenaci�n eterna, sin embargo, todo esto no tiene nada que ver con la Iglesia de Dios en la hora presente; ni, en este sentido, puede la Iglesia de Dios recibir, como lo hicieron los corintios, la Cena del Se�or indignamente.

No tenemos Pascua, ni fiesta de amor, ni comida ni bebida en la Iglesia de Dios, como preparaci�n para la Cena del Se�or. No existe la posibilidad de hacer, como Pablo acus� a los corintios, que mientras uno ten�a hambre, otro estaba borracho. El pan y el vino en la mesa, no son m�s que lo apenas suficiente para responder a los prop�sitos de la celebraci�n. Y estos provistos no por contribuciones generales de las personas receptoras, sino de la Iglesia. Por lo tanto, en el sentido en que Pablo conden� a los corintios por su comportamiento inapropiado en esta ordenanza, es imposible que los creyentes de la hora presente reciban la Cena del Se�or.

Pero, �no hay, se puede cuestionar, una posibilidad de comer el pan y beber de la copa del Se�or indignamente? La respuesta no necesita detenerse mucho antes de darla. Sin lugar a dudas, puede que s�. todo el mundo es, m�s o menos, un receptor indigno, que no tiene la mirada puesta en Cristo en el servicio sagrado. La ordenanza de la Cena es una fiesta espiritual. Y quien no es espiritual, en verdad no puede participar de �l.

No se puede decir que nadie que se encuentre en el estado original de no regeneraci�n sea un receptor digno. En verdad, pueden participar con el cuerpo del pan y del vino; pero el alma del no regenerado que todav�a est� muerta en delitos y pecados, no puede realizar ning�n acto de vida espiritual y, en consecuencia, no puede recibir dignamente la Cena del Se�or. No disciernen el cuerpo del Se�or.

Adem�s, la Cena del Se�or est� dise�ada para la familia del Se�or. De hecho, es una comida familiar. Cristo no invita a nadie m�s que a su familia a participar de �l. Y se espera que todos ellos, por invitaci�n constante y por derecho de nacimiento en el nuevo nacimiento, tomen asiento a la mesa. A Jes�s no le faltar� ninguno a la hora de la cena. Todos los dem�s est�n sin invitaci�n y no tienen derecho all�. Y son f�cilmente conocidos.

Han sido regenerados, llevados de ese modo a la vida espiritual, claman Abba, Padre. El Esp�ritu da testimonio a sus esp�ritus de que son hijos de Dios. Tienen hambre y sed espirituales de Cristo. Saben que Jes�s es el pan vivo que descendi� del cielo, y de �l desean comer y vivir para siempre. En resumen, todo acto de fe y el ejercicio de la gracia en la nueva vida manifiesta lo que constituye un digno receptor.

Pero para asistir a la ordenanza de la Cena, sin un apetito espiritual por la Cena; es tan inadecuado e indigno como para el cuerpo, cuando est� enfermo e incapaz de saborear la comida, para sentarse a la mesa ordinaria, o para que los muertos sean llamados a alg�n acto de la vida animal. Para recibir la Cena del Se�or, para calificar para el pan del hombre, para ir all� por la forma, o porque lleg� a cierta edad, o porque otros lo hacen; todos estos, incuestionablemente, caen bajo el car�cter de recibir indignamente, aunque desatendidos con el pecado de ser culpables del cuerpo y la sangre del Se�or.

Y, deber�a ser un motivo de consuelo para las almas d�biles y t�midas, que despu�s de que el Ap�stol hab�a dicho cosas tan duras para llamar la atenci�n de los corintios a un celo sobre sus propios corazones sobre este interesante tema, todav�a los llama hermanos. Por tanto, hermanos m�os. Por lo cual est� claramente probado, que aunque ofend�an y merec�an reprensi�n, a�n eran creyentes regenerados. Y les dice que si se juzgan a s� mismos, no deber�an ser juzgados por el Se�or.

Todo lo cual manifiesta, que en medio de todas sus debilidades y debilidades, ellos eran el propio pueblo del Se�or, y todo lo que les hab�a dicho fue para su consuelo y no para su condenaci�n. �Lector! Ser� nuestra misericordia, si derivamos de esta hermosa relaci�n de la Cena del Se�or, las muchas y dulces instrucciones que el Se�or, por medio de su siervo, ha enviado aqu� a la Iglesia. Y, �oh! para que la gracia se encuentre a menudo en nuestro lugar a la mesa del Se�or, y all� para anunciar la muerte del Se�or hasta que �l venga.

Versículo 34

REFLEXIONES

�Se�or, dale a tu pueblo la gracia de seguir a tus fieles siervos como ellos te han seguido a ti! �De verdad, querido Se�or! t� eres la cabeza de todo hombre, porque por la creaci�n todo es tuyo. Pero, �oh! Cu�n dulce para mi alma, que mientras Jes�s es la cabeza de dominio de toda la creaci�n de Dios, es la cabeza de uni�n de su cuerpo la Iglesia, la plenitud que lo llena todo en todo.

�Jes�s Todopoderoso! Bendito por siempre tu nombre por tu gracia al encomendar al Ap�stol, para el beneficio de tu Iglesia, la preciosa forma de instituci�n de tu santa Cena. �Oh! �Que la gracia te mire en cada oportunidad renovada de asistir a tu mesa, como recibir a los pecadores y comer con ellos! �Oh! Por fe en acciones vivas sobre tu Persona, y derramamiento de sangre, y justicia, para o�rte decir a mi pobre alma, en medio de los n�meros de tu alrededor en tu mesa: Toma, come, esto es mi cuerpo que est� quebrantado por ti. , Esta Copa es el Nuevo Testamento en mi sangre.

Hagan esto todas las veces que lo beban en memoria m�a. �Oh! �Se�or! �A qui�n recordar� tu pueblo, si somos capaces de olvidarte? �Se�or! haz el dulce servicio a todos tus redimidos, una ordenanza conmemorativa, comunicadora, refrescante y fortalecedora del alma, para festejar a tus santos aqu� abajo, hasta que vengamos a sentarnos contigo en la Cena de las Bodas del Cordero en el cielo.

Información bibliográfica
Hawker, Robert, D.D. "Comentario sobre 1 Corinthians 11". "Comentario del Pobre Hombre de Hawker". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/pmc/1-corinthians-11.html. 1828.