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Bible Commentaries
1 Corintios 2

Comentario del Pobre Hombre de HawkerComentario del Pobre Hombre

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Versículo 1

CONTENIDO

El ap�stol entra en la relaci�n de su ministerio que hab�a ejercido entre los corintios. Les recuerda que pas� por alto toda la Elocuencia humana en sus Discursos ante ellos, y que solo hab�a predicado a Cristo. Les escupe c�mo Dios el Esp�ritu hab�a confirmado su predicaci�n, en sus Corazones.

Versículos 1-5

(1) Y yo, hermanos, cuando vine a ustedes, no vine con excelencia de habla ni de sabidur�a, anunci�ndoles el testimonio de Dios. (2) Porque me propuse no saber nada entre ustedes, sino a Jesucristo, y al crucificado. (3) Y estuve contigo en debilidad, con miedo y con mucho temblor. (4) Y mi discurso y mi predicaci�n no fueron con palabras seductoras de sabidur�a humana, sino con demostraci�n del Esp�ritu y de poder: (5) Para que vuestra fe no se base en la sabidur�a de los hombres, sino en el poder de Dios.

Si se hubiera podido suponer que alg�n hombre estaba calificado para haber usado los poderes de la oratoria humana en la predicaci�n; qui�n tan propio como Pablo, que hab�a sido criado a los pies de Gamaliel; �Y qui�n hab�a estudiado, si pudi�ramos aventurarnos a concluir tanto del elegante discurso que pronunci� ante Agripa, (ver Hechos 26:1 ) el arte de la ret�rica, que en ese momento se usaba mucho en las escuelas? Pero qu� hermosa vista se exhibe aqu�, del plan de la predicaci�n de Pablo, en eso, �l simplemente predic� a Cristo.

�Lector! cu�nto ser�a de desear que todos los que Dios ha llamado al ministerio adoptaran el plan del Ap�stol. Y en verdad, es motivo de asombro que los hombres, con avidez llamaran a s� mismos al conocimiento de Cristo, en sus propias almas, y fueron ordenados espiritualmente, por el Esp�ritu Santo, para predicar a otros; (y de todos los dem�s es de poca importancia lo que predican los hombres no comisionados), debe predicar al lado.

Cuando los �ngeles vinieron del cielo, en el nacimiento de Cristo, para anunciar su llegada, lo predicaron como un Salvador, Lucas 2:11 . Cuando el Hijo de Dios vino predicando a s� mismo, fueron las mismas buenas nuevas de salvaci�n, Mateo 18:11 . Y cuando, una vez terminada la obra de redenci�n, Cristo volvi� a la gloria y descendi� el Esp�ritu Santo, toda la carga de la predicaci�n de los Ap�stoles fue en la misma cantidad: Dios (dijeron) habiendo resucitado a su Hijo Jes�s, envi� �l para que los bendiga, apartando a cada uno de ustedes de sus iniquidades.

Por lo tanto, todos los d�as en el templo y en todas las casas, �no dejaron de ense�ar y predicar a Jesucristo! Hechos 5:42 ; Hechos 5:42

Hay una belleza peculiar en la expresi�n del Ap�stol, no solo al predicar a Cristo, sino a Cristo crucificado. Hab�a mil excelencias en Cristo que Pablo hab�a aprendido, y en las que se hab�a detenido a menudo con el arrebatamiento santo. Pero la cruz inclu�a a todos. All� Pablo fij� su ojo, su coraz�n, toda su alma. Y lo que se sent�a verdaderamente bendecido, para s� mismo, anhelaba comunicarlo a todo el pueblo del Se�or. Cristo crucificado era especialmente adecuado para los pobres hombres pecadores.

�Era digno de toda aceptaci�n! �Lector! �Qu� poco saben esos hombres de la plaga de su propio coraz�n, que predican otra cosa! �No podr�a un pobre pecador decir, en cada congregaci�n de tales hombres, como lo hizo Job de los que le le�an sus sermones de paciencia en el muladar: Miserables consoladores sois todos vosotros: m�dicos sin valor! Job 13:4 ; Job 13:4

�Qu� relato humillante da el Ap�stol de s� mismo cuando se pone de pie para ministrar entre la gente! Y as� debe ser siempre, entre todos aquellos que tienen un terrible sentido de la solemne acusaci�n, de predicar la palabra de vida entre los pecadores moribundos. El cual calcular� y anotar� las l�grimas, las oraciones, las angustias y los temblores de los ministros fieles, que velan por las almas del pueblo, como los que deben rendir cuentas.

Los hombres que se apresuran al servicio sin ser llamados, no enviados, como los hijos de El�, para ser puestos en el oficio del sacerdote, no pueden tener aprensi�n de lo que significan estas cosas. 1 Samuel 2:36 . Pero la debilidad, el temor y el temblor consciente de Pablo ser�n f�cilmente comprendidos por aquellas mentes despiertas, que nunca se ponen de pie para ministrar en el nombre del Se�or, sino con un santo celo sobre sus propios corazones; y nunca terminen sus labores, sino con una oraci�n, para que sus cosas m�s santas sean lavadas de su inmundicia, en la sangre de Cristo. �xodo 28:38

Cu�n dulce fue este testimonio para la mente del Ap�stol, del Se�or hablando en la palabra, y por la palabra, cuando Pablo vio la bendici�n del Se�or en sus labores. La demostraci�n del Esp�ritu y de poder en cada congregaci�n de los fieles es en verdad un gran refrigerio, tanto para el ministro como para el pueblo. Pablo hace de esto una prueba, del tipo m�s decisivo, de que la Iglesia ha sido escogida por Dios. Ver 1 Tesalonicenses 1:4 hasta el final.

�Y lector! es esto, y solo esto, lo que constituye el fundamento adecuado para la seguridad en la vida divina. Lo que comienza en la sabidur�a humana y la fuerza humana, terminar� en ambas; Que es locura y debilidad, en los logros m�s elevados. Pero, lo que comienza en el Se�or, terminar� en el Se�or y tendr� como fondo una seguridad eterna, Isa�as 45:24 .

Versículos 6-16

(6) Sin embargo, hablamos sabidur�a entre los perfectos; sin embargo, no la sabidur�a de este mundo, ni la de los pr�ncipes de este mundo, que han sido desolados; (7) sino que hablamos la sabidur�a de Dios en un misterio, el sabidur�a oculta, que Dios orden� antes del mundo para nuestra gloria; (8) la cual ninguno de los pr�ncipes de este mundo conoci�; porque si la hubieran conocido, no habr�an crucificado al Se�or de gloria. (9) Pero como est� escrito: Cosas que ojo no vio, ni o�do oy�, Ni han subido en coraz�n de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman.

(10) Pero Dios nos las revel� a nosotros por el Esp�ritu; porque el Esp�ritu todo lo escudri�a, aun lo profundo de Dios. (11) Porque �qu� hombre sabe las cosas del hombre, sino el esp�ritu del hombre que est� en �l? as�, nadie conoce las cosas de Dios, sino el Esp�ritu de Dios. (12) Ahora bien, no hemos recibido el esp�ritu del mundo, sino el Esp�ritu que es de Dios; para que sepamos las cosas que Dios nos ha dado gratuitamente.

(13) lo cual tambi�n hablamos, no con palabras que ense�a la sabidur�a del hombre, sino con las que ense�a el Esp�ritu Santo; comparando las cosas espirituales con las espirituales. (14) Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Esp�ritu de Dios, porque para �l son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. (15) Pero el espiritual juzga todas las cosas, pero �l mismo no es juzgado por nadie. (16) Porque �qui�n conoci� la mente del Se�or, para instruirle? Pero tenemos la mente de Cristo.

El Ap�stol entra aqu� en el tema de la sabidur�a divina, en la ordenaci�n de la Iglesia, la cual, mientras que el hombre que camina, cuando es ense�ado por el Se�or, tiene tal aprehensi�n, que es suficiente para hacerlo sabio para la salvaci�n, y que no se equivoque en �l, se convierte en tema de un misterio tan impenetrable, para los sabios y prudentes de este mundo, como se les llama, que el intelecto humano m�s elevado, no ense�ado por Dios, nunca podr� alcanzarlo.

Y esto se convierte en una prueba decidida de la necesidad de la ense�anza divina, y fue esto por lo que el Se�or Jes�s agradeci� al Padre, en los d�as de su carne, porque hab�a escondido esas cosas de los sabios y prudentes, y las hab�a revelado. a los beb�s, Mateo 11:25 . V�ase tambi�n Isa�as 35:8

Como esta sabidur�a, de la que Pablo profesaba hablar, era conocida y comprendida por los perfectos, aunque ninguno de los pr�ncipes de este mundo la conoc�a; y, sin embargo, Pablo lo llama la sabidur�a de Dios en un misterio y la sabidur�a oculta: ser� muy apropiado que el lector pregunte qu� aprensi�n tiene al respecto; para que pueda, entre otras marcas de examen en relaci�n a s� mismo, probar su fe tambi�n por esta norma, ya sea que est� fundada en la sabidur�a de los hombres o en el poder de Dios.

Que todo lo relacionado con el Ser y las Perfecciones de Dios debe ser necesariamente un misterio para sus criaturas; y que ninguna aprensi�n se puede obtener de �l, sino mediante las revelaciones que misericordiosamente le agrada hacer de s� mismo; es demasiado obvio para que sea necesario insistir en ello. Pero que en aquellas revelaciones que, en su infinita condescendencia, el Se�or ha hecho de S� mismo, la sabidur�a del intelecto humano no podr� por s� misma aprehender, mientras que las capacidades m�s humildes, iluminadas por el Esp�ritu, comprender�n; hace que el tema, lo que Pablo llama sabidur�a oculta, sea a�n m�s misterioso.

Todo, de lo que se refiere a la Iglesia, tanto en la elecci�n de la Iglesia, el ser y la bienaventuranza de la Iglesia, elegida en Cristo antes de la fundaci�n del mundo, y todo lo relacionado con el estado actual de la Iglesia, as� como la gloria que vendr� despu�s; todo forma un tema de misterio. Pero, cuando se considera que lo que se aprehende de esas cosas sublimes, en el mejor de los casos, s�lo puede ser lo que nuestras actuales facultades inmaduras son capaces de recibir; el �nico asombro es que sabemos tanto como sabemos, bajo la ense�anza divina, y no que no sepamos nada m�s.

En un mundo como el actual, y en un estado ca�do, como el que vive el hombre por naturaleza; no podemos saber nada, sino lo que nos ha sido dado por Dios. El misterio de la naturaleza divina, existente en un triple car�cter de Personas; es el primero y m�s profundo de todos los misterios. Y no se nos revela m�s que como un art�culo de fe. Para explicar en nosotros, el modo de esta existencia no se hace en toda la Sagrada Escritura.

Quiz�s sea imposible. Tampoco es necesario. Exige nuestra fe en la autoridad de Dios. Proh�be nuestro razonamiento. Todo intento de este tipo se responde en las palabras de la Escritura: �Puedes encontrar a Dios con la b�squeda? �Puedes encontrar al Todopoderoso a la perfecci�n? Job 11:7. Pero hasta ahora aprendemos que, como la palabra de Dios, revela a Dios, como existiendo en un car�cter triple de Personas y en innumerables partes de la palabra sagrada, las acciones de cada Persona gloriosa se dan, y con una claridad y precisi�n que prueben abundantemente, tanto su personalidad como su Deidad: el hombre que no reconoce este art�culo fundamental de toda fe, que Jehov� existe en un car�cter triple de Personas, y por lo tanto diferente de todas sus criaturas; no reconoce, de hecho, el Ser de Dios, seg�n la Escritura en absoluto.

�l niega virtualmente que haya un Dios, cuando no reconoce la revelaci�n de Dios en las Escrituras: y cualquier sabidur�a que profese tener, corresponde sino a aquello de lo que Pablo habla aqu�: la sabidur�a de este mundo y de los pr�ncipes de este mundo. , que llegan a la nada.

Pero no es la mera confesi�n de labios, o el reconocimiento t�cito de esta verdad fundamental, lo que constituye, lo que Pablo llama, la sabidur�a entre los que son perfectos. Un hombre puede llegar a estar de acuerdo con una verdad y, sin embargo, no disfrutar de esa verdad en la vida. Pero el alma ense�ada por Dios tiene un conocimiento salvador y un conocimiento de Dios; es decir, la mente es llevada a comprender que esas gloriosas Personas de la Deidad se han revelado y se revelan a la Iglesia, en sus diversos oficios, caracteres y relaciones, diferentes de lo que hacen con el Mundo; y el hijo de Dios se familiariza con esas benditas manifestaciones.

A esto es a lo que se refiere Pablo, cuando dice, hablamos sabidur�a entre los perfectos; es decir, entre los que son de Cristo y que se perfeccionan en Cristo Jes�s, Colosenses 1:28 . Y en verdad es sabidur�a, y en verdad se llama sabidur�a de Dios en misterio; cuando un hijo de Dios se familiariza con �l para salvaci�n; para descubrir, todas las Personas de la Deidad comprometidas en �l, para hacer a la Iglesia eternamente bendecida y feliz en Cristo: que mientras est� escondida de los sabios y erudita, en la sabidur�a mundana, a los humildes se les ense�a, que Dios la orden� antes el mundo, para nuestra gloria!

�Lector! Ser� vuestra misericordia, y m�a, tener una clara aprehensi�n, bajo la ense�anza divina, de estas cosas preciosas. Y puesto que hay una distinci�n tan llamativa, como afirma el Ap�stol, existe este Cap�tulo, entre los logros de la naturaleza y la gracia; entre la sabidur�a mundana y la que viene de arriba; entre el hombre natural y el espiritual; debe ser de importancia infinita determinar la diferencia y conocer las cosas que (�l dice) nos son dadas gratuitamente por Dios.

Al proseguir con esta investigaci�n, no necesito pasar por un gran campo, en un punto ya conocido y entendido; que por el nuevo nacimiento, o la regeneraci�n del alma, se produce un cambio total en la mente renovada. Por una vez, considerar� esto como concedido; y eso, lo que dice el Ap�stol en otra parte, mi Lector ya est� convencido. Porque si alguno est� en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron, y he aqu� todas son hechas nuevas, 2 Corintios 5:17 .

Pero aunque esta gran verdad es, y debe ser, plenamente permitida por cada hijo regenerado de Dios, no se comprende tan bien, como la importancia del tema lo hace necesario, que esta nueva criatura est� totalmente en el esp�ritu, y no en el cuerpo. Es nuestra parte espiritual, que en la regeneraci�n se despierta y resucita de la muerte del pecado; y no nuestra parte corporal. El hombre natural, como Pablo llama aqu� a nuestros cuerpos, no se renueva, ni se hace capaz de recibir las cosas del Esp�ritu de Dios, m�s que antes.

Este es un gran punto, que debe ser bien entendido por el hombre renovado, y hay otro semejante, a saber, que mientras el acto de gracia, obra de Dios el Esp�ritu Santo, en la regeneraci�n, se limita totalmente a la parte espiritual. de todo hijo de Dios, y deja el cuerpo, para la vida presente, en el mismo estado que antes, de naturaleza no renovada; este �nico acto de Dios el Esp�ritu es un acto perfecto y completo, y hace que el esp�ritu del feliz receptor de esta misericordia inefable sea tan santo como siempre lo ser�, en el tiempo o en la eternidad.

Cuando se realiza esta bendita obra de regeneraci�n, imparte todo lo que es esencial para la vida y la santidad en Cristo. El acto est� hecho una vez, y est� completamente hecho. No puede haber defecto en ello, porque es el Esp�ritu el que da vida, la carne para nada aprovecha. Todos los que se regeneran son igualmente regenerados: similar a la analog�a en la naturaleza. Los beb�s, cuando nacen en la naturaleza y nacen perfectos en todas sus partes, ya no nacen.

Y el ni�o en gracia no tiene otra adici�n a su Ser. La vida espiritual, a la que se introduce, no puede recibir ning�n despu�s de ser o adici�n. Habr� crecimiento en la gracia, como hay crecimiento en la naturaleza; pero la vida misma, el ser espiritual y el bienestar, que deriva, en su totalidad, de una fuente como Dios el Esp�ritu Santo, se hace una sola vez, y se hace para siempre.

�Lector! Perm�tame llamar su atenci�n, algo m�s en particular, sobre este tema. La naturaleza muy interesante de esto, espero, abogar� por la indulgencia. Quiz�s no est� acostumbrado a considerarlo desde este punto de vista. Seguro que lo soy, es verdaderamente b�blico. Y, si me concedes la paciencia y la atenci�n del momento; Esperar�, bajo las ense�anzas del Se�or, demostrarlo. Y tal vez se sienta m�s inclinado a concederme este favor cuando agregue que soy m�s ferviente en decirlo como me parece a la luz de las Escrituras, porque me inclino a pensar que es para nuestra ignorancia. en este asunto, concerniente a la obra de la regeneraci�n, de qu� parte se realiza, y de d�nde solo esperamos los benditos efectos de ella, que tantos errores abundan en la Iglesia; y de consecuencia, tantos de Dios '

Perm�tanme comenzar declarando primero, lo que las Sagradas Escrituras establecen, de la obra bendita de Dios el Hijo en la regeneraci�n. Y esto, que me atrevo a creer, se dice uniformemente que est� totalmente forjado en el esp�ritu. Cuando nuestro Se�or describi� el acto de gracia del nuevo nacimiento, en su conversaci�n con Nicodemo el jud�o, el Se�or Jes�s defini� claramente que era totalmente espiritual, cuando dijo: lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del esp�ritu es esp�ritu, Juan 3:6 .

Y, de acuerdo con la misma distinci�n de propiedades, el Esp�ritu Santo dice que el nuevo nacimiento se testifica al esp�ritu, no al cuerpo. El Esp�ritu mismo da testimonio a nuestro esp�ritu de que somos hijos de Dios. Romanos 8:16 ; 2 Corintios 1:22 ; G�latas 4:6 .

Y se nos dice repetidamente, que la mente carnal, y el hombre natural, y el cuerpo, carne, y cosas por el estilo; no est�n sujetos a la ley de Dios; tampoco puede serlo. Ver Romanos 8:5 y el cap�tulo.

Soy muy consciente de que algunos han supuesto, s�, quiz�s la mayor parte de los comentaristas, que; cuando el Esp�ritu Santo, por el Ap�stol, est� hablando as� de la incapacidad del hombre natural para recibir las cosas de Dios, y que la mente carnal es enemistad contra Dios; se supone que el Se�or alude a su Iglesia y pueblo, durante el tiempo de su no regeneraci�n. Pero aqu� est� el error. El hombre natural, el cuerpo de pecado y muerte, es, y debe ser inevitablemente, el mismo en naturaleza, despu�s de que una obra de gracia ha pasado sobre el alma, como antes.

Es completamente naturaleza, completamente la misma masa, de carne y hueso. Si el cuerpo fuera santificado, como el alma, por la regeneraci�n, ya no estar�a sujeto a la corrupci�n, mientras que, las tendencias horarias del cuerpo, a causa del pecado, son a su polvo original. Por lo tanto, en distinci�n a esto, cuando el ap�stol Pedro se refiere a la Iglesia, la bienaventuranza de que ellos nazcan de nuevo, no de semilla corruptible, sino de incorruptible, agrega, que vive y permanece para siempre, 2 Pedro 1:21 .

�Hab�a considerado el Ap�stol el cuerpo de creyentes incluido en este nuevo nacimiento del alma; el cuerpo, no m�s que el alma, ya ser�a objeto de corrupci�n. Y Pablo, en confirmaci�n de lo mismo, m�s de veinte a�os despu�s de su regeneraci�n, hablando de s� mismo y de su cuerpo de pecado y muerte, que llevaba consigo, y en el que dijo que no moraba nada bueno; declar� que era carnal y vendido bajo el pecado, Romanos 7:14 .

Me atrevo a concluir, en lo que estoy seguro que todos los hijos de Dios en su experiencia, as� como Pablo, no pueden dejar de unirse; que en el acto bendito de la regeneraci�n, es la parte espiritual la que se renueva, y no la carnal. Mientras que Dios Esp�ritu Santo da vida al alma, que antes estaba muerta en delitos y pecados; el cuerpo, a�n permanece, en el estado no renovado de la naturaleza ca�da. La gracia no obra sobre el hombre viejo, mientras que el hombre nuevo despu�s de Dios, es creado en justicia y verdadera santidad.

No se santifica ni un �tomo del cuerpo; y ni un �tomo del alma, imp�o. �Bendito sea Dios! la hora se apresura, cuando esta masa de pecado y corrupci�n; que ahora interrumpe el alma, no la interrumpir� m�s. A la tumba va a diario. Y ah�, (dice el alma en sus mejores horas), d�jalo ir. De all� surgir�, por el poder del Se�or Jes�s, a quien, a pesar de toda su indignidad; est� unido :) un cuerpo glorificado, sin mancha ni arruga, ni nada por el estilo; sino que sea santo y sin defecto, Efesios 5:27 ; Filipenses 3:21

Pero, con respecto a la parte espiritual de un hijo de Dios, cuando, por el acto de la regeneraci�n, Dios el Esp�ritu Santo le da vida; aqu�, el acto de gracia es perfecto, completo, realizado una sola vez, y esa vez para siempre. Muy afortunadamente, el Esp�ritu Santo ha ense�ado a la Iglesia, por medio de sus siervos los Ap�stoles, el fundamento sobre el que descansa esta doctrina; es decir, en que, por este avivamiento del alma a la vida espiritual, por su poder soberano, el alma se hace part�cipe de la naturaleza divina y ya no puede morir.

Y a vosotros, (dice Pablo), estando muerto en vuestros pecados y en la incircuncisi�n de vuestra carne, os ha vivificado juntamente con �l, Colosenses 2:13 . Marque la expresi�n: se aceler� junto con �l. Y Peter en t�rminos similares. Seg�n su divino poder nos ha dado todas las cosas que pertenecen a la vida y la piedad, mediante el conocimiento de Aquel que nos llam� a la gloria y la virtud; por medio de las cuales nos son dadas preciosas y grand�simas promesas, para que por ellas se�is part�cipes de la naturaleza divina, habiendo escapado de la corrupci�n que hay en el mundo por la concupiscencia, 2 Pedro 1:3 .

�stas son las pruebas m�s incontestables y decididas; en punto. Se declara que el alma, por el acto de gracia de la regeneraci�n, ha sido vivificada juntamente con �l, es decir, Cristo, en consecuencia, tiene vida espiritual en Cristo, y no puede morir m�s; porque Jes�s ha dicho: porque yo vivo, vosotros tambi�n vivir�is, Juan 14:19 ; Colosenses 3:3 .

Y este poder divino ha dado todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad. Consecuentemente vida espiritual y vida eterna, con todos sus preliminares; gracia aqu�, y gloria para siempre. Y, habi�ndose hecho part�cipes de la naturaleza divina, el alma ya no puede estar expuesta a ninguna muerte futura, siendo por este �nico acto vivificado, que antes estaba muerta, en delitos y pecados; y la naturaleza que comunica esta vida, siendo divina.

Por lo tanto, este bendito acto de regeneraci�n trae consigo vida eterna, santidad y gloria. Contiene toda la obra de Dios el Esp�ritu Santo sobre el alma. Y todos, los actos posteriores, en los que Dios el Esp�ritu saca el alma a una dulce comuni�n y comuni�n con el Padre y con su Hijo Jesucristo, no son sino los efectos benditos de esta primera causa, al sacar el alma de la muerte. , a la vida; y del poder del pecado y de Satan�s, al Dios viviente.

�Y lector! Solo agregue este pensamiento al tema, y ??vea, qu� hermosa, armon�a y consistencia hay, en este acto �nico de Dios el Esp�ritu Santo, por regeneraci�n, en el acto �nico, de Dios el Padre, en la elecci�n. , y el �nico acto, de Dios el Hijo, en uni�n y redenci�n. �No se nos ense�a a mirar hacia arriba, con igual reverencia, obediencia, amor, adoraci�n y alabanza, a los Santos Tres en Uno, que dan testimonio en el cielo, como la fuente unida y la causa conjunta de todo nuestro ser, bien? -ser y bienaventuranza? Este homenaje no llega a ser adecuado y apropiado en nosotros, no solo a causa de su perfecta igualdad, en toda su naturaleza y esencia, como Jehov�; sino tambi�n como Manifestando los caracteres y oficios de su alianza hacia nosotros, como Iglesia en Cristo? Di entonces, �no es bendito, s�, muy bendito, contemplar a Dios nuestro Padre, manifestando su amor, eligiendo, eligiendo y nombrando la Iglesia, en cada instancia individual de la Iglesia; aceptar, bendecir y hacer a todos eternamente felices en Cristo: y este acto, una vez hecho, porque es eternamente hecho, cuando lo hace un Dios inmutable, y debe permanecer para siempre? Efesios 1:4 .

Y de la misma manera, �no es igualmente bendecido, s�, muy bendecido, contemplar a Dios el Hijo, manifestando tambi�n su amor, al desposar su Iglesia con �l para siempre? y como esta uni�n podr�a ser un solo acto, y cuando se realiza, nunca se deshar�: as� al redimir a su Iglesia de la ca�da, en este estado de tiempo de su existencia, por esa �nica ofrenda de s� mismo una vez ofrecida, �l ha perfeccionado para siempre. los que son santificados? Oseas 2:19 ; Isa�as 54:5 .

Y, si estos actos soberanos en Dios el Padre y Dios el Hijo, fueron realizados una sola vez; �Por qu� deber�a considerarse menos poderoso, menos importante o menos misericordioso que Dios el Esp�ritu Santo, en la regeneraci�n, haga lo mismo? �Por qu� no habr�a de comunicar, con un solo acto, todo lo que pertenece a la vida y a la piedad, al hacer tan santos y eternamente felices como pueden ser, en el tiempo o en la eternidad, los esp�ritus de aquellos a quienes Dios el Padre una vez ha tenido? dado, y Dios el Hijo se despos� una vez consigo mismo, y redimi� una vez para siempre con su sangre?

He sido el m�s particular al afirmar, seg�n mis puntos de vista del tema, el verdadero sentido b�blico del mismo, porque, por la falta de una aprehensi�n correcta en el mismo, estoy persuadido (como dije antes) de que hay muchos, de los amados hijos de Dios, que andan en flaqueza y luto todos sus d�as. Y, mientras est�n en busca de una mayor santidad en s� mismos, es imposible que no sea as�.

Se sienten impulsados ??a esta expectativa, en parte por los restos de orgullo incontrolable de s� mismos; y en parte de las opiniones equivocadas de otros, que ense�an (lo que ellos mismos, si supieran mejor la plaga de sus propios corazones, confesar�an que nunca encontraron) una santidad progresiva en la vida divina. Mientras que el gran acto de fe y la salida del alma, cuando es regenerada por el Esp�ritu Santo, recae sobre la Persona, la sangre y la justicia de Cristo.

El hijo de Dios encuentra su gozo en Cristo, no en s� mismo, ni en sus placeres m�s dulces. No vive de sus logros, sino de la completa salvaci�n justificadora de Cristo: no de lo que siente, sino de lo que Cristo es: no de una obra realizada en �l, sino de la obra de Cristo hecha por �l. No, como la ara�a, teje una telara�a con sus propias entra�as para colgarse; pero toda la gloria recae sobre el Se�or Jesucristo.

Entra en una comprensi�n plena de esa dulce y preciosa Escritura de que Cristo le ha sido hecho por Dios, sabidur�a, justicia, santificaci�n y redenci�n, para que toda su gloria sea en el Se�or. Ser� un tema de mucha acci�n de gracias al Se�or, si estos puntos de vista se santifican a alguno de los peque�os del Se�or, a fin de agradar a Cristo y consolar a su pueblo; para que sigan todos esos efectos benditos, que el Ap�stol ha abierto tan plenamente en este Cap�tulo, y que surgen de la ense�anza divina, cuando podemos decir, como �l lo hizo: pero tenemos la mente de Cristo.

Versículo 16

REFLEXIONES

�LECTOR! �He aqu� el gran Ap�stol en su ferviente celo por la cruz de Cristo! �Piensa en qu� vista se le apareci� esa cruz a la mente! Sab�a que era valioso. Ha sentido y experimentado la bendici�n de ello para su propia alma; y como tal, no pod�a permanecer en silencio, mostr�ndoselo a los dem�s. Y su propia debilidad, y debilidad, al predicar a Cristo y a �l crucificado, lo consider� como nada, mientras recordaba que la fuerza divina se hac�a m�s visible en la nada humana.

Es m�s, el Ap�stol se regocij� en la conciencia de que cuanto m�s d�bil era su ministerio en s� mismo, m�s evidente parecer�a la gloria de Cristo: y su fe se hallaba, no en la sabidur�a del hombre, sino en el poder de Dios.

Bendito sea Dios Esp�ritu Santo, por la dulce instrucci�n comunicada a la Iglesia en este precioso Cap�tulo. �S�! �T�, Maestro Todopoderoso! encontramos motivos para bendecirte por la clara y decisiva l�nea que has trazado entre el conocimiento natural y lo divino; entre la sabidur�a que es de abajo y la que es de arriba. Ninguno, en verdad, de los pr�ncipes de este mundo, conoci� al Se�or de la gloria: ni jam�s, por el mero intelecto humano, descubrir�n la sabidur�a oculta de Dios.

Pero, mientras estas cosas est�n ocultas a los sabios y prudentes; �Oh! la misericordia de nuestro Dios, para revelarlos a los ni�os. �Se�or! que tu pueblo conozca su filiaci�n y car�cter de adopci�n, por tu instrucci�n divina; y que tengamos toda la gracia, mientras t� condesciendes a ser nuestro Maestro, para conocer las cosas que Dios nos da gratuitamente, comparando las espirituales con las espirituales.

Información bibliográfica
Hawker, Robert, D.D. "Comentario sobre 1 Corinthians 2". "Comentario del Pobre Hombre de Hawker". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/pmc/1-corinthians-2.html. 1828.
 
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