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1 Tesalonicenses 4

Comentario del Pobre Hombre de HawkerComentario del Pobre Hombre

Versículo 1

CONTENIDO

El Ap�stol est� aqu� exhortando a la Iglesia a los Benditos Frutos y Efectos de la Regeneraci�n. Consuela dulcemente al Pueblo del Se�or, sobre el tema del Cuerpo durmiendo en Jes�s.

Versículos 1-8

(1) � Adem�s, hermanos, os exhortamos y exhortamos por el Se�or Jes�s, que seg�n hab�is recibido de nosotros c�mo deb�is andar y agradar a Dios, abund�is m�s y m�s. (2) Porque sab�is los mandamientos que os dimos por el Se�or Jes�s. (3) Porque esta es la voluntad de Dios, la santificaci�n de ustedes, que se abstengan de fornicar: (4) Que cada uno de ustedes sepa poseer su vaso en santificaci�n y honra; (5) No en deseos de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios: (6) Que nadie vaya m�s all� y defraude a su hermano en cualquier asunto; porque el Se�or es el vengador de todos los tales, como tambi�n nosotros lo hemos hecho. te advirti� y testific�. (7) Porque no nos llam� Dios a inmundicia, sino a santidad. (8) El que menosprecia, no desprecia al hombre, sino a Dios, el cual tambi�n nos ha dado su Esp�ritu Santo.

En la apertura de este Cap�tulo, encontramos al Ap�stol, llamando a la Iglesia a ejercitar esos rasgos distintivos de car�cter, que son los frutos inmediatos de la regeneraci�n. Si vivimos en el esp�ritu, andemos tambi�n en el esp�ritu. Ahora, para una mejor comprensi�n del tema en s�, as� como de los argumentos especiales, por los cuales el Ap�stol llama a los creyentes a la pr�ctica de la santidad; Ruego encarecidamente al lector que preste atenci�n a lo que el Ap�stol ha dicho en estos vers�culos.

Primero. Es a la Iglesia a la que habla Pablo aqu�; y no al mundo no despierto, carnal e imp�o. Los considera como en estado de regeneraci�n; porque dice, como hab�is recibido de nosotros, c�mo deb�is andar y agradar a Dios. Una prueba clara de que �l los consideraba como tales, quienes, despu�s de haber sido llamados a salir de la naturaleza ad�n del pecado, hab�an recibido a Cristo Jes�s como la salvaci�n total; y lo buscaban en busca de gracia en el ejercicio de toda la santificaci�n del evangelio.

En segundo lugar. Como el principio de la nueva vida por regeneraci�n, fue forjado en el coraz�n; de modo que su efecto se manifestar�a en la vida, en toda santa conversaci�n y piedad. Nada puede ser m�s manifiesto, que esta es toda la deriva del precepto del Ap�stol. Como hab�is recibido de nosotros, c�mo deb�is andar. No puede haber andar, porque no hay vida en uno, muerto en delitos y pecados. Pero, como la Iglesia ya no estaba muerta en delitos y pecados; as�, de la nueva vida impartida, se esperaba, aparecer�an las acciones adecuadas de la vida. Hab�is recibido de nosotros el conocimiento de estas cosas; Mire entonces, que haya una correspondencia adecuada.

Y esto aparece con a�n m�s evidencia, a partir de lo que sigue. Porque esta es la voluntad de Dios, tu santificaci�n. La voluntad de Dios es que Cristo es hecho de Dios para su pueblo, sabidur�a, justicia. santificaci�n y redenci�n. 1 Corintios 1:30 . Entonces, como esta es la voluntad de Dios, y Cristo es la santificaci�n de su pueblo; esta vida de Cristo en el alma, se manifestar�, en toda conducta correspondiente.

Cristo reina y gobierna dentro; y es la fuente de todo lo bendito para su pueblo. Por tanto, por las acciones exteriores, se sabe que Cristo reina en el interior. Porque los que son de Cristo han crucificado la carne con los afectos y las concupiscencias. G�latas 5:24

Y, debe observarse a�n m�s, que los pecados de nuestra naturaleza corrupta, a los que los gentiles eran muy adictos, no fueron considerados por ellos, a la luz que miraba el Evangelio. Por lo tanto, Pablo, al escribir a una Iglesia que se reun�a principalmente de gentiles, encontr� la ocasi�n, m�s particularmente, para hacer referencia a este tema. Y donde se dio el Esp�ritu Santo, lo que implica un estado de regeneraci�n, se convirti� en una parte interesante de las exhortaciones del Ap�stol, para mostrar a la Iglesia, cu�n eficazmente se manifestaba su poder omnipotente, en la vida del pueblo de Dios, en esa obra del nuevo nacimiento, forjado en el coraz�n.

De acuerdo con lo que ense�� Juan, el amado Ap�stol, quien es nacido de Dios, no comete pecado; porque su simiente permanece en �l; y no puede pecar porque es nacido de Dios. 1 Juan 3:9 . �Lector! es una gran bendici�n ver d�nde se encuentra la seguridad del pueblo de Dios; �para que toda la fuerza en una vida de gracia y justicia se busque s�lo en el Se�or! Para m�s puntos de vista sobre la santificaci�n, vea 2 Tesalonicenses 2:13 .

Versículos 9-12

(9) � Pero en cuanto al amor fraternal, no es necesario que les escriba, porque Dios les ense�� a ustedes a amarse los unos a los otros. (10) Y a la verdad lo hac�is con todos los hermanos que est�n en toda Macedonia; pero os rogamos, hermanos, que crezc�is m�s y m�s; (11) Y que estudies para estar tranquilo y para hacer tus propios negocios y para trabajar con tus propias manos, como te mandamos; (12) Para que camines honestamente hacia los que est�n afuera, y que nada te falte.

No creo que sea necesario ofrecer una sola observaci�n sobre estos vers�culos. El amor fraternal hacia los dem�s en los que son miembros del cuerpo de Cristo, no es s�lo un principio que lleva consigo su propia convicci�n, sino que se hace cumplir con tanta fuerza, desde la misma relaci�n en la que esos miembros est�n entrelazados; que, como dice el Ap�stol, no es necesario escribir sobre �l. Verdaderamente regeneradas, las almas son una en Cristo.

Y donde sea as�, no puede haber cisma. El dolor o el gozo que uno tiene, todos deben participar; si esta membres�a es verdaderamente un principio vivo. 1 Corintios 12:25 . Y, en relaci�n con los miembros de la Iglesia, caminar honestamente hacia los que est�n afuera; ser�a un reproche al nombre de Cristo, si los imp�os tuvieran alg�n cargo que presentar contra ellos.

Muy dulce para este prop�sito, es la exhortaci�n comprensiva del Esp�ritu Santo a la Iglesia: que todo lo que sea es verdadero, honesto, justo, puro, hermoso y de buen nombre; Se espera que los creyentes en Cristo, m�s que todos los hombres, sean eminentes en la pr�ctica de estas cosas. Filipenses 4:8 .

Versículos 13-18

(13) � Pero no quiero, hermanos, que ignor�is acerca de los que duermen, para que no os entristezc�is como los dem�s que no tienen esperanza. (14) Porque si creemos que Jes�s muri� y resucit�, as� tambi�n traer� Dios con �l a los que durmieron en Jes�s. (15) Porque esto os decimos por palabra del Se�or: que nosotros los que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Se�or, no se lo impediremos a los que durmieron.

(16) Porque el Se�or mismo descender� del cielo con aclamaci�n, con voz de arc�ngel y con trompeta de Dios; y los muertos en Cristo resucitar�n primero: (17) Entonces nosotros, los que vivimos, y que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes, para recibir al Se�or en el aire; y as� estaremos siempre con el Se�or. (18) Por tanto, consolaos unos a otros con estas palabras.

Quiz�s no haya un pasaje m�s afectuoso en la palabra de Dios, para calmar los dolores de nuestra naturaleza, bajo la perspectiva humillante de la tumba, en la muerte de nuestros amigos y la partida segura de nosotros mismos, que lo que Dios el Esp�ritu Santo ha dado aqu� a la Iglesia, por su siervo el Ap�stol. Lo he le�do a menudo con, espero, provecho y deleite. Y no concibo que un hijo de Dios, bajo la ense�anza divina, pueda leerlo alguna vez, pero en cada lectura renovada, con mayor comodidad.

Parece que la Iglesia de los Tesalonicenses ten�a aprensiones muy imperfectas sobre el interesante tema de los muertos en Cristo. Y fue nuestra misericordia, que su ignorancia dio ocasi�n a Dios el Esp�ritu, para ense�ar a la Iglesia, lo que aqu� se explica tan benditamente acerca de ella. Lo primero que le ruego al lector que comente conmigo, en el pasaje, es la expresi�n de estar dormido en Jes�s. No lo llama muerte, sino sue�o.

Es notable que, en relaci�n con la muerte de L�zaro, Jes�s lo llam� sue�o. Nuestro amigo L�zaro duerme; �pero voy para despertarlo! Ver Juan 11:11 . y comentario. Los muertos benditos, que mueren en Cristo, mueren en uni�n con su Persona. Como tales, son parte de Cristo. La voz que Juan escuch� desde el cielo, declar� esto y le pidi� al amado Ap�stol que lo escribiera.

Apocalipsis 14:13 . Por tanto, a esto se le llama m�s propiamente sue�o que muerte; porque en virtud de esta uni�n, hay un principio por el cual todav�a son parte de Cristo, y por el cual el Se�or se convierte para ellos en el �ltimo d�a, la resurrecci�n y la vida. Juan 11:5 .

De modo que, en la muerte o en la vida, Cristo es la porci�n del creyente; y el creyente es miembro del cuerpo m�stico de Cristo. Y esta unidad, uni�n e inter�s en Cristo, difiere tan totalmente de los muertos sin Cristo, que al Esp�ritu Santo le agrada llamarlo sue�o, en lugar de muerte. Duermen en Jes�s.

En segundo lugar. El Esp�ritu Santo de Pablo, ordena a la Iglesia con respecto a todos ellos, que el dolor que sienten los creyentes sobrevivientes, al partir, no sea como el dolor de los que lloran por los muertos sin esperanza. El Se�or no proh�be todo dolor; porque el Se�or permite que los sentimientos de la naturaleza se desahoguen. Y Jes�s mismo llor� ante la tumba de L�zaro. Juan 11:25 .

Pero las l�grimas del pueblo de Dios, derramadas sobre los restos de los muertos que mueren en el Se�or, son como el vino especiado de la granada. Las l�grimas de la naturaleza, est�n endulzadas en Cristo. Hay una esperanza bienaventurada, s�, una esperanza segura, volver�n a vivir. Vea un hermoso relato de Job ( Job 14:13 ).

En tercer lugar. La fe en la resurrecci�n de Cristo trae a colaci�n una certeza plena de la resurrecci�n de todos sus miembros. Los que duermen en Jes�s, deben levantarse con Jes�s. Porque Cristo muri� y resucit� como cabeza com�n de su cuerpo, la Iglesia. No como una persona privada; pero en una capacidad p�blica. Por tanto, en su resurrecci�n, la Iglesia, en cada miembro individual, est� incluida; porque Cristo fue declarado primicia de los que duermen.

Porque con este fin, (dice el Esp�ritu Santo por Pablo), Cristo muri� y resucit� y revivi�, para ser Se�or tanto de los muertos como de los vivos. Romanos 14:9 . Ver 1 Corintios 15:1 y Comentario.

Por cuartos. Hay algo particularmente sorprendente, en la manera de expresarse del Ap�stol sobre este tema, cuando dice: Porque esto os decimos por la palabra del Se�or. No se dice cuando Pablo recibi� este mensaje para entregarlo a la Iglesia. Tampoco hace ning�n otro prefacio, a modo de introducci�n. Pero, deber�a parecer, por las palabras mismas, que aunque todo el Ap�stol entreg� a la Iglesia, fue en el nombre del Se�or, y por la autoridad del Se�or; sin embargo, ahora ten�a algo que entregar sobre este tema, de la resurrecci�n de los cuerpos de los santos durmiendo en Jes�s; y del cambio que se efectuar� en los cuerpos de los santos, que se hallar�n vivos en el �ltimo d�a; que no hab�a tenido ni conocimiento de s� mismo antes, ni direcci�n para comunicar a la Iglesia.

Por eso, como los profetas de anta�o, quienes frecuentemente, en medio de su predicaci�n, llamaban la atenci�n de la Iglesia de manera a�n m�s llamativa, interrumpiendo y diciendo; As� dice el Se�or: por eso Pablo adopta aqu� una expresi�n similar, y dice: Esto os decimos por la palabra del Se�or. �Lector! Tenemos un gran motivo para bendecir a Dios el Esp�ritu, por esta revelaci�n especial, sobre un tema tan interesante, tanto para nosotros como para todos los miembros del cuerpo m�stico de Cristo, mediante el cual aprendemos, bajo la ense�anza divina, por lo que no debemos entristecernos. , en cuanto a los difuntos en Cristo, como a los que no tienen esperanza. Y ruego al lector que est� particularmente atento a la manera muy bendita en la que Dios el Esp�ritu Santo ha ense�ado a la Iglesia sobre esos puntos m�s trascendentales.

El Ap�stol comienza con el estado de los santos de Dios, que se encuentran en el cuerpo en la venida de Cristo. Nosotros (dice �l) los que vivimos, y quedamos hasta la venida del Se�or, no se lo impediremos a los que durmieron. Ahora, que el lector observe, que por el nosotros, que estamos vivos; Pablo no se refer�a a �l mismo, ni a nadie de la Iglesia de Dios que viv�a entonces. Porque, en su segunda ep�stola a esta misma Iglesia, les declar� positivamente que el d�a de Cristo no estaba cerca.

Porque (dice �l) ese d�a no vendr� a menos que primero venga una apostas�a, y ese hombre de pecado sea revelado, el hijo de perdici�n. 1 Tesalonicenses 2:1 . Pero Pablo habla en nombre de la Iglesia, en esa parte de los miembros de Cristo que vivir�, cuando Cristo venga para ser glorificado en sus santos y para ser admirado en todos los que creen.

2 Tesalonicenses 1:10 . De ah� que, dicho sea de paso, se nos ense�a que habr� una parte del cuerpo m�stico de Cristo con vida en su segunda venida.

A continuaci�n, el Ap�stol procede, en el nombre del Se�or, a mostrar a la Iglesia c�mo deben ser eliminados, los que no pasan por los territorios de la muerte y la tumba, a los abrazos de Cristo. No impediremos a los que duermen (dice Pablo). La palabra prevenir es una palabra inglesa antigua, y significa ir antes: no seremos transformados primero, antes de que los muertos que duermen en Jes�s sean despertados a los brazos de Cristo.

Este es un pensamiento dulce, en todos los aspectos. Porque muestra el cuidadoso cuidado de Jes�s sobre sus miembros dormidos; y se convierte en un comentario bendito del propio Se�or, sobre esa dulce Escritura: Preciosa a los ojos del Se�or es la muerte de sus santos. Salmo 116:15 . Y es bendecido por otro motivo. Los miembros vivos del cuerpo m�stico de Cristo, encontrar�n sus esp�ritus abundantemente fortalecidos al contemplar a los muertos en Cristo levantarse a las maravillas de la eternidad.

�Y qu� gozo estallar� a la segunda voz del Arc�ngel y a la trompeta de Dios! S�, �qu� emociones inexpresables sentir�n todos los que vivan en Cristo, en ese momento, cuando vean a Jes�s descendiendo personalmente del cielo, en todo el esplendor de gloria, como se describe aqu�?

A continuaci�n, Pablo describe el maravilloso cambio, despu�s de que los muertos en Cristo hayan resucitado por primera vez, que seguir� instant�neamente en los cuerpos de los santos que entonces viv�an. Entonces nosotros (dice �l) los que vivimos y quedamos, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes, para encontrarnos con el Se�or en el aire. �Y as� estaremos siempre con el Se�or! El Ap�stol no dice c�mo se llevar� a cabo el cambio de nuestros viles cuerpos, que no han bajado al sepulcro.

Basta que la Iglesia sepa que se har�: aunque no conocemos el proceso. Pero, como aquellos cuerpos de los santos, que son sembrados en corrupci�n, se les promete resucitar en incorrupci�n; y sus cuerpos naturales, cuerpos espirituales resucitados: 1 Corintios 15:44 . se nos lleva a concluir, se lograr� el mismo cambio, aunque no de la misma manera: para que todos los miembros del cuerpo m�stico de Cristo est�n igualmente preparados y capacitados para el disfrute eterno de Dios en gloria.

�Oh! en qu� desconocida felicidad ser�n llevados los santos de Dios, cuando esos cuerpos, que ahora interrumpen los placeres espirituales del alma renovada, no los interrumpir�n m�s; s�, entonces se unir�n a todos sus goces. Bien podr�a a�adir el Ap�stol: por tanto, consolaos o exhortaos unos a otros con estas palabras. Que el pueblo de Dios, bajo todas las providencias en duelo, cuando en cualquier momento el Se�or se lleve a casa a alguno de sus redimidos; que recuerden lo que Dios el Esp�ritu Santo tiene aqu� tan dulce y plenamente desplegado: los que viven en Cristo por la regeneraci�n, duermen en Jes�s al morir hasta la resurrecci�n.

Son parte de Cristo; y ya sea que est�n vivos o muriendo, en la vida o en la muerte, son del Se�or. Y aquellos a quienes el Se�or designe para estar vivos en el cuerpo, en su venida, ser�n instant�neamente transformados en un cuerpo glorificado en Cristo, como los de Cristo que se levantan a la voz del Arc�ngel y la trompeta de Dios. Ambos ser�n igualmente bendecidos en Cristo; y s� eternamente feliz con �l, en la gloria. Ver Judas 1:9 .

Versículo 18

REFLEXIONES

�LECTOR! �Qu� consideraci�n bendita es para el alma renovada en Cristo, que �l, hecho por Dios para nosotros, sabidur�a y justicia; �No es menos nuestra santificaci�n y redenci�n? Y es uno de los pensamientos m�s bienaventurados, y que Dios el Esp�ritu Santo est� imprimiendo para siempre en la mente de su pueblo, que nuestra unidad y uni�n con el Se�or Jes�s, trae a colaci�n un inter�s en todo lo que pertenece. a �l como Cristo.

Nuestra uni�n con su Persona, da seguridad a nuestra vida en �l, nuestras gracias de �l y nuestra felicidad eterna con �l; porque ciertamente, donde �l est�, deben estar sus miembros. Precioso Jes�s, que nunca pierda de vista esas misericordiosas seguridades tuyas. Porque yo vivo, vosotros tambi�n vivir�is.

�Bendito Se�or el Esp�ritu! gracias a ti, por enviar a tu siervo a ense�ar a la Iglesia, c�mo regular nuestros dolores, cuando estamos bajo providencias de duelo. Nunca dejes que mi alma llore m�s cuando alguien muera en el Se�or. Pueden caer l�grimas. S�, a Jes�s no le disgustar� cuando caigan. Es el funeral de la naturaleza. Y Jes�s, que llor� a s� mismo en la tumba de L�zaro, no se enojar� si alguien llora en la m�a. Pero la gracia triunfa.

No es la muerte, sino el sue�o, s�, un dulce y reparador sue�o, cuando Jes�s llama a sus miembros a casa. Pero mientras escuchamos la voz que escuch� Juan, podemos escribirla como la inscripci�n en las tumbas de los santos. �Bienaventurados los muertos que mueren en el Se�or! Y, tan seguros como duermen en Jes�s; tan seguro que Dios los traer� con Jes�s en ese d�a cuando �l venga. Y vosotros, miembros de Cristo, que a�n no hab�is nacido, a quien Jes�s designar� para que viv�is en su venida; vosotros tambi�n participar�is de los triunfos de su venida.

Aunque no descend�is al sepulcro, el Se�or cambiar� vuestros viles cuerpos bajo los cuales gim�s, y los modelar� a semejanza de su cuerpo glorioso; seg�n el poder por el cual puede someter todas las cosas a s� mismo. �Se�or! da gracia a tu Iglesia, para que en medio de todas las circunstancias agonizantes de tu pueblo abajo, podamos consolarnos y exhortarnos unos a otros con estas palabras.

Información bibliográfica
Hawker, Robert, D.D. "Comentario sobre 1 Thessalonians 4". "Comentario del Pobre Hombre de Hawker". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/pmc/1-thessalonians-4.html. 1828.